Capítulo XXIX
¿Cuántas malditas veces más tenemos que caer al vacío o golpearnos cualquier parte del cuerpo?
Me levanto del suelo y llevo una mano a mi cuello para acallar ese maldito dolor. Creo que me lo he torcido, me cuesta girarlo para voltear hacia la derecha.
¿Dónde estoy?
Es una habitación casi totalmente oscura, excepto por esas antorchas que enmarcan una enorme puerta.
— ¡¡Perla!! ¿¡Estás aquí!? ¡¡Respóndeme!!
No está aquí.
¿Dónde diablos se metió?
Perla es fuerte, sé que ha sobrevivido a la caída… Espero que haya sobrevivido a la caída.
— ¡Auxilio!
Ese grito me hiela la sangre.
Pero, es imposible… Ella no puede estar aquí…
— ¡¡Ayuda!!
Viene de detrás de esa puerta.
Tiene que ser una trampa.
— ¡¡James!!
Derribo la puerta de una fuerte patada y entro corriendo a… Pero… ¿Qué mierda…?
— ¡¡James, ayuda!!
Estoy en… ¿Cómo…? Es…
Tranquilízate, James… Inhala… Exhala…
Estoy en el jardín trasero de la casa de mis padres. Puedo ver los columpios en los que Jamie y yo solíamos jugar cuando éramos niños. Y al fondo está ella. Jamie. Mi hermana. Debajo de un Arcanine salvaje que intenta hacerle daño. Esto… Esto yo lo viví hace…
— ¡¡¡James!!!
— ¡¡Jamie!!
A pesar de que una parte de mi sabe que todo es una ilusión, busco algún objeto contundente para golpear a ese Arcanine.
— ¡Jamie!
Esa es mi propia voz.
Veo a otro James correr con un tubo de acero bajo el brazo para ahuyentar al Arcanine salvaje. Lo golpea una y otra vez hasta que logra hacer que se vaya. Jamie está sana y salva, se levanta y envuelve a ese otro James en un abrazo.
No entiendo, ¿qué está pasando?
—James Harrison…
Esa voz…
— ¿Quién eres?
—Soy alguien que puede ver lo que hay en el fondo de tu corazón.
¿Qué estupideces está diciendo ese sujeto, sea quien sea?
—Tú has sido un caso bastante difícil, James Harrison. Eres un ser humano noble, protector con tus seres queridos. Darías lo que fuera por tus amigos, ¿no es así?
— ¿De qué se trata esto?
—Ahh… Ahí está, tu debilidad… Harrison, eres ese tipo de humanos que no son nada si no son parte de un grupo. Tan protector eres con quienes te rodean que no serías capaz de soportar la pérdida de un ser querido.
— ¡¡James, ayúdame!!
Esa voz…
— ¡¡Perla!! ¡¡Perla, respóndeme!!
La imagen del jardín trasero de la casa de mis padres se desvanece y se transforma en un sitio oscuro. Totalmente oscuro. Y ella… Perla está a casi cinco metros de mí. Herida, con los ojos cubiertos de una densa capa de lágrimas.
— ¡¡Perla!!
Intento correr hacia ella pero me estrello contra una barrera invisible que me impide llegar. Ella sigue gritando, su voz taladra en mis oídos y me hace caer en la desesperación. ¡Tengo que llegar con ella! ¡Perla me necesita!
— ¿De dónde viene esa sensación, Harrison? ¿Por qué piensas que esa humana inútil te necesita? ¿Es lo mismo que sentiste cuando viste a tu hermana siendo atacada?
Cuando vuelvo a mirar, Perla ya no está. En su lugar, veo a Jamie. En las mismas condiciones.
—Jamie… ¡Jamie!
Golpeo la barrera invisible con los puños para intentar atravesarla, pero me es imposible.
—Qué miserable debe ser la vida que tienes, James Harrison. Siempre preocupándote por otros, por personas que no se preocuparían nunca por ti. Esa impotencia que sientes al no poder acercarte a tu hermana o a la dueña de tu corazón es la misma que terminará por destruirte tarde o temprano. No puedes proteger al mundo entero, Harrison. Lo único que debe preocuparte es tu propio bienestar.
Mis manos comienzan a sangrar por la fuerza que aplico para intentar derribar la barrera invisible. Duelen demasiado, es insoportable, pero tengo que llegar con Jamie. ¿Quién se cree ese sujeto para farfullar esa serie de cosas sin sentido?
—Escúchame cuando te estoy hablando, humano.
Jamie desaparece soltando un grito que sólo me hace pensar que alguien la ha lastimado. Golpeo la barrera invisible con más fuerza exclamando a gritos su nombre, aunque sé que Jamie no puede escucharme.
—Quisiera saber qué será de ti cuando todos ellos hayan desaparecido. Cuando ya no exista nadie que pueda darse cuenta de lo buen amigo que eres, ¿qué pasará contigo? Sé que sufrirás como nunca antes pues tu vida entera has estado acostumbrado a que los demás de adulen y te digan lo importante que eres para ellos. Lamentablemente, muchacho, no eres nada. No vales nada para ellos. Y no puedes hacer nada por ellos.
Los gritos de Jamie y Perla taladran en mis oídos.
— ¡¡James!! ¡¡James!! ¡¡Ayúdame!!
— ¡¡Basta ya!! —exclamo desesperado con las lágrimas corriendo por mis mejillas, nunca me había sentido así—. ¡¡Ya no más, por favor!!
—Será como tú quieras, Harrison. Te dejaré tranquilo. Supongo que Perla Cobby será un mejor juguete que tú.
— ¡No te atrevas a ponerle una sola mano encima, maldito bastardo!
Nunca me perdonaría si algo llegara a pasarle…
— ¡¡James!!
No, ya no más gritos…
Por favor, ya no más…
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