Capítulo 19
Movimiento en la zona 14, voy a revisar el perímetro.- El soldado caminó hacia la valla, estaba seguro que había visto un celaje huir hacía la maleza. El hombre preparó su arma y se acercó con cuidado.
Oculto entre los matorrales estaba una pequeña Eevee que le gruñó al verlo.-
Falsa alarma. Solo es un eevee.- Reportó el soldado antes de pisar el suelo con fuerza para espantar al pokémon. Su cuerpo dio un estirón, sus músculos tensándose y petrificándose mientras ese agudo chirrido invadía sus oídos.
Cayó de espaldas al suelo, su vista enfocada en las estrellas. El enorme trasero de Percy se apareció encima de él, cayendo sobre su cabeza y noqueándolo de lleno.-
¿Seguro que no le rompimos la cabeza?-Preguntó Sebas mientras los aventureros salían de su escondite entre los matorrales. La falta de respuesta a su pregunta solo logró preocuparlo más.-
Deja de llorar y abre esa mierda.- Ordenó Mei.
Percy tomó la reja y la abrió de par en par con sus propias manos. La electricidad le causaba un leve cosquilleo, era como un masaje.
Esclamate se encargó de arrastrar el cuerpo del soldado entre la maleza y lo envolvió en sus lianas por sí acaso intentaba escapar.
Todos entraron a la refinería y corrieron hacia una de las paredes exteriores, pegándose a ella mientras Percy, Alda y Esclamate corrían detrás. Sebas guardó a sus pokémons y Esclamate arrojó sus lianas a la cima del edificio, sujetándose a unas tuberías sobresalientes. El pokémon fantasma podía ser delgado pero fue capaz de cargar al grupo en pares y dejarlos en el techo de la refinería.
Rodri abrió el mapa en su teléfono y todos formaron un circulo a su alrededor.-
Bien, debería haber un ducto de ventilación cerca. Podemos usarlos para movernos sin que nos vean. Tenemos que ser rápidos, cuando se den cuenta que noqueamos a uno de los guardias sonaran las alarmas.-
¿Pero donde deberíamos buscar?- Preguntó Auris.-
Yo digo que nos dividamos. Mei con Rodri y Auris conmigo.- Auris se acercó ligeramente al entrenador y le susurró al oído-
¿Es seguro dejarlos solos?- Sebas miró al par de rubios que de inmediato sonrieron.-
Auris, vas con Mei y Rodri conmigo.-
(Pft. ¿Por qué no quieres que vaya contigo?)- Mei infló las mejillas y abrazó a Auris por detrás, recostándose al punto de que el moreno casi se iba de bruces, mientras giraba su rostro para mirar a Sebas con indiferencia. Aunque el chico no le estaba prestando atención, seguía intentando leer el mapa. Que frustrante.-
¿Entonces estamos… aquí?-Dijo señalando un punto al otro lado del edificio.-
No, aquí.- Rodri miró a Sebas, que aún no se veía muy seguro, de verdad parecía costarle entender dónde estaban.-
Bien, como sea, Rodri y yo iremos a las oficinas de los jefes y Auris y Mei vayan al almacén.- No tenía idea de que ruta tomar, así que le dejaría al rubio ese trabajo.- Dudo que quien sea que vaya a venir lo haga a pie. Y estén atentos por si ven a Stella.- El primer paso sería quitar la tapa que bloqueaba el acceso a los ductos.
Sebas sacó su navaja suiza, observando con cuidado los tornillos que sujetaban la tapa y buscando el adecuado. Mei, que consideró esto tardaba demasiado, le ordenó a Esclamate que la arrancase de un tirón.
Avanzar era difícil, los ductos eran estrechos y Rodri era demasiado corpulento como para arrastrarse con fluidez. La rendija era estrecha, solo podían ver el suelo de la oficina y una esquina del escritorio.-
¿Seguro que es aquí?-
Eso dice el mapa. Pero tengo una duda, jefe. ¿Cómo bajamos?- Sebas no le contestó, la verdad no había pensado en ello.-
No lo sé, no quiero hacer mucho ruido.-
Podemos ir a-Un chirrido resonó por los ductos, el primer y único aviso. La rendija cedió por el peso y Rodri se desplomó hacia la oficina, cayendo de cara contra el suelo con sus piernas doblándose sobre su cabeza como la cola de un skorupi.
Sebas asomó su teléfono con cuidado para peinar la zona con su cámara, no quería acercarse al borde y correr la misma suerte que su amigo.
La oficina era rectangular y amplia, sumamente ordenada, con un enorme cuadro al oleo de Rafael Martínez vestido en su uniforme militar. Uniforme que le quedaba algo ajustado pues el artista se había dado el lujo de representar al presidente con una mayor masa muscular y un rostro más grácil que el que uno veía en televisión.
Una vez confirmó que no había nadie, bajó con cuidado a la sala.-
(Qué raro que no haya venido nadie.)- Pensó mientras Rodri se incorporaba con leves quejidos. Su espalda le dolía pero hubo un segundo donde se sintió sublime, todos los huesos de su espalda sonaron, era incluso mejor que un quiropráctico.-
¿Estás bien?- Sebas se acercó al rubio y este le sonrió mientras hacía estiramientos.-
Como nuevo. Vamos a buscar la cosa esa y nos vamos de aquí.- Mientras esos dos hurgaban la oficina, Mei y Auris consiguieron llegar al almacén.
Era enorme, con filas de cajas, bidones y… ¿Qué clase de cajas eran esas? Ninguno de los dos podía creer lo que veía, dentro de unas cajas transparentes con pequeños agujeros en su parte superior habían grimers y muks de Sacris, pero lo más horrible era que la mayoría estaba inmóvil. Auris entendió inmediatamente lo que había ocurrido, había escuchado historias cuando huyó de su región, personas que buscaban irse ocultas dentro de cajas o contenedores, pero rara vez iban solos. Los contrabandistas meten a tantos como pueden pero el oxígeno es limitado y el espacio diminuto, cuando llegaban a su destino, sólo unos pocos afortunados, o desafortunados, emergían de sus escondites.-
¿Están?-
¿Contrabandeando pokémons?- Mei le quitó las palabras de la boca.
Obreros tomaban las cajas llenas de pokémons y se las llevaban fuera de su vista mientras que otros llegaban a almacenar lotes de bidones en las estanterías.
Los ductos temblaron mientras un ejército de soldados marchaba con prisa hacia la salida del almacén. Ambos se arrastraron y pudieron ver como una camioneta negra de ventanas opacas y sin placas entraba a las instalaciones. De ella se bajó un hombre vestido de traje, era obeso y calvo, y Mei lo reconoció al instante. Era Ciriaco Martínez, primo de Rafael Martínez, EL Rafael Martínez.-
¿Está listo?- Un hombre de cabello liso corto y azul se acercó a Ciriaco. Llevaba una bata de laboratorio.-
Buenas noches.-Ciriaco no le contestó.- Apenas hemos logrado hacer suficiente para un legendario.-
Nos dijeron que habría suficiente para dos.-
La merma fue mayor a la esperada. Sin embargo, el contenido es más potente.- El hombre azul metió una mano en su bata y sacó una pequeña esfera morada, similar a una pokéball. Todos los militares apuntaron sus armas al científico y este avanzó hacia una de las cajas transparentes. Metió la esfera a través de uno de los agujeros y un humo denso y morado oscuro salió de la pelota mientras el científico deslizaba la tapa de la caja, sellando a los pokémons en su interior.
Los muks y grimers empezaron a sacudirse y gritar con fuerza pero sus movimientos y quejidos eran cada vez más débiles. Auris se tapó los oídos, las lágrimas corrían solas por su rostro, pero no podía escapar de sus llantos, sus suplicas.
Eventualmente los pokémons dejaron de moverse.-
Ni siquiera un pokémon de tipo veneno puede resistir la toxina. Un pokémon legendario se verá debilitado por la misma en cuestión de minutos.- El científico azul claramente estaba orgulloso de su trabajo.-
Bien, bien. Súbanlo al camión.- Ciriaco dio media vuelta pero el científico tosió con fuerza para llamar su atención.-
Si no es molestia, hay algo de lo que me gustaría hablar.
Tengo entendido que su equipo se hizo con un objeto de suma importancia para nuestra organización. Agradecería que se nos haga entrega del mismo. Me comunique con el comandante de la guarnición local, sin embargo, recibí una negativa por su parte.- Ciriaco se dio la vuelta.-
¿Y para que necesitan ustedes ese libro?-
Tengo ordenes de hacerme con el mismo. Tengo entendido que nuestros superiores acordaron que el diario del científico conocido como Gottfried Knoche debía ser entregado al administrador más cercano al momento de su recuperación. Al ser yo un administrador solicito que se haga honra del acuerdo entre ambas partes.-
El diario será entregado cuando la situación lo permita. El comandante desea examinarlo.-
El acuerdo estipula- Las palabras del científico que se vieron cortadas por el avance de Ciriaco, incluso dio unos pasos atrás cuando el hombre parecía que se le venía encima.-
¿Está yendo en contra de ordenes del comandante supremo?-
Sólo solicito que-
Se le hará entrega del diario cuando el comandante lo considere apropiado.- El científico azul frunció el ceño, apretó el puño, pero perdió fuerza tras un breve duelo de miradas entre ambos.-
Sí. Por supuesto.-
Suban las cosas al camión.-Sebas estaba investigando debajo de un escritorio cuando su teléfono sonó. Del brinco se dio un golpe en la cabeza y sacó el dispositivo con prisa para silenciarlo, se le había olvidado.-
¿Auris?-
Se están yendo.- Dijo Auris en un susurro.-
¿Qué? ¿Quién?-
No lo sé, pero se va a llevar el libro.-
Bueno, eh… no sé. Deténganlos.-
¿Y cómo coño hacemos eso?- Espetó Mei por lo bajo.-
Eh…- Auris no podía creer lo que diría.- Mei, saca a Esclamate.- Las lianas salieron de los ductos y atraparon a Ciriaco. Los soldados apuntaron sus armas hacia el ducto pero las lianas se retrajeron y alzaron al ministro por los aires.-
¡No disparen!- Ordenó él jefe de los de los soldados. Ciriaco gritaba despavorido, al principio se sacudió buscando liberarse pero al percatarse de la altura que lo separaba del suelo el ministro solo soltaba débiles balbuceos, incapaz de articular palabra.
Mei y Auris se movieron los más rápido que pudieron por los ductos, Esclamate rompió la tapa y arrastro dentro al ministro mientras seguía a los humanos.
Mei pateo la primera rendija que vio y salió al exterior, estaban a ras del suelo en uno de los pasillos de la refinería, ayudó a Auris a salir y Esclamate los siguió detrás.
Una de las puertas se abrió de una patada y los soldados entraron en oleadas, pero Esclamate colocó al ministro entre su entrenadora y los soldados, haciéndolos retener el fuego.-
¡No disparen! ¡No disparen!- Suplicó el ministro entre lágrimas. Esclamate gritó con fuerza, paralizando a varios de los soldados enemigos, antes de huir con los jóvenes por uno de los pasillos.
Una alarma comenzó a sonar por las instalaciones, cortinas de hierro cayeron en todas las entradas, sellando la refinería del exterior.
Mientras tanto Sebas y Rodri seguían husmeando entre los documentos. Apenas leían por encima pero les dejaron claro que esta refinería no trabajaba con petróleo. Había reportes de entrega, producción de químicos y algunas anotaciones sobre la biología de los muks y grimers de la región.
El sonido del cristal cayendo los tomó por sorpresa, ambos se giraron hacia el cuadro e intercambiaron miradas. Entre los dos apartaron la inmensa “obra de arte” y tras ella había un agujero de un metro cuadrado de interior metálico.
El agujero contenía una especie de cápsula cilíndrica de plástico transparente cuyas bases estaban hechas de metal. La parte superior tenía una agarradera para su fácil transporte y la inferior estaba llena de pequeñas pantallas y sensores que indicaba los latidos del prisionero, la composición del aire y presión dentro del cilindro y el estado de salud general del sujeto.-
¿Stella?-Ralts miró a los jóvenes con una sonrisa y se acercó a la pared de plástico para observarlos mejor.
Sebas metió la mano y tomó la cápsula, sus intentos por abrirla fueron en vano, pero al menos parecía que estaba sana.-
Te sacaré cuando estemos fuera. ¿Sí?-
Sebas. Deberías ver esto.- Rodri estaba parado frente al monitor de la oficina, en la pantalla se podía ver a Mei y Auris. Estaban en un pasarela que pasaba sobre un gigantesco tanque de químicos negros y morados, los guardias habían bloqueado sus salidas.
Esclamate estaba parado junto a la barandilla, sujetando lo mejor que podía a Ciriaco, que colgaba sobre el baño de químicos mientras se movía cual péndulo.-
Tú novia está loca.- Dijo Rodri con una sonrisa.-
No es mi novia.-
Si tú dices.- Pudieron ver como la chica sonrió con confianza y camino risueña hacia el borde la barandilla.-
Dinos donde está el libro y te subo.- Auris dio un paso atrás, acercándose a la rubia, si utilizaba a vulpix abrirían fuego, no había espacio para movimientos bruscos.-
¡No sé de que me hablas!-
Tú sabes. El del tipo raro, Coche.- Mei se recostó contra la baranda y Ciriaco descendió unos centímetros, para sus horrores.-
¡No lo sé! ¡No lo séééé!-
Sube al ministro lentamente o…- Ordenó uno de los soldados.-
¿O qué?-Contestó la entrenadora altanera.-
¡No es momento para juegos!- Auris dio otro paso atrás cuando los soldados avanzaron uno.-
¿Por qué? Si nos matan el muere. Si nos dice lo subimos. Tampoco es tan difícil.-Los ojos de Mei se abrieron como platos cuando escuchó la cuerda romperse, el sudor recorría su cuerpo y su sonrisa, que antes la hacía ver confiada y dominante, la dejaba como una tonta.
Vigoroth brincaba por las tuberías, escalando velozmente las escaleras y pasillos de metal mientras llevaba al ministro al hombro. El pokémon se detuvo junto a su entrenador, un hombre joven de unos veintitantos, que llevaba gafas gruesas y de cabello marrón claro alborotado. Tenía una bata idéntica a la del científico azul.-
Buen trabajo, jijiji, buenchico.- Hablaba con prisa, sus palabras tropezándose entre sí y entremezclándose con su respiración agitada y risillas.
Acariciaba a vigoroth con fuerza, el pokémon empezó a mover una pata con rapidez mientras reía felizmente por los mimos de su entrenador.
Ciriaco soltó un suspiro de alivio mientras acomodaba la corbata de su traje.-
Bien hecho Brio.
Le diré buenas cosas a mi primo sobre ti.-
No hace falta, nono, jijiji. Ahora el libro.- Ciriaco ni siquiera tuvo tiempo de responder cuando vigoroth lo colocó sobre el barril de químicos. Lo sujetaba por una pierna y lo sacudía como un muñeco de trapo.- Ella tiene razón, esmuysencillo.-
¡¿Qué haces?! ¡Maldito loco!¡Suéltame!- Ciriaco lo miró a los ojos, enérgicos y temblorosos, al igual que su sonrisa.- ¡Dale el libro!- Exclamó, su rostro tan blanco como el vigoroth.-
Señor, tenemos ordenes.- El militar fue cortado por el aterrado ministro.-
¡Entrégale el maldito libro!- Uno de los militares sacó su mochila y hurgo un poco hasta sacar el diario. Lo alzó para que el científico de lentes lo viera y este sonrió complacido.-
Baje al ministro y haremos el intercambio.- El hombre apenas pudo terminar su frase cuando le fue arrebatado de las manos. Mei tomó a Auris del brazo y lo arrastró con ella mientras saltaba al vacío. Esclamate había utilizado sus lianas para arrebatar el diario y ahora todo dependía de él.-
¡Ahora!- El pokémon fantasma arrojó sus lianas a la baranda de la pasarela mientras Mei lo sujetaba y Auris a ella. Los tres descendieron directo al tanque de químicos, era demasiado peso, pero Esclamate se las ingenio para soportar unos pocos segundos, haciéndolos columpiarse justo por encima del borde del mismo. Todos cayeron al piso de abajo cuando el brazo de Esclamate cedió, aunque no pudo columpiarlos tan lejos, al menos no se habían herido gravemente en la caída.-
¡No! ¡Nonononono!- El científico de lentes maldecía mientras se rascaba su cuello y cabeza, sus uñas rasgando su piel hasta hacerlo sangrar ligeramente.-
Recuperaremos el libro. Baje al ministro con cuidado.-
¡No!-El científico se apoyó de la baranda, babeaba y su ojo izquierdo temblaba de los nervios. ¡¿Acaso no se habían dado cuenta?! Carl había activado el confinamiento, eso solo podía significar una cosa, no podían haber cabos sueltos.
Ellos, todos, eran inútiles.-
¡¿Qué haces?!-El científico silbo y vigoroth arrojó al ministro a los químicos.
Ciriaco gritaba mientras la piel y cabello se separaban de su cuerpo. Con cada chapoteo quedaba menos del hombre, y tras unos segundos, la mezcla quedó estable y el cuerpo del ministro de hidrocarburos desapareció en su totalidad.
Los militares abrieron fuego pero un escudo azul translúcido envolvió a vigoroth y Brio, la protección había bloqueado las balas sin problema.
La sonrisa de Brio deformaba su rostro.-
Me toca.- Sebas y Rodri presenciaron la masacre desde las cámaras. Vigoroth avanzaba a toda velocidad entre los soldados, las cámaras solo eran capaces de captar su celaje blanco mientras sus garras desgarraban la carne de los soldados como un cuchillo que atraviesa la mantequilla.-
Vámonos de aquí.- Sebas asintió y ambos salieron disparados de la oficina.
Avanzaban por escaleras y pasillos, pasando junto a científicos que hacían poco más que apartarse del camino del dúo. Todo esto le parecía de lo más extraño a Sebastian, esperaba más resistencia, el lugar estaba tan asegurado por fuera que lo imaginaba como una fortaleza.
Aunque tampoco es como que eso fuese algo malo. Mientras menos oposición hubiese mejor para ellos.-
¡Vuelta en U! ¡Vuelta en U!- El celaje amarillo de Rodri le paso por un costado momentos antes de que la patada lo alcanzase. Intentó cubrirse con su brazo pero el golpe le atinó de lleno. Su cabeza golpeó contra la pared, el mundo se tornó borroso, intentó sujetarse de un escritorio que estaba cerca pero su cuerpo cedió y cayó al suelo. El pitido en sus oídos era lo único que podía discernir con claridad. La cabeza le dolía, como si fuese a explotarle, o quizás ya lo había hecho y simplemente no lo sabía.
Necesitaba… Necesitaba levantarse, huir, sus pies no respondían. Los gritos de ralts eran débiles y difusos.
Entrenador y pokémon avanzaron con calma mientras el chico intentaba arrastrarse a duras penas.-
Tú debes de ser quien encontró el diario del doctor.- Sawk caminó hacia el entrenador y piso su espalda, clavándolo en su lugar. Podía sentir su columna crujir ante la presión que aumentaba lentamente.- Imagino que el resto de intrusos han de ser conocidos tuyos.- El pelo azul sintió su aliento en la cara. ¿Cuándo había liberado a su pokémon? Sawk le propinó un golpe a Mighty en la mandíbula, arrojándolo varios metros hasta que golpeó el suelo. El científico se recostó en la pared mientras sudaba frío, toqueteaba su cara asegurándose de que efectivamente había logrado salir intacto.
Mighty se levantó con un gruñido y se preparó para defender a su alfa.-
Platón. Encárgate de… eso.- El científico sacó un pañuelo blanco del bolsillo de su bata para limpiarse el sudor y babas del rostro.
Sawk corrió hacia Mighty y este le saltó encima, arrojándolo al suelo. Abrió sus fauces buscando su rostro pero el pokémon de lucha colocó su brazo de por medio. Mighty clavó sus colmillos y Platón le dio un puñetazo en la cara, pero el pokémon siniestro no cedía, por el contrario incrementaba su agarre mientras su rostro se deformaba con la furia. El grito de dolor de su alfa lo hizo perder la concentración los segundos necesarios para que Sawk se diese la vuelta y se colocase sobre el pokémon siniestro. Le propinó un golpe en la parte superior de la cabeza y metió una mano dentro de su mandíbula, jalándola hacia arriba. Mighty intentaba cerrar sus fauces pero apenas podía resistirse.-
¿Dónde estábamos? Ah sí, te haré unas preguntas y necesito que seas honesto y concreto. ¿Te parece bien?- El científico se inclinó para tomar a Stella pero Sebastian la abrazo con fuerza mientras la cubría con su cuerpo, ganándose una patada en las costillas.- Necesito que me devuelvas eso.- El cuerpo del chico aflojó su agarre mientras lloriqueaba, todo le dolía mucho, solo quería irse a su casa.-
Ralts.- El chillido de Stella lo hizo tensarse y sin pensarlo dos veces volvió a sujetar el cilindro con la misma fuerza que antes y nuevamente recibió una patada por parte del hombre azul.-
Que noble.- El científico le dio una suave patada en el brazo, sacándole un grito al entrenador.- Parece que está roto. Es normal, Platón no suele medir su fuerza.
Por desgracia para ti, yo tampoco.-
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