Capitulo 4
La cubierta de proa estaba repleta de los turistas que hacían igualmente la travesía marina hacia la región de Misuto. Reunidos alrededor del capitán y uno de sus marineros de confianza, un numeroso grupo de niños, entre ellos un joven adulto camuflado, escuchaban atentos las historias de mar del lobo marino y su alférez.
La mayoría de los adultos sin embargo, aburridos o cansados de llevar tanto tiempo en el mar, se acomodaban apaciblemente en la cubierta, más preocupados de la densa niebla que les acompañaba desde hacía más de una hora, que de las historias de hambre y sed en alta mar del capitán Oscar.
El hombre alzó los brazos, simulando los largos tentáculos de un Malamar, luego los movió frenéticamente por los aires y, siguiendo la representación dramática de su superior, el alférez se lanzó al suelo como si hubiera sido golpeado por uno de aquellos tentáculos. El público estaba eufórico.
Luego, todavía tendido en el suelo, sujetándose el pecho como si estuviera herido de gravedad en aquel lugar, estiró el brazo en alto, posiblemente como si estuviera arrojando una Pokéball. El Malamar interpretado por el capitán tembló asombrado y huyó del lugar dando forzados brincos, desapareciendo de escena.
Los niños aplaudieron entretenidos y alegres. Kyle observó sus rostros y podía estar seguro de que, de no ser por el curioso carisma del Capitán, a pesar de su rostro rudo e intimidante, estos chiquillos estarían ahora igual que los demás adultos, nerviosos y asustados.
Kyle levantó la mano entre la multitud de pequeñines, como si estuviera en una clase de la escuela, y le hizo su pregunta al capitán.
―Esta neblina no debe de asustarles, niños―haciendo énfasis en su diminuto público―. Los pequeños de Fitji aprenden a navegar en estas neblinas desde que nacen. Además, ya estamos muy cerca de llegar. ¡Escuchen!
Tomó nota mental del nombre que el capitán acababa de nombrar. Fitji, tal y como dijo el capitán, era el nombre verdadero de la región, y pronto Kyle terminaría familiarizándose aún más con este.
La multitud hizo silencio, uno bastante difícil teniendo en cuenta que los niños no son particularmente silenciosos, y el sonido del oleaje inundo la cubierta. Los adultos poniéndose aún más nerviosos.
―No se escucha nada, capitán.
Kyle tenía razón, pero en esa extraña suerte que había tenido el joven, el capitán podía percibir el fin de aquel largo viaje. Girando hacia el frente de la proa, mirando entre la neblina, respiró hondamente y se dio la vuelta para enfrentar al público.
―¡Bienvenidos!―alzando los brazos enfáticamente―. ¡Bienvenidos a Fitji!
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