Capítulo XVII
Abro los ojos cuando algo comienza a gotear sobre mi mejilla. Me cuesta recordar lo que pasó antes de desmayarme. Sólo sé que mi cuerpo duele igual que cuando haces ejercicio sin tener condición física. Me siento un poco aliviada al saber que estoy recostada sobre la tierra y no en una cama de hospital con una vía intravenosa inyectándome ese liquido azul de la Elite.
Un momento…
¿Tierra?
Pero, estábamos en Alaska…
¿Dónde está la nieve?
Me incorporo sintiendo un mareo. No hay nieve a la vista, todo se ve árido. Sobre mi cabeza hay una grieta lo suficientemente grande como para haber caído por ahí. El goteo proviene de la grieta, como si la nieve de arriba estuviera derritiéndose.
¿Puede haber un deshielo en Alaska?
¿Y cómo es que hay un sitio árido debajo de la nieve?
Escucho un gemido a mis espaldas.
¡Es la voz de Skyler!
Me giro y la veo intentando levantarse. Corro hacia ella para ayudarle, aunque mis piernas aúllan de dolor. Skyler tiene una Pokebola en la mano, me parece que es de Yvisaur.
Yvisaur…
¡Diamond!
¿Dónde está?
— ¿Te encuentras bien, Perla? —me pregunta Skyler, le cuesta hablar pues tiene abierto el labio inferior.
—Sí, ¿y tú?
—Estoy bien.
— ¿Qué fue lo que pasó?
—Lo último que recuerdo es ese resplandor. Conseguí devolver a Yvisaur a su Pokebola antes de que la luz me cegara. No sé en qué momento llegamos aquí.
—Yo sólo recuerdo los ojos de Diamond… Brillaban, como los de Mewtwo, pero con un destello azul. Esto es de locos.
— ¿Dónde estarán los demás? —me pregunta.
Miro en todas direcciones. No hay absolutamente nadie cerca. Nada, excepto…
¡La Pokebola de Flareon!
Corro para tomarla y limpio un poco el polvo acumulado sobre ella. La lanzo y exclamo, con la esperanza de que funcione:
— ¡Yo te elijo, Flareon!
Sorprendentemente, Flareon sale de su Pokebola.
¿Cómo pude llamarlo? ¡Ni siquiera soy su Entrenadora!
Flareon nos mira angustiado.
—Ese… Ese fue… —balbucea, tiembla aterrado—. Ese era…
— ¿Tú sabes lo que era ese resplandor? —le pregunta Skyler.
—Era… Era…
—Era el Impactrueno Diamante, ¿cierto? —le pregunto.
— ¿Impactrueno Diamante? —repite Skyler.
—La técnica especial de Diamond —le explico.
Flareon está demasiado aterrado como para respondernos. Me pregunto si todos ellos, Diamond y sus amigos, en verdad se sienten perturbados al pensar en sus técnicas especiales. Si Diamond creó esta zona árida con sus poderes, es claro que tiene una fuerza sumamente destructiva.
No puedo dejar que Flareon siga temblando, así que lo tomo en mis brazos. Él se siente un poco más tranquilo cuando lo levanto del suelo.
— ¿Qué hacemos? —le pregunto a Skyler—. No tenemos el mapa, ni la comida, ni la tienda de campaña. Tampoco podemos ir a buscar a Umbreon por nuestra propia cuenta, necesitamos a Diamond, Lucario y Mewtwo para abrir la puerta. Y si volvemos, seguramente habrá miembros de la Elite esperándonos arriba.
—No tenemos muchas opciones… —dice ella en voz baja—. La Elite ya debe estar buscándonos en los al rededores.
— ¿Qué pasa si ya los han atrapado? ¿Cómo capturaremos a Umbreon entonces?
—Lo primero que debemos hacer es salir a la superficie. Así será más fácil encontrar a los demás. En cuanto a Umbreon…
— ¡Puedo olerlo!
Flareon olfatea.
Me recuerda a un cachorro.
— ¿A Umbreon? —le pregunta Skyler.
— ¡Sí, está cerca de aquí!
—Skyler… —le digo—. ¿Será que su cueva se encuentra bajo tierra?
Sé que he dado en el clavo cuando Skyler asiente.
—Es posible que los encontremos a todos ahí —dice Skyler y mira a Flareon para preguntar—: ¿Puedes conducirnos al escondite de Umbreon?
Flareon asiente y salta de mis brazos para echar a caminar delante de nosotras. Skyler me da una palmada en la espalda para apresurarme.
Al menos, me siento segura en compañía de ella.
— ¡Harrison!
¿Cómo puede un sujeto pasar tanto tiempo inconsciente?
— ¡Harrison, demonios!
No importa cuánto lo sacuda, él no despierta.
— ¡¡Harrison!!
Lo abofeteo con fuerza. Su mejilla se pone roja y él finalmente despierta.
— ¡Maldita sea, Sheryl! —reclama cubriendo el golpe con una mano.
—No me cabe la menor duda de que eres un completo inútil —le respondo—. ¡Venga, levántate!
— ¿Dónde estamos?
—Caímos desde esa grieta —le explico señalando el enorme agujero que hay encima de nosotros—. Estuve observando al rededor. Hay otras aberturas cerca de nosotros.
— ¿Qué las causó?
—Posiblemente, ya estaban aquí. De lo contrario, ¿dónde están los escombros?
— ¿Qué fue lo que pasó?
—Ese resplandor seguro tuvo algo que ver.
—El resplandor… ¡Perla! ¿Dónde está Perla?
Por todos los demonios, qué tipo tan estúpido.
—No tengo idea.
Mewtwo se acerca levitando a nosotros.
¡Ya era hora!
—Revisé los alrededores, humana. Puedo sentir que Flareon está a dos kilómetros de aquí. Va con la humana castaña y la humana que es idéntica a ti.
—Perla y Skyler —dice Harrison, Mewtwo lo ignora olímpicamente.
—También puedo sentir a Diamond y a la humana de ojos rasgados. Ellos están hacia el sur, a tres kilómetros de aquí.
— ¿Sabes a dónde se dirigen? —le pregunto.
—Van hacia Umbreon. Podemos alcanzarlas si nos vamos ya.
— ¿Perla está bien? —le pregunta Harrison.
—Esa humana melosa no deja de preguntarse si estás herido o te encuentras bien, humano.
James se nota aliviado.
—Par de idiotas, hacen la pareja perfecta —digo con un bufido—. Mewtwo, llévanos con ellas.
— ¿Qué hay de Harumi y Diamond? —Pregunta James—. ¿Y Lucario?
—Yo tengo la Pokebola de Lucario —le respondo con impaciencia—. Harumi y Diamond pueden cuidarse solos. Además, Diamond sabrá a donde ir. Vámonos, Mewtwo —le ordeno.
Mewtwo me fulmina con la mirada y comienza a avanzar para mostrarnos el camino.
Nosotros lo seguimos.
— ¿Cómo lograste hacer que Mewtwo te obedeciera? —me pregunta Harrison.
—Soy una Entrenadora y él es un Pokemon. Tiene que quedarse en el lugar que le corresponde.
Compartimos una risa.
Desearía no estar acompañada de semejante idiota.
Mi cuerpo está entumecido y adolorido.
¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?
No puedo recordar nada.
Mi mente está en blanco.
Algo jadea cerca de mí.
— ¡Diamond!
Está tendido en el suelo árido, jadea sin control y luce debilitado… ¿Suelo árido?
Acaricio la cabeza de Diamond y él abre los ojos. Me lanza un zarpazo y salta para situarse sobre una roca. El rasguño sangra.
—Antes te gustaba recibir caricias en la cabeza —le reclamo.
— ¡Yo jamás te conocí! —responde exaltado—. ¡Y no soy una estúpida mascota a la que puedes acariciar!
De pronto parece haber recuperado todas sus energías.
Típico de Diamond.
— ¿Estás bien? —le pregunto.
— ¿Y a ti qué más te da? —me responde, su pelaje se eriza.
— ¿Por qué hiciste eso?
— ¿¡Hacer qué!?
Quiero golpearlo para que deje de gritar.
—El Impactrueno Diamante. Pudiste habernos matado a todos.
— ¡Ellos se lo buscaron por haber atacado a Perla!
— ¡Deja de gritar!
— ¡Y tú deja de darme ordenes! ¡No eres mi Entrenadora!
— ¡Lo fui alguna vez y lo sigo siendo!
— ¡Eso nunca pasó!
—Te lo dije, te borraron la memoria.
—Perla es mi única Entrenadora.
Dios, qué necio…
—Bien, bien. Perla es tu única Entrenadora —digo levantando las manos en señal de rendición—. Pero si yo hubiera sido tu Entrenadora, podrías querernos a ambas por igual.
—Yo no tengo ningún sentimiento hacia ustedes. Sólo quiero terminar con esto.
Baja de la roca de un salto y echa a correr.
— ¡Oye, espera! —exclamo persiguiéndolo, todo mi cuerpo aúlla de dolor.
— ¡No puedo esperar! ¡Tengo que encontrar a Perla para asegurarme de que se encuentra bien!
¿Cómo puede querer tanto a alguien tan débil?
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