II. Capítulo: 19: Reflexión Solitaria
Cira llegó a un cartel cubierto por una enredadera en la que ponía : "Ciudad Vetusta"
La cabeza comenzó a dolerle. Sentía que la gema le decía que avanzase, pero tenía motivos para no pisar esa ciudad maldita para ella.
"¿Por qué? ¿Por qué estoy aquí?" Se negaba mentalmente. Allí es donde...
Su cabeza comenzó a dolerle aún más. La voz le decía que entrase. Con el temor en su corazón, entró a aquella ciudad que ahora estaba cubierta por una gran vegetación.
Ciudad Vetusta. Una gran ciudad ahora con los edificios medio destruidos y todo tipo de musgo, enredaderas naciendo de ellos. El ambiente era húmedo, costaba respirar debido a la densidad del aire que la rodeaba. Los rastros de la humanidad mezclados con la naturaleza que la invadía y cubría mientras se mimetizaba dotaba de un aspecto lúgubre aquel lugar.
Cira continuó caminando, en silencio. Intentaba que no se le escucharan los pasos e iba de edificio en edificio en silencio. Algunos Pokémon pasaban por ahí, pero no la hacían caso. Supuso que no eran humanos transformados.
Supuso bien porque nada más torcer la manzana, se encontró cara a a cara con un grupo de Pokemon que estaban comiendo algo del suelo que no sabía identificar y unos hombres grises eran custodiados por Hypnos. Observó que estos hombres les estaban dando la comida y supuso que era pienso. Todos los Pokémon ahí celebraban su llegada como si de dioses se trataran. Arrodillándose y alabándolos.
Vio un poco más de cerca. Esos hombres grises tenían a un chico bastante joven y lo tenían encerrado en una jaula. Se veía débil. Entonces, uno de los hombre grises, concretamente una mujer. Indicó a los Hypno que lo tomasen y entonces le inyectó algo en el cuello.
El chico comenzó a gritar mientras su cuerpo comenzaba a torcerse y doblarse. Sus brazos y piernas comenzaron a fusionarse con su cuerpo y el pelo comenzó a retraerse. Entre los vítores del resto de los Pokémon, el chico se convertía en un Seviper entre lágrimas mientras su boca se iba alargando y sus colmillos crecían.
Una mano agarrándola del brazo la sorprendió y ahogó un grito. Esa mano era de un hombre encapuchado que le indicaba que guardara silencio. Miró al fondo y la indicó que la siguiera.
Cira se quedó pensativa pero miró de reojo cómo la gente celebraba esa transformación y no pudo evitar recordar. Para evitarlo, decidió seguirlo.
Entraron a un edificio grande y de varias plantas. Por los carros tirados en la entrada supuso que era un centro comercial. Estaba desordenado y se juntaban algunos Rattata y otros Pokémon que comían los restos de la comida que estaba por el suelo. El hombre los espantaba mientras subían a la segunda planta. Era una estancia bastante amplia. Había estantes con comida y una nevera. Todo estaba pobremente iluminado, supuso que para que no lo viesen. Habían telas cubriendo las ventanas. También había en una parte un sofá y una cama junto con un armario.
-Aquí no podrán oírnos- la voz masculina grave y rasgada rompió el silencio que llevaba habiendo desde que salieron de ahí.- no suelo ver a muchos humanos por aquí y es muy peligroso estar al descubierto. Deberías darme las gracias.
- Gra... ¿gracias? - dijo un poco confusa
- Con eso basta- se quitó la capucha y un hombre adulto con una sonrisa amable se descubrió. Tenía el pelo canoso y negro. Era alto y tenía un semblante bastante curtido.
-Siguen habiendo humanos en las ciudades... - murmuró Cira
-No, no te equivoques, soy el único humano aquí ahora mismo. - dijo riéndose.
Al quitarse la chaqueta, vio alguna cicatrices en sus brazos. Entró en una puerta en la que ponía baño y cerró la puerta.
Cira se quedó en silencio. Observó el sofá y la cama dubitativa.
"Bueno, no creo que le importe" pensó y acto seguido, se sentó en el sofá, relajándose un poco.
Tras unos minutos, el hombre salió y abrió la puerta del baño con una toalla. Tenía una complexión bastante fornida. Los músculos se le marcaban bastante y tenía bastante pelo en el pecho. En el cuello, tenía un pequeño medallón.
- Perdóname pero no suelo tener invitados - dijo un poco apresurado y con una pequeña risa mientras sacaba ropa del armario y volvía al baño a ponérsela.
Cira miró a su alrededor y se volvió a levantar. Escuchó unos gritos provenientes de fuera. Se acercó a las ventanas tapadas y fue a correr la cortina.
-¡Espera! - exclamó el hombre.
Cira se asustó y las luces se apagaron.
- Me has asustado- dijo
-Perdón, es que tengo que apagar las luces para que puedas ver el exterior. No quiero que me descubran.
Cira miró hacia fuera y observó la ciudad que se extendía en el horizonte hasta el bosque Vetusto. Miró abajo y vio a varios Pokémon ir de un lado a otro juntos. Peleando o luchando, quienes siempre estaban ahí eran los hombres grises. Siempre vigilando cada rincón. Observó un poco más a lo lejos cómo a alguno de los Pokemon los metían en un camión y se los llevaban.
Los recuerdos comenzaron a asaltarle la cabeza y apartó la mirada. La luz volvió.
-Tú también has sufrido la pérdida de un ser querido por su culpa, ¿no?- el hombre pareció leerle el pensamiento.
Cira asintió.
- Sí. Mi madre...
-Lo entiendo. También intentaron llevarse a mi hijo.- interrumpió el hombre observando que los recuerdos le iban a doler.- si no quieres hablar de ello.... Puedo contarte lo mío...
Cira sonrió y negó con a cabeza.
-Nono, gracias, es que... uf... a ver- Cira intentó ahogar las lágrimas y su voz estaba nerviosa.
El hombre le sonrió y le lanzó una mirada de tranquilidad y riendo dijo:
- No te preocupes, no me conoces así no hace falta que me hables de tu pasado porque yo tampoco te conozco.
-Soy Cira- dijo riéndose
-Yo me llamo Paul- contestó él.
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-Zerio - una voz fuerte surgía tras la puerta que era golpeada incesantemente.
La habitación era oscura y solo tenía una cama y un armario. Un Zoroark dormía profundamente. O más bien, pretendía estarlo ya que no había podido dormir.
Esa mirada... Cada día era peor. Sentimientos que creyó que nunca tendría y que los había ocultado en cuanto su madre le maravilló con el mundo de los humanos.
Había dejado de tomar el medicamento que le mantenía humano y sus rasgos ya eran completamente de su especie original.
-¡Zerio! - la voz insistió - ¡ Tienes un laboratorio que dirigir!
"Su prisión" pensó
Desde que su madre fue hallada muerta, el peso de los experimentos cayó sobre él por culpa de su padre. El aceptó encantado puesto que estaba enamorado del trabajo de su madre. No se había parado a pensar ni a reflexionar nunca en las consecuencias de aquel momento y confiaba ciegamente en lo que le decían. No le importaba siquiera que su hermana hubiese huido. Para él, ella se había vuelto un estorbo por no haber aceptado esa oportunidad para ser mejores.
O es pensaba hasta hace unos meses. Cuando hablando con Cintia, su sujeto de experimentos, cuando estaba consciente, le hizo despertar.
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Un chico con rasgos de un Zoroark miraba a través de un microscopio. En una sala repleta de artilugios científicos. En una jaula bastante amplia, detrás de él yacía una Delphox dormida en el suelo. Abrió los ojos.
-¿Sigues ahí? - la voz de la Delphox rompió el silencio que reinaba en el cuarto.
Unos pequeños zumbidos de los ordenadores era la respuesta.
-No sueles hablar mucho - insistió Cintia
- Y tú no sueles estar consciente- respondió con una mueca el Zoroark humano.
- Que gracioso - respondió irónicamente- lo curioso es que no me hayas sedado o anulado otra vez mi voluntad como solías hacer cuando te hablaba. ¿O es que ahora te importan tus sujetos?
La Delphox se rió y se levantó acercándose a los límites de la jaula
Zerio rió
- Digamos que ahora me da tanto igual que te resistas- dejó de mirar el microscopio y se acercó a ella con una sonrisa- ver como os someto ya me parece bastante pasatiempo. Debo trabajar por el futuro de los Pokémon. Para que sean felices. Un ser humano asqueroso como tú es solo mero entretenimiento, así paso el rato.
-Pero ya no soy humana- respondió ella con calma- ¿no estás siendo un poco hipócrita?
- Pero lo eras, sigues teniendo el adn de un humano.
- Pero tú también- le dijo mientras le señalaba entero.
- Esto es fruto de las investigaciones de mi madre. Accedí a ser humano para poder buscar la forma de someterlos. Es lo mejor.
-No sabes lo que dices- murmuró la Delphox
Zerio se dio la vuelta airado.
- Este es el sueño de mi padre y haré lo que sea para complacerle. ¡Haré que su dominio se extienda mucho más allá de la fronteras! Dentro de unos día partirá hacia el Monte Corona y podrá someter a Arceus por fin- dijo soltando una carcajada.- a ver si la cadena roja le funciona.
Cintia no pudo evitar mirarlo con pena.
- Pero sabes que Arceus...
-Si consigue un fragmento de él, tendremos el poder de romper el portal sellado por la sangre de esos estúpidos chicos.
-¿Casi cinco años y aún no lo habéis logrado?- preguntó Cintia casi a medio reírse
-No han encontrado al último- respondió con una mirada asesina- es por eso que ya mi padre se ha cansado de buscarlo.
-¿ Y qué haréis entonces?
- Encontrar al responsable de haber sellado el portal. Si lo encontramos, entonces lo mataremos.
-¿Y si es un Pokémon?
-Adueñarse de su voluntad tal y como les hemos hecho a todos los humanos. - Zerio sonrió brevemente.
Cintia suspiró
-Todo esto para erradicar a los humanos, ¿o me equivoco?
Zerio volvió a mirarla y sonrió de forma siniestra.
-¡Someter a todos los humanos y crear un lugar en dónde vivan en verdadera armonía, supervisados por nosotros para que humanos y Pokémon vivan en verdadera libertad! Se acabó encerarse en Poké Ball y se acabó las personas que solo buscan hacer daño! Es maravilloso- su voz era casi risueña.
Cintia no pudo evitar sentir lástima.
- Y que es lo qué tu quieres- dijo Cintia suspirando
- Lo que sea que mi padre quiere que sea- respondió
- No me refiero a eso- negó Cintia- tú qué quieres ser. Es decir, cuál es tu propósito.
El Zoroark se dio la vuelta extrañado.
- No necesito un propósito
- Todo ser humano tiene algo que le impulsa a vivir. Algo en lo que aferrar su confianza. Una vocación, una llamada.¿Cuál es la tuya?
Zerio se quedó pensativo.
-No soy humano
-¿Estás seguro ahora?
Hubo un pequeño silencio.
- Yo siempre aspiré a tener más y más poder. Me convertí en Campeona y necesitaba más. No estaba conforme. Todo el mundo me conocía por ser de las más poderosas- la Delphox suspiró- estaba obsesionada y era joven; hasta que me encontré cara a cara con algo que cambió mi vida. Me fijé en cómo había estado actuando con mis Pokemon y sentí que debía cambiar. A partir de ahí, me preocupé mucho por ellos y dejé de buscar la fuerza en el poder y más en la relación con ellos.
-Perdiste contra mi padre- le interrumpió
-Pero eso no frenó mi sueño. Me sirvió para poder tener a mi hija- la mirada de Cintia miró a la nada con nostalgia- aprendí muchas cosas con ella y vivo por ella - luego rió- bueno, también quiero a mis Pokémon- su rostro se ensombreció- en parte confío en que ella esté bien. No sé si podré mirarla...
-¿Por qué me cuentas todo esto?- Zerio sacó una jeringa- voy a anular tu voluntad.
-Porque siento que tú estás sufriendo- respondió.
El semi-Zoroark se detuvo.
-Yo no tengo emociones, te hacen sentir inferior- dijo sin un ápice de cambio en su voz- los sentimientos son los que te hacen humano.
-Pero tienes una parte humana
-¡No es verdad! - exclamó com furia abandonando su eterna inexpresividad - yo soy un Zoroark desde que nací y modifiqué mi cuerpo porque mi madre me lo pidió. ¡Ya habíamos sufrido bastante con la muerte de nuestro padre y necesitaba apoyo en su vida! Mi hermana no vio esa necesidad y solo puso problemas, pero yo tomé eso para poder agradarla y que yo no supusiese una carga. Confiaba en mí y voy a honrar su memoria. Haré esto por mi madre, y por mi padre que tiene muy buenas expectativas. Disfruto cada momento de este trabajo. Ver cómo se transforman hace que sienta una liberación porque sé que estoy haciendo un bien por los Pokémon.
Dicho esto, tomo la jeringa y el brazo de la Delphox.
-Ahora es hora de experimentar- cerró los ojos y apartó la mirada.
La Delphox soltó un gañido.
-¿Entonces...por qué ...apartas la mirada?- los ojos de Cintia comenzaron a perder el brillo y su cara se volvió inexpresiva- Delphox está a su servicio.
- Vete a dormir- ordenó
La Delphox fue a su cama y se recostó.
Zerio se fue de ahí nervioso. No sabía lo que le pasaba. Fue al baño a lavarse la cara para refrescarse.
Siempre que hablaba con ella, la misma sensación. ¿Por qué siquiera la seguía escuchando? ¿Por qué directamente no la borraba los recuerdos y la dejaba completamente a su servicio como su padre con la Primarina o el Noviern?
Se miró al espejo. Sus ojos azules miraban a su pelo rojo con las puntas negras que le llegaban a altura de sus mejillas y la parte de atrás recogida en una coleta con un aro azul. Se toco la nariz. Humana. Su cara entera era humana.
"Soy un Zoroark" pensó, pero esa frase cada vez se hacía menos firme y caía conforme se miraba.
¿En qué se diferenciaba de ella? ¿Qué era aquello que ardía en su corazón? Una sensación de frustración, de ira, de... ¿tristeza?
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Zerio bostezó. Miro sus zarpas. Había dejado de someterse al tratamiento para seguir siendo humano unas semanas después de aquello; sobre todo cuando vio los ojos de Cintia de aquella manera.
Llevaba siendo un Zoroark un mes entero ya, pero ese malestar en su corazón no cesaba. Si cabeza era una presión constante. Había logrado descubrir algo nuevo; la reversión correcta de los humanos transformados, pero no quería compartirlo, tampoco quería que Cintia volviese a ser humana. ¿Por qué pensaba eso?
La puerta golpeaba con fuerza.
Zerio de levantó y fue al baño para frotarse la cara. Al entrar en contacto con agua, recordó que tenía pelaje, pero era tarde. El Zoroark gruñó y tomó la toalla para secarse, pero la tenía que pasar varias veces por su hocico.
"Estúpido pelo" murmuró. ¿Cómo podía haberse olvidado de eso?
Sabía la respuesta, pero se negaba a reconocerlo.
Quería demostrarla que no era humano, que los sentimientos no sirven, que la forma de vivir de un Zoroark es diferente. Quería demostrarse a sí mismo que tenía razón.
Pero eso sólo le hacía daño porque en el fondo, las palabras de la Delphox habían roto la coraza que había creado alrededor de su corazón.
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