II. Capítulo 3: Heridas Abiertas
Aly esperaba sentada jugueteando con su palo. Estaba absorta en sus pensamientos mientras intentaba asimilar lo que había sucedido.
En la otra habitación, una Glaceon, un Vaporeon y un Noivern que tan bien recordaba estaban siendo tratados por Myriam.
Múltiples recuerdos asaltaban su memoria. Incluida la promesa de que iban a solucionar esto. Un pequeño sentimiento de rencor se apoderó de ella.
Myriam salió con un cuenco lleno de toallas manchadas de tierra y sangre.
-Ayúdame a vendarles las heridas- dijo con voz seria.
Aly se levantó sin decir nada, no sabía si sentirse mal o bien.
Entró con las vendas a la habitación de los padres de Ikena. En la cama, la Glaceon tenía un zarpazo en el costado y una pata cubierta de sangre. Múltiples rasguños cruzaban el cuerpo de Zarky que respiraba con cierta dificultad. A su lado, el Vaporeon tenía la aleta de la cola rota y múltiples heridas repartidas por todo el costado. Una linea atravesaba su cuello por detrás y llegaba hasta la espalda. Isaac estaba inconsciente. La Braixen no pudo evitar la sensación de mareo al ver las heridas que tenían, aunque sintió que no solo era por eso puesto que ya había ayudado a curar ese tipo de heridas.
En el suelo, el Noivern tenía un ala perforada levemente en múltiples lugares, algo que alivió un poco a Aly puesto que las perforaciones eran pequeñas y se podían curar solas, pero por uno de los ojos, una garra había dejado el izquierdo con una herida leve que de milagro no lo había dejado ciego de un ojo.
Extrajo las vendas y con sumo cuidado comenzó a vendar las heridas y coser las más profundas.
Myriam regresó y juntos les atendieron en una hora.
En el salón, los niños aguardaban inquietos y con temor mientras que Ikena y los dos Pokémon transformados lograban mantener una tensa calma.
La Braixen bajó las escaleras con el cubo lleno de vendajes.
Un Piplup preguntó con voz temerosa:
-¿Qui... quiénes son esos?
Ikena les sonrió, algo que hizo que los niños se sintieran un poco más relajados.
-Son unos amigos- respondió el Zangoose y dirigiéndose al resto dijo: Venga, seguid a lo vuestro
Poco a poco se fueron yendo.
Ikena se tumbó en el sofá. Estaba nervioso. Ya había pasado del tema e incluso dedujo que ya no estaban ni vivos y que los habían atrapado puesto que todo había sido una cuesta abajo estos cinco años.
Y ahora estaban en su puerta, moribundos, tras darlos por muertos. Miró al techo y simplemente intentó despejar la mente, pero múltiples malos recuerdos asaltaban su mente.
La cálida pata de Aly acariciando la cabeza del Zangoose lo sacó de aquel bucle de pesadilla. Se miraron y se abrazaron sin decir nada.
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...
Ay
...
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Isaac abrió los ojos. Se encontraba acostado, hecho un ovillo. Su cola cubriendo sus patas. Estaba vendada.
Notaba la cabeza muy pesada, le dolía. Estaba desorientado.
Husmeó el aire. Era un olor familiar. Por primera vez en cinco años, su olfato le regalaba un nostálgico sentimiento de paz.
Se intentó poner de pie, pero sus piernas estaban muy débiles. La huida casi los había matado.
Alguien entró por la puerta. Isaac giró la cabeza.
Una Braixen.
-Aly... -susurró
Aly se le acercó y le abrazó con mucha fuerza.
Isaac no pudo evitar sentirse embriagado por ese contacto directo y no reprimió las lágrimas que poco a poco iban inundando su ojos.
Y lloró por todo. Por no haber sido lo suficientemente fuerte para la plantarle cara a los enemigos, por no haber logrado defender a sus amigos; por perderlos y por no poder cumplir la promesa de que todo iba a ir bien.
Lloró porque se sentía inútil, fracasado, frustrado, cansado. Habían sido muchos años aparentando ser fuerte para no caer ante los que les perseguían y huir sin parar.
Aly lo escuchó llorar y tampoco pudo evitar sentirse mal. Había perdido la esperanza y había asumido que iba a ser una Braixen para siempre. Ya casi olvidaba cómo era de humana. Hasta se sentía extraña pensando que lo iba a ser. El recuerdo de su humanidad perdida ya no dolía, hasta incluso se sentía a gusto siendo así ya. Aunque lloraba porque esa puerta que creía cerrada se había vuelto a abrir y los recuerdos de cinco años atrás bombardeaban su mente.
- Lo siento- susrró Isaac con una voz rota- no... he sido capaz...
Aly lo apretó con más fuerza.
-Me alegra ver que estáis vivos- le dijo interrumpiéndole.
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...
Una tenue luz alumbraba una estancia oscura. Una cama situada en el centro de una pared, un escritorio de madera en uno de sus lados. La habitación crecía y numerosas estanterías decoraban aquella sala; un armario se colaba de entre los numerosos estantes. Las sombras de las diferentes piezas que ricamente decoraban el suelo dotaban al lugar de un aspecto inquietante. Una chimenea apagada de piedra en cuya encimera había una serie de fotos, estaba incrustada en la otra parte de la habitación. Encima de ella, una televisión de plasma y un sofá enfrente.
En la sala había un hombre, cuyo rostro escondido en la penumbra se levantaba del escritorio en el que estaba sentado.
-Las cosas van bien- murmuraba mientras dejaba a un lado un papel.
Cogió el pijama de un armario y salió a ducharse.
Al salir, se cambió y se lo puso.
Salió del baño y caminó hacia la cama.
Ahí, una Primarina le sonreía con dulzura mientras lo invitaba a tumbarse junto a ella.
El hombre sonrió y se tumbó junto a ella. Tenía puesto un collar plateado con una gema verde en el centro.
La Primarina entonces comenzó a acariciarle suavemente. El hombre entonces la abrazó con fuerza mientras sentía cada movimiento de ella.
La Primarina entonces paró y le lamió la mejilla. El hombre la miró y la besó en la frente.
-Te quiero- dijo el hombre
La Primarina la sonrió con ternura, sus ojos turquesas lo miraban con infinito amor, y le respondió:
-Primarina es toda tuya.. Primarina te quiere...
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-Papi
Una vocecita dulce, tímida y armoniosa sacó a Dani de su ensimismamiento. Estaba mirando al cielo, ya ni se acordaba de qué era lo que pensaba.
-¿Sí?- preguntó Dani
-¿Tú me quieres?- preguntó con cierta timidez.
Dani la sonrió, la cogió con las cintas y la puso a su lado.
-Te quiero demasiado- respondió- pero es que no solo te quiero, Iris: te amo más que a mi vida.
Iris sonrió y se acurrucó junto a su padre. Sus ojos brillaban con ilusión.
-¿A que venía esa pregunta?- preguntó el Sylveon
-Pues... es que he tenido un sueño muy malo- respondió ella
-¿Y qué pasaba?- volvió a preguntar
La Eevee se quedó callada y sus ojos se apagaron. De pronto, unas lágrimas comenzaban a recorrer su hociquito. Entre sollozos respondió:
-Es que... *snif*... he soñado que te ibas... te ibas muy lejos *snif* y... y...dejabas solita *snif* y... entonces... no volvías y... yo... estaba llorando y...
Dani sonrió y la abrazó con mucha fuerza
-Ay pequeña- la susurró con dulzura- no pienso abandonarte, no quiero dejarte nunca. Ni a ti ni a tu mamá- le dio un beso y le lamió la cara- os quiero mucho y no te voy a dejar sola nunca... no quero abandonarte... no quiero dejarte sola... no quiero...
La Eevee se había calmado y se durmió otra vez entre el cariño de su padre y sus palabras que se repetían en su mente.
Palabras que no solo aplicaban a ella. Iban más allá, a algo que yacía en lo más profundo de su corazón. Una herida que le hacía sufrir...
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