Capítulo XLIV


     Nunca me había sentido tan poderosa como en este momento, y a la vez sentirme con las manos sucias, siendo que podría estar usando otra clase de tácticas que vayan más acordes conmigo. Después de todo, ¿para qué necesito instrumentos de tortura, si las ráfagas de agua de Blastoise podrían ser mucho más efectivas?

Para poder poner eso en práctica, necesito encontrar a mis Pokemon.

— ¡Habla ya! ¿¡Dónde están ellos!?

Después de todo lo que sucedió entre nosotros, darle unas buenas bofetadas es sólo un aperitivo. Quisiera hacer tantas cosas justo ahora... Creo que nunca seré buena controlando los deseos de venganza. Mis manos ya comienzan a arder, y espero que su rostro esté en las mismas condiciones. A pesar de su nariz sangrante, no esboza ninguna clase de expresión. Quiere mantenerse hermético. Es una pena para él que yo no sepa ser paciente.

Una bofetada más no le hará daño.

Tampoco se inmuta cuando lo tomo por los cabellos, para obligarle a inclinar la cabeza hacia atrás. Es una gran ventaja que mi contrincante tenga el mismo cabello largo de adolescente rebelde.

—No tengo tiempo para esto, Jayden. ¡Dime dónde están mis Pokemon, o te...!

— ¿O qué? No tienes las agallas, Sheryl. Si quisieras matarme, ya pudiste haberlo hecho.

Una bofetada más.

—Quisiera hacerlo, infeliz. Pero no puedo matarte sin saber qué hiciste con mis Pokemon. Y más vale que no les hayas hecho daño, o me lo cobraré contigo y eso no te gustará.

—Dijiste lo mismo en Corpus Christi, ¿recuerdas? ¿Y también recuerdas cómo terminó?

Bofetada.

— ¡Me obligaste a hacerlo, maldito!

—Yo recuerdo que las cosas fueron diferentes. Hiciste lo que tú quisiste hacer.

—Fui demasiado estúpida como para confiar en ti. ¡No tienes idea de cuánto me detesté después de lo que sucedió! Te aprovechaste de mí, y eso jamás lo perdonaré. Ahora será mejor que me digas dónde-están-mis-Pokemon.

Ríe, a pesar de todo.

No tienes idea de cuánto detesto que hayas perdido la cabeza, Jayden.

—Tienes muchas otras cosas de las cuales preocuparte —dice—, y sólo decides preguntar por seis estúpidos Pokemon...

—Si te has atrevido a dañarlos, ya sabes lo que pasará contigo.

—Esas bestias no me importaron en absoluto cuando descubrí que los Dioses Legendarios que posees no estaban allí. Sus Pokebolas no son tan comunes como las que utilizas tú.

—No los poseo. Son mis amigos.

—Esa clase de mentalidad es la misma que te llevará a la tumba.

—Me he mantenido viva hasta ahora, y créeme que eso seguirá siendo así. ¿Vas a decirme dónde están mis Pokemon?

—Si fueras un poco más inteligente, te darías cuenta de que sólo estoy haciéndote perder el tiempo hasta que llegue la mujer para quien trabajo.

—Por supuesto que me doy cuenta. Y yo te estoy manteniendo a ti con vida, para que sea Darian Cunningham quien se encargue de ti. Ustedes tienen una cuenta pendiente, al parecer. Eso fue lo que pude ver cuando nos atacaste en Mánchester. Así que ahora vas a enfrentarte a él como el hombre que siempre te ha costado ser.

— ¿Es tu forma de decir que no tienes el valor para matarme? Supongo que no hará daño si te digo que tus Pokemon ya no existen, al igual que tu nuevo novio. Ahora sé una buena chica, y sigue conversando conmigo mientras esperamos.

Está mintiendo.

Sé que está mintiendo.

Mis Pokemon aún están con vida. Lo sé.

Tienen que estarlo...

Hay un aerodeslizador dando vueltas sobre este bosque. No recuerdo su nombre exacto, pero sé que lo vi cuando husmeaba en los archivos de papá, antes de que el señor Cunningham me invitara a convertirme en una de sus agentes. Sé que fue uno de los prototipos de mi padre, y que nosotros mejoramos con creces. Un aerodeslizador tan veloz que es capaz de cruzar el océano atlántico en un par de horas. Sé que se trata del prototipo de mi padre, pues es de un tamaño considerablemente menor al que modificamos. Si no mal recuerdo, puede llevar sólo a dos personas en su interior. El nuestro, puede llevar a una compañía de quince agentes, dos pilotos y un líder de pelotón.

El método de aterrizaje es idéntico al nuestro. Baja hasta estar a cinco metros sobre la tierra. Los motores y las hélices se apagan, y dos plataformas se desprenden de la parte inferior para que el resto de la máquina pueda bajar lentamente.

Las compuertas se abren.

Debo ocultarme detrás de un árbol, antes de que esas personas se den cuenta de que estoy aquí. Omastar, Vaporeon, Leafeon y Jolteon se ocultan también. Espero que no noten a Lugia. Las copas de los árboles no bastan para ocultar a un Pokemon tan grande.

Son dos mujeres, y vienen en completa soledad. Pues claro. El aerodeslizador no puede llevar a nadie más.

La primera va enfundada en una chaqueta de cuero. Un Basculin lleno de cicatrices baja con ella.

La segunda es quien luce más imponente, y quien evidentemente está a cargo. Curvas bien moldeadas. Es hermosa. La luz de la luna recorta su figura, haciéndola lucir mucho mejor. Reconozco ese porte. Todos los discípulos de mamá lo tienen. Imponentes. Poderosos. Un Persian baja con ella, luciendo la misma actitud.

Ni bien está sobre el césped, ella toma un antifaz que lleva en el bolsillo. Lo observa por un instante, y luego mira a su compañera.

—Creo que ya no necesitaré esto —dice—. Al menos, no mientras estemos aquí.

Su compañera asiente.

Ella deja caer el antifaz al suelo. Espera a que su compañera la guíe, siguiendo un camino que debe estar marcado en el móvil que ha tomado de su bolsillo.

Es hora de seguir sus pasos.

Lugia asiente cuando me ve hacer una seña para que él se mantenga quieto y en silencio. El resto se dispersa, siguiéndome a una distancia prudencial. Espero no toparme con hojas secas en el camino, o esto podría terminar muy mal.

Pokebolas al alcance, sí.

Andando.

Ellas avanzan justo en la dirección en que yo iba cuando vi llegar al aerodeslizador, así que deben dirigirse al mismo punto que yo. Observando a esa mujer hermosa con mayor detenimiento, creo que he visto su rostro antes. ¿Dónde lo vi...? ¿Cuándo lo vi...? Esto sería más fácil si no fuera de noche.

Se detienen en seco, y la Entrenadora del Basculin hace una seña para evitar que la líder se mueva.

La compuerta que mencionó la voz de mamá está a la vista. Abierta, y rodeada por troncos de árboles falsos de los que brotan circuitos electrónicos.

—Deja de perder el tiempo —se queja la líder—. Estamos a salvo. Esto fue lo que Morgan dijo que sucedió para que él pudiera atrapar a Crown.

¿Es aquí donde está Sheryl...?

—Morgan dijo que Crown no estaba sola —dice su compañera—. Kyle Levitt está con ella.

—Estaba. Morgan lo asesinó.

No... N-no es verdad. Mamá no me engañaría.

—Nuestro objetivo es la hermana de ese sujeto. ¿Dónde está...?

—No lo sé, Fox. Pero una vez que destruya a Sheryl, ya que estamos aquí, podremos encargarnos de Cunningham y su séquito.

No lastimarán a mis amigos. Sobre mi cadáver.

Entran a través de la compuerta. Persian se detiene y dirige su mirada hacia mí. Yo aferro la Pokebola de Pyroar, aunque... N-no estoy segura de lo que estoy viendo. Persian no está en posición de ataque. Sólo mira hacia el túnel de la compuerta, como si quisiera asegurarse de algo. Y viene hacia mí, a paso lento hasta que está lo suficientemente cerca como para poder tocarlo. Extiendo una mano hacia él, haciendo que mire hacia atrás con paranoia. Se tensa un poco al sentir mi mano sobre su cabeza, pero termina por responder soltando ese sonido peculiar de los Persian, junto con un ronroneo. Me mira de nuevo, dejándome ver con mayor claridad ese brillo en sus ojos.

Culpa.

Impotencia.

Tristeza.

Sé que intenta decirme algo, pero... ¿Qué es...?

—P-Persian... T-tú... ¿T-tú sabes quién está detrás de esto...?

Asiente.

Esto lo lastima. La tristeza de un Pokemon es desgarradora.

— ¿Quién es, Persian...?

Vuelve a mirar hacia atrás.

¿Qué es? ¿Paranoia? ¿Una respuesta?

—Desearía que todos los Pokemon pudieran hablar... Así sabría cómo ayudarte.

Suspira. Vuelve a mirar hacia atrás, y se aparta de mí para dibujar algo en la tierra, con sus patas. Está... ¿Está escribiendo...? ¿Una letra U...?

— ¿Qué...? Persian, ¿sabes...?

Qué tontería. Los Pokemon no saben escribir.

Y aún así...

—U... ¿El nombre del culpable comienza con U...?

Niega con la cabeza.

La voz que viene desde el túnel hace que mi corazón se acelere.

— ¡Persian, ven aquí!

Es una orden un tanto agresiva para un Pokemon tan astuto. Tan leal. Con un corazón que seguramente es... enorme...

Persian me mira con culpa de nuevo, y sólo echa a correr hacia el túnel a toda velocidad.

¿Cómo supo que yo no le haría daño? ¿Por qué vino hacia mí?

U... ¿Qué significa...?

—Aún puedes escapar —continúa Jayden—. Al final, te seguiremos persiguiendo. O puedes, por primera vez en tu vida, darte cuenta del lado al que perteneces. Únete a nosotros, o sigue traicionando a tu propio linaje creyendo que los europeos te valoran. ¿Realmente no te das cuenta de cuánto de ha mentido Darian? No existe ninguna rebelión aquí, Sheryl. La Elite controla América, y pronto controlará a Europa también. Poco a poco nos iremos apoderando del resto del mundo. Darian Cunningham únicamente te ha traído a este lugar a perecer.

— ¿Qué te hace pensar que voy a creerte?

—Sólo piénsalo. ¿Por qué otra razón habría una base de la Elite en un sitio donde, supuestamente, se encuentra la anarquía que quiere combatirnos? ¿Has visto a esos supuestos Entrenadores que formaron ese ejército de fantasía? ¿Cómo sabes que tus supuestos compañeros realmente quieren encontrarte?

—Insisto. ¿Por qué crees que yo te creería? En Corpus Christi dejaste bastante claro que sólo me engañaste para conseguir lo que querías de mí, ¿no es cierto? No puedo confiar en ti.

—Basta de culparme por lo de Corpus Christi. Tú querías ir a ese lugar.

— ¡Lo que quería era tener una escapada romántica con quien pensé que realmente se interesaba en mí! ¿Y qué fue lo que conseguí? Terminé desnudándome frente a un hijo de puta, al lado de una fogata en mitad de la noche. Me entregué a ti gracias a que me manipulaste, haciéndome creer que sería una noche mágica. ¡Pero no lo fue! ¡El dolor y las marcas se quedaron en mí por mucho tiempo! ¡Era sólo una niña, Jayden!

—Eras una zorra. Siempre lo has sido.

Bofetada.

La ira corre por mis venas, transformándose en lágrimas. Nunca antes había hablado de lo que sucedió esa noche. Especialmente frente a él.

—Y no te bastó solamente con hacerme daño... Mientras yo luche por evitar que cualquiera notara las marcas en mis muñecas, en mi cuello, ¡en todo mi cuerpo...! M-mientras yo lo intentaba, decidiste esparcir rumores... ¡Decidiste arruinar por completo mis posibilidades de conseguir...!

— ¿Conseguir qué? ¿¡Conseguir qué!? ¡Nunca habrías sido capaz de conseguir nada sin mí! Fui yo quien te ayudó a entrenar, ¿recuerdas? ¡Fui yo quien te ayudó a dejar de ser invisible!

—Sí... Fuiste tú quien me drogó y me llevó a esa bodega, donde me usaron para hacer que mi hermana completara su Iniciación. ¡Número Tres me lo dijo!

— ¿Qué va a saber ella? También es una zorra.

—Fue una gran mujer. ¡Ella contuvo las lágrimas que solté por ti!

—Somos adultos ahora, Sheryl. Deja atrás el pasado de una vez, y date cuenta de que todo ha sido culpa tuya. Al igual que toda la estela de muertes que dejaste tras de ti.

Ya no puedo resistirme más. Mi ira me ha obligado a tomar finalmente el arma que robé de la mesa de tortura, para apuntar el cañón hacia el rostro de Jayden. Mis lágrimas siguen cubriendo mis ojos, nublando mi visión. Nublando mi razón.

Él tiene razón. Hay una estela de muertes detrás de mí. Así que, una más...

—Anda. Dispara, si tienes las agallas.

Lo haré.

Lo mataré.

Y-yo...

N-no puedo... N-no puedo... N-no soy una asesina... N-no soy como él... ¡No quiero ser como ellos...!

¡Mierda!

Él ríe al verme bajar el arma.

—Sé que no eres capaz, Sheryl. Eres patética.

Sus burlas son acompañadas por el sonido de una compuerta que se abre, manualmente a juzgar por el estruendo. Una sonrisa maliciosa crece en el rostro de Jayden.

—Y creo que tenemos visitas.

Necesito mis Pokebolas, maldición. El arma no es suficiente.

Otra compuerta se abre, revelando la salida que podría tomar ahora mismo si disparo un par de veces.

Quien ha entrado es una mujer de largo cabello negro, que va acompañada por un Basculin. Me mira con incredulidad, para luego mirar a Jayden y poner los ojos en blanco.

—Patético —se burla ella.

—Pero efectivo —responde él—. Ahora, ven a sacarme de aquí.

—Sí, Fox. Libéralo. Y coloca a Sheryl en su lugar.

N-no...

N-no puede ser...

Detrás de la mujer de cabello negro, aparece quien ha hablado. Cuya voz no ha cambiado, y tampoco su aspecto. Que sigue acompañada de Persian, quien luce tan imponente como siempre.

Quien va vestida con los colores oscuros, y las mismas ropas que usan los de esa calaña que creímos haber vencido. ¿Por qué está con ellos? ¿Por qué está aquí? ¿Por qué quiere atraparme? ¿Por qué...?

Umbreon...

¿Dónde está Umbreon...?

¿Dónde está James...?

—No me mires así, Crown. Este día llegaría tarde o temprano.

Chasquea los dedos, y al instante puedo ver por el rabillo del ojo que el cañón del arma de su compañera está dirigiéndose hacia mi cabeza. Su Basculin parece reír de forma desquiciada.

Y una única palabra brota de mis labios.

— ¿J-Jackie...?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top