II. Capítulo 42: Ikena

Otra vez.

Esta oscuridad.

Su ira le había vuelto a llevar a otro desastre.

Ya no había vuelta atrás. Esta vez estaba obligado a ver.

El Zangoose estaba inquieto. ¿Acaso estaba intentando escapar su objetivo?

O no. Tal vez

A ver cómo su cuerpo mataba a sus amigos.

Condenado. Él solo se lo había buscado.

¿Quién era?

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El Zangoose estaba inquieto, ¿por que huía?
Hace un momento le podría haber vencido.

Él era su objetivo... Claro... Había dejado heridos a sus compañeros. ¿Acaso estaba protegiéndolos? Suspiró.

Empezó a aminorar la marcha y se dio la vuelta. Tenía que cumplir su objetivo, costase lo que costase.

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Notó como regresaba hacia atrás, hacia ese lugar que le recordaba momentos cálidos. No podía mirar atrás.

Sentía aquellos recuerdos como suyos, pero tan... lejanos. Aquella casa en la que creció. Sus padres siempre cuidando de él. Aquella casa que se compraron cuando tan solo tenía 5 años... qué mal sentó abandonar a sus amigos, pero Aromaflor le dio nuevos; y Vetusta le mostró a Aly.

Eran unos críos de 5 años cuando se conocieron. Siempre detrás de cada lío que hacía ella. Sí, antes Aly era demasiado orgullosa y prepotente, pero era la única amiga que tenía.

Pasó la Escuela Pokemon con relativa facilidad. La Escuela de Entrenadores le esperaba. Él tenía 12 años y el curso siguiente iba a irse a Ciudad Engobe, en Teselia con sus padres porque su tío le había conseguido una plaza en aquella escuela. Sino fuera por que fue transformado... Ese día había ido de excursión a Cuidad Pirita. Volvieron tarde de aquella excursión y  él se encontraba caminando por el sendero desde Ciudad Vetusta, que era el lugar donde les había dejado el autobús. Al entrar por el bosque, algo le llamó la atención.

La luz comenzaba a escasear, pero veía la silueta de algo moverse. Intranquilo, continuó la marcha, pero de los arbustos salió un hombre jadeando.

Ikena retrocedió. Aquel hombre estaba gruñendo y de pronto vio la ropa romperse mientras protuberancias de acero salían alrededor de su torso. El niño retrocedió pero estaba paralizado. ¿Qué debía hacer?

Entre los jadeos y gruñidos que soltaba aquel hombre... no... observó más de cerca... era joven, claramente de los mayores, ¿veinte? Podría ser. Su cabeza estaba volviéndose roja mientras sus manos se fusionaban para crear un filo. Un gran cuerno amarillo metálico aparecía por medio de su cabeza.

Ikena retrocedió e intentó esconderse, pero entonces dio con algo blando. Se dio la vuelta y dos Pokemon: un Hypno y un Zoroark

-Lo ha visto- dijo uno - hazlo. Sirve con lealtad.

Ikena intentó huir pero fue atrapado. Notó un pinchazo y comenzó a correr. Uno de ellos lo perseguía.

Poco duró su huida pues en seguida notó un espasmo y su cuerpo cayó. Vio cómo el vello de su cuerpo se volvía largo mientras recubría toda su piel. Un pelaje blanco nació mientras las orejas se colocaban hacia arriba, y en punta; con un pelaje rojo. Su cara comenzó a tirar hacia delante. Su nariz se unió con su boca mientras un hocico felino nacía. Su cuerpo empezó a estrecharse y a agrandarse. Notó como sus dedos se fusionaban mientras las uñas crecían y se iban haciendo cada vez más duras. De sus nuevas zarpas nacía pelaje rojo que llegaba hasta el codo. Se tiró hacia delante mientras algo desde atrás luchaba por salir. Rasgando su pantalón, una gran cola blanca nacía. Sus piernas empezaron a estrecharse mientras se volvían patas.

Intentó levantarse, pero su nuevo cuerpo  le era extraño y tropezó.

El Zoroark lo agarró mientras intentaba arrastrarse y gritaba pero solo se escuchaba el maullido de un Zangoose.

Un nuevo pinchazo en la oreja y de pronto, el pánico y el miedo comenzó a disminuir.

Y como ahora, flotando en su mente, siendo testigo de todas las atrocidades, fue a cumplir sus objetivos.

Pero esta vez, ni siquiera podía gritar desde dentro.
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Isaac miró hacia atrás. El Zangoose se había dado la vuelta repentinamente. ¿Por qué no le estaba siguiendo?¿No era él el objetivo? Algo andaba mal.  Pero si regresaba, podía perder el rastro de Jack y Zarky...

Con el corazón encogido, continuó su marcha, mientras rezaba porque Ikena no cometiese un gran error

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Viajo por varias ciudades junto al Bisharp, él era el segundo, solo tenía que obedecerle.

Después de atravesar con sus garras a alguien  que estaba negándose a dar su Gimnasio en pos de una liberación de la humanidad, ya se había acostumbrado.

¿Cuánto había pasado? ¿Meses?

Su mente podía ignorar aquellos gritos, toda aquella oscuridad. Ikena cerraba los ojos mentalmente y dejaba que su cuerpo hiciera lo que tuviera que hacer.

Notaba que algo había cambiado en él, se notaba que podía procesar mejor la información, notaba que sus sentimientos estaban más... ¿maduros? Como si hubiera crecido. Se notaba más mayor que antes.

Aquel Líder de Gimnasio se desplomó sin vida. Los hombres de gris se encargaron de recoger los restos. Entonces escuchó "Sinnoh" y entonces pensó que volverían. Al parecer, habían encontrado a su antigua campeona. La misión era la de siempre: convencerla o matarla; y ellos dos se encargarían.

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El Luxray sintió que algo se acercaba. Se escondió entre los árboles.

El Zangoose pasó corriendo. El Luxray entonces sintió una corriente invadiendo su mente. Algo que buscaba hacerse consciente.  Una palabra le vino a la mente. "Hijo"

Sus ojos cobraron de pronto el brillo. No sabía por qué, pero en su interior algo le estaba impulsado a seguir a ese Pokemon.

El Zangoose llegó a la casa en la que estaban antes. Un Luxray lo vio y pegó un gritó. Al parecer estaba custodiando la puerta.

-¡Ikena!- gritó Lux

Por el rabillo del ojo vio como unos Pokemon huían por la parte de atrás. No había ninguno de los que hubiese luchado anteriormente.

Tenía un objetivo en mente. Acabar con los que habían peleado contra él. Así el Vaporeon tendría que enfrentarse a él y podría capturarlo. Si los protegió antes, significa que son importantes para él.

Lux se interpuso entre la entrada y él.

El Zangoose no iba a combatir... A ellos no los necesitaban. Se abalanzó sobre el Luxray con una sonrisa asesina.

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Oscuridad. Sangre. Gritos. Su mente le transmitía todas las sensaciones. Su cuerpo lo disfrutaba y ese placer lo llenaba de asco. Cada corte, cada arañazo, cada mordisco. Lo sentía como suyo y lo disfrutaba sin si quiera poder detenerse. Eso lo asqueaba más. ¿Quién era él?

De pronto, solo observaba muertos. Todos sus amigos. Su cuerpo parecía buscar a alguien.

Todo parecía tan cercano y tan lejano. Dichos pensamientos y experiencias lo abrumaban; no le estaban dejando pensar. Quería vomitar y no podía. Quería cerrar los ojos y no podía. Quería volver a ser quien era y no podía.

Porque había hecho un pacto; y el lo había roto; y ahora asumía sus consecuencias.

Ahora su amo no era él, sino otro; y su condena era observar y sentir todo lo que su cuerpo sentía, hasta morir, si es que se lo permitían.

Absorto en la mirada eterna de su cuerpo. Que recibía ordenes de su amo para matar esos dos Pokemon...

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Dina retrocedió mientras el Zangoose que era el hijo de su entrenadora sacaba las garras del cuerpo inerte de Ray y lo tiraba junto al de Lux, que había sido el primero en recibir la furia descontrolada de Ikena. La Dewott no pudo evitar llorar al ver el escenario. Ella estaba herida, pero Lux no había tenido ninguna oportunidad. El Zangoose no buscaba combatir... era un asesinato. Se apartó una lágrima de su hocico. Era la única que quedaba en pie. Myriam estaba con los niños, todo estaría bien. Se palpó el costado. Solo tenía una oportunidad para hacer lo que debía.

-Ikena, si sigues ahí... - dijo la Dewott mientras cerraba los ojos- siento no haber podido ver más allá en tus sentimientos. Myriam... perdóname.

Su cuerpo comenzó a brillar mientras una energía le envolvía. El Zangoose intentó acercarse, pero el Dewott lanzó un Hidrobomba que reventó la entrada y llevó a Zangoose fuera de la casa.

El cuerpo de Dina comenzó a cambiar. Comenzó a crecer mientras sus vieiras se extendían por sus patas. Su cola se abrió, como la de un tiburón. En si cabeza creció un caparazón que envolvió su cabeza mientras se afilaba como pinchos. Su hocico se alargó y sus bigotes crecieron hasta volverse blancos. Con un pequeño resplandor. Con sus dos patas desenvainó las dos nuevas conchas y con un gran impulso golpeó al Zangoose de lleno y lo volvía a enviar despedido contra los árboles. El resplandor azulado dio paso a ver su forma final.

Dina se puso en posición de ataque.

Ahora era una Samurott

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