Especial de Halloween | El Verdadero Origen de la Saga Pokemon
El hombre de la bata blanca se levantó de su cómoda silla acolchada para servir un par de vasos de licor. Por un momento se preguntó qué era lo que su excéntrica invitada escribía con tanto ahínco en ese moleskine de cubierta roja. Intentó mirar por encima de su hombro, descubriendo una caligrafía tan peculiar que parecía imposible que siquiera ella pudiese entenderlo. Resignado, volvió a ocupar su asienta y le dio primer sorbo a su bebida. Ella le dirigió una fugaz mirada por encima de sus gafas, antes de escribir un par de renglones más. Suspiró con pesadez y al fin dejó el moleskine a un lado. Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer en la ventana, conducidas por las fuertes corrientes de aire.
Sobre el escritorio brillaba aquella placa en la que ponía el nombre del sujeto de la bata blanca. Doctor Evan Roosevelt. Psiquiatra.
—Entonces... —dijo ella—. ¿Qué edad dijo que ella tenía?
—Dieciséis años —respondió él—. Era... demasiado joven. En casos así, siempre me pregunto qué es lo que realmente causa que pasen estas cosas.
—Cuénteme más. ¿Por qué vino ella?
—No fue por voluntad propia, si a eso se refiere. Tuvimos que sedarla.
Ella asintió e hizo un par de anotaciones más.
—Escuché que sucedió en más de dos ocasiones, hace ya bastantes años —dijo ella.
—Así es. Demasiadas coincidencias como para ser una equivocación. La policía lo tomó como un par de incidentes aislados, hasta que un par de vecinos declararon en su contra.
—Recuerdo haber leído algo al respecto... Una adolescente que mantenía aterrado al vecindario.
—Nadie puede culparlos. El primer incidente grave ocurrió cuando ella incendió la casa de una familia de cinco. Sus motivos me causan escalofríos. Escuchaba voces en su cabeza. Después de iniciar el fuego, entró a la casa para... cazar a una criatura que sólo ella podía ver. Por poco muere ella también en ese incendio. La familia no sobrevivió. Y cuando ella despertó en el hospital, sólo sonreía... Es aterradora.
La mujer sonrió e hizo una anotación más.
—Escuché que tiene tendencias a la piromanía —dijo ella—. Además de que solía descargar sus impulsos en los animales.
—Sí... Muchos psicópatas comienzan así. Hacen daño a los animales, y la falta de empatía los lleva a repetir esos actos crueles en otros seres humanos. En todos los años que llevo dedicándome a esto, jamás había visto algo similar. Ver a niños hablando de cómo patearon a un cachorro hasta la muerte es un juego en comparación a una niña que rocía gasolina sobre el lomo de un caballo, para dar vida a una de sus alucinaciones. Y cuando descubres que hizo lo mismo con un perro, con un zorro...
—Ha dicho que escuchaba voces.
—Sí. Cientos de voces que le decían qué hacer. Que la alentaban a seguir adelante. Y esas voces aumentaban cada vez que ella hería a otros animales. Adoptó a un gato para luego electrocutarlo con cables pasa-corriente.
— ¿Alguien intentó detenerla?
—Su familia hizo todo lo posible. Vino a un par de consultas conmigo, y terminó por dejar de venir al cabo de un par de semanas. Intentamos hacer que ella volviera, pero decidió escapar.
— ¿Cuándo fue que descubrieron que ella había escapado?
—Su madre vino a decírmelo. La pobre mujer estaba tan preocupada... Movilizamos a la policía para encontrarla. Advertimos al resto de las personas para que tuvieran cuidado. Era una chica peligrosa, en realidad. Y no tardó en aparecer, cuando atacó a un par de paseadores de perros. Ella sólo seguía a sus alucinaciones. Así pudimos encontrarla, y al fin la ingresamos aquí.
— ¿Quién estaba a cargo de ella?
—Una de mis enfermeras cuidó de la niña por un tiempo. Pero de un momento a otro, todo cambió. Las alucinaciones aumentaron. Apuñaló a la enfermera, lanzó a un vigilante por las escaleras... En una ocasión intentó escapar por la noche, y le disparó a una oficial de policía robando su arma. Volvió a las andadas causando otro incendio. La ingresamos de nuevo, y durante una visita... Le diré algo, señorita. Jamás había visto tanta sangre. Su madre y su hermano mayor... Aquí mismo. En el área de visitas. Por suerte, no tuvimos muchos problemas.
— ¿Qué hay de su padre?
—La abandonó durante su infancia. Creemos que esa fue una de las razones por las que todo terminó así. Y al final, las alucinaciones la destruyeron totalmente.
— ¿Cómo?
—Se inmoló a sí misma.
Él se sintió perturbado al decir aquello en voz alta.
Ella sólo sonrió y volvió a escribir a gran velocidad.
— ¿Qué hicieron con su cuerpo? —preguntó, bebiendo al fin el primer sobro de licor.
—Su padre no vino a buscarlo, así que nos deshicimos de él.
—Eso es... triste.
—Demasiado. Que una niña de tan corta edad haya vivido semejante infierno. Una niña solitaria, dolida y resentida con el mundo.
—Son los efectos colaterales de la crueldad a la que ya estamos acostumbrados.
Ambos bebieron para celebrar el mutuo acuerdo. Ella cerró al fin el moleskine y terminó de un trago su vaso de licor.
—Creo que ya tengo todo lo que necesito, Evan —dijo ella sin borrar su sonrisa—. Lo único que aún hace falta es ver una fotografía de la chica.
— ¿Por qué?
—Sólo quiero asegurarme de que sea la misma persona que estoy buscando.
Despreocupado, el doctor buscó en los archivos de su ordenador hasta encontrar la fotografía en cuestión. Los ojos de la mujer brillaron al ver a aquella chica en la pantalla. Cabello castaño, ojos marrones y piel apiñonada. Inocencia nula y crueldad reflejada en su sonrisa y en la ausencia del brillo de sus ojos. La misma sonrisa sádica se dibujó en el rostro de la mujer.
—El terror de Middlesex —dijo—. Interesante.
—Sí. Es así como se le conocía. Pero su nombre es...
—No me importa saber su nombre. Pero si pudiera adivinar, creo que tiene cara de... Perla.
Extrañado, el hombre arqueó las cejas. Se mantuvo en silencio, ya acostumbrado a la forma en que aquella mujer de cabello negro y rasgos latinos se comportaba durante cada reunión. En la oficina del doctor Evan. Ella se dejó llevar por la emoción. Sin duda, sería un trabajo interesante contar la historia de aquella niña castaña.
Y a ti... ¿Te parece conocida esta historia? ¿La has escuchado alguna vez?
Estoy segura de que así fue.
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