I
Berry Forest, Kin Island.
Toda aventura Pokémon inicia casi de la misma forma.
En las profundidades del bosque de las bayas, en un claro que se acompañaba ante el brillo de uno de los pequeños lagos del lugar, se encontraba un joven pescando.
Era chico de grises cabellos, con una piel color canela y vestía un saco de mezclilla corto ligero, el cuál dejaba ver una camiseta de mangas largas de color rojo por la abertura del cierre, el cual estaba totalmente abierto; Todo esto era acompañado por unos Jeans algo acampanados de color gris; llevaba, además, unos deportivos que iban a juego con su camiseta.
Se pasaba silbando al son del viento. Este sostenía con firmeza la caña con sus manos, las cuales solo una tenía un guante color negro al cuál le faltaba la parte del pulgar.
El bosque se encontraba en completo silencio, lo que era algo extraño por la hora del día, la cuál era exactamente las 10:30 A.M.
El chico de vez en cuándo comía algunas bayas que tenía en su mochila, está la tenía a un lado de él.
- Esto sí que es lento...-
Dijo aburrido. La caña llevaba sin picar desde temprano, así que era razonable.
- Además, ¿qué se supone que estoy haciendo aquí? No es como si hubieran cosas interesantes por hacer en estos lares...-
Se replicó. Esta era una situación que le pasaba seguido.
- Me dijeron que aquí podía pescar un Gyarados. Pero a éste paso ni un Magikarp se vería interesado en mi cebo.-
Se decía con decepción. Tenía una extraña manía con encontrar Pokémon fuertes, pero nunca ha tenido demasiada suerte.
- ¡Bah! Esto es inútil.-
Se había hartado de la situación, soltó la caña en el pasto y se recargo en sus manos.
El chico admirada el paisaje del bosque, observando los rayos del sol que se veían reflejados en las bayas de los árboles y arbustos.
- Me sorprende no ver ni siquiera un Pidgey comiendo las bayas.-
Decía algo confundido. Apenas se había dado cuenta que estaba en completo soledad en el bosque.
El chico entonces metió su mano nuevamente a su mochila, la cuál era de color azúl claro. Tomó algunas bayas y saco una Pokeball con su otra mano.
- Llevó 3 años desde que intenté comenzar como entrenador Pokémon. Pero solo te he conseguido a ti.-
Dijo admirando la Pokeball. Comió algunas de las bayas mientras solo clavaba más y más la mirada en la bola que tenía en su mano.
El joven se mantenía sereno en la situación en qué se encontraba, solo podía sentir la brisa recorriendo su rostro, revolviendo su algo largo y desordenado cabello.
- Esto de ser entrenador cada día es más complicado...-
Se decía. Se tiró al suelo totalmente derrotado.
De repente, algo comenzó a resonar y vibrar en uno de los bolsillos del chico, rompiendo la serenidad del momento.
- ¿Eh?-
Dijo ante el vibrar del objeto. El chico metió la mano en su bolsillo, sacando un PokeNav algo maltratado.
La pantalla del dispositivo ponía: "Llamada entrante de Mamá".
- Supongo que ya debe de haberse preocupado.-
Dijo mientras contestaba la llamada. Su madre le había comprado ese PokeNav cuándo quiso comenzar como entrenador, Aunque no es muy útil en estos momentos.
- Hola, mamá.-
Habló. Comenzó a juguetear un poco con la Pokeball, la lanzaba y la atrapaba mientras doblaba sus piernas.
- Sigo en el bosque, mamá.-
Respondía.
- No, no me he encontrado a los motociclistas.-
- Bueno, me iré ahora; no es necesario que me lo estés recordando cada vez que me llames.-
Exclamó algo molesto. Su mamá era bastante sobreprotectora en cuanto se metía al bosque.
- Si, está bien. Adiós, mamá.-
Se despidió. Termino la llamada enseguida y guardo su PokeNav de manera inmediata.
El chico exhaló molesto. Su madre siempre lo interrumpía en los momentos de sus capturas importantes; aunque en éste caso no le dolió demasiado.
-Bueno, supongo que me voy.-
Dijo entristecido. Ese día fue una completa basura en cuanto a encuentros Pokémon se refería.
El chico tomó su caña con su mano izquierda y con su mano derecha presionó un pequeño botón que estaba en la base del todo, está se encogió en una pequeña bara de no más de 10 Centímetros.
- Como me gustan estás Cañas retráctiles.-
Mencionó. Éste guardo la caña en el compartimento derecho de su mochila, la cual tomó y se la colocó.
- Otro día será...-
El chico aún mantenía la Pokeball en su mano.
El chico se disponía a irse: sus esperanzas por atrapar un Pokémon no habían tenido éxito hoy. Más, sin embargo, el destino al parecer le tenía otros planes.
De repente, las orejas del Joven se movieron ligeramente ante el sonido de las hojas cayendo, esto lo alarmó.
- Así que al final del todo no estoy solo, jeje.-
El chico dio una pequeña risa confiada. Éste comenzó a sacudir su gorra con diseño Arqueado y de colores turquesas.
En los cruces de los árboles comenzaba a correr y asechar una sombra de una altura de 1.60; está comenzó a producir un grito sumamente terrorífico y desagradable.
- Por el sonido de sus pisadas, debe de pesar unos 70 Kilos.-
Calculaba el chico con una mirada fría. Desdé pequeño tenía la obsesión de calcular cualquier cosa que viera.
El chico entonces saco una pequeña libreta que escondía en un compartimiento secreto que estaba en la parte posterior de sus zapatillas. La comenzó a hojear de manera incesante.
- ¡Aquí está!.-
Aulló el joven. La libreta estaba llena de descripciones propias de Pokémons, más uno que otro retrató o fotografía.
- Solo hay un Pokémon que habita aquí, mida 1.60 y pese alrededor de 70 Kilos.-
Estaba completamente seguro de su afirmación.
Pero antes que pudiera darse la vuelta, la figura cayó con furia desde las copas de los árboles, aterrizando atrás del chico.
Dejó ver su amarillenta piel y horrible rostro, todo esto acompañado de un feo pelaje blanco que colgaba de su cuello y un siniestro péndulo que no dejaba de balancearse.
- Un Hypno... ¿Porque no me sorprende?-
Dijo con una sonrisa. Se supone que estaría asustado, pero extrañamente no fue el caso.
- Supongo que me dormirás con Hipnosis y después te alimentarias de mis sueño, ¿Verdad?-
Predijo el joven. La Pokeball había desaparecido de sus manos.
El Hypno contesto con su desagradable gruñido, parecía que se estaba burlando de él.
- Bueno, no importa.-
Cambio su expresión a determinación y fanfarronería masiva.
El Hypno entonces colocó la mano sobre la cabeza del chico, cubriéndola totalmente, puso su otra mano enfrente de él y comenzó a menear su péndulo de un lado a otro; su ataque había comenzado.
- Lo sabía, hipnosis.-
Afirmó.
El Hypno Comenzaba a saborear los pensamientos y sueños del chico, una vez haya caído se alimentaría de ellos; y, si es que tiene suerte de que estos sean los suficientemente buenos como para alimentarlo por varios días.
Antes de poder terminarlo de Hipnotizar, los oídos de ambos comenzaron a ser llenados por extraños y molestos zumbidos.
El chico solamente sonrió.
- Aguijón Letal.-
Ordenó el chico sin cambiar su expresión. El comenzaba a dar más miedo que el propio Hypno.
Los zumbidos se hicieron sumamente cercanos, y antes de que el Hypno pudiera reaccionar, fue sorprendió por un aguijón que lo rozó en su nuca.
El chico aprovechó la distracción para librarse de las manos del Hypno, este último comenzó a tirar quejidos de dolor por el ataque que recibió.
- Pensé que los Hypnos eran más inteligentes.-
Comenzó a fanfarronear ante la mirada confundida del Pokémon. El chico se había ubicado enfrente del Hypno y le comenzó a apuntar con su dedo.
- Los Hypnos son excelentes para emboscadas como estas, pero al parecer no se pueden dar cuenta de lo que sucede a su alrededor.-
Decía.
El Hypno se molestaba cada vez más ante la mirada déspota del chico.
- Al momento de tu ataque, solté mi Pokeball y se abrió al tocar el suelo, liberando a mi Pokémon.-
Explicaba con superioridad. Siempre había esperado poder decir eso.
Los zumbidos volvieron, lo que activó inmediatamente la defensa del Hypno.
- Puede que no sea el Pokémon más poderoso, pero está más que bien entrenado.-
Dijo Confiado.
El Hypno entonces utilizó "Anulación" en un intento algo desesperado de evitar un ataque directo de nuevo.
- ¿Crees que eso me importa si quiera?-
Seguía burlándose del Hypno en un tono jodedor y sarcástico.
El Hypno ya arto se dispuso a usar "Confusión" para poder debilitar al Pokémon del chico.
El ataque del Hypno abrió completamente el páramo, retorció y corto el césped e incluso se llevó una parte de las copas de los árboles.
El ataque cumplió su cometido, le reveló al Pokémon salvaje la posición y apariencia de su enemigo.
- Veo que tienes aunque sea un poco de estrategia.-
Dijo.
- Bueno, te presento a Maki, mi Beedrill.-
Agregó orgulloso. El Beedrill fue rápidamente hacía la dirección de su entrenador, apoyándose por encima del hombro de su entrenador.
- Puede que hayas cancelado Aguijón Letal, pero no es ni de chiste el único ataqué de Maki-
Habló determinado, apuntando con su dedo hacia el Hypno.
El Pokémon Salvaje se puso en pose defensiva, se estaba preparando para atacar: este comenzó a emanar energía que lo rodeaba completamente.
- Por lo visto está usando "Maquinación". Su poder está aumentando, pero está totalmente indefenso.-
Sonrió al escupir esa última frase.
El chico apuntó su dedo hacia el concentrado Hypno, dónde las hierbas comenzaban a moverse levemente.
- ¡Maki, Doble ataque!-
Ordenó violentamente a su Beedrill.
El Pokémon se abalanzó con rapidez ante el enemigo, el cuál había terminado de recolectar la energía.
Mientras que el Beedrill seguía su paso con rapidez, el Hypno se mantenía estático; parecía que se había resignado a perder.
Los aguijones de Maki se preparaban para atacar a ese Pokémon, pero al parecer Hypno tenía otros planes.
- Vamos... Hazlo.-
Susurraba el chico con concentración. Parecía que estaba esperando a que la criatura enemiga hiciera algo.
Y ante las predicciones del chico, sucedió.
El Hypno dilató sus ojos y lanzo el ataque de "Psycorrayo", el cuál género un enorme vacío en el aire antes de explotar en unas gigantes ondas de energía que se dirigían directamente hacía el Beedrill.
El ataque impacto directamente en el Pokémon del chico, el lugar se llenó de polvo debido al ataque.
-Vaya...-
Se dijo seriamente. Su sonrisa había desaparecido.
El Hypno comenzó a bailar y burlarse del chico por su fracasado intento de combatir ante él.
- Debo admitirlo: me atrapaste totalmente.-
Exclamó derrotado.
El Pokémon expresó su malvada felicidad con su mirada. Estaba completamente preparado para alimentarse de los sueños del chico.
- O eso diría un estúpido.-
Recuperó su sonrisa al escupir esas palabras.
Y antes de que pudiera darse cuenta de lo que sucedía, el Hypno fue golpeado en su costado por el Beedrill del chico, el cual lo remato con un segundo golpe que fue directo a lo que se supone es el mentón del Pokémon.
- ¡¿Creíste que acaso me expondría ante una trampa tan obvia?-
Le reclamó al Pokémon. La violencia de sus palabras calaba ante los casi dormidos sentidos del Hypno.
- Maki; remata con Doble ataque de nuevo.-
Dijo desinteresado.
- Los Hypnos no son lo suficientemente fuertes como para que valga la pena atraparlos.-
Aulló de forma despectiva.
Maki entonces terminó por debilitar al molesto Pokémon ante las órdenes de su entrenador.
El chico se acercó hacia la orilla del lago para recoger la Pokeball dónde contenía a Beedrill.
- Maki, regresa.-
Dijo con cierta decepción. Beedrill regreso a su Pokeball.
El chico recogía el pequeño desastre que hizo mientras intentaba pescar, el cuál no era demasiado.
- Con estos son... ¿21?-
Se preguntó. Intentaba recordar la cantidad exacta de Hypnos salvajes que había derrotado desde que comenzó a ser entrenador.
- Los Pokémons de éste bosque son débiles. Nunca podré abrirme camino como entrenador si sigo así.-
El joven se lamentaba.
- Beedrill no es un Pokémon exageradamente fuerte. Pero con todo el entrenamiento a qué lo he sometido, se ha vuelto fuerte.-
Divagaba en sus pensamientos.
- Pero que va, estoy pensando demasiada otra vez.-
Se decía. Intentaba quitar esos pensamientos de su cabeza. "Un Pokémon débil siempre será débil", es lo que usualmente pensaba.
- Solo espero que mamá haya cocinado algo rico.-
Dijo mientras terminaba de recojer las bayas que había dejado tiradas en el suelo.
Había bayas de todos los tipos, era algo que le agradaba al chico.
- ¡Ugh!-
Exclamó el chico con un rostro de asco. Había tomado una baya podrida con sus manos, lo que la dejaría apestosa por toda una semana.
El chico, aún con asco, tiró la baya hacía el lago; esperando nunca volver a sentir esa sensación de tacto de nuevo.
Y, entonces, lo más inesperado sucedió: un enorme Gyarados emergió desde las profundidades del pequeño lago para devorarse sin rechistar la ya putrefacta baya.
- ¡Entonces si qué habían!.-
Exclamó el chico aún impactado por la escena. Procedió a meter rápidamente sus manos al bolsillo de su mochila en el cuál guardaba las Pokeballs.
- ¡Joder! Solo era necesario debilitar a ese Hypno.-
Aullaba con una felicidad incalculable. Seguía buscando los afamados objetos, era una oportunidad que no podía dejar pasar.
- Maki debería ser lo suficientemente fuerte como para debilitarlo un poco, y después de eso tengo un Gyarados garantizado.-
Continuaba con su búsqueda.
- ¡Mi maestra se sentirá orgullosa si es que llegó con esto!-
Su mirada era simplemente adorable. Estaba sintiendo el Gyarados ya en sus manos.
Más sin embargo, el chico había olvidado un pequeño detalle que no veía por su emoción.
- Olvide las Pokeballs en mi habitación...-
Recordó de manera abrupta. Su rostro cambio a una desilusión tremenda.
- Olvide las Pokeballs en mi habitación.-
Repetía sin parar. El chico se tiró al piso en posición fetal.
- De todos los días en que pude olvidar las Pokeballs...-
Decía aún sin poder creer lo que pensaba.
Y como llegó se fue. El gigante Gyarados regresó a las profundidades del lago, desvaneciéndose sin dejar el mínimo rastro de su existencia.
El chico se mantenía en shock. Ahora todas las llamadas de su madre habían cobrado sentido.
- La maestra me va a matar por cometer este error de novatos...-
Temía el joven. Solo pensaba en el futuro y sus consecuencias.
Mientras se lamentaba por olvidar las Pokeballs; el Berry Forest se volvía a llenar de Pokémons después de la derrota del Hypno, lo más probable es que todos hayas caído ante la hypnosis del Pokémon para que no lo molestaran en su cacería.
Y así pasó una media hora. El chico finalmente se había resignado ante su fracaso y partía hacía su hogar.
- Bueno, ya se perdió todo.-
Dijo resignado. Cruzaba los últimos tramos del bosque para llegar a la entrada de la ciudad de Kin Island, de la cuál era originario.
- Cómo desearía haber ganado ese ticket por una bicicleta, los tramos son demasiados largos.-
Dijo con cansancio. Hace un tiempo había participado en un mini tornero de batallas Pokémons, dónde su Kakuna perdió contra un Mawile.
Y entonces el fin del bosque llegó, cegando un poco al chico por los rayos del sol que emanaba el exterior.
- Y así fue como se desperdiciaron 3 horas de mi día. Espero que mi madre tenga la comida cuando menos.-
Comenzó a correr en dirección a su hogar. Las casas se lograban visualizar en la lejanía; la casa del chico estaba en la costa este de la isla.
El chico corría por todo el Bond Bridge con gran velocidad; su mochila rebotaba en su espalda mientras sujetaba su gorra para evitar que saliera volando.
Su mirada se mantenía hacía enfrente, pero no podía evitar mirar a las criaturas de la fauna de los alrededores del puente. Podía verse todo: desde varios Gloom hasta Persians que se ocultaban en la hierba alta.
Mientras aumentaba su paso, su hambre comenzaba a hacer estragos en su estómago. Estaba totalmente hambriento.
Y en un abrir y cerrar de ojos, estaba en la entrada de la ciudad.
Sin titubear lo más mínimo, continuó con su algo largo camino.
Corría sin cesar por las calles de la pequeña ciudadela. Desde que Bill implemento el sistema de almacenaje en las islas, estás prosperado por la ayuda de Pokémons que eran enviados desde Kanto o Hoenn.
Se podían observar una gran cantidad de Machamps, Machokes y Vigoroths en las calles; estos ayudaban en la transportación de mercancía y materiales.
El chico pasaba completamente de ellos, tenía en su mente muy clara la idea de llegar lo más próximo a su hogar. Su madre lo suele regañar si es que llega tarde.
El tiempo pasó totalmente de prisa. Y antes de lo pensado, el chico ya se encontraba a las puertas de su hogar. Su hogar quedaba pegado a la zona costera y boscosa de la ciudad, estando bastante alejada de esta.
El chico se encontraba sumamente cansado por la tremenda maratón que había corrido, así que se esperó para tomar aire antes de animarse a tocar la puerta.
Más sin embargo, el joven no se tuvo que molestar en si quiera abrirla, ya que la puerta se comenzó a mover, dejando ver la figura de su madre que se asomaba.
- ¡Gray! Qué bueno que ya llegaste.-
Dijo su madre con dulzura. Llevaba un mandil de cocina con la imagen de un Pelipper pintada en él.
- ¿Cómo te fue?, ¿Capturaste algo interesante hoy?-
Le preguntó. La brisa del aire comenzó a mover su largo y recogido cabello azabache.
- Emmm... No pude encontrar nada hoy.-
Dijo Gray con nerviosismo. Intentaba ocultar el hecho de que se le habían olvidado las Pokeballs en su alcoba.
- ¿Por qué viene la pregunta a todo esto? Nunca te ha importado demasiado si tenía capturas o no.-
Le preguntó a su madre.
- Lo decía por qué hay alguien que vino a verte.-
Aulló con su rostro de complicidad. No podía ocultar la sorpresa.
- Llegó desde temprano, pero como no estabas, le pedí que se quedara.-
Agregó.
- Supongo que debe de ser alguien importante si es que lo guardas con tanto misticismo.-
Dijo indiferente.
La situación podía alargarse por más tiempo, pero la voz del visitante los interrumpió.
– ¿Ya está aquí?-
Habló una voz femenina sumamente profunda pero elegante. Al joven se le hacía familiar.
– Hablando del rey de Roma.-
Mencionó la madre de Gray. Está abrió la puerta para que su hijo pudiera ver a su visita.
Y ante los rayos del sol y la mirada del chico, se mostró al visitante: una mujer con un largo pero recogido cabello rojo sujetado por una liga con forma de diamantes, esbelta figura y de pequeños anteojos. El chico reconocería esas características a dónde fuera.
– ¡M-aestra Lorelei!-
Exclamó el chico con sorpresa. No había visto a su maestra desde hace más de medio año.
– Gray, ¿Cómo has estado?-
Habló de forma totalmente abrumadora. Su presencia hacía intimidar todo lo que estaba a su paso.
Continuará...
Hola! Los saluda su escritor fracaso de confianza.
Uff, este capítulo quedó más largo de lo que llegué a planear, Aunque me gustó el resultado a decir verdad.
Cómo verán, he mejorado mínimamente en la forma de expresión de emociones y narración.
Espero que me puedan apoyar con su voto y comentarios. Su retroalimentación me ayuda a mejorar.
Sin nada más que decir...
Luixis23diez fuera!
Nota al reeditar: En esta época usaba mucho la expresión "El cuál" para cualquier cosa. Intentaré mejorar en los capítulos subsecuentes.
Publicación original: Octubre-Noviembre de 2022
Publicación y reedición: 20/09/2024
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