Capítulo 3: Tiberius

Gardevoir concentró su energía para crear una Bola Sombra y la lanzó contra Maestro. Al ver venir el ataque, Maestro replegó toda su forma y escondió tanto su cuerpo en forma de espada como sus manos tras su Escudo Real, que comenzó a brillar proyectando una barrera impenetrable frente a él. El ataque de Gardevoir impactó de lleno contra aquella defensa y la energía que lo componía se dispersó sin causarle daño alguno. Tras bloquear aquella esfera, Maestro volvió a sostener su escudo con la mano y realizó un Cambio Táctico que le permitiese mover su cuerpo de forma más ofensiva. El acero que componía su escudo comenzó a brillar intensamente y Maestro apuntó con él hacia Gardevoir. El escudo brilló intensamente y se convirtió en un Foco de Resplandor que emitió un intenso rayo similar a un láser de color plateado. El rayo recorrió todo el espacio que separaba a Maestro de Gardevoir en menos de un segundo, pero Gardevoir se había anticipado al ataque y proyectó una Pantalla de Luz para bloquearlo. El Foco Resplandor de Maestro trató de atravesar aquella barrera psíquica, y mientras Maestro empleaba todas sus energías en mantener aquel láser, una gran cantidad de acero fundido iba salpicando en todas direcciones desde el punto de impacto.

Finalmente, Maestro no fue capaz de seguir proyectando su Foco Resplandor y su escudo dejó de brillar al tiempo que el láser desaparecía. La barrera psíquica de Gardevoir había logrado resistir el ataque con éxito, y el mayor daño se lo había llevado el césped, que estaba lleno de metal recién solidificado y se habían producido diminutos incendios en algunas partes del jardín. Sin perder la concentración en el combate, Gardevoir usó sus entrenadas habilidades psíquicas para concentrar manualmente la humedad del aire en una pequeña nube de lluvia que se formó sobre el jardín y comenzó a descargar el agua suficiente para extinguir todas las llamas.

Al detectar que Maestro había bajado levemente la guardia al sentirse exhausto debido al uso prologando de su Foco Resplandor, Gardevoir volvió a formar una última Bola Sombra y la lanzó contra él. En aquella ocasión, Maestro recibió el ataque de lleno y se desplomó donde mismo estaba ante aquel aluvión de energía que invadía su cuerpo. Perdió la capacidad para moverse y se quedó en el suelo recuperándose del ataque.

- ¿Estás bien?- Preguntó Gardevoir, aunque debido a su Sincronía ya sabía la respuesta- Eso tiene pinta de doler.

- No pasa nada...- Respondió Maestro sin moverse- Solo dame un minuto.

Gardevoir apartó brevemente la mirada de Maestro para no tener que ver aquella extraña forma de tela y acero tirada en el suelo. Llevaban algunas horas luchando, y aunque Gardevoir no había hecho más que lanzar ataques y no había recibido daño alguno, Maestro no había parado de recibir golpes y caer debilitado. No llevaba la cuenta de cuantas veces había noqueado a su entrenador, pero debían de ser ya más de veinte. Horas atrás, cuando Maestro le había contado a Gardevoir todo lo que había vivido mientras estuvo muerto, mencionó que Golurk le había dicho que él no era uno de ellos. Al principio Gardevoir no entendía a qué se refería aquel fantasma, pero tras luchar contra Maestro llegó a comprender sus palabras.

Maestro no era un Pokémon. Acababa de caer debilitado al menos veinte veces en apenas un par de horas, y siempre se recuperaba en pocos minutos como si nada le hubiera pasado. Al principio Gardevoir se había contenido al atacar a Maestro, pero a medida que su entrenador le iba diciendo que estaba bien y le pedía que atacase cada vez con mayor potencia, Gardevoir acabó lanzando los ataques más potentes que era capaz de conjurar sin usar su Megapiedra. Aunque recibir ataques más poderosos había hecho gritar de dolor a Maestro en más de una ocasión y le había mantenido en el suelo cada vez más tiempo, siempre volvía a levantarse. Cualquier otro Pokémon Fantasma en su misma circunstancia habría visto como su energía era arrancada de su cuerpo y su existencia en el mundo finalizaba definitivamente. Maestro en cambio no parecía estar sujeto a la misma condición. Era como si su energía estuviese fundida a nivel metafísico con aquel cuerpo de acero y no pudiese ser separada de él por métodos convencionales. No era algo que Gardevoir hubiera visto antes, aunque tampoco había visto a un humano salir de su tumba convertido en una espada fantasmal. Teniendo en cuenta que el propio origen de aquel espectro no era algo natural, Gardevoir dedujo que todo lo que creía saber sobre los Pokémon no podía aplicarse completamente al cuerpo de Maestro.

Antes de que amaneciera y saliesen al jardín a enfrentarse, Maestro y Gardevoir habían pasado la noche en el interior de la casa. En ausencia de Maestro, Gardevoir había asumido la propiedad de aquella vivienda, pero ya que había pasado siempre la mayor parte del tiempo fuera para mantenerse ocupada, la casa se encontraba en un estado realmente desastroso. A pesar de que Gardevoir podría haber mantenido aquella casa limpia y ordenada fácilmente gracias a su Telequinesis, se había limitado a mantener en orden la habitación de Maestro, en la que había decidido dormir. El resto de la casa permitió que se convirtiese en un masivo desorden enterrado bajo una gruesa capa de polvo. Vivir en aquella casa le resultaba sumamente amargo dadas las circunstancias, y no le agradaba en absoluto mantenerla limpia y ordenada como si nada hubiera pasado. En aquel momento se arrepentía de haberlo hecho; aunque Maestro no le dio la menor importancia a aquel desastre, su existencia le había generado algo de mala conciencia a Gardevoir.

Mientras sutilmente iba utilizando su poder para deshacerse de la peor parte del desorden y la suciedad, Gardevoir había puesto al día a Maestro sobre lo sucedido mientras había estado muerto. Le habló de las crípticas palabras de Greninja, quien la había dejado allí para esperar sin explicarle qué pretendía hacer y se había marchado del país durante todos aquellos años. También le contó dónde estaban en aquel momento Clawitzer y Mawile, y le habló del sacrificio que hizo Machamp para que el resto pudiesen escapar de la Cueva Celeste. La mala noticia de la muerte de Machamp fue recibida con una alarmante impasibilidad por parte de Maestro, quien se limitó a asentir y a dejar continuar con la historia a Gardevoir. Aprovechó también para ponerle al corriente de algunos asuntos legales. Le hizo saber que todos sus Pokémon del Sistema de Almacenamiento habían sido liberados y que no sabía dónde se encontraban la mayor parte de ellos en aquel momento. Le contó también que había logrado que, a pesar de su condición de Pokémon, la reconociesen como su heredera legal; lo cual le había permitido quedarse con sus propiedades y con todo el dinero que habían ahorrado a lo largo de los años.

Aunque pensó en omitir algunos datos algo más desagradables, decidió que debía contarle que había ido a la Jefatura de Policía de Ciudad Luminalia a revisar su expediente. Si bien Maestro siempre había procurado cubrirse las espaldas debidamente cuando infringían la ley, sus actos en Kanto no habían pasado desapercibidos. Se ordenó su busca y captura el mismo día que fueron a la Cueva Celeste, debido a un testigo que había presenciado como Maestro le rompía el cuello en un callejón a un miembro de R.A. que le identificó y trató de detenerle. Al día siguiente, cuando entre todos lograron recuperar el cuerpo de Maestro, sepultado bajo miles de toneladas de roca sólida, la orden se retiró. Gracias a las capacidades telepáticas de la propia Gardevoir habían logrado gestionar el traslado del cuerpo de Maestro con una funeraria local. Sin embargo, aunque no debía preocuparle su expediente criminal debido a que se trataba del expediente de un muerto, sus actos no habían quedado impunes, y el mundo le recordaría como un criminal. A pesar de todo, Maestro no dio la más mínima importancia a aquel asunto.

- Me encuentro mejor- Dijo Maestro mientras volvía a alzarse- Otra vez. Dame con todo lo que tengas.

Gardevoir volvió a alzar la vista hacia Maestro. Volvía a levitar sobre el suelo en su Forma Escudo a poco más de un palmo de altura. Aunque cuando era un Doublade parecía levitar con gran soltura y agilidad, ahora que era un Aegislash su peso había aumentado considerablemente y parecía resultarle complicado ganar altura levitando. Por un momento Gardevoir pensó en emplear una Psicocarga contra Maestro, pero recordó que aquel lugar era el jardín trasero de la casa y no era una buena idea hacerlo pedazos con aquel ataque. Al ser mediodía, su Fuerza Lunar no tendría un gran efecto sobre un rival hecho de acero, de modo que optó por una solución más clásica.

Mientras Maestro comenzaba a balancear su cuerpo frenéticamente en una fluida Danza Espada para ganar inercia con la que asestar un potente ataque físico, Gardevoir comenzó a invadir su mente con su poder Psíquico. Nunca antes, ni siquiera en un combate de entrenamiento, había usado un ataque así contra su entrenador. Sin embargo Maestro seguía pidiéndole que sometiese su forma a un mayor castigo, y sin poder usar su Gardevoirita no se le ocurría mucho más con lo que hacer daño a su rival.

Las primeras barreras mentales de Maestro se mostraban ante ella. Podía visualizar con su mente lo que sus simples ojos eran incapaces de mostrarle. El cuerpo de Maestro era una marioneta de tela y metal manipulada por una oscura sombra. Aquella sombra no permanecía estática en torno a la forma de Maestro, sino que se desplazaba a lo largo de ella con movimientos erráticos. A veces salía completamente del cuerpo en forma de espada que manejaba, y solo permanecía unida a ella mediante un peculiar flujo de energía que Gardevoir no fue capaz de comprender. En otras ocasiones la sombra fluía por aquel metálico cuerpo como si se tratase de agua dentro de una cañería; a veces la envolvía completamente como un aura oscura, y a veces paseaba por sus dominios arbitrariamente. Sin embargo aquello no podía ser arbitrario. Gardevoir había invadido psíquicamente a muchos fantasmas en el pasado, pero ninguno tenía una estructura como aquella a nivel metafísico. La mayoría de ellos se representaba a sí mismo como una sombra, en efecto, pero aquella sombra se mantenía estable dentro de la forma del Pokémon y se aseguraba de nunca jamás, bajo ninguna circunstancia, abandonarla. En cambio la sombra que representaba la más básica existencia de Maestro se movía de forma inestable, y ocasionalmente salía del cuerpo sin llegar a perder el control de él. Aquello era algo que Gardevoir no era capaz de comprender. Una mente así era un terreno desconocido para ella; todo lo que veía era algo nuevo ante lo cual no sabía cómo proceder ni reaccionar. Aquel asalto Psíquico podría llevarle horas.

Cuando Maestro acumuló la suficiente inercia con su Danza Espada, recogió su escudo con sus manos de tela para exponer el filo de su Espada Santa y se lanzó hacia Gardevoir como una mortífera estocada. Gardevoir, ante el inminente ataque, desistió de invadir la mente de su entrenador y trató simultáneamente de proyectar una barrera de Reflejo que detuviese el golpe con una mano y de generar una Bola Sombra con la otra. La Espada Santa de Maestro golpeó el Reflejo de Gardevoir con una fuerza abrumadora. La barrera psíquica se resquebrajó y derrumbó, pero logró su cometido y frenó el ataque de Maestro. Rápidamente Gardevoir contraatacó golpeando a quemarropa a Maestro con la Bola Sombra.

Normalmente, cuando Maestro había recibido ataques de tipo Fantasma en su Forma Filo, había caído debilitado de un único golpe, pero en aquella ocasión logró resistir el ataque. El impacto de la Bola Sombra le hizo retroceder algunos metros, pero el contraataque de Maestro llegó de forma casi instantánea. Aprovechando la fuerza de empuje con la que había sido repelido por el ataque, Maestro clavó su hoja en el suelo del jardín y tocó con una de sus manos de tela la sombra que proyectaba sobre él. La sombra de Maestro comenzó a alargarse a gran velocidad y a acercarse hacia la de Gardevoir. Cuando estuvo al alcance, la Sombra Vil de Maestro osciló como un látigo y golpeó desde detrás las piernas de la sombra de Gardevoir, quien reaccionó al ataque como si hubiese recibido el golpe en sus propias piernas y cayó derribada al suelo boca arriba. Con un rápido movimiento el cuerpo de Maestro de desclavó del suelo y salió lanzado hacia Gardevoir con la empuñadura de la espada por delante.

Gardevoir cerró los ojos y se preparó instintivamente para el dolor cuando vio como la Cabeza de Hierro de Maestro se dirigía hacia su propia cara, consciente de que no reaccionaría ni física ni psíquicamente a tiempo para defenderse de aquel ataque. Escuchó un atronador golpe, pero el dolor no aparecía y Gardevoir volvió a abrir los ojos. La empuñadura de Maestro había golpeado el suelo a pocos centímetros de su cabeza, desviando ligeramente el ataque adrede para no impactar en ella. Aunque no hubiese debilitado a su rival, aquello suponía la primera victoria de Maestro.

Maestro volvió a alinear correctamente su cuerpo y a adoptar su Forma Escudo al tiempo que ofrecía su mano a Gardevoir para ayudarla a levantarse. Gardevoir aceptó la ayuda y volvió a la verticalidad.

- ¿Cómo lo has visto?- Preguntó Maestro- ¿Lo he hecho bien?

- Mejor que antes desde luego- Respondió Gardevoir, con el orgullo algo herido- Estaba algo distraída, ¿sabes?

- Mi plan era perder docenas de veces hasta que te distrajeras- Se burló Maestro.

Maestro sabía que Gardevoir no admitiría fácilmente la derrota, pero ganar o perder contra ella no le preocupaba. El objetivo de aquellos combates no había sido en ningún momento demostrar quién era más fuerte, sino entrenarle a él. Había pasado prácticamente toda su vida capitaneando a su equipo diciéndoles todo lo que tenían que hacer en combate, y aquel día se había dado cuenta de que él no sabía hacer prácticamente ninguna de las cosas que le mandaba a sus Pokémon. Si bien un entrenador rebosante de sabiduría era una buena baza para ganar un combate, nada de lo que el humano supiera serviría de nada si su Pokémon no era capaz de seguir sus instrucciones en combate. Y aunque Maestro sabía perfectamente qué era capaz de hacer un Aegislash, ahora que se encontraba en la piel de uno todo le resultaba sumamente extraño. A pesar de saberlo todo, se sentía como si no supiera nada.

A lo largo de aquellas horas, Maestro había dominado su Cambio Táctico y había aprendido a alternar entre la Forma Escudo y la Forma Filo de Aegislash. Aprender a alternar entre una forma de ataque y una de defensa había sido especialmente doloroso, ya que el castigo por equivocarse era encajar una Bola Sombra de Gardevoir en su cuerpo desprotegido. Cuando logró dominar su Escudo Real, los combates entre ambos comenzaron a ser cada vez más largos, aunque el repertorio de movimientos de Maestro seguía siendo bastante limitado. Conforme los combates iban transcurriendo, Maestro logró dominar la Danza Espada y fue capaz de usar su Foco Resplandor y crear sus propias Bolas Sombra. En el último combate, aprender a usar Sombra Vil le había otorgado la victoria.

Pese a que cuando la Piedra Noche le invadió con su energía y le hizo evolucionar la noche anterior se sintió realmente poderoso, él mismo no había dejado de ser consciente de ningún momento de que no sabía utilizar aquel poder. Pero en aquel momento, gracias a la ayuda de Gardevoir, estaba listo para comenzar a luchar de verdad.

- ¿Crees que puedes subir un poco el nivel?- Preguntó Maestro.

Gardevoir se llevó la mano momentáneamente al colgante con la Gardevoirita. A pesar de que aquella piedra no tenía ninguna utilidad para ella dadas las circunstancias, la había conservado todos aquellos años y nunca se había quitado el colgante. Aquella inútil roca era lo único que le quedaba de su entrenador, y la había protegido muy recelosamente. Sin embargo, aunque su entrenador había vuelto, tenía serias dudas de que aquella Megapiedra fuese a servir para algo.

- Quizás si pudiera megaevolucionar...- Murmuró Gardevoir mientras jugueteaba un poco con la Gardevoirita.

- ¿Conservas el Mega Aro?- Preguntó Maestro.

Gardevoir dejó de jugar con la Megapiedra y se limitó a poner su mano en posición para recibir algo con ella. Una ventana cercana de la casa se abrió y el Mega Aro de Maestro salió por ella levitando. El Mega Aro recorrió rápidamente la distancia que lo separaba con Gardevoir y se posó delicadamente en su mano abierta.

- Yo pensaba que te habían enterrado con él- Admitió Gardevoir- Pero antes mientras limpiaba un poco la sala de estar lo he encontrado. Supongo que Greninja debe haberlo dejado ahí.

- ¿Crees que funcionará?

- Solo hay una forma de averiguarlo.

Gardevoir hizo levitar el Mega Aro de nuevo y se lo acercó a Maestro, quien lo cogió con sus propias manos. Trató de volver a ponérselo como una pulsera, pero sus brazos de tela eran demasiado finos y el pequeño objeto acabó cayéndosele al suelo. Volvió a recogerlo y se limitó a sostenerlo firmemente con su mano derecha. Dirigió una mirada a Gardevoir con su único ojo esperando una confirmación; la cual llegó instantáneamente cuando Gardevoir asintió. Ante la aprobación de su compañera, Maestro alzó el Mega Aro y trató de hacer fluir su energía por él.

- ¡Gardevoir, Megaevolución!- Gritó Maestro.

El Mega Aro y la Gardevoirita destellaron levemente, pero en seguida el flujo energía que se había iniciado entre ambos se detuvo y se volvieron a apagar. Gardevoir no logró Megaevolucionar, y Maestro se sintió como un estúpido alzando aquella joya con su flácida mano de tela. Se preguntó qué había hecho mal para que su compañera no lograse cambiar de forma. Al principio pensó que el problema era tan sencillo como que él ya no era humano, pero descartó aquella idea rápidamente. Mewtwo tampoco era humano y había logrado utilizar una Piedra Activadora para hacer megaevolucionar a aquel Alakazam y aquel Banette. Aquella no podía ser la causa.

Aunque el Mega Aro no hubiese funcionado, Maestro se lo colocó en su empuñadura como si fuese una especie de collar y lo dejó ahí. No había ninguna razón lógica para desecharlo por un simple percance momentáneo. Quizás más adelante fuese capaz de utilizarlo de nuevo. Tarde o temprano lograría averiguar en qué estaba fallando.

- En fin, supongo que esto ha sido todo. El entrenamiento ha terminado entonces. Gracias, entrenadora- Dijo Maestro en tono irónico.

- ¿Gracias por qué? ¿Por patearte el trasero?- Preguntó Gardevoir, reaccionando ante aquella pequeña burla- ¿Y qué es eso de "entrenadora"?

- Quiero pensar que esta paliza que me has dado no ha sido en vano...

Maestro dejó escapar un suspiro. Había intentado divertir a Gardevoir después de aquel frustrante fracaso con un poco de humor, pero lo cierto era que no estaba para bromas en aquel momento. Aunque tenía motivos para estar de buen humor, ya que al fin y al cabo había logrado salir de aquel Spiritomb, había algo que le carcomía por dentro. No había estado sufriendo todos aquellos ataques de Gardevoir y dándolo todo en aquella sesión de entrenamiento acelerado solo para pasar el rato. Era consciente de por qué Greninja había movido los hilos para traerle de vuelta. Según le había contado Gardevoir, habían logrado ver como Mewtwo se salvaba del derrumbe de la Cueva Celeste.

Primero mató a Furfrou, duchó a Maestro con su sangre y sus entrañas, y le dejó en coma durante meses. Luego no dio la cara ante él y le obligó a moverse entre el fango de la sociedad humana, tratar con gente despreciable y cometer actos reprobables para lograr dar con él. Después terminó lo que había empezado y le mató a él. Y para terminar, Machamp tuvo que sacrificarse para que el resto de su equipo pudiera volver con vida a Kalos. Maestro no había recibido aquella segunda oportunidad para quedarse a vivir en Pueblo Vánitas con Gardevoir. Tenía un asunto pendiente en aquel mundo terrenal, y por eso había sido traído de vuelta. Debía concluir la misión que le había ocupado dos décadas de su vida.

- Me marcho- Se limitó a decir Maestro.

- ¿Cómo que "te marchas"?- Preguntó Gardevoir, con cierta molestia.

Maestro mantuvo silencio unos segundos mientras escogía las palabras adecuadas. Saldría allí fuera, buscaría a Mewtwo y en aquella ocasión se bañaría en su sangre. Pero aquella era una senda que pensaba recorrer en solitario. Ya había puesto a su equipo en peligro por su sed de venganza suficientes veces. No perdería de nuevo a ninguno de ellos frente a aquel poderoso engendro.

- Mewtwo sigue ahí fuera, Gardevoir- Respondió Maestro- La encontraré y...

- Veo por dónde piensas salirme- Interrumpió Gardevoir- Olvídalo. Yo no me quedo aquí.

- En ese caso, tienes todo el mundo a tu alcance. Pero conmigo no vienes. Perdí a Furfrou, perdí a Machamp y hasta morí por esta causa. Pero a ti no pienso perderte.

La reacción de Gardevoir fue incluso peor de lo que Maestro se había imaginado. Sabía que su compañera no se tomaría nada bien que la dejase aparte en aquel asunto, pero no se esperaba que se enfadase tanto. Había cerrado el puño y apretaba con fuerza los dientes. Parecía estar a punto de pegarle en cualquier momento, pero sin embargo mantenía la compostura y parecía tratar de hacer grandes esfuerzos por relajarse. Durante unos segundos, una pequeña llama psíquica se formó en torno a su mano derecha y Maestro retrocedió levemente ante la posibilidad que recibir un Puño Fuego en su férrea cara. Sin embargo, la llama no tardó en apagarse y poco a poco Gardevoir fue dejando de apretar los dientes.

- A ver si lo he entendido...- Comenzó Gardevoir- Decides reunir en un solo equipo a los Pokémon más problemáticos que has sido capaz de encontrar...

- Gardevoir, no sigas- Interrumpió Maestro- Todo eso es tabú y lo sabes.

- ¿Tabú dices? ¿Crees que soy estúpida? Intentas hacerte el duro, pero sigues siendo aquel crío que no podía dejar morir en paz a un Ralts herido. Toda tu relación conmigo estos años se ha basado en problemas y en oportunidades para deshacerte de mí...

- ¡No me estoy deshaciendo de ti!- Gritó Maestro, perdiendo en control de su atronadora voz fantasmal- ¡No te atrevas a insinuarlo!

- ¡Ese es precisamente el problema!- Gritó también Gardevoir, con una poderosa voz que hizo estremecerse todo lo que no estaba anclado al suelo en el jardín- En veinte años nunca me abandonas a pesar de haber tenido cientos de oportunidades y motivos; y ahora me pides que te abandone yo a ti.

Maestro guardó silencio. Le habría encantado tener dientes para poder apretarlos también en aquel momento. Veía por dónde pretendía llevar el asunto Gardevoir, y no tenía defensa contra eso. Pedirle que se quedase allí era ya de por sí una maniobra muy osada por su parte. Acababa de recuperar la Sincronía con su entrenador tras algunos años de haberla perdido, y lo que le pedía supondría un auténtico calvario para un Pokémon como ella. Por cuestiones de su propia fisiología necesitaba permanecer junto a su entrenador; pero incluso si romper la Sincronía de nuevo le ocasionaba problemas, ninguno de ellos sería peor que lo que le podría hacer Mewtwo.

- Fui yo quien empezó aquella pelea- Dijo Gardevoir para romper el silencio- Mismagius se escapó porque yo le dije que se largara. Todo lo que pasó en el Bosque Errantes fue culpa mía.

Maestro nunca había llegado a saber qué había hecho que su pequeña Misdreavus huyese de aquella manera. Cuando salió del Bosque Errantes lo hizo inconsciente, y permaneció en coma durante meses. Al despertar, lo último en lo que pensaba era en las disputas personales entre Kirlia y Misdreavus. Sin embargo, aquella alegre e inocente fantasma que Maestro conocía nunca más había vuelto a ser la misma. Mismagius había cambiado desde aquel día. Se había vuelto callada y seria, y a veces Maestro la sorprendía lamentándose a solas. Siempre se había culpado a sí misma por lo sucedido aquel día y se esforzó con los años en cambiar aquellos rasgos de su personalidad que la hacían ser la clase de Pokémon que huía hacia un peligroso bosque sabiendo que su entrenador iría a buscarla a pesar de todo. Maestro nunca había culpado a Gardevoir ni a Mismagius de lo sucedido aquel día, pero ambas habían tenido mala conciencia al respecto durante muchos años. Al fin y al cabo, jamás habrían encontrado la Villa Pokémon ni a Mewtwo si aquel día se hubiesen quedado en Ciudad Fractal.

- Aquello no eran más que chiquilladas- Respondió Maestro- Te he dicho mil veces que nadie tiene la culpa de lo que pasó allí.

- Ese no fue más que uno de los muchos problemas que te he dado- Continuó Gardevoir, mientras unas brillantes lágrimas comenzaba a asomar en sus ojos rojos- Siempre me peleo tanto con humanos como con Pokémon, y tú siempre te has puesto de mi parte aunque supieras que no tenía razón. Y no te creas que no sé que has tenido la oportunidad de venderme.

- ¿Venderte? ¿Estás de coña?

- No estoy sorda, Maestro. Recuerdo aquel día que un miembro de la nobleza de Kalos te ofreció trescientos millones de Pokecuartos por mí. Con ese dinero podrías haberte desecho de mí, olvidado de Mewtwo y haber vivido como un rey toda tu vida.

En aquel momento, Maestro lamentó con toda su marchita alma la inexpresividad de su único ojo de acero. No era la primera vez que Gardevoir hablaba más de la cuenta, pero en el pasado a su compañera le había bastado un breve vistazo a su expresión facial para saber que se estaba pasando. Pero en aquel momento no tenía cara, y Gardevoir parecía dispuesta a desmontar su vida para recordarle algunos de los peores momentos. Ya llevaba una eternidad recordando malos momentos dentro de aquel maldito Spiritomb; no necesitaba que Gardevoir le tomase el relevo a aquel tormento giratorio.

- Me estás poniendo enfermo- Advirtió Maestro.

- Vaya, pues debe de haber sucedido un milagro- Le reprochó Gardevoir- Esta debe de ser la primera vez que tú te sincronizas conmigo. Porque así es como me siento yo ahora mismo.

- ¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo? Si te pierdo a ti también...

- Pero si yo te pierdo a ti de nuevo no pasa nada, ¿verdad?- Interrumpió nuevamente Gardevoir- Tú a mí no puedes perderme, pero yo sí que puedo abandonarte y sentarme aquí a esperar a que algún día alguien me traiga malas noticias.

Maestro no tenía mucho que decir en su defensa. Sabía que era egoísta por su parte pedirle a Gardevoir que no le acompañase, a pesar de que fuera por su propio bien. Al fin y al cabo, llegar a dar la vida por su entrenador estaba en la naturaleza de cualquier Gardevoir. Pedirle que se quedase de brazos cruzados mientras su entrenador se lanzaba en solitario contra tan poderoso enemigo era algo descabellado. Había tenido esperanzas de que Gardevoir, a pesar de todo, hubiese sido algo más razonable.

Sin embargo, por mucho que a Maestro le doliese admitirlo, Gardevoir aquel día le había machacado tanto luchando como discutiendo. Ella tenía razón; no podía convertirse en el centro de la vida de un Pokémon salvaje de aquella manera y luego pedirle que renunciase a él. Maestro era perfectamente consciente de que Gardevoir le idolatraba por las cosas que había hecho por ella. Le había salvado la vida cuando la conoció, le había dado un lugar en el mundo y la había cuidado y protegido durante años. Había renunciado a auténticas fortunas por ella y había afrontado muchos problemas para poder conservarla. Después de todos aquellos años no podía pedirle sin más que hiciera todo lo contrario a lo que él había hecho por ella durante toda su vida.

- En vida hice cosas horribles- Dijo Maestro- Ahora que soy un fantasma haré cosas aún peores si es necesario ¿Estás segura de que quieres formar parte de esto?

- Odio que olvides que Furfrou también era mi amigo- Dijo Gardevoir- Yo también he matado gente, ¿sabes? Yo también estoy dispuesta a todo con tal de convertir el cerebro de esa mutante en Zumo de Bayas.

- Entonces tú ganas- Se rindió Maestro- Coge algo de dinero en efectivo. Nos vamos a Ciudad Luminalia.

Gardevoir recordó lo que le había dicho Greninja. Les esperaría en la Ruta 16. Estaba segura de haberle dicho ya a Maestro dónde se encontrarían con él, y dadas las circunstancias no le parecía muy prudente pasar tiempo en Ciudad Luminalia. Ella misma había tenido que ir a la ciudad para resolver asuntos legales en un par de ocasiones a lo largo de aquellos tres años; y le pareció un lugar sumamente hostil para un Pokémon sin entrenador. Ciudad Luminalia era la capital de Kalos y, por tanto, su ciudad más grande y poblada. Aquel lugar era hogar de buenas y de malas personas por igual. El arte, la gastronomía, el ocio y la vida familiar compartían acera con el crimen organizado en aquella ciudad. Gardevoir siempre había tenido miedo de ser secuestrada si pasaba tiempo a solas en Ciudad Luminalia.

- Greninja nos estará esperando en el lago de la Ruta 16- Le recordó Gardevoir a Maestro- Deberíamos empezar por reunirnos con él.

- No voy a presentarme ante Greninja con las manos vacías- Respondió Maestro- Él cuenta con que yo haga esto. Antes de reunirme con Greninja, tengo que ver a una persona.

Tiberius introdujo sus llaves en la cerradura de la puerta principal de su casa y la abrió con un movimiento tranquilo y relajado. Entró en el hall de su domicilio y cerró la puerta con llave tras él. Aún era poco más de mediodía, y la luz natural que entraba en el edificio por las ventanas era más que suficiente para iluminar aquella enorme habitación. Vivía en una pequeña mansión situada al sur de Kanto, en una ubicación discreta y alejada de ciudades, pueblos y carreteras principales. La existencia de aquel lugar no era secreta ni mucho menos, pero Tiberius podía contar con los dedos de una mano a las personas que sabían que él vivía allí. Detestaba inmensamente ser molestado, ya fuera por razones de trabajo, problemas legales o simplemente cualquier clase de contacto con la sociedad en sí.

Se acercó a un gran espejo cerca de la entrada de su hogar para evaluar cómo había afectado la mañana a su aspecto. Soltó en el suelo un maletín de color negro con una gran insignia dorada en uno de sus laterales, la cual mostraba la silueta del mismísimo Arceus con las siglas "RA" inscritas con laca roja. Se miró al espejo y un triunfador le devolvió la mirada. A pesar de sus más de cincuenta años, llevaba la edad bastante bien y su rostro aún mostraba la misma energía y vitalidad que le habían caracterizado desde que asumió su puesto en la organización veinte años atrás. Aunque había perdido todo el pelo con el paso de los años, y la mayor parte de su cabeza era una reluciente calva, aún conservaba un bigote de color negro que procuraba mantener siempre limpio y cuidado. El traje hecho a medida que llevaba ocultaba un cuerpo sano y bien proporcionado; el cual Tiberius, a pesar de todo, le habría encantado poder entrenar un poco más, pero su trabajo apenas le dejaba tiempo libre para hacer ejercicio.

Había sido una jornada laboral bastante tranquila, lo cual dadas las circunstancias, no suponía una gran novedad. Desde que había alcanzado la presidencia de la Organización Rey Arceus se había enfrentado a toda clase de problemas para mantener en buen cauce las operaciones que su institución llevaba a cabo. Incluso una iniciativa como la que él representaba tenía algunos detractores. Tiberius nunca se había esforzado en intentar comprender el punto de vista de los enemigos de su organización, sino que se había limitado a continuar el trabajo de su padre y seguir frustrando sus planes. Y aunque debía admitir que era bueno en su trabajo, siempre había lugar para una mala racha. Sin embargo los últimos años la mayoría de sus actividades habían transcurrido sin el menor incidente, lo cual Tiberius agradecía de buena gana. Su organización era perfectamente legal en sí misma, pero en ocasiones las soluciones que solía aplicar a sus problemas no se encontraban amparadas por aquella legalidad.

Tiberius recorrió el hall de su mansión en dirección hacia las escaleras que conducían al segundo piso. A pesar de que Rey Arceus se mantenía a flote principalmente gracias a donaciones, el dinero nunca les había supuesto un problema. A medida que Tiberius avanzaba, pasaba junto a muebles de madera de refinada ornamentación, pisaba grandes y lujosas alfombras y contemplaba valiosos cuadros y esculturas. Aquel lugar era como un pequeño oasis de opulencia en medio de la vasta región de Kanto. Mientras subía las escaleras, Tiberius comenzaba a tener un mal presentimiento. Él no solía llevar a su Pokémon al trabajo si no lo consideraba necesario, y habitualmente su compañero se quedaba en casa sólo mientras él estaba fuera. Era habitual que cuando llegase a casa, su amigo fuese al hall a saludarle; pero en aquella ocasión no había tenido un comité de bienvenida de ninguna clase.

- ¿Sableye?- Preguntó Tiberius en voz alta- ¿Dónde te has metido? Ya estoy en casa.

No obtuvo respuesta alguna. Su voz retumbó en los largos y estrechos pasillos del piso superior y fue oída, con total seguridad, en toda la mansión. Sin embargo, al obtener solo silencio como respuesta, Tiberius procedió a caminar con precaución y se mantuvo alerta ante cualquier clase de anomalía a su alrededor. Él no era entrenador profesional, y no disponía de ningún otro Pokémon aparte de su Sableye, de modo que se sentía sumamente incómodo en un momento como aquel. Si Sableye no estaba en casa, estaba prácticamente indefenso ante cualquier intruso que se hubiese colado en aquel lugar. En circunstancias normales, una mansión como aquella habría dispuesto de alguna clase de personal de servicio y Tiberius no habría tenido que verse en esa situación. Pero Tiberius prefería la discreción sobre la comodidad, y aquella mansión solo vivían su Pokémon y él; el personal de servicio solo acudía a la casa para llevar a cabo tareas de limpieza o mantenimiento cuando él pasaba unos días fuera del país.

Aunque nunca se había dado la situación de que debiera utilizarla, Tiberius recordó la pistola que guardaba en un cajón de su escritorio, en su despacho. Decidió dirigirse hacia allí cuanto antes, haciendo el menor ruido posible. Un arma de fuego no era una garantía absoluta de seguridad dadas las circunstancias, pero sería mejor que no tener nada. Se deslizó sigilosamente por aquellos pasillos, en dirección a su despacho. No oía a nadie hablar o moverse por allí, y tampoco había visto nada inusual. A pesar de ello, toda precaución era poca. Al fin y al cabo, no habría sido la primera vez que alguien intentase asesinar Presidente de Rey Arceus.

Aunque todo parecía estar en su sitio, al llegar a su despacho algo se desvió de sus planes. La enorme puerta de doble hoja que permitía el acceso a aquella habitación se encontraba cerrada. Aquella puerta no tenía nada parecido a una cerradura que pudiera bloquearse con llave ni tampoco un pestillo interno, ya que era meramente decorativa; su despacho siempre estaba abierto de par en par. Sin embargo, alguien había cerrado aquella puerta por algún motivo. Era improbable que se tratase de una broma de Sableye, por lo que Tiberius dudó momentáneamente si debía abrirla o no. Pegó la oreja a la madera de la puerta durante unos segundos y trató de escuchar si había alguien o algo allí dentro, pero el silencio reinaba en aquel lugar. Finalmente, tras decidir que aquella habitación era segura, abrió de nuevo la puerta.

Su despacho tenía un enorme ventanal de cristal que reemplazaba a la pared del fondo y permitía la entrada de suficiente luz natural como para iluminar totalmente la estancia mientras permitía contemplar a través de él los espesos bosques de Kanto que rodeaban aquella mansión. Pero en aquel momento no era en absoluto así. Alguien había cerrado todas las persianas, y el despacho estaba casi completamente a oscuras. La única fuente de luz provenía de la puerta que Tiberius había abierto, y apenas alcanzaba para dejar en penumbras una pequeña parte de aquella habitación. A pesar del silencio absoluto en el que estaba sumida toda la mansión, tan pronto como aquella débil luz penetró en el despacho iluminó una silueta en el centro de la habitación. Fue entonces cuando Tiberius se dio cuenta de que no estaba sólo.

La silueta se movió en dirección hacia Tiberius, quien al principio retrocedió levemente ante ella. Sin embargo, tan pronto como se percató de ante quién se encontraba, su actitud cambió bruscamente. El miedo que por un momento le había invadido no tardó en convertirse en un cierto nivel de ira.

- ¡Mewtwo!- Amonestó Tiberius- ¿Se puede saber qué mierdas haces aquí?

Mewtwo abandonó el amparo de la oscuridad y se mostró ante Tiberius, quien se encaró con ella con el ceño fruncido y una evidente actitud hostil.

- Te has esforzado mucho en ocultar este lugar, Tiberius- Le reprochó Mewtwo.

- Sí, para que ni tú ni nadie me venga a molestar- Respondió Tiberius, de muy mal humor- ¿Qué es lo que quieres de mí?

A pesar de su hostil tono de voz, Tiberius se había relajado bastante al ver a Mewtwo. Había imaginado toda clase de escenarios posibles en aquel momento y lugar, y esperaba encontrarse con ladrones o asesinos. Sin embargo, Mewtwo era para él poco más que una socia. No se alegraba de verla allí, pero no esperaba que le causase mayores problemas que cualquier otro de los visitantes indeseados que había imaginado en aquel momento.

- Creo que me debes unas respuestas- Dijo Mewtwo- He estado husmeando en los archivos de Rey Arceus...

- ¿Qué has hecho qué?- Interrumpió Tiberius elevando aún más el tono de voz- ¡Esos archivos son confidenciales, maldita sea! ¿Tienes idea de lo que puede sucedernos a todos si nuestros secretos se ven comprometidos?

- Entiendo el riesgo, pero hay algo que me reconcome.

- Desembucha.

Mewtwo guardó silencio unos segundos. Sabía que Tiberius no se tomaría a bien que investigase los secretos de la organización. No le había gustado en ningún momento la idea de traicionar la confianza de su benefactor, pero no podía vivir con la duda. Desde hacía tres años tenía las manos manchadas de sangre. Necesitaba saber por qué.

- ¿Recuerdas cuando hace tres años te hablé del hombre al que maté?- Preguntó Mewtwo- Ese que intentó asesinarme.

- Un sociópata ido de la olla que se hacía llamar Maestro- Dijo Tiberius- He perdido a muchos buenos agentes por su culpa. Créeme, el mundo está mejor sin ese zumbado hijo de puta.

- ¿Fue culpa mía?

Aquella pregunta hizo que Tiberius se sobresaltase momentáneamente. Daba por hecho que a Mewtwo no le preocupaba el precio de su existencia. Continuamente Rey Arceus se veía obligada a "silenciar" a gente que sabía demasiado, y nunca antes se había topado con ningún Pokémon al que aquello le supusiera un dilema. A pesar de que Tiberius no era un psíquico, sabía perfectamente lo que rondaba la mente de Mewtwo en aquel momento. Sabía perfectamente lo que Mewtwo le preguntaría, y por supuesto conocía la respuesta; sin embargo se trataba de una pregunta que no debía responder.

- Ese tipo... Maestro... Decía que yo había matado a su Furfrou- Continuó Mewtwo- ¿Realmente lo hice?

Tiberius evitó pensar en el incidente de la Villa Pokémon, décadas atrás. Su interlocutora era una de los psíquicos más poderosos del mundo si no la que más; en aquel momento su propia mente no era privada. Debía contarle algo a Mewtwo que la apartase de aquellos asuntos antes de que tratase de averiguar algo más por su cuenta. Se acercó a ella con total confianza y apoyó su mano derecha sobre su hombro amistosamente mientras forzaba una sonrisa en su cara.

- Todos cometemos errores, Mewtwo- Le dijo Tiberius- Pero escucha, ¿sabes por qué presido Rey Arceus? Porque considero que los Pokémon como tú merecéis una segunda oportunidad.

- ¿Entonces de verdad maté a aquel Pokémon? No recuerdo nada.

El hecho de que Mewtwo aún tuviese dudas de lo sucedido confirmaba a Tiberius que no había investigado lo suficiente en los archivos de Rey Arceus. No estaba seguro de cuánto sabía Mewtwo sobre lo sucedido, pero no debía desvelarle más información de la que necesitaba saber. También tenía que intentar resultar lo suficientemente convincente como para disuadir a Mewtwo de volver a meterse donde no la llamaban.

- Mewtwo, el pasado es un perseguidor realmente implacable- Comenzó Tiberius- Tú le llevas mucha ventaja, pero si sigues así, terminará atrapándote ¿Quieres saber si mataste a aquel Pokémon? Pues sí, lo hiciste. Y no fue el único... ¿Pero realmente quieres que eso te atormente de por vida?

Mewtwo cerró los ojos y frunció el ceño. Estaba canalizando todo el poder de su mente intentando encontrar en su memoria unos recuerdos que no se encontraban allí. Tras unos segundos de búsqueda infructuosa y provocarse un pequeño dolor de cabeza, volvió a abrir los ojos y miró a Tiberius a la cara.

- No tiene sentido...- Murmuró Mewtwo- He leído el expediente de Maestro. Me busca desde hace más de veinte años, y yo solo existo desde hace doce años. Y nunca he estado en Kalos.

- ¿Qué es lo primero que recuerdas, Mewtwo?

No era necesario que Mewtwo volviese a provocarse una migraña registrando su propia mente para responder a aquella pregunta. Aquellos recuerdos estaban grabados en ella como si un hierro de marcar al rojo vivo los hubiese escrito en su propio cerebro. Lo primero que Mewtwo recordaba haber visto era una imagen inmóvil de una mujer de pelo largo y negro vestida de rojo. Aquella imagen no era real, sino un simple cuadro. Lo que sí era muy real era el hombre trajeado que se aseguró de que aquel cuadro fuese lo primero que viera cuando abriese los ojos por primera vez.

- Tomé conciencia de mi propia existencia dentro de un cilindro de cristal lleno de líquido- Explicó Mewtwo- Junto a esos tipos del Team Rocket. Un hombre llamado Giovanni decía haberme creado. Pasé dos largos años en aquel laboratorio, antes de lograr escapar. Fue una experiencia... dolorosa.

- Bueno, entonces es bastante evidente lo que sucedió- Intervino Tiberius- ¿No te parece?

- Me temo que no lo suficientemente evidente para mí.

- Despiertas sumergida en líquido en un laboratorio perteneciente a una organización criminal que trataba de someterte y emplearte para su beneficio- Explicó Tiberius- Y estuvieron llevando a cabo toda clase de experimentos contigo... ¿Estás segura de que solo fueron dos años? Quizás simplemente fue aquel el momento en el que decidieron borrar tu memoria.

Mewtwo consideró la versión de la historia que le proponía Tiberius. Habían estado experimentando con ella, y estaba segura de que habían recurrido a humanos psíquicos para hurgar en su mente. La mayoría de ellos no eran lo suficientemente poderosos para lograr siquiera arañar sus defensas mentales, pero recordaba a una mujer en concreto que había logrado llegar hasta el fondo de su psique y le había hecho mucho daño. Una mujer muy joven de facciones asiáticas, con un largo pelo grisáceo y un uniforme del Team Rocket que lucía con orgullo. Solo pensar en aquella humana hacía que incluso la propia Mewtwo se estremeciera. Lo que Tiberius decía tenía mucho sentido; habían estado jugando con su mente, y era más que posible que le hubiesen robado sus recuerdos periódicamente para que no recordase los dolorosos experimentos que habían estado llevando a cabo con ella.

Sin embargo, había una parte de la historia que no tenía el menor sentido. Giovanni decía con orgullo que él la había creado. No tenía mucho sentido mentir a un espécimen metido dentro de un tubo de ensayo gigante al cual podías destripar mentalmente siempre que quisieras. Aquello debía ser verdad. El Team Rocket de alguna forma debía haber logrado crearla en aquel siniestro laboratorio. Independientemente de todo el tiempo que hubiera pasado en aquel oscuro agujero, ella nunca había salido antes de allí. Ella pasó a ser la propietaria de su propia mente cuando logró alcanzar la libertad.

- Has hecho cosas horribles, Mewtwo- Continuó Tiberius- Deberías considerarte afortunada de no recordar...

- Me estás mintiendo, ¿verdad?- Preguntó Mewtwo de manera tajante.

Tiberius, de manera instintiva, retiró su mano del hombro de Mewtwo y retrocedió unos pasos. Aquella reacción confirmaba lo que Mewtwo en realidad ya sabía. Tiberius no era alguien en quien pudiese confiar llegados a ese punto. Aquel hombre sabía la verdad sobre lo que pasó con Maestro, y sobre ella misma. La información estaba allí mismo, delante suya. Solo tenía que cogerla sin permiso.

- Voy a leer tu mente- Dijo Mewtwo- No te dolerá si no te resistes.

- Yo no intentaría eso...- Respondió Tiberius con una siniestra sonrisa.

Tiberius se señaló uno de los gemelos de la chaqueta de su traje. Aquella joya no era una simple piedra preciosa. Antes de que Mewtwo fuese capaz de encajar las piezas de aquel pequeño puzle, una presencia maligna inundó completamente aquella habitación. No parecía provenir de ninguna dirección. Más bien parecía haber estado allí desde que Mewtwo había llegado, solo que de alguna forma había logrado ocultarse ante ella. Pero en aquel momento, aquel insidioso ser había decidido que no tenía sentido permanecer oculto y había permitido que su maliciosa presencia bombardease a Mewtwo.

- ¡Sableye, Megaevolución!- Gritó Tiberius mientras alzaba aquella joya.

Fue en aquel momento cuando Mewtwo pasó a ser completamente consciente de la situación. Aquel gemelo contenía una Piedra Activadora, la cual irradiaba energía hacia la maligna presencia que se encontraba en aquella sala. Rápidamente, Mewtwo dio la espalda a Tiberius y se giró a tiempo de ver un par de ojos rojos de forma hexagonal que le observaban bajo el amparo de la oscuridad de aquella habitación. Aunque aquella presencia le resultaba desquiciante y le provocaba una gran angustia, reunió el valor suficiente para calmarse y usar su Telequinesis para abrir las persianas del ventanal del despacho de Tiberius.

Un pequeño fantasma le dirigía una siniestra mirada desde detrás del enorme rubí que sostenía con sus propias manos y utilizaba a modo de escudo. El Mega Sableye de Tiberius clavó sus ojos rojos en la horrorizada cara de Mewtwo y sonrió con una boca llena de amarillentos colmillos. A pesar de no tener nada parecido a una nariz, emitió un sonido parecido a un olisqueo y se relamió al percibir el miedo que inundaba a Mewtwo en aquel momento. Mewtwo ya se había encontrado anteriormente con algún Sableye, pero nunca había visto a uno tan poderoso como aquel ni tampoco capaz de megaevolucionar. Incluso para alguien con su poder, aquel fantasma parecía ser sencillamente indestructible. No había ninguna versión de aquel enfrentamiento en la que ella saliera victoriosa contra ese ser.

Tiberius comprendía en aquel momento por qué su buen amigo Sableye no había aparecido antes. Llevaba seguramente horas acechando a Mewtwo, a la espera de que llegase su momento de actuar. Mewtwo era sin duda una rival poderosa, pero Sableye era la propia encarnación del miedo para un Pokémon psíquico. El simple hecho de contemplar la forma megaevolucionada de su compañero había anulado completamente a Mewtwo, quien permanecía a la defensiva observando a Sableye mientras temblaba levemente.

- Tranquila, Mewtwo- Dijo Tiberius- Esto no tiene por qué salir así.

- ¡Dile que deje de mirarme!- Gritó Mewtwo.

Tiberius no pudo evitar sentir una gran satisfacción y orgullo al ver como los brillantes ojos de rubí de su Sableye estremecían a un Pokémon Legendario con su Mal de Ojo. Sin embargo, Mewtwo no dejaba de ser miembro de Rey Arceus. A pesar de que hubiese cometido un error, no era apropiado regodearse con el sufrimiento de su socia.

- Eh, Sableye- Dijo Tiberius en tono conciliador- Relaja un poco. Vamos a hablarlo con calma.

Sableye se rió levemente y después se escondió completamente tras la enorme gema que sostenía. Cuando desapareció de la vista de Mewtwo, ésta comenzó a respirar forzadamente en un intento de relajarse. A pesar de que Sableye seguía allí, había dejado de lanzarle su Mal de Ojo y de proyectar sus Tinieblas sobre ella. La impía energía que aquel fantasma había irradiado sobre ella se retraía voluntariamente, sin oponer resistencia mientras Mewtwo concentraba sus esfuerzos mentales en expulsarla.

Aunque le espeluznaba la idea de darle la espalda a aquel monstruoso ser, él había cumplido con su parte al dejar de acosarla con su fantasmagórica energía; de modo que Mewtwo se volvió de nuevo hacia Tiberius.

- Sigo... Necesitando...- Decía Mewtwo, con ciertas dificultades para transmitir telepáticamente su mensaje a Tiberius- Respuestas...

- No, Mewtwo. Te equivocas- Le corrigió Tiberius- Realmente lo único que necesitas es marcharte de aquí y agradecerme que finja que esto nunca ha sucedido. Créeme, la mentira que te he contado es mucho mejor que la verdad.

Maestro siguió con la mirada el autobús mientras volvía a marcharse de aquella parada. Nunca había sido un gran amante del transporte público, pero ahora que ni siquiera disponía de una forma adecuada para sentarse, se dijo a sí mismo que no volvería a montarse jamás en uno de esos. Aunque en principio no se había planteado tener problemas con cosas tan mundanas como el asiento de un autobús, ahora comenzaba a darse cuenta de que ser una espada fantasma era una existencia llena de inconvenientes. Si bien Gardevoir había sido capaz de sustituir a Maestro en muchas actividades a lo largo de aquellos años a pesar de ser un Pokémon, ella al menos tenía un aspecto humanoide y un cuerpo orgánico. En cambio, para el rígido cuerpo de acero y las manos de tela de Maestro, tareas sencillas como sacar un billete de autobús de la máquina o agacharse para recogerlo del suelo suponían un absurdo desafío.

Otro problema al que había tenido que enfrentarse era a su propia voz. Comprobó que a pesar de haberse convertido en un Pokémon, los humanos aún podían entenderle cuando hablaba. Lo supo cuando el revisor del autobús casi se desmaya del susto al oír su espectral voz. Algo tan trivial y sencillo como decirle unas palabras a su compañera de viaje era algo que debía hacer con suma discreción si no quería atraer todas las miradas en un radio de veinte metros. Un Aegislash y una Gardevoir variocolor no eran precisamente una pareja discreta, y si Maestro sonaba continuamente como un altavoz infernal, la cosa no mejoraba en absoluto.

Ciudad Luminalia se extendía en todos los puntos cardinales alrededor de la estación de autobuses. Aunque el viaje desde Pueblo Vánitas había sido corto y apenas habían pasado un par de horas en aquel autobús, a Maestro se le había hecho eterna la espera. A pesar de que Gardevoir le aseguraba que solo había pasado un poco más de tres años muerto, él tenía la sensación de que hacía miles de años que no visitaba aquella ciudad. La capital de Kalos era una ciudad con un gran significado para Maestro. A lo largo de los años, aquella ciudad había sido el punto de partida de su carrera como Entrenador Pokémon, había sido su residencia temporal y había sido su lugar de trabajo. Había vivido toda clase de experiencias en Ciudad Luminalia, tantos agradables y felices como amargas y reprobables. Aunque sabía que a su compañera le desagradaba enormemente aquel lugar, Maestro se alegraba de volver a recorrer aquellas calles.

A medida que caminaban tranquilamente por las calles peatonales del centro de Luminalia, Gardevoir miraba a su alrededor con inquietud. Las zonas verdes de la ciudad estaban bien cuidadas, los canales estaban limpios y la Torre Prisma había encendido sus luces con la llegada del atardecer. Podría decirse que el paisaje de aquella ciudad era realmente hermoso, pero había algo que estropeaba aquella hermosa visión para ella. A dónde quiera que mirase, veía a cientos de humanos y Pokémon a su alrededor. A lo largo de su vida, Gardevoir había tenido abundantes problemas tanto con unos como con otros, y encontrarse en medio de aquellas multitudes le generaba una cierta angustia. Cuando bajaron del autobús Gardevoir sacó dinero del que llevaba guardado en su vestido para que tomasen un taxi, pero Maestro se negó a volver a subirse a un vehículo después de su incómoda experiencia en el autobús e insistió en que caminarían por la calle. Aunque le dijo que no tardarían mucho en llegar a su destino, ya llevaban casi una hora caminando. Gardevoir se sentía en territorio enemigo en aquella abarrotada ciudad, y comenzó a preguntarse qué era realmente eso tan importante que Maestro debía hacer en Ciudad Luminalia.

- ¿Dónde dices que vamos?- Preguntó Gardevoir.

- A tomar un café- Respondió Maestro con un susurro, intentando que su desagradable voz no fuese oída por nadie más.

- Oh, mierda...- Murmuró Gardevoir con desagrado.

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