Capítulo 5: Le Postín

- No estamos solos- Murmuró Gardevoir.

Maestro se desplazaba lentamente por la gigantesca Avenida Invierno de Ciudad Luminalia. Aunque la medianoche les había alcanzado, la luz de aquella ciudad jamás se apagaba. Las calles seguían abarrotadas de gente y muchos comercios aún permanecían abiertos. Tras la hora punta de los cambios de turno, tanto trabajadores como clientes acababan de terminar o de iniciar su jornada; lo que prácticamente significaba que la ciudad acababa de reiniciarse. La retirada de unos abría espacio para otros, y tanto humanos como Pokémon de hábitos nocturnos comenzaban su día en aquel momento.

Aunque existía un excelente departamento de Control de Plagas en Ciudad Luminalia, el cual se encargaba de regular la población de determinadas especies en la ciudad y dar caza a los Trubbish que se acumulaban cerca de los canales, era imposible negar que Luminalia poseía una cierta fauna salvaje entre sus muros. Si bien algunas especies eran erradicadas de la ciudad conforme aparecían, como era el caso de los Gulpin o los Venipede; otras eran sencillamente ignoradas. Las bandas de Meowstic salvajes o las bandadas de Fletchinder podían resultar tan peligrosas o más que los tipo Veneno que se acumulaban en los canales y las alcantarillas, pero su impacto sobre el turismo en la ciudad siempre había sido menor. Mientras las escuadras de control de plagas recorrían el subsuelo de la ciudad acompañados de docenas de Heatmor o Magmortar calcinando vivos a los primeros, la población encontraba divertido alimentar a los segundos. Hubo una época en la que Maestro reflexionó respecto a aquella clase de actitudes, pero el paso de los años le dio mayores problemas en los que centrar su atención y el destino de las alimañas urbanas dejó de importarle.

Sin embargo, Gardevoir estaba en lo cierto; algo se movía a su alrededor. Se encontraban en una calle principal abarrotada de viandantes, y aquello pese a la incomodidad de la situación significaba que no había peligro de ser asaltados. La presencia que les acosaba no se encontraba cerca de ellos, sino que perseguía y acechaba desde las sombras de cualquier callejón cercano. Aunque Gardevoir parecía haberse dado cuenta en aquel momento, Maestro llevaba sintiendo aquella presencia desde que abandonaron el Gran Hotel Ricachilton casi una hora antes. A pesar de no sentirse cómodo ante la idea de que una sombra les acechase desde la oscuridad, no lo consideraba un motivo real de preocupación en aquel momento.

- Ya lo sé- Respondió Maestro- Deja que se tome su tiempo.

A regañadientes, Gardevoir dejó de prestar atención a su siniestro perseguidor y se centró en el objetivo que tenían en mente. El restaurante Le Postín estaba solo a un par de manzanas de donde se encontraban, y conociendo a Maestro las cosas podían llegar a ponerse muy feas. Siempre había odiado hacerle el trabajo sucio al Team Flare, pero el hecho de estar siguiendo órdenes de Malva era como echarse sal en las heridas para ella. El hecho de no confiar lo más mínimo en la actual líder del Team Flare no hacía sino reforzar el recelo que sentía Gardevoir ante aquel encargo. Ni siquiera tenían garantías de que Malva fuese a cumplir su palabra. Si Maestro le hubiera preguntado a ella qué hacer, le habría dicho que reuniesen al resto del equipo y tomasen lo que querían por la fuerza. Sin embargo Maestro no le había pedido su opinión al respecto, algo bastante raro en su entrenador. Si él estaba tan seguro de que aquello era lo que debía hacerse, a Gardevoir no le apetecía cuestionar al hombre que le había regalado dos décadas más de vida. Ya había tomado la decisión de seguir a Maestro años atrás, y no parecía buen momento para empezar a cuestionársela.

- ¿Has visto algún teléfono público cerca?- Preguntó Maestro.

- No, pero hay una cabina de Holomisión en la acera en frente del Le Postín- Le recordó Gardevoir- Podemos usarla.

- Una caja de metal y cristal blindado en plena calle construida e instalada por el Team Flare oportunamente situada junto al objetivo... Creo que buscaremos un teléfono de verdad.

Gardevoir siempre había sido muy paranoica con su propia seguridad entre los muros de Ciudad Luminalia, pero nunca se había planteado las cosas de aquel modo. Cuando tuvo que resolver algunos asuntos legales en la ciudad tras la muerte de Maestro tuvo que hacer muchos desplazamientos por culpa de su incapacidad para usar un teléfono o un Holomisor. En aquel momento le habría encantado poder usar una de aquellas cabinas de Holomisión para hablar con su abogado o con el notario y ahorrarse algunos viajes en taxi, pero aquellas máquinas solo eran capaces de transmitir su voz, no sus capacidades telepáticas. Sin embargo, tras recordar que aquellas cabinas eran un invento de Lysson y fue el propio Team Flare quien firmó el contrato con el gobierno para instalarlas por toda la ciudad, usarlas le resultaba mucho menos alentador. No había forma de saber a ciencia cierta qué había instalado el Team Flare dentro de aquellos pequeños e inexpugnables habitáculos.

Maestro se detuvo y contempló con su único ojo la elegante fachada del restaurante Le Postín. Aquel local no tenía terraza, y su fachada de mármol blanco e inmaculado cristal brillaba gracias a una serie de focos de luz blanca estratégicamente colocados en la acera. Aunque a juzgar por lo que podía observarse desde el exterior a través del cristal el local estaba abarrotado, no había cola para entrar ni se amontonaban los clientes en el exterior a la espera de una mesa libre. Entonces se dio cuenta de que acababa de surgirle el primer contratiempo en aquel encargo.

- Hay que tener reserva...- Murmuró Maestro- Y que yo recuerde aquí hace falta al menos una semana de antelación para conseguir una.

- Déjame hablar a mí- Se limitó a responder Gardevoir.

Con paso decidido, Gardevoir se adelantó para entrar cruzar la puerta principal y acceder al interior del restaurante. No muy convencido con la idea de dejar a su compañera hacer las cosas a su manera, Maestro la siguió. Irrumpieron en el restaurante a través de una pesada puerta doble de reluciente acero y grandes paneles de cristal que Gardevoir abrió sin tocarla mediante su Telequinesis. Maestro ya había estado en el interior de aquel restaurante en el pasado por cuestiones de negocios, pero aquella era la primera vez que iba sin que le invitasen. El local cambiado levemente con el paso de los años. Habían colocado una elegante alfombra roja en la entrada y algunos cuadros en las paredes eran diferentes a los que Maestro recordaba. Por lo demás, el mobiliario parecía ser el mismo que la última vez que Maestro había entrado a aquel lugar, al menos seis años atrás.

Tan pronto como pusieron un pie dentro del restaurante, un camarero que se encontraba junto a un atril con el libro de reservas se fijó en ellos. Como venía siendo habitual en aquellas circunstancias, parecía estar esperando a que el entrenador de Maestro y Gardevoir entrase tras ellos, pero frunció el ceño cuando la puerta se cerró sin que entrase nadie más. Gardevoir se dirigió confiada hacia él.

- Mesa para dos- Pidió Gardevoir.

- Esto... ¿Tienen reserva?- Preguntó el camarero, señalándolos a los dos con una elegante pluma estilográfica.

- No, pero haré que pases el resto de tu vida creyendo ser un Metapod si no haces lo que te pido.

La pluma que el camarero sostenía cayó de sus temblorosas manos cuando notó como Gardevoir arañaba la superficie de su mente provocándole una leve jaqueca. Las defensas mentales de aquel hombre no serían rivales para una psíquica de su calibre, y aquel dolor no era más que una simple advertencia para darle a entender que iba completamente en serio. Una gota de sudor recorría la frente de aquel camarero mientras suspiraba de alivio cuando Gardevoir detenía aquel leve ataque Psíquico y hacía desaparecer el dolor.

- Acompáñenme- Dijo el camarero cerrando de golpe el libro de reservas.

Con un evidente nerviosismo, aquel hombre uniformado les guió a través del local hacia una mesa libre en el interior del local, cerca de la entrada a las cocinas. Recogió de la mesa una placa dorada que tenía escrita la palabra "Reservado" y la tiró sutilmente dentro del tiesto de una maceta cercana. Les indicó que podían sentarse y se apresuró a retirarse de vuelta junto a su estilográfica y su atril.

- Tranquilo, no dará la alarma- Dijo Gardevoir a Maestro mientras se acomodaba en su silla- Ya ni siquiera nos recuerda.

Maestro miró con impotencia su silla y nuevamente se limitó a apartarla y ajustar su altura de levitación para que le resultase cómodo estar frente a la mesa. Habían conseguido entrar con relativa discreción, pero aquello solo había sido la parte fácil. No deseaba provocar un altercado en aquel restaurante, de modo que debía buscar alguna forma de localizar e interrogar a su objetivo sin levantar más sospechas. Mientras Maestro trataba de trazar un plan al respecto, Gardevoir parecía haberse interesado por la carta del menú que había sobre la mesa.

- ¿Hay prisa por cargarnos a ese tipo o puedo pedir algo?- Preguntó Gardevoir.

- Pide lo que quieras- Respondió Maestro en voz baja.

Mientras Gardevoir examinaba pensativa el menú, Maestro exploraba sus alrededores en busca de cualquier cosa que pudiese resultarle de utilidad. Un pequeño Zigzagoon comía algo de un comedero junto a una mesa cercana a la entrada. Había dos mesas libres cerca de los servicios. Una niña pequeña estaba dando de comer un Pokélito de color rosa a un Kirlia en la mesa de enfrente. Uno de los camareros había ido a por una escoba y un recogedor para limpiar unos cristales rotos de una copa que se le había caído a un cliente. No parecía haber nada inusual que Maestro pudiera usar para crear una distracción.

- ¿No vas a pedir nada?- Preguntó Gardevoir.

- No tengo boca- Le recordó Maestro.

- ¿Entonces no te alimentas de nada?

- No lo sé- Admitió Maestro- Supongo que no.

Gardevoir hizo una señal a uno de los camareros mientras pasaba cerca para que se acercase y le tomase nota. Maestro no prestó mucha atención a la comanda de Gardevoir debido a que seguía tratando de urdir un plan, pero le pareció oír que había vuelto a pedir carne. Años atrás, siempre había pensado que la especie de su compañera era herbívora, ya que jamás había visto a un Gardevoir llevarse carne a la boca. Preguntó en un Centro Pokémon si podía dejar que su Gardevoir comiese carne y le dijeron que al evolucionar a su última etapa, aquella especie era capaz de digerirla, pero que solo solían alimentarse de ella como último recurso. Maestro siempre había interpretado el gusto por la carne de Gardevoir como una especie de acto de sadismo. En cualquier caso, nunca le había gustado atar corto a sus Pokémon, y aunque a Maestro no le agradase la actitud al respecto de Gardevoir, a lo largo de los años le había permitido comer cuanta carne quisiera.

Pasaron casi media hora esperando la comida de Gardevoir. Mientras el tiempo pasaba, la pareja de ancianos que parecían ser los dueños de aquel Zigzagoon pagaron la cuenta y se marcharon con su Pokémon correteando entusiasmado entre los dos. La Kirlia de la mesa de al lado pataleaba alegremente sentada en su silla, con las piernas colgando debido a su pequeña estatura; estaba haciendo unos trucos de magia con su poder psíquico y unos cubiertos para entretener a la niña. Un hombre vestido con un elegante esmoquin entró acompañado de una despampanante mujer con un vestido que dejaba poco a la imaginación y un majestuoso Arcanine. El local bullía en su actividad habitual, pero Maestro no lograba distinguir a Maurice entre los camareros que continuamente recorrían el restaurante anotando pedidos y entregando o recogiendo platos. Malva no les habría enviado allí si Maurice no siguiera trabajando en aquel lugar, de modo que algo se le estaba escapando.

Un camarero entregó a Gardevoir un plato y unos cubiertos para carne. Dado que por razones anatómicas a Gardevoir le resultaba complicado utilizar los cubiertos con sus manos, optó por mantener sus brazos en una posición formal sobre la mesa, sin apoyar los codos, y usó su Telequinesis para manejarlos. Clavó el tenedor sobre lo que parecía tratarse de alguna clase de solomillo en su punto y comenzó a cortarlo. Tras probar el primer bocado de aquella carne sangrante, Gardevoir volvió a centrar su atención momentáneamente en Maestro.

- A Maurice hoy le toca fregar platos. Está en la cocina.- Dijo Gardevoir hablando con la boca llena- ¿Crees que necesitarás mi ayuda para esto?

Maestro asimiló la información. En aquel momento sintió como si todo su esfuerzo por llegar a alguna conclusión se hubiera derramado por un sumidero. Debería haberle pedido desde el principio a Gardevoir que leyese la mente de algún miembro del personal del restaurante. Fuera como fuese, su compañera parecía ir un paso por delante en aquel momento, de modo que decidió depositar toda su confianza en ella.

- Puedo encargarme de ese pelele- Respondió Maestro.

- Genial- Dijo Gardevoir- Cuando quieras te creo una oportunidad.

- Hazlo.

Gardevoir permaneció en silencio durante unos segundos, con toda su atención aparentemente centrada en el nuevo trozo de carne que se llevaba a la boca. Aunque a simple vista parecía que no estaba haciendo nada en absoluto, Maestro la conocía ya desde hacía muchos años. Estaba seguro de que tramaba algo; probablemente nada bueno viniendo de ella. Sus sospechas se confirmaron cuando algo menos de medio minuto más tarde, Maestro oyó un llanto desconsolado cerca de ellos.

- ¡Kirlia!- Gritó la niña pequeña de la mesa de al lado- ¡Mi Kirlia no se encuentra bien!

Una breve mirada a aquella mesa mostró a Maestro todo lo que necesitaba ver. Los cubiertos que sostenía aquella Kirlia con su Telequinesis estaban tirados en el suelo, y el Pokémon se había desplomado sobre la mesa. Babeaba, sangraba por los lacrimales y se convulsionaba levemente a medida que Gardevoir despedazaba su mente. La niña sentada junto a ella lloraba ruidosamente y sacudía a su Pokémon intentando en vano que reaccionase. El padre de la niña, que se encontraba sentado junto a ella, se levantó y trató de examinar al Kirlia mientras también pedía ayuda ruidosamente. Pronto todo el local, tanto personal de servicio como clientes tenía su atención fijada en aquella mesa. Tres camareros se apresuraron a acercarse a aquella mesa mientras un cuarto iba hacia una sala de acceso restringido en busca de un botiquín de primeros auxilios. Si Gardevoir había hecho lo que Maestro pensaba que había hecho, todo lo que tratasen de hacer por salvar a aquella pequeña criatura sería en vano.

La sonrisa con la que Gardevoir miraba a Maestro en aquel momento habría sido capaz de helar la sangre de su entrenador si aún la conservase. Al margen de la necesidad de aquella distracción, se podía notar en ella que se estaba deleitando con el sufrimiento de su semejante.

- El ser humano es cruel- Le recordó Gardevoir- Pronto se aburrirán y seguirán comiendo sin más. Es mejor que te des prisa.

- Voy a ello- Respondió Maestro.

Aunque a diferencia de su compañera, Maestro no disfrutaba con el sufrimiento ajeno, estaba acostumbrado a aquella clase de situaciones. Era sobradamente capaz de mantener la mente fría y actuar a pesar del caos que su compañera estuviese dispuesta a desatar. Sin darle la menor importancia al pequeño drama que se estaba formando a su alrededor, se apartó de la mesa y se dirigió sutilmente hacia la entrada de la cocina. Por primera vez desde que llegó a Ciudad Luminalia, se sintió como si fuera invisible. Tanto los camareros como algún cliente que se había acercado a mirar o a ofrecer su ayuda pasaban junto a él sin deparar en el fantasma de acero que se dirigía de cabeza hacia un área restringida del local.

Maestro ignoró el cartel de "Solo personal autorizado" junto al que pasó e irrumpió en la cocina. El restaurante Le Postín era un establecimiento de alto nivel con muy buena consideración, y su cocina estaba tan limpia y ordenada como cabría esperar de un lugar tan elegante y caro como aquel. Aquella habitación era enorme, pero en aquel momento se encontraba desierta debido al incidente que había tenido lugar en el exterior. En aquel momento un Heatmor, que seguramente se encargaba de ayudar con los hornos, descansaba sobre una silla de metal con el respaldo apoyado en una de las pocas paredes despejadas de la cocina. También un Floatzel ayudaba a un hombre a mantener en funcionamiento unos inmensos lavavajillas. Maestro examinó desde la distancia al hombre que cargaba aquellos lavavajillas. Era un poco bajo, muy delgado y tenía el pelo rapado. Aunque Maestro había visto a muchísima gente a lo largo de su vida, podía presumir de tener buena memoria y jamás olvidaba a alguien con quien hubiera tratado en el pasado. Especialmente si el trato con él había sido non grato.

Una salida de emergencia que parecía dar a la calle llamó la atención de Maestro. Si trataba de quebrantar a aquel hombre en aquel lugar, seguramente tendría que vérselas con el Heatmor y el Floatzel. Un combate en el aquel lugar sería como mínimo ruidoso, y si le tomaba mucho tiempo acabaría perdiendo la oportunidad que Gardevoir le había conseguido. Su mejor opción sería lograr que su objetivo abandonase la cocina.

- ¡Maurice!- Le llamó Maestro.

Maurice dejó caer una copa sucia al suelo a causa del sobresalto que le supuso oír la voz de Maestro. Se volvió lentamente y miró con expresión de pánico el Aegislash que había entrado en su cocina. Sin darse cuenta pisó algunos cristales rotos de la copa que había tirado y emitió un desagradable sonido de crujido a medida que se giraba.

- ¡No hay tiempo para explicaciones!- Continuó Maestro- El Team Flare viene a por ti. Tenemos que salir de aquí.

- ¿El... Team Flare?- Preguntó Maurice con una débil voz temblorosa- Oh... Mierda. Esto no debía salir así...

- Rápido, por la salida de emergencia- Indicó Maestro señalando a la puerta.

Abandonando su puesto de trabajo, Maurice no dudó un solo segundo en seguir a Maestro mientras se dirigía apresuradamente hacia aquella salida de emergencia. Como dictaban las leyes de prevención de riesgos laborales, los alrededores de la puerta estaban despejados y la puerta era tan fácil de abrir que incluso las flácidas manos de tela de Maestro fueron capaces de moverla. En pocos segundos desde que Maestro llamó la atención de Maurice, ambos cruzaron la puerta y se encontraron en el exterior del Le Postín.

La salida de emergencia del restaurante daba a un callejón trasero desde el cual no había línea de visión directa con la calle principal. El callejón estaba débilmente iluminado por un foco junto a la puerta. En aquella penumbra, Maestro fue capaz de ver como un pequeño Espurr huía asustado de su presencia. Había estado rebuscando algo que comer entre los contenedores de basura del restaurante, y había dejado un pequeño vertedero esparcido por el suelo del callejón. Maestro buscó apresuradamente algo con lo que bloquear temporalmente la salida de emergencia, con una doble intención al respecto. No tardó en encontrar lo que parecía ser una larga barra de metal sobresaliendo de uno de los contenedores que el Espurr había abierto. La extrajo del interior del contenedor y se sorprendió momentáneamente de su ligereza. No era una barra de metal, sino una especie de cañería vieja que alguien había tirado allí, probablemente sin permiso. Fuera como fuese, le permitiría cumplir con su cometido.

Maestro introdujo la tubería entre los pomos de la puerta de emergencia y fingió que la bloqueaba. Dudaba enormemente que lo que había hecho fuera capaz de mantener aquella puerta cerrada, pero su acompañante había empezado a hiperventilar a causa de la tensión y una cascada de sudor recorría su rostro; era improbable que se diera cuenta de que Maestro le estaba tomando el pelo. Al menos a tiempo.

- Estamos a salvo- Le informó Maestro- Por ahora...

Maurice pareció relajarse un poco ante aquellas palabras. Maestro no estaba completamente seguro de poder perseguir a aquel hombre si trataba de escapar; al menos no si lograba llegar al interior del restaurante o a una de las avenidas principales de la ciudad. Era imperativo acorralarle para que no pudiese huir, además de lograr apartarle de cualquiera que pudiese oír sus inminentes gritos.

Maestro cambió a su Forma Filo. Maurice se sorprendió levemente ante el hecho de que el Aegislash parlante que parecía haberle salvado de un ataque asumiera una posición ofensiva, pero asumió que se trataba de una simple medida preventiva. A causa de su exceso de confianza, no reaccionó a tiempo cuando Maestro le agarró por el cuello del uniforme con su mano libre y le empujó con todo su cuerpo hasta estamparlo de espaldas contra la pared más cercana. Maestro acercó su empuñadura con su único ojo a la estupefacta cara de Maurice y le miró fijamente a los ojos de manera penetrante.

- Si gritas, te abro en canal aquí mismo- Le advirtió Maestro- ¿Queda claro?

Para dejar claro que no estaba bromeando, Maestro presionó levemente contra la pared a Maurice usando uno de los filos afilados de su cuerpo de acero. Aunque carecía del sentido del tacto y no podía notarlo, percibía a simple vista que el pulso de Maurice se estaba acelerando y su expresión facial de sorpresa se empezaba a convertir en una de absoluto terror.

- S... sí- Respondió Maurice con un leve tartamudeo.

- Bien... Ahora me vas a contar qué clase de trabajo has estado haciendo para el Team Rocket- Dijo Maestro.

- Yo no...

- Te lo advierto- Interrumpió Maestro- Tengo muy poca paciencia y se me están ocurriendo muchas formas de hacértelas pasar muy putas. Será mejor que no intentes tomarme el pelo.

Unas pequeñas lágrimas provocadas por el pánico y la tensión comenzaron a asomar por los ojos de Maurice. Maestro notó que había empezado a temblar a medida que se debatía en una lucha interna. La espada fantasma que le interrogaba le daba mucho miedo, pero no más que el Team Rocket. Si delataba a una de las organizaciones criminales más poderosas del mundo, le convertirían en hamburguesas para el menú infantil del día siguiente.

- Escucha...- Decía Maurice hablando con dificultad a causa de la tensión que sentía- Yo no trabajo para el Team Rocket, ¿vale? Yo... Solo les muevo mercancía. Eso es todo...

A criterio de Maestro, aquellas palabras tenían un cierto sentido. Maurice llevaba años dedicándose al contrabando en Ciudad Luminalia y nunca se había caracterizado por tener agallas. No esperaba que aquel hombre fuera más que un simple peón para el Team Rocket. En cualquier caso, debía de extraer de él toda la información que pudiera. Aquel era la clase de trabajo del que solía encargarse Gardevoir, pero a Maestro aún confiaba en sus habilidades como interrogador. No siempre su compañera había estado disponible para encargarse de aquella parte, pero Maestro siempre había logrado hacerse de una forma o de otra con la información que deseaba. Tan solo era una cuestión de tiempo que Maurice le contase todo lo que necesitaba saber.

- ¿Qué clase de mercancía?- Preguntó Maestro.

- Na... Nada en especial- Respondió Maurice con su voz temblorosa- Sobre todo uniformes... Y a veces algunas armas.

Maestro siempre había pensado que el gran pecado de las organizaciones criminales poderosas no era el robo, el asesinato ni el tráfico de humanos y Pokémon. Su mayor pecado era su exceso de orgullo. Por suerte, el trato que Maestro había tenido con el Team Rocket a lo largo de los años había sido mínimo, pero siempre había sido a través de hombres y mujeres correcta y orgullosamente uniformados. El uniforme negro del Team Rocket era una declaración de intenciones y, sobre todo, un recordatorio de su poder. Los miembros del Team Rocket no tenían miedo de revelar mediante su indumentaria su pertenencia a dicha organización, ya que presumían de ser capaces de aplastar como a insectos a quienes tratasen de oponérseles. Mirando hacia el pasado, Maestro recordaba haber visto por los canales de noticias de la televisión pública como el Team Rocket había en alguna ocasión tomado ciudades enteras por la fuerza o puesto en jaque a gobiernos extranjeros. Para los miembros de aquella organización, ser un soldado del Team Rocket era motivo de orgullo; y a Maestro no le sorprendía en absoluto que lo primero que enviase el Team Rocket a una ciudad que pensaba conquistar fueran sus emblemáticos uniformes negros.

Aunque enfrentarse al Team Rocket era una muerte segura, Maestro ya estaba muerto de todas formas. Hacía años había elegido su camino, aún a sabiendas de que sería peligroso y que la muerte le acecharía a él y a cada miembro de su grupo tras cada esquina. La única dirección en la que podía avanzar llegados a ese punto era hacia delante. Aunque eso implicase ganarse como enemigo al Team Rocket.

- ¿A dónde va toda esa basura?- Preguntó de nuevo Maestro- ¿Para quién trabajas?

- Yo... Yo solo traigo los paquetes desde fuera de la ciudad. Ellos mandan hombres aquí a recogerlos- Dijo Maurice, sin dejar de temblar- Te juro que no sé a dónde van a parar...

Si algo había aprendido Maestro a lo largo de años de interrogatorios, era que ninguna confesión que no se hubiera obtenido bajo tortura podía realmente considerarse válida; especialmente si no tenía sentido alguno. La versión de aquel negocio que le proponía el testimonio de Maurice no se sostenía desde un punto de vista sensato. Era imposible que hubiese empezado a recoger paquetes y entregarlos sin haber llegado en algún momento a algún acuerdo con alguien. Entendía que el Team Rocket no era ninguna broma y que Maurice se mostrase reacio a hablar más de la cuenta y ponerse en su punto de mira, pero a Maestro le daba absolutamente igual el miedo de aquel hombre a amanecer degollado en una cuneta. Lo degollaría él mismo en aquel callejón si no le decía exactamente todo lo que quería oír.

Maestro aumentó la presión que su cuerpo ejercía sobre Maurice y le apretó aún más contra la pared. No presionó lo suficiente como para empezar a romperle los huesos, pero el filo de su espada se hundió muy levemente en la carne de aquel hombre. Aunque era una herida superficial, de poca gravedad, la sangre comenzó a manar de ella y ensuciar aquel elegante uniforme de camarero. Maurice dejó escapar un grito, más de pánico que de dolor, pero Maestro le agarró por el cuello rápidamente, enroscando su mano de tela alrededor de él, y le estranguló para que perdiese el aliento y no fuese capaz de gritar.

- Como vuelvas a gritar, haré que tengas un motivo de verdad para hacerlo- Le advirtió Maestro- Por si no lo has notado, tengo poca paciencia. Así que voy a repetir la pregunta y más te vale no mentirme otra vez ¿A quién envías la mercancía y dónde está?

Cuando Maestro alivió la presión que ejercía con su textil extremidad sobre el cuello de Maurice, el contrabandista se apresuró a tomar aire con desesperación. En aquel momento, aunque no podía verla, ni podía tampoco girarse para verla debido a la rigidez de su cuerpo, Maestro podía sentir como la presencia que les había estado siguiendo a Gardevoir y a él desde que salieron del Ricachilton estaba muy cerca de él. Aunque no podía verla ni oírla, de alguna forma era capaz de sentirla allí mismo. Era una sensación parecida a cuando sentía la presencia de las otras almas dentro de aquel Spiritomb; lo cual le habría resultado irritante de no ser porque no tenía nada en absoluto en contra de aquel ser que le acechaba desde las sombras. Probablemente se había acercado tanto simplemente para percibir mejor el miedo que sentía Maurice. Maestro se limitó a ignorar su presencia y a esperar a que Maurice recuperase el aliento y comenzase a responder a su pregunta.

- Por favor...- Apeló Maurice- Estamos hablando del Team Rocket... Si le delato me matará...

- No sé a quién tienes tanto miedo- Le dijo Maestro- Pero te aseguro que no se compara conmigo. Pienso desollarte vivo aquí mismo si no respondes.

El cuerpo de acero de Maestro se movió levemente y su hoja profundizó el corte que había empezado en la carne de Maurice. Si bien unos segundos atrás no se trataba de una herida grave, en aquel momento Maurice ya necesitaría atención médica. La herida en aquel momento era mucho más dolorosa, aunque Maurice apretó los dientes con fuerza por miedo a que Maestro le hiciese más daño si se atrevía a gritar. La sangre que teñía de color carmesí el uniforme de camarero de aquel hombre había empapado completamente la prenda y comenzaba a gotear hacia el suelo.

- ¡Está bien! ¡Te lo diré!- Gritó Maurice, con precaución de no hacerlo demasiado alto y enfadar de nuevo a su interrogador- ¡Pero joder, déjame ya! ¡Me vas a partir en dos!

- No me des motivos, y no lo haré- Sin limitó a responder Maestro sin moverse un solo milímetro- Habla.

- Es un tipo de Kanto llamado Salvatore, ¿vale?- Confesó Maurice- Lleva todo lo que le traigo a un almacén al final de la Avenida Invierno... No sé qué tienen allí montado, yo solo le entrego los paquetes en la puerta trasera y me largo sin hacer preguntas... ¡Te lo juro tío, es todo lo que sé!

Con un movimiento lento y preciso, Maestro se apartó de Maurice y el camarero se derrumbó con la espalda apoyada contra el muro. Sus temblorosas piernas eran incapaces de sostenerle, y la herida que le había hecho el filo de Maestro abarcaba desde su muslo izquierdo hasta su hombro derecho; recorriendo todo su cuerpo en un único corte recto. De haber seguido presionando, habría cortado todo su cuerpo diagonalmente en dos mitades. Su vida no corría peligro, pero aquel enorme tajo en su cuerpo no sanaría por sí solo como el corte superficial que le hizo al principio. Tendría que dirigirse al hospital. Aquello significaba que los médicos le harían preguntas respecto a la herida, y que seguramente la policía abriría una investigación al respecto. Toda una pesadilla para un hombre como Maurice, con mucho que ocultar.

Maestro dio la espalda a Maurice y se encaró con el oscuro callejón, donde un par de ojos amarillentos le observaban desde la oscuridad, a una distancia prudente. Al darse cuenta de que Maestro la miraba fijamente, aquella criatura se desvaneció entre las sombras de aquel siniestro lugar.

- ¿Tú qué opinas?- Preguntó Maestro a la oscuridad.

- No miente...- Respondió la oscuridad.

Aquella voz en las tinieblas hablaba con una voz dulce y escalofriante a partes iguales, en un extraño contacto entre belleza y monstruosidad. Maestro recordaba perfectamente aquella voz. Llevaba años sin oírla, y la última vez que la escuchó ni siquiera era capaz de comprender lo que trataba de decirle. Pero ahora podía entender lo que le decía; y le pareció adecuado confiar en la palabra de un ser que se alimentaba del miedo y el dolor ajenos cuando afirmaba que un hombre que había sido sometido a ambas cosas en generosas dosis decía la verdad.

Tomando el testimonio de Maurice como válido, había llegado el momento de decidir qué hacer con él. Maestro se volvió de nuevo hacia él y examinó su pálido, herido y espantado aspecto. Se trataba de un hombre débil, cobarde y de voluntad frágil, que en aquel momento desearía estar en cualquier parte del mundo menos en ese callejón. Sin embargo, no estaba dentro del alcance de las posibilidades de Maestro enviarlo lo suficientemente lejos para que no supusiera un problema. No tenía forma de asegurarse de que Maurice abandonase Ciudad Luminalia inmediatamente. Si decidía no irse, o si iba al hospital por la herida que Maestro le había causado, las posibilidades de que el Team Rocket se enterase de que su posición estaba comprometida era muy alta. En ese caso, nada de lo que Maestro había hecho tendría sentido. Solo quedaba la opción de silenciarlo definitivamente.

Maestro se acercó a Maurice lentamente. Al desplazarse mediante levitación, no emitía sonido alguno con su movimiento; lo que unido al hecho de que la herida de Maurice acaparaba toda su atención, le permitió acercarse a aquel hombre sin que se percatase de sus intenciones. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, antes de que Maurice tuviera tiempo de percatarse de sus intenciones y gritar, Maestro realizó una oscilación cortante con todo su cuerpo con intención de decapitarle con un movimiento rápido. La ejecución del movimiento fue una absoluta chapuza debido a la falta de soltura que tenía Maestro a la hora de atacar de aquella forma. La Espada Santa de Maestro atravesó el húmero izquierdo de Maurice, amputando completamente su brazo antes de introducirse en el interior de su caja torácica. El devastador corte atravesó completamente el cuerpo de Maurice diagonalmente y la ensangrentada hoja de acero de Maestro salió del interior de su carne entre el cuello y el hombro derecho de su víctima. Aunque la ejecución fue un éxito, y Maurice murió en el acto ante aquel ataque, lo que debía ser una ejecución limpia se convirtió en una pequeña carnicería.

Un Cambio Táctico devolvió a Maestro a su Forma Escudo. La hoja de su espada estaba teñida de rojo y goteaba sangre. Aunque al carecer de sentido del tacto, a Maestro no le resultaba desagradable la suciedad, pensó en usas sus manos de tela para limpiar la hoja. Recorrió el filo de su espada con su mano derecha esperando manchar la tela de sangre, pero se sorprendió cuando, al examinar su mano, comprobó que estaba limpia. Aunque debido a la rigidez de su cuerpo, era incapaz de verse a sí mismo sin la ayuda de un espejo; se atrevió a asumir que, de alguna forma, su hoja había sido capaz de limpiarse sola. Recorrer las calles de Ciudad Luminalia con su cuerpo empapado en sangre no era en absoluto una opción, por lo que se sintió bastante aliviado al comprobar que no necesitaría preocuparse por ello.

Observó durante un momento el cadáver que había dejado en el callejón. El único ser al que realmente deseaba eliminar del mundo era Mewtwo, y la muerte de Maurice era otra más de la que Maestro no se enorgullecía. Sin embargo, los años le habían convertido en alguien frío e impasible ante la violencia; y la muerte ya no le impresionaba ni atormentaba lo más mínimo. Ya había dejado vivo a un hombre que estaba convencido de que debió matar hacía unas cuantas horas, y a consecuencia de ello recordó lo que era el miedo y se lo hizo recordar a Gardevoir mediante la Sincronía. No cometería de nuevo el mismo error; aunque implicase dejar un reguero de sangre a su paso, no volvería a dejar cabos sueltos que le atormentasen. Además, en aquel momento estaba llevando a cabo un encargo para el Team Flare; era algo lógico acabar con los enemigos de la organización que le pagaría.

Por un momento, Maestro pensó que debía deshacerse del cuerpo de alguna forma. No obstante, en seguida recordó que las cosas habían cambiado. Ya no era un hombre con una identidad, una cara reconocible y unas huellas dactilares. Ahora no era más que un fantasma; era prácticamente imposible que le relacionasen de alguna forma con aquel crimen. Especialmente teniendo en cuenta que oficialmente carecía de algo parecido a una identidad. Lo único que encontraría la policía de Ciudad Luminalia en aquel lugar sería un cadáver en lamentable estado sin la más mínima pista de quien podría haber sido el asesino. Sin darle más importancia al asunto, Maestro dio la espalda a lo que quedaba de Maurice y se dispuso a marcharse de aquel callejón. En lugar de volver a entrar por la salida de emergencia del Le Postín, le pareció que lo mejor era recorrer el callejón en dirección hacia la Avenida Invierno y esperar allí a que su compañera acabase de comer y saliera. No sería necesario avisarla de ninguna forma de que estaba allí, ya que Gardevoir sería capaz de encontrarle donde quiera que estuviese.

- Me alegra ver que hay cosas que nunca cambian- Dijo Gardevoir.

Maestro se sobresaltó levemente al escuchar la voz de su compañera de repente en aquel callejón. Gardevoir dobló la esquina que conducía a la Avenida Invierno en dirección contraria e irrumpió en el callejón trasero del restaurante Le Postín. El brillo de sus ojos rojos en la oscuridad le confería un aspecto siniestro, el cual se veía reforzado por la expresión de terror del pequeño Espurr que sostenía agarrado por el cuello con su mano derecha. Avanzaba por el callejón en dirección a Maestro con paso tranquilo y una tétrica sonrisa en sus labios blancos.

- Te has tomado tu tiempo- Le reprochó Gardevoir- Me estaba empezando a aburrir.

- No pareces aburrida- Dijo Maestro- ¿Qué pasa con ese Espurr?

- He pillado a esta pequeña alimaña espiándote desde la esquina- Le explicó Gardevoir- ¿Qué debería hacer con él?

Un breve vistazo a la pequeña criatura que Gardevoir estrangulaba reveló a Maestro que se trataba de una versión pequeña y peluda de Maurice. Era demasiado débil y cobarde como para siquiera atreverse a dirigir la palabra a Maestro o Gardevoir. O eso, o Gardevoir le estaba apretando el cuello demasiado fuerte. De haberse tratado de alguna otra especie de Pokémon, le habría dicho a Gardevoir que lo liberase sin más. Pero precisamente Gardevoir había considerado oportuno capturarlo debido a las primitivas, pero al fin y al cabo existentes, habilidades telepáticas de Espurr. Aquel Pokémon era un testigo del crimen en toda regla.

- ¿Puedes borrar su memoria?- Preguntó Maestro.

- Claro...- Respondió Gardevoir.

Con un movimiento brusco de su brazo y la ayuda de un potente empujón psíquico, Gardevoir lanzó al Espurr que sostenía contra el muro que tenía a su izquierda. A pesar de la escasa fuerza física de Gardevoir, la velocidad a la que aquel pequeño Pokémon había sido lanzado contra la pared de ladrillos fue suficiente para que el impacto retumbase por todo aquel oscuro y estrecho callejón. La sangre salpicó en todas direcciones y el muro quedó decorado por una atroz mancha carmesí cuando aquella criatura se convirtió en una piltrafa de carne destrozada al estrellarse contra él. A pesar de la simplicidad de aquel ataque, el resultado fue tan devastador que el cadáver que quedó en la base del muro apenas permitía reconocer la especie de aquel Pokémon.

- Ya no recuerda nada- Dijo Gardevoir- A estas alturas ya deberías haber aprendido a nunca fiarte de un psíquico.

- Tú eres psíquica- Le recordó Maestro.

- Sí- Admitió Gardevoir- Y mira lo que he conseguido.

Gardevoir introdujo su mano un momento en el interior de su vestido blanco y extrajo de él un pequeño aparato electrónico. Maestro reconoció en seguida de qué se trataba; era un Holomisor portátil. Cuando estaba vivo, él tenía uno de esos, aunque no solía tener muchos motivos para usarlo. El que Maestro tenía era un modelo de gama media, pero a juzgar por el elegante aspecto del Holomisor que había conseguido Gardevoir, debía de tratarse de uno de los caros. Aunque cada día los Holomisores eran más baratos y poco a poco estaban sustituyendo al tradicional teléfono, siempre había gente dispuesta a gastarse más de un millón de Pokécuartos en un modelo más elitista. Seguramente una familia de Pueblo Vánitas habría sido capaz de financiar su vida diaria durante un año entero con lo que costase aquella pequeña máquina.

- Parece caro- Reconoció Maestro- ¿Cómo lo has conseguido?

- Le he seguido el rollo a un pervertido que se estaba fijando en mi- Dijo Gardevoir, sin darle importancia- Lo he dejado seco de un Beso Drenaje y se lo he quitado.

- Para ser tan antisocial, a veces me sorprende tu actitud- Inquirió Maestro.

- Bueno, hemos elegido una meta difícil. Hay que utilizar todas las armas disponibles...- Respondió Gardevoir- Aunque algunas me den ganas de vomitar.

Sin ayudarse en aquella ocasión de su Telequinesis, Gardevoir lanzó el Holomisor a Maestro con su propia mano. Maestro lo atrapó al vuelo con cierta dificultad debido a la naturaleza de sus extremidades, pero logró que el aparato no se hiciera pedazos contra el suelo. Aunque se alegraba de haber conseguido aquel Holomisor, lamentaba haberse perdido el momento en el que el más huraño de todos sus Pokémon besaba a un completo desconocido. Le habría resultado sumamente divertido ver la mueca de asco de Gardevoir mientras succionaba la fuerza vital de alguien a través de sus labios.

Examinó el aparato de alta tecnología que sostenía en sus manos. Ahora podría reportar a Malva la misión que había llevado a cabo sin darle la oportunidad al Team Flare de tenderle una trampa en una de esas cabinas de Holomisión públicas. Aunque Gardevoir no habría sido capaz de comunicarse mediante aquella máquina debido a su incapacidad para hablar el lenguaje humano con su aparato vocal, Maestro sí que esperaba ser capaz de transmitir su voz a través del Holomisor. Pensó por un momento si era prudente llamar a Malva desde allí mismo, pero no logró ver inconveniente alguno en llamar desde aquel oscuro callejón. Al fin y al cabo, era un lugar bastante discreto. Marcó el número del Gran Hotel Ricachilton, el cual recordaba de memoria debido a la cantidad de veces que había necesitado ponerse en contacto con algún confidente en aquel hotel. Como de costumbre, la centralita de telefonía interna del hotel recibió su llamada y, cuando Maestro lo solicitó, le pasaron la llamada a la suite real. La pequeña conversación que mantuvo como la telefonista del Ricachilton sirvió a Maestro para confirmar que su espectral voz se transmitía perfectamente a través del Holomisor; aunque a juzgar por el dubitativo tono de voz de la empleada del hotel, su voz debía de ser incluso más desagradable a través de un micrófono.

La pantalla de proyección del Holomisor se encendió y un pequeño holograma carmesí de Malva apareció sobre el aparato. Apenas tendría unos veinte centímetros de altura, aunque la recepción de imagen en aquel Holomisor era excelente y el holograma se veía realmente nítido. Aunque Maestro habría esperado que una máquina de gama alta como aquella fuese capaz de emitir su holograma a todo color, parecía que por algún motivo su anterior dueño lo había configurado para emitir en monocromo.

- ¿Maestro?- Preguntó Malva- ¿Qué has averiguado?

- Un oficial del Team Rocket llamado Salvatore está introduciendo uniformes y armas en la ciudad- Le informó Maestro- Lo están llevado todo a un almacén aquí mismo, en la Avenida Invierno.

- ¿Y Maurice?

- No volverás a tener noticias suyas- Respondió Maestro- Bueno, quizás una última vez en las necrológicas de mañana.

- Bien...- Murmuró Malva, entre lo que parecía ser una leve risa- Ahora encárgate de ese otro problema y te recibiré de nuevo aquí en el Ricachilton.

Las palabras de Malva sentaron a Maestro como un jarro de agua fría. Aquello no era algo que ni por asomo entrase en sus planes. Había aceptado aquel trabajo para el Team Flare porque se trataba de un encargo pequeño, de escasa peligrosidad. Pero enfrentarse abiertamente al Team Rocket no era algo que Maestro estuviera dispuesto a hacer. Y menos aún para complacer a Malva.

- ¡Eh, para el carro!- Protestó Maestro- No pienso llenarme de mierda por ti. Esto no formaba parte del trato.

- El trato era que tú me ayudabas, y yo a cambio te ayudo- Le recordó Malva- ¿No pensarías que iba a meter las narices en los asuntos de Rey Arceus por ti a cambio de algo que cualquier idiota podría hacer, verdad?

- ¿Acaso pretendes que acabe con una operación del Team Rocket yo solo?

- Si eres la mitad de duro de lo que intentas aparentar, no deberías tener problemas- Se burló Malva- Y ahora, por favor, sé un fantasma bueno y dame algo interesante de lo que hablar mañana en las noticias de mediodía.

Malva interrumpió la comunicación y Maestro reaccionó estampando el Holomisor contra una pared de forma similar a como Gardevoir había matado a aquel Espurr. Aquel caro aparato electrónico se rompió en mil pedazos al estrellarse contra los ladrillos de aquel callejón. Sabía que no podía confiar en Malva, y que era probable que se hiciera de rogar para cumplir con su parte del acuerdo. Lo que no esperaba era que aquella mujer esperase que Maestro empezase una guerra personal contra la organización criminal más poderosa del mundo. La ira y frustración que sentía agitaban la energía que sustentaba su existencia y provocaba su cuerpo emitiese un peculiar humo negro, similar a unas sombras que escapasen de su interior.

Aunque su cuerpo no liberase sombras al enfadarse, Gardevoir recibió las emociones de su entrenador y las metabolizó como propias. Aunque la ira nunca le había resultado una sensación desagradable, no le pareció apropiado por su parte abandonar a su compañero ante aquel desagradable sentimiento de impotencia que le atormentaba. Se acercó un poco más a Maestro y alzo la mano para darle un par de palmadas en su empuñadura, en lo que a ella le pareció que podría ser su hombro. Cuando estuvo a punto de hacerlo, recordó que no debía tocar a su entrenador si no quería abrasarse la piel con su cuerpo de acero y desistió de aquella idea. Si quería ayudar a Maestro a tranquilizarse, tendría que ser de alguna forma que no implicase contacto físico.

- Vamos, no es para tanto- Le dijo Gardevoir en tono conciliador- No es ni de lejos la mayor locura que hemos hecho.

- Si ella se entera de esto...- Murmuró Maestro con inquietud.

- No podrá enterarse. No quedará nadie vivo para contárselo.

Aunque el plan seguía pareciéndole un absoluto disparate, Maestro se tranquilizó un poco. La ira que sentía hacia Malva por obligarle a meterse en semejantes problemas de aquella forma desapareció lentamente a medida que fue aceptando su destino y su cuerpo dejó de proyectar aquellas desagradables sombras a su alrededor. Gardevoir recibió con alivio el cambio en las emociones de su entrenador y la ira que ella misma sentía también se alivió. Seguía esperando con ansias el momento de hacer sufrir a Malva, pero en aquel momento debía centrarse en la tarea que tenían entre manos. La noche aún era joven, y aún había mucha sangre por derramar.

- Está bien- Dijo Maestro- Busquemos ese maldito lugar.

unt.comm

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