Capítulo IX

¡Hey hola! ¡Sí! ¡Sigo viva, aunque usted no lo crea! Y realmente no tengo cara para venir otra vez por aquí, después de pasar tanto tiempo sin actualizar esta historia. En serio, les pido una disculpa enorme que sé que no me merezco.

Ustedes seguramente se estarán preguntando: ¿Qué demonios te pasa, Alison? ¿Por qué demonios nos abandonaste? Y la respuesta es que ni yo sé por qué pasó tanto tiempo, ni por qué pensé que era una buena idea. Por ello es que ya estoy aquí, y no me iré a ninguna parte hasta que todos hayamos terminado incluso con Pokemon Back-Story y Pokemon Legend.

Quiero que sepan que sí, voy a continuar Re-Start. A partir de hoy. Pero no, ya no serán tres capítulos a la semana. Será religiosamente un capítulo por semana, cada domingo. Algunos cortos, algunos largos. Pronto verán que he mejorado muchísimo, y que la espera de cada semana valdrá muchísimo la pena. 

Sé que muchos ya no están por aquí. Y es mi culpa. Lo sé. Lo siento. Pero para quienes siguieron esperándome, les agradezco muchísimo su apoyo incondicional. Y les doy la bienvenida a quienes se han ido sumando a este fandom explosivo y hermoso. ¡Prometo no volver a defraudarlos!

En serio, espero poder seguir contando con ustedes. Y nos estaríamos viendo de nuevo el domingo, con un nuevo capítulo. Les demostraré con hechos, y no con palabras, que he vuelto igual con Sheryl. Más épica y con más fuerzas que nunca. ¡Los amo!

PD: Les dejo una canción en multimedia. El cover del primer opening de Pokemon, de Paulo Cuevas, para escuchar mientras leen.

     Ayudar a Victoria.

Salvar a Bradley.

Salvar el maldito e inútil trasero de Cunningham.

Concéntrate, Sheryl. No estás mareada. No estás cansada. Ninguna parte de tu cuerpo está doliendo. Mantente despierta. Mantente firme. Lo único que importa en este momento es que todos tenemos que salir de aquí.

Ahora.

La voz de Kyle se escucha detrás de mí. Habla en voz baja. Los enemigos nos tienen sitiados.

—Sheryl, no podemos pelear aquí. Hay muchas personas alrededor. Las otras casas no tienen que ser parte de la emboscada.

—Esa es una de las razones por las que nos atraparon. Tengo un plan.

Y realmente espero que funcione.

Sé que así será.

Espero que mi mirada baste para que Cunningham me siga. Sé que su forma de asentir se refiere justamente a eso.

—¡Lucario, trae a los heridos! ¡Los demás, síganme!

Lugia parece haberlo entendido a la perfección. La fuerza que se desprende de sus aleteos sirve para elevarnos mucho más, y para desestabilizar a los Pokemon voladores que nos rodean.

—¡Aniquílalos, Lugia!

La técnica de mi Pokemon es deslumbrante. Tan abrasadora que hace escocer mi cicatriz. Kyle se cubre detrás de mí. Es una luz cegadora que provoca una gigantesca explosión. Cuando el resplandor se disipa, sólo quedan los cuerpos calcinados de algunos de nuestros enemigos.

Mierda...

El poder de Lugia es... magnífico...

—¡Oye! ¡Lynn está con vida!

Kyle tiene razón. Mientras nosotros seguimos elevándonos, Lynda aprovecha la ventaja para bajar del árbol de un salto y correr hacia los enemigos para disparar sin parar. Pyroar va detrás de ella, con las fauces cubiertas de sangre humana.

—¿Qué hacemos? —insiste Kyle—. ¿Vamos a campo abierto?

—O le damos un mensaje a Roosevelt y nos preparamos para volver a verla.

Nos elevamos en los aires. Lugia da un silbido y gira sobre sí mismo para ir en picada, lanzando las mismas esferas de energía letal que dejan congelado todo lo que tocan. Sus técnicas se combinan a la perfección con las de Lucario para proteger a Lynda con un muro de hielo que la cubre de las balas. Eso le da la oportunidad de seguir corriendo hacia Victoria. Toma su pulso. Mira hacia nosotros, y asiente.

Bradley cae sobre el lomo de Lugia. Se prepara para lanzar una Pokebola.

—¡Detente! ¡Con el poder de Lugia basta!

Yveltal se eleva también. Su energía destructiva deja reducidas a cenizas un par de casas en los alrededores. Es interesante cómo no hay nadie que corra para ocultarse. Eso sólo puede significar dos cosas.

Y estoy segura de cuál es la única realidad.

Los tentáculos de Lucario dejan a Lynda, Victoria e Ian sobre el lomo de Yveltal. Han traído también a Keynes, que sólo va a toda velocidad para posarse a un lado de Cunningham y llamar a Absol y Houndoom con un silbido. Ambos consiguen posarse sobre las cabezas de Yveltal y Lugia. Lucario se eleva para posarse entre ambos. Los últimos que suben son la abuela de Lynda y el sujeto tatuado, que no deja de disparar y que no parece temer por su brazo ensangrentado y parcialmente calcinado.

Todos llamamos a nuestros Pokemon. No necesitamos más.

Más Pokemon enemigos se acercan por los aires, junto con helicópteros que no pretenden persuadirnos de ninguna otra manera. Las ametralladoras que portan los que se asoman por las puertas abiertas son lo único que creen que nos hará desistir.

Idiotas.

El único al que esto parece aterrarle es al primo de Lynda.

Ya valió madres...

Lugia e Yveltal embisten a los Pokemon. Kyle libera a Jolteon para combinar su fuerza con la de Lucario. Los helicópteros no tardan en caer, con humo brotando de las hélices. Sólo les quedan unos segundos antes de que las técnicas de Houndoom y Absol los aniquilen por completo. Ese Jolteon es realmente impresionante. Quisiera no tener que decirlo.

Las alas de Lugia e Yveltal son potentes. Pueden llevarnos a recorrer grandes distancias sin apenas hacer esfuerzos. Eso debería ser bueno para nosotros, si los enemigos no estuvieran casi pisándonos los talones. Nos disparan a través de drones que pueden incluso adelantarse a nosotros. Lugia chilla cuando las balas consiguen alcanzar sus alas. Las heridas son mínimas, aun así. Los aerodeslizadores parecen brotar de las azoteas de los edificios. Tal vez esta tierra no era tan neutral como pensábamos.

Hay un rascacielos a la vista. Debemos estar en una zona de negocios. Tantos edificios altos podrían ser... nuestra mejor carta...

—¡Yveltal! ¡Lucario! ¡Pasen entre los edificios!

Ahora realmente escucho los gritos aterrorizados de las personas que comienzan a correr cuando los edificios empiezan a derrumbarse. Los jinetes de los Pokemon no son lo suficientemente hábiles para volar en espacios reducidos. Sus Pokemon son torpes. Creen que podrán girar a tiempo, pero sólo perforan las ventanas y se transforman en bultos inútiles sacos de huesos y carne.

No podemos burlar al aerodeslizador más grande. El mismo que pretende intimidarnos con sus luces, o con las ametralladoras que emergen de la parte inferior. Sería una locura tratar de embestirnos contra él. Es una lástima que la cordura nunca ayude a ganar una batalla.

—Ahí es donde deben recibir las órdenes de Jacqueline Roosevelt —dice Bradley.

—Sí... Eso significa que es nuestro objetivo.

Lugia sabe interpretar mis palabras mucho mejor que cualquier otro Pokemon que haya conocido. Se cubre con sus alas cuando los disparos vienen hacia nosotros. La voz de Keynes es mucho más fuerte que el estruendo de los cañones, para ordenar que Houndoom y Absol formen un escudo alrededor de nosotros. Las balas no pueden perforarlo, aunque sí que son ensordecedoras.

—¡Absol, destruye la compuerta!

Los poderes de Absol me dejan realmente asombrada. El aerodeslizador se desestabiliza al recibir el impacto. Parece que pronto caerá al vacío. Las sirenas hacen demasiado ruido.

—Kyle, quédate aquí. Lleva a Lugia al frente.

—¿Qué crees que estás haciendo?

—¡Eso no te importa, idiota!

El salto me provoca vértigo. La caída es un poco torpe. Mis huesos duelen un poco. Sólo un poco. No duelen, en absoluto. Estoy bien. Estoy dentro.

No llevo ninguna arma conmigo, y los sujetos que creen que pueden someterme piensan que eso me deja indefensa. No importan las condiciones en las que me encuentre. Una lucha de cuerpo a cuerpo no es nada que no sepa controlar. Así puedo conseguir un arma para disparar a los sujetos que quieren acercarse por detrás.

¿Quién dice que necesito a un equipo?

—¡Ve, Omastar!

Juntos podemos deshacernos de todo lo que quiere impedirnos el paso. Omastar no tarda en tener sus colmillos llenos de sangre humana. De sangre Pokemon. Sus técnicas bastan para abrir todas las puertas que nos llevan hacia la cabina del piloto. El aerodeslizador da una fuerte sacudida. Yveltal y Houndoom quieren atacarnos. Lugia y Absol quieren persuadirlos de que no lo hagan. El hielo de Lucario cubre la cabina por fuera para darnos tiempo suficiente.

—¡Oye! ¿Qué haces tú aquí?

El piloto y sus tres compañeros nos han visto. Todos toman sus armas. Disparan hacia nosotros, como si eso pudiera detenernos. Una de las balas logra perforar mi hombro, segundos antes de que yo pueda disparar contra el principal y Omastar destruya a los dos restantes.

Otra sacudida. Ambos caemos. Creo que hemos perdido altura. El piloto automático está encendido. Otros aerodeslizadores vienen a toda velocidad hacia nosotros.

Mierda...

No pierdas más tiempo, Sheryl.

El comunicador está aún en las orejas del piloto. Está manchado con su sangre. Esa sangre se queda impregnada en mi cabello y en mi piel al ponérmelo. Es repugnante.

Los botones también han quedado salpicados.

Por suerte, puedo escuchar la misma voz que quisiera que se hubiera apagado para siempre aquella noche.

—¿Qué está pasando? ¡Respóndeme, Mawson!

Así que era un Mawson... Una de las estirpes que formaron la Elite. ¿Por qué quedó reducido a un kamikaze?

—¡Mawson! ¿Qué está pasando? ¡Responde!

—Mawson no va a responderte ahora.

Silencio. Hay otra sacudida. El hielo de Lucario está comenzando a romperse.

—Crown... ¿Cómo...?

—¿Cómo? Eso no importa. Lo que importa es que voy por ti. Esto no ha acabado.

—Eres una...

—No será la última vez que escuches mi voz, Roosevelt. Así que espero que lo recuerdes bien. Te encontraré donde sea que te ocultes. ¡Te haré pagar por lo que le hiciste a Diamond, y a mi hermana!

La comunicación se corta cuando me quito el comunicador para destruirlo con un pisotón. Ahora Omastar y yo podemos correr de nuevo hacia donde entramos. Saltamos al mismo tiempo que la técnica definitiva de Yveltal destruye el aerodeslizador. Hemos caído en el lomo de Lugia, aunque Bradley y Kyle nos miren como si no pudieran creerlo.

Los otros aerodeslizadores son absorbidos por la explosión. Nosotros conseguimos salir gracias a los escudos de Lucario.

Ahora sólo nos queda un panorama de las afueras de la Ciudad de México. Un camino vacío, hacia un destino en el que no nos espera nada más que despedidas y más cicatrices.

Lo único que me importa en este momento es encontrar un sitio donde Victoria e Ian puedan recuperarse.

No me importa lo que tenga que hacer. Seguiré adelante, hasta que la última en caer sea esa maldita perra.

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