Capítulo XVII
Es un nuevo día. Una nueva oportunidad de remediar mis errores, demostrando que lo que sucedió anoche no es razón para que mis aprendices crean que pueden conseguir un poco de indulgencia.
En cuanto Diamond y yo entramos al campo de entrenamiento, ellos ya están esperándonos. Hacen calentamientos a su manera, a excepción de Lynda. Ella sólo se ha montado en la espalda de Ian, pretendiendo que él la lleve a dar un paseo. Es... desesperante.
Diamond suspira en cuanto llegamos a nuestra zona. Sube a una pequeña banca y se recuesta sobre su espalda. No ha dejado de esbozar esa enorme sonrisa desde que volvimos luego de que él terminara con una pizza entera.
—No sé qué opines tú, pero yo realmente quiero volver a ese lugar —me dice—. Apenas puedo moverme, ¡pero fue delicioso!
—Eres un cerdo —le respondo, activando los paneles holográficos en busca de un poco de... material didáctico—. Tendrás que entrenar para quemar todas esas calorías.
—Por favor... Soy un Dios Legendario. ¿Crees que tengo que ejercitarme? Sigo siendo invencible.
—Mientras no puedas levantarte de esa banca, para mí no eres más que una masa de pelo inútil.
Él me fulmina con la mirada, pero no hace el más mínimo intento por levantarse. Mi mirada se fija en algo interesante en ese almacén de armas de salva. Basta con seleccionar un par de acciones para que brote una esfera metálica del suelo. Flota hacia mí y al atraparla, ésta se transforma en un auténtico Revólver cargado con suficientes balas de salva. Tenerlo en mis manos me causa una sensación desagradable, haciéndome recordar el sonido de un disparo en la lejanía. En mi mente puedo ver las imágenes difusas de un cuerpo cayendo de espaldas. Las cicatrices en mi pierna sueltan un molesto cosquilleo.
Y quizá es debido a esas sensaciones que consigo aferrar el arma con fuerza, dirigiéndola hacia el grupo y presionando el gatillo para que una de las balas de salva logre separar a Lynda de la espalda de Ian.
Aterrada, Lynda mira hacia aquí.
Ian sólo esboza una sonrisa nerviosa.
Victoria cubre su boca discretamente para no demostrar que está riendo.
—Esto no es un parque de juegos —les digo—. ¡A sus posiciones! ¡Ya!
Se colocan en hilera, colocando sus manos detrás de sus espaldas.
Es como si lo que sucedió anoche jamás hubiera pasado. Y eso me agrada. Al menos puedo estar segura de que trabajaremos con profesionalidad. Y tengo que admitir que el hecho de tener esta arma en mis manos me causa una siniestra satisfacción. Creo que puedo sacarle provecho a las balas de salva.
Diamond nos mira esbozando la misma sonrisa que yo. Lo verdaderamente es extraño es la forma en la que su sonrisa crece cuando me ve dejar el arma a un lado.
—Hoy quiero observar sus habilidades —les digo—. Para saber cómo entrenarlos, tengo que saber qué es lo que ustedes saben hacer. Así que... ¿Quién será el primer voluntario?
Keynes se cruza de brazos.
Paltrow mira a sus compañeros, en espera de que algún valiente se atreva a decir algo.
Stevenson pretende levantar una mano, pero se contiene y disfraza el movimiento pasando esa misma mano por su nuca.
Los Levitt sonríen.
Reynolds pretende dar un paso al frente... Pero es Lynda quien levanta la mano y esboza una gran y cálida sonrisa, dando tres pasos al frente.
— ¡Yo!
No espera a que yo le permita acercarse. Avanza hacia la tierra de nadie y comienza a estirar los brazos, a manera de calentamiento, así como gira su cuello y sacude sus hombros para demostrar que está totalmente lista.
—De acuerdo... ¡Stevenson, ven aquí!
No le queda más opción que obedecer. Las sonrisas de los Levitt crecen. Por el rabillo del ojo puedo ver que Reynolds y Keynes intercambian una mirada de complicidad.
La expresión de Lynda ha cambiado por completo. Se ha transformado en una mueca sádica. Asesina. Está dispuesta a dar todo lo que tiene. Y a juzgar por quién es su madre, creo que tiene mucho qué mostrar.
Stevenson no luce diferente a ella.
Lo que dijo Victoria es totalmente cierto. La amistad no existe cuando estamos en este lugar.
—En el campo de batalla no tendrán la oportunidad de ganar dos rondas de tres —les digo. Diamond finalmente se levanta, quizá para mirar lo que sucede con total atención—. Cuando se enfrenten a cualquier enemigo en batalla, créanme que a esa persona no le importará darles cinco minutos de descanso. No podrán acordar un enfrentamiento entre tres Pokemon solamente. No podrán imponer reglas. Creo que si Cunningham me contrató para este trabajo, es para enseñarles un poco de combate sucio. Lo principal no es aniquilar solamente a los Pokemon enemigos, sino derrotar también al Entrenador rival para asegurarse de que no se levantará cuando ustedes estén alejándose. Así que vamos a poner a prueba lo que ustedes son capaces de hacer en una sola ronda. Todo está permitido. Su objetivo es derrotar a su contrincante.
—Pan comido —responde Lynda despreocupada—. Voy a patear su trasero.
—Eso quisiera verlo —dice Stevenson, tomando su primera Pokebola.
Lynda hace otro tanto, tomando dos Pokebolas al mismo tiempo.
Lo admito. Esto será más interesante de lo que creí.
— ¡Comiencen!
Ni bien escuchan mis órdenes, un Pyroar y un Volcanion brotan de las Pokebolas de Lynda sin que ella haya pronunciado siquiera una sola palabra. Eso le da una gran ventaja sobre Stevenson, quien lanza la suya exclamando:
— ¡Yo te elijo, Electivire!
No pasa siquiera un segundo antes de que Pyroar genere en su cuerpo una onda de fuego ardiente que crea algo similar a un ring alrededor de nosotros. Electivire lanza un pulso de electricidad que Volcanion contiene disparando una ráfaga de agua que cubre al Pokemon rival, causando que la descarga eléctrica lo dañe a sí mismo. Cae, totalmente aturdido, y Pyroar se lanza hacia Stevenson para disparar un par de círculos de fuego que rodean el cuerpo de Electivire, revelando que aún está consciente. Stevenson se prepara para llamar a su siguiente Pokemon, pero Lynda es mucho más veloz que él. Tan sólo se cruza de brazos y ordena:
— ¡Volcanion, su mano!
Lo siguiente que sucede es que una esfera de fuego envuelve la mano de Stevenson, obligándole a soltar la Pokebola y haciéndolo retroceder. Pyroar dispara una esfera de fuego tan potente que consigue crear un cráter en el suelo con la caída de Electivire. Volcanion ataca de nuevo, disparando una ráfaga de agua tres veces más potente. Es así como Electivire queda totalmente aniquilado, sin poder levantarse y sucumbiendo a la debilidad. Lynda chasquea los dedos para que Pyroar salte hacia Stevenson, dominándolo y manteniéndolo en el suelo sin dejar de gruñir. Y esa niña presuntuosa sólo mira a su rival con suficiencia, esbozando esa sonrisa gélida que ha heredado de su madre.
—Impresionante —le digo.
Su expresión cambia a una un tanto más alegre. Está realmente contenta.
— ¡Eso es injusto! —se queja Stevenson cuando Pyroar finalmente le permite levantarse—. Quiero la revancha.
—Por supuesto que no —reclama Lynda—. ¡Te vencí limpiamente!
— ¡Sería interesante ver una revancha! —exclama Victoria desde el sitio donde todos aún están observando.
No sé cómo es que todos ellos han logrado hacerme reír, aunque sigue pareciéndome exasperante cómo cree Lynda que puede resolver todos los problemas trepándose en las espaldas de otras personas.
Sin embargo, mi sonrisa se borra cuando por un instante fijo mi mirada en Diamond. Sus orejas se dirigen hacia el punto en el que algún sonido llama su atención. Al instante, se incorpora y sus colas comienzan a danzar. Esa es una advertencia. Está preparándose para atacar.
—Diamond...
Él se altera por un instante, cuando el caos ocurre. Las luces se apagan alrededor de nosotros y todas las compuertas comienzan a cerrarse, dejándonos en un sitio oscuro donde la única fuente de iluminación viene de los diamantes que Diamond porta en sus colas. Él luce tan aterrado. Tan desvalido. Retrocede hasta chocar contra mis piernas y respira agitadamente.
—D-Diamond...
El sonido de una potente sirena me eriza la piel, aunque no logra el mismo efecto aterrador que esa voz femenina que llega a través de los altavoces alrededor de nosotros.
—Alerta. Intrusos. Alerta. Intrusos.
No entiendo qué sucede. La confusión me impide pensar de la manera en que debería. Tan sólo veo cómo los Levitt lideran al resto del grupo, quienes pronto han adoptado expresiones que me recuerdan tanto a... a...
Lo que detona mi temor es la forma tan abrupta en la que se abre una compuerta, dejando pasar a Número Tres en compañía de un equipo de doce vigilantes que van junto a sus Pokemon. Bisharp imponentes, dispuestos a atacar en cualquier momento. Y ella, en compañía de su Arcanine, lleva un arma en la mano. Una ametralladora.
¿Qué está pasando aquí...?
Kyle Levitt camina hacia ella.
—Agente Williams, ¿qué sucede?
Ella nos mira por un instante.
—Código negro, agente Levitt. Tenemos que salir de aquí. ¡Andando!
Lynda y Reynolds intercambian miradas antes de tomarme por ambos brazos para llevarme con ellos. Keynes cierra la marcha, mirando en todas direcciones con la misma expresión que yo. Diamond nos sigue tan velozmente como puede, aún a pesar de que parece estar a punto de perder el control. De alguna forma sé que el terror reina entre todos nosotros, aunque ellos saben disimularlo demasiado bien.
Pero yo no.
Sin importar cuánto intente concentrarme, sólo puedo... recordar. Y quiero olvidarme de todas esas imágenes que se apoderan de mi mente. Disparos... Batallas... Balas envenenadas... Sangre... Explosiones...
Mi hermana...
Perla...
¿Código negro...? ¿Qué diablos significa eso?
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