Capítulo 6 - El entrañable T-S-C.
El joven observaba los rostros tan sorprendidos de sus padres mientras él se limitaba a sonreír. Ambos no podían creerse lo que su hijo había dicho y hasta llegaron a pensar que se trataba de una broma.
– Cariño, ¿lo estás diciendo en broma? – Pregunto suavemente su madre junto a una risa nerviosa. El joven de cabellos chocolates le miró extrañado.
– Claro que no. – Le respondió tajantemente. Su padre se acercó a él y posó uno de sus brazos al rededor del cuello y hombro derecho del joven. – ¿Qué? – Le preguntó malhumorado, ya que odiaba que su padre fuera tan cariñoso con él.
– Entiéndenos, Daiki. – El joven lo miró enfadado. Sin duda, Daiki lo que es el buen humor, no lo tiene. – Has pasado toda tu vida diciendo que odiabas a los entrenadores y ahora... – Antes de que el hombre de mediana edad pudiera continuar, su hijo lo interrumpo y, ya de paso, se alejó de él.
– ¿Quien ha dicho que vaya a ser entrenador? – Preguntó mientras miraba a sus padres como si fueran de otro planeta. Sus padres se quedaron en silencio. No entendían nada de nada. Se miraron ambos adultos el uno al otro y su madre suspiró. "Vamos a volver a empezar", pensó.
– A ver, Daiki, cariño, cuéntanos. – Pidió aquella mujer de mediana edad y con una fresca y brillante sonrisa. El hombre de su lado asintió en acuerdo con lo que decía su esposa. Daiki miró a ambos y mientras tenía las manos posadas en su cintura, suspiró.
– Quiero quedarme con el T-S-C. – Explicó mientras notaba como su gran amigo Emolga se situaba en su hombro y se hacía parte de la conversación.
El T-S-C (Traviesos Sin Control) era el grupo de Pokémon que se encontraba en la guardería, el cual estaba formado por: Panpour, Cubchoo, Deerling, Rufflet y Krokorok. Los cinco Pokémon al ser tan traviesos y al caerse bien, siempre estaban juntos, de ahí hacer el nombre. Debido a que Daiki siempre cuidaba a los Pokémon y jugaba con ellos, no pudo evitar tener que reñir y castigar muchas veces a este quinteto, y como siempre dicen: "El roce hace el cariño".
– No es que ahora de repente, yo que odio todo lo que tenga que ver con la liga Pokémon y utilizar a los Pokémon para luchar entre sí, haya cambiado de idea. – Le explicó a sus padres y los receptores del mensaje suspiraron, ya les había parecido demasiado extraño. – Sé que no hay mucho sitio aquí, por eso he pensado que se vengan conmigo. – Daiki sonrió y Emolga sonrió de la misma manera. La mujer al ver ese momento tan entrañable se aguantó las ganas de abrazar al joven y su Pokémon, y tan sólo se limitó a sonreír.
– Si ellos están en tu equipo... – Su padre empezó a pensar, dejando a los demás presentes pendientes de lo que estaba por decir. De golpe, una sonrisa muy siniestra apareció en su rostro y los demás se esperaron lo peor. – Tendrán que ayudarnos.
La idea era muy buena y parecía lo mejor que alguna vez se le había ocurrido al jefe de la guardería. Pero, tras empezar a pensar en ello, sólo vinieron pequeños inconvenientes a cada uno de los miembros de la familia Ibuka, incluido hasta Emolga.
– Si dejamos que ellos ayuden a la guardería... ¿No la destruirán? – Preguntó temeroso Daiki mientras tenía la imagen tan dramática de la guardería en llamas y la pobre familia Ibuka teniendo que vivir debajo de un puente, nada agradable.
– Sin duda, no creo que ellos sean de gran ayuda. – Opinaba la mujer mientras se acomodaba bien su cabellera rubia. Suspiró. – Aunque nos serviría de mucha ayuda, la verdad.
– Además, si pasa algo, podemos echarle la culpa a Daiki. – El nombrado le miró con un odio profundo. – ¿No son sus Pokémon?
– ¡Pero qué culpa tendría yo! – Exclamó furioso Daiki. Su padre volvió a acercarse a él y se colocó como estaba anteriormente, pero ahora incluso abrazándolo, haciendo que Emolga se aferrara por no caerse.
– Ay, hijo mío, al fin vas a tener tu equipo Pokémon. ¡Te podrías ir de viaje Pokémon! – Exclamó feliz de la vida el adulto con edad mental un poco más joven de lo que debería. Pero de repente se quedó quieto, como pensando en algo. Una vez más aquella sonrisa volvió a sus labios. ¿Qué iba a ser esta vez? – ¡Si te vas de casa tendríamos más sitio, incluso si te llevas al T-S-C no tendríamos tanto problemas!
Su hijo lo miró fatal. ¿Lo estaban echando como quien no quiere la cosa? El suspiró y miró a su madre, la única con sentido de la lógica en aquella extraña y pequeña familia. Pero encontró a su madre con una sonrisa.
– ¡Tienes razón amor mío, podríamos echar a Daiki de aquí! – Aprobó la idea de su marido con esa sonrisa tan refrescante y dulce, dejando a su hijo por los suelos y con necesidad de un poco de afecto hacía él.
– Sois mis padres, ¿y me estáis echando de casa? – Preguntó enojado mientras miraba de reojo a Emolga, el cual estaba completamente deprimido al saber que obviamente también lo incluían a él y se iba a tener que separar del vivir a lo lujo sin hacer nada, sin vivir encerrado en una PokéBall y comida gratis y encima cara. Ambos adultos asintieron, aumentando más el enfado, aunque ya se creía que era imposible, del joven de ojos esmeraldas.
– No es por nosotros, es por ti. – Comentó el padre de Daiki mientras lo abrazaba. – ¡Vive tu aventura como todos lo hicimos! – El espíritu luchador de su padre estaba en su gran momento, y aunque intentara que el espíritu luchador de su hijo Daiki se despertara, no servía de nada.
– Y si yo me voy, ¿os quedaréis vosotros solos ayudando a la tienda? – Preguntó mientras Emolga desde su hombro les mostraba la lengua, totalmente irritado. Para calmar al Pokémon, Daiki lo acarició con su mano y aunque eso no es que lo tranquilizara mucho, al menos dejó de hacer burla y tan sólo los miró a ambos padres con recelo. Cuando sus padres escucharon la pregunta de su hijo, fue como un cubo de agua helada, con hielo incluso. No habían caído en ese pequeño detalle. Decidieron pretender que nada había pasado, sería lo mejor.
– ¡Era una broma! – Exclamó su padre, con su buen humor de siempre, aunque no podía evitar que le acompañara una risa nerviosa que hiciera dudar si era realmente cierto lo que decía. Aunque, Daiki sabía que no era para nada una broma.
– ¡Claro, cariño! – El pobre joven con falta de afecto miró a la mujer y pudo ver de nuevo su sonrisa tan refrescante e inocente. "No cuela esta vez", pensó Daiki. – ¡No te echaríamos!
Daiki suspiró. La facilidad que tenían en esa familia para echar a las personas era sorprendente y totalmente única. Decidió hacerles caso, aunque no creía ni una sola palabra, e irse a donde se encontraban los demás Pokémon, para así, poder estar con su nuevo equipo Pokémon. Cuando llegó pudo comprobar que todos estaban durmiendo. Parecían tan inofensivos, aunque obviamente las apariencias engañan, ya que, no lo eran para nada. Al joven se le escapó una sonrisa. ¿Un equipo Pokémon? Vaya, no estaría mal tener más compañeros a parte de Emolga. Tal vez debía hacerles fuertes y entrenarlos, ya que, hace mucho tiempo que sus entrenadores los abandonaron, y seguro que echaban eso de menos. No le hacía gracia la idea de "entrenar", pero supo que no tendría elección. Dejó a Emolga con ellos y se fue a dar un baño. Fue muy corto, ya que sólo necesitaba refrescarse, debido al gran calor que hacía ese verano. Cuando volvió encontró a todos sus Pokémon durmiendo plácidamente y ahí, termino sonriendo muy tiernamente.
"Tal vez, no sea tan mala idea".
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