II. Capítulo 7: Fría noche

Un individuo vertía una serie de líquidos de diferentes colores en una probeta.

Hubo un momento en que el líquido comenzó a reaccionar y de pronto, un hilo de humo dio por terminada la reeación.

Acto seguido, tomó una jeringa y absorbió el contenido de la probeta.

Sus ojos eran azules y su pelo oscuro negro con mechas rojas caía largo por la bata blanca hasta la cintura. En sus ojos se veía reflejado una mirada fría y calculadora.

Se levantó de su sitio, dejando ver sus patas cubiertas de un pelaje del mismo color del pelo y terminaban en unas garras de color rojo.

-Ya está- una voz levemente grave salió por su hocico en un susurro.

Estaba en un cuarto iluminado por una luz blanca. Habían dos puertas en cada extremo de la habitación : una blanca y otra blindada. Estanterías llenas de libros y frascos de cristal.

La criatura se levantó y se encaminó a la puerta blindada. Torció la manivela y abrió la puerta.

Una Delphox maniatada estaba inconsciente en el suelo

La criatura sonrió y dijo:

-Despierta, Cintia

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Un cuarto oscuro. Una tenue luz de una lámpara. Respiraciones agitadas, murmullos constantes.

Se oían unos pasos apresurados, parecían buscar algo.

-¿Peri?- una voz femenina rompía aquellos susurros.

-Cira, Cira- respondió la voz de una niña- estoy aquí.

Las dos siluetas se movieron hasta tocarse. Se abrazaron.

-Tengo miedo, hermanita...

Cira la agarró con más fuerza.

Habían más siluetas en aquel cuarto, todos sabían por qué estaban ahí.

-No nos encontrarán- le dijo Cira al oído.

Los pasos iban haciéndose más fuertes.

-Mierda- dijo la voz de un hombre- nos han descubierto.

En cuanto lo dijo, grandes piedras reventaron las paredes del cuarto, desvelando la silueta de cinco chicos y tres chicas, todos alrededor de los 18 años, menos Peri, que tenía 6.

La luz de la luna reflejó el rostro de las hermanas, ambas casi idénticas, con el pelo castaño claro, ojos marrones, con pecas.

Los hombres vestidos de gris se habían valido de dos Graveler para tirar las paredes y los apuntaban con pistolas eléctricas.

-¡Ahí están!- exclamó uno de ellos

Todo el mundo comenzó a correr a varios lados. Cuatro de ellos cayeron a unos metros.

Cira y Peri iban junto a un chico que estaba usando una tabla como escudo. Uno de los hombre los vio y disparó hacia la niña.

-Cuidado... ¡Ah!- el chico había saltado para protegerla y se quedó en el suelo- ¡Corred!

Las dos chicas se internaron en el bosque.

Corrían sin parar, escuchando el barullo del fondo. La estaban buscando a ella. Era de esperar.

Hacía unas horas, habían tirado la luz de uno de los cuarteles de los hombre grises y les habían robado alimentos, a la vez que intentaban hacerlo explotar; pero uno de sus compañeros los traicionó por un puesto privilegiado en aquel lugar y les arruinó todo. Tuvieron que huir con las manos vacías mientras los hombres grises les buscaban.

No era la primera vez que lo hacía, eran muchas, y esta vez, la cosa se complicó aún más cuando descubrió que su hermana pequeña la había seguido.

Se tropezó con una rama y se torció el tobillo. Ahogó un grito de dolor. Peri se detuvo.

-¡Cira, Cira!- exclamó- ¿estás bien?

-Sí... Ay... - cogió aire y se levantó- debemos seguir o...

Una flecha le atravesó el hombro, dejándola sin aliento. Se puso de rodillas abatida.

-Sabía que llegaríais por aquí en algún momento- una voz misteriosa, grave y bien modulada sacudió las entrañas de ambas.

-¡Corre!- le gritó a Peri

Tarde, un Zoroark la apresó velozmente, era muy pequeña como para poder enfrentarse.

-Es increíble cómo has puesto en jaque a muchos de mis hombres- comentó la voz de las sombras.

-Son unos imbéciles- escupió Cira.

-Por eso odio tener que depender de ellos. Al final tengo que encargarme de hacer yo el trabajo. Por eso pretendo cambiar todo esto.

Cira se rió.

-No lo conseguirás... Los humanos siempre serán tercos... y no dejaran de luchar... por ... por su libertad.

-Y aún así corren desesperados a por mi, alabando mi supuesta salvación.

-Eso es porque tú les has inducido a ello...

-Y no lo saben- rió la voz

El hombre chasqueó los dedos.

Entre la luz de la luna que se colaba entre las hojas, vislumbró a Peri siendo arrastrada hacia ella y puesta junto a aquella persona.

-Déjala en paz, ella no ha hecho nada- dijo Cira- solo me quieres a mí.

Tosió. Le costaba respirar.

A la luz de la luna, aquel hombre se alzaba amenazadoramente sobre ella. Su mano aferraba a Peri con fuerza, que intentaba soltarse.

-Había decidido ignorarte porque no me parecías importante, solo un pequeño estorbo que ya me quitaría más adelante- se sentó en un tocón, chasqueó los dedos y dos tallos se engancharon a los pies de Cira- pero, descubrí para mi sorpresa que eras más importante de lo que creía y entendí por qué asaltabas nuestras bases. Eres un incordio.

-No sé de qué hablas- gruñó Cira

El hombre se rió.

-Es normal, ni tú misma eres consciente de lo que eres. Ni yo hasta hace poco.

Hubo un pequeño silencio.

- Por eso te voy a refrescar la memoria.

Se levantó y tomó a Peri. La niña gritó. El hombre tomó algo del bolsillo y se lo acercó al cuello de ella.

Cira gritó:

-¡No! !Deja en paz a mi hermana!

Era una jeringuilla. Peri la miró, temblaba de miedo.  Comenzó a acercarse al cuello de la niña. Cira se mordía los labios. No debía...
La jeringuilla estaba a milímetros.  Cira comenzó a sollozar.

-Tu madre me dijo muy amablemente quién eras. Es una pena que tu juramento no te impida salvar a tu hermana

-¡Está bien!- exclamó rompiendo a llorar

Los hombros del hombre se relajaron. La jeringuilla se alejó unos centímetros de Peri.

Cira tragó saliva. Tosió y volvió a tragar. Respiraba muy rápido.

-Cira

La voz del hombre rompió su concentración.

Temblando, lo miró y pronunció solemne:

-¡Yo, Cira, Guardiana de Azelf, Portadora de la Voluntad, llamó a Azelf para otorgarme su bendición y poder controlar la voluntad humana!

Cira comenzó a brillar de un color rojizo.
Entre las sombras, el hombre sonrió.

De pronto, el brillo se apagó.

No había sucedido nada.

-¿Pero qué...?

No pudo pronunciar la pregunta porque un puñetazo le dio en la cabeza.

El hombre dejó a Peri en el suelo intentando respirar y se acercó a Cira.

-Bien, ahora los Pokémon serán libres.

Le puso en el cuello una bola de un acero azulado que la rodeó y se enganchó alrededor de él como un collar. De pronto, Cira comenzó a gritar. El collar se iluminó con un brillo azulado.

-¡Ahhhh!- un agudo dolor le traspasaba el cuerpo.

De repente, un destello azul alumbró el bosque, haciendo que el rostro del hombre se iluminase de manera siniestra.

Se escuchó un pitido y el dolor paró.

El destello menguó.

Peri se estremeció. Cira estaba consciente, pero malherida, aún así miraba con desesperanza quién había aparecido.

Azelf.

-No- su voz estaba ahogada por el dolor

-Te tengo

Fugaz como una sombra, un Zoroark sorprendió al Azelf que sufrió las heridas. Instantáneamente, una flecha le alcanzó el pecho, dejando al Pokémon en el suelo.

El hombre entonces la aprisionó con una mano y con la otra la puso encima del cristal.

El Azelf, al ver lo que pretendía, intentó controlar su voluntad.

Por un momento, aquel hombre se paró, pero de pronto, su muñeca se iluminó de una extraña luz rojiza.

Azelf vio a través de los ojos de él y se intimidó.

Con un último movimiento, tocó la gema de la frente del Azelf y el Pokémon comenzó a agonizar.

-¡NOOO!- gritó Peri

Azelf sufría espasmos, le estaban quitando su poder.

Entonces se fijó en Cira, que la miraba impotente. Levantó uno de sus brazos señalándola y cerró los ojos.

De pronto, Azelf comenzó a brillar hasta que, con un estallido desapareció.

En las manos del hombre estaba un cristal que emitía un brillo rojizo.

-Un pequeño precio por la salvación- murmuró

Se dio la vuelta y se encaminó hacia Peri que intentaba huir desesperadamente.

Tres flechas se interpusieron en su huida.

Esta vez vio quién las había lanzado: un Deucideye.

Cira, al límite de sus fuerzas, se levantó.

-Déjala ir, por favor- imploró con lágrimas en los ojos- no ha hecho nada

El hombre agarró a Peri y caminó lentamente hacia ella. Le acarició el pelo y le dijo:

-La dejaré ir

Cira se relajó. Peri la miró con alivio

De repente, el hombre hizo un movimiento rápido con las manos y le clavó una jeringuilla en el cuello de Peri, que se quedó petrificada.

La transformación comenzó.

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