Capítulo LI


¡Hey, hola! En Multimedia les dejo una canción para que escuchan mientras leen. Without You, de Ashes Remain.

También quiero decirles que a partir de este momento nos quedan sólo dos capítulos para llegar al final del primer libro de Pokemon Re-Start, ¡yay! ¿Cómo creen que terminará la historia? Quiero ver teorías. Me alimento de ellas.

¡Espero que disfruten la lectura!

     Si no mal recuerdo, éste es el lugar donde aterrizamos cuando llegamos aquí. Las calles están totalmente vacías. Sólo nos observan algunas personas desde las ventanas de los edificios. A lo lejos se escucha la inquietante señal que alerta al cuerpo militar. Brotan en filas desde túneles subterráneos. Se preparan para disparar, colocando a sus Pokemon adiestrados en posiciones estratégicas. No entienden que Lugia no quiere hacer esto. Que no es él quien quiere estrellarse contra los edificios para hacerse daño. Parece que no notan que es Jackie quien tira de su piel para conducirlo a través del sendero de destrucción que ella misma está causando.

No entiendo lo que exclaman los militares, pero sus miradas y sus señalamientos también se dirigen hacia nosotros.

— ¡Estamos rodeados, señor Cunningham! —exclama Keynes.

Lugia se estrella contra el campanario de una iglesia majestuosa. El derrumbe es inminente.

Los Pokemon militares atacan.

— ¡Lugia, no!

Diamond une sus colas de forma diferente, creando un escudo que bloquea los ataques enemigos. Lugia chilla desesperado. Jackie lo conduce hacia lo que queda de la iglesia. ¿Con qué fin? ¿Por qué intenta hacerle daño?

— ¡Victoria, haz que Yveltal lo detenga!

Un ataque de ráfagas de fuego enemigas roza el cuello de Yveltal, haciéndolo girar con violencia.

Maldita sea... ¡Dejen de interferir!

— ¡Lucario! ¡Diamond! ¡Destrúyanlos!

Lucario extiende todos sus tentáculos para disparar agua sobre los enemigos. Diamond los fulmina con rayos letales. Los militares y sus Pokemon caen, inertes, mientras Lugia va a estrellarse contra otro edificio.

Y aún no he terminado.

— ¡Dewgong, bloquea los caminos!

Dewgong sale de su Pokebola. Lucario crea un camino de agua para que Dewgong pueda deslizarse, convirtiéndolo en hielo. Su poder es único e indiscutible. Cada entrada a los túneles queda bloqueada con una gruesa capa de hielo indestructible.

— ¡Magnífico, agente Crown! —dice Cunningham.

No gracias a ti, idiota.

Hydreigon e Yveltal se posan frente a Lugia. Sus ojos se cruzan con los míos. Permanece en silencio, jadeando con fuerza. Jackie nos mira también. Sonríe con malicia, como si el monstruo hubiera perdido al fin su disfraz. Me asquea verla montada en el Pokemon de mi hermana. ¡Tengo que derribarla ahora mismo!

— ¡Señorita Roosevelt! —Exclama Cunningham—. ¡Deténgase, o esto terminará en catástrofe!

—Justo eso quiero, Darian —responde ella con una siniestra carcajada—. ¡Quiero catástrofe! ¡Quiero despertar el verdadero poder de Lugia!

Tira de la piel de Lugia y lo obliga a disparar una ráfaga de agua que se impacta contra el escudo de Diamond. La fricción de ambos ataques causa una explosión. Los cristales de las ventanas que nos rodean vuelan hacia nosotros. Yveltal aletea con fiereza para desviarlos. Jackie aprovecha la conmoción para llevar a Lugia hacia otro edificio justo a un lado de la iglesia. Lugia se levanta nuevamente. Su respiración ha cambiado. Es pesada y salvaje. Sus ojos pierden el color por breves segundos. Se eleva en los aires para embestir a Yveltal.

— ¡Lugia, detente!

Debemos cubrirnos al sentir la embestida. Yveltal logra resistir. Jackie tira de la piel de Lugia para controlar sus movimientos. Lugia prepara su siguiente técnica. Lucario extiende sus tentáculos hacia él para sujetarlo por el cuello. Lugia forcejea, pues Lucario lo ha sometido. Chilla al sentir el tirón que Jackie da para persuadirlo de escapar. Comienza a batir sus alas hasta formar un tornado con los restos que han quedado de los derrumbes.

— ¡Vic, cuidado!

Hydreigon vuela hacia nosotros y es absorbido por el tornado. Los perdemos de vista por un instante, hasta que Hydreigon surge de nuevo y agita sus alas para disipar el tornado y transformarlo en proyectiles de escombros que acribillan a Lugia.

— ¡Vic, necesito a Furret!

¿En qué momento fue que Keynes tomó el mando?

Furret acude al llamado al recibir una mirada de Victoria. Salta extendiendo sus patas y cae sobre el rostro de Jackie. Se convierte en una bola de pelo que cubre sus ojos y que intenta someterla a punta de rasguños y mordidas. Jackie logra sacárselo de encima, revelando esos rasguños que delatan que Furret ha intentado sacar sus ojos de sus cuencas.

Lanza a Furret al vacío con fiereza.

— ¡Lucario, atrápalo!

Un cojín de agua que desafía las leyes de la física transporta a Furret hacia nosotras, devolviéndolo al lomo de Yveltal y dejándolo dentro del combate.

— ¡Ciégalo, Absol!

Keynes no se detiene. Su Pokemon dispara una onda de energía oscura que pretende cegar a Lugia. Pero no funciona. Nada lo detiene. Sólo lo hace derribar otro edificio, para que luego se eleve de nuevo e intente embestirnos. Yveltal corresponde el ataque, creando una onda de choque tan grande que lo deja todo reducido a escombros. Esto no terminará si no derribamos a Lugia. Pero, ¿cómo hacerlo sin lastimarlo...?

— ¡Oigan, tengo un plan!

Victoria, Diamond y yo nos giramos al escuchar la voz de Lynda que repentinamente ha aparecido en los aires junto a nosotras. Levita gracias a esa luz de color rosa que rodea su cintura. Agita sus piernas y sus brazos como si quisiera evitar ir flotando hasta el abismo. Si miramos abajo, podemos ver a nuestros amigos. El Sylveon de Kyle es quien hace levitar a Lynda. También su cuerpo está rodeado por esa luz.

Lynda cae sobre el lomo de Yveltal y se arrastra hacia nosotras. Sonríe como una niña en Navidad.

— Vic, mira la bandera. ¡Es de tamaño suficiente!

Victoria y yo nos miramos, y ambas compartimos sonrisas de complicidad.

—De acuerdo —dice Victoria.

— ¡Keynes, apártate! —exclamo.

Hydreigon obedece, a pesar de que ella me fulmina con la mirada.

—Debemos inmovilizarlo —digo.

—Mi especialidad —responde Diamond.

Dispara energía estática de su cuerpo, la cual forma un torbellino que consigue atrapar a Lugia. Funciona. Y Jackie se queda paralizada junto con él.

— ¡Pase largo, Yveltal! —exclama Victoria.

Yveltal asiente y da una sacudida para que Lynda salga disparada hacia la bandera que ondea en el asta.

— ¡Houndoom, ayúdame! —exclama desde los aires.

Houndoom mira a Cunningham, y él asiente para que su Pokemon libere una impresionante cantidad de fuego que destroza el borde de la bandera que se mantiene unido al asta. A pesar de su tamaño y del peso de la tela, Lynda logra dominarla para cubrir el cuerpo de Lugia. Especialmente su rostro.

— ¡Ataquen ahora, Pokemon Legendarios! —Dice Cunningham—. ¡Sólo tendremos una oportunidad!

Las técnicas de Diamond y Lucario se unen al intenso pulso oscuro de Absol y al destructor tornado de fuego de Houndoom. Yveltal no puede soportar el peso de Lugia cuando cae sobre nosotros. Y un ala de Yveltal aplasta a Hydreigon, aplastándolo también.

Me siento cada vez peor. Los mareos aumentan. Juro que puedo sentir el caudal de la sangre que brota de mi hombro. No es fácil arrastrarme. El conjunto de malestares hace que mi visión comience a nublarse. La bandera se quema lentamente, cubriendo aún el cuerpo de Lugia sin que el fuego haya llegado a él. Lucario y Diamond surgen de una esfera oscura donde Absol los ha protegido junto con Houndoom.

Es la revelación más estúpida que he presenciado en la vida.

— ¡Están vivos!

Esa es la voz de Leo Paltrow, que viene hacia nosotros. Todos corren a ayudar a los demás, pues soy la única que puede levantarse sola. Sé que estoy herida, pero también sé que los demás no están ilesos. Hydreigon tiene un ala rota. Furret va en los brazos de Lynda, quien sonríe para ocultar que el disparo que recibió está torturándola. Victoria se tambalea gracias al golpe en su cabeza. Keynes cojea. Cunningham sostiene una de sus manos en alto, lo cual hace que la sangre sea mucho más evidente.

— ¿Funcionó...?

Victoria niega con la cabeza.

Keynes busca entre sus bolsillos y me lanza una Pokebola de color púrpura.

— ¿Una nueva Pokebola...?

—Una Master Ball —dice ella—. Atrápalo ahora, antes de que se levante.

No sé cómo es que estoy confiando en ella, pues me dirijo a toda velocidad hacia donde yace Lugia. Se mueve al ritmo de su respiración, solamente. Entra sin problema en la Pokebola, aunque se sacude e intenta saltar de mis manos. Además de quedar ardiendo, inexplicablemente. Logro sostenerla con fuerza y la coloco a la altura de mi corazón, lo cual hace que deje de moverse. A pesar de todo, Lugia sabe que ahora está a salvo.

Quisiera saber qué es este nudo que se forma en mi garganta.

Quisiera evitar que mis ojos se llenen de lágrimas.

Si perdiera a Lugia, yo... Skyler nunca... No. No voy a llorar.

Esto aún no termina.

Alguien más sale de debajo de la bandera, que sigue consumiéndose miserablemente en el fuego. Siento que voy a desmayarme, pero igual debo encarar a esa maldita traidora que se posa frente a mí y llama a su maldito Persian en silencio.

Su presencia alerta a los demás. Se colocan a mi lado. No al frente. No detrás. Somos un equipo imparable. Yveltal se levanta, aunque es Furret quien representa a Victoria en el campo de batalla. Además de su Pokemon, Jackie revela el arma que lleva bajo sus ropas. Cunningham avanza hacia adelante. Bradley intenta unirse, pero Cunningham lo evita con ademán de la mano.

Jackie no es la única que está armada, pero Cunningham tampoco es quien se prepara para disparar. Es Victoria quien toma su arma sin que Jackie lo note.

El cañón enemigo apunta hacia Cunningham. El fuego se desprende del cuerpo de Houndoom, haciéndolo lucir mucho más imponente.

—Eres idéntica a tu padre, Jacqueline —ataca Cunningham—. Él también solía resolver esas situaciones de esa manera.

—Pelea, cobarde —devuelve ella—. Si tienes las agallas, enfréntame.

—No pelearé contra una niña como tú.

—Y yo no me iré con las manos vacías. Atraparé a todos los Pokemon Legendarios y los obligaré a abrir la puerta de Katzenner. Obtendré el poder para apoderarme del mundo entero... Pero antes, ataré los últimos cabos sueltos que mi padre no debió ignorar. Así que despídete de tu querida hija.

El sonido de la detonación hace que mil memorias se mezclen en mi cabeza. Y eso me priva de la oportunidad de evitar que suceda. Sólo escucho los gritos de los Levitt, y recupero los sentidos al ver cómo Leo Paltrow cae con una bala alojada en su cabeza, tras interponerse para salvar a Victoria.

Siento como si todo nuestro mundo se congelara al rededor de nosotros.

Victoria cae también, sólo para atrapar a Leo en sus brazos.

Cunningham está paralizado. Horrorizado.

Victoria sucumbe.

—Leo... Leo, no... ¡Leo, despierta...!

Lynda y Keynes corren hacia ella para consolarla. Victoria no quiere escucharlas. Sólo llora con el alma destruida, abrazando el cuerpo inerte de quien no pudo despedirse.

Y Jackie me mira con un dejo de culpa. ¿Ahora es cuando se arrepiente?

— ¡¡Leo, por favor, no...!!

Jackie está más que arrepentida. Esto también le aterra. Conozco esa forma de retroceder. Conozco esa mirada. Debe estar siendo perseguida por algún recuerdo que la tortura. Un par de lágrimas brotan de sus ojos. ¿Qué mierda pasa con ella?

Desesperada, llama a su Talonflame subdesarrollado. Se monta en su lomo, llevando a Persian consigo, y lanza lejos el arma.

No puedo permitir que escape... ¡No voy a permitir que escape!

— ¡Gyarados, persíguela!

Sale de su Pokebola y agacha su cabeza para que yo pueda montarme en él. Su velocidad aumenta gracias al camino que Lucario crea para darnos un impulso extra. Diamond se monta también en él, tan enfadado como yo. Absol y Houndoom pretenden seguirnos, hasta que se dan cuenta de que no necesitamos ayuda.

No necesitamos a nadie más.

Diamond dispara un potente rayo que golpea el ala de Talonflame, dejándole una gran quemadura y obligándole a detenerse. Gyarados para también. Irgue su cuello, triplicando su aspecto imponente. Los ojos anegados en lágrimas de Jackie me causan un choque de emociones.

—Y-yo... N-no quería... La bala era para ella...

Gyarados gruñe.

Diamond bufa.

Nadie puede creer en ella.

Ya no.

—Así que para esto fue que sufrimos tanto... ¡Mira lo que has causado!

— ¡Yo no quería hacerlo! ¡No quería matarlo a él!

—Tu secuaz casi mató a Lynda Williams.

—Sheryl... Sé que no me creerás, pero yo jamás lastimaría a Lynda...

— ¡Tonterías! —Exclama Diamond—. ¡Eres una rata traidora! ¡Tú debiste morir en ese edificio!

—S-sólo... S-sólo debo deshacerme de su hija... ¡Yo no quería matar a nadie más! Y-yo...

—Jamás te perdonaré esto... —le digo—. ¡Nunca te perdonaré por esto!

Siento como si el dolor de Victoria se hubiera apoderado de mí, pues es lo que me impulsa a conducir a Gyarados a esta batalla. Al menos, hasta que Talonflame escapa de nuevo. Se convierte en una ráfaga de fuego que atraviesa ese rascacielos, obligándonos a perseguirlo sin que Gyarados y Diamond dejen de atacar.

La estructura se viene abajo. Cae sobre nosotros. Diamond salta para alcanzar a Talonflame, y sigue atacando. Gyarados dispara una potente ráfaga de agua para abrirse paso antes de quedar atrapados aquí.

Él y yo caemos y derrapamos sobre el pavimento, mientras el rascacielos queda reducido a nada. No hemos salido ilesos. Siento un dolor punzante en el costado que me impide ponerme en pie. Puedo tocar al menos tres cristales que se han incrustado en mi cuerpo. Gyarados está en las mismas condiciones. Intenta levantarse, pero su cuerpo no resiste más. Hay demasiada sangre debajo de él.

Gyarados...

No...

N-no quiero perderte... ¡No quiero...!

— ¡Diamond, necesito ayuda...!

Intento mirar hacia arriba, donde una explosión acompaña gruñidos y gritos de guerra.

Diamond cae ante mí, inconsciente y malherido. La sangre también brota de su cuerpo.

Aún respira, de forma débil.

Talonflame escapa.

Aunque sé que voy a desmayarme, eso no impide que las lágrimas broten al fin.

—Diamond... Diamond, despierta...

Abre los ojos. Juro que está sonriendo. Y vuelve a desmayarse.

Esto no puede estar pasando...

Esto no puede terminar así...

¡No puedo perder así...!

¿Para esto fue que quise ayudar de nuevo?

Para descubrir la traición de una amiga... Para ver a mis Pokemon sufrir... Para sentir el peso de más muertes sobre mis hombros...

Mi cuerpo no resiste más. A lo lejos sólo puedo escuchar las voces de Victoria, Kyle y Lynda. También escucho dos voces desconocidas que no pueden pertenecerle a un humano. Dicen mi nombre. El nombre de Diamond y el de Gyarados. Mi mundo se apaga cuando los inconfundibles brazos de Cunningham me levantan del suelo. Entre sombras puedo ver a Keynes y Lynda auxiliando a esa maraña de pelo azul que musita un lastimero quejido. Bradley dice que mis heridas son graves. Ian le pide a Gyarados que deje de moverse. Kyle toma mis manos con fuerza, y Victoria descubre mi rostro sin evitar que un par de lágrimas caigan sobre mi piel.

Una última lágrima corre por mi mejilla. Siento el sabor metálico de la sangre en mi boca.

Todo se torna oscuro.

Mewtwo... Sé que eres el único que puede ayudar a Diamond y a Gyarados, incluso si no quieres ayudarme a mí... Sé que puedes leer nuestras mentes... Por favor... Si puedes escucharme... Mewtwo... ¡No puedo hacer esto sin ti...!

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