Capítulo XXXVII
La isla está llena de secretos. Es eso, o el tiempo realmente ha pasado más alá de lo que alguna vez llegué a considerar como mi hogar. El pent-house ya se siente tan lejos de mí, que bien podría decir que me siento llena de nostalgia cuando miro a través de estos ventanales. Hay tantas palabras escritas en coreano y en japonés a mi alrededor, que incluso me siento en una dimensión desconocida. El color blanco que me rodea me recuerda tanto a Crown Corners, que preferiría no estar aquí.
A través de estos ventanales, puedo ver la isla de Mewtwo a lo lejos. Estamos al otro lado, mucho más lejos de lo que estaba el refugio de Harumi Itou. En este Centro Pokemon, hay tantos asiáticos como para recordarme que estamos precisamente en Asia. En un sitio olvidado por los dioses que no existen es fácil olvidar exactamente dónde es que estás. Hay tanta tecnología, que no me sorprendería que tuvieran alguna manera de reparar los huesos rotos en cuestión de segundos. En lugar de eso, sólo están tratándome con esporas de Pokemon planta. Puedo sentir claramente cómo están creciendo las diminutas fibras de mi hueso, pero lo hacen tan lento que duele incluso a pesar de la morfina. No basta para hacer que me retuerza, pero...
Creo que ni siquiera puedo quejarme del todo.
Tal vez la única cosa que realmente me molesta es saber que me han separado de los demás. Se supone que no podré verlos, sino hasta que haya negociado con Kim. Y para que pueda negociar con Kim, tendré que soportar este tratamiento que me obliga a reconocer que en este momento estoy haciendo justamente lo que me llevó a unirme a los Scotland Trainers. La Peulo Ligeu Kochi está usando la gratitud como moneda de cambio, y... Creo que no me desagrada del todo. ¿Eso está mal?
La calma en este lugar no se propicia solamente por el color blanco de las máquinas, de las paredes, del techo y de los azulejos del suelo. También viene por parte del silencio, entre paredes insonorizadas. Hay cámaras de seguridad observando cada uno de mis movimientos, pero... ¿Por qué no me siento en peligro? ¿Realmente puedo creer que Cunningham sabe de esto? Tal vez se deba a que Kyle no se despegó de la Master Ball de Katzenner, ni hizo mención a ella en ningún momento. Me siento tan en calma, como si pudiera poner mi vida entera en las manos de Kim Mi-Sook. ¿Puedo hacerlo realmente? Me pregunto si todo esto es parte de los efectos de la morfina. No debería bajar tanto la guardia, pero es imposible desconfiar sabiendo que mis Pokebolas están cerca de mí. Las han dejado en una bandeja de cristal. Han dejado incluso a Lucario en mi poder, y eso es... sospechoso... Pero no lo suficiente. Es como si supiera que estoy en riesgo, pero el riesgo pareciera estar solamente en mi cabeza. Y al estar en mi mente, se siente más real de lo que podría ser en la vida real. Pero no puedo sacarlo de ahí, e incluso tengo la impresión de que debería fiarme de mi intuición. Incluso... Creo que ni siquiera me parece necesario preocuparme por los demás. Sé que Kyle está bien. Sé que Victoria, Lynda y los demás también lo están. ¿Por qué...?
Quisiera que la calma durara por más tiempo, pero la puerta se abre. Así queda claro que no estoy encerrada, supongo. El doctor viene junto con una enfermera, y ella lleva consigo un paquete envuelto en papel blanco. No hablamos el mismo idioma, así que el doctor sólo hace lo suyo. Desconecta mi tobillo de las esporas y me da un par de píldoras.
—Dolor —me dice.
Y las deja en mi mano, para luego desconectar la morfina. El efecto es inmediato, como si los poderes de un Pokemon no pudieran combinarse con la medicina. Pero el dolor insoportable de la fractura se ha convertido sólo en una torcedura común y corriente. En comparación con lo que sentí allá... Creo que esto es aceptable.
—Piso doce —dice él—. Esperando.
Me sonríe, me dedica una inclinación de la cabeza y sale de aquí para que la enfermera pueda entregarme el paquete envuelto en papel. Ella habla en coreano y se retira. No tengo idea de lo que ha dicho, pero puedo deducirlo. El paquete envuelve una muda de ropa. Jeans, camiseta y zapatos blancos, como si no hubiera ningún otro color para los miembros de la Peulo Ligeu Kochi. Supongo que me agrada saber que no tiene su escudo por ningún lado. Me hace sentir neutral, aunque sé que estoy más inclinada hacia ellos que hacia cualquier otro que pretenda comprar mi lealtad.
Creo que no queda más por decir. Al tomar las píldoras, el dolor tarda un poco en ceder. Pero son tan efectivas, que puedo sentir el alivio cuando intento ponerme de pie. Diría que me parece impresionante, pero no es así.
Cambiar mi ropa es difícil. Al menos, puedo acercarme al pequeño lavamanos, a un lado de la puerta. Así puedo enjuagar mi rostro y deshacerme de los últimos rastros de sangre que quedan en mi cuerpo. Darme una ducha no estaría nada mal, pero... Esto basta. Por ahora. Mis Pokebolas están intactas y se mueven en mis manos para comunicarme que ellos también están felices de que todo esté saliendo tan bien.
Tal y como lo imaginé, no estoy encerrada. Eso sigue dándome la sensación de que estoy a salvo. El pasillo no está insonorizado, pero no hay nadie que me vigile. Nadie intenta detenerme. Es un Centro Pokemon como cualquier otro, casi como si la Peulo Ligeu Kochi fuese sólo el patrocinador. Como si fuesen los buenos de la historia, que no tienen ninguna historia turbia detrás...
Sí, claro...
Nadie me detiene para llegar al ascensor. Así descubro que estoy en el piso cinco. Tampoco me impiden que suba, aunque hay un par de enfermeras adentro cuando las puertas se abren. Me saludan con sonrisas y no impiden que presione el botón número doce. Yo soy la primera en bajar. Y cuando lo hago, me encuentro ante una pequeña estancia. No hay ningún pasillo. Es una... entrada demasiado descubierta para lo que debe ser el sitio de mayor riesgo en todo este lugar.
Lo único que me separa de las puertas y las paredes de cristal de la oficina, es un escritorio blanco. En combinación con las luces, el uniforme y la piel pálida del hombre detrás del escritorio, creo que me he quedado ciega. Él no intenta detenerme cuando me acerco. Sólo teclea en el ordenador para que las puertas de cristal se abran. Hay un pequeño cambio. Una luz verde se enciende en el arco. Él asiente y me invita a pasar con una señal de la cabeza. ¿Por qué hay tanta hospitalidad? ¿Qué se supone que están ocultando?
No hay nada en el arco, a no ser que se trate de algo que yo no puedo ver. La luz pareciera ser sólo una señal o un temporizador, pues se apaga cuando cruzo el umbral y la puerta se cierra detrás de mí. Pero no me siento encerrada, ni atrapada, ni acorralada, y eso no tiene nada que ver con los ventanales que pareciera que ni siquiera están ahí. Tampoco tiene algo que ver con el aire acondicionado, que acaricia mi rostro como la brisa del mar.
Kim Mi—Sook está ahí, de pie delante de los ventanales. Voltea lentamente tras habernos visto a través del reflejo de los ventanales. Lleva una taza de té acunada entre las manos. Se ve tan inofensiva y frágil, que no puedo evitar pensar que estoy delante del inmortal al que sólo puedes matar cuando le cortas la cabeza.
—Bienvenida —me dice—. Por favor, siéntate.
No quiero hacerlo, pero ella toma la iniciativa como si alguien la hubiera instruido en el arte de la negociación. Se sienta primero en un sofá tan suave, que incluso sonríe cuando se reclina.
—Ahí hay té —dice—. Puedes servirte.
Señala una pequeña mesa. Ni siquiera ahora puedo desconfiar, aunque debería hacerlo. El hecho de que yo misma pueda rellenar el agua para poner a hervir y elegir las bolsas de té... Una traición así suena tan perfecta, que es irreal. Ella bebe el suyo y se inclina un poco hacia mí, casi luciendo como una niña pequeña.
—¿Puedes traer galletas? —me dice—. Están ahí. Te gustarán.
No son galletas, en realidad. Son delicias turcas, pero...
Maldita sea. ¿Esto es real?
Incluso las delicias turcas están en un empaque sellado. Todo es tan pulcro, cuidado y perfecto...
—¿Quién eres tú?
Parece que esperaba recibir esa pregunta. No insiste para que me sirva el té. Tampoco pretende convencerme de tomar una golosina. Pareciera que son para ellas. Y mi sentido común dice que debo fiarme de alguien que toma la primera y la disfruta mordisco a mordisco.
—Es uno de los pocos placeres que todavía nos quedan en este mundo destruido —dice—. ¿Cuál es tu postre favorito, Sheryl Crown?
—Responde a mi pregunta. ¿Quién diablos eres tú?
No deja de mirarme. Sigue y analiza cada uno de mis movimientos, como si supiera que las cosas podrían torcerse en cualquier momento.
—Imagino que debes estar confundida —me dice, con un inglés bastante fluido a pesar de su acento—, pero te aseguro que en este momento estamos luchando del mismo lado. Tal y como Darian Cunningham se ha hecho esa fama entre nosotros, yo soy una mujer de palabra.
—Ni siquiera sabía que existías, sino hasta hace unas horas. Además... Ya he escuchado antes toda esa mierda. Los rusos también intentaron hacerse pasar por personas nobles.
—Sí... —sonríe ella—. Estoy al tanto de esa historia. La agente Victoria Levitt y yo hemos tenido una larga charla mientras tú estabas abajo, Sheryl Crown. Eres toda una leyenda. La agente Levitt te protege como a un tesoro.
—No soy una leyenda. Soy una sobreviviente.
—Los sobrevivientes pueden considerarse como tal —insiste, encogiéndose de hombros y tomando otra golosina—, porque ellos pueden contar historias que la mayoría de las otras personas no podrían. Y tú, querida... Tú tienes la historia más apasionante de todas las que he escuchado.
—Sólo soy una buena entrenadora. Más allá de eso, valgo tanto para este mundo como cualquiera de ustedes. Absolutamente nada.
—Y eres muy modesta, además... Si hubiera tenido a tu hermana Skyler delante de mí, estoy segura de que incluso ella hubiera corroborado que tú eres el arma perfecta para cualquiera que intente tenerte en sus manos. Es una pena que haya partido tan pronto... Es tan lamentable como la muerte de Perla Cobby.
Parece que Victoria no puede mantener su boca cerrada...
—Dijiste que querías que trabajara para ti —le digo—. Deja toda esta palabrería y vayamos al grano.
Sonríe nuevamente. Acepta finalmente desprenderse de su taza de té. Vuelve a reclinarse. Y a pesar de esos gestos que la hacen ver tan joven y natural, en este momento ya empiezo a sentir que estoy avanzando por terrenos peligrosos.
—He escuchado muchas cosas sobre ti, Sheryl Crown. Sé de tu nobleza, de tu sentido de la justicia y del vínculo tan fuerte que eres capaz de forjar con los Pokemon. Muchos soldados de la Peulo Ligeu Kochi han intentado domar a los Dioses Legendarios, sin éxito. Sin embargo, tú tienes la lealtad de tantos como para considerarte a ti misma como una diosa. Estoy totalmente segura de que, si intentara ponerte un solo dedo encima, Mewtwo rompería ese ventanal para sacarte de aquí. También sé que un dios tan duro como Lucario se derrite de cariño y lealtad por ti. Pero no estoy aquí para hablar de tus secretos, Sheryl Crown. En realidad, quiero detener esta masacre.
—También he escuchado eso antes.
—En ese caso, creo que ya no tienes nada que perder. ¿O sí?
Detesto admitirlo, pero tiene razón.
Kim se inclina un poco hacia adelante.
—Creo que tengo que empezar diciéndote que nosotros le hemos dado asistencia médica a la agente Bradley y en este momento se encuentra casi fuera de peligro. Y eso no forma parte de nuestra negociación.
Eso es debatible.
—Será algo que uses en el futuro para conseguir otro trabajo de mi parte —le digo—. Sé cómo funciona esto.
—Me temo que me tomas como un mercenario cualquiera —responde, encogiéndose de hombros y manteniendo su sonrisa—. Lo único que quiero, Crown, es lo que te dije en la isla. Solamente estoy esperando a que tú le pongas un precio.
—Pero no me dirás cuál es la letra pequeña.
—No soy una mujer que trabaje con letras pequeñas, querida.
Ahora se pone de pie. Se aleja del sofá y usa sus dedos en las pantallas táctiles para mostrarme que dice la verdad. O lo que ella intenta hacer pasar por verdad. Parece que hemos pasado mucho tiempo encerrados en nuestra burbuja, intentando matarnos unos a otros. El caos en las calles es letal, en distintas partes del mundo. Hay entrenadores provocando revueltas, que son televisadas por los noticieros. Un par de ellos, incluso, son interrumpidos por los rebeldes que entran a sabotear la transmisión. Un Beedrill se queda a cuadro cuando la cámara cae y en su aguijón todavía hay sangre del locutor. Las ciudades están ardiendo. Los cielos se han teñido de rojo. Hay tantos Pokemon en los aires y en las calles, que creo que cualquiera se sentiría aterrado de siquiera asomar la nariz por la ventana.
—La Elite ha intentado tomar el control de América y Europa por la fuerza —dice Kim—. Lo único que han provocado es anarquía. Los entrenadores Pokemon alrededor del mundo han tomado la masacre de América como una razón para defenderse de amenazas que no estaban ahí todavía. El último eslabón que quedaba para la Elite ha sido conquistado. Se han apoderado de cada rincón de América, pero también tienen el control de Inglaterra y el este de Europa. La PKM Jameiat Sirria ha ordenado que se cierren las fronteras, pero incluso el Medio Oriente está teniendo los mismos levantamientos. Asia no se ha quedado atrás. Y ahora que se sabe que los Scotland Trainers han sido derrotados, la Peulo Ligeu Kochi es lo único que se interpone entre la Elite y su verdadero objetivo.
—Nueva Zelanda...
Kim asiente. Y ahora recuerdo todas las explicaciones que Kyle y Cunningham me dieron cuando todo esto comenzó. El único pilar que aún se mantiene en pie y del que depende la estabilidad de nuestro mundo está en Nueva Zelanda, donde se encuentra la última de las cinco organizaciones de Entrenadores Pokemon que rigen al planeta.
—Tú, mejor que nadie —continúa—, debes saber que lo que estamos protegiendo no son las fronteras políticas, sino la legendaria puerta de Katzenner. Sólo con la fuerza de todos los Dioses Legendarios, podría abrirse. Y no estoy dispuesta a permitirlo. Ahí dentro se encuentra un tesoro de incalculable valor, Sheryl Crown. Y quiero dejarlo justo donde está. Mi objetivo inicial era atrapar a Katzenner para eliminar por siempre la posibilidad de que esa puerta se abra. Sin embargo, dadas las circunstancias, estoy dispuesta a sacrificar mi objetivo con tal de eliminar a la líder de la Elite.
—¿Jackie ha causado todo esto?
Kim asiente.
—Roosevelt sólo está poniéndole un punto final —dice—, pero todo esto inició gracias a la ambición de los fundadores de la Elite. Las estirpes de los Roosevelt, los Crown, los Paltrow, los Levitt y los Mawson se enfrentarán tarde o temprano, una vez más. Si ese enfrentamiento sucede, quiero evitar que sea con el poder de los Dioses Legendarios.
—¿Y por qué debo hacerlo yo?
Kim sostiene mi mirada.
—Por la misma razón que todos te consideran una leyenda —responde—. El odio que vive dentro de ti, Sheryl Crown, te convierte en una máquina imparable. Así que sólo debes poner un precio a tus servicios. Sea cual sea la suma, lo pagaré sólo si tú traes ante mí la cabeza de Jacqueline Roosevelt.
Suspiro. Esto no está pasando... Siento tanto peso encima de mis hombros.
—No le pondré un precio a una vida. No mataré a nadie por dinero.
—Nadie ha hablado de dinero.
Se acerca a mí. Me toma de la mano con delicadeza.
—¿Acaso no hay nada que desees más que cualquier otra cosa en el mundo, Sheryl Crown? Puedo dártelo. Sólo tienes que aceptar y trabajar para mí. Te llevaré a ti, y a todos tus compañeros, a mi fortaleza en Seúl. Les daré agua, comida, refugio y protección a los Scotland Trainers y juro por el honor de mi padre que jamás pondré una mano encima de tus Pokemon. Sólo tienes que decir que sí.
Mierda...
—¿Cualquier cosa? —le digo.
Ella asiente.
—Cualquiera —repite.
Y remata con una sonrisa. En sus ojos brilla la clara señal de que hay algo que oculta. De que en Seúl existe algo mucho mayor que un refugio. Y yo...
Yo...
—Yo... Sólo hay una cosa que quiero...
Kim sostiene mi mirada. Y al escuchar mi petición, nuestras manos se estrechan. El trato queda cerrado. Y yo sólo espero no estar cometiendo el más grande error que he cometido en la vida.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top