Prólogo: Maestro

El Sol brillaba débilmente sobre la región de Kanto a medida que atardecía. En pocas horas la oscuridad de la noche devoraría aquella tierra, y no sería prudente viajar a pie; y menos aún tan lejos de los caminos. Pero, dadas las circunstancias, aquella no era una noche apropiada para actuar con prudencia.

Una figura difícilmente identificable como humana se abría paso campo a través. Cuando salió de Ciudad Celeste, ya de por sí tenía mal aspecto, pero tras horas de caminata y enfrentamientos constantes su aspecto se asemejaba más al de un Muk que al de un ser humano. Aquel hombre vestía una gabardina negra, la cual llevaba recelosamente cerrada; los bajos de aquella prenda se hallaban empapados en sangre y barro, por no mencionar las quemaduras y rasguños que la habían castigado en las últimas horas. Sus botas militares habían corrido la misma suerte que el resto de su ropa y unas costras de barro carmesí comenzaban a solidificarse en ellas, haciendo que caminar resultase cada vez más desagradable.

Aquel hombre mantenía una expresión firme y neutra ante su situación actual. Su cabello negro y corto había sufrido el mismo destino que su ropa y además se le había pegado y secado alguna clase de secreción propia del Tipo Bicho. Su barba, fruto de la escasez de aseo personal durante varios días, no era capaz de disimular los cortes que había recibido en la cara. Su piel, normalmente pálida, tenía en aquel momento algunas zonas de color rojizo, en las cuales no tardarían en aparecer cardenales.

Aunque le dolían muchas partes de su cuerpo, procuraba no exteriorizar ese dolor lo más mínimo. Era importante para él permanecer impasible ante su equipo. No era el momento de mostrar debilidad. Se esforzaba en caminar sin cojear, no gritando ni emitiendo sonido alguno durante sus enfrentamientos y procuraba no aminorar la marcha pasase lo que pasase. A cada segundo que pasaba, se repetía a sí mismo que aquel dolor solo existía en su cabeza, y que allí era donde debía quedarse.

En su mano derecha sostenía firmemente una porra extensible. Se trataba de un diseño ilegal, utilizada a menudo por organizaciones como el Team Rocket para herir o matar Pokémon de tamaño mediano a los que un hombre adulto fuese capaz de vencer en un combate cuerpo a cuerpo. Se trataba de un instrumento que había dejado de fabricarse hacía años, y era realmente difícil de conseguir. Del extremo del arma aún goteaba la sangre del Machop al que le rompió el cráneo minutos atrás.

El siniestro individuo se detuvo bruscamente. Había oído algo. Las ramas de un árbol frente a él se habían comenzado a agitar. Aquello no auguraba nada bueno. Caminó lentamente y trató de dar un pequeño rodeo para mantener una distancia de seguridad de al menos diez metros con el árbol. No resistiría mucho más, y por nada del mundo deseaba tener que vérselas con otro Pokémon salvaje. En un área de bosque más densa habría resultado fácil darle esquinazo a una situación así, pero aquella colina estaba relativamente despejada, y no había ningún lugar donde esconderse.

Pudo oír un característico zumbido; uno que en circunstancias normales le habría resultado confiable y reconfortante, pero que en aquel momento presagiaba una pesadilla viviente. Pronto de las ramas de aquel árbol emergió un rival potencialmente letal para alguien en su estado. Un Beedrill.

- Veneno...- Murmuró aquel hombre, para sí mismo- No puedo dejar que me toque.

Aquel Beedrill se encontraba muy lejos del Bosque Verde. No tenía ni idea de cómo había acabado en aquella región al noroeste de Ciudad Celeste. No había Beedrill salvajes por aquella zona, de modo que lo más probable era que se hubiese perdido y no hubiera sido capaz de volver a su colmena. Probablemente se tratase de una criatura confusa, asustada, frustrada y quizás hambrienta. Si se hubiese tratado de un Pokémon herbívoro, habría sido fácil distraerlo con alguna baya y marcharse de allí, pero aquella no era una opción frente a un depredador.

El Beedrill miraba fijamente a su objetivo mientras zumbaba para intimidarle y frotaba entre sí sus enormes aguijones. Comenzó a volar en círculos a su alrededor lentamente, manteniéndose a unos cuantos metros de altura. Estaba buscando el momento adecuado para atacar.

Mientras rotaba sobre sí mismo para no perder de vista al Beedrill, aquel hombre notaba como algo se agitaba en su cinturón. Mientras apretaba en su mano derecha la empuñadura de la porra extensible, se llevó la mano izquierda al cinturón y trató de calmar esa agitación.

- Maestro...- Le dijo una voz femenina, enviando un mensaje telepático directamente a su cabeza.

- No es el momento, Gardevoir- Respondió- Tranquila, estaré bien.

Maestro. Gardevoir siempre le llamaba así. Lo había hecho desde que era un Ralts. Según ella, todos sus Pokémon le llamaban así. Cuando decidió desprenderse de su verdadera identidad y convertirse en un cascarón vacío esperando a llenarse con venganza, Maestro le pareció un nombre adecuado. Sus Pokémon le llamaban así, y no necesitaba hablar con nadie más. Habían pasado más de veinte años desde que tomó aquella decisión, y ya ni siquiera recordaba su anterior nombre. En aquel momento todo su ser se resumía simplemente a aquella palabra.

Maestro alzó la porra en una guardia defensiva cuando vio venir el ataque del Beedrill. Él mismo había entrenado un Beedrill; un Pokémon al que conocía bien y junto al que había compartido miles de horas de su vida. Ningún ataque de aquel Beedrill salvaje podría compararse con los ataques de su propio Pokémon, ni tampoco sería capaz de pillarle desprevenido. Bloqueó un ataque de los aguijones de su rival y trató de contraatacar golpeando su abdomen con la porra, pero aquel mortífero insecto fue más rápido que él y se apresuró a retroceder varios metros de un rápido impulso aéreo al ver que su ataque no había logrado conectar con la carne de su oponente. El Beedrill voló nuevamente en círculos tratando de encontrar un hueco en la guardia de su presa, pero Maestro no lo perdía de vista ni bajaba su arma ni un solo segundo.

El breve contacto que habían tenido hacía unos segundos había dejado algo muy claro a aquel Pokémon: el humano al que trataba de cazar estaba armado y le superaba en fuerza física. La próxima vez que se acercase podría salir mal parado, y seguramente no harían falta más de uno o dos golpes de aquella barra de metal para acabar con él. Debía mantener las distancias. Apuntó a su presa con sus aguijones frontales y se preparó para ejecutar un ataque a distancia. Maestro notó como el Beedrill se preparaba para dispararle y se lanzó bruscamente a un lado, justo a tiempo para esquivar una lluvia de aguijones que se clavaron en la hierba como si fuesen puntas de lanzas.

Rápidamente dejó la porra extensible en el suelo y comenzó a rebuscar en uno de los bolsillos interiores de su gabardina. Estaba preparado para enfrentarse a amenazas mucho mayores que un Beedrill salvaje, pero no contaba con haberse encontrado por el camino a un Pokémon capaz de volar y dejarle hecho un colador desde fuera del alcance de su porra. Al ver cómo soltaba su arma, el Beedrill expuso el aguijón de su abdomen y se lanzó a toda velocidad hacia él con su Aguijón Letal por delante. El combate se revolvería en los próximos segundos.

Maestro se sacó la mano del bolsillo de la gabardina. Apuntó al Pokémon con su pistola taser y le disparó. Unos electrodos sujetos a finos cables se clavaron en el Beedrill y comenzaron a propinarle una fulminante descarga eléctrica. Aquella criatura se retorció durante unos segundos, cuando sufrió un shock nervioso, pero luego permaneció inmóvil y se dejó caer como un peso muerto al suelo. Maestro apagó el taser para no desperdiciar batería y se acercó al Pokémon aturdido. Rápidamente propinó un pisotón con su bota a la cabeza del Beedrill, matándolo en el acto.

Sin dedicar un solo segundo más al Pokémon que acababa de matar en combate, recogió su arma del suelo y prosiguió su ruta hacia el noroeste. No se enorgullecía de la sangre que había derramado, pero no le había quedado otra opción. No podía arriesgarse a que un enemigo así se recuperase más tarde y le siguiera el rastro. Debía seguir adelante, y no podía permitir que nada ni nadie se convirtiese en un obstáculo para él. Había esperado más de veinte años a que llegase aquel día.

Caminó durante dos largas horas más. Atravesó amplias colinas, densos bosques y tuvo que vadear un río. Dio rodeos para evitar los caminos y las zonas que pudieran estar pobladas. Se enfrentó nuevamente a Pokémon salvajes que lograron herirle aún más, pero a los cuales logró abatir con su arma. Aunque se encontraba en buena forma física, nada ni nadie podría haber preparado a Maestro para una odisea como aquella. En apenas algo más de cinco horas había recorrido a pie toda la distancia que separaba Ciudad Celeste y aquella maldita montaña a la que se dirigía. Lo había hecho sin ayuda de ninguno de sus Pokémon, y sin ser detectado por sus perseguidores. Si su causa hubiera sido más noble, quizás aquellos actos podrían haberle convertido en leyenda, pero lo único que esperaba era que le convirtieran en un fugitivo de por vida.

Finalmente, dirigió la mirada hacia el gigante rocoso que se encontraba ante él. Una montaña de algo más de dos kilómetros de altura, la cual por suerte no necesitaría escalar. Tras haber evitado los caminos y cualquier otra señal de presencia humana en las cercanías, abandonó el bosque y se incorporó a un camino que iba hacia la base de la montaña. Observó una señal en el borde del camino. No necesitaba leerla para saber que no debería estar allí, pero si nada de lo que se había interpuesto entre su objetivo y él había logrado detenerlo, menos lo haría un trozo de madera pintado. Sin embargo, las palabras "Cueva Celeste, prohibido el paso" hicieron que un escalofrío le recorriese la espalda.

Caminó unos minutos más siguiendo aquel sendero. Le dolían los pies. Parte de la culpa la tenían las horas de caminata, parte el mordisco venenoso de un Nidorino. Sin embargo, consideraba su causa lo suficientemente justa y su voluntad lo suficientemente grande para seguir adelante. No tardó en llegar a su destino. Al fondo, a escasos veinte metros de distancia, podía ver una pared rocosa con una gran abertura en ella. La famosa Cueva Celeste.

No estaba allí solo. Si bien había logrado saltarse los controles de carretera al caminar por el bosque y no había encontrado a ningún guardia por aquel camino, había un hombre sentado en una silla en la puerta de una especie de garita improvisada junto a la entrada de la cueva. No le sorprendía que tuviesen una última línea de defensa para impedir que nadie entrase allí, pero tenía la esperanza de que no hubiese sido necesario sortearla. Aquel hombre no llevaba ningún tipo de uniforme de guardia, ni tenía en absoluto el aspecto de uno. Llevaba una discreta indumentaria de montañero, y habría conseguido ocultar sus verdaderas intenciones a casi cualquier persona que hubiese llegado hasta allí por casualidad; pero Maestro ya había lidiado con tipos como él antes. Sabía lo que debía esperar, y sabía lo que debía hacer.

El guardia de incógnito se levantó de su silla y se dirigió hacia Maestro, alzando la mano en un gesto para indicarle que se detuviera. No parecía ir armado, pero llevaba una Pokéball en su cinturón.

- Señor, no puede continuar por aquí- Le indicó el guardia- No tiene buen aspecto, ¿se encuentra bien?

Maestro reparó en su lamentable aspecto. No le sorprendía que le tomasen por un montañero extraviado. Aún sostenía en su mano derecha su porra extensible, pero el guardia seguramente la habría confundido con alguna clase de bastón a aquella distancia. No se encontraba de humor para disimular sus intenciones.

- Voy a entrar- Dijo Maestro- Aparta de mi camino.

El guardia se detuvo a una distancia prudente. Había algo menos de diez metros de distancia entre ambos hombres.

- Me temo que no puedo permitírselo- Le respondió el guardia- Esa cueva es un hábitat protegida para los Pokémon que viven en ella. No se puede entrar a capturarlos.

- ¿Por qué tratáis de protegerle?- Preguntó Maestro.

- No sé de qué me habla.

Maestro reconocía la actitud de aquel hombre. Había tratado con gente de su organización en el pasado. Se trataba de un grupo de personas dedicado, por alguna razón que jamás había logrado entender, a proteger a su presa. Le cubrían las espaldas; le protegían de todo el que quisiera capturarlo o abatirlo. No entendía sus motivaciones, pero sí que entendía que eso les convertía en otro obstáculo más a superar.

- Aparta de mi camino- Repitió Maestro- Este es el último aviso.

El guardia se llevó la mano a la Pokéball de su cinturón.

- Veo que no estás aquí por casualidad- Dijo el guardia- Muy bien, tendremos que hacer esto por las malas. Adelante, Blastoise.

El guardia lanzó su Pokéball y un magnífico ejemplar de Blastoise salió de ella. El robusto Pokémon se interpuso entre su entrenador y Maestro. Profirió un grito intimidatorio y apuntó a Maestro con los cañones de su caparazón. No disparó, pero era una advertencia bastante clara.

Maestro se desabrochó la gabardina. No fue fácil, ya que la cremallera tenía restos de barro y sangre muy secos, pero logró bajarla. Al abrirse su indumentaria, mostró un cinturón con cinco Pokéballs. Al ver que era superado en número, el Blastoise dio un paso atrás y adoptó una guardia más defensiva y prudente. El guardia miró también aquellas esferas con inquietud.

Maestro cogió una de sus Pokeballs y la lanzó.

- Vamos, Machamp- Se limitó a decir en todo neutral.

El Machamp de Maestro salió de la Pokéball lanzada. No se trataba de un Machamp normal; se trataba de un raro Pokémon con gigantismo. Los Machamp tenían una estatura media de 1,6 metros; pero aquel Pokémon medía casi un metro más y pesaba más del doble que un ejemplar estándar. Machamp no gritó de forma intimidatoria ni adoptó ninguna clase de postura desafiante frente a Blastoise. Se limitó a mirar fijamente al Pokémon que tenía en frente, al cual superaba considerablemente en estatura, y emitir un desagradable sonido que en su especie equivalía a la risa humana.

Seguramente en aquella ocasión el guardia y su Blastoise se habrían apartado si Maestro hubiera vuelto a expresar sus exigencias, pero el momento de pedir las cosas amablemente quedaba en el pasado. Ahora trataría a aquel hombre como se merecía.

Sin estar muy convencido de sus posibilidades, el guardia decidió dar el primer paso en aquel combate.

- ¡Blastoise, usa Hidrobomba!- Le gritó a su Pokémon, tratando de transmitir una mayor seguridad de la que en realidad tenía.

- Ni te molestes- Indicó Maestro a Machamp.

Cuando los cañones de Blastoise apuntaron a su enorme adversario y dispararon sendas descargas de agua a presión, Machamp se limitó a mantenerse firme y cubrirse la cara con sus cuatro brazos en una guardia defensiva. El enorme luchador apenas se inmutó ante unos ataques de tipo agua capaces de fracturar y erosionar rocas al instante. Su enorme cuerpo, unida a su entrenada musculatura le convertían en un tanque viviente. Harían falta cientos de ataques como ese para tumbar a un campeón de su categoría.

Mientras Blastoise atacaba a Machamp y el guardia centraba su atención en el combate, Maestro se llevó nuevamente la mano al cinturón y cogió una segunda Pokéball. Con un movimiento rápido y preciso, la lanzó por encima de los Pokémon que estaba luchando para que cayese junto al guardia.

- Mawile, usa Triturar- Ordenó Maestro.

Desde su posición, Maestro no podía ver ni al guardia, ni a su Mawile. Los enormes Pokémon que luchaban frente a él le tapaban la escena. Oyó la voz femenina de su Mawile, y luego un desgarrador grito de dolor del guardia. Podía oír como gritaba desesperadamente, como sus huesos crujían y como Mawile reía sádicamente.

Al oír los gritos de dolor de su entrenador, Blastoise dejó de atacar a Machamp y se giró para disparar a Mawile. En aquel momento Machamp giró la cabeza para compartir una mirada de complicidad con Maestro mientras esperaba su aprobación.

- Ahora, a bocajarro- Le indicó.

Machamp saltó en una carga a pecho descubierto sobre el caparazón posterior de Blastoise. Derribó a su oponente antes de que la Hidrobomba alcanzase a su compañera de equipo y comenzó a encadenar golpes a una velocidad vertiginosa contra el duro caparazón de Blastoise. La armadura natural de aquel Pokémon no tardó en quebrantarse, pero aquello no detuvo a Machamp, quien golpeó cientos de veces a su oponente en unos pocos segundos gracias a sus cuatro brazos. Para cuando dejó de golpear a aquel Pokémon y se alejó de su cuerpo inerte, Blastoise era poco más que un amasijo deforme de carne y trozos de caparazón. Sabiendo que su trabajo había terminado, Machamp se centró en limpiarse un poco la sangre de su enemigo de las manos.

Maestro rodeó la truculenta escena en que se había convertido el combate Pokémon y se acercó hacia donde estaba Mawile. La acerada piel de su Pokémon se encontraba en aquel momento teñida en su mayor parte de un tono carmesí. El cuerno en forma de mandíbula de su nuca aún tenía jirones de ropa y carne de aquel hombre. Mawile sonrió al ver que Maestro se acercaba a ella. La sonrisa de su pequeña alegró el alma a Maestro en aquel momento tan decisivo; le había costado mucho lograr que aquella Pokémon volviese a sonreír, pero cada sonrisa dibujada en los férreos labios de Mawile era un recordatorio de aquella victoria. Dirigió una breve mirada hacia el cuerpo del guardia, pero en seguida apartó la mirada de aquella masa de carne difícilmente reconocible como una persona. Quizás Mawile disfrutase con ello, pero no era su caso.

Se llevó la mano a un bolsillo interior de su gabardina y sacó de él un pañuelo de tela blanco. Se agachó junto a Mawile y utilizó el pañuelo para limpiarle la sangre de la cara.

- Gracias- Le dijo Maestro- A los dos- Añadió dirigiendo una mirada también a Machamp.

Le dio el pañuelo a Mawile después de limpiarle la cara para que ella continuase limpiándose un poco y luego le pasó otro a Machamp para que terminase de limpiarse las manos. Después se llevó ambas manos a la cintura para coger las otras tres Pokéballs.

- Es hora de una pequeña reunión familiar- Murmuró Maestro mientras lanzaba las tres Pokéballs junto a él.

Greninja, Gardevoir y Clawitzer salieron de sus Pokéballs y contemplaron la sangrienta escena. Greninja echó un breve vistazo a ambos cuerpos y en seguida perdió el interés en ellos y se dedicó a examinar minuciosamente los alrededores, en un estado de alerta casi paranoica; era muy propio de él. Clawitzer se quedó mirando sin contener su curiosidad el cuerpo del guardia que había destrozado Mawile; parecía ser incapaz de reconocer qué había sido ese amasijo de carne cuando aún estaba vivo. Tan solo Gardevoir apartó bruscamente la mirada con un gesto de asco y desagrado.

Gardevoir fijó su alarmada mirada en Maestro. No parecía nada contenta con el aspecto de su entrenador en aquel momento.

- Maestro...- Dijo Gardevoir mediante telepatía- ¿Por qué has hecho esto?

- Estaban en el camino- Respondió Maestro señalando a los cuerpos.

- Esos dos no me importan. Me refiero a por qué te has dejado herir tanto ¿Por qué no nos has dejado ayudarte?

Maestro paseó brevemente alrededor de su equipo. No respondió inmediatamente. Su equipo había llegado hasta ese punto con él. Se encontraban en un momento decisivo. Debía elegir cuidadosamente sus palabras.

Miró su mano derecha. Se preguntaba cómo era posible que aún se aferrase de aquella forma a su porra extensible; en qué momento esa barra de metal se había convertido en una prolongación más de su cuerpo. Aquel instrumento jamás debería haber existido. Años atrás jamás se habría planteado la posibilidad de empuñar una de esas, y en aquel momento parecía que se hubiese fusionado con su mano. Se la lanzó a Gardevoir, quien la atrapó al vuelo sosteniéndola por la empuñadura de goma con un movimiento reflejo.

- ¿Crees que esto le matará?- Preguntó Maestro.

- No creo que ningún arma pueda- Respondió Gardevoir- Menos aún un simple palo de metal.

- Eso pienso yo- Le dio la razón Maestro- Por eso es que estáis aquí. Si pensara que tengo la menor posibilidad de lograrlo solo, no habríais venido.

Maestro reanudó su errático paseo, tomando a Gardevoir como centro de su caminata sin sentido. Su compañera no le seguía con la mirada, pero sabía que tenía su atención.

- No venceré sin vuestra ayuda- Dijo Maestro- De hecho, esta será la batalla más dura que hemos librado. En este momento, vuestras fuerzas son mucho más valiosas que las mías. Vuestra integridad es mi mayor prioridad. Os necesito en plena forma para el combate que se avecina.

- ¿Y por eso casi te matan unas alimañas?- Preguntó Gardevoir, molesta.

- Estoy vivo, ¿no?- Respondió Maestro extendiendo sus brazos y exhibiendo su machacado, pero innegablemente vivo cuerpo- ¿Qué más quieres?

Gardevoir suspendió la porra metálica en el aire con su Telequinesis y la dobló y retorció hasta dejarla irreconocible. La arrojó al suelo con desprecio y se encaró con Maestro, quien detuvo bruscamente su paseo al ver que Gardevoir iba a por él. Extendió sus brazos hacia él para ayudarse a canalizar su poder psíquico y lanzó una oleada de energía hacia Maestro, quien no hizo gesto o movimiento alguno ante el ataque.

Cuando la onda de energía psíquica impactó contra Maestro, fue en su mayor parte absorbida por su cuerpo. Las heridas abiertas en su carne comenzaron a regenerarse lentamente hasta cerrarse por completo. Las zonas moradas o amarillentas de su piel, donde había recibido golpes o picaduras venenosas, comenzaron a recuperar su color normal. El dolor desapareció lentamente hasta que no quedó ni rastro de él, y aunque Maestro intentaba hacerse el duro y aparentar que no le pasaba nada, tanto su expresión facial como su postura al estar de pie y caminar cambiaron drásticamente cuando sus heridas desaparecieron.

- ¿Qué más quiero?- Preguntó Gardevoir, de mal humor- Me conformo con que no olvides que tu causa es nuestra causa. Con que no olvides que no eres el único que está aquí por venganza.

Gardevoir caminó hacia Maestro, pero le pasó de largo y se apartó momentáneamente del grupo. Maestro no le quitó el ojo mientras se alejaba de él, hasta que reparó en que Clawitzer le miraba fijamente en silencio, sacando sus propias conclusiones.

- Me acabará perdonando- Le dijo a Clawitzer.

Apreciaba mucho a Gardevoir. Era una Pokémon excelente que le había ayudado mucho a alcanzar todos los logros que había conseguido a lo largo de su vida. Era una gran compañera, y una mejor luchadora, por no hablar de que era el único de sus Pokémon con el que podía hablar de igual a igual. Sin embargo, debía reconocer que desde siempre había sido una compañera problemática con la que había resultado muy difícil tratar. Al margen de su personalidad excesivamente protectora hacia su entrenador, algo muy común en los Gardevoir, se trataba de un ejemplar variocolor de su especie. Eso implicaba que era un ejemplar muy codiciado en casi todo el mundo. No habían sido pocos los que habían tratado de separarla de él, de una forma o de otra. También en muchas ocasiones habían tratado de robarle el colgante con la Gardevoirita que llevaba al cuello. Cuando era un Ralts, los Pokémon de su misma especie la habían discriminado por su inusual pigmentación; cuando evolucionó a Gardevoir, los humanos intentaban continuamente separarla del único ser vivo que se interesó por ella en el peor momento de su vida y trataban de despojarla del regalo que le hizo. Por aquella suma de motivos, Gardevoir solía tratar con frío desprecio a todos los humanos salvo a Maestro, y a todos los Pokémon salvo a los de su equipo.

Maestro jamás se habría imaginado años atrás que su Gardevoir habría estado dispuesta a derramar sangre por su causa, pero fue extremadamente fácil convencerla de recurrir a métodos menos ortodoxos para lograr sus objetivos. Cuando la vio matar por primera vez, casi tuvo la impresión de que llevaba años deseándolo. Todos los que se encontraban allí en aquel momento tenían las manos manchadas de sangre, pero salvo quizás Mawile, a Maestro le gustaba pensar que ninguno de ellos disfrutaba con lo que hacían. A veces se preguntaba si debía incluir a Gardevoir en el grupo de las psicópatas de su equipo.

Clawitzer hizo una señal a Maestro para que lo recogiera. Maestro se agachó, lo recogió del suelo y lo dejó posarse en su hombro derecho. Aquel Pokémon pesaba 35 kilogramos, pero Maestro estaba más que acostumbrado a llevarle ahí. Clawitzer no podía caminar, y aquella era su única forma de desplazarse fuera del agua. Desde que nació del huevo que a Maestro le regalaron hacía diez años, Clawitzer tenía unas deformidades en su cuerpo que le impedían hacer vida normal. Cuando era un Clauncher, su pinza disparadora era más grande de lo normal y sus patas demasiado cortas. En el centro Pokémon le dijeron que no había forma de corregirlo ni mediante alguna clase de tratamiento, ni mediante cirugía. Aquel Pokémon no sería capaz de sobrevivir en la naturaleza, ni tampoco de vivir normalmente. Le sugirieron sacrificarlo para que no sufriera, pero Maestro se negó a ello.

Cuando evolucionó a Clawitzer, ambas deformidades se le acentuaron. Sus patas eran cortas y débiles, y su pinza excesivamente grande. Era absolutamente incapaz de caminar y no era muy buen nadador. Sin embargo, donde todo el mundo veía un Pokémon defectuoso, Maestro solo podía ver una gran virtud. El calibre del Megadisparador de Clawitzer era casi el doble que el de un miembro sano de su especie. Con su ayuda, Clawitzer había sido capaz de entrenar como cualquier otro Pokémon para potenciar sus capacidades ofensivas, y en combate, con la ayuda de otro de sus Pokémon que le ayudase a desplazarse podía causar daños catastróficos a cualquiera que recibiese un impacto suyo.

Clawitzer era huraño, y muy poco sociable, pero sabía apreciar el esfuerzo que Maestro y sus otros Pokémon habían hecho por ayudarle a salir adelante. Era grosero y maleducado con entrenadores y Pokémon ajenos a su equipo, pero era capaz de disparar hasta quedarse inconsciente del esfuerzo con tal de ayudar a uno de sus compañeros. Maestro consideraba que darle la oportunidad de vivir a Clawitzer cuando le sugirieron que lo dejase morir era la mejor decisión que había tomado jamás.

Con Clawitzer al hombro, Maestro dio un breve paseo entre los miembros de su equipo, observando como cada uno se preparaba a su manera para la gloriosa batalla que se avecinaba. Machamp había terminado de limpiarse las manos con el pañuelo que su entrenador le había dado y se acercó para tratar de devolvérselo. Maestro hizo una pequeña mueca al ver el pañuelo completamente empapado en sangre de Blastoise.

- Mejor tíralo- Le indicó a Machamp- Si guardo eso, oleré aún peor.

Machamp lanzó por encima del hombro el pañuelo ensangrentado y lo dejó perderse en el suelo de aquel monte. A Maestro siempre le había resultado algo incómoda la actitud tan marcial que mantenía Machamp. Él siempre había considerado a todos sus Pokémon su auténtica familia, pero tenía la impresión de que Machamp nunca había llegado a aceptar aquella realidad. Mientras los demás se tomaban muchas confianzas con Maestro y le consideraban un igual, Machamp aún parecía reconocer a su entrenador como a un superior. No podía culpar al Pokémon, ya que no era él quien lo había criado y era difícil para Machamp deshacerse de sus viejas costumbres, pero no le gustaba que actuase como si fuese una especie de subordinado.

Clawitzer no era el único de sus Pokémon al que Maestro había salvado de la muerte, ni el que la había visto más de cerca. Junto a su anterior entrenador, que lo había criado desde que era un Machop, Machamp se había convertido en un gran campeón en torneos del Tipo Lucha. La anomalía genética que provocaba su gigantismo le había producido muchos problemas de salud, pero también le había bendecido con una gran fuerza y resistencias, las cuales le permitieron imponerse fácilmente a cientos de rivales. Sin embargo, Machamp era un luchador de torneos. No se enfrentaba a vida o muerte contra otros Pokémon; por lo que su anterior entrenador le mantenía atado muy corto. No le permitía exprimir su máximo potencial. No le permitía luchar a plena capacidad; ya que si en algún combate se excedía y mataba a su rival, no podría volver a competir.

Un día, los problemas de salud de Machamp se acentuaron. Su sistema circulatorio empezó a funcionar mal, y aquello le alejó de los combates. Con el tiempo, su salud solo podía empeorar, y no había un gran pronóstico de que mejorase. Al no poder combatir más, su anterior entrenador sencillamente lo reemplazó y lo relegó al banquillo. Dieciséis años atrás, Maestro logró convencer a aquel hombre de que le dejase hacerse cargo de Machamp, y aunque al principio se mostró reacio, acabó aceptando, ya que Machamp no le resultaba rentable en aquel momento.

Convencer a su entrenador de que le permitiese quedarse con Machamp no fue fácil, pero fue un paseo por el parque en comparación con lograr que Machamp recuperase su plena forma. Maestro nunca se había limitado a las opciones legales. Logró encontrar a un cirujano afiliado a cierta organización criminal que le consiguió el corazón de un Hariyama y estuvo dispuesto a llevar a cabo la operación de trasplante. Pocos meses después, Machamp pudo volver a luchar. Aquel Pokémon que había sido enterrado en vida por su anterior entrenador fue resucitado por la actitud implacable de Maestro. Machamp había sido desde aquel momento uno de sus Pokémon más leales, y nunca había dudado en mancharse las manos por el entrenador que le dio otra oportunidad y le permitió emplearse a fondo y exprimir todo su potencial como luchador. Sin embargo, aquella actitud obediente y disciplinada que le había inculcado su anterior entrenador había sobrevivido después de todos aquellos años.

Machamp hizo un gesto a Maestro para indicarle que le entregase a Clawitzer. Aunque el Pulso Curativo de Gardevoir había eliminado la mayor parte del dolor de su cuerpo, aún se sentía algo cansado por el esfuerzo que había hecho para llegar hasta allí. No le molestaba llevar a Clawitzer; de hecho esperaba poder contar con él en la batalla que se disponían a librar. Pero en aquel momento agradecía de verdad que alguien pudiera ocuparse de él durante un rato para que pudiese recuperar el aliento. No fue necesario que Maestro dijera o hiciese nada; el propio Clawitzer era consciente de que no era el mejor momento para que Maestro lo llevase a hombros. Asintió y Machamp lo recogió y colocó en su hombro derecho.

- Gracias- Dijo Maestro- Tomaos un pequeño descanso, pronto entraremos.

Clawitzer murmuró algo a Machamp que Maestro no fue capaz de entender y ambos se alejaron de él. Probablemente sabían lo que venía a continuación; y seguramente ninguno de ellos querría estar presente cuando sucediese.

Maestro dirigió la mirada hacia Mawile mientras rebuscaba en sus bolsillos. Cuando localizó un pequeño colgante en uno de ellos, se acercó hacia la Pokémon. Mawile aún seguía limpiándose con aquel pañuelo, cuando notó que Maestro se le acercaba se apresuró a terminar de limpiarse y lanzó lejos el pañuelo ensangrentado. La sonrisa de Mawile seguía siendo algo reconfortante para Maestro, aunque reconocía que era sumamente inquietante verla sonreír dadas las circunstancias. Mawile siempre solía mantener una actitud seria y algo agresiva cuando entraba en combate, pero siempre que el grupo lograba avanzar hacia el objetivo que llevaban dos décadas persiguiendo aquella pequeña Pokémon sonreía. Maestro sabía perfectamente lo que rondaba la mente de Mawile en aquel momento. Se imaginaba todo lo que le harían a su enemigo cuando lo encontrasen.

Si Mawile fuese un poco más sensata, no estaría contenta de encontrarse en aquel momento y lugar, pero siempre había sentido un gran regocijo en aquellas situaciones. De todos los Pokémon de Maestro, aquella era sin duda alguna la más conflictiva de todos. Podría escribir un libro en el que narrase todos los problemas que Mawile le había causado.

Para empezar, Mawile siempre había sido violenta por naturaleza. Antes de que Maestro la conociera, Mawile ya había matado a un número difícil de determinar de humanos y Pokémon. Ella vivía en los pantanos al sur de Ciudad Romantis, en Kalos. Fue allí precisamente donde Maestro la conoció; una noche en la que formó parte de una gran batida para registrar el pantano en busca de un peligroso Pokémon que había asesinado a algunos viajeros. Aquellos batidores sabían perfectamente que se enfrentaban a un Mawile, y tenían preparada toda una horda de Pokémon de tipo Fuego y Tierra. Mawile era fuerte, pero no lograría sobrevivir más de un par de horas ante aquellos perseguidores. Sin embargo no había llegado su hora.

Maestro logró encontrarla a tiempo. Por aquel entonces él ya estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de lograr sus objetivos, y solo se había ofrecido como voluntario en aquella batida para conocer a aquel "Asesino del pantano" del que todos hablaban. Cuando se enfrentó a Mawile, aquella Pokémon de tipo Acero fue capaz de derrotar a Gardevoir y romperle un brazo a Maestro. Sin embargo, entre los dos lograron debilitar a Mawile lo suficiente como para que una Ultra Ball lograse retenerla dentro. Aquella noche ningún batidor logró encontrar al Mawile que buscaban y vivir para contarlo.

Al principio Mawile no estaba nada contenta con la idea de tener un entrenador. Pero incluso ella fue lo bastante razonable como para entender que Maestro le había salvado la vida. Además, el hecho de que Maestro no tratase de reprimir sus impulsos violentos, sino que le permitiese darles rienda suelta en cada combate hizo que Mawile desarrollase un gran aprecio por su entrenador. Maestro no estaba seguro completamente de si Mawile entendía por qué estaban haciendo aquello, pero sabía a ciencia cierta que la Pokémon conocía el objetivo. Y por algún motivo, aquella solitaria y sanguinaria Pokémon se sentía muy feliz cuando ayudaba al entrenador que le había salvado y aceptado tal y como era a alcanzar sus ambiciones.

Aunque sabía perfectamente que sus otros Pokémon se sentían algo incómodos en presencia de Mawile, aquel hada de acero sí que había llegado a aceptarlos como a su familia. Y Maestro había llegado a querer a Mawile como a una hija.

- Tengo algo para ti- Dijo Maestro mientras se sacaba el collar del bolsillo y se agachaba para mostrárselo a Mawile- No ha sido fácil conseguirla, pero creo que te la has ganado.

Maestro abrió el cierre del collar y lo colocó alrededor del cuello de Mawile. Ella contempló absorta la piedra que había engarzada en el centro del collar de oro. Se trataba de una Mawilita. Maestro habría deseado poder entregarle la Megapiedra a Mawile en mejores circunstancias, pero la había conseguido hacía tan solo un par de días y pensó que aquel sería un buen momento para dársela. En cualquier caso, en ese momento necesitarían el poder de aquella piedra más que nunca.

Mawile tocaba perpleja aquella Megapiedra. Si Maestro no supiera todo lo que había tras aquella Pokémon, podría haberla comparado con una niña a la que le habían regalado un juguete nuevo. Sin embargo sabía perfectamente que Mawile solo pensaba en aquel momento en los estragos que podría causar con aquel poder. Aunque quizás desde el punto de vista de la Pokémon, quizás sí que fuese una niña con un juguete nuevo. Al fin y al cabo, nunca había sido fácil entender las emociones de Mawile. Quizás toda aquella odisea no fuese más que un sangriento juego para ella.

Mawile fijó la vista en la muñeca derecha de Maestro. Cogió la mano de su entrenador y le levantó la manga de la gabardina, dejando expuesto el Mega Aro con la Piedra Activadora de Maestro. Sus ojos estaban radiantes de ilusión mientras dedicaba a Maestro una mirada de súplica.

- Ahora no, pequeña- Le denegó Maestro- Debemos ahorrar fuerzas para la batalla. Pero tranquila, tu momento llegará.

Mawile agachó la cabeza, decepcionada. Pero a pesar de aquella decepción, entendía la postura de su entrenador al respecto. La Megapiedra no era un juguete. No podía Megaevolucionar allí sin más solo porque le apeteciera. Al menos no antes de la batalla más importante de sus vidas. Maestro hizo una pequeña caricia en la frente a Mawile y se levantó. Dejó que Mawile descansara un rato, contemplase su Megapiedra, y fantasease sobre la carnicería que estaba por llegar. Por su parte, Maestro miró a su alrededor para localizar a Greninja. Se encontraba sentado sobre una roca cercana, en una pose de meditación.

Se acercó al Pokémon y se limitó a sentarse a su lado, sin molestarle ni hablar con él. Greninja le dedicó una brevísima mirada de reojo a Maestro y volvió a concentrarse en su meditación. Permanecieron así durante largos minutos. Cualquiera que no les conociese, podría pensar que entrenador y Pokémon se odiaban, a juzgar por el trato entre ambos. Sin embargo, la realidad era todo lo contrario.

Maestro llevaba años sin dirigirle la palabra a Greninja, y Greninja llevaba años haciendo lo propio con Maestro. Ni siquiera durante los combates intercambiaban comunicación alguna. Gardevoir siempre había dicho que existía algún tipo de conexión casi paranormal entre Maestro y Greninja; algo que nunca antes había visto y que no era capaz de explicar. Fuera como fuese, la situación se había desencadenado prácticamente sola. Maestro y Greninja con el paso del tiempo fueron hablando cada día menos, hasta que unos años después de conocerse no volvieron a mediar palabra. Greninja sabía perfectamente lo que pasaba por la cabeza de Maestro; y maestro sabía perfectamente en qué estaba pensando Greninja. Entre ellos existía una sincronización perfecta, y sencillamente sobraban las palabras.

Junto con la mayor parte de sus Pokémon, Maestro era natural de Kalos. Cuando cumplió los 10 años e inició su viaje, eligió a Froakkie como su primer Pokémon. El pequeño Pokémon de tipo Agua que eligió aquel día se convirtió en algo más que un compañero para él con el paso de los años. En aquel momento, se enorgullecía de poder hablar de Greninja como de un hermano. Ninguno de aquellos Pokémon conocía a Maestro desde hacía tanto tiempo, ni tenía un vínculo tan profundo con él. Ni siquiera Gardevoir, que podía leer su mente y sincronizar con los sentimientos de su entrenador debido a su naturaleza psíquica podía presumir de algo así.

Maestro permaneció largos minutos sentado al lado de Greninja, ambos inmóviles. Le bastaba con sentir su presencia para mantener cientos de silenciosas conversaciones con aquel Pokémon. Detrás de la actitud seria y profesional de Greninja se ocultaba el mejor y más diestro luchador de todo su equipo. Y, sobre todo, se ocultaba el miembro de su equipo más comprometido con su causa, que compartía cada mínima parte del deseo de venganza de Maestro.

Tras pasar casi un cuarto de hora a solas con Greninja, humano y Pokémon se pusieron en pie a la vez de manera sincronizada. El momento había llegado. Sin que fuese necesario hablar, Maestro atrajo las miradas de todo su equipo. Sin embargo, él solo buscó cruzarse con la de Gardevoir en aquel instante. Su opinión era la única que realmente era válida dadas las circunstancias. Miró brevemente al cielo; había anochecido completamente, y una brillante luna llena iluminaba siniestramente aquel claro.

- ¿Es suficiente?- Preguntó Maestro a Gardevoir, señalando al cielo.

- Seré imparable- Respondió Gardevoir, de mejor humor.

Maestro se limitó a asentir. Recorrió unos pocos pasos, algo nervioso. Sabía que debía decir algo. Su equipo estaba esperando unas palabras por su parte en un momento como aquel. Estaban a punto de enfrentarse a su némesis; aquella noche se culminarían dos décadas de preparación. Era sin duda un momento especial. Un momento que habían perseguido durante años; que siempre parecía ser muy distante e inalcanzable, pero que finalmente había sucedido. Todos los Pokémon que le acompañaban aquella noche eran su elite; sus compañeros de mayor confianza. Todos eran conscientes del peligro y habían accedido a acompañarle pese a la posibilidad de morir. Se merecían unas palabras de su líder en aquel momento.

- No todos habéis llegado a conocer a Furfrou- Comenzó Maestro- Eso hace que me sienta realmente honrado por contar con todos vosotros aquí. Para Gardevoir, Greninja y yo esta ha sido una decisión fácil. Clawitzer, Mawile, Machamp, os agradezco de verdad que me hayáis acompañado hasta este difícil momento.

Continuó caminando de forma algo errática ante la mirada atenta de su equipo. Estaba tenso, muy tenso. Le temblaban un poco las manos, no estaba seguro si a causa de la impaciencia o del miedo. Quizás un poco de ambas.

- Hace años éramos débiles, y nuestro enemigo nos superó- Continuaba Maestro- Pero a día de hoy, nos hemos vuelto mucho más poderosos. Hemos ganado méritos. Hemos alcanzado grandes metas. Hemos derramado mucha sangre. Nada ni nadie ha sido capaz de resistir ante nosotros. Y esta noche no será una excepción.

Maestro se volvió hacia la entrada de la Cueva Celeste.

- Entraremos ahí- Señaló Maestro- ¡Y saldremos con la cabeza de Mewtwo!

A su espalda, su equipo profirió un grito general de aprobación. Incluso pudo oír la verdadera voz de Gardevoir, que estaba más acostumbrada a comunicarse mediante telepatía. Comenzó a caminar hacia la entrada, y escuchó los pasos de su equipo al seguirle. Pudo oír durante un instante la voz de Clawitzer, y acto seguido Machamp se adelantó un poco para situarle de nuevo en el hombro derecho de Maestro. El peso de aquel Pokémon era doloroso y reconfortante a partes iguales.

A medida que el grupo convergía para entrar en la cueva, Maestro se acercó sutilmente a Gardevoir. Aunque habían contrastado la información cientos de veces y habían interrogado a mucha gente para llegar hasta allí, siempre cabía la pequeña posibilidad de estar persiguiendo fantasmas.

- ¿Puedes sentir algo?- Preguntó Maestro.

- No soy un Lucario, no puedo sentir auras- Respondió Gardevoir- Pero como psíquica este lugar me produce malas vibraciones. Está claro que hay algo en esta cueva.

Aquello era suficiente para Maestro. Gardevoir no era de las que se equivocaban. Se llevó la mano derecha a uno de los bolsillos de su gabardina y extrajo un cuchillo de trinchera, que encajó firmemente entre sus dedos. En su mano izquierda sostenía el taser que había utilizado antes, aunque decidió guardarlo de momento para tener la mano libre. Había considerado la posibilidad de utilizar armas de fuego, pero lo descartó teniendo en cuenta que ningún arma sería más poderosa que Clawitzer. Si lograba defenderse bien en las distancias cortas y mantener a Clawitzer en buena posición, aquel Pokémon sería realmente devastador. Con su excelente fuerza bruta, su cuchillo, y la ayuda de Clawitzer, Maestro sería capaz de participar activamente en el combate.

La luz lunar se desvaneció tan pronto como entraron en la cueva. Gardevoir utilizó Destello y creó un pequeño orbe luminoso que avanzaba frente al grupo; el cual era toda la luz de que disponían. Perdió de vista a Greninja, quien evitaba ser iluminado por aquel orbe y comenzó a deslizarse sigilosamente entre las sombras. Mawile permanecía cerca de Maestro, y parecía algo nerviosa en aquel lugar; algo sorprendente teniendo en cuenta su habitual mezcla entre regocijo e impasibilidad. Machamp se adelantó unos metros para ser la vanguardia del grupo; pese a la distancia que mantenía con sus compañeros, aún se le oía rechinar ocasionalmente los dientes y crujirse los nudillos. Estaba realmente ansioso por entrar en combate. Parecía dispuesto a machacar lo primero que se cruzase en su camino, aunque fuese una pared de roca sólida.

Caminaron durante algunos minutos por aquella estrecha galería, siempre alerta a cualquier sonido o movimiento cercanos. A su espalda solo se veía la oscuridad que el orbe de luz dejaba atrás en su avance. La cueva estaba levemente inclinada cuesta abajo, por lo que debían de estar adentrándose bajo tierra; al menos veinte o treinta metros. El ambiente húmedo provocaba que ocasionalmente algunas estalactitas goteasen de forma ruidosa, teniendo en cuenta el sepulcral silencio que gobernaba allí.

Sin embargo, nada era eterno por mucho que lo pareciera. Ni siquiera aquella bajada. Comenzaron a oír a lo lejos algunos sonidos. Al principio confusos, pero a medida que se acercaban a la fuente, más claros. Había al menos medio centenar de Pokémon allí abajo. No era algo que sorprendiese a Maestro; al fin y al cabo la Cueva Celeste siempre había sido un hábitat protegido para los Pokémon. Pero sí que le sorprendía que aquellos Pokémon siguiesen allí si Mewtwo estaba en aquella cueva. No sabía qué estaba sucediendo allí abajo, y no quería realmente averiguarlo. Solo quería a su presa. Cuando descendieron un poco más por aquella gruta, accedieron a una gigantesca cámara subterránea en el interior de la montaña. El orbe de luz que había creado Gardevoir era demasiado pequeño para iluminarla completamente, pero no era el único que había allí abajo.

La enorme cámara subterránea estaba iluminada por al menos una docena de orbes estáticos, más grandes y luminosos que la versión portátil que había creado Gardevoir. Aquellos orbes debían estar alimentándose el poder psíquico de algunos de los Pokémon que se encontraban en aquel gran salón cavernoso. La estimación que Maestro hizo sobre el número de criaturas en aquel lugar era errónea por mucho. Allí abajo debía de haber más de doscientos Pokémon. Había fauna habitual de cuevas, como Gravelers, Parasect o Zubat y su evolución, Golbat; pero también había otros Pokémon más inusuales de ver, como Magneton, Dodrio o Slowbro. De hecho también lograba ver Pokémon como Kadabra o Hypno. Había una alarmante cantidad de Pokémon psíquicos allí abajo. Muchas de aquellas especies tenían hábitos diurnos, y en aquel momento dormían por toda la cueva; pero algunos especímenes nocturnos como la línea evolutiva de Zubat o Pokémon insomnes como Hypno estaban despiertos y en aquel momento fijaban su atención en el grupo de intrusos que se adentraban en la Cueva Celeste.

- ¿Qué está sucediendo aquí abajo?- Preguntó Maestro discretamente- ¿Son estos Pokémon conscientes de lo que hay en este lugar?

- Ni idea- Respondió Gardevoir- Quizás debería invadir la mente de alguno...

- Espera un momento, veré si puedo hacer algo.

Maestro percibió momentáneamente las emociones de su grupo. Machamp se mostraba algo nervioso por la cantidad de psíquicos que había allí abajo, pero parecía a punto de rugir y empezar a destrozarlo todo de un momento a otro. Sin embargo, había oído a Maestro pedir un tiempo muerto para resolver la situación, y se mantenía firme y a la espera. Mawile en cambio se estaba relamiendo y no apartaba la mirada de la muñeca derecha de Maestro. Ella sería algo más improbable que mantuviese la calma en una situación como aquella, lo cual hacía que Maestro quisiera darse prisa con el asunto. Aún no había ni rastro de Greninja, pero su entrenador sabía que podría contar con él cuando fuese necesario sin necesidad de una sola palabra.

Se apartó unos pasos de su grupo, caminando al frente y encarándose con los Pokémon salvajes que se congregaban en una especie de amenazante comité de bienvenida. Los que dormían estaban siendo despertados por sus compañeros, y cada vez un mayor número de ellos se unían al tumulto. Un Kadabra se separó del grupo principal y avanzó al encuentro de Maestro. Comenzó a pronunciar unas palabras que el humano era incapaz de entender, por lo que a espaldas de Maestro, Gardevoir comenzó a acercarse a él lentamente.

- Quiere que nos marchemos- Tradujo Gardevoir.

- Y yo quiero una de esas Crêpes que ponen en Ciudad Luminalia, pero no por eso la voy a tener- Se burló Maestro- Pregúntale por Mewtwo. Averigua lo que sabe.

Gardevoir comenzó a hablar con el Kadabra usando su propia voz en una conversación que Maestro no era capaz de comprender. A pesar de su aspecto, la voz de Gardevoir era resonante y extremadamente imponente; no en vano, su simple voz había sido capaz en muchas ocasiones de doblegar tanto a humanos como a Pokémon. El Kadabra parecía sentirse sumamente incómodo con la conversación. Emitió unos sonidos desagradables e hizo unos gestos con las manos que Maestro sí que fue capaz de interpretar. Insistía en su petición.

- No dice nada sobre Mewtwo- Dijo Gardevoir- Ha vuelto a pedirme que nos marchemos. De forma poco educada.

- Somételo- Ordenó Maestro- Oblígale a contártelo todo.

La mirada y actitud de Gardevoir cambiaron bruscamente. Sus brillantes ojos rojos dedicaron una mirada penetrante a su interlocutor. Su expresión facial se tornó seria y hostil repentinamente, e incluso Maestro, alguien carente de cualquier clase de poder psíquico, fue capaz de notar aquel despliegue de fuerza mental. En pocos segundos al Kadabra empezaron a temblarle las piernas y clavó la rodilla en el suelo, incapaz de mantenerse en pie. Trataba de resistirse mientras Gardevoir invadía su mente, pero aquel Pokémon salvaje no era rival para uno que llevaba prácticamente toda su vida entrenando y fortaleciéndose. Su compañera ganaría aquella batalla en cuestión de unos pocos segundos.

Escuchó un grito de guerra que le resultaba muy familiar entre la multitud. Un Machoke emergió de entre ella y corrió en dirección a Gardevoir. Su mano derecha tenía una posición de ataque muy característica; totalmente abierta e impregnada en una viscosa sustancia morada. Un ataque venenoso, directo hacia Gardevoir. Clawitzer apuntó a aquel Pokémon con su gran pinza desde el hombro de Maestro, pero su entrenador le hizo una señal para que no disparase mientras caminaba tranquilamente en rumbo de intercepción, para situarse entre el Machoke y Gardevoir.

El Pokémon salvaje centró su atención en el humano que se interponía en su camino, y trató de golpearle con su Puya Nociva. Maestro agarró la mano impregnada en veneno y detuvo el ataque sin demasiado esfuerzo. Quizás aquel Pokémon de tipo Lucha fuese fuerte, pero no era lo bastante grande y fuerte para rivalizar con un luchador como Maestro. Golpeó la mandíbula del Machoke con la nudillera de su cuchillo de trinchera y sintió como aquellos huesos se quebrantaban ante su puño. Antes de que su rival retrocediera, le agarró con la mano izquierda en el cuello y alzó sus casi setenta kilos de peso mientras lo estrangulaba. Sin embargo no había tiempo para esperar a que aquel Pokémon se ahogase, de modo que Maestro hundió el cuchillo en el pecho del Machoke y lo zarandeó para asegurar que la herida era mortal. La sangre manaba de la puñalada como una catarata carmesí, y su rival dejó de oponer resistencia, de modo que Maestro dejó caer al suelo el cadáver justo a tiempo de ver como el Kadabra se desplomaba en el suelo. Sus ojos enrojecidos lloraban sangre, y su mirada era absolutamente inerte. No movía ni un solo músculo una vez cayó al suelo. No era necesario ser médico para saber que la intrusión de Gardevoir en su psique había sido letal.

Aquella escena no había durado más que unos pocos segundos, y ambos Pokémon habían exhalado su último aliento casi en el mismo instante. Las reacciones entre los Pokémon salvajes en seguida se hicieron notar. Algunas especies más cobardes retrocedieron buscando la oscuridad, lejos de los orbes de luz; mientras que otras más belicosas se agitaban violentamente y proferían sus gritos de guerra. Sin embargo ningún otro Pokémon había reunido aún agallas para volver a enfrentarse a Maestro.

- Mewtwo está aquí- Informó Gardevoir- Todos estos Pokémon la reconocen como su líder.

- ¿"La" reconocen?- Preguntó Maestro.

- Yo tampoco lo sabía. Pero por lo visto es hembra.

Maestro recordaba su encuentro con Mewtwo hacía ya décadas. Fue una experiencia traumática para él y para sus Pokémon, y los recuerdos eran algo confusos. Nunca se había planteado imaginarse a Mewtwo como su enemiga en lugar de su enemigo. Aquello, por supuesto, no cambiaba nada, pero aquella información sorprendió bastante a Maestro.

- ¿Todos estos Pokémon entonces...?- Preguntó Maestro, esperando una especie de confirmación.

- Sí- Se limitó a responder Gardevoir.

Gardevoir no esperó ninguna instrucción de Maestro. Ya sabía lo que iba a suceder a continuación. Cerró los ojos momentáneamente y despejó su mente para alcanzar un estado de Paz Mental. Se preparaba para la batalla que se avecinaba. Maestro hizo una señal a Machamp y Mawile, quienes se acercaron a paso ligero.

Un enorme Rhydon apareció rugiendo entre la multitud e hizo unas señales al resto de sus compañeros. El rugido de aquella bestia infundió a muchos de aquellos Pokémon salvajes el coraje que en aquel momento les faltaba, y en seguida decenas de ellos cargaban contra el grupo de Maestro con Rhydon al frente.

- Sin supervivientes- Ordenó Maestro- Cuento con vosotros.

Machamp se golpeó el pecho mientras profería un gutural grito de guerra que retumbó en toda la cueva eclipsando los de aquellos Pokémon salvajes. Sin más dilación, embistió él solo contra toda la estampida de Pokémon salvajes que cargaban contra ellos. Golpeó con su infame Puño Dinámico en su pétreo vientre a aquel Rhydon que lideraba la carga. El cuerpo de aquel Pokémon se fracturó como si de una roca golpeada por una colosal bola de demolición se tratase, y el Rhydon se desplomó al suelo convertido en gravilla y cascotes de roca. La visión de Machamp atravesando la multitud, como un juggernaut imparable, machacando y aplastando todo lo que se atrevía a oponerse a él fue lo suficientemente terrorífica para que muchos de aquellos Pokémon se separasen del grupo principal y retrocedieran. Toda aquella formación que amenazaba con llevarse por delante al grupo de Maestro en su salvaje carga fue detenida y dispersada por la fuerza bruta de su titán de cuatro brazos.

Mawile, por su parte, no había seguido a Machamp. En lugar de eso, se había quedado con Maestro y tiraba insistentemente de la manga derecha de su gabardina.

- No son dignos- Se limitó a decir Maestro- Reserva tus mejores fuerzas.

Mawile asintió algo decepcionada, pero en seguida se lanzó al ataque. La confusa multitud que trataba en vano de abrumar a Machamp pronto se vio diezmada por una pequeña figura que se deslizaba discretamente entre sus filas. La Cabeza de Hierro de Mawile causaba estragos entre los Pokémon de tipo Roca como Graveler o Rhyhorn, mientras que su acerado cuerno en forma de mandíbula asesinaba sin piedad a los tipo Psíquico. Mawile, a pesar de su pequeña estatura y su aspecto a veces algo infantil, era una luchadora eficiente y cruel, y en aquella ocasión hizo honor a sus años de experiencia en combate. A pesar de que su cuerpo de acero era difícil de mover, sus desplazamientos eran fluidos, y sus ataques precisos y letales. Era la clase de Pokémon que disfrutaba con el sufrimiento de sus rivales y prefería darles una muerte lenta con la que divertirse, pero ante todo era una luchadora disciplinada. Sabía lo que Maestro esperaba de ella. Sabía que los enemigos eran incontables, y que aquello no era un juego. Su entrenador estaba observando, y las vidas de todo su equipo estaban en juego. Cada lacayo de Mewtwo que mordiese el polvo haría que Maestro estuviese más orgulloso de ella, y aquello era todo cuanto le importaba.

Gardevoir no parecía estar dispuesta a malgastar muchas fuerzas en aquellos enemigos, ya fuera por no considerarlos unos rivales a tener en cuenta o porque insistía en prepararse para degustar el plato principal. Continuaba realizando sus ejercicios de Paz Mental para canalizar adecuadamente su poder psíquico; lo cual resultaba digno de elogio en un campo de batalla tan ruidoso y ajetreado como aquel. Al permanecer inmóvil cerca de Maestro, no llamaba mucho la atención de los Pokémon salvajes, y no eran muchos los que trataban de acercarse a ella. Los que pese a todo intentaban atacarla, veían como sus ataques a distancia eran repelidos por su Pantalla de Luz sin causarle el menor daño, mientras que los que trataban de acercarse a ella para agredirla físicamente se desplomaban en el suelo sin llegar a alcanzarla. En aquel estado, su mente era como un superordenador, y era capaz de realizar una gran cantidad de tareas a la vez. Canalizar su energía para alcanzar su estado de Paz Mental no le impedía proyectar su Pantalla de Luz para protegerse, ni canalizar la Pantalla de Luz le suponía un lastre alguno a la hora de atacar con su poder Psíquico a los enemigos que se le acercaban, obliterando sus mentes y erradicando sistemáticamente todo rastro de vida en ellos, sin ni siquiera prestarles atención. Poco a poco, un círculo de cuerpos sin vida se iba acumulando alrededor de Gardevoir. Cuerpos que habían perdido la vida sin recibir una sola herida, pero que yacían inertes al no ser capaz de resistir ante el inmenso poder psíquico de su enemiga.

Maestro apenas era capaz de seguirle la pista a Greninja. Estaba acostumbrado a ver luchar a su primer Pokémon, pero no por ello dejaba de sorprenderse de su gran habilidad. Se deslizaba como una sombra por el campo de batalla, la cual hacía desaparecer sin más a las víctimas que elegía. Cuando elegía un objetivo, lo único que se veía era la estela de algo extremadamente rápido moviéndose en su dirección, y entonces aquel Pokémon desaparecía sin dejar rastro para no volver a ser visto, o sencillamente recibía una herida mortal y moría en aquella misma posición. En algunas ocasiones, Maestro alcanzaba a ver algunos de sus famosos Shurikens de Agua atravesar volando el campo de batalla. Aquel ataque no era más que agua, pero Greninja lograba darle una forma afilada que ejercía presión como si se tratase realmente de una cuchilla; y eran lanzados con tal potencia que en ocasiones sencillamente atravesaban completamente el cuerpo de su objetivo. Los lanzamientos eran rápidos y precisos, los objetivos que Greninja elegía ni siquiera tenían tiempo de reaccionar ante los ataques de su sigiloso adversario. De hecho, lo más probable en aquel momento era que la mayoría de aquellos Pokémon salvajes ni siquiera supieran que había un Greninja en la cueva.

Clawitzer, por su parte, no había dejado de disparar en ningún momento desde que comenzó el combate. Su enorme pinza era como un cañón antitanque, y cada disparo causaba grandes destrozos entre las filas enemigas. Gracias a la deformidad de Clawitzer, la fuerza de su Megadisparador era sencillamente abrumadora. Cada disparo acababa con varios enemigos a la vez, con una eficacia letal. Aquel Pokémon siempre había sido la artillería pesada del grupo de Maestro, y tanto entrenador como Pokémon estaban más que acostumbrados a luchar espalda contra espalda. Mientras Maestro atacaba con su cuchillo de trinchera a los Pokémon que podía abatir fácilmente con él, Clawitzer disparaba Hidropulsos y Esferas Aurales a aquellos tipo Roca o Acero que Maestro no sería capaz de herir. Aquel artillero rara vez fallaba el disparo, y siempre elegía las municiones adecuadas. En el pasado muchos Pokémon más grandes y fuertes que él habían sucumbido a su Pulso Umbrío o Pulso Dragón; y en muchas de aquellas ocasiones Clawitzer había contenido la fuerza de sus disparos para no resultar letal. Pero en aquella ocasión Maestro lo había dicho bien claro. Sin supervivientes. Aquello permitía a Clawitzer disparar a plena potencia con su pinza, un lujo que no podía permitirse a menudo.

Maestro escuchó un grito de dolor familiar. No oía ese grito con frecuencia, y no le gustaba tener que oírlo. Machamp había dejado de luchar. Se había llevado las manos a la cabeza y gritaba de dolor, mientras casi una docena de Pokémon le atacaban físicamente. Golpeaban su cuerpo, clavaban aguijones en su carne, y lanzaban potentes chorros de agua a presión o ardientes llamaradas contra él. A pesar de todo, Machamp se mantenía en pie. Ignoraba aquel dolor físico, ya que lo que le afligía en aquel momento estaba dentro de su cabeza.

Maestro no tardo en percatarse del problema. Aplastó de un brutal pisotón a un pequeño Poliwag que se interponía en su camino y empujó a un Chansey que trataba de atender a un compañero herido. Al pasar junto al Chansey, Clawitzer le disparó una Esfera Aural, que atravesó su cuerpo abriéndole un agujero de treinta centímetros de diámetro. Maestro se acercó al Hypno que estaba invadiendo la mente de Machamp con su Psíquico. Sin previo aviso, dirigió su mano izquierda hacia la cabeza del Hypno. Introdujo su pulgar por la cuenca ocular del Pokémon, reventando su ojo y usándola como asidero. Situó sus dedos en la nuca del Pokémon y apretó con fuerza, para a continuación alzar al psíquico con toda la fuerza de su brazo. En el momento en que Maestro hirió a aquel Pokémon, Machamp dejó de sufrir su ataque, y se sacudió de un movimiento brusco a todos los enemigos que habían tratado de derribarle antes de continuar luchando como antes de aquel pequeño inconveniente. Por su parte, Maestro sostuvo al Hypno frente a Clawitzer, quien le apuntó al pecho con su pinza y esperó a que Maestro decidiera el truculento destino de aquella criatura.

- Hidropulso- Ordenó Maestro.

Un devastador chorro de agua a presión salió disparado de la pinza de Clawitzer e impactó a quemarropa contra el Hypno. La sangre y el agua salpicaron en todas direcciones, y Maestro se quedó simplemente con la cabeza y parte de los hombros de la criatura colgando de su mano. Las piernas del Pokémon se derrumbaron en el suelo, pero no había ni rastro de la más mínima parte de su torso. Maestro se limitó a lanzar aquel trozo de carne sangrante contra un Marowak cercano, quien entró en pánico y trató de huir, pero se desplomó repentinamente cuando una sombra pasó a toda velocidad junto a él y su cuello comenzó a sangrar.

Gardevoir sintió una pequeña perturbación. Una presencia se acercaba. Se trataba de algo que solo había sentido en una ocasión; y cuando lo sintió le abrumó completamente. Se sintió indefensa e insignificante, a merced de la crueldad o compasión de su enemigo. Pero ya no era una Kirlia asustada. No temía a aquella presencia. Sentía respeto hacia su poder, pero no miedo. Abrió los ojos por primera vez en casi diez minutos y dirigió la mirada al fondo de la cueva. Tres figuras emergían de una galería bastante discreta excavada de manera artificial en aquella pared. Un pequeño escalofrío recorrió su cuerpo, y casi logró desconcentrarla y hacer que bajase su Pantalla de Luz. Finalmente el momento había llegado.

El mismísimo Mewtwo, acompañado por un Alakazam y un Banette, irrumpió en la gran cámara. Ante su presencia, todos dejaron de luchar. Los tres Pokémon levitaban a varios metros sobre el suelo, y se dispusieron a aterrizar lentamente, mientras todos se retiraban para dejarles espacio. Machamp, Maestro e incluso Mawile dejaron de luchar y se quedaron absortos contemplando su figura. Incluso Greninja se dejó ver de nuevo, al lado de Maestro, y se detuvo a mirar fijamente a su gran enemigo. La presencia de Mewtwo ejercía una gran Presión; como si su simple aura fuese capaz de hacer sentir todo el peso del mundo a todo el grupo de Maestro. Aquella criatura irradiaba un poder sin precedentes, el cual no podía o no deseaba ocultar a sus adversarios.

Poco a poco los Pokémon salvajes, que habían dejado de luchar contra Maestro y su equipo iban dispersándose, y formaban un círculo guardando las distancias con sus enemigos. El grupo de Maestro comenzó a agruparse sutilmente, buscando cada miembro del mismo el apoyo de los demás. Había sido fácil pensar en enfrentarse a Mewtwo, pero en aquel momento estaba allí, frente a ellos. Su poder era inmenso, y realmente aterrador. Incluso Mawile, que jamás había mostrado el menor indicio de saber qué era el miedo parecía temblar levemente.

Mewtwo paseó la mirada por aquel lugar. Había no menos de un centenar de cuerpos sin vida de los Pokémon que la habían intentado proteger de aquel hombre y sus esclavos. Miró fijamente a Maestro, consciente de que aquella mirada quebrantaría su espíritu combativo y minaría su voluntad.

- ¿Qué... has hecho?- Preguntó Mewtwo comunicándose mediante telepatía. Su voz era indudablemente femenina, y parecía realmente iracunda.

Maestro dio un paso al frente y se encaró con Mewtwo. La Presión se hacía notar, pero él no tenía miedo de aquella criatura. No temía al dolor ni a la muerte, y no había tenido otra meta en su vida que acabar con aquel Pokémon. La maniobra intimidatoria de aquel engendro no funcionaría con él.

- ¿Me recuerdas?- Preguntó Maestro.

Mewtwo analizaba de arriba abajo a Maestro. Físicamente no le recordaba a ningún humano con el que hubiera tenido trato alguno en el pasado. Trató de entrar en su mente, pero la cabeza de aquel hombre era un vórtice de odio y rencor. Una gran cantidad de energía negativa y malos pensamientos se derramaron en su propia mente cuando estableció una unión entre ambas, causándole un dolor agudo que trató de disimular. Desistió de leer la mente de su enemigo, dadas las circunstancias.

- Tú y yo nunca nos hemos cruzado antes- Le dijo Mewtwo- Y de todos los cabrones que han tratado de capturarme, tú eres el peor de todos. Nadie había estado dispuesto a llegar tan lejos. Nunca.

Mewtwo señaló el suelo alrededor del grupo de Maestro, y Maestro pasó a ser consciente de dónde se encontraba. Estaba en el centro de un auténtico matadero. Su equipo había luchado con habilidad y furia. Aquellos Pokémon salvajes no habían sido rivales para sus experimentados y curtidos compañeros. El suelo era una gran alfombra de cadáveres, de docenas de especies diferentes. Debería de sentirse mal por ello, pero lo único que podía sentir en aquel momento era orgullo por la fuerza y determinación de su equipo y desprecio por aquellos que habían tratado de impedirle llegar hasta Mewtwo. Maestro no era un sádico que disfrutase con la muerte, a diferencia de algunos de sus Pokémon, pero era alguien dispuesto a todo con tal de lograr sus objetivos. Aquel enfrentamiento había sido encarnizado y brutal, pero no era nada nuevo para él.

No pudo evitar reír ruidosamente ante las palabras de Mewtwo. Había sido consciente de que su rival había intentado leer su mente y no había sido capaz de afrontar la realidad de lo que había en su interior. Trataba de apelar a unos principios morales que ella misma había incumplido en primer lugar, y precisamente era por eso que Maestro se encontraba ante ella en aquel momento. Y, sobre todo, había algo que había dicho que le resultaba absurdamente divertido.

- ¿Capturarte?- Preguntó Maestro entre risas- ¿Acaso ves Pokeballs aquí? Yo he venido a hacerte lo mismo que le hiciste aquel día a Furfrou, en el Bosque Errantes.

- ¿Bosque Errantes?- Preguntó Mewtwo- ¿Estás de coña? Yo nunca he estado en Kalos. En toda mi vida no he visto un solo...

- ¡No te atrevas a negarlo!- Gritó Maestro- ¡Clawitzer, Hidropulso!

Clawitzer apuntó a Mewtwo y lanzó una devastadora descarga de agua. Mewtwo reaccionó a tiempo y proyectó una Pantalla de Luz lo bastante poderosa para rechazar el ataque. El agua casi se evaporó completamente debido a la energía liberada por el impacto contra aquella barrera, pero una pequeña parte de ella salpicó inofensivamente al Alakazam, quien se secó con desagrado.

Mewtwo comenzó a acumular poder psíquico para contraatacar. Levitó a unos pocos centímetros del suelo y comenzó a rodearse de una inquietante aura. Era como si su poder quebrantase los límites del mundo metafísico y fuese capaz de irrumpir en la propia realidad, apreciándose a simple vista. Sin embargo, el Alakazam dijo a Mewtwo unas pocas palabras, que hicieron que el poderoso Pokémon se relajase y volviese al suelo. El Banette comenzó a reír de forma ruidosa y desagradable.

Gardevoir se acercó a Maestro para contarle lo que sucedía.

- Alakazam le ha dicho que ellos se encargarán de nosotros- Le tradujo Gardevoir- Mewtwo lo aprueba.

- Así que después de todo esto no está dispuesto a dar la cara...- Murmuró Maestro- Quizás un par de cadáveres más hagan que nos tome en serio.

Alakazam y Banette se adelantaron y se encararon con el grupo de Maestro. Parecían confiados. Maestro no era capaz de medir el poder de aquellos Pokémon hasta que comenzasen a luchar, pero Gardevoir parecía tranquila, de modo que no se preocupó demasiado por aquellos adversarios. A pesar de todo, había algo en aquella situación que le escamaba. Aquellos Pokémon no eran como el resto.

Mewtwo alzó un objeto en su mano derecha, y entonces Maestro fue consciente de lo que pretendían. Alakazam llevaba un cinturón con una especie de piedra preciosa. Al principio no la reconoció por su burdo acabado, el cual no había sido elaborado por ningún artesano, ni de Kalos ni de Hoenn. Aquella Alakazamita había sido tallada por unas manos inexpertas de un país que no dominaba el poder de la megaevolución. Banette también tenía un collar, algo más ornamentado que el cinturón de su compañero, el cual llevaba una Banettita de talla algo más refinada que la megapiedra de Alakazam, pero aún burda para los estándares habituales en la tierra de Maestro. El objeto que Mewtwo estaba alzando era una Piedra Activadora en bruto. No estaba incrustada en un aro, collar, bastón o cualquier clase de utensilio, sino que simplemente estaba llevándola en la mano. No era muy elegante, pero aun así podría funcionar.

- Megaevolucionad- Indicó Mewtwo alzando la Piedra Activadora.

Maestro no podía creer lo que veían sus ojos. Un Pokémon estaba usando una Piedra Activadora para megaevolucionar a otros Pokémon. Si le hubieran sugerido la posibilidad, lo habría considerado imposible. Sin embargo estaba sucediendo. La estatura del Alakazam estaba disminuyendo, y sus bigotes se convertían en una frondosa barba. Comenzó a levitar en una postura de meditación y lanzó sobre su cabeza un gran número de cucharas, las cuales en seguida atrapó al vuelvo con su poder psíquico. Aquello puso los pelos de punta a Maestro. Gardevoir siempre le había dicho que para un psíquico era extremadamente fácil desatar todo su poder y arrasarlo todo, y que lo más difícil era emplear aquel poder con precisión. Actuar sobre pequeños objetos o manipular con precisión cualquier cosa era algo para lo que los psíquicos, tanto humanos como Pokémon, entrenaban durante toda su vida. Aquel Alakazam hacía levitar todas aquellas cucharas sobre su cabeza en un sincronizado y preciso juego de malabares. A alguien que desconociese la dificultad de aquel ejercicio, podría haberle pasado inadvertida aquella maniobra de intimidación, pero Maestro reconocía la habilidad de aquel oponente.

Banette, por su parte, comenzó a cambiar de forma en mitad de un remolino de sombras que le ocultaban completamente. Cuando volvió a ser visible, su cuerpo estaba ligeramente hinchado, y tenía algunas cremalleras más. El Pokémon comenzó a abrirlas, y mostró parcialmente su verdadera forma. Unas garras de color carmesí asomaban de las cremalleras que había abierto en sus brazos, y unas finas y puntiagudas patas emergieron de su parte inferior, convirtiendo las partes de tela de su cuerpo en una especie de deforme túnica. Durante toda su transformación, el fantasma había reído desquiciadamente. Cuando alcanzó su forma final, comenzó a balancearse con gracilidad en una especie de macabra danza, mientras agitaba graciosamente sus garras, impaciente por hundirlas dentro de alguien.

No fue necesario que Maestro dijese nada para que su equipo fuese consciente de lo que debían hacer. Clawitzer dejó de apuntar con su pinza a aquellos Pokémon y miró ansiosamente lo que hacían los demás. Greninja se mantuvo junto a Maestro, y Machamp se situó tras los dos. Gardevoir caminó tranquilamente hacia la vanguardia de la formación, mientras Mawile corría casi emocionada al encuentro de sus enemigos. Maestro se remangó el brazo derecho de su gabardina y alzó el Mega Aro.

- Gardevoir, Mawile- Gritó Maestro- ¡Megaevolución!

A diferencia de la Piedra Activadora en bruto y las Megapiedras casi caseras que sus enemigos estaban utilizando, todos los artefactos que el grupo de Maestro utilizaba para llevar a cabo la Megaevolución eran pequeñas obras de arte. Aquello no aumentaba el poder de la Megaevolución en sí, pero cuando todas aquellas joyas comenzaron a brillar con la energía que Maestro irradiaba hacia sus Pokémon, sus rivales retrocedieron con una cierta incomodidad. Al Alakazam se le cayeron un par de cucharas, y el Banette dejó de reírse. Su ventaja se había esfumado.

El vestido blanco que formaba el cuerpo de Gardevoir comenzó a teñirse de negro y agrandarse, cubriendo por completo sus brazos y formando una especie de vestido de novia de aspecto fúnebre. El órgano rojo de su pecho pasó a dividirse en dos puntas inclinadas hacia arriba y su cabello azulado pasó a ser más corto y rizado. Su piel comenzó a brillar con el poder feérico que irradiaba su cuerpo. Aquella noche era luna llena, lo que fortalecía en gran medida las aptitudes mágicas de su Tipo Hada. Emitió un retumbante grito intimidatorio cuando completó su Megaevolución, que causo que algunos de los Pokémon débiles a su poder feérico en la sala de desmayasen al recibir su energía. Cada parte de su cuerpo estaba irradiada con aquel poder, y en una noche como aquella, el simple contacto con el cuerpo de Gardevoir podría ser capaz de acabar con los Pokémon más débiles.

Mawile no megaevolucionó con tanta elegancia como su compañera. Su piel de acero de color amarillo se enrojeció, lo cual era difícil de notar debido a que la propia Mawile ya se había encargado de ducharse en sangre minutos atrás. Su altura aumentó paulatinamente hasta alcanzar casi el doble de su tamaño original; siendo entonces casi tan alta como el Banette que había frente a ella. El cuerno en forma de mandíbula de su nuca se dividió en dos partes, y ambas partes comenzaron a crecer hasta superar en tamaño a la protuberancia original. Su acerado cuerpo brillaba con la luz de los orbes que iluminaban la gran cámara, y las manchas de sangre ajena por todo su cuerpo lucían como efímeros trofeos de la reciente batalla. Dio la espalda al Banette, mostrándole las descomunales fauces de sus cuernos, lo que hizo retroceder un par de pasos al que había elegido como su rival. Al orientar su cuerpo en dirección a su entrenador, Maestro no pudo evitar ver como una pequeña lágrima recorría hacia abajo la cara de Mawile, quien no era capaz de contener su emoción en aquel momento.

Un combate doble a la vieja usanza. Maestro ya había vivido aquella situación con anterioridad muchas veces. Permitiría tomarse un respiro a los demás Pokémon de su equipo mientras sus dos Megapokémon se encargaban de aquellos poderosos rivales.

- Gardevoir, Bola Sombra contra Alakazam- Indicó Maestro- Mawile, usa Triturar en Banette.

Aunque se trataban de unas indicaciones predecibles, ambas Pokémon respondieron afirmativamente a sus instrucciones. Gardevoir juntó ambas manos y comenzó a generar un orbe de color negro hecho de pura muerte condensada. Aquella energía propia de los fantasmas era algo difícil de crear y manipular para muchos psíquicos, pero un ser tan lleno de desprecio y malicia como Gardevoir se sentía a gusto manejando aquella clase de energías, y creaba aquellos orbes de sombra con una gran naturalidad, a pesar del peligro que representaban para ella misma.

Alakazam vio las intenciones de Gardevoir y creó una Pantalla de Luz para protegerse del ataque, la cual reforzó canalizando grandes cantidades de energía psíquica presionando sus manos contra la barrera. Gardevoir lanzó la Bola Sombra hacía él, y el choque entre el orbe de oscuridad y la barrera psíquica provocó una ruidosa explosión seguida de un siniestro humo negro alrededor de Alakazam. A pesar de que había reforzado su defensa todo lo posible con aquella barrera, la Bola Sombra de Gardevoir había sido capaz de atravesar la Pantalla de Luz sin dispersarse completamente e impactar en Alakazam con una fracción de su poder. Gracias al estado de Paz Mental que Gardevoir había alcanzado minutos atrás, la cantidad de energía que era capaz de manejar era demasiado inmensa como para que pudiera ser detenida por una protección de ese tipo. Alakazam aún se mantenía en pie, pero se le habían caído la mayor parte de las cucharas, y se tambaleaba erráticamente en su levitación. Sus ojos se habían enrojecido y babeaba asquerosamente por culpa del efecto de aquella energía fluyendo por su cuerpo debido al ataque de Gardevoir.

Mawile había saltado de espaldas hacia Banette, con sus férreas mandíbulas por delante. Trató de utilizar un movimiento de tijera con sus cuernos para despedazar a su rival de un solo movimiento. Canalizaba una gran cantidad de energía negativa, fruto de su crueldad y malas intenciones, por aquella cornamenta, lo que le permitía realizar aquel ataque de tipo Siniestro. La fuerza de aquellas mandíbulas, unida a aquella energía supondrían un ataque letal para cualquier ser vulnerable a aquellas fuerzas que se viese atrapado entre sus fauces. Ningún Pokémon de tipo Psíquico o Fantasma resistiría ante ella en aquel momento. El Banette logró apartarse a tiempo del ataque y sus garras carmesíes comenzaron a brillar con un color morado, emitiendo la desagradable y mortecina energía característica del tipo Fantasma. Atacó con su Garra Umbría a Mawile, quien no pareció inmutarse ante aquel ataque. Aunque aquella fuese la primera vez que megaevolucionaba, se trataba de un Pokémon muy hábil y experimentado, que había fortalecido su cuerpo durante años. Pese a enfrentarse a otro Megapokémon, la diferencia de poder entre ambos era abismal. Mawile se giró y utilizó por sorpresa su Cabeza de Hierro, sin recibir instrucciones de Maestro. El movimiento sorprendió a Banette, quien no fue capaz de esquivarlo y lo encajó de lleno, siendo lanzado varios metros por el aire. La tela de su cuerpo se había rajado levemente ante aquel ataque, y un humo ennegrecido salía poco a poco por la brecha, sustituyendo a la sangre que habría tenido una criatura viva.

Alakazam se anticipó a Gardevoir antes de que su enemiga volviese a lanzarle otro ataque como aquel y levantó mediante su poder psíquico un gran número de trozos de roca de su alrededor. Rápidamente los lanzó hacia Gardevoir en una brutal Psicocarga. Aunque Gardevoir era sobradamente capaz en aquel momento de manipular cualquier clase de energía a su alrededor, y habría podido rechazar una intrusión psíquica o dispersar la energía de una Bola Sombra o un Pulso Umbrío, no estaba preparada en aquel momento para resistir un ataque físico como aquel. Su compañera Mawile, que vigilaba al Banette mientras se levantaba tras recibir su Cabeza de Hierro pero también mantenía vigilado a Alakazam, vio venir el ataque y corrió en dirección a ambos contendientes. Interpuso su propio cuerpo entre Gardevoir y las rocas lanzadas por Alakazam y recibió el ataque en lugar de su compañera. Las rocas se convirtieron el gravilla al golpear el cuerpo de acero de Mawile. Rápidamente, Gardevoir formó una nueva Bola Sombra; pero no la lanzó de nuevo hacia Alakazam, sino hacia Banette, quien estaba distraído en aquel momento intentando cerrar la brecha en su cuerpo de tela para impedir que aquel humo negro se escapase.

Banette recibió de lleno la Bola Sombra, y aquella maliciosa energía estremeció su cuerpo. La velocidad a la que el humo salía de su interior aumentó, y el Pokémon comenzó a temblar. El fantasma que se reía confiado de su poder minutos atrás era historia, y en su lugar solo había un asustado espectro que veía su final próximo. Hizo aparecer un par de enormes clavos de metal de la nada, y los agarró con ambas manos. Se dispuso a clavarlos en su propio cuerpo mientras miraba con una mezcla entre miedo y desprecio a Gardevoir y Mawile.

Maestro dirigió una breve mirada de reojo hacia el lugar a su lado donde estaba Greninja. Tal y como supuso, no estaba allí. No había hecho falta decirle a su compañero que no podían permitir que Banette lanzara aquella Maldición a Gardevoir y Mawile. Era necesario detenerle a cualquier precio. De todas formas, no tenían la obligación de jugar limpio en aquella batalla. No se trataba de un torneo, sino de un enfrentamiento a muerte. Una guerra declarada entre Mewtwo y Maestro.

Greninja emergió de la oscuridad junto a Banette. Llevaba en la mano una larga katana hecha de sombras. Propinó un afilado y preciso Tajo Umbrío al vientre de Banette y rajó de arriba a abajo su tela. El humo emergió bruscamente, como si de la tos tóxica de un Weezing se tratase, y el cuerpo del fantasma comenzó a desinflarse literalmente. Pocos segundos después, lo único que quedaba de aquel Pokémon eran un simple trozo de tela rajado en el suelo de la cueva. Greninja volvió a desvanecerse en las tinieblas una vez terminado su quirúrgico trabajo.

Maestro volvió a dirigir su atención hacia el combate de Mawile y Gardevoir. Mientras Greninja se había encargado de Banette, Mawile había logrado acercarse a Alakazam y romper todas sus barreras físicas. En aquel momento sostenía el maltrecho cuerpo de un herido Alakazam con sus dos cuernos, y lo exhibía en dirección a Gardevoir. Ya no había cucharas alzadas en el aire con su entrenado poder psíquico, ni era capaz de levitar. Respiraba con dificultad y sangraba por la boca y por algunas heridas que las mandíbulas de Mawile habían hecho en su carne. Pero no era su carne lo único que estaba rajado y destrozado. Gardevoir había debilitado su mente con su Psíquico, y en aquellos momento estaba creando una enorme esfera de energía de color rosa claro. Mientras manipulaba la esfera con ambas manos, miraba fijamente al techo de la cueva. Incluso una veintena de metros bajo tierra, era capaz de sentir la Fuerza Lunar aquella noche. Cuando reunió la energía que deseaba para su ataque, proyectó la esfera hacia el Alakazam que Mawile mantenía sujeto.

Todo lo que quedó de antaño un poderoso psíquico no fue más que unos cuantos jirones de carne y piel en la mandíbula de Mawile y una Alakazamita rota en el suelo. Mewtwo observaba la escena, escandalizada. La Piedra Activadora se le cayó involuntariamente de la mano.

- ¿Qué clase de locura es esta?- Preguntó Mewtwo, alarmada.

Como única respuesta, Maestro corrió todo lo rápido que pudo hacia ella y le golpeó en la cara con su cuchillo de trinchera. A continuación, sin que fuese necesario que Maestro lo pidiese, Clawitzer disparó un Pulso Umbrío a quemarropa a Mewtwo, antes de que fuese capaz de reaccionar. El cuerpo de Mewtwo se convulsionó levemente, y antes de que fuese capaz de volver en sí, Maestro la agarró del cuello con todas sus fuerzas y la lanzó por los aires en dirección a su equipo. Como si se tratase de un mate en un partido de Volleyball, Machamp saltó hacia Mewtwo, mientras aún estaba en el aire, y la golpeó con sus cuatro brazos, estampándola contra el suelo. Gardevoir reaccionó ante aquella maniobra por parte de Machamp alzando de nuevo a Mewtwo con su Telequinesis, dejándola indefensa ante el Tajo Umbrío que Greninja le propinó con su cuchilla de sombra.

Mawile saltó en dirección a Mewtwo con sus fauces por delante, dispuesta a rematar a su enemigo con Triturar, pero no logró tocarla. Mewtwo logró recuperarse de aquella conmoción y emitió una poderosa Onda Mental, que repelió a Mawile en el aire y la estrelló contra el suelo. Machamp, que también estaba cerca, salió despedido por aquel estallido de poder psíquico. Maestro se tambaleó levemente, y casi se le cayó Clawitzer de su hombro. Solo Gardevoir, quien había logrado una gran defensa contra ataques de aquella naturaleza gracias a su Paz Mental, y Greninja, que era inmune a ataques como ese en aquel momento, lograron permanecer impasibles ante aquella liberación de poder.

Mewtwo permanecía levitando en el aire, a varios metros de altura. Se había librado de la influencia de la Telequinesis de Gardevoir. Su mandíbula estaba rota por el golpe que le había dado Maestro, sus huesos habían sido molidos por el lanzamiento de Machamp y tenía un corte que recorría su cuerpo de arriba abajo causado por el Tajo Umbrío de Greninja. Aquel ataque, junto a la energía siniestra del Pulso Umbrío de Clawitzer, le habían causado una dolorosa jaqueca. Sin embargo, concentró su poder durante un instante sobre su propio cuerpo, y en pocos segundos el dolor de cabeza desapareció. Sus huesos se recompusieron y sus heridas se cerraron. Su Recuperación fue casi instantánea.

- No me dejáis elección- Se limitó a decir Mewtwo, en un tono inexpresivo.

Mawile trató de nuevo de alcanzar a Mewtwo, pero la Telequinesis de su enemiga la atrapó en el aire. Rápidamente, Mewtwo creó y lanzó una Esfera Aural hacia Mawile, quien recibió la totalidad del impacto y salió despedida contra una formación rocosa de aquella cueva. El impacto de Mawile contra la pared rocosa produjo un gran estruendo, y provocó que una gran cantidad de rocas en la zona de impacto se fracturasen. Mawile no se levantó hasta pasados unos segundos, y cuando lo hizo sus movimientos fueron lentos y pesados. Aquel ataque había logrado hacerle algo de mella.

Gardevoir volvió a utilizar la Fuerza Lunar para crear una enorme esfera de energía feérica y lanzarla contra Mewtwo, quien bloqueó el ataque con una Pantalla de Luz y contraatacó lanzando una rápida Bola Sombra que Gardevoir no logró esquivar a tiempo. Logró manipular las energías de aquel ataque para disminuir su poder antes que impactase en su cuerpo, pero no pudo evitar estremecerse al notar como aquella energía fluía en su interior. Trató de depurar toda aquella energía, pero no logró librarse de ella antes de que afectase a su concentración. Todo lo que su Paz Mental había logrado hacer por su defensa, aquella Bola Sombra lo había arruinado. Aquello volvía a situarla prácticamente en el punto de partida.

Greninja saltó rápidamente y se dispuso a usar de nuevo su Tajo Umbrío contra Mewtwo, quien vio venir el ataque y volvió a formar una Esfera Aural con la que defenderse. Lanzó el ataque contra Greninja, solo para descubrir demasiado tarde que se trataba de una trampa. Lo que parecía un Greninja a punto de atacarle no era más que un improvisado Sustituto hecho con una roca; el cual se rompió en pedazos al recibir la Esfera Aural. Maestro se acercó corriendo hacia Mewtwo, aprovechando la confusión momentánea y permitió a Clawitzer tener un buen ángulo para disparar su Pulso Umbrío.

Mewtwo recibió aquel ataque de lleno, por la espalda, y cayó derribado, perdiendo temporalmente la capacidad de levitar. Aprovechando aquel momento de debilidad de su enemigo, Machamp golpeó con sus propias manos un enorme peñasco de roca, arrancándole pedazos con cada golpe y afilándolo como una colosal cuchilla. Arrancó de cuajo aquel peñasco con su gran fuerza bruta y lanzó aquella Roca Afilada de varias toneladas hacia Mewtwo como si se tratase de un simple cuchillo arrojadizo. Mewtwo logró librarse de la energía negativa del Pulso Umbrío a tiempo de ver como la enorme roca avanzaba hacia ella por el aire. La atrapó con tu Telequinesis y la lanzó de nuevo de vuelta contra Machamp. El robusto Pokémon de tipo Lucha no esquivó la roca, sino que la golpeó al vuelo con su Puño Dinámico y la convirtió en grava. Cerró una de sus manos en un puño, que adquirió una dureza y aspecto parecida al acero, y en un fugaz movimiento que casi ninguno de los presentes fue capaz de prever, golpeó a Mewtwo en el vientre con un Puño Bala.

Mewtwo se tambaleó por la fuerza del golpe y retrocedió varios metros, pero logró volver en sí y contraatacó atacando a Machamp con su poder Psíquico. Machamp volvió a llevarse las manos a la cabeza y gritar de dolor ante aquella invasión mental, igual que le había pasado cuando le atacó aquel Hypno. Al igual que la última vez, Maestro acudió al rescate de su compañero. Se acercó a Mewtwo por a hurtadillas y hundió la hoja de su cuchillo en su espalda en una encarnizada puñalada. Mewtwo dejó de atacar a Machamp, pero en aquella ocasión el Pokémon no se recuperó al instante como la última vez, sino que se desplomó de rodillas. Antes de que tuviese tiempo de comprobar el estado de Machamp, Maestro salió despedido por los aires.

Mewtwo gritó en un arrebato de dolor e ira, y volvió a usar su Onda Mental de una forma mucho más devastadora que la vez anterior. Maestro se estrelló contra el suelo tras volar casi diez metros por culpa de aquel estallido. Clawitzer se había caído de su hombro y se encontraba tirado en el suelo a varios metros de él. Machamp y una Mawile que a duras penas había logrado recuperarse del anterior ataque volvieron a ser derribados por la Onda Mental; Gardevoir, privada de sus defensas psíquicas, también fue derribada por aquel ataque y se vio a sí misma estampada contra el cuerpo sin vida de un Rhyhorn que ella misma había matado hacía un momento. Incluso Greninja, que gracias a su Mutatipo mantenía su inmunidad a ataques de aquella naturaleza, se vio afectado por el ataque, ya que un gran número de rocas de aquella cueva se estaban viendo afectadas por la furia psíquica de Mewtwo, y estaban empezando a producirse pequeñas Avalanchas en algunas zonas. De no haber reaccionado a tiempo, se habría visto sepultado bajo uno de aquellos desprendimientos.

Maestro trató de incorporarse, pero no fue necesario que sus propios músculos le alzaran. Mewtwo se hallaba en pie, ante él. Usó su Telequinesis para alzar a Maestro y le permitió ver como se arrancaba ella misma el cuchillo que había clavado en su espalda y lo partía en dos como si fuese un simple mondadientes usando su poder. La herida de aquella puñalada no tardó en cerrarse gracias a la Recuperación de Mewtwo.

- Has ido demasiado lejos con esto- Le reprochó Mewtwo.

- Esta es una guerra que tú empezaste- Respondió Maestro; le dolía al hablar, y pensaba que se podía haber roto algunas costillas con aquel golpe, pero trató de disimularlo- Tú mataste a Furfrou.

- ¡Yo nunca te he visto antes! ¡Yo nunca he matado a nadie! ¡Todo esto lo has hecho tú!

- ¡Cierra el pico, maldita abominación!- Gritó Maestro a costa de su propia salud- ¡Me da igual si tu cerebro está hecho mierda y tienes amnesia! ¡Tú le mataste! ¡Pienso trincharte viva, hija de puta!

Maestro había comenzado a escupir sangre al hablar, y Mewtwo apartó la mirada de él con un gesto de desagrado. Aún no podía comprender aquella situación. Aquel hombre había bajado hasta allí, había asesinado a sangre fría a Pokémon prácticamente indefensos ante la fuerza de su equipo, y la acusaba de crímenes que estaba segura de no haber cometido. Solo veía una salida viable en aquella situación.

- Ya veo...- Dijo Mewtwo en tono de resignación- Nunca antes me había topado con alguien como tú. Supongo que no vas a entrar en razón...

Maestro comenzó a ignorar a Mewtwo. Podía ver que su equipo poco a poco se iba recuperando de la Onda Mental, pero Greninja, aunque parecía haber tenido otra clase de problemas, parecía haber escapado ileso de ella. Tenía en la mano su katana de sombra y corría silenciosa y velozmente hacia Mewtwo. Se detuvo bruscamente ante la mirada de Maestro. Simplemente con aquella mirada, el mensaje estaba más que claro. No veía a Greninja derramar una lágrima desde que era un Frogadier y vio morir a Furfrou. Sin embargo, aquella noche, pudo ver como una lágrima bajaba por su anguloso rostro cuando su entrenador le confirmó lo que ya se temía. Habían sido derrotados. Nada de lo que habían hecho en aquellos años les había logrado preparar para enfrentarse al poder de aquel Pokémon Legendario.

Cuando Maestro indicó a Greninja que debían abandonarle y marcharse, Greninja se negó en principio a obedecer, y se mantuvo inmóvil observando la escena. Quería salvar a Maestro, pero tenía miedo de hacer algún movimiento brusco y que Mewtwo reaccionase a su presencia. En aquel momento no había prácticamente nada que él pudiera hacer, salvo observar.

- Habría estado dispuesta a perdonarte- Continuaba Mewtwo- Odio tener que mancharme las manos. Pero no puedo permitir que esto se repita. No me dejas elección.

Un movimiento brusco de la mano de Mewtwo provocó una pequeña Psicocarga que rompió el cuello a Maestro. A continuación, dejó de sostener el cuerpo con su Telequinesis, y lo dejó caer al suelo de la cueva. A su espalda, Greninja pudo escuchar el desgarrador grito de dolor de Gardevoir. Aquel Pokémon, por naturaleza conectado en una relación de empatía absoluta con su entrenador, probablemente llegó a sufrir más que el propio Greninja la muerte de Maestro, sin ni siquiera haber tenido que ver la escena. La Piedra Activadora de Maestro dejó de brillar, y tanto Gardevoir como Mawile recuperaron lentamente su forma original al interrumpirse el flujo de energía que les enviaba su entrenador.

Gardevoir gritaba de forma dolorida y desquiciada. Acababa de volver a ponerse en pie y había visto el cadáver de Maestro junto a Mewtwo. Se desplomó de rodillas ante aquella visión. Si bien Greninja había perdido su habitual impasibilidad ante aquella escena y había llorado de impotencia por no poder salvar a Maestro, los ojos de Gardevoir parecían auténticas cascadas en comparación con los de su compañero. Mewtwo se volvió hacia ella y se acercó despacio. Habló en tono conciliador, empleando su propia voz; al fin y al cabo, ya no era necesario emplear la telepatía para ser entendidos por ningún humano.

- Tranquila- Dijo Mewtwo- Todo ha terminado. Ya eres libre.

Gardevoir se puso en pie y dirigió una rabiosa mirada hacia Mewtwo. No podía creer lo que escuchaba de labios de la asesina de su entrenador.

- ¡Yo siempre he sido libre, hija de puta!- Gritó Gardevoir, con su propia voz.

En un movimiento rápido, creó una Bola Sombra y la lanzó contra Mewtwo, quien no se esperaba aquel ataque repentino y lo recibió sin protección alguna. No esperaba poder vencer a Mewtwo dadas las circunstancias. Si no habían podido con Maestro, no lo lograrían sin él. Sin embargo estaba más que dispuesta a morir también allí, luchando contra aquel engendro.

Pero parecía que alguien tenía otros planes. Machamp apareció como de la nada golpeando con una brutal llave de Vendetta a Mewtwo, quien salió despedida por la fuerza del golpe y se retorció de dolor ante el ataque de tipo Siniestro. Con Mewtwo temporalmente fuera de juego, Machamp lanzó a Clawitzer, quien parecía haber perdido el conocimiento, a Greninja, que lo atrapó al vuelo. Mawile también aprovechó para reagruparse con ellos. Nunca la habían visto con una expresión facial como aquella. Sus ojos parecían ser incapaces de enfocar nada, y tenían la mirada perdida. Era como si le hubiesen succionado el alma.

- Marchaos de aquí- Dijo Machamp- La entretendré.

- ¡Nada de eso!- Respondió Gardevoir.

- Espera, Gardevoir- Intervino Greninja- Está claro que huir es lo más sensato, pero no pienso dejarte atrás Machamp.

- ¡Mewtwo no nos dejará marcharnos sin más!- Gritó Machamp- No después de lo que hemos hecho. Y dudo que Maestro quisiera que muriésemos todos aquí.

- Pero...- Trató de objetar Greninja.

Machamp se volvió en la dirección en la que había lanzado a Mewtwo. Se estaba volviendo a levantar.

- ¡No hay tiempo para discutir!- Concluyó Machamp- ¡Os largáis a la de ya!

Machamp corrió en dirección a Mewtwo y cuando se logró alejar unos metros de su grupo, golpeó el suelo con todas sus fuerzas usando sus cuatro brazos, provocando que toda la cueva comenzase a temblar. El Terremoto era inminente. Las paredes de roca de la cueva se quebrantaban ante el seísmo que estaba provocando Machamp, y el techo poco a poco comenzaba a derrumbarse. La decisión estaba tomada.

- Vamos- Indicó Greninja a sus compañeras- Ya no hay nada que podamos hacer.

Gardevoir se limitó a asentir, mientras que Mawile no reaccionó de ninguna forma a sus palabras, pero parecía estar dispuesta a correr hacia la salida con el resto. Clawitzer seguía inconsciente. Aún respiraba, pero seguramente necesitase atención médica. Comenzaron a correr hacia la gruta por la que habían entrado en aquella caverna. A su espalda, podían escucharse los furiosos gritos de Machamp, junto a los golpes que daba a la cueva. Aquel titán de cólera y fuerza bruta no tardaría en desmoronar la totalidad de aquel lugar; debían darse prisa.

Greninja no estaba herido realmente, podría haber corrido más que ninguno de sus compañeros y haber salido de allí en un instante, pero no podía dejar atrás al resto. Gardevoir cojeaba un poco, parecía haberse hecho daño en una de sus piernas con el último ataque, pero se movía a una velocidad decente. Mawile en cambio, nunca había sido muy rápida por culpa de su cuerpo de acero, y en su estado más que caminar se tambaleaba torpemente en la dirección elegida. Para agilizar el movimiento del grupo, Gardevoir optó por alzar a Mawile mediante su Telequinesia y llevarla ella misma a su lado. También volvió a crear un orbe de luz con Destello, el cual en aquella ocasión mantuvo en su mano para poder iluminar rápidamente el oscuro camino que recorrían en su huida.

Con la presión constante de oír a su espalda los golpes y gritos de Machamp, los derrumbes de la cueva, y más tarde los gritos de la propia Mewtwo, el grupo avanzó tan rápido como pudo por la nada silenciosa galería. Avanzaban a mucha más velocidad que cuando descendieron, y la luz de la luna no tardó en verse a lo lejos en el túnel. En lo que para todos fueron los dos minutos más largos de sus vidas, lograron llegar a la superficie.

Una vez a salvo, dirigieron la vista hacia la caverna de la que habían salido. Estaban demasiado lejos ya para oír a Machamp o a Mewtwo, pero sí que podían oír como la roca crujía. Decidieron alejarse de la montaña, justo a tiempo para evitar verse atrapados en una violenta avalancha. Minutos después, y encontrándose ya a algunos cientos de metros de la Cueva Celeste, pudieron ver como la propia montaña se colapsaba y se derrumbaba sobre sí misma, sepultando aquella gran cámara subterránea bajo millones de toneladas de roca sólida.

- Esto no puede estar pasando...- Murmuró Gardevoir, mientras comenzaba a hiperventilar a causa del estrés y la angustia.

- Entonces...- Dijo Mawile, hablando por primera vez desde que la habían vuelto a ver- ¿Se acabó?

Greninjadirigió una seria mirada hacia la montaña derrumbada y la nube de polvo queinundaba el aire. Pudo observar como algo emergía de entre las rocas y sealejaba volando a toda velocidad. No, sin duda aquello no se había acabado.

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