Capítulo 4
A la mañana siguiente me desperté temprano, quería aprovechar el tiempo todo lo posible. No tardé mucho en arreglarme y salir del Centro Pokémon, no sin antes tomar un buen desayuno.
Ya que ayer había explorado toda la ruta 103, ahora solo tenía que seguir mi camino hacia Ciudad Petalia. Caminé hacia el oeste del pueblo y tomé el camino que llevaba a la ruta 102.
El paisaje era bastante tranquilo, muy similar a la ruta 101. Una llanura extensa con bastantes árboles y zonas de hierba alta. Incluso veía en la distancia unos árboles con coloridos frutos en sus ramas. Si no me equivocaba, había algunos Pokémon alimentándose de ellos.
Dado que el camino sería largo, decidí no perder más tiempo y eché a andar. Si mis cálculos no fallaban, podría llegar a Ciudad Petalia mañana por la mañana.
Durante todo el día dividí mi tiempo entre caminar, luchar con entrenadores y revisar varias zonas en busca de Pokémon salvajes, aunque ninguno me resultó interesante para mi equipo.
Blaze y Gael se hacían más fuertes con cada combate que libraban. Al parecer eran bastante competitivos entre sí. Me alegraba que tuvieran tanto espíritu, pero en más de una ocasión tenía que evitar que se pelearan.
Tal y como predije, tuve que pasar la noche en el exterior. Echaba de menos la comodidad de una cama y la seguridad del Centro Pokémon, pero sabía que contaba con mis dos amigos, que dormían a mi lado, para cuidar de mí.
Al día siguiente volví a emprender mi camino a primera hora de la mañana. Tenía ganas de llegar a la ciudad y, con suerte, encontrar a Norman en el gimnasio. No sabía si podría retarlo o tendría que esperar al igual que en los juegos, pero pensaba descubrirlo pronto.
Un par de horas más tarde ya caminaba por las calles de Ciudad Petalia. El paisaje era más urbano, con edificios más grandes y elaborados, mayor cantidad de personas y varios vehículos. También me percaté que la presencia de varios Pokémon, como Purrloin y Trubbish cerca de los cubos de basura o Pidove en los árboles y edificios.
Usando el Holomisor, que también tenía mapas detallados de cada ciudad, pude llegar hasta el Centro Pokémon. Después de reponer las fuerzas de mi equipo me dirigí hacia el gimnasio.
El imponente edificio resultaba inconfundible. Era amplio, de tejado naranja y con una señal en la entrada que indicaba su condición de gimnasio Pokémon.
Me acerqué a la puerta para entrar, pero unos gritos desde el interior me detuvieron. Parecían ser varias personas discutiendo. Me planteé si entrar en ese momento, pero mi curiosidad me pudo y empujé la puerta.
La escena que había frente a mis ojos no era lo que me esperaba. No era el líder discutiendo con un retador, o dos retadores decidiendo quién se enfrentaría primero a Norman. Eran unos jóvenes de mi edad, y una de esas personas me resultaba muy conocida.
-¿Aura?- pregunté sin poder evitarlo.
La castaña se giró hacia mí al escuchar su nombre, así como todos los presentes. Me sorprendí al reconocer quienes eran.
El primero de ellos era el protagonista masculino de los juegos de tercera generación, Bruno. Su vestimenta era la misma que la de Pokémon Esmeralda, si la memoria no me fallaba. Sus afiliados ojos negros me analizaron de arriba abajo, y entonces supe que él tenía un estilo de combate mucho más técnico que la impulsiva Aura.
El otro chico era Blasco, otro personaje conocido de esos juegos. Era prácticamente idéntico al aspecto que tenía en estos, incluyendo su aspecto delgado y su característica timidez.
Finalmente, entre ellos estaba Norman, quien parecía ser el encargado de evitar que Aura y Bruno se pelearan. Cuando fijó su mirada en mí tragué saliva con nerviosismo. Podía notar fácilmente lo fuerte que era.
-¿Eric? ¿Qué haces aquí?- preguntó Aura mientras se acercaba a mí.
-Solo venía a visitar el gimnasio de la ciudad.- eso no era totalmente cierto, pero tampoco una mentira.
-Pues lamento informarte de que para retar a este gimnasio debes tener cuatro medallas.- refunfuñó mientras se cruzaba de brazos. Era obvio que esa noticia no le hacía ninguna gracia.
-Vaya, qué lástima. ¿Y todos estabais aquí para retarlo?- pregunté mientras fijaba mi mirada en los demás, que observaban más atrás.
-Claro que no. Yo ya sabía las condiciones de este gimnasio, solo venía a saludar a mi padre. Mi nombre es Bruno, y este es Blasco.- habló el moreno, señalándose primero a sí mismo y después al joven que estaba a su lado.
-A-así es... Me llamo Blasco, he venido para pedirle al líder que me ayude a conseguir mi primer Pokémon...- explicó el rubio agachando la mirada. Asentí una vez, todo se estaba desarrollando como en los videojuegos.
-Mi nombre es Eric, encantado de conoceros.- me presenté e hice un gesto de cabeza a modo de saludo.
-Tú estabas ayer en el Centro Pokémon que fue atacado, ¿verdad?- la pregunta de Norman me pilló por sorpresa. No esperaba que se acordara de mi cara, pero su mirada indicaba que estaba seguro de lo que decía.
-Así es. No tuve la oportunidad de agradecerle su ayuda.- dije de forma respetuosa mientras hacía una leve inclinación.
-No te preocupes, es mi deber como líder de gimnasio ayudar en una emergencia.- respondió el moreno con una leve sonrisa.
-Espera un momento. ¿Tú estabas en ese ataque?- escuché a mi lado mientras sentía una mano que agarraba mi brazo.
Al mirar en esa dirección me encontré con la mirada angustiada de Aura. Saber que mi seguridad la preocupaba, sumado a su cercanía en ese momento, fue suficiente para que mis mejillas se sonrojaran.
-Sí... pero no llegó a pasar nada grave, Norman se encargó en un instante.- dije para tranquilizarla.
La castaña suspiró aliviada, y entonces se dio cuenta de que aún sostenía mi brazo. Lo soltó rápidamente y se cruzó de brazos mientras miraba hacia otro lado con el ceño fruncido. Sonreí ante la adorable imagen.
-Ya está bien de cháchara, volvamos al asunto.- dijo Bruno con tono brusco. Al mirarle vi que me fulminaba con la mirada.
-Tienes razón, debemos encontrar un Pokémon para Blasco.- dijo Norman mientras tomaba una Pokeball de su cinturón.
-Este es mi compañero Zigzagoon. Llévatelo para que te ayude, pero es solo un préstamo, ¿entendido?- el líder le tendió la cápsula al rubio, que la miró con los ojos muy abiertos y la tomó de forma indecisa.
-Yo puedo acompañarte si quieres.- me ofrecí con una sonrisa.
Todos me miraron con diferentes grados de sorpresa en sus rostros, siendo Blasco en quien más se notaba. El chico sonrió ampliamente mientras sus ojos brillaban.
-¿De verdad? ¡Muchas gracias!- exclamó acercándose a mí con la Pokeball de Norman entre sus manos.
-En ese caso, confío en ti para que cuides de él.- dijo el líder del gimnasio mirándome fijamente. Entendí el mensaje en sus ojos, debía proteger a Blasco a toda costa. Le devolví un leve asentimiento.
-Yo me marcho a entrenar, suerte.- Bruno se despidió mientras pasaba entre nosotros y se dirigió hacia la puerta.
-Yo también debo seguir entrenando. Ahora estás ocupado, pero la próxima vez te retaré a un combate.- tras aquella advertencia, Aura siguió los pasos del moreno y desapareció tras las puertas del gimnasio.
Blasco y yo nos despedimos de Norman y dejamos el gimnasio. Pusimos rumbo hacia la ruta 102, pues resultaba ser la más cercana y yo ya la conocía, así que sería lo más sencillo. Una vez que llegamos allí, miré a mi acompañante con curiosidad.
-¿Qué Pokémon quieres atrapar?- pregunté alzando una ceja.
-No me importa qué Pokémon sea, solo quiero un compañero.- respondió en voz baja mientras sostenía la Pokeball de Zigzagoon con nerviosismo.
Asentí una vez y miré a nuestro alrededor. Me pareció ver cómo unas hierbas se movían a cierta distancia de nosotros, así que le hice un gesto a Blasco para que no hiciera ruido y nos encaminamos hacia allí.
Al colarnos entre las hierbas dimos de frente con un par de Pokémon que se escondían allí. Ambos se sobresaltaron y se pusieron alerta, pero yo estaba demasiado paralizado como para sacar a mis Pokémon.
Las dos criaturas que tenía frente a mí resultaron ser una pareja de Ralts. Ese Pokémon era bastante raro por esta zona, yo no había podido ver ninguno en mi camino hacia aquí. Y sin embargo, Blasco había encontrado uno a la primera, tal y como en los videojuegos. No sabía si eso era casualidad u obra de algún ente superior, pero no podía desaprovechar la oportunidad.
-Blasco, lanza la Pokeball. Esto será un combate doble.- le dije al rubio mientras liberaba a Gael de su cápsula.
Al principio, Blasco se sorprendió por mi petición y se quedó paralizado, pero enseguida reaccionó y sacó al Pokémon de Norman. Los dos Ralts, al ver que no tendrían escapatoria, se prepararon para luchar.
El combate resultó bastante sencillo. Mi Pokémon era mucho más fuerte que esos Ralts, y Blasco me sorprendió desenvolviéndose bastante bien durante la batalla, aunque se notaba que era un novato. Cuando ambos Pokémon salvajes quedaron fuera de combate, Blasco y yo atrapamos uno cada uno.
-No puedo creerlo, al fin tengo mi primer Pokémon.- el brillo que había en los ojos del chico me hizo sonreír. La forma en que miraba esa Pokeball entre sus manos con adoración me recordó mucho a mis inicios en este maravilloso universo.
-Felicidades, Blasco. Será mejor que volvamos para informar a Norman y devolverle su Pokémon.- le comenté al chico con una sonrisa mientras le daba una palmada en el hombro. Eso logró sacarlo de su ensoñación y hacer que asintiera una vez antes de seguirme.
Cuando llegamos al gimnasio de Ciudad Petalia le explicamos a Norman lo sucedido y Blasco le devolvió su Pokémon. El chico nos dio las gracias a ambos cientos de veces antes de marcharse a su casa.
-Te agradezco el detalle que has tenido con Blasco. Pero ahora, ¿qué te trae por aquí? Sé que no has venido solo a echar un vistazo.- preguntó el moreno mirándome con suspicacia. Me sorprendí un poco al ver que me habían pillado, ese hombre sí que era atento.
-Bueno... después de lo sucedido en el Centro Pokémon quería darle las gracias personalmente por ayudarnos. Pero no es solo eso, también quería pedirle que me ayude a ser más fuerte.- respondí mientras lo miraba a los ojos con decisión. Él me sostuvo la mirada por largos segundos antes de responder a mi petición.
-Ya veo. Antes debo hacerte una pregunta, ¿por qué quieres ser más fuerte?- inquirió el hombre mientras me observaba con los brazos cruzados y expresión seria.
-Cuando sucedió el accidente en el Centro Pokémon pensé que iban a separarme de mis compañeros, de mis amigos. Un miedo atroz me invadió, no podía soportar la idea de que me apartaran de ellos. Quiero hacerme lo bastante fuerte como para que nadie pueda hacerme daño a mí ni a mis seres queridos.- mi mano fue hasta las Pokeballs que tenía en mi cinturón de forma inconsciente, aunque la imagen de Aura también vino a mi mente, lo que me avergonzó un poco.
La escrutadora mirada de Norman siguió clavada en mí durante unos segundos que se me hicieron eternos, pero finalmente descruzó los brazos y se echó a reír. El líder me dio una palmada en el hombro que me hizo trastabillar hacia adelante.
-Es una buena respuesta, chico. Si me hubieras dicho que era por motivos egoístas no te habría ayudado, pero querer proteger a tus amigos es un sentimiento muy noble. No lo olvides, la verdadera fuerza surge cuando tienes algo importante que proteger.- dijo el mayor mientras me sonreía, parecía orgulloso de mi respuesta. Yo me limité a asentir a sus palabras, pues me sentía algo abrumado como para responder.
-Escucha, un gimnasio no solo es un desafío para que los entrenadores consigan sus medallas. Como su nombre lo indica, los entrenadores que lo deseen pueden entrenar aquí para hacerse más fuertes.- explicó el moreno mientras me hacía una señal con la mano para que lo siguiera.
Norman me llevó hasta una amplia habitación que me dejó boquiabierto. El suelo, como en el resto del gimnasio, era de madera, pero allí había un pequeño campo de batalla hecho de tierra. También había decenas de máquinas de todos los tipos y tamaños, que sin duda debían servir para entrenar. Un par de entrenadores que había por allí echaron un vistazo en nuestra dirección con curiosidad, aunque después siguieron a lo suyo.
-Bienvenido al campo de entrenamiento. Voy a darte unas pautas, pero el resto será cosa tuya.- el rostro de Norman volvía a ser serio, así que me puse firme para que supiera que yo también me lo tomaba en serio.
-La mayoría de los entrenadores no tiene esto en cuenta, pero un entrenador debe entrenar al igual que sus Pokémon, o no podrá seguirles el ritmo. Además, el ejercicio físico también te ayudará a fortalecer tu mente. Lo necesitarás para resistir combates intensos y agotadores.- explicó el adulto mientras señalaba a los entrenadores presentes. Ellos no solamente tenían a sus Pokémon entrenando, sino que también lo hacían por sí mismos. Aquello me supuso una revelación que no había tenido en cuenta.
-Entiendo. Gracias por tu ayuda, Norman.- le dije al líder haciendo una leve inclinación de cabeza. Él solo negó con la cabeza antes de ponerme una mano en el hombro.
-Tienes potencial, Eric. Estaré esperando ansioso el día en que vengas a desafiarme. Hasta entonces, siéntete libre de venir a entrenar cuando quieras.- tras esas palabras, el hombre se despidió con un gesto de la mano y se marchó por donde habíamos llegado.
Decidí que no iba a desaprovechar el tiempo, así que liberé a mis compañeros y les di indicaciones a cada uno para que empezaran a entrenar. Blaze y Gale lo entendieron rápidamente y se fueron cada uno por su lado, pero mi nueva amiga me miraba con indecisión.
-Disculpa, parece que no me he presentado adecuadamente. Me llamo Eric y aspiro a ser el mejor entrenador Pokémon del mundo. Vamos a vivir muchas aventuras juntos, así que espero que nos llevemos bien.- dije mientras me agachaba y acariciaba suavemente la cabeza de la pequeña Ralts.
Me sorprendí un poco cuando el cuerno de su cabeza empezó a brillar levemente, pero entonces recordé que los Ralts podían leer los sentimientos y emociones de los humanos. Al parecer le gustó lo que sintió, ya que una sonrisa apareció en su rostro y abrazó mi pierna.
-Genial, me alegro de que me aceptes. Ahora debes ponerte a entrenar, tienes que alcanzar el nivel de tus compañeros.- le dije señalando hacia mis otros Pokémon.
La pequeña los miró y asintió con energía, parece que no quería quedarse atrás. Le di algunas instrucciones y estuve un rato observándola para comprobar que lo hacía bien, tras lo cual fui a entrenar por mí mismo.
Dos horas después me encontraba en el recibidor del Centro Pokémon mientras mis compañeros devoraban con apetito unos platos de comida que la enfermera les había dado. Me dolía el cuerpo debido al ejercicio, pero era algo que estaba dispuesto a soportar si me ayudaba a mejorar.
-Lo habéis hecho bien. Ahora debéis descansar y reponer fuerzas para mañana.- les dije mientras acariciaba a cada uno de ellos.
Blaze y Gale competían por llamar mi atención, y Bianca, el mote que decidí ponerle a Ralts, intentaba que no pelearan, aunque sin mucho éxito. La escena me resultaba enternecedora, casi podía palpar el cariño que sentía por ellos. Noté cómo la tipo psíquico me miraba con una sonrisa y se la devolví, sabiendo que había captado mis emociones.
Tras la cena me fui a mi habitación, estaba agotado y me merecía un buen descanso. Les di las buenas noches a mis compañeros y cerré los ojos, dejándome llevar al mundo de los sueños.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top