Capítulo XXXII

No pude concentrarme en todo el día. Cada vez que levantaba la mirada en clase, me topaba con esas imágenes extrañas. Esas alucinaciones… Sigo sintiéndome demasiado confundida, aún parece que estoy olvidando algo… Pero, ¿qué estoy olvidando?

Hoy decidí volver caminando a casa en lugar de tomar el autobús. Comienza a atardecer, es un día precioso. El sol se ve rojo, igual que Flareon… Flareon… ¿De dónde saqué a un Flareon? He conocido a muchos, pero… ¿Por qué siento que éste Flareon es más especial que el resto? Sacudo la cabeza intentando aclarar mis ideas, todo esto terminará por hacerme saltar de un puente. Aunque sé que si lo intentara, James me… ¿James? ¿Quién es James?

Cuando llego a casa, dejo mi bolso en el sofá del salón y me quedo absorta mirando al vacío. Usualmente, llego del colegio y subo para cambiarme de ropa por algo más cómodo con lo que pueda salir a caminar con mis Pokemon. Pero hoy… Me duele un poco la cabeza y me siento aturdida. Es como si de repente nada tuviera sentido.

— ¿Perla? ¿Por qué no me dijiste que ya habías llegado?

Mi madre me sobresalta. Ella asoma la cabeza por la puerta de la cocina y me mira un poco angustiada. Sé que su instinto maternal le está diciendo a gritos que algo va mal. Todo va mal.

—Perla…

De repente ya la tengo revisando que no tenga fiebre. Por alguna razón me siento demasiado agradecida con ella por la forma en la que me cuida. Si algo llegara a pasarle, yo… Yo… ¿Por qué de repente me preocupa que algo pueda pasarle a mamá? No es una preocupación común y corriente, es un miedo desmesurado. Es como si alguien estuviera amenazando a mi madre, como si realmente corriera peligro… ¿Por qué estoy pensando algo así? ¿Y por qué de repente me siento agradecida de que mi madre no se lo pase comparándome con David? ¿Y por qué mi madre me compararía con David? Nosotros no somos como Sheryl y Skyler… ¿Sheryl y Skyler? ¿Quiénes son Sheryl y Skyler? ¡Maldita sea! ¿Qué está pasándome?

—Mi cielo…

Mi mamá me abraza con fuerza cuando rompo en llanto.

—Perla, linda, ¿qué te pasa? ¿Tuviste un mal día? ¿Te sientes mal? ¿Estás enferma?

Quisiera poder responderle, pero sólo soy capaz de devolverle el abrazo y sollozar en su hombro. No tengo palabras para decirle lo confundida que me siento. No sabría cómo explicarle el miedo que tengo de que alguien le haga daño. ¿Qué puedo hacer para dejar de sentirme tan como si mi vida hubiera dejado de tener sentido?

—Te amo, mamá… —es lo único que puedo decirle—. Te extraño mucho…

¿Extrañarla?

¿Por qué la extraño tanto, si la he visto ésta mañana?

—Hija…

Mi madre se separa de mí y enjuga mis lágrimas con sus dedos pulgares. Me mira demasiado angustiada y parece estar tan confundida como yo.

—Perla, sabes que yo también te amo. Y sabes que puedes contarme cualquier cosa, ¿no es cierto? ¿Hay algo de lo que quieras hablar?

Y yo vuelvo a envolverla en un fuerte abrazo.

Mi madre insistió en que subiera a darme un buen baño, me pusiera un pijama cómodo y pasara en cama el resto del día. Me he rehusado y mi madre ofreció que me quedara entonces en la sala de estar, recostada en el sofá.

Por más que he intentado recobrar la compostura, de repente vuelvo a sollozar y mi madre viene corriendo a ver qué me ocurre. Esto ha tenido su lado bueno, mamá dice que puedo faltar al colegio los días que necesite para sentirme bien. No ha dejado de insistir en que quiere que le cuente lo que me haya pasado, pero yo simplemente no puedo responderle.

Detesto sentirme tan confundida…

—Te busca la Elite.

La voz de David logra hacer que mi corazón dé un vuelco y empiece a latir a mil por hora. Es como si la Elite fuera algo sacado de mis peores pesadillas. ¿Por qué me siento así?

— ¿Qué? —le pregunto con un hilo de voz.

David recién ha llegado del colegio. Me mira confundido mientras intenta soltar el nudo de su corbata.

—Te pregunté cómo te sientes —dice y se inclina para besar mi frente.

Claro…

—Creo que estoy un poco mejor —le respondo, mi corazón no se tranquiliza.

—Mamá me ha pedido que vuelva antes para ayudarla a cuidar de ti —dice y se deja caer en su sofá favorito—. Dijo que te pusiste muy mal. ¿Qué te ocurre?

—No lo sé…

— ¿Problemas femeninos?

En otras circunstancias le habría lanzado un cojín al rostro diciéndole que es un indiscreto estúpido y ambos habríamos reído a carcajadas. Pero hoy…

—David…

Me mira, él también sabe que algo no está bien conmigo.

Dirijo una veloz mirada hacia la cocina para verificar que mamá no está cerca.

—David, ¿alguna vez has sentido que algo no va bien?

— ¿Qué?

—Esta mañana cuando desperté… Bueno, yo… Durante todo el día… —Y de nuevo estoy llorando—. Siento como si… Algo no… David, he estado viendo… Todo parece estar mal… Siento que estoy olvidando algo que debería recordar… Y todos esos rostros… Y las voces… Y los nombres… David, ¡tengo miedo!

Me envuelve en un fuerte abrazo. ¿Por qué toda mi familia piensa que eso resuelve algo?

—Escúchame, tonta —dice y me mira fijamente—. No debes temer, ¿de acuerdo? Yo siempre estaré aquí para protegerte.

Me hace sonreír y mis lágrimas son ahora de felicidad. Al menos sé que puedo contar con David, aunque no estoy segura de que él apruebe que yo salga con James.

James…

¿Quién es James y por qué quiero salir con él?

Nunca he conocido a ningún James… Todo esto terminará por volverme loca.

Cenamos pollo frito y mamá me envió a dormir cuando vio que comenzaba a presentar los síntomas de una jaqueca. La parte positiva de estar enferma es que mamá siempre intenta pasar el mayor tiempo posible conmigo. Espera pacientemente a que yo me ponga el pijama para luego arroparme y darme un beso de buenas noches.

Tengo un pijama especial para días como éste. Es púrpura, suave… Púrpura… Como el cabello de Harumi… ¿Harumi? ¿Quién es Harumi? Es un nombre oriental, ¿cierto? Asiático. No conozco a ninguna persona de raza asiática. Pero, por alguna razón, siento que sí he conocido a alguien con ojos rasgados. Alguien de cabello púrpura, que tiene un helicóptero.

Un helicóptero…

Y mucha nieve… ¿Nieve? Sí, nieve… Nieve de Alaska… Pero, si nunca he visitado Alaska…

— ¿Lista?

Asiento distraídamente cuando mi madre retira las sábanas. Me recuesto en la cama, ella me arropa y me da un beso en la frente.

—Descansa, mi cielo. Mañana te sentirás mejor, te lo prometo.

Me sonríe, acaricia mi cabello y apaga la luz.

—Mamá…

Me mira, el amor que me tiene se refleja en su mirada.

—Perdóname por haber ido a Phoenix sin tu permiso…

¿Qué diablos acabo de decir? ¿Cuándo fui a Phoenix? Jamás he ido a Phoenix…

—Perla, ¿te sientes bien?

Se sienta en el borde de mi cama y comienza a acariciar mi cabello con una mano.

Las lágrimas brotan de nuevo de mis ojos.

—Mamá… Yo… Lo lamento… No quiero que nadie te haga daño… Ni a ti, ni a David…

—Perla, nadie va a hacernos daño.

—Mamá, yo te salvaré.

Me incorporo de golpe.

¿Qué me está pasando?

—Te prometo que atraparé a Umbreon para salvarte. No dejaré que la Elite te lastime.

¿Umbreon? ¿La Elite?

—Mamá, nosotros te salvaremos. Mis amigos y yo iremos por ti, te lo prometo.

Me toma por los hombros y vuelve a recostarme en la cama.

—Hija, ya es hora de dormir. Mañana te sentirás mejor.

Besa de nuevo mi frente y se retira, la veo enjugar una lágrima… ¿Qué está pasando?

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