Capitulo 2


Las aguas marinas, verdosas y espumosas en su superficie, eran un atractivo refrescante para la gran cantidad de pasajeros que la nave transportaba, muchos de los cuales sufrían del intenso calor de alta mar.

En un rincón de la cubierta, bajo una sombrilla de colores brillantes como el amarillo y el naranja, el joven estudiante se relajaba tanto como podía, o mejor dicho, el calor le permitía.

A su lado, fresco como lechuga, el diestro marinero que hacía de capitán de la nave se jactaba de su resistencia al calor, de la que claramente Kyle estaba envidioso.

Alto, moreno y fornido, camisa desprendida y expresión ruda, el capitán charlaba entretenido sobre ciertas cosas de marinos que resultaban de interés para el joven intelectual.

―Los Dragonite son muy solidarios, especialmente con los marineros perdidos―decía sin una gota de sudor en el rostro―. Pero los Dragalge son otra historia.

―¿Esa cicatriz se la hizo un Dragalge?―preguntó el joven secándose el sudor de la frente―.

Efectivamente, sobre la ceja izquierda, el capitán llevaba la marca de lo que parecía una horrible quemadura. El hombre le explicó que se la hizo cuando unas gotas del veneno de un Dragalge salvaje le alcanzaron aquella parte del rostro en una batalla de vida o muerte. Y como los hechos hablan por sí mismos, el capitán salió victorioso de la batalla, aunque no impune.

Continuaron hablando largamente durante un rato más, solo hasta que empezó a caer el sol en el horizonte y las aguas verdosas se volvieron cada vez más oscuras, salvo por las anaranjadas olas salpicadas por el sol en el borde del mundo, antes de desaparecer hasta el día siguiente.

El chico se encontraba en la parte delantera de la cubierta, la proa de la nave, observando como el día se consumía en sus últimos minutos. A su lado, un sereno Pokémon de tipo fuego le hacía compañía.

―Apenas pasó un día y ya extraño mi casa―dijo con melancolía―.

Se apoyo sobre las barandillas de la cubierta y hundió su rostro entre sus manos, conteniendo la tristeza que le embargaba. Su compañero Pokémon, mirando en la distancia, buscando algún punto familiar que le recordara a su hogar.

Levantó la mirada hacia lo poco que quedaba del astro rey antes de desaparecer y se recompuso lentamente, secándose algunas lágrimas del rostro.

Un sonido. Alguien caminaba en su dirección. Se relajo con una buena bocanada de aire y esperó a que la otra persona se acercara y hablara. Era el capitán.

―Yo también extraño mi casa, chico.

―¿Hace estos viajes muy seguido, capitán?―preguntó, la vista lejos en el mar distante―.

―Desde que tengo veinte años―vio hacia el cielo, algunas estrellas titilando en el firmamento―. Incluso hoy en día, es difícil salir al mar sin sentir añoranza por el hogar.

Se hizo silencio y ambos hombres mantuvieron la vista cada uno en su respectivo lugar, el joven en el horizonte, contemplando las posibilidades de aventura y diversión que el destino más allá del mar le aguardaba, y el capitán viendo hacia las estrellas, estudiando en ellas el pasado y el futuro.

―Ve a dormir, chico. Esta noche el mar estará agitado.

El capitán se marchó entonces, bufando y maldiciendo por lo bajo, Kyle yendo en dirección a su camarote somnoliento y confuso.

¿Por qué el malhumor repentino?

Más tarde esa noche, sabría el porqué de aquel cambio en una forma muy vívida y personal.

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