Capítulo XIII


¡Hey, hola! Sólo quería avisarles que por más que intenté, el capítulo quiso quedarse en negritas. Estúpido Wattpad. Como sea, también les pido una disculpa por mi ausencia. Intentaré que no vuelva a repetirse. ¡Disfruten el capítulo!


Los seis restantes nos miran como si no dieran crédito al hecho de que ambas estamos avanzando hacia adelante para acortar la distancia que nos separa. Finalmente nos detenemos. Ella coloca los brazos en jarras y yo cruzo los míos.

Hace tiempo que nadie me miraba con semejante carga de odio. Y hace tiempo que yo no utilizaba la misma clase de mirada en contra de nadie.

— ¿Por qué? —le espeto.

Ella sonríe con frialdad.

—Porque no puedo creer que seas tú quien el señor Cunningham decidió que podía hacerse cargo de nosotros. ¿Quién eres y qué te hace tan especial?

—Soy Sheryl Crown. Ese es mi nombre.

—No es eso a lo que me refiero. ¿Por qué tú? ¿Quién te ha entrenado, como para que pienses que puedes venir a darnos órdenes?

—Desde el momento en el que Cunningham decidió que específicamente tú necesitas entrenamiento especial, es que ha quedado marcada la diferencia entre nosotras.

Silencio.

Sé que pretende intimidarme con la manera en la que Absol gruñe cada pocos segundos, pero no va a conseguirlo. No hay nada que pueda intimidarme. Nada es más fuerte que yo.

—No tienes idea de con quién estás tratando —me espeta ella—. Tan sólo con Absol puedo hacerte suplicar piedad.

—Eso quisiera verlo.

— ¿Estás retándome?

—Estoy diciéndote que dejes de alardear. Si realmente eres mejor que yo, demuéstralo ahora.

Tan sólo me mira fijamente durante un segundo. Chasquea los dedos y Absol avanza un par de pasos hacia nosotros para que de su cuerpo se desprenda ese pulso de energía oscura que Diamond consigue bloquear mediante los rayos de luz que brotan de la unión de sus dos colas. Esa maldita zorra tan sólo endurece la expresión de su rostro y ahoga un suspiro, adoptando una posición de pelea y colocándose detrás de Absol. Yo hago otro tanto, girando mi cuello un par de veces para demostrarle que estoy dispuesta a seguir hasta el final.

Absol no necesita recibir instrucciones. Tan sólo se agazapa para atacar y salta, impactándose contra Blastoise quien igualmente ha pensado que embestir al enemigo era la mejor manera de iniciar el combate. El resto de mis discípulos tan sólo se rezaga, quizá presintiendo lo que podría suceder ahora, tan sólo retrocede y rompe la formación. Lynda es la única que pasa entre los demás para mirarlo todo desde primera fila.

Con una mordida en uno de sus brazos, Absol le causa a Blastoise una herida sangrante que lo distrae por un instante. Y sin liberarlo, de su cuerpo se desprende ese pulso de energía oscura que logra golpear a mi Pokemon y lo hace caer de bruces.

Así, sin más, Absol sólo libera el brazo de Blastoise y se contonea a la hora de reunirse con esa zorra. Ella me dirige una mirada de suficiencia que cambia en cuanto se da cuenta de que nada ha terminado. Y quizá mi propia mirada firme es lo que le alerta que esto recién comienza... O que esto no terminará con Absol lanzando el ataque final.

Aprovechando que Absol está de espaldas, Blastoise consigue levantarse y dispara un potente pulso de agua que no sólo golpea a Absol, sino que arrastra también a su entrenadora. Blastoise sólo respira agitadamente, retrocediendo un poco y elevando ligeramente su brazo herido. Mi sonrisa suficiente basta para que él, y Diamond, bajen la guardia.

En el suelo, en el sitio que le pertenece a los parásitos como ella, Regina Keynes se incorpora lentamente. Echa su cabello hacia atrás con una mano y con la otra sólo se aferra con fuerza al suelo. Me mira con toda la ira que es capaz de transmitir. Absol no puede levantarse. Parece ser que el golpe de Blastoise logró romper una de sus patas traseras.

Toma eso, perra.

—Regla número uno —digo, levantando la voz para que el resto sepa que la lección de hoy ya ha comenzado—. Jamás se atrevan a darle la espalda a un enemigo que parece estar derrotado.

Keynes se levanta trabajosamente y devuelve a Absol al interior de su Pokebola.

No puedo evitar sonreír de forma triunfal, mientras Blastoise retoma su puesto a mi lado. Después de todo, a todos mis Pokemon los entrené para que jamás se atrevieran a convalecer ante algo que por sí mismo no puede dejarlos convalecientes.

Nuevamente ha quedado demostrado que Regina Keynes y Absol están muy por debajo de mí y mi equipo.

—En el sitio al que todos ustedes se dirigen no habrá manera de resolver todo mediante el diálogo y la comunicación pacífica. Si Darian Cunningham me ha pedido que los entrene, bajo las razones que él expuso ante mí, eso sólo puede significar que irán a donde sea que los envíen con la única misión de imponer el orden. Y para imponerse, tienen que ser los mejores. Vuelvan a la fila, ¡ahora!

Se mueven velozmente, obedeciendo a mis órdenes y actuando de nuevo como si hubiesen sido sacados de una academia militar. Keynes es la única que se resiste, y en realidad parece que no le importa en absoluto que sus propios compañeros estén dándole la espalda justo ahora. Supongo que es así como sus anteriores mentores los han entrenado. Sólo... quisiera que al verlos así, juntos y sabiendo a dónde se dirigen, sólo quisiera evitar pensar que alguna vez formé parte de un grupo similar.

A excepción de que ellos eran... fueron mis amigos.

—Lo primero que tienen que aprender es que en el campo de batalla no hay descansos de cinco minutos, ni habrá oportunidad de ayudar a sus Pokemon o a ustedes mismos si resultan heridos de alguna manera —les digo—. Es por eso que durante el entrenamiento que tengan conmigo, no sólo nos centraremos en las técnicas y en el aumento de sus fuerzas. Tendrán que ganar resistencia, congelar sus corazones y comprender una sola cosa. ¿Alguien quiere preguntar qué es?

Paltrow es el único que tiene el valor de hablar.

— ¿Qué es?

No estoy segura... Pero creo que me agrada el hecho de que, a pesar de todo, haya pequeños actos de rebeldía en ellos.

—Que nada ni nadie es más fuerte que nosotros. ¿Han entendido?

—Sí —responden ellos.

Eso no me parece suficiente.

—No los escucho. ¡Hablen más fuerte! ¿¡Han entendido!?

— ¡Sí!

—Sí, ¿qué?

— ¡Sí, señorita Crown!

—Bien. Ahora comencemos. Dejen a sus Pokemon a un lado, ¡quiero que ustedes mismos corran cincuenta vueltas alrededor del campo! ¡Andando!

Cinco de ellos acatan la orden al instante, demostrándome que Lynda Williams es la más veloz y que se mantiene a la cabeza con una diferencia descomunal. Pero Keynes sólo se mantiene quieta durante un instante, dedicándome una mirada de desagrado y desprecio.

—Corre —le digo.

—Tú no vas a darme órdenes, Crown —responde ella cruzándose de brazos.

—En ese caso, creo que esto es algo que Cunningham querrá escuchar. Después de todo, creo que él y yo ya podemos considerarnos amigos. ¿Cómo crees que él reaccionará cuando sepa que una de sus Entrenadoras más confiables se niega a obedecer? Apuesto a que eso amerita un castigo.

—El señor Cunningham no trabaja de esa manera.

—Pues si estás tan segura, entonces no tienes nada que perder. Si no quieres obedecer, puedes irte ya. Tan sólo piensa que el señor Cunningham se enterará de lo que decidas.

Guarda silencio y muerde su labio inferior.

Te tengo.

—Lo repetiré sólo una vez. Corre.

Suelta una maldición en voz baja y se une al grupo, corriendo a toda velocidad y superando a Lynda en pocos segundos.

Diamond salta y se sitúa a un lado de mis pies.

—Eso ha sido increíble —me dice—. No tenía idea de que podías ser tan imponente, Sheryl.

Eso me hace sentir satisfecha.

—Hay muchas cosas que no sabes acerca de mí, Diamond... Sólo espero que pronto podamos demostrarle a Keynes que en realidad somos mejores que ella.

—Dímelo a mí. Ya quiero patear el trasero de ese Absol. Si me hubieras dejado hacerlo, lo habría destruido en menos de un minuto.

—Lo sé. Y ya habrá tiempo para demostrarlo.

Y dicho aquello, ambos sólo dirigimos nuestra mirada hacia uno de los aerodeslizadores que se mantiene suspendido sobre nuestras cabezas. Compartimos una mirada inexpresiva con esas dos personas que nos evalúan velozmente, para accionar de nuevo el aerodeslizador y perderse de vista.

Ahora me pregunto si acaso mis acciones del día de hoy realmente han sido suficientes para impresionar a Darian Cunningham y a la mujer que me enseñó todo lo que sé. Para demostrarlo, tendré que hacer que Keynes se doblegue ante mí... Y ya muero de ansias de ver ese momento.

Pronto, ella estará a mis pies.

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