Capítulo XXX

¿Se supone que debemos sentirnos intimidados con las trampas de Umbreon?

Pues esos agujeros que se abrieron bajo nuestros pies no sirvieron para aterrarme o desanimarme. Al contrario, me siento mucho más motivada que nunca.

Voy a atrapar a ese maldito Pokemon.

Este largo pasillo no parece tener fin. Por más que camino, no se termina. No hay más puertas, ni ventanas. Sólo la luz que dan las antorchas, que tampoco es demasiado buena. Todo está a media luz y las antorchas están situadas a un metro de distancia una de otra.

Habría llamado a uno de mis Pokemon, pero todo esto me da muy mala espina.

Me parece que ya puedo ver el fondo del pasillo. Es una puerta oscura. Sea lo que sea, dudo que conduzca a algo bueno.

Cuando abro la puerta y atravieso el umbral, me deslumbra una luz blanca. Me ciega e incluso siento que mis pies dejan de tocar el suelo… Esto es… ¿Una alfombra?

Recupero la visión de golpe y me quedo sin aliento al ver la habitación en la que estoy.

Las paredes cubiertas de collages hechos con recortes sacados de revistas sobre los Pokemon, la decoración que tiene el tema de los Pokemon de Tipo Agua y luce un poco aniñada a pesar de los pocos toques que muestran que aquí duerme una adolescente, la alfombra celeste e impecable que se conserva gracias a que nadie puede entrar con los zapatos puestos.

Es… Mi habitación…

Y yo estoy ahí, recostada en la cama. Con los auriculares puestos, los ojos cerrados, el uniforme del colegio puesto, la música a todo volumen… Y un listón azul olvidado en la mesa de noche.

Recuerdo eso.

Gané ese listón azul en un concurso de talentos.

El colegio al que asisto es patrocinado por la Elite. La mayoría de nuestras clases están relacionadas con el entrenamiento de los Pokemon, así que todos en el cuerpo estudiantil somos Entrenadores. En esa ocasión, entré al concurso de talentos haciendo algunos trucos con Vaporeon. Nos llevamos todas las palmas y gané ese listón azul. Pero cuando volví a casa, ilusionada por haberlo ganado, mi madre me ignoró por completo. Así que fui corriendo a mi habitación y dejé el listón azul en la mesa de noche, como si no valiera nada.

¿Cómo es posible que pueda ver esto?

Creí que lo había dejado enterrado, para siempre…

— ¿Sheryl?

Alguien llama a la puerta. Me giro y veo entrar a Skyler, vestida con el uniforme de nuestro colegio y cargando aún su bolso bajo el brazo. Cuando esa aparición me atraviesa, siento como si m golpeara una corriente de aire gélido. Skyler avanza hasta la cama y se sienta en la orilla, yo no la miro… O, más bien, mi otra yo no la mira.

—Sheryl, lamento no haber asistido a la función. Sabes que los cursos especiales que imparte la Elite me quitan todo el tiempo libre y…

— ¿Te parece que me importa?

Skyler parece herida luego de escuchar la respuesta de mi otro yo.

Recuerdo bien esos cursos especiales que Skyler tomaba, por interés propio y por la influencia de mi madre. La Elite impartía clases especiales para todos aquellos estudiantes prometedores y ella tomaba varios de ellos. En ocasiones no se le veía por la casa hasta altas horas de la madrugada. Creo que ahora que Skyler me lo ha contado todo, puedo entenderla y darme cuenta de que ella es distinta. Pero mi otro yo no lo sabe, mi otro yo piensa que…

—Supe que ganaste el concurso —insiste Skyler—. Primer lugar, ¡me siento orgullosa de ti!

—Largo de mi habitación, no eres bienvenida.

—Sheryl…

—Dije que te vayas. No quiero verte aquí.

Y Skyler se levanta para salir de la habitación.

¿Por qué hice eso? Skyler sólo quería ayudarme.

Sheryl Crown…

Me sobresalto al escuchar esa voz y giro un par de veces la cabeza para descubrir su fuente. No hay nadie detrás de mí, pero no tendría por qué haberlo. Esa voz se escucha en mi cabeza. Es grave, cavernosa y aterradora.

¿Quieres saber por qué trataste así a tu hermana, o ya puedes adivinar la respuesta por ti misma?

—Lo hice porque no estaba consciente lo mucho que le importo a Skyler.

Incluso ahora no me lo creo del todo, mi voz temblorosa es la prueba fehaciente de ello.

Escucho esa voz fría en mi cabeza, no es para nada agradable.

¿En verdad crees que tú le importas?

—Tú eres nuestro más grande y único orgullo, Skyler.

Esa segunda voz es la de mi madre.

Siento una punzada de dolor en mi corazón al escuchar esas palabras, igual que ocurría cada vez que ella lo decía en mi presencia.

Incluso tu madre sabía lo poco que tú le importas, es por eso que su única preocupación era que tu hermana mayor fura la que obtuviera el triunfo. ¿Para qué tener fe en alguien como tú? ¿Qué tienes tú que pueda ser especial?

¡Cierra ya la maldita boca!

Las lágrimas ya corren por mis mejillas.

¿Es necesario recordarme lo que ya sé acerca de mi madre?

Todo lo que tienes o has tenido en tu vida, pasará a ser tarde o temprano parte de las posesiones de tu hermana mayor. El amor que alguna vez te tuvo tu hermana, el puesto de Líder de Gimnasio, un lugar en la Elite, el cariño de tus únicos amigos… Y también, la confianza de Perla Cobby.

¡Perla no tiene nada que ver en esto!

Perla es mi mejor amiga, no de Skyler. Sin importar la relación que ambas puedan tener, Perla y yo somos las mejores amigas… Somos las mejores amigas, lo somos… ¿Lo somos?

No, no lo son. ¿Quién querría ser amiga de alguien con un carácter tan débil como tú? Lo único que haces, lo único que has hecho en tu vida, es intentar superar a tu hermana. Te has perdido en ese objetivo estúpido y no te das cuenta de que ya no eres más que un títere de tus propias emociones. ¿En verdad piensas que tus aspiraciones están mínimamente relacionadas con superar a Skyler? ¿En verdad crees que quieres ser Líder de Gimnasio? Y, ¿para qué ser Líder de Gimnasio? Como si eso pudiera superar a un miembro de la Elite…

— ¡No te atrevas a decir que no sé lo que quiero!

Ni siquiera sabes quién eres. ¿O sí?

Claro que lo sé.

No, no lo sabes. No sabes qué hacer cuando hayas superado a tu hermana. Ambos sabemos que no serás capaz de ser mejor que ella. ¡Nunca lo lograrás porque tú no eres nada!

Y la voz de mi madre vuelve a escucharse en mi cabeza, a mí alrededor. Mi dormitorio se desvanece y todo a mí alrededor se pone oscuro. La voz de mi madre es un recuerdo persistente de lo que no he podido hacer nunca con mi vida. Sé que soy una inútil en comparación con Skyler, que no valgo nada y… No… No es así… Perla me demostró que se puede ser distinta y aún así puedo ser especial… Antes me habría derrumbado tan sólo de escuchar a mi madre adulando a Skyler, pero hoy…

Es Perla…

Perla es quien me ha mostrado lo que realmente soy. Estoy convencida de que por mí misma puedo llegar incluso a convertirme en una Maestra Pokemon y no permitiré que ninguna voz estúpida me diga lo contrario…

La voz cavernosa se apaga de repente, se desvanece tan rápido como apareció. Miro en todas direcciones, pero no hay nadie acercándose a mí. ¿Eso significa que lo he vencido?

Vaporeon sale de su Pokebola para acercarse a mí, sólo puedo ver su silueta en la oscuridad pero eso me basta. Me agacho para acariciarlo y él me da un golpecito con su nariz en la mejilla.

—Ustedes lo saben, ¿no es así? —Le digo, las lágrimas aún brotan de mis ojos—. Es gracias a ustedes que ahora tengo el valor de ser diferente. Juntos podemos lograrlo todo, ¿no es así? Y yo… Yo estoy muy feliz de que todos ustedes estén a mi lado.

Vaporeon asiente y roza mi mejilla con la suya, si es que a eso se le puede llamar mejilla.

Lo sé, y esa voz también lo sabe.

Skyler tendrá todo el talento del mundo, pero no tiene lo que yo tengo.

Amigos incondicionales y verdaderos.

Humanos y Pokemon, juntos.

Seres que conocen el verdadero significado de la amistad y la lealtad.

Esos amigos que seguirán conmigo a pesar de mis errores.

Una nueva luz me deslumbra cuando esa segunda puerta se materializa frente a mí. Me pongo de pie y me quedo mirando el umbral durante un minuto entero.

—Podemos hacerlo todo, Vaporeon —le digo, él asiente—. Todos juntos, somos un equipo.

Y atravesamos juntos el umbral.

Sea lo que sea lo que viene ahora, estoy convencida de que puedo sobrevivir a eso. Es algo que yo puedo hacer y Skyler no.

Y aunque ella pudiera hacerlo también, que sé que podría, lo que haga yo valdrá mil veces más que lo que ella haga. Eso es porque ambas somos únicas. Ambas cometemos errores y ambas podemos cumplir nuestros sueños, sin importar que una lo logre antes que la otra.

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