Capítulo XII
Lugia sobrevoló la isla entera para intentar encontrar a Perla y el resto. No debe ser difícil encontrarlos pues cuando el sol ilumina los diamantes en la cola de Diamond, el brillo que se refleja es cegador. Y aún así, no he conseguido encontrarlos.
—Baja, Lugia —le digo a mi Pokemon—. Los buscaré desde tierra.
Lugia asiente y soltando un silbido, bajamos a tierra firme. Bajo de su lomo y lo devuelvo a su Pokebola para llamar a otro de mis amigos.
— ¡Ve, Ninetales!
Ninetales sale de su Pokebola y yo subo a su lomo. Tienen que estar por aquí en alguna parte. Debo encontrarlos pronto.
Nos detuvimos a mitad de un claro para tomar un respiro. Me siento sobre un tronco hueco para abrir mi mochila y sacar una de las botellas de agua. No tengo idea de dónde estamos, espero que el Templo de Lucario no esté ya demasiado lejos.
—Tengo hambre —dice James dejándose caer junto a mí.
No sé si viene al caso pero me sonrojo intensamente cuando recarga su cabeza en mis pantorrillas. ¿Qué le pasa a ese cretino…? Bien, puede quedarse ahí. No me molesta.
—Tengan —dice Sheryl lanzándonos un par de barras energéticas—. Coman rápido, tenemos que continuar.
La detesto. ¿Acaso no está cansada en lo más mínimo? Yo no puedo continuar dando un paso más.
— ¿Quieren decirme por qué hemos elegido hacer ésta expedición estúpida a pie? —se queja Onyx cruzándose de brazos.
Creo que Onyx necesita un abrazo… ¿Qué?
—Ya lo habíamos hablado —le respondo—. Si vamos sobre nuestros Pokemon, terminaremos por cansarlos y…
—Sí, eso lo entiendo —sigue diciendo Onyx—. Sólo quiero saber porqué no viajamos sobre dos Pokemon, dos en cada uno, para llegar más rápido al Templo de Lucario y terminar pronto con esto.
Tiene razón… ¿Porqué no hacerlo?
— ¿Alguno tiene un Pokemon que pueda volar? —pregunta James sin quitar su cabeza de mis pantorrillas.
—A mí no me mires —dice Sheryl poniendo sus brazos en jarras—. ¿Qué hay de ustedes?
—Tengo a Pidgeot —dice James—. Él puede llevarnos a Perla y a mí.
¡Me encantaría volar sobre Pidgeot con James!
—Yo tengo a Fearrow —dice Onyx.
¿No era que sólo entrenaba Pokemon de Tipo Eléctrico?
— ¿Qué hay de ti? —presiona Sheryl mirándome—. ¿Puedes llevarnos?
—Sólo entreno Pokemon de Tipo Fuego —le recuerdo—. Y ninguno de los que tengo hoy conmigo puede llevarnos por los aires.
Me fulmina con la mirada y me hace sentir inútil.
—A decir verdad, creo que es un excelente plan el ir por los aires —dice Diamond—. El camino entero podría estar lleno de trampas.
¿Trampas? ¿Es decir que la Elite o Lucario no quieren que nos acerquemos?
Un momento… ¿Porqué desconfiar de la Elite?
—Bien, está decidido —dice James dando una palmada—. Perla y yo iremos sobre Pidgeot, Sheryl y Onyx irán sobre Fearrow.
Llaman entonces a ambos Pokemon y nos preparamos para subir. Diamond se coloca entre las alas de Pidgeot, ¿quién le ha dicho que puede tener su propio lugar?
—Ven, te ayudaré —dice James y me toma por la cintura para ayudarme a subir a Pidgeot.
¡Me encanta éste chico!
Sheryl, por otro lado, sólo le grita a Onyx para que no le ponga las manos encima. Cuando subimos a Pidgeot, James me toma por la cintura cuando nos levantamos en el aire. Me sonrojo de nuevo y sólo deseo que el viaje pueda alargarse lo más posible.
Ninetales se detiene de golpe cuando encontramos justo lo que me temía que la Elite había puesto en los alrededores. Trampas. Lo sabía… Esos idiotas de la Elite…
Es una cuerda tensa atada a pocos centímetros del suelo la cuerda sube por el tronco de un árbol donde hay… ¿Son dardos venenosos?
—Ninetales, aléjate.
Bajo de un salto de su lomo y él se aleja para que yo me coloque de rodillas junto a la cuerda. La sigo con la mirada y saco una navaja de bolsillo para cortarla por la mitad, justamente en el tronco. La trampa se activa y los dardos venenosos se disparan sobre el suelo. Estaba diseñada para dispararse cuando alguien pasara sobre ella. Los dardos habrían acribillado a esa persona. Las hojas que fueron impactadas por los dardos se tornan de color negro, incluso está actuando el veneno en la clorofila.
—Malditos…
¿Cómo es que no les importa dañarlos? Si van a intentar matarlos de cualquier forma, ¿por qué los obligan a reunir a los Dioses Legendarios?
—Vamos, Ninetales —lo llamo para subir de vuelta a su lomo—. Anda con cuidado, puede haber más trampas.
Ninetales asiente con la cabeza y seguimos avanzando.
Sobre los Pokemon sólo tardamos pocos minutos en alcanzar la torre. Estoy muy decepcionada, ¡no hemos podido atrapar a ningún Pokemon salvaje! Pero tenemos una misión así que…
Me ha fascinado el viaje, las manos de James me aferraban con tanta fuerza que… ¡Maldita sea! ¡Tengo que concentrarme! ¡Mi madre depende de mí!
Pidgeot y Fearrow nos dejan en tierra firme. Les agradezco por el viaje con caricias en la cabeza y vuelven a sus Pokebolas. Frente a nosotros está ya la gigantesca puerta del Templo de Lucario. Es idéntica a la que había en el escondite de Flareon.
— ¿Cómo la abrimos? —pregunta Sheryl.
—Necesitamos que Diamond lance un ataque hacia el pequeño trueno que lo representa en los dibujos de la puerta —le explico a Sheryl.
—También necesitamos a Flareon —dice Diamond—. Nosotros dos debemos abrir ésta puerta.
James asiente y libera a Flareon de su Pokebola. Me colocó de rodillas frente a él para que nuestros rostros estén a la misma altura y siento el agradable calor que emana de su cuerpo.
— ¿Puedes ayudarnos? —le pregunto.
Flareon asiente y se acerca a la puerta junto con Diamond.
Diamond junta los dos diamantes de su cola para lanzar el rayo azul contra la figura. Flareon abre el hocico y deja salir una pequeña llamarada que golpea su propia marca en la puerta. Sus ataques son lanzados al mismo tiempo y son suficientes para conseguir que la puerta se abra con un traqueteo.
Estamos ya aquí, dentro del Templo de Lucario.
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