Capitulo 23
Pasado el mal rato con el Frillish salvaje en el muelle de Trois, Kyle y Oscar, el capitán de la lancha, tuvieron un buen tiempo para recuperar el aliento y calmar sus nervios. No muchos tenían la suerte de escapar de un encuentro con un Frillish salvaje, especialmente si no se es entrenador Pokémon.
Dejando de lado el lapsus de inconsciencia de Kyle, el cual duro casi dos horas, el capitán se despidió del joven extranjero y se marchó a los astilleros para iniciar los procedimientos reglamentarios de inspección y mantenimiento para las naves de transporte de la región.
Ahora mismo, Kyle viajaba en autobús desde los muelles hasta el centro de la ciudad de Trois. Sentando en uno de los asientos del fondo, el joven académico observaba impresionado a través de la ventanilla del bus.
Edificios altos y bajos, grandes avenidas y callejuelas lo suficientemente amplias para permitir el paso de un vehículo pequeño. Se podían ver también grandes puentes y calles elevadas, enormes jardines colgantes y parques ecológicos. La vista se le llenaba de grandes paisajes urbanos, manchados de preciosas y ensoñadas postales naturales que combinaban armónicamente entre sí.
Pero lo que más llamaba la atención de Kyle no era el paisaje del exterior de la ventanilla del autobús. Estaba realmente encantado y derritiéndose por dentro con la dulce sonrisa de una pequeñita bebé morenita de finitos cabellos castaños claros.
Kyle no podía evitar hacer caras para que la pequeñita sonriera más y riera con gran ternura. Además, la madre de la pequeña se había girado en su asiento para que la niña pudiera jugar con él. Ella también sonreía tiernamente viéndolos jugar tan animadamente.
El autobús se detuvo. Kyle revisó la parada y se dio cuenta de que era la suya. Su corazón se llenó de tristeza, pero no tuvo más remedio que despedirse de la pequeña y de su bella madre y bajar allí.
―El mundo es tan injusto...
Se giró y comenzó a caminar mientras refunfuñaba hasta la entrada del Centro Pokémon. Se trataba de una enorme construcción circular en el centro de un gran predio, más bien parecía ser todo un parque natural, donde el motivo tropical de la región no pasaba inadvertido.
Cruzó las puertas de cristal y se internó en el gran lobby. Estaba atestado de jóvenes y niños acompañados de sus Pokémon, algunos de ellos fascinantes y poco conocidos, y muchos más que le eran muy familiares. Los había en todos los tamaños y formas, de diferentes colores y tipo.
―¿Puedo ayudarte?
El inconfundible uniforme de enfermera Pokémon no le hacía ninguna justicia. Jovencita, entrados los veinte, cabello oscuro y lacio recogido en una cola alta, su piel del color de la nieve contrastaba fuertemente con el cálido caribeño de los de Fitji.
Kyle se quedó completamente embobado, atraído por su belleza y la brillante sonrisa de la enfermera.
―Un golpe de calor... ¿quizás?
La pobre muchacha lo miraba confundida y preocupada. Nada menos que treinta y nueve grados hacían allí fuera, y el aire acondicionado del Centro Pokémon bajaba drásticamente la temperatura interior hasta los veintitrés grados. Kyle estaba a solo un paso de sufrir un golpe de calor.
―Estas... hum... ¿estás bien?
Kyle se empezó a tambalear. Tuvo que hacer un esfuerzo por no caerse de boca al suelo, pero finalmente lo hizo, con la diferencia de que no fue el suelo lo que sintió al final.
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