Capítulo 5 - Larga espera.
Se sentía completamente observada pero en ese momento no le incomodaba, más bien le agradaba. A pesar de que ella odia completamente y por encima de todo ser el centro de atención, en aquel momento la joven rubia lo estaba disfrutando. La razón era que tras aquellas miradas se escondía inocencia, ya que tan sólo eran unos pequeños niños que tan sólo curioseaban todo y pedían el porqué de cualquier cosa que llegara a ellos por cualquiera de los cinco sentidos. Los miró a cada uno a los ojos y amó lo que encontró: emoción, ilusión y sobretodo ganas de saberlo absolutamente todo. Ella sonrió, hace unos años ella era exactamente igual a ellos. Después de la pausa dramática para dejar a los niños con más ganas, continuó su relato.
– Después de que, gracias a Arceus, Mew, Palkia y Dialga, se construyera el mundo, nacieron otros dos Pokémon más. Kyogre, el príncipe del mar, dio toda el agua a nuestro planeta y nos llenó de ríos y mares. Y después Groudon, príncipe de la tierra, empezó a dar toda la tierra posible para poder caminar por ella y construir pueblos y poder vivir en ella. – Ella sonrió y de repente, cambió su expresión a una de sorpresa, los niños se asustaron, si ella no sonreía, algo malo iba a pasar. La joven sonrió por dentro al ver como los niños se encogían en su lugar y se preparaban para oírlo. – Como ambos eran príncipes, eran muy poderosos y muy mandones y egocéntricos. Así que se pelearon por que querían que todo nuestro mundo o fuera todo mar o todo tierra. – Los niños se sorprendieron y la joven volvió a cambiar su expresión, a una sonrisa y se levantó. Tras levantarse, con mucha elegancia señaló al techo. – ¡Pero, Arceus lo solucionó! Y decidió crear a otro Pokémon que nos daría lo que nosotros llamamos el cielo y haría que esos dos "pokemonuchos" dejaran de pelear de una vez. – Los pequeños espectadores del monologo de la rubia sonrieron con una gran felicidad. La joven decidió volver a sentarse, ya había conseguido que aquel momento fuera más épico, al menos para los niños que la miraban desde abajo sentados en unos pequeños cojines (algunos abrazando a peluches) y para ellos daba más impresión, para otra persona lo único que había hecho es levantarse. – Y gracias a este Pokémon, llamado Rayquaza, hubo paz. La gente empezó a existir, pero no eran para nada como nosotros. – Ella intentó no poner expresión alguna, como si se tratara de una muñeca de trapo, a uno que otro niño aquello le dio un poco de mal rollo. – La gente no tenía ningún sentimiento en ellos. – Como se dio cuenta de la reacción de los niños, sacó la lengua y puso una cara muy divertida. – ¡Y eran muy feos! – Los niños empezaron a reír y ella empezó a reír acompañándoles. Decidió continuar su relato con una sonrisa. – Así que Arceus volvió a actuar. Creo a tres Pokémon que parecían trillizos, ¡como vosotras! – Señaló a las trillizas que estaban en primera fila. Las niñas se sorprendieron y la rubia se levantó y se acercó a ellas, se agachó para llegar a su altura. Alzó su mano y acarició a la pequeña que tenía un lazó azul. – Creó a Azelf, que contenía toda la voluntad consigo mismo. – Miró a su hermana, la cual llevaba un lazo de otro color, en este caso rosa. – Luego, creó a Mesprit que ella tenía todos los sentimientos posibles. – La acarició y luego, por último, abrazó a la última hermana que tenía el lazo amarillo, que se refugió en ella y escondió su cara, igual que la joven rubia, no le gustaba mucho llamar la atención. – Y por último, creo a Uxie, que era muy lista y tenía todos los conocimientos posibles. Y así todos los humanos empezaron a ser como nosotros. – Ella se separó de la niña, que le sonrió y la joven le devolvió la sonrisa. Se volvió a sentar en silla y cuando estaba por explicar los siguientes Pokémon, un timbre resonó por toda la sala. Cuando la joven estaba por levantarse escuchó un grito que la dejó totalmente quieta.
– ¡Ni se te ocurra moverte! – Sabía que aquella voz pertenecía a su gran amada abuela, que con toda la velocidad posible para ella, fue a abrir la puerta. Su abuela, siempre tan exagerada. Por la puerta empezaron a asomarse las cabezas de las respectivas madres de los niños que se encontraban por ahí, que eran unos siete. Los niños se entristecieron y miraron a la joven de ojos mieles haciendo unos adorables pucheros, cosa que hizo reír a la muchacha.
– Mañana seguiré con la historia, así que mañana os espero aquí. – Sonrió y todos los niños fueron a abrazarla. Fue un abrazo con una poca de fuerza, pero lo bastante para tener a su abuela totalmente preocupada y a unas madres apenadas e incomodas. La joven sonrió en señal de que estaba bien. Lentamente se fue despidiendo de cada niño y cerró la puerta.
– Si Arceus te escuchara la manera en la que cambias como te da la gana las cosas y las palabras que empleas para explicarla, creo que ya habrías dejado de existir. – Comentó su abuela con un suspiró y con su mano le indicó que se sentara, y por si no lo había captado, se lo indicó unas cuantas veces más. La joven suspiró y decidió hacer caso a su abuela.
– Son niños pequeños, si empiezo a utilizar palabras raras o a explicarlo mucho más complicado no lo entenderían. – Ella ojeó los libros se encontraban en la mesa que tenía justo en frente. Era normal que en Pueblo Caelestis las historias sobre los Pokémon Legendarios siempre estuvieran presentes. Más que nada, el lema de esa ciudad era "El pasado vive". Toda la gente que vivía allí había crecido con esas historias en mente, y ella no era una excepción. Incluso alguno de los niños de Ciudad Vetusta venían a escuchar las historias. Más que nada, la mayoría de ese pueblo ya era gente mayor y casi todo el mundo conocía a la joven. Aquello le hizo recordar algo. – Además, tú me contabas igual las historias.
Su abuela empezó a reír y la joven se unió a su risa. La joven empezó a mirar la ventana, el tiempo estaba de lujo y tal vez podría ir a dar una pequeña vuelta, al menos ir a mirar que estaría haciendo Risa, que hacía mucho no volvía. Aunque sabía que no se iba a perder, todo el mundo en ese pueblo la conocía y nunca se alejaba de allí. Mientras ella seguía observando el exterior desde la ventana, la anciana comenzó a guardar todos los libros que se encontraban por ahí, donde sólo hablaban de los Pokémon legendarios y sobre todas las teorías posibles de donde podían encontrarse. La mujer se quedó observando uno en concreto, se notaba que ese libro había sido tratado con mucho cariño y estaba lleno de puntos de libro. Sonrió, le traía tantos recuerdos.
– Kokoro, ¿no les has leído la historia de Jirachi? – Le preguntó a su nieta, quien se giró rápidamente a mirarla en cuanto escuchó el nombre de "Jirachi". La joven empezó a reír y como veía que su abuela no entendía el porqué de su risa.
– Decían que estaban ya hartos de oírla, y no entiendo por qué la verdad. – Opinó mientras miraba a aquel libro. Su abuela sonrió.
– Siempre, desde que eras una pequeñaja te ha encantado Jirachi. – La joven sonrió y miró al cielo.
– Lo sé, y siempre decía que cuando hiciera mi viaje Pokémon iría a por él. – Ella sonrió, pero se podía ver perfectamente que aquella sonrisa no tenía ni rastro de felicidad. Aquello hizo que el corazón de la pobre mujer empezara a dolerle. ¿Por qué tenía que ser de esa manera? ¿Por qué ella tenía que haber nacido así? ¿Por qué tubo su madre que heredar aquella enfermedad de padre, el marido fallecido de la anciana? La anciana se tuvo que aguantar las ganas de derramar alguna lágrima. "No vas a perder a Kokoro, ella está contigo, ella no se va a ir de tu lado" se intentaba convencer a sí misma.
Kokoro suspiró y tras despedirse de su abuela salió por la puerta. Fue observando a su alrededor a ver si encontraba a Risa, pero no la encontraba por ningún lado. Pero una anciana con una gran sonrisa llegó a su lado.
– Kokoro-Chan, ¿buscas a Risa? – Le preguntó. Kokoro nada más escuchó su nombre sonrió, asistiendo en respuesta a la pregunta de la amable anciana. – La he visto en el pequeña charca que hay cerca del Centro Pokémon.
– ¡Muchas gracias! – Y se dirigió rápidamente hacía aquel lugar. Sin duda, al llegar pudo observar a aquella hermosa y traviesa Pachirisu jugando con el agua de aquella pequeña charca. Se acercó y la abrazó, asustándola, pero que al ver que era ella, le correspondió el abrazo hasta con su larga cola.
Se sentaron ambas a la orilla y Kokoro se quedó mirando el agua. La Pachirisu la miró preocupada.
– No pasa nada, sólo me preocupan los demás. Los llevé a la guardería para que se entrenaran un poco y al menos no se quedaban aquí sin hacer nada. – Suspiró y miró a su compañera. – Risa, ¿no quieres irte con ellos? – Risa negó con su pequeña cabecita y se sentó en el regazo de su dueña. – ¿Quieres quedarte aquí conmigo? – Asintió con mucha emoción, acción que hizo que su cuidadora sonriera. Pero la Pokémon se quedó callada mientras contemplaba como su amiga se fundía en sus pensamientos, que Risa sabía perfectamente que eran malos, así que se limitó a abrazarla.
No entendía que había hecho ella para tener que ser así. ¿A qué se refería? Simplemente, a su gracias a su cuerpo tan débil. Nació con ello, heredándolo de su madre, la cual falleció tras darle a luz quedándose con su abuela, ya que su padre no quiso afrontar el problema. Por aquella razón sabía que no podía ir a un viaje Pokémon por su cuenta, ya que no sabría lo que le podía pasar. Ella intentó hacerlo pero tras estar tres meses fuera terminó en una cama de un hospital en una ciudad que ya ni recuerda el nombre. Llegó a capturar 5 Pokémon y fue todo el logro que pudo lograr, pero su deseo de encontrar a Jirachi tan sólo se quedó para sus sueños y pesadillas. No quería que fuera de esa manera, pero no tenía otra cosa que hacer, esa era la vida que le había tocado. Algunas veces ella desearía poder ser alguien diferente, no ser siempre Fuwa Kokoro. Pero tenía a Risa y todos sus Pokémon, y también tenía a su abuela, que siempre estuvo con ella. Y la gente del pueblo, al saber de su enfermedad, también la cuidaban como si se tratara de alguien de su familia, así que se sentía bien protegida. Pero, ella quería cruzar la barrera y abandonar este pueblo de nuevo y adentrarse y vivir una magnifica aventura, pero todo aquello era imposible.
¿O tal vez no era tan imposible?
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