―Es Lugia...

Ingenuamente, Kyle no había medido el nivel de importancia de esas palabras aquella noche. Tal vez por el sueño, quizás por sus oídos endulzados con la melodía de aquella criatura. Poca fue la relevancia que le dio a las advertencia del capitán aquella noche en Un, justo el día anterior a marcharse para seguir su viaje vacacional.

Ahora, víctima en parte de las circunstancias, y en gran parte de su inocencia e ignorancia, Kyle viajaba a bordo de la nave del capitán Oscar con un amargo sabor de boca, además de una confusión abrumadora.

Se giró a ver al curtido marinero en el timón de la nave. Su color había regresado, y aquella expresión endurecida por los años se había vuelto aún más dura. Así se ven los marineros enojados, pensó con una gracia fuera de lugar.

―Oiga, capitán―intentó llamar su atención, por quinta vez en cuatro horas―. ¿Va a ignorarme el resto del camino?

Pero el hombre no respondió. Ni siquiera parpadeo o hizo mueca alguna. Esta verdaderamente enfadado, pensó con desanimo.

―Bueno...―dijo cabizbajo―. Supongo que ya no importa...

Se paró en cubierta y se quitó su bata de laboratorio, dejándola a un lado junto a sus Pokéball. Se giró hacia el marinero.

―Allí hay algunos Sharpedo―señaló hacia estribor―. Iré a jugar con ellos.

Pero antes de que pudiera arrojarse al agua y empezar a nadar hacia donde efectivamente estaban los Sharpedo, un grueso brazo lo asió de la cintura y obligó a sentarse en cubierta con brusquedad. El capitán había salvado su vida antes de siquiera haberla puesto en peligro.

―¡Por Arceus!―gritó al cielo―. Pensar que me caías bien...

―Lo siento, capitán, pero necesitamos hablar, ¿no cree?

―Suenas igual a una mujer―contuvo un escalofrío―. Pero tienes razón...

El marinero se sentó en frente del joven y respiro hondo. Al parecer, era un verdadero dolor de cabeza tratar con el joven entrenador y turista de Kanto.

―Supongo que quieres saber QUÉ era eso, ¿cierto?―el joven asintió―. Ese era Lugia...

Silencio.

―¿Cómo podía ser Lugia, un Pokémon legendario, esa cosa? ¿Vio como su piel se caía sola? No creo haber tenido una alucinación o sueño, capitán.

―Lo sé―se apresuró a interrumpirlo―. Solo mira como quedó la lancha. Costara mucho repararla...

Como bien señaló, a lo largo y ancho de la lancha, las marcas de la batalla y las secuelas de la fuerza de la tormenta podían verse con claridad. No solo manchas negras y pintura desgastada. En algunas partes, la cubierta de fibra de vidrio y madera comenzaba a levantarse y agrietarse, y ningún de los dos podía asegurar como estaría el resto del casco de la nave.

―Podríamos no llegar a Trois...―sentenció sombríamente―.

―No diga eso―se sobrecogió con la idea de naufragar en una región desconocida―. Pero, dejando la idea de tener que nadar hasta la siguiente isla, y no soy buen nadador, ¿podemos estar tranquilos?

―¿Te refieres a si ya no corremos peligro de nuevo ataque?―asintió con efusividad―. Yo diría que sí. Es probable que no pase nada en un tiempo.

―En un tiempo...―dijo lentamente―. ¿Es el único legendario homicida en Fitji? ¿No debería temer de que un Rayquaza baje del cielo e incinere ciudades, o de que Darkrai me meta dentro de alguna pesadilla eterna? Soy entrenador, pero no podría derrotar ni a un simple Rattata salvaje...

―¿De qué hablas?―rio incrédulo―. ¿Acaso Dragonair es de papel? Incluso sé que venciste a Makü.

―Esas son cosas diferentes...―se avergonzó al recordar aquel combate con el joven de Un―. Dragonair ya es fuerte por sí mismo, y lo de Makü... fue suerte.

―¿Estas siendo modesto?

El capitán le dio un suave codazo y ambos rieron. Rápidamente se olvidaron del enfrentamiento de hace solo unas horas. Necesitaban una distracción y un descanso.

El cielo se veía muy azul en todas direcciones luego de aquella tormenta, y Kyle no le había dado la suficiente atención a ese detalle. Perdió su vista en el inmensurable azul de lo alto.

De momento, nada era más importante que el azul del cielo de Fitji. Un claro y atractivo azul, perfecto para distraer la atención de cualquier ingenuo turista.