Capítulo 4 - Sueño estropeado, sigue esperando.
Tan sólo quedaba un Pokémon al joven de cabellos cobrizos, lo que hacía que se desesperase y que viera aún más lejos la victoria. Por otro lado el joven de cabellos castaños oscuros se sentía completamente seguro de sí mismo, la razón era evidente: a él aún le quedaban dos Pokémon, uno combatiendo, Ampharos, y por el otro lado a su querido Furret, que se situaba en el hombro de su entrenador. El Espeon ya no tenía nada que hacer contra su Pokémon y cuando menos lo esperaba el último ataque, trueno, fue realizado debilitando por completo a su último Pokémon. El ganador por su parte no pudo evitar una gran exclamación de sus labios, era completamente evidente su alegría. Pero, de todas formas, se acercó al muchacho que se encontraba devolviendo a su PokéBall a su debilitado Espeon. Al llegar y quedar enfrente de su contrincante lo observó y extendió su brazo con el objetivo de que ambos dieran un apretón de manos, dando a entender que había sido un gran combate entre ambos entrenadores. Al principio él tan sólo miró al joven ganador. El orgullo no le dejaba aceptar que había perdido, es decir, había conseguido vencerlo y tener aún dos de sus seis Pokémon estuviera sin rasguño alguno. Pero tras meditar sobre lo divertido que había sido aquel combate, decidió aceptar aquella derrota y así dejar a un lado su orgullo, aceptando aquel apretón de manos.
– ¿Así que estás entrenando? – Preguntó sonriéndole el joven de ojos claros, azul cielo concretamente. El otro joven suspiró y ojeó el lugar donde se encontraba.
– Sí, me parecía un lugar genial donde entrenar ya que siempre encontraras entrenadores avanzados y que sea muy difícil vencerlos. – Explicó mientras daba una vuelta sobre sí mismo, sin dejar de observar su alrededor. Paró de golpe y volvió a mirar al joven. – ¿Y tú, estás aquí por lo mismo? – Le preguntó poniendo ambas manos en sus caderas, haciendo una pose un tanto chulesca.
– Bueno, podría decirse que sí, pero ese no es ni por asomo mi objetivo principal. – Explicó mientras volteaba hacía la salida. El joven podía observar el brillo en sus ojos al contemplar la salida y se esperó lo peor. Probablemente aún no lo sabía.
– ¿No habrás venido a la Calle Victoria para...?– No llegó a formular su pregunta ya que se vio interrumpido por el brillante joven.
– Obvio que para participar en la Liga Pokémon, ¿para qué más podría ser?– Dijo de una forma un tanto obvia, como si fuera la cosa más normal del mundo y evidente. El otro joven que escuchaba atentamente sus palabras rió, dejándole al otro sin palabras y muy confundido por su carcajada, ya que tampoco él había dicho nada gracioso para que reaccionara de esa manera.
– Bueh, tú mismo. – Comentó mientras intentaba ocultar su risa, algo que le resultaba un tanto difícil. El joven lo miró desafiante.
– ¿Crees que no soy capaz? – Le preguntó con un tono muy seco y poco amable. El otro tan sólo sonrió, le hacía mucha gracia la reacción de su contrincante.
– Creo que aún no serás capaz de entrar. – Opinó mientras se cruzaba de brazos y lo miraba con cierta diversión en su mirada. El otro joven lo miró de vuelta y sin poder creerse sus palabras. Es decir, ¿había conseguido ganarle sin llegar a esforzarse al 100% y pensaba que no sería capaz? Era simplemente ridículo.
– Bueno, tú mismo, di lo que quieras que te demostraré que estás totalmente y completamente equivocado. – Le prometió desafiante y acto seguido, pisando fuerte, abandonó la Calle Victoria.
Iba caminando lleno de emoción, disfrutando del paisaje tan hermoso y bien cuidado que tenía alrededor. Cada paso que daba sentía que lentamente aquel sueño que nació, hace tantos años que no lograba encontrar una cifra concreta, cuando era tan sólo un pequeño niño que realmente no se da cuenta de lo que sucede a su alrededor y todo forma parte de su propio cuento de hadas donde todo el mundo es bueno y la maldad está tan lejos de ti que ni sabes de su existencia. Comenzaba a ver a lo lejos aquel majestuoso edificio. No se creía que estuviera en aquel lugar, ya que decidió no entrar en su viaje Pokémon y espero entrenar todo lo posible, da igual los años que pasaran, hasta que estuviera seguro de sí mismo para enfrentar el reto. Podía recordar en ese instante todo lo que había pasado para estar allí y eso era lo que más le animaba hasta avanzar y llegar a la puerta y de una vez entrar y que sea lo que Arceus quiera. Pero al llegar a la entrada encontró algo que lo dejó completamente en un gran shock.
"Cerrado temporalmente, volveremos en otoño." Se podía leer en un pequeño cartel en la puerta.
Tantos esfuerzos, tantos sueños y todo para nada, eso sí, temporalmente, pero seguía viéndose muy lejos. Cuando tuvo ganas de golpear algo para quitar en aquel momento toda la rabia que sentía o, por otro lado, romper a llorar por la impotencia y rabia de no poder hacer nada le llamaron de golpe. Se enojó aún más tras ver a ese chico moreno de ojos verdes claros tras el videomisor. Supo enseguida con quien pagaría la situación.
– ¡Vaya, veo que llegaste a la liga! – Exclamó feliz de la vida y con gran felicidad un poco preocupante, ya que hasta parecía que esa felicidad era con ayuda de alguna cosa de procedencia misteriosa. Deseó por un momento golpearle.
– ¿¡Se puede saber por qué no me dijiste nada de que estaba cerrada, Kotaro?! – Exclamó completamente enfadado. No cabe decir que si se tratara de unos dibujos animados o caricaturas, el pobre joven estaría sacando una gran cantidad de humo de las orejas o incluso de cualquier parte de cuerpo. Y rojo a más no poder, pero eso si se podía apreciar aunque fuera un poco.
– Eres mi rival, ¿no se supone que lo que me interesa es hacerte rabiar?– El joven castaño oscuro frunció el ceño. – ¿De qué me serviría decírtelo si de esa manera no puedo verte esa carita de enfado?– Sonrió de una manera muy adorable aunque para el joven tan sólo fue realmente asquerosa. – ¡Así me gusta, así me gusta! Te queda mucho mejor que una sonrisa. – Le dieron unas ganas de colgarle pero se intentó controlar a sí mismo, apretando sus puños.
– ¿Cómo me tengo que tomar eso? – Preguntó con un tono muy seco y sin nada de afecto. – Además, no sé tú, pero esto también te afecta a ti. – Le recordó.
– Ya, pero cabrearte me encanta así que, no pude resistirlo, Kou-Kun – Le dijo dulce y él no aguanto más y le colgó.
Suspiró y empezó a mirar a su alrededor. Ahora ya no era tan bello y hermoso como le parecía antes, le hizo suspirar de nuevo y cansado de todo se dejó caer y se sentó en el suelo.
"Y ahora, yo, Hiraga Kouta, ¿qué puedo hacer?" pensó mientras se lamentaba de su tan terrible mala suerte.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top