Capítulo 2

-Ya llevaban una hora bajando la montaña, ninguno había mediado palabra de lo que ocurrió anoche. Sebas no sabía cómo abordar el tema, ni siquiera sabía si debía abordarlo, pero no podía dejarlo pasar sin más, necesitaba respuestas. -

Entonces... ¿No diremos nada de lo que pasó anoche? -Preguntó. Mei no lo miraba, solo seguía caminando sin inmutarse. ¿Ya había hecho eso antes? ¿Acaso él era solo una diversión y ya? ¿Sólo sigue sin más?

Sebas detuvo su avance y Mei al ver que ya no la seguía rodó los ojos, suspiró y se dio la vuelta. -

¿Qué pasa? -Mei claramente no estaba a gusto con esto, cruzó sus brazos y lo miró con severidad. -

No te acompañare más si no hablamos de lo que pasó anoche. -

Cogimos, no le des más vueltas. -

Si Mei, si se las voy a dar. -Su respuesta irritó a la chica sobremanera, esto era justamente lo que no quería. ¿Por qué no podía dejarlo pasar y ya? ¿Desde cuándo un hombre se enoja tanto por sexo gratis? - Para empezar, ni siquiera sé quién eres. -Mei meditó por unos breves segundos y bufó-

Soy Mei Kaneko, tengo 19 años. No necesitas saber más. -

¿Desde cuándo te inyectas? -Preguntó el chico con severidad, le había visto los pequeños morados en la parte interna de su codo esta mañana. Mei apartó la vista y sujeto su brazo derecho. Le estaba comenzando a picar, lo hacía cada vez que estaba nerviosa, era la señal para consumir ese dulce dulce néctar que la alejaba de todos sus problemas. -

No te importa. -

Si, si me importa. ¿Tienes alguna enfermedad? ¿Tiene algo que ver con que te hayas ido de viaje sin más? Sacaste tu licencia ayer, no tienes idea de cómo entrenar pokémons, no sabes cómo cuidarte en la intemperie y no sabes hacia donde vamos. -

Claro que lo sé, estoy yendo a Aurum y cuando lleguemos me largo y me voy al gimnasio. -Espetó Mei con rabia. -

No, no lo sabes. Llevo 35 minutos llevándote por la dirección equivocada y no te has dado cuenta. -Sebas frotó sus ojos en señal de frustración. - Me importa un carajo si quieres seguir acompañándome o no, pero no puedes seguir sin más sin ningún plan ni nada. ¿Qué pasa si quisiera matarte o robarte ahora?

No lo harás. - El chico la regañaba como su madre. -

No lo sabes, igual que yo no sé quién eres tú o qué quieres. Si quieres seguir viajando conmigo debes hablarme de ti y yo te hablaré de mí. Si no quieres me largo y averigua tu como bajar la montaña. -Sebas se recostó en un árbol para aliviar el peso de su mochila, las piernas lo estaban matando. -

(Dios, que niño tan llorón.)-Pensó ella. - ¿Qué coño quieres saber?

¿Por qué viajas? -

Motivos personales que NO TE IMPORTAN. -Mei se sentó sobre una roca y dejó su mochila en el suelo mientras frotaba su cara. -

¿Por qué no me quieres decir? -Debía aprovechar esta oportunidad para inquirir todo lo posible acerca de la chica. -

Porque no te conozco. -Replicó Mei imitando la voz de Sebas para luego sacarle la lengua mientras fruncía el ceño. -Me toca. ¿Desde cuándo eres un marica?

Me largo, no tengo porque aguantar esto. -Sebas se levantó y empezó a caminar para alejarse de ella. -Yo no te he estado ofendiendo como para que me trates así.

-Mei se llevó las manos a la cara y soltó un gruñido. ¿Cuál era su maldito problema? No podía tratarla así, no era su culpa, las migrañas de la mañana son insufribles y la ponen de mal humor.

Durante unos segundos pensó en perseguir al chico y disculparse, pero la voz en su cabeza opinaba lo contrario "Déjalo así", por experiencia sabía que cuando dañaba algo era mejor dejarlo como estaba, cada vez que intentaba enmendar sus errores solo terminaba peor para todos. Aunque el ser consciente de su propia ineptitud no aliviaba en nada su pesar, por el contrario, la llenaba de frustración.

Se suponía que había empezado este viaje para abandonar eso, para mejorar, pero no podía engañar a nadie, era una inútil, una cobarde y un parásito. ¿En qué estaba pensando? Robarle la pokéball a su madre, escaparse de casa, huir de Héctor y acostarse con un desconocido en medio de un campamento, un plan sin fisuras, NADA podía salir mal, aprueba de tontos y más importante aún, aprueba de Meis.

En su frustración la chica se levantó y empezó a patear rocas, ramitas, todo lo que estaba en su camino y comenzó a golpear el tronco de un árbol cercano mientras gritaba.

Sebas se detuvo por unos instantes al escuchar la rabieta desde la distancia, intercambio miradas con Mightyena y ambos siguieron su camino. Sus problemas no eran de su incumbencia.

Mei se dejó caer al piso, la picazón en su brazo, la jaqueca y la tristeza eran insoportables, hundió su cara entre sus piernas mientras intentaba controlar su respiración, gothita corrió hacia ella y la miraba con detenimiento. -

¿Go? -Satochi ladeó la cabeza con curiosidad. Su suave voz resonó en los oídos de Mei, haciéndola levantar levemente su mirada. Esa maldita rata de dos patas que no para de seguirla y mirarla, un recordatorio constante de todos sus defectos que solo traía con ella porque no tenía otro pokémon, en lo que lo consiguiera lo dejaría tirado en medio de la vía y se libraría finalmente de él. -

¿Y tú qué carajo miras? -Mei frunció el ceño mientras que Gothita la miraba sin parpadear.

La chica movió su cabeza de lado a lado buscando aclarar sus ideas y todas le llevaron a la misma conclusión, hurgó en su mochila y sacó su kit, había dejado la inyectadora lista la noche anterior. -

(Al menos esto si lo sé hacer bien)-Pensó mientras amarraba su cinturón en su brazo, acercó la inyectadora y súbitamente se detuvo, los ojos de Satochi brillaban. -Déjame tranquila. -Satochi ignoró por completo sus órdenes mientras incrementaba su fuerza psíquica para evitar que la aguja traspasara la piel de la chica. - ¡Qué me dejes tranquila! -Mei le propinó una patada en la cara a Satochi, el cual salió volando hacia atrás y rodó un par de veces. Aprovechando la oportunidad clavó la aguja en su carne y comenzó a presionar la inyectadora, aunque apenas pudo disfrutar de ese cosquilleo, su dedo había dejado de moverse. Satochi estaba de pie a un metro de ella, sus ojos brillando nuevamente.

La frustración de Mei crecía con cada segundo, hacia su mejor esfuerzo para seguir presionando, pero era inútil. -

¡Bien, tus ganas! -La chica se sacó la inyectadora y la dejó caer al piso, Satochi dejó de ejercer fuerza en su mano y se sacudió la tierra que tenía encima. En esos breves instantes Mei tomó la pokéball de su madre y lo guardó para rápidamente tomar su inyectadora y terminar de darse ese líquido mágico. Para cuando Satochi pudo salir de la pokéball ya era demasiado tarde, Mei estaba acostada en el suelo con una sonrisa de oreja a oreja. Satochi uso sus poderes para girar su cabeza de manera que no se ahogara si vomitaba y se colocó a su lado, al verlo Mei no pudo hacer sino reír. -Jeje...Te gané...Puto. - Satochi solo la miraba.

Mei podía sentir como su cuerpo se elevaba y la alejaba de todos sus problemas, tenía unos minutos para ella, para ser feliz sin ningún tipo de restricción o preocupación.

Ahora era el momento de bajar la montaña, no podía hacerlo estresada, se perdería, pero ahora, llena de confianza y buenas vibras, sería pan comido.

Se puso de pie y tomó su mochila, Satochi la seguía detrás, Mei miró a los lados, arboles, arboles, más arboles... ¡Espera ¡Esos no son como el resto, son tan arbóreos, sin duda esos debían ser los que marcaban el camino a Aurum, un árbol tan arboleado no podía guiarte por el mal camino, era como esa canción... ¿O era un libro? No no, debía ser una película... ¿Qué estaba haciendo? No debía ser tan importante si no lo recuerda.

Cautivada por un butterfree que pasó cerca Mei empezó a caminar sin rumbo mientras Satochi apartaba piedras y ramas para evitar que la chica se tropezara y golpeara.

Quién sabe cuánto tiempo había pasado, ¿minutos, horas? Sin duda era más tarde que cuando empezó, hacía tiempo que no sentía sus pies, los había dejado para empezar a flotar y a girar. En uno de sus giros notó a Satochi y su pequeña y adorable cara de amargura, lo sostuvo entre sus brazos y le dio un beso. -

¿Por qué estás tan molesto? -Preguntó mientras lo abrazaba entre sus pechos. -Vamos, ríete un poco más. -La chica puso unos dedos en los labios de Satochi y los estiró en forma de sonrisa, pero volvió a su estado de amargura una vez lo quitó de su boca. -No eres divertido. Pero sabes que te quiero, ¿Cierto? Te quiero mucho, muchísimo-Mei continuó con sus vueltas y risas, su mundo de ensueño estaba lleno de alegría y placer, hasta que ya no lo estaba.

Sintió como la gravedad la arrojaba hacia el piso, pudo sentir como la tierra la consumía y la dejaba en la oscuridad, su cuerpo no le pertenecía, no podía controlar sus movimientos por más que lo intentara. Estaba condenada a permanecer en el suelo mientras superaba su resaca, cerró los ojos y se dejó llevar por el vacío. Satochi actuó como de costumbre y acomodo su cabeza en caso de que vomitara para luego tomar asiento a su lado. Solo le quedaba esperar.

Mei estaba profundamente dormida, tanto que no escuchó los pasos que avanzaban en su dirección, pero Satochi sí. Eran pasos pesados y lentos, estaban acompañados por el sonido de las ramas y hojas rompiéndose a su paso, el pequeño pokémon se puso de pie y encaró en dirección al sonido.

Una momia estaba delante de sus ojos, medía 2,45 metros y las vendas cubrían cada parte de su cuerpo, dejando solo un pequeño agujero en donde irían sus ojos, los cuales estaban sustituidos por unas tenebrosas luces moradas.

Satochi dio pasos atrás apartándose del camino del gigante, había algo en el que le daba una sensación de malestar, verlo lo llenaba de asco y ansiedad, era un ser repulsivo.
El gigante avanzó ignorando a Satochi, pero se detuvo al ver a Mei, el pokémon la miró por varios segundos antes de tomarla por una pierna y levantarla sin esfuerzo, Satochi corrió hacia el gigante y empezó a atacar uno de sus pies con doble bofetón, pero su ataque fue inútil, no afectaban a la momia que avanzaba con Mei sobre su hombro.

Gothita concentró toda su energía psíquica en un psicorrayo que atinó de lleno, pero fue tan infructuoso como los bofetones, nada detenía su avance. Satochi no podía dejar sola a Mei, era su trabajo cuidarla, pero no había nada que pudiera hacer. Desesperado utilizó su habilidad para ver el futuro, todas las opciones donde intentaba rescatarla terminaban en fracaso, era una visión clara como el agua, Mei estaba inmóvil en el suelo de piedra en medio de un cuarto oscuro, su cuerpo envuelto en las vendas. No podía verlo, pero sabía de alguna manera que Mei había sufrido, podía sentir la angustia que sintió en sus momentos finales, aterrada y sola. Una parte de él quería dejar de mirar, pero otra lo obligaba a hacerlo, pudo ver a la momia andando por los pasillos de la habitación y luego, un sonido, como un llanto ahogado seguido por un grito desgarrador. El cuerpo envuelto empezó a convulsionar con violencia mientras una luz morada emanaba de este antes de quedarse inmóvil, poco a poco empezó a levantarse, pero era extraño. Era como si no hubiera huesos en su cuerpo, se levantaba lanzando sus articulaciones en distintas direcciones y su cabeza le colgaba hacia atrás, la criatura se impulsó hacía adelante poniendo su cabeza en la posición correcta con el impulso, sus ojos brillaban con ese extraño morado.

Satochi temblaba aterrado, no entendía nada, solo sabía que esa cosa no era Mei, Mei se había ido. Sus ojos se aguaron, se sentía tan impotente, no podía ver más esa escena, se dio la vuelta y cerró los ojos buscando alejar la vista de la criatura. -

Aún no me creo lo que pasó. -Sebas soltó un suspiro de alivio mientras dejaba su vaso en la mesa.

Satochi alzó la vista, era borroso, un futuro improbable pero posible, Mei y Sebas estaban sentados en la mesa de un restaurante, Mightyena estaba acostado al lado de su entrenador y Satochi estaba sentado al lado de Mei, apenas podía ver por encima de la mesa. Se giró y vio a Mei, la chica le dedicó una sonrisa y acarició su cabeza, hacía años que no le demostraba afecto sincero. -

Gracias por volver...Lamento haberte tratado así. -Sebas se sonrojó y apartó la mirada. -

No fue nada, todo fue gracias a Satochi. Es un gran pokémon. -

Si, si lo es. -Mei le dio un besito en la frente y le volvió a sonreír. -Siento haberte tratado mal, te quiero mucho. -El corazón de Satochi iba a cien, ese, ese era el futuro que quería. Empezó a avanzar con la mirada fija en ese futuro, se tropezó con la vegetación, las ramas de los arbustos goleaban su cara y la raspaban levemente, pero no podía detenerse.

De pronto su visión se hizo aún más borrosa, las voces de Mei y Sebas más distantes. Satochi se detuvo, estaba a centímetros de un acantilado que de haber caído sin duda lo hubiera matado, pero él no se había percatado de ello, ni siquiera sabía dónde estaba o donde había o no camino, empezó a girarse hasta encontrar el lugar donde su visión se hizo más clara y avanzó en dicha dirección.

Era lo que le habían enseñado en su entrenamiento, "El deber de un pokémon de compañía es cuidar a su humano", si no sabía cómo hacerlo debía confiar en sus poderes, sus visiones lo guiarían por el buen camino, incluso si él no sabía cuál era ese camino. Mientras su visión le mostrara un mundo donde Mei estaba a salvo y feliz, debía seguirla, sin importar que tan imposible o tortuosa pareciera.

Satochi avanzaba implacable por la vegetación, su paso firme y determinado...Hasta que se tropezó. Satochi rodó montaña abajo cual pelota, su pequeño y blandito cuerpo amortiguando gran parte del daño. Finalmente se detuvo al caer boca arriba en un pequeño río, su visión era un poco más clara ahora, pero empezó a cambiar con rapidez, había rocas y de pronto Sebas lo levantaba y lo miraba. -

¿Te encuentras bien? -El chico miraba a los lados. - Pobre, estas todo golpeado... ¿Dónde está Mei? -Gothita se dejaba llevar río abajo, con la esperanza de que su visión se haría realidad.

Más abajo en la montaña, casi en su base, se encontraba el entrenador con sus dos pokémons, estaban combatiendo contra todo tipo de pokémons en busca de un nuevo compañero para su equipo, aunque no había habido suerte.

Sebas sostenía delicadamente a un Turpic entre sus manos y lo miró a los ojos. -

¿Tú quieres venir conmigo? -El Turpic le picoteo la cara y salió volando, Mighty al escuchar los quejidos de su entrenador al ser atacado abandono su combate con el Ariados, si eso podía siquiera llamarse un Ariados, ese patético insecto no era siquiera digno de cruzar ojos con su entrenador, no, NI SIQUIERA ERA DIGNO DE RESPIRAR SU MISMO AIRE, tenía suerte de compartir un mundo con él.

Mighty corrió y salto para morder y comerse a ese insolente y malagradecido Turpic, su entrenador le había ofrecido un puesto en su manada y lo rechaza, ¡LO RECHAZA! y encima de todo tiene el descaro de atacarlo. Ese Turpic hubiera sentido toda la furia de Mightyena de no haber sido porque su entrenador lo sujetó por el collar haciendo que ambos cayeran al piso por el impulso. -

Basta Mighty, no quiere venir con nosotros.-El chico se sentó y Mighty se colocó a su lado, Sebas acarició la cabeza de su pokémon que se mantenía firme y atento a cualquier posible atacante. -¡Percy, ven! -Esperaron algunos segundos y Percy no aparecía por ninguna parte. - ¡Percy! -Aún nada. A Sebas le mortificaba la idea de que le hubiera pasado algo malo a su pokémon, siempre venía cuando lo llamaban.

Se puso de pie y caminó por la cercanía, no había señales de Mudkip en ningún lado, su mente empezó a imaginar algunos de los peores escenarios, su pobre Percy, perdido y asustado, seguramente llamándolo mientras corría en círculos. Se agachó y tocó el suelo, había pequeños agujeros, aunque no podía distinguir su forma. -

(Quizás si sigo las huellas sea capaz de...)-Sebas goleó su frente con la palma de su mano-

Dios, soy un estúpido.

Mighty, busca a Percy.-Mightyena llevaba años viviendo con Percy, recordaba su olor, con suerte no habría pasado algo que lo cambiara drásticamente.

Mighty agachó la cabeza y empezó a olfatear el suelo para luego avanzar, Sebas lo seguía detrás. El pokémon canino levantó la cabeza y empezó a mirar a su alrededor mientras olisqueaba el aire, Percy había estado allí, luego allí...Regresó...Luego, se fue por ahí. El olor se hacía más fuerte, Percy estaba cerca, sin duda.

El rastro los termino llevando hasta un río, su agua cristalina te dejaba ver las piedras en el fondo. No era muy profundo, a mucho te llegaría a mojar un poco más de la rodilla. -

¿Seguro que está aquí? -Sebas miró a su alrededor y al otro lado del río pudo distinguir un pequeño punto azul. - ¡Percy!

-Mudkip se giró al escuchar el llamado de su entrenador y saltó con alegría, él podría ayudarlo. Mudkip saltó al agua y sin demora se dirigió donde su entrenador. -

No te vuelvas a desaparecer así. -Iba a regañar al pequeño, pero se detuvo al ver que Mudkip mordía su pantalón y lo jalaba. - ¿Qué?

¡Mud Mudkip! -Percy saltó al agua nuevamente y empezó a nadar hacia donde estaba antes. -

Percy, no me quiero mojar los pantalones, ven aquí. -Mudkip asomó su cabeza para ver si su entrenador lo seguía, pero al percatarse de que no, siguió nadando. -

Mudkip. -Llegó a la orilla y empezó a saltar y a correr en círculos. - ¡Mudkip Mudkip! -Sea lo que fuere era importante. Sebas suspiró, se levantó su jean, se quitó sus zapatos y medias y metió un pie en el agua. -

Brrr, está helada. Más vale que valga la pena. -Las piedras se le clavaban en los pies, casi pensó en regresarse y dejar eso así, pero si Mudkip le insistía tanto debía tratarse de algo importante.

Al llegar a la otra orilla finalmente pudo discernir lo que Percy quería que viera, era Satochi. Estaba empapado, magullado y como siempre, tenía su vista perdida en el vacío. -

¿Satochi? -No respondía, con algo de miedo le puso su mano debajo de la nariz, no respiraba. Nervioso, pero intentando no caer presa del pánico, apretó el pecho del pokémon psíquico a modo de primeros auxilios, abrió un poco sus labios y sopló dentro para luego repetir las compresiones. Miró a su alrededor, Mei no estaba por ninguna parte, ¿Ella le había hecho esto? Luego de soplar su boca por segunda vez, Satochi escupió un poco de agua y se levantó cual vampiro, quedando sentado con la vista en el horizonte.

La mano del chico en su cabeza lo sacó de su trance, lo miró, lo había logrado, sus visiones lo guiaron. Sin demora se levantó y tomó el pantalón de Sebas y lo empezó a jalar con fuerza. -

Hey hey-Sebas lo sujetó y lo alzó para verlo a los ojos. -Tranquilo. ¿Estás bien? ¿Qué te pasó? ¿Dónde está Mei?

Gothita gothita, go gothi. -Satochi se liberó de su agarre y miró a su alrededor, nuevamente debía confiar en sus visiones para encontrar a la chica, por donde sea que miraba todas las visiones eran terribles, Mei transformada en esa abominación y Sebas y él llegando tarde, una donde ambos chicos eran envueltos en las vendas, una donde jamás encontraban donde estaba cautiva. Luego de varios intentos finalmente puede ver algo borroso, el futuro donde ambos estaban sentados en ese restaurante, Gothita empezó a avanzar, pero su visión se distorsiono y lo poco que veía se esfumó. Gothita se giró hacia Sebas que estaba sentado secando sus pies y colocándose sus zapatos.

Rabioso Satochi fue hacia él y golpeó su pie. -

¡Go! -Gothita señaló en la dirección por la que debían ir, Sebas lo miró por unos segundos. -

¿Por allí está Mei? -Satochi se veía preocupado, si le insiste tanto probablemente Mei no fue quien lo hirió, no tendría tanta prisa por volver si fuera así. Sin duda les había ocurrido algo.

El entrenador se incorporó y llamó a Mightyena, que de un salto empezó, lleno de disgusto, a cruzar el río. Cuando llegó al otro lado se sacudió empapándolos a todos. -

Te daré un baño cuando lleguemos al hotel. -Su respuesta no complacía al pokémon. - No seas tan amargado, planeaba bañarte de todos modos.

Y tú. -Sebas tomó a Gothita y lo colocó sobre la espalda de Mighty. -Sujétate y guíanos. -

Go. -Gothita se recostó sobre la cabeza de Mightyena y le señaló en qué dirección ir, el pokémon siniestro avanzaba al frente de acuerdo con las indicaciones de Satochi.

Mientras ellos 4 buscaban su camino hacia Mei, esta estaba guindada boca abajo como cerdo en matadero, sus pies amarrados con vendas al techo de madera y piedra. Poco a poco la chica fue abriendo los ojos, la cabeza le dolía y su cuerpo se sentía pesado, aunque todo eso se le pasó de golpe al percatarse de su situación.

Estaba en una habitación oscura de piedra mugrosa y llena de musgo, había vigas de madera semipodrida que sostenían el techo de láminas de madera igualmente dañada. A su alrededor había habitaciones con barras, parecían celdas, pero le costaba distinguir su interior con la poca luz que se colaba a través de los agujeros del techo.

Soltó un pequeño grito y empezó a moverse de un lado a otro, pero no conseguía liberarse. -

¡Satochi! ¡Ayuda!- ¿Qué coño había ocurrido mientras dormía? ¿Era Héctor? ¿La encontró tan rápido? De ser él sin duda estaba muerta. -

Deja de gritar.-Mei miró en dirección a la misteriosa voz, le costaba girarse, luego de varios intentos logró impulsarse lo suficiente como para dar media vuelta y durante unos instantes pudo ver a un chico de pelo de tazón y un uniforme de científico maltrecho y lleno de parches.

Estaba amarrado al techo igual que ella, excepto que él estaba sujeto por la cintura con sus manos detrás de la espalda. -

El Gottmia salió, si te escucha gritar vendrá aquí.- Afirmó el extraño.-

¿Qué coño es un Gottmia? -Se estaba mareando un poco al estar moviéndose de un lado a otro con tanta prisa. -

La cosa que te trajo aquí. -La voz del muchacho era chillona e insoportable. -

¿Qué cosa? No recuerdo como llegué aquí, estaba inconsciente. -

Pues el Gottmia. -El chico remarcó con obviedad. -

¿Y qué coño es un Gottmia? -

Lo que te trajo aquí. -Mei gruño y rodó los ojos, esto no estaba llevando a ningún lado. Solo tenía claras dos cosas, estaba atrapada y ese chico era un inútil. -

La puta madre y me quejaba de que Sebas era un marica. -

¿Quién es Sebas? -

El que me trajo aquí. -Mei imitó la voz del muchacho, estaba harto de él. -

Pero si lo que te trajo fue el Gottmia. -

¡Cállate de una puta vez! -Estaba hasta los ovarios de escuchar su voz, si lo hacía una vez más estaba segura de que le arrancaría la lengua. -

No tienes por qué ser grosera. -Comentó el chico claramente dolido.

Mei intentaba rememirar cómo había llegado hasta aquí, quizás le daría alguna pista de cómo salir. Recordaba estar dando vueltas por el bosque con Satochi y... Satochi... ¿Dónde estaba Satochi? Esa pequeña molestia siempre la está siguiendo, si no estaba aquí... ¿El Gottmia lo habría matado? Satochi apenas sabe pelear, no puede defenderse solo.

Perfecto, simplemente perfecto, en un mismo día perdió al chico que la ayudaría a recomponer su vida, al Pokémon de su madre y ahora estaba secuestrada por...algo.

Su suerte era envidiable. -

Tu ya llevas tiempo aquí... Sabes que es esa cosa. ¿Por qué estás tan tranquilo? -Ya había sido secuestrada por los secuaces de Héctor antes, sabía cómo se sentía el estar en un lugar completamente desconocido y ese chico estaba demasiado calmado. -

Mi compañero vendrá a liberarme y uno de los administradores viene con él, no sé qué harás tú, pero en lo que ellos lleguen yo me voy directo a casa. Hoy llega el agua. -

Eso dicen antes de morir. -Ya había visto suficientes películas de terror como para saber que el rescate nunca funciona. -

¿¡Q Quién lo dice!?-El chico empezó a sudar a chorros. ¿Morir? Le dijeron que lo daría todo por la ciencia, incluso su vida, pero nada de que moriría.

Mei ignoró al chico y empezó a moverse de un lado a otro. Prefirió no gastar sus energías contestándole, debía centrarse en escapar. Levantó sus brazos y empezó a hurgar en sus bolsillos, con suerte...Si, allí estaba.

Con cuidado tomó una pequeña navaja y sacó el filo.

Estaba amarrada por los pies solamente, si quería alcanzar la venda tendría que poner toda la fuerza en su abdomen. Afortunadamente el ejercicio era de lo poco que se le daba bien y con mucho esfuerzo logró alcanzar la tela. La picaba por partes, no podía sostenerse lo suficiente como para cortarla toda de golpe y esa cosa, era demasiado dura, demasiado como para ser tela normal.

Era ya su tercer intento, solo quedaba un cuarto de la tela sujetándola y aun así no se rompía. -

¿De qué coño está hecha? -Se tomó unos segundos para recuperar el aire, su abdomen ardía como el infierno y al ver el piso de piedra debajo de ella notó que estaba lleno de sudor.

La cabeza le dolía, se sentía mareada, probablemente por los movimientos rápidos y la sangre en su cabeza, cerro los ojos por un momento para relajarse. Aunque la paz era un lujo que no podía darse, pudo escuchar como una puerta se abría en la superficie y unos pasos pesados siguieron poco después. Con un último esfuerzo se levantó y cortó el trozo de tela que quedaba, cayó al piso y se levantó con prisa para correr, pero se tropezó no más intentarlo, sus pies aún estaban amarrados con las vendas.

Los pasos estaban cada vez más cerca, Mei miró a su alrededor, debía esconderse.

Estuviera donde estuviera claramente era viejo, Kalin estaba en Undam, las cabañas allí eran bastante parecidas, de seguro estaba allí. Si, tenía que estarlo, ¿Dónde más podía ser?

La chica se incorporó y dando saltitos entró a una de las celdas, se acomodó contra la pared en una de las zonas más oscuras. Con suerte lo que sea que estuviera arriba no la vería. -

Hey, ¿A dónde vas? Ayúdame. -Chilló el chico.

Unos pies gruesos y llenos de vendas se asomaron por la escalera que crujía con cada paso, la momia avanzaba lentamente, Mei jamás vio un Pokémon así, tenía una especie de aura que le resultaba inquietante, algo en ella simplemente se sentía...antinatural. -

¡Marín! ¡Marín! ¡Ayúdame! -La momia se acercó al muchacho y lo sujetó con fuerza, Mei se asomó ligeramente para ver lo que ocurría. La momia había abierto su pecho y emitía una inquietante luz morada oscura, casi negra, el chico empezó a gritar mientras sus ojos se giraban hacía atrás y se hundían en sus cuencas. Su piel se pegaba a sus huesos y se secaba como si absorbieran toda la humedad de su cuerpo, luego de unos segundos que parecieron eternos el chico dejó de gritar, el monstruo soltó su cadáver y lo observó detenidamente.

La momia empezó a gritar y a gruñir furiosa para luego tomar el cadáver del chico y sin esfuerzo alguno romper las vendas que lo sostenían, empezó a sacudirlo como un muñeco de trapo antes de azotarlo contra el piso repetidamente y arrojar su cuerpo al otro lado de la habitación.

La momia se giró para ver el lugar donde ella estaba colgada antes, lo miró por unos instantes y luego miró a los lados, parece que recién se había percatado de que ella no estaba donde la había dejado. Mei volvió a su escondite mientras la criatura se movía torpemente por los alrededores, tomó su navaja y poco a poco fue cortando la tela de sus pies. Tenía el corazón en la garganta, su respiración iba a mil por hora y su cuerpo temblaba sin cesar, pero si quería sobrevivir debía moverse, rápido.

Volvió a asomar la cabeza, esa cosa le estaba dando la espalda, con cuidado de no hacer ruido se dirigió a la escalera, puso un pie en el escalón y cerró los ojos mientras se detenía, como si eso fuera a ayudarla en algo, parecía una niña atrapada en medio de una fechoría. La madera sonó, crujiendo con el peso de su cuerpo. -

Mierda. -Susurró para sí misma, sin pensarlo dos veces empezó a correr, no quería mirar atrás. El gruñido de la bestia la estremeció hasta los huesos, no sabía si estaba cerca, si la empezó a perseguir, solo podía pensar en la puerta, abierta de par en par la luz colándose hacia la mazmorra. Durante un segundo pudo sentir el aire fresco en su cara, el calor del sol calentando su piel, pero todo se fue tan pronto como llegó, el monstruo había amarrado una venda alrededor de uno de sus tobillos. Sus ojos se aguaron, estaba tan cerca, puso sus manos en el marco de la puerta y jaló con fuerza, estaba avanzando, poco, pero avanzaba, su tristeza se convirtió en unos breves segundos de felicidad que le fueron arrebatos cuando esa cosa la jaló devuelta a la oscuridad, su mentón golpeo los escalones mientras era arrastrada de vuelta a la mazmorra.

La criatura la sujetaba boca abajo, sus ojos clavados en el otro, si acaso se podían llamar ojos a los brillos morados que emanaban de la cara de esa cosa. Mei miró el brazo de la criatura, estaba completamente desenvuelto y... No había nada debajo, esa cosa...Solo eran vendas, metros y metros de vendas con forma de persona.

Las telas del pecho de la criatura se abrieron y revelaron su verdadera forma, un orbe morado oscuro, que desprendía una luz incandescente, flotaba en el interior del monstruo. Al verlo esa sensación de repudio, de antinaturalidad, era más fuerte que nunca. Solo podría describirlo como "Inquietante", la llenaba de terror el solo mirarlo.

Sentía como si unas manos invisibles tomaran cada centímetro de su cuerpo y lo jalaran con fuerza, intentando comprimirla y encerrarla en el orbe. Mei empezó a gritar, era un dolor que jamás había sentido antes, cada fibra de su cuerpo parecía despedazarse con esas manos, sentía como si le estuvieran arrancando algo, no físico, algo más, algo sin lo que, de alguna manera, sabía que sería incapaz de vivir.

Sus ojos se empezaron a girar hacia dentro, igual que los del muchacho de antes. -

(No me quiero morir, no quiero, no quiero, no quiero)-Sentía como si su mente estuviera siendo despedazada por partes, que cada parte de "ella" le estaba siendo arrebata.-

Quédate. -Susurro una voz ronca. -Puedes quedarte si quieres. Sin dolor, sin miedos, quédate. -No sabría cómo explicarlo, pero, sabía que era el monstruo, ese orbe, le estaba hablando. De pronto el dolor empeoró, como si todo su cuerpo estuviera siendo atravesado por agujas.

Lagrimas caían por sus ojos, su nariz moqueaba, y la saliva caía de su boca. Mei gritaba y se sacudía con fuerza, pero no podía soltarse de su agarre. -

(Tengo miedo. Tengo mucho miedo.)-

No debes tenerlo. -Susurro la voz, era más clara ahora, era la voz de un hombre mayor. - Todo acabara pronto. Pero debes decírmelo, ¿Quieres quedarte? ¿Lo anhelas?

Q quiero...Quiero. -El dolor fue cesando de a poco. De verdad quería, quería vivir sin miedo ni dolor, quería liberarse de todos sus problemas, pero...No así, era...Demasiado fácil, siempre escogía el camino fácil y la llevó aquí. Quería viajar porque estaba harta de irse por lo fácil, el quedarse...No era lo correcto, si hacía lo que el orbe le pedía solo seguiría huyendo de sus problemas, ocultándose en un falso mundo de felicidad, un mundo vacío y sin significado. Quería vivir, no solo sentirse viva.

Su cuerpo se volvió pesado, toda su energía vital la abandonaba dejándola solo como un cascaron hueco. -

¡No! -Exclamó la voz. Mei soltó un grito desgarrador, sentía como 1000 espadas la apuñalaran a la vez. - ¡Tu, te quedaras! -El dolor la estaba volviendo loca, no podía dejar de llorar, sabía que moriría si no lo detenía. Empezó a revisar sus bolsillos, su teléfono y cartera cayeron, pero logró sacar su navaja y sin pensarlo dos veces la clavó en el orbe.

El monstruo la soltó y empezó a gritar, era un grito humano sin duda, grave y carrasposo, como alguien que no ha probado el agua en años, pero era sin duda humano.

La momia huyó al fondo de la habitación mientras llevaba sus manos a su pecho buscando arrancar la navaja.

Mei estaba tendida en el piso, sentía como esa cosa que le estaba siendo arrebata volvía a ella, como si la propia vida volvía a adentrarse en su cuerpo. Su cabeza le iba a explotar, todo daba vueltas, pero logró incorporarse, intentó caminar, pero tropezó y volvió al suelo, se arrastró hacia las escaleras y empezó a subirlas poco a poco. Su respiración era pesada, su cuerpo se sentía como si tuviera millones de hormigas arrastrándose en su interior, pero no podía parar. La chica logró ponerse de pie y en un esfuerzo final se las arregló para subir las escaleras y cerrar la puerta del sótano.

Calló agotada y se recostó en la misma intentando controlar su respiración, llevo una mano a su pecho, parecía que su corazón fuera a reventar en cualquier momento. -

¡Ayuda! -Gritó con todas las fuerzas que consiguió reunir. - ¡Ayuda! -Mirando a su alrededor pudo discernir una puerta por donde entraba la luz, era el exterior, estaba tan cerca.

Sus piernas no respondían, pero debía intentarlo, empezó a arrastrarse fuera de la cabaña, pero podía escuchar los pasos del monstruo subiendo las escaleras. -

No...No...No no no no. -Chillaba como una niña pequeña mientras negaba con la cabeza y se arrastraba con más prisa, en el fondo sabía que no lo lograría. La puerta del sótano se abrió de golpe y los pasos estaban cada vez más cerca. -Por favor no...No. - La criatura la tomó por el pelo, la levantó, ya ni siquiera le quedaban fuerzas para gritar, solo sollozaba sabiendo lo que le esperaba. -

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