Capítulo VIII
¡Hey, hola! En Multimedia les dejé un cover de Bad Apple, de rockleetist y Ashe, para que escuchen mientras leen. ¡Que disfruten el capítulo!
Cunningham y Houndoom nos conducen a lo largo de otro oscuro pasillo, hasta llegar a una pequeña habitación que sólo está ocupada por tres de sus... ¿agentes? Es así como los llama. Uno de ellos es una mujer, que lleva su cabello atado con una coleta que le impide tener un solo cabello en el rostro. Cada uno de ellos está acompañado por un Bisharp, y mantienen las manos detrás de la espalda.
El hecho de que Cunningham esté acompañándome personalmente ya dice bastante sobre él.
—Agente Bradley —dice Cunningham—, la señorita Crown tomará la prueba de condición física. ¿Puede hacerse cargo?
—Sí, señor Cunningham —responde la mujer.
La mirada de Cunningham se posa sobre mí.
—Señorita Crown, por favor siga a la agente Bradley a la siguiente habitación.
— ¿Qué es lo que tengo que hacer ahí?
—La agente Bradley le explicará todo. Yo estaré mirando en todo momento, así que no tiene de qué preocuparse.
Diamond y yo miramos a Cunningham con recelo antes de aceptar que la agente Bradley y su Bisharp nos conduzcan a través de la puerta automatizada. Este sitio es tan frío que me causa la desagradable sensación de querer abrazarme a mí misma. Y el pelaje erizado de Diamond es lo único que necesito ver para darme cuenta de que él se siente tan mal como yo.
La agente Bradley abre una puerta más, en la que tan sólo hay una abertura que pretende ser cubierta sólo con una cortina, similar al vestidor de alguna boutique. Hay también un dispensador automatizado que responde al tacto de la agente Bradley, en cuanto ella coloca la palma de su mano sobre un panel luminoso. El dispensador libera un paquete envuelto en plástico, que Bradley me entrega personalmente junto con una bandeja de metal.
—Cámbiate de ropa —ordena ella—. Y coloca en la bandeja todo lo que traigas contigo. Teléfono móvil, llaves, dinero, Pokebolas... Todo.
— ¿Por qué...?
—Para evitar alterar los resultados de las pruebas a partir de ahora, debes utilizar únicamente la ropa diseñada por la organización. Todas tus pertenencias te serán devueltas una vez que la última fase de la iniciación haya sido completada.
— ¿Cuándo será eso?
—Cuando hayas pasado la cuarta prueba, o hayas decidido renunciar.
Diamond y yo sólo intercambiamos una mirada. Yo asiento y tomo lo que Bradley me ofrece, para ocultarme detrás de la cortina. Diamond espera afuera mientras yo comienzo a desnudarme para vestirme con ese traje entallado, de algodón, y que es de color negro como si Darian Cunningham no creyese que existan otros colores. En el paquete se incluye también una liga para mi cabello, por lo que lo peino con una coleta tan bien como puedo. El traje me hace sentir como si estuviese a punto de asistir a una sesión de boxeo, y debo admitir que es realmente cómodo. Me inquieta que sea justamente de mi talla, sin que Bradley haya tomado mis medidas.
Es hora de llenar la bandeja. El móvil, la billetera, las llaves del pent-house y... y mis Pokebolas.
—Manténganse alerta —susurro—. Si sucede cualquier cosa, quiero que escapen tan rápido como puedan.
Todas las Pokebolas se mueven ligeramente. Ellos me han escuchado, y eso me hace sentir sólo un poco mejor.
En cuanto salgo de detrás de la cortina, Bradley toma la bandeja. No se fija en que Diamond se niega a entrar a su propia Pokebola, como si yo supiera cómo devolverlo allí, así como poco o nada le importa que la Pokebola de Lucario sea distinta a las demás.
Bradley abre la siguiente puerta, que nos deja entrar a una gigantesca pista de atletismo llena de obstáculos. Este sitio es... es increíble... ¡Hay toda clase de cosas aquí dentro! Incluso puedo ver una pequeña piscina sobre la que hay algunos discos que van arbitrariamente de un lado al otro. Al otro lado se disparan corrientes de aire, así como hay un camino conformado por piedras al rojo vivo.
Y lo más inquietante de todo es que hay dos sitios remarcados con un par de banderas amarillas. Uno de ellos está situado a pocos metros de distancia, justo frente a nosotras. El otro está al otro lado, justo después de cruzar todos esos obstáculos.
Creo que ya lo he entendido todo... Y sólo puedo sonreír, pues soy perfectamente capaz de superarlo.
Bradley entrega la bandeja a otro agente que se aleja para salir de aquí. Diamond, sin embargo, permanece a un lado de Bradley.
—No me iré —decide Diamond.
— ¿Puede quedarse? —le pregunto a Bradley.
Como respuesta, ella lleva un par de dedos al comunicador que lleva colocado en la oreja izquierda. Éste emite apenas un susurro que no puedo alcanzar a descifrar.
—Sí —asiente Bradley—, pero sólo tú podrás tomar la prueba.
Diamond sólo deja salir un gruñido.
— ¿Qué es lo que debo hacer?
—La primera prueba medirá tus capacidades físicas, así como tu condición para realizar cierta clase de ejercicios y tu habilidad para resolver problemas. El objetivo es cruzar la pista de obstáculos en dos minutos con treinta y dos segundos. Una vez que hayas cruzado la meta, la prueba habrá sido superada.
— ¿Y qué pasa si no consigo cruzar en ese tiempo?
—Se te devolverán tus pertenencias y uno de nuestros agentes te llevará a casa.
¿Puedo renunciar tan fácilmente?
Aquí hay gato encerrado...
—De acuerdo. Estoy lista.
— ¡Sheryl! —Llama Diamond con severidad—. ¡No puedes! ¡Es peligroso! ¡Ni siquiera conoces a estos malditos...!
—Estaré bien —le respondo con la misma actitud—. Acompaña a la agente Bradley, y nos veremos del otro lado.
—No —insiste él—. Yo iré contigo.
—Cunningham quiere ver mis habilidades, Diamond.
— ¡No puedo creer que realmente estés cayendo tan bajo como para...!
—Ya basta. Ve con la agente Bradley. Es una orden.
Él solo me fulmina con la mirada y guarda silencio. Sus colas no dejan de danzar.
Bradley saca de sus bolsillos un pequeño aparato, el cual utiliza para hacer que un gigantesco cronometro aparezca sobre nuestras cabezas. Es tan enorme como la pista misma. La agente presiona de nuevo un botón en ese aparato para que llegue hasta nosotros un aerodeslizador individual, del mismo tamaño de una patineta. Ella lo aborda y se aparta un poco para que Diamond ocupe el espacio vacío. Y él lo hace a regañadientes, tras dirigirme una mirada cargada de auténtico odio.
—Al escuchar la señal, señorita Crown, puede comenzar.
El aerodeslizador se aleja, y Diamond gira sobre sí mismo para mirarme con un dejo de angustia que choca con nuestra reciente discusión.
No pienses más en ello, Sheryl.
Has entrenado toda tu vida justamente para esto.
La señal consiste en una luz de color verde que brota del cronómetro, así como se escucha una señal en cuanto pasa el primer segundo. Así que echo a correr a toda velocidad hacia el primer obstáculo, que consiste en un tramo cubierto de láseres que van de un lado al otro, y que queman al contacto. Son engañosos, pues aparecen cada pocos segundos y desaparecen, a diferentes alturas. Así que sólo basta con saltar en un par de ocasiones y aumentar la velocidad. Tras el último salto, tengo que correr un tramo en paz hasta llegar a una parte de la pista que está totalmente cubierta de hojas. Al dar el primer paso, mis pies comienzan a hundirse. Tengo que saltar hacia atrás, y sólo así puedo ver que las hojas están hundiéndose, y que frente a mí sólo hay una serie de lianas que desaparecen justo a la mitad, donde hay un gigantesco agujero, y reaparecen para llegar hasta el final del tramo. Y en los bordes de dicho agujero sólo hay dos gigantescos maderos lo suficientemente anchos como para que una persona camine sobre ellos si coloca un pie justo enfrente del otro.
¡Lo tengo!
Me sujeto de la primera liana tras saltar tan alto como puedo. Me siento como un simio, y admito que esto es divertido. La natación realmente me ha ayudado para mantener mi condición física, por lo que el esfuerzo no es tan grande. O, al menos, no lo siento así. Tres lianas antes de llegar al agujero tengo que saltar de nuevo para darle una fuerte patada al madero. Éste cae pocos segundos antes que yo, y me sirve como soporte para dar una voltereta que me impulsa para saltar de nuevo y tomar la siguiente liana.
Caigo de pie al llegar al final y sigo corriendo a lo largo de un tramo en donde hay cañones que disparan... ¿Pelotas de tenis? Eso parece, aunque duelen como si fuesen una bala. Una bala que no atraviesa tu cuerpo. No hay ninguna manera de cubrirme, y tampoco puedo correr entre las pelotas de tenis que llegan a diestra y siniestra desde los cañones que están a cualquier altura... A no ser que los utilice a mi favor.
¡Eso es!
Debo seguir saltando, posándome sobre cada cañón y escalando sobre ellos, esquivando las pelotas que llegan desde el otro extremo. Es fácil llegar al final del tramo, aunque pronto soy atacada por las corrientes de aire que disparan tres gigantescos ventiladores y que no me permiten seguir avanzando. Dos de ellos están situados a ambos lados, y uno más está en el suelo y dispara el aire hacia arriba.
Queda un minuto, y aún debo atravesar tres tramos más.
¿Cómo puedo esquivarlos? ¿Qué hay alrededor...? ¡Una jabalina!
Jamás he saltado con una jabalina, pero siempre hay una primera vez. La jabalina me ayuda para elevarme justo antes de que me golpeen de nuevo las dos corrientes de aire de ambos lados, y el ventilador que hay en el suelo expulsa el aire que me da el impulso para caer sobre esa plataforma flotante que se sitúa sobre las rocas ardientes. Hay ocho plataformas similares frente a mí, a las que tengo que llegar mediante más saltos que queman las plantas de mis pies. El calor que irradian las rocas es tal, que siento que las suelas de los zapatos incluídos en la ropa que me dio Bradley están comenzando a derretirse.
Al llegar al final del tramo, y quedando sólo cuarenta y siete segundos, me quedan dos tramos más. Una pista de arenas movedizas me separa de la piscina, y la única forma de pasar por encima de la arena es equilibrándome sobre una cuerda... Pan comido. Sólo debo sacarme los zapatos.
Mi agilidad me ayuda a subir a esa cuerda y a caminar tan velozmente como puedo. Esto sería mucho más sencillo si las plantas de mis pies no estuviesen llenas de quemaduras.
Al estar nuevamente sobre tierra firme, debo detenerme para analizar la prueba de la piscina.
Los discos flotan a menos de un centímetro de distancia del agua, y están electrificados. Puedo saberlo por la forma en que brillan.
Lo tengo.
Debo sumergirme y bucear, haciendo todo lo posible para no salir a la superficie en la que sólo tendría un espacio mínimo que me separaría de la vida o de la muerte. Pero el agua es mi elemento, así que no tengo problemas a la hora de alcanzar la otra orilla. Me impulso con mis brazos para salir y sólo respiro con dificultad para llenar mis pulmones de oxígeno nuevamente. Me levanto tan pronto como puedo y sigo corriendo hasta llegar a la meta, que suelta el sonido de una campanilla. El cronómetro vuelve a encenderse con ese resplandor de color verde.
¡Dos minutos exactos!
Y me siento con más energía que nunca.
Bradley baja de su aerodeslizador y se acerca a mí para entregarme un nuevo par de zapatos, así como una toalla que yo coloco sobre mis hombros. Diamond está casi tan agitado como yo, aunque por razones distintas a las mías.
—Prueba superada, señorita Crown —dice Bradley—. La felicito.
Una sonrisa escapa de mis labios.
—Estoy lista para la siguiente prueba.
— ¿No quiere descansar un poco?
—No.
Ella asiente y activa su comunicador por un instante. Asiente tras un par de segundos.
—El señor Cunningham está orgulloso por su desempeño, señorita Crown. La llevaré con el agente Shepard para que pueda aplicarle la segunda prueba.
Me ofrece una botella de agua que yo termino de un solo trago. Diamond y yo compartimos una sonrisa en cuanto echamos a andar detrás de Bradley. Él salta para acercarse a mí a toda velocidad.
— ¡Eso fue increíble, Sheryl! ¿Por qué nunca dijiste que sabías hacer todo eso? ¡Fue fantástico?
Eso me arranca una carcajada. Tan sólo le dedico un guiño y ambos seguimos caminando, mientras él celebra mi triunfo de la misma forma que haría un niño pequeño.
Me siento mejor que nunca... Creo que nací justamente para esto. ¡Estoy lista para lo que venga!
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