Capítulo XXXVIII
¡Hey, hola! En Multimedia les dejo una canción para que escuchen mientras leen la primera parte del capítulo. Es decir, la parte que sucede en Tampa. La canción es Nightmare, de Set it Off (y debo añadir que últimamente he desarrollado una adicción importante a esa banda). También aprovecho para decirles que con este capítulo damos inicio a lo intenso del libro, y nos acercamos al arco final de Re-Start I. Así que váyanse preparando, porque esto se pondrá muy bueno.
Eso es todo por ahora, ¡que disfruten el capítulo!
Tampa, Florida.
Época actual.
No hay salida.
No hay escape.
Piensa, Candice... Piensa... Si ellos han tomado el edificio, la entrada principal no es una opción. Tiene que haber otra salida que ellos no puedan encontrar tan fácilmente. ¿La puerta trasera? Es demasiado obvio que estarán ahí. ¿El techo? Brillante, Candice. ¿Cómo escaparás desde el techo, si ninguno de tus Pokemon puede volar?
Piensa...
Piensa...
Si Joy estuviera aquí, podríamos escapar en el lomo de su Skarmory. Pero si no tenemos otra manera... Tal vez pueda salir por la ventana. No será difícil caminar por la cornisa, y así podría alcanzar cualquiera de los árboles que rodean el Centro Pokemon. Pero esa idea tiene que quedar pronto en el olvido, pues no hay nada más que camionetas de cristales polarizados, de las cuales salen tres o cuatro de esos sujetos ataviados con los abrigos negros de las peores pesadillas. Van armados, y sus Pokemon lucen tan fieros como siempre.
¿Qué puedo hacer...?
No puedo arriesgar a Gothitelle, ni a ninguno de mis Pokemon. No quiero hacerlo. No tengo la fuerza para obligarles a pelear.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que Kiley terminó la llamada? Sólo tengo dos minutos, pero pareciera haber pasado una eternidad. Mi corazón no podría acelerarse más. Necesito una píldora para disminuir mi presión, antes de que también tenga que hospitalizarme a mí misma.
James...
El sonido de una considerable cantidad de cristales quebrándose me obliga a correr hacia la puerta de la habitación, asegurándola con el manojo de llaves que en este momento es inútil. Hay uno idéntico en el escritorio de la recepción, y otro en el bolsillo de Joy. Cierro la persiana de la pequeña ventanilla de la puerta, y apago las luces de la habitación. Eso sigue sin ser suficiente, pues todas las máquinas conectadas a Mewtwo emanan luz. Y no puedo desconectarlos. No puedo arriesgar a mis pacientes. Eso va totalmente en contra de mis principios.
¿Qué puedo hacer...?
Más disparos.
Las habitaciones de los pisos inferiores estaban llenas.
¿Cómo se supone que voy a explicarle a nuestro vecino que su Camerupt ha sido asesinado?
¿Cómo voy a decirle a aquella otra niña que no volverá a ver a su Jirachi?
¿Les he fallado...?
Las puertas se azotan con fuerza. Hay risas masculinas que cada vez se escuchan con más fuerza. Y mi única reacción es correr hacia el gabinete al fondo de la habitación para buscar cualquier cosa entre los instrumentos de curación y sutura.
Un bisturí.
Jeringas vacías.
Mis manos tiemblan. No puedo sujetar ninguna de esas cosas, sin sentir que estoy por cometer algo atroz e imperdonable. Tengo que lidiar contra la culpa mientras busco compulsivamente hasta encontrar todos los medicamentos que hay en el gabinete. Eso basta para crear suficientes cocteles que seguramente me sacarán de un apuro. Suficiente anestesia. Suficientes jeringas para salir de aquí, si es que consigo ser más rápida que las técnicas de un Pokemon.
Más rápida que una bala.
Los ruidos se escuchan cada vez con más fuerza. En los bolsillos de mi bata apenas cabe todo lo que he conseguido. Mis manos siguen temblando, pero igual consigo tomar algunas vendas para correr hacia la cama.
—Ayúdame, Gothitelle —susurro.
Ella asiente.
Juntas, conseguimos retirar todos los conectores que mantienen a Mewtwo atado a su camilla. Tengo que desconectar las máquinas antes de que éstas comiencen a lanzar la alerta del Código Azul. Con las vendas conseguimos cubrir todos los pinchazos que han dejado las intravenosas, y así Mewtwo puede incorporarse un poco. Me mira extrañado, en silencio, al verme buscar algo entre los bolsillos más recónditos de la bata. Una esfera de color púrpura, que adopta su tamaño normal al presionar el botón.
— ¿Qué estás haciendo?
No creo acostumbrarme nunca a la forma en que Mewtwo se comunica conmigo.
Mis nervios me traicionan, haciendo que mi voz se escuche mucho más aguda de lo que es en realidad.
—Voy a sacarte de aquí, Mewtwo. Necesito que confíes en mí.
La puerta del ascensor se abre en el mismo piso en que estamos nosotros. Mi corazón da un vuelco. Gothitelle toma mi mano libre con fuerza para darme ánimos, aunque eso ya es imposible. No quiero estar aquí.
— ¿Qué vas a hacer conmigo?
—Ayudarte a salir de aquí. No voy a abandonarte.
La Master Ball tarda un poco en hacer efecto, y queda ardiendo inexplicablemente luego de absorber a Mewtwo en su interior. Se sacude con violencia, pues el Pokemon que lleva dentro se niega a estar atrapado. Un inusual resplandor de color púrpura se desprende de la Master Ball. El ardor deja un par de quemaduras en la palma de mi mano.
Mewtwo, por favor... Confía en mí...
— ¡¡Candice!! ¡¡Sal a jugar conmigo!!
Es Kiley, que ha cumplido su amenaza. Gothitelle me lleva a rastras para ocultarnos detrás del gabinete, y ambas nos fundimos en un fuerte abrazo al escuchar la forma en la que un Pokemon derriba la puerta con una patada de fuerza incomparable. A través de la oscuridad, aún puede distinguirse el cuerpo de un Sawk que acecha, buscándonos sin percatarse de que estamos justo detrás de él.
Kiley aparece también, en compañía de su sanguinario Cofagrigus. Luce tal y como la recuerdo, aunque los años ya la han convertido en toda una mujer. El aspecto excéntrico de la familia Mawson está tan presente en ella como lo estuvo en cada una de sus hermanas. Sé que está armada, aunque en su mano tan sólo lleva una Pokebola de color negro.
Una Pokebola que hace que las cicatrices de mi tobillo izquierdo lancen un desagradable cosquilleo, al recordar vívidamente lo que su Elektross es capaz de hacer.
Tengo que hacer todo lo posible para que mi respiración sea silenciosa. En momentos como éste, desearía no necesitar oxígeno en mis pulmones para seguir con vida. La presencia de Kiley es por demás inquietante, como si hubiera alguna señal luminosa sobre su cabeza que la señala como la asesina que es.
Verla tan cerca sólo me hace recordar aquella tarde lluviosa en la que sostuve en mis brazos el cuerpo sin vida de mi hermano. El cuerpo de Demian.
Tengo miedo...
James... ¿Dónde estás...?
Kiley se gira, y por fortuna podemos cubrirnos con las sombras de la habitación oscura. Gothitelle tiembla como nunca antes. Ella está tan asustada como yo, o quizá un poco más.
—La cama aún está tibia. Sin duda estuvo aquí.
Esa otra voz también me evoca recuerdos desagradables.
Zachary Roth.
Los años no han pasado sobre él.
Kiley se gira lentamente hacia él y camina hacia la camilla de Mewtwo, en compañía de su Pokemon y ese Sawk que se reúne con Roth. Él toma de sus bolsillos un aparato similar a un móvil, con el cual apunta hacia la camilla para disparar una luz de color azul que recorre de punta a punta las sábanas donde aún yacen los conectores olvidados. El aparato suelta un sonido agudo.
—Positivo —dice él—. Mewtwo estuvo aquí.
Kiley asiente.
—Registra el resto de la habitación —dice ella—. Busca su...
Mi instinto de supervivencia se apodera de mí para obligarme a correr hacia ella, atacando con una de las jeringas llenas de anestesia que consigo incrustar en su cuello. Ella cae, soltando un grito ahogado. Cubre el pinchazo con una mano, y se resiste férreamente a los efectos que ya comienzan a adormecerla. Cofagrigus viene hacia mí amenazadoramente, topándose con una onda de energía que se desprende de Gothitelle y que deja confundido a nuestro adversario. Eso me da la oportunidad de tomar la siguiente jeringa aleatoria e incrustarla en el cuello de Sawk, antes de que Zachary me tome por el brazo para obligarme a girar sobre mis talones. El impacto de su puño contra mi mejilla me deja aturdida. Me hace escupir sangre. Despierta a su vez la ira de mi Pokemon, que usa su telequinesis para levantar en los aires a ese sujeto y lanzarlo por la ventana. La mano de Kiley se cierra sobre mi tobillo con las pocas fuerzas que le quedan antes de que la anestesia termine de hacer efecto. Mi primera reacción es buscar el bisturí en mi bolsillo para lanzar una puñalada hacia su muñeca. La sangre brota, ella chilla, y yo al fin puedo levantarme para tomar la mano de Gothitelle y echar a correr hacia el pasillo.
Apenas podemos avanzar un par de metros, pues los sujetos ataviados con los abrigos negros se percatan de nuestra presencia. Vienen a la carga, y nosotras tenemos que correr hacia las escaleras de emergencia para esquivar los ataques que disparan los Pokemon. El último es una corriente eléctrica que se propaga a través de las paredes, dejando al edificio entero sin electricidad. Eso deja inservible el ascensor, y a nosotras nos deja sumidas en la penumbra de las escaleras.
No puedo ver nada.
Lo único que escucho son nuestros corazones acelerados y nuestras respiraciones agitadas.
James...
Tomo de nuevo la mano de mi fiel amiga para echar a correr hacia arriba, lo cual sin duda sería mucho más seguro que correr hacia abajo y asegurarnos de partirnos el cuello con una caída. Los tropiezos son inevitables, aún así. Mis rodillas ya están lo suficientemente dañadas cuando hemos logrado subir tres bloques de escaleras. Intento correr hacia el sitio donde debe estar la puerta para entrar de nuevo al pasillo principal. Encuentro la manija, pero la puerta no abre. Y al buscar con la única ayuda de mi tacto, descubro que los goznes de la puerta han sido sellados con algún Pokemon que logró derretirlos.
La impotencia me obliga a seguir subiendo, obligando también a Gothitelle a seguirme el paso. Caemos ambas de bruces cuando un estallido se escucha un par de pisos abajo, derribando la puerta que seguramente fue la que usamos nosotras para escapar. Gothitelle me aferra con mucho más fuerza, hasta que al fin llegamos hasta esa última puerta que conduce hacia el techo. Es la única que está abierta, y el techo también está en completa soledad. Sin embargo, basta con intentar mirar hacia abajo para disparar todos esos ataques enemigos que golpean el edificio y causan cuarteaduras en el suelo.
Llamar a los servicios de emergencia es imposible, pues el móvil ha dejado de funcionar. No hay cobertura. Y aunque la hubiera, sé que nadie podría hacer nada para ayudarme.
— ¡¡Quieta!!
Me giro tan velozmente, que temo por un momento que pueda caer al vacío si sigo tan cerca del borde.
Gothitelle me protege de cinco sujetos armados que vienen hacia nosotras, y que se preparan para lanzar sus Pokebolas. Un impulso me hace dar un paso hacia atrás, lo cual detona los disparos. Y aunque sé que es imposible salvarme de alguna manera, mis brazos se convierten en un escudo que protege a mi Pokemon.
Pero no hay impactos.
Ninguna bala perfora mi piel.
Lo único que sucede es que una luz cegadora se desprende de mi bolsillo, en el momento exacto en que la Master Ball levita hasta quedar justo frente a nosotras. Ésta se abre por sí misma, dejando salir a Mewtwo. Y él no pierde un segundo a la hora de atacar, extendiendo su mano izquierda hacia los sujetos que nos han acorralado. Concentra su energía en una onda de choque que se desprende de su puño, golpeando a esos sujetos y desintegrando sus cuerpos hasta que no queda más que polvo y gotas de sangre esparcidas por doquier.
Sin detenerse, Mewtwo levita a pesar de sus heridas, aún visibles, para acercarse hacia el borde del techo. Une sus manos a la altura de su pecho, disparando de su cuerpo una onda de energía tan potente que todos los cristales del Centro Pokemon se convierten en polvo. Los gritos de agonía llenan mis oídos, que zumban y que sangran ligeramente.
Y en menos de un segundo, todo ha terminado.
No hay más amenazas, y Mewtwo se desploma de bruces en el borde del edificio.
A pesar del dolor en mis oídos, consigo correr hacia él para intentar ayudarle. Él sólo niega con la cabeza y se aparta, levantándose por su propia cuenta. Sé que le cuesta mantenerse en pie, y sé que no quiere que lo note. Tan sólo me mira. Y su mirada sigue siendo penetrante y enigmática.
— ¿Te encuentras bien?
Su voz se escucha agitada. Va acorde con el subir y bajar de sus hombros a causa de su respiración rápida.
—S-sí... G-gracias, Mewtwo.
Asiente en silencio.
Gothitelle corre también hacia nosotros y vuelve a tomar mi mano, pues esa es su reacción habitual cuando hay algo que la aterra.
—Mewtwo, tengo que llevarte de nuevo abajo. Tus fracturas nunca mejorarán si te fuerzas a mantenerte en pie.
Se niega.
Toma de nuevo mi muñeca, y eso me hace tener el temor de ver otra de sus visiones.
—Ya no hay tiempo.
— ¿Tiempo para qué? ¡Tengo que ayudarte!
Niega con la cabeza.
Es testarudo.
—Ellos volverán. Sólo estaremos seguros con Diamond y Lucario.
—No voy a abandonar a James. No iré a ningún sitio sin él. Y no hay manera en la que podamos escapar. James se ha llevado a Pidgeot.
Lo considera por un segundo.
Su respuesta es tajante.
—Nos teletransportaremos. Tenemos que salir de esta ciudad antes de que sea tarde.
—Eso quizá es posible para ti, pero un ser humano no puede teletransportarse.
Su mirada penetrante me absorbe. Ya comienzo a temer que en cualquier momento comience una de sus visiones aterradoras.
Esa voz profunda vuelve a resonar en mi mente.
— ¿Confías en mí, Candice?
Asiento, aunque no estoy segura de querer hacerlo.
Él entonces rodea mi cuerpo y el de Gothitelle con sus brazos, haciéndonos sentir la calidez que brota de su cuerpo. Y de pronto siento que algo me desgarra por dentro. Mis pies se elevan del suelo, y todas las imágenes se tornan difusas como si estuviese dentro de un tornado de locura y alucinaciones.
Middlesex, New Jersey.
Época actual.
Oscuridad es lo único que puedo ver. El adormecimiento va desapareciendo de apoco, ayudándome a sentir que debajo de mí no hay nada más que una superficie acolchada e incómoda. Intento incorporarme, pero no puedo hacerlo. Mis manos están atadas tras mi espalda. Mis tobillos están atados también. Sólo hay una cinta cubriendo mi boca. Todos mis gritos son ahogados por esa mordaza de la que no puedo liberarme. Mi cuerpo entero ha recuperado la poca movilidad que tiene en esta posición, estando en un sitio donde apenas puedo extender un poco las piernas. No hay nada a mí alrededor. No tengo idea de dónde están mis Pokebolas.
¿Dónde estoy...?
Pidgeot...
Candice...
¿Por qué ha sucedido esto...?
Gritar es imposible, pero igual tengo que intentarlo. ¡Tengo que salir de aquí!
Mis movimientos no funcionan, y tampoco puedo escuchar voces cercanas que puedan darme una idea de dónde estoy. Sólo sé que... que... p-pareciera que estoy en un maletero...
Jackie... E-ella...
¡¡Candice!! ¡¡Pidgeot!! ¡¡Flareon!!
¡¡Alguien, ayúdeme!! ¡¡Estoy atrapado!!
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