Capítulo 4
¿Mei? -El entrenador tocó su mejilla con un dedo. -Mei -La chica escuchaba una voz en la distancia, era como si te despertaran de un sueño profundo.
La luz quemaba sus ojos, pero poco a poco pudo distinguir la silueta del muchacho encima de ella, pero le costaba creer que lo que veía era cierto. -
¿Te encuentras bien? ¿Te hizo algo? -Satochi se acercó a ella y usó pulso cura para sanar sus heridas.
Mei miraba anonadada, de verdad era él, sus ojos no la engañaban. -
¿S... Sebas? -La chica se incorporó y se sentó a su lado mientras llevaba una mano a su cabeza, sentía como si le fuese a explotar. - ¿Qué... pasó?
Vinimos a ayudarte. Satochi bajó la montaña y me guió hasta aquí. -Mei asintió levemente, tenía sentido. Luego sus ojos se abrieron de par en par y lo tomó de los hombros. -
¡Tienen que irse hay un...! -Sebas tomó sus brazos y los sujetó suavemente. -
Está bien. Esa cosa está muerta... Satochi lo mató. -Sebas señaló las vendas y el orbe roto de lo que alguna vez fue esa impotente criatura.
Mei parpadeo varias veces dejando en claro su confusión, no entendía nada, es decir, si entendía, pero...No sabía bien el por qué. -
¿Por qué viniste? -
Estabas en problemas. -Recalcó con obviedad. Mei no entendía del todo, si estaba en problemas, pero eso no era una excusa para venir por ella... ¿Para él sí? - ¿Crees que puedas llegar a Aurum o... ? -
Ah eh, sí, sí claro. -Contestó confusa. Todo había pasado tan rápido, primero se peleó con él, luego lo abandona, la secuestra una momia que vive en la montaña, la tortura, le recuerda su miseria y la encierra en un capullo para "hacerla quedarse" y ahora el mismo chico que insultó esa misma mañana regresó a salvar su vida y mató al monstruo que la mantenía cautiva.
Descendieron la montaña, en un silencio casi absoluto, Mei no sabía que decirle, una parte de ella estaba agradecida porque la salvó pero otra aún recordaba el cómo recibiría el "regalo" de esa cosa con tal de escapar de su dolor y esa parte de ella le susurraba que no merecía el haber sido salvada, que la presencia del muchacho no era más que un error y que solo no se había percatado todavía.-
G gracias por venir.-Habló sin mirarlo a los ojos, como si le estuviera hablando al paisaje que tenía enfrente.-
No hay problema. -Le dijo con una sonrisa. -Me alegro de que estés bien. - Mei se la devolvió débilmente.
Cuando llegaron a Aurum la noche había caído, fueron a un centro pokémon para curar a sus compañeros y les dijeron que tardarían unos minutos así que se quedaron en la sala de espera mientras se los devolvían. El tiempo pasaba con pequeñas conversaciones que no llegaban a ningún lado y luego de varios fútiles intentos por entablar una conversación Sebas prefirió quedarse viendo su teléfono. Mei seguía ensimismada buscando que hacer, estaba siendo demasiado pesada pero su cabeza estaba hecha un lio, su plan maestro para conseguir una nueva vida tenía una falla fatal, no contemplo la posibilidad de que le agradara la persona que eligiera. Manipularlo y usarlo sería pan comido mientras fuera un idiota aprovechado, lo cautivaría con sus encantos femeninos, luego se haría la difícil o inventaría escusas para no tener que volver a hacerlo o mejor aún, sería ella la que se aprovecharía de él, lo tendría comiendo de su mano en un santiamén.
Pero ahora, ahora se sentía sucia, no podía pensar en engañarlo luego de que arriesgara su vida por la suya, pero tampoco podía decirle "Hey, intenté usarte porque creía que serias un niño mimado, fácil y manipulable, pero resulta que ahora me agradas. ¿Estamos cool?". No fue hasta después de que les entregaron sus pokémons y salieron del centro que tuvo claro que quería decirle.
... ¿Hay un hospital abierto a esta hora? -Preguntó Mei. Si quería mantenerse a su lado debía jugar con sus reglas, al menos esta vez. -
Los hospitales están abiertos a toda hora. -Afirmó Sebas. - ¿Te duele algo?
...Iré a hacerme una prueba de sangre. -Ir despacio sería la mejor opción. -
...Yo me haré una también. -La chica lo miró extrañado. No quería hacerla sentir como una marginada, que ella era la única que podía causarle problemas, después de todo, lo que paso en el campamento fue irresponsabilidad por su parte también. -Es justo que también me la haga.
...Como quieras. -El hospital estaba casi vacío a estas horas de la noche, pero igualmente los atendieron, la enfermera miró a Mei con cierta preocupación al ver los moretones de sus brazos, consecuencia de sus malos hábitos. -
Tendrán los resultados en la mañana. -Comentó Sebas. - ¿Quieres ir a comer algo? -
Yo invito. -Dijo rápidamente. Era la oportunidad que estaba esperando. ¿Pero a donde lo llevaría? No conocía ningún restaurante aquí y ella solo visitaba bares y no tenía pinta que él disfrutara de ese tipo de ambientes. -D dame un segundo. -Le dio la espalda mientras buscaba en su teléfono restaurantes lujosos y económicos, pero todos estaban fuera de sus posibilidades, luego de bajar mucho encontró uno que podía costear y colocó el GPS- Es por aquí.
-La seguía con algo de vergüenza, no quería hacerla gastar mucho en una comida, pero agradecía la intención y bueno, una cena gratis parecía una buena forma de recompensar sus esfuerzos.
Caminaron por todo tipo de callejones y avenidas, de hecho, estaba seguro de que cruzaron dos veces por enfrente de ese edificio rosa, sin duda, estaban perdidos. Mei seguía avanzando sin apartar la vista de su teléfono, aunque por dentro se moría de vergüenza por no poder encontrar una simple dirección. -
No entiendo, se supone que debería estar aquí. -Era un restaurante grande, con sillas de madera talladas y mesas decoradas con hermosos manteles de colores vivos, los platos eran delicados y apetitosos, pero aquí no había nada de eso, solo había un sucio edificio descuidado y decolorado por el sol, sin ventanas ni puertas. -
Creo que quebró... ¿De cuando son esas fotos? -Mei miró las reseñas. -
No sé las fotos, pero las reseñas más nuevas son de...hace...dos años. -La chica suspiró y bajó su cabeza derrotada, sus estómagos gruñeron con fuerza, no sabía qué hacer en este punto. Había quedado como una estúpida y... -
Allí venden hamburguesas, ¿No quieres ir? Se me antoja una. -Mei miró en la misma dirección que él, un restaurante de comida rápida estaba cruzando la calle. -
Si...Si, allí son ricas. -Resignada entró al local, estaba sucio, había una gotera en el techo y las mesas estaban manchadas y pegajosas, por el rabillo del ojo notó como Sebas pisaba los pozos, veía las grietas y luego se quedó mirando una esquina, ella miro en la misma dirección, había un ratata masticando sobras. Pidió dos hamburguesas grandes con papas y bebidas, Sebas las tomó y las llevó hacia una de las mesas, sentados uno frente al otro Mei era incapaz de hacer contacto visual.
Quería quedar bien con él, quería mostrarle gratitud por su ayuda y todo salía mal, probablemente solo le dirá que no tiene hambre, dejara su hamburguesa y luego se despedirá no le hablará más, estaría hasta los huevos de ella y no lo culpa.
Sebas odiaba los ratatas, le parecían asquerosos y transmitían montones de enfermedades. De vez en cuando miraba en su dirección para asegurarse que ese sucio pokémon no se les acercara, pero cuando no estaba mirando a la rata, miraba a Mei.
La veía tan disminuida y penosa, no era para nada como la chica que lo confrontó en la mañana. -
¿Qué tal está tu hamburguesa? -Le preguntó con una sonrisa. -
Está...rica. -Dijo avergonzada. No sabía si ser honesta o fingir que odiaba este lugar para simpatizar con él. -
La mía está buena. -El chico le dio un mordisco a su comida y tomó algunas papas. -Nunca había venido aquí. -Su reacción la tomó por sorpresa. -
N ni yo, j jamás había venido a Aurum de hecho. -Ver esa sonrisa en su cara la relajaba de cierto modo, al menos no había metido la pata tanto como creía. -
(Rápido, piensa en un tema de conversación.)-No tenía idea de que hablarle, el chico era afable pero cuando hablaba solía ser bastante conciso y directo. -
¿Sabes que era esa cosa que nos atacó? -Se supone que es un entrenador, seguramente sabía mejor a que se enfrentaba que ella. -
Ni idea. -El chico levantó los hombros sin preocuparse demasiado por ello. -Era muy raro, jamás había visto un pokémon así... Y... No sé, quizás solo lo imagine, pero...te juro, que esa cosa me habló. Como una persona. -
A mí también. -Así que ella no fue la única que lo escucho. Al menos sabía que no estaba loca. -Me dijo algo de quedarme y que era perfecta. Ni puta idea de que quería decir... ¿No viste al otro chico? -
¿Cuál? -
Había alguien más atrapado conmigo, esa cosa lo mato fue como...Como si...Como si te metieran un pitillo y chuparan MUY fuerte. Parecía que le quitaba la humedad del cuerpo, sus ojos se voltearon hacia dentro y gritaba "¡Guah!"-La chica alzó la cabeza y giro los ojos hacia arriba mientras llevaba sus manos a su cara y movía los dedos emulando tentáculos. - ¿Entiendes?
No. -Sebas le dio otro mordisco a su comida. - Supongo que no lo vi, estaba oscuro, quería irme de allí rápido. ¿No sabes quién era?
Nop, solo dijo algo de un admin, que lo rescatarían y... -La iluminación llegó a ella, dio un golpe en la mesa y con emoción exclamó- ¡Era un Gottmia! -Incluso los cocineros voltearon a verla y Sebas solo podía ver como la chica se extendía hacia el con una sonrisa y los ojos brillantes, claramente orgullosa. Pudo recordar ese importante dato, ahora sabría qué clase de pokémon era y con eso...Con eso, no estaba segura, pero el chico era una especie de enciclopedia pokémon andante, el sabría qué hacer con esa información. -
No puede ser un Gottmia. -La respuesta tan calmada la hizo desesperarse, sabía lo que había escuchado, ella estuvo allí cuando lo dijo. -
El chico dijo que esa cosa era un Gottmia y lo dijo varias veces. -Se dejó caer en su asiento y se cruzó de brazos. Él no era nadie para decirle lo que escuchó o no escuchó. -Estaba allí y se lo que oí.
Es imposible que sea un Gottmia. -Sebas terminó de comer y con calma empezó a acomodar sus cosas para tirarlas en la basura. -
¿Por qué no? -Alzó un poco la voz, la actitud tan calmada del chico le molestaba. ¿Por qué descartaba tan rápido sus ideas? Sebas suspiró con frustración, no entendía por qué debía explicarle esto a alguien ya adulto. -
Porque los Gottmias no existen Mei. -Recalcó con obviedad. -Son un mito, una leyenda que le cuentas a los niños antes de dormir. ¿Tus papás nunca te contaron sobre el monstruo de la montaña? -
O sea...Si, pero...No me acuerdo bien. -Dijo apartando la mirada. La verdad nunca había escuchado esa historia, pero Sebas lo dijo como si fuese algo tan evidente que le avergonzaba el decir que no. Su actitud logró sacarle una risilla al muchacho. -
Hace años, la época de nuestros abuelos, había un hombre llamado Gottfried Knoche, trabajaba como médico y decían que era muy bueno. -Sebas acomodó su postura y cambio ligeramente su voz, buscando darle un aire más misterioso a su narración, después de todo, si vas a contar una leyenda debes contarla bien. -Pero luego empezaron a esparcirse los rumores, decían que Knoche estaba fingiendo las muertes de algunos de sus pacientes, decían que los veían subir a la montaña junto con él para nunca volver.
Las autoridades lo confrontaron, pero no ocurrió nada, no había pruebas que incriminaran al doctor, y las desapariciones continuaban, pero no se limitaban a personas con enfermedades terminales como antes, empezaron a desaparecer hombres, mujeres y niños de sus casas. Las personas no salían de noche aterrados por la idea de ser los siguientes, cerraban las ventanas y puertas con llave y decían que cuando la oscuridad era más densa se podía ver la silueta de un hombre andando por las calles.
Las personas estaban seguras que se trataba de Knoche, que era el responsable de todas las desapariciones. Hartos, temerosos y preocupados por la seguridad de sus seres queridos fueron a confrontar al doctor, una turba enfurecida avanzó hacia el hospital donde trabajaba, pero no lo encontraron, no había ido a trabajar ese día, pero alguien les dijo que el doctor tenía una...-Sebas se quedó callado, su rostro palideció al percatarse de la verdad. Mei estaba tensa y con la piel de gallina, sabía hacia donde estaba yendo esto. -Una...cabaña en el medio de la montaña. La turba fue allí, armados con picos, machetes, pinchos y antorchas...La cabaña estaba allí, le gritaron a Knoche para que saliera, pero él se atrinchero en ella. Rompieron la puerta y entraron por la fuerza, destruyendo todo a su paso, de pronto escucharon los gritos de Knoche, bajaron al sótano, y dicen que era como ver el infierno. Habían muertos por todos lados, todas las personas que Knoche había secuestrado estaban allí, algunos demacrados más allá del reconocimiento...Y en el centro había un monstruo, dicen que media tres metros de altura y que parecía un hombre envuelto en vendas con ojos morados y que el solo verlo era como mirar al demonio a los ojos, te llenaba de asco y pavor, a su lado había otro que no se movía, pero no había rastro de Knoche.
Según la leyenda fue asesinado por el monstruo que él mismo creó, cuando las personas huyeron y llamaron a las autoridades, encontraron al monstruo y los cadáveres, pero el segundo había desaparecido. El primero murió poco después, solo, nadie conoce el motivo.
Desde entonces dicen que el alma de Knoche vaga por la montaña, ahora convertido en monstruo, que busca escaladores perdidos y trata de llevarlos a su cabaña para continuar con sus experimentos y como es una momia y supuestamente el doctor Gottfried Knoche, decidieron llamar Gottmia al monstruo. -Ahora que lo decía en voz alta todo cobraba sentido. - ¿D de verdad estamos asumiendo que encontramos el alma en pena de un científico loco?-
No lo sé, tu dime. Una cabaña oculta en el medio de la montaña, una momia que habla como una persona, busca secuestrar gente y vive en un sótano tenebroso. Si quieres lo revivimos y le preguntamos si de verdad es ese tal Coche. -
Knoche. -Mei terminó de comer y tiró la basura de ambos. -Independientemente de lo que haya sido, ya terminó, esa cosa está muerta. -Sebas se estiró y miró su reloj. -Además es tarde, quiero irme a dormir, estoy agotado. Mañana seguimos investigando.
¿A dónde vas a ir? -
Tengo una reservación en un hotel. -Sebas hizo una pequeña mueca. -Espero que me dejen registrarme, ya paso la hora de check-in.
Te acompaño. Para que no crean que les estas mintiendo. -Le daba curiosidad el pensar en que tipo de hotel se quedaría, suponía que dependería del tiempo que planeaba quedarse. - ¿Cuánto tiempo vas a estar aquí?
Una semana, hay un evento mañana que toma como 3 días y luego me tomaré un rato para arreglar unas cosas antes de irme. -
¿Qué clase de cosas? -
Patrocinadores, ganar la medalla de gimnasio, probablemente adelantar algunas cosas de la universidad para no tener que preocuparme mientras viaje. - ¿Patrocinadores? Había escuchado de gente que los conseguía, pero todos eran celebridades. -
¿Quieres que te patrocinen? ¿No tienes que ser famoso para eso? -
Exacto, pero no lo soy, ergo, debo demostrar que puedo serlo. Por eso competiré mañana en el torneo inaugural. -
¿Habrá un torneo? -Mei sonrió emocionada. Patrocinadores, un concurso, gente que cubriera sus gastos. Le venía como anillo al dedo. - ¿Cómo participo?
Ya cerraron las inscripciones, aunque puedes ir al evento si quieres, podrías conocer gente importante. Ya sabes, hacer contactos. -La sonrisa bajo ligeramente, pero tenía razón, no todo estaba perdido. -
Sí, sí...Además puedo ir a apoyarte. -Comentó mientras le daba un golpecito en el hombro a su compañero. -
(Eso eso, gana puntos.)-Pensó ella al ver como el chico se reía. -
¿Y tú que harás? ¿Dónde te vas a quedar? -
Oh eh, encontraré un lugar. No te preocupes. -
(Así que no tienes donde quedarte.)-Una idea cruzó rápidamente la mente de Sebas, pero tragó saliva al pensar en ella, no era su estilo, pero...A veces era bueno cambiar de estilo un poco.
El hotel al que llegaron era grande y hermoso, de paredes blancas que se fundían con madera pulida, de colores ligeros y brillantes. El piso de mármol blanco pulido casi te dejaba verte reflejado en él y unas alfombras rojas con patrones de rayas amarillas donde reposaban mesas de cristal con jarrones llenos de flores tropicales estaban cerca de la recepción y el lobby.
Los muebles del lobby eran de madera fina y brillante al igual que el recibidor de la recepción que en su parte superior tenía un mármol azul marino.
Mei veía anonadada el lugar, jamás había entrado a un hotel como este, pero Sebas se fue directo a la recepción para hablar con la chica que atendía el lugar.
Mei paseaba por el lobby cuando notó que había palmeras afuera, sillas de playa y... ¡Una piscina! Se dividía en dos pedazos, la de los niños, un círculo pequeño y somero, y una amplia y profunda piscina para los adultos, que además incluía un trampolín. Más a la izquierda había una pared de cristal y con un poco de esfuerzo debido a la oscuridad de la noche pudo discernir mesas y sillas, era el restaurante del hotel. -
(¿Cuánto cuesta quedarse una noche aquí?)-Mei miró a su acompañante, se estaba llevando las manos a la cara y gruñó ligeramente. -
De acuerdo, escuche, si, llegué tarde, si tendría que haber avisado, pero hubo un imprevisto, estaba bajando la montaña con alguien, nos separamos y esa persona estaba en peligro, peligro mortal, no tuve tiempo de llamar a la policía, ni a los guardaparques porque no sé su número y en la montaña hay una terrible señal así que no pude avisarles. Me quebré la muñeca, tuve que ir a curar a mis pokémons porque uno de ellos se quebró la cabeza, fue un desastre. -Mei se acercó para ver si podía ayudar en algo. -
Lo que dice es cierto, yo soy a la que fue a rescatar. -
Lo siento, pero, sin evidencia de todo esto no puedo permitirle entrar a no ser que pague la multa por retraso. -
Le íbamos a decir a la policía mañana para que investigaran el lugar, ¿Pero sabe qué? Los llamaré ahora y... -Sebas estaba sacando su teléfono cuando vio la notificación, 8 llamadas perdidas. Cerró los ojos y respiró hondo antes de llamar a su casa. -Denme un segundo, por favor. -El chico se alejó y Mei lo siguió disimuladamente. -Lo sé, lo sé, lo siento...Tenía el teléfono apagado para no gastar batería en caso de emergencia y bueno, y... Ya sé, escucha, pasó algo en la montaña. ¡PUEDES ESCUCHAR LO QUE TE ESTOY DICIENDO! -El chico cerró los ojos tratando de calmarse, pero volvió a explotar. - ¡No! ¡Te estoy diciendo que me dejes explicarte y no me estas dejando, tengo una razón para todo esto! -Sebas se fue del hotel y Mei lo observaba desde la entrada. -Conocí a una chica en la cima de la montaña, se llama Mei, estamos bajando juntos, nos separamos y algo la secuestro, un pokémon salvaje, uno de sus pokémons bajo para buscarme cuando estaba en la falda de la montaña y tuve que escalarla de nuevo para rescatarla. No sé qué tipo de pokémon era, jamás había visto uno así.. Mighty peleó con él, cayó por un acantilado y se quebró la cabeza. A mí me quebró la muñeca...Sí sí, es...Estoy bien, Mei tiene un Gothita que sabe pulso cura y me sanó. No pude llamar a nadie, olvide que dejé el teléfono apagado, cuando bajamos otra vez era de noche, cure a Mighty y a Percy, fuimos a comer juntos y... Si, Mei está aquí conmigo, vino para corroborar lo que digo, pero igualmente no tengo evidencia.
Mañana le iba a decir a la policía o a los guardaparques para que vieran el lugar donde nos atacaron, Mei dice que esa cosa mató a un chico antes que a ella.
Perdón por gritar, ha sido un día muy estresante. -Sebas miró a Mei y esta se ocultó detrás de una columna rogando porque no la notara espiándolo. Fue con ella y le pasó el teléfono. -Mi papá quiere hablar contigo. -
Oh eh, hola señor...-Mei empezó a jugar con su cabello por los nervios. -Sí, s soy Mei Kaneko...Mhm...Su hijo me salvó, eh, Satochi...Satochi es mi gothita. Fue a buscar a su hijo y él tuvo que regresar por mí. -Mei le dio el teléfono de vuelta y le susurro al oído. -Tu padre da miedo. -Sebas rio un poco ante el comentario. Luego de unos pocos "Okays" y "Está bien" guardó su celular y regresó a la recepción. -
Miren, ¿Qué le parece si hacemos esto? Pago la multa, pero si demuestro en la semana que lo que digo es cierto me devuelven el dinero. -Después de meditarlo un poco la recepcionista aceptó el trato y le dijo que esperara en el lobby mientras acomodaban la habitación y configuraban su llave. -Muchas gracias. -Ambos se sentaron en el sofá y Sebas se quedó mirando el vacío mientras llevaba un dedo a su boca y mordía su costado, pensativo. -
Lamento haberte causado tantos problemas. -Sebas la miró y le sonrió mientras dejaba de morder su dedo, no había sentido en pensar ahora, estaba agotado, el problema del hotel se había resuelto y su padre creía su versión de los hechos. -
No pasa nada. Todo se resolvió, mañana revisarán la cabaña, me devolverán el dinero, tengo la habitación, no tienes de que disculparte. No iba a dejarte allí... ¿Al final sabes dónde vas a quedarte? -
Encontraré algo. -La barriga de Sebas estaba llena de mariposas, y cerró los ojos para que no delataran sus nervios. Tomó valor y habló. -
¿Sabes? Muchos hoteles no reciben gente a esta hora, tendrían que arreglar habitaciones, ponerte en listas, este porque ya me había registrado desde antes así que... ¿Quieres...? O sea, puedes pasar la noche aquí si quieres. -El chico la miraba sereno, como si no fuera la gran cosa su oferta, pero por dentro estaba hecho un manojo de nervios.
Mei se sonrojó con su oferta y apartó la mirada, sin duda dormiría mejor aquí que en cualquier otro lugar, pero le daba vergüenza, no le importaba pasar la noche con él, pero esa pequeña voz en su cabeza nuevamente la estaba carcomiendo. Le decía que era un parásito y una prostituta que tiene sexo para poder tener un techo bajo el que dormir, los recuerdos inundaron su mente y buscaban nublar su juicio, recordaba a Héctor sujetándola sobre la mesa mientras lloraba, el cómo chillaba y la golpeaba mientras la sangre corría entre sus piernas, el cómo tiró de su cabello al punto que casi le arrancaba el cuero cabelludo.
Una pequeña sonrisa se dibujó en su cara mientras lo miraba a los ojos y en su interior rogaba no estarse equivocando. -
Me encantaría. -Dijo por lo bajo mientras su mente finalmente explotaba y los recuerdos se hacían cada vez peores, no paraba de insultarse a sí misma y pensaba como el chico la utilizaría, como la insultaría y doblegaría su merced a modo de "pago" por su ayuda. -
(Él no es así.)-O al menos eso quería creer, no sería la primera vez que conoce a un softboy, pero si sería la primera vez que lo haría con alguien sin estar, como mínimo ebria, en mucho tiempo.
La recepcionista le entrego su tarjeta y ambos subieron a la habitación, tercer piso habitación 8, la caminata por ese largo pasillo de muros azules claro y alfombrado rojo le pareció interminable, sus piernas temblaban ligeramente y su mirada buscaba una salida.
Abrieron la puerta y el chico la dejó pasar primero, la habitación estaba alfombrada en su totalidad con una alfombra beige con estampados de hojas marrones, las paredes eran crema, donde se unían al techo había una ornamentación blanca y una silla terciopelada naranja estaba al lado de la ventana que llevaba al balcón, un banco largo de madera con asientos de terciopelo amarillo pastel estaba delante de la cama con sábanas blancas que estaba colocada enfrente del televisor pantalla plana que guindaba de la pared.
Una mesa de noche estaba del lado izquierdo de la cama y tenía un reloj y una pequeña lampara.
En el pequeño pasillo que estaba entre la puerta y la habitación, del lado izquierdo estaban los armarios y del lado derecho un baño de cerámica blanca, encima del lavamanos estaba el espejo rodeado por un marco de madera oscura.
La respiración de ella se aceleraba con cada paso y dio un pequeño salto al escuchar como la puerta se cerraba detrás de ella. -
V voy a... Bañarme, estoy sucia de lo de hoy. -
Ok. -Contestó él a secas para luego dejar su mochila en el suelo y empezar a sacar algunas cosas.
Mei cerró la puerta de madera del baño y se recostó en ella mientras se deslizaba y se colocaba en posición fetal. Su corazón buscaba salirse de su cuerpo y empezó a llorar. De verdad lo haría, de verdad se prostituiría buscando aprobación, se puso de pie y se miró en el espejo. Era una sucia puta, fácil, barata, con razón al chico le gustaba. Pensó en huir, pero, ya había llegado hasta aquí. -
(Deja de ser una bebé y hazlo, esto es por tu bien, si quieres salir del maldito agujero donde vives debes hacerlo...Tengo miedo...No importa que lo tenga, lo que importa es que él disfrute de esta noche y te lleve a conocer gente importante, luego de eso lo dejas...Sí, sí, eso...)-Esta noche sería la prueba final, le demostraría si debía preocuparse por utilizarlo o si solo sería un cabrón como los demás. - (Solo has lo que sabes hacer...Perra.)-Abrió la ducha con agua fría y se limpió a consciencia, envolvió la toalla alrededor de su cuerpo y acomodo su cabello. Tomó el pomo de la puerta y después de unos segundos buscando el valor para girarlo, la abrió. Salió caminando lentamente, con una mano en la toalla para abrirla en lo que tuviera su atención.
Pero el chico no estaba, había una almohada y una sábana en el suelo frente a la cama y notó como las cortinas se movían con el viento, se asomó al balcón y lo encontró sentado en una de las sillas de afuera mirando el horizonte. -
Ehm...-Mei no sabía que decirle para que volteara. -Estoy lista. -Sebas la miró con indiferencia y se puso de pie, ella daba pasos atrás mientras se acercaba. Sus piernas golpearon el borde la cama y cayó sentada pero el siguió de largo, tomó desodorante y ropa limpia de su mochila y se fue al baño. -
No tienes que hacerlo si no quieres. Dormiré en el suelo, eres mi invitada, quédate con la cama.
Me voy a vestir adentro del baño. -Cerró la puerta detrás suya y la dejó allí, sola y desnuda. Se miró a sí misma y luego el baño, era una idiota.
Se dejó caer en las sábanas y cerró los ojos, llevó una almohada su cara y empezó a gritar y a patalear, todo lo que intentaba hacer salía mal, no sabía que debía hacer, todos sus esfuerzos solo terminaban en fracasos más rotundos que el anterior.
Pensó en tomar sus cosas e irse, ahorrarse más vergüenzas e incomodidades, pero otra vez miró el baño. El chico la hacía sentir algo, no sabía del todo el que era, pero, quería estar con él, quería acompañarlo, aunque fuese solo como una amiga con derechos, quería viajar a su lado. La había dejado sola, no la espero cuando salió sabiendo sus intenciones, ni siquiera dormiría a su lado si ella no lo deseaba así.
Era su decisión, por una vez ella tenía el poder de decidir, por una vez se haría lo que ella quisiese.
Sebas salió del baño con unos jeans azules y una camisa vinotinto con imágenes de distintos sitios turísticos de la región de Iberia. Normalmente se hubiera ido a dormir con shorts y una franelilla, pero no quería que Mei lo viera con poca ropa luego de dejarla como lo hizo.
Tenía su toalla en la cabeza secando su cabello y cuando se la quitó se encontró a Mei. Estaba arrodillada en la cama con la toalla aún envuelta en su cuerpo. -
Te dije que no...-
Quiero que me la quites. -Afirmó con claridad. Sebas tragó saliva y se quedó petrificado. -Lo digo en serio. -
¿Segura? -Llevaba sus manos en sus bolsillos y trataba de mantener su cara de indiferencia, pero le estaba costando trabajo, estaba sumamente nervioso. -
Sí...Quiero hacerlo contigo. -Mei tenía sus preciosos ojos verdes clavados en los suyos y su expresión, aunque sonrojada era determinada.
Sebas se acercó a ella, levantó sus manos y las pasó lentamente por el contorno de sus pechos hasta llegar al punto donde la toalla se sostenía, la miro nuevamente buscando aprobación que la chica le otorgo con una sonrisa. Levantó un poco la tela y la toalla cayó revelando el esbelto cuerpo de Mei. Sebas parpadeó un par de veces y las palabras salieron de su boca sin control. -
Wow. -Mei sonrió complacida y se levantó ligeramente mientras tomaba su cabeza, sellando sus labios con un suave y tierno beso.
La tomó por la cintura y la sostuvo con cuidado para prolongar ese beso tanto como fuese posible, por su parte las manos de Mei buscaron los bordes de su camisa y la levantó poco a poco, tomando tiempo para acariciar su abdomen y pecho a medida que lo hacía.
La ayudó a terminar de quitarse la camisa y con una pequeña sonrisa Mei empezó a doblarse, dejó su parte baja alzada mientras que agachaba la cabeza y empezaba a desabrocharle el pantalón, el miedo respiraba en su nuca, pero continuaba.
Una vez fuera bajó su ropa interior con lentitud mientras movía sus caderas ligeramente para provocarlo, alzó la vista ligeramente mientras tomaba su miembro y lo metía en su boca para suavemente empezar a chupar. Sebas soltó un suspiro, sus piernas parecían derretirse ante los labios de Mei.
Su habilidad era espectacular, lamia, chupaba y acariciaba su miembro de modo que cada acción soltaba una ola de placer inmensa por su cuerpo, pero lo que más le entusiasmaba era que lo hacía que una especie de afecto que no había sentido la noche anterior en el campamento. Esa vez se había sentido bien, pero, se notaba que era intrascendente y hasta mecánico, solo era hacerlo para llegar rápidamente al orgasmo y tener esa dulce descarga de dopamina.
Esta vez era lento, buscando experimentar al máximo cada sensación, no buscaban el placer del coito sino el placer de la compañía del otro.
Sebas tomó la cabeza de ella y la presiono lentamente hundiendo su miembro cada vez más en su garganta, los recuerdos de Mei volvieron al rojo vivo.
Héctor tomando su cabello y moviéndola adelante y atrás ahogándola y cuando trataba de sacarlo le daba una bofetada y la insultaba. Pasaba su pene por su rostro y golpeaba sus mejillas para luego volver forzosamente adentro.
Mei se atragantó sus ojos se pelaron del miedo, sebas salió de ella y la chica tosió mientras se limpiaba la saliva de los labios. -
Perdón, perdón, no quise...-Sebas estaba hecho un manojo de nervios creyendo que la había lastimado. -
N no importa...Sólo... Sólo que no lo esperaba. Avísa la próxima. -La chica rio un poco y volvió a chupar, le daba algo de gracia el ver la inexperiencia de su compañero, el pobre se había aterrado al verla ahogarse, quizás debía demostrarle que todo estaba bien.
Ella misma succiono su miembro entero sin separar sus ojos de los suyos, lo mantuvo por varios segundos antes de sacarlo y lamerlo de arriba abajo, jugueteaba con la punta moviendo su lengua en círculos y luego la chupaba ligeramente antes de volver a introducirlo completo.
Su ritmo era cada vez mayor y pensó en utilizar sus manos cuando un chorro de semen se disparó dentro de su boca. -
¡Perdón! -Dijo nervioso. -N no, te daré una servilleta, debe haber papel por aquí en... -Mei se incorporó lentamente y el chico la observó mientras tragaba y sacaba ligeramente su lengua para que notara que no había dejado nada.
La chica ladeo la cabeza con esa sonrisa pícara que le quitaba el aliento y gateo hacia él, moviendo sus caderas de un lado a otro. -
Cómo se nota que eras virgen hasta ayer. ¿Tanto te gustó? -Él apartó la mirada. -
Sí, fue...Fue genial. -Mei se tumbó en la cama y abrió sus piernas para luego abrir su feminidad con dos de sus dedos, exponiendosela a su amante. -
Ahora te toca a ti. -Se colocó entre sus piernas, puso una mano en la pelvis de ella y empezó a lamer lentamente y con cuidado, su recompensa fueron una serie de ligeros gemidos y que Mei tomara su cabello y lo presionara suavemente contra su cuerpo.
La chica sonreía y suspiraba plácidamente mientras sus pies y espalda se arqueaban ligeramente. -
Sigue así...Uf. -Podía sentir la humedad recorrer su cuerpo y el escucharla suspirar solo era un incentivo para esforzarse el doble cada vez, las manos del muchacho acariciaron sus muslos y luego los sujetaron mientras continuaba su asalto con mayor velocidad y esmero, ganándose más suspiros de la chica y posteriormente un gemido. Un gemido dulce y melodioso que lo hizo cerrar los ojos y continuar con su labor, Mei mordió su pulgar para evitar gemir de nuevo pero los ahogados gemidos que siguieron aún podían escucharse.
Se alejó de sus labios y los contempló, estaban húmedos y brillantes y el pecho de ella subía y bajaba con cada respiración, acercó su mano a su vulva y la acaricio, más de ese liquido transparente empezó a brotar, luego metió uno de sus dedos e inmediatamente después ella gimió débilmente. Abrió los ojos ligeramente y lo miró, no le sonrió ni le hizo señas con la cabeza, pero algo en su mirada le dijo todo lo que debía saber.
Metió otro dedo y los empezó a mover hacia adelante y atrás, los gemidos de Mei se intensificaban y apretó las sábanas mientras echaba su cabeza hacia atrás, estaba a punto de venirse, pero, le hacía falta algo. Le daba miedo, pero, lo necesitaba, debía probarse a sí misma que ya no temería a Héctor, que podía confiar en el muchacho y, sobre todo, debía probarse a sí misma que era capaz de salir adelante. -
Q quiero...-Sus palabras se entrecortaron con un gemido. -Lo quiero dentro. -Sebas sonrió y gateo hasta estar cara a cara con ella, con cuidado se introdujo en ella y el cuerpo de Mei se tensó mientras soltaba un chillido. -
¿Estás? -
Estoy bien, estoy bien, es solo que...Me puse nerviosa...Se gentil, por favor. -Su corazón latía a mil por hora, los recuerdos volvían con fuerza. Cuando sus manos se posaron sobre los hombros del chico recordaba como intentaba empujar a Héctor, cuando la penetraba recordaba el llorar mientras la sangre se deslazaba por sus piernas, cuando sus manos acariciaban sus brazos recordaba el cómo la sujetaba, pero entonces sus manos se entrelazaron y el muchacho se inclinó hacia ella mientras mantenía ese ritmo suave y cariñoso.
Se dieron un beso que Mei buscó hacer pasional, explorando su boca con deseo, pero el mantenía ese ritmo tranquilo y lleno de cariño. Finalmente la quebró, mientras se besaban Mei empezó a llorar. Sebas se detuvo temiendo haberla herido. -
No te detengas. -Suplicó sin dejar de llorar-Por favor, sigue. Justo así. -Sebas continuo y Mei sonreía, reía y gemía entre lágrimas, estaba asustado, no tenía idea de que hacer ahora. -
¿Segura que te sientes bien? -Mei tomó su cara y la acarició. -
Me encanta. -Cerró los ojos y se dedicó a disfrutar del coito en todo su esplendor. Antes pensaba que el sexo estaba sobrevalorado, que lo único que valía la pena era el orgasmo y que el resto no era más que pasos extra que la naturaleza puso por algún estúpido motivo. Pero ahora, ahora estaba disfrutándolo todo, disfrutaba sus caricias, disfrutaba de sus besos, disfrutaba de ser una con él, disfrutaba de verlo, disfrutaba que la viera, disfrutaba de su voz y disfrutaba del momento, había algo especial en él, se sentía como si ellos fuesen los únicos en el mundo. - ¿Puedes ir más rápido? -Obediente empezó a mover sus caderas más a prisa y Mei lo abrazó con fuerza mientras gemía en su oído dándole vigor para seguir adelante.
La sensación empezó en su pelvis, subió por su espalda a la par que estremecía sus piernas, su cuerpo se arqueó mientras disfrutaba del orgasmo más fuerte que había sentido. Se aferró a él con fuerza mientras buscaba controlar su respiración, pero el muchacho se alejó, sentir como se escapaba entre sus débiles y temblorosos brazos era un martirio, le dio la vuelta y volvió a ella sacándole un sonoro gemido que ni siquiera trató de ocultar.
Mei se aferró a las sábanas y hundió su cabeza en la cama mientras mantenía sus caderas alzadas para que pudiera seguir penetrándola, cada vez con más fuerza.
La visión era envidiable, la hermosa chica de Kanto estaba tumbada en su cama disfrutando como nunca antes había disfrutado, había llegado a un punto donde todas sus acciones lo llevarían al éxito.
Acaricio el glúteo izquierdo de Mei y la contempló, era preciosa, su cabello era precioso, su piel era inmaculada y su voz era como escuchar a una diosa, la tentación crecía cada vez más y no pudo contenerla. El cuarto retumbó con el sonido de la nalgada, le excitaba el ver como sus glúteos temblaban por algunos instantes, pero le excitaba más escuchar el gemido que vino con ello.
La chica empezó a mover sus caderas hacia adelante y atrás, cuando el avanzaba hacia adelante ella lo hacia atrás, ayudándolo a llegar cada vez más adentro. Tenía ganas de probar cosas nuevas y este era el momento idóneo.
Tomó las caderas de Mei y las empezó a mover más a prisa y al soltarlas la chica mantuvo el ritmo que le impuso, poco a poco se fue deteniendo dejando que ella se moviera sola. Mei lo hacía con el esmero y pasión que la caracterizaba, mordía sus labios y dejaba que el placer moldeara su cara aprovechando que no podía verla, lo estaba disfrutando como nunca. Movía sus caderas de lado a lado, perreando de vez en cuando para cautivar al muchacho, pero quería más, quería que la deseara como nunca ha deseado nada antes.
Sus movimientos eran cada vez más lentos, pero intentaba que su miembro llegara lo más profundo que pudiera, luego empezó a jugar con su propia vagina a la par que se dejaba penetrar, la sensación era extraordinaria, soltaba gemidos y se retorcía sutilmente mientras mordía sus labios y lo miraba de reojo con esas esmeraldas brillantes que tenía por ojos, lo miraba solo por un instante antes de volver a ocultar su rostro entre las sábanas. Quería oírlo suplicar por ella, quería verlo entregarse a ella. El muchacho se inclinó, Mei volteo los ojos hacia arriba al sentir como se introducía un poco más en ella, sus dedos jugaban con su cabello, bajaron a su nuca y recorrieron su espalda con suavidad estremeciéndola hasta los huesos y con los ojos cerrados y una sonrisa de oreja a oreja le preguntó. -
¿Te gusta lo que ves? -Su tono coqueto y seductor lo embelesaba, la quería, quería hacerla suya, que gritara su nombre. -
Me fascina...Eres preciosa. -Comentó con una media sonrisa, sabía que la chica quería cautivarlo y dejarlo a sus pies, pero no se lo dejaría fácil. Sus manos siguieron su rumbo hasta alcanzar su espalda baja y sostuvo a Mei en su lugar. El detenerse era una tortura para ambos y Mei apenas podía soportarlo. -
¿Te ibas a venir otra vez o... ? -Quería burlarse de él para picar su orgullo, pero en medio de su frase recibió una fuerte embestida que la hizo hundir su cabeza en la cama para ahogar el gemido. Unos segundos después otra, luego otra más y una fuerte nalgada que dejó la silueta de una mano grabada en su piel. -
¿Te gusta? -Preguntó Sebas con una sonrisa llena de orgullo en su rostro, aunque fue incapaz de escuchar una respuesta. Mei había hundido su rostro en la cama y se negaba a levantarlo. -No te oigo. -Apenas pudo discernir un balbuceo. -Habla más fuerte. -Ordenó mientras le daba otra nalgada, el murmullo era más fuerte, pero seguía siendo inentendible, la chica giró su cabeza para acomodarse el cabello que cubría su rostro dejando que reposara sobre su espalda. -Te dije que hablaras más fuerte. -Tomó el cabello de Mei lo jaló para hacerla levantar la cabeza, la chica se apoyó en sus brazos y se levantó, pero sus gemidos se detuvieron casi de inmediato. -
No me tires del pelo. -Haciendo caso omiso de sus palabras creyendo que se trataba de una pequeña resistencia juguetona siguió penetrándola. - ¡Que me sueltes el pelo coño! -Espetó con rabia la chica, su voz temblando un poco pero no la hacía sonar menos severa.
La soltó al instante y Mei sacudió su cabeza dejando su cabello caer, odió esa sensación, sin duda una de los peores momentos fue cuando Héctor tiró de su cabellera y la obligó a verse en un espejo mientras la violaba, una imagen que no había abandonado su mente aún después de los tres años que habían pasado. -
No me gusta que me jalen el pelo. - Se separó y se sentó en la cama encarando a Sebas, buscando alejar el recuerdo viéndolo, recordando que él no era ni la sombra de Héctor, que estaba a salvo. -
Perdón, n no lo sabía, lo echaste atrás y pensé que... que bueno, nada, fue una estupidez. -Su moral y éxtasis cayeron hasta el subsuelo, lo había arruinado todo dejándose llevar por sus hormonas. -
Nah, no podías saberlo...Solo tenlo en mente para la próxima, ¿Sí? -Mei le regaló una sonrisa y sus palabras se repetían en su cabeza "La próxima". El chico asintió y le sonrió un poco.
Mei lo tomó de los hombros y en un rápido movimiento lo acostó boca arriba y se posicionó sobre su miembro. -
Ahora me debes esto para compensar. -Su sonrisa seductora pasó a ser una de superioridad y orgullo, ni siquiera buscó resistirse, ella tenía el control ahora.
Tomó su miembro con una mano y lo fue introduciendo lentamente con los ojos cerrados, quería concentrarse enteramente en esa maravillosa sensación de cuando se juntaban sus cuerpos. -
Coño que rico. -Afirmó con una sonrisa embobada, ni siquiera se percató de cuando lo dijo. Empezó a mover sus caderas hacia adelante y atrás y un placer descomunal los invadió a los dos que empezaron a gemir con fuerza dejándose llevar por la pasión que los unía, el cuerpo de Mei cedía con rapidez y antes de darse cuenta estaba acostada sobre él gimiendo en su oído, incapaz de juntar fuerzas para más que mover sus caderas.
Una felicidad la invadió, se sentía a salvo, querida y sobre todo feliz, un sentimiento que no había tenido en mucho tiempo. Lo poco de su mente que aún funcionaba apropiadamente suplicaba porque la noche fuera eterna y pudieran disfrutar del cuerpo del otro hasta el agotamiento, fue en ese punto donde Mei finalmente tomó su decisión, viajaría con él, a donde fuera, lo acompañaría y lo apoyaría en sus metas, no le importaba si fuese su amiga o solo una persona con la que tuviera noches de pasión, pero quería estar a su lado. El chico era especial, evocaba en ella sensaciones que creía nunca sería capaz de sentir nuevamente, dejaba su cuerpo obnubilado y su mente apenas podía concentrarse en algo más allá del placer.
Sebas sentía que el mundo se detenía, que todas sus preocupaciones y miedos desaparecían, estar con ella era como tocar el cielo, aunque solo fuese unos instantes. Mei despertaba en el algo que llevaba tiempo intentando recuperar, ese fuego que arde en tu interior y te impulsa a sacar lo mejor de ti, la pasión de estar vivo. Quería estar con ella, ella hacía que su mundo no fuese gris e insípido, todo lo contrario, lo hacía colorido y emocionante, lleno de incertidumbre que no lo asustaba ni lo retenía, sino que lo hacía buscar más allá y aventurarse en territorios desconocidos.
Quería estar con ella, lo cautivaba con su voz, sus movimientos, su mirada, su cabello, su sonrisa, con el tacto de sus pieles, quería poder disfrutarla todos los días. ¿Ella dijo que quería hacer el desafío de los gimnasios?
Mei se alzó con las fuerzas que consiguió reunir, estaba a punto y quería verlo a los ojos cuando ese momento mágico ocurriera, quería compartirlo con él.
Sus ojos conectaron y al instante supieron lo que el otro pensaba y la respuesta era "sí", Mei puso todo su esmero en esos últimos movimientos, quería cerrar la noche con broche de oro. -
M Mei, me... me voy a... -Mei mordió sus labios y sonrió sin dejar de mirarlo a los ojos mientras asentía. -
Hazlo... Dentro... Lo quiero dentro. -Se abalanzó sobre sus labios, todo lo que no podían decirse en palabras lo expresaron con ese beso, sus lenguas buscaban control en un caótico baile y sus manos acariciaban cada rincón que encontraban. Faltos de aire se separaron ligeramente y fue en ese instante que ambos tuvieron el orgasmo que tanto estaban buscando, sus gritos inundaron la habitación y posiblemente despertaron al resto de huéspedes, pero ese no era su problema.
Su mente no estaba para problemas ahora, todo era maravilloso y hermoso, Mei se dejó caer a su lado y rápidamente se acurruco en su pecho. Los dos buscaban recuperar el aliento, pero era más fácil decirlo que hacerlo. -
Fue...Increíble. -Dijo Sebas entrecortado. - ¿Cómo te...te sientes?
Es lo... Es lo mejor que he sen... sentido en mi... vida. -Sebas acariciaba su cabello y ella dibujaba pequeños círculos en su pecho. Cuando finalmente pudo recuperar el aire y su mente ya no estaba cegada por el placer continuo. -Me llamo Mei Romina Kaneko Alvarado, tengo 19 años, nací en la región de Kanto. Mi padre es de Kanto y mi madre de Sacris, me inyecto desde que tengo 17, probé mi primer porro a los 12, abandone la escuela a los 14.-Sebas solo la observaba y acariciaba su brazo mientras que ella continuaba con los ojos cerrados.-Mis padres se divorciaron cuando tenía 4 años, no he visto a mi padre desde entonces, me llevo fatal con mamá.-Un nudo se formó en su garganta, quizás estaba yendo a detalles demasiado privados pero, quería que la conociera.-A los 15 me junte con una pandilla para conseguir droga, trabaje para ellos en peleas ilegales de pokémons...Su líder Héctor me violó y me amenazó con matar a mi madre si le decía algo a alguien, solo lo hizo una vez porque aún estaba muy niña.-Lagrimas salieron por sus ojos y mojaron el pecho de su amante. Su voz se quebraba con cada palabra. -Me metieron en rehabilitación cuando tenía 16, me dieron a Satochi para que me cuidara mientras mi madre no estaba...Tenía una amiga llamada Natalia que murió de una sobredosis, en ese momento me di cuenta que no quería que mi vida acabara así, quería hacer algo, quiero... quiero acabar con esto y superarlo, por eso me escapé de casa ayer para irme de aventuras y rehacer mi vida desde cero... ¿Algo más que quieras saber? -Era...Mucha información de golpe y desde luego no esperaba recibirla así...Ahora. Fueron unos segundos de silencio en los que Mei sintió que había arruinado el momento tan especial que estaban compartiendo, Sebas se giró ligeramente, apretándola contra su pecho envolviéndola con un abrazo que fue gratamente recibido y el beso que deposito en su frente fue la guinda del pastel.
Se sentía bien, no tenía miedo, no sentía la necesidad de alejarse del mundo y los recuerdos turbulentos de su pasado se veían lejanos y por fin podía verse en el futuro que tanto anhelaba. Se sentía libre, de sí misma, del mundo, de su adicción, todo era perfecto. -
¿Hay desayunos aquí? -Preguntó débilmente, siendo presa del cansancio. -
Si, entre las 8 y las 10.-Le replicó el muchacho, también somnoliento, parece que estaba a punto de dormirse, pero su pregunta lo hizo volver a la realidad. -
Vale. -Entre las 8 y las 10, tenía tiempo de sobra. Ambos se dejaron llevar por un sueño profundo y arduamente ganado luego de un día tan ajetreado, mañana sería un nuevo día, con nuevos retos y percances, pero sabían que esta vez algo sería diferente al resto de días, lo enfrentarían juntos. -
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