Capítulo 27: Mewtwo

Octavia encabezaba la marcha por aquel oscuro sendero, mientras Maestro, Greninja, Mawile y Gardevoir la seguían. Ya habían pasado casi dos horas desde que habían abandonado la casa de Tiberius y se habían dirigido a su cita con el destino. Casi había anochecido, y la espesa vegetación de Bosque Verde oscurecía aún más la tenue luz que había en el ambiente. Aquella frondosa zona del bosque les cubría por arriba casi como un techo, impidiéndoles ver el cielo estrellado sobre sus cabezas. Toda aquella situación tenía un toque tenebroso que tanto a Maestro como al resto de su grupo les resultaba familiar. La sensación de atravesar aquel bosque era parecida a la de cruzar la Ruta 14 de Kalos, con la ventaja de no tener que hundir los pies en el maloliente fango del pantano para poder avanzar.

El helicóptero de la Organización Rey Arceus les había dejado unos cuantos kilómetros al sur de Ciudad Plateada, muy cerca de Bosque Verde. Octavia les había recomendado realizar aquella parte del camino a pie, a lo que todos habían accedido por temor a ahuyentar a Mewtwo si su llegada resultaba demasiado evidente. Desde entonces, habían caminado casi sin mediar palabra. Octavia conocía el camino hasta el refugio secreto de Rey Arceus, y aquello era todo lo que el resto necesitaba saber. Cada uno de aquellos Pokémon vivía la tensión del momento a su manera, y ninguno de ellos se sentía con ánimos de conversar. Cuando cayó la noche y el bosque pasó a estar demasiado oscuro para poder ver, Gardevoir se limitó a crear un orbe luminoso y Octavia imitó su gesto incendiando su mano derecha y utilizándola como una antorcha para iluminar sus alrededores. Pese a lo inusual de aquel gesto, ninguno de sus acompañantes le preguntó cómo había logrado generar fuego de aquella forma con una mano humana. Aquella criatura a la que seguían les resultaba demasiado extraña, y ninguno tenía ganas de intentar comprenderla.

Mientras seguía a la agente de Rey Arceus por aquel oscuro bosque, Maestro se encontraba sumido en una serie de funestos pensamientos. Aunque se esforzaba por mantener sus emociones bajo control para que no le llegasen a Gardevoir mediante su Sincronía y no afectasen a la moral de su equipo, lo cierto era que tenía miedo. A diferencia de la determinación que sintió tres años atrás en la Cueva Celeste, en aquel momento, tras haber probado el fracaso en su anterior intento y haber tenido que pagar las consecuencias por ello, sentía miedo de que sus errores volviesen a repetirse. Le había prometido a Mismagius que traería a todos sus compañeros de vuelta a Kalos sanos y salvos, pero aún no estaba seguro de cómo haría para lograr algo así. Aunque tras todo lo que había experimentado en los últimos días, Maestro estaba casi seguro de ser indestructible, la misma condición no se aplicaba al resto de sus compañeros. Si el combate contra Mewtwo no iba bien, podría en aquella ocasión llegar a perderlos a todos. Pensarlo hizo que Maestro se estremeciera. Lo único que a Maestro se le ocurría que fuera peor que haber muerto luchando contra Mewtwo, habría sido que todos sus compañeros muriesen y él no. Algo que en aquel momento parecía bastante posible si no jugaba bien sus cartas en aquel enfrentamiento; no en vano, jugaba con una enorme desventaja de poder de su lado.

Aunque ya se le había pasado por la cabeza en más de una ocasión dejar al resto de su grupo atrás y luchar en solitario, Maestro sabía de sobra que aquello no era una opción para él. No se trataba de una cuestión de orgullo ni de ansias de venganza. No era algo tan simple como la evidente negativa que habría recibido por parte de su equipo ante aquella petición. La realidad era un poco más triste para él. Aunque fuese indestructible, él no era lo bastante fuerte como para vencer a Mewtwo. Si se enfrentaba a aquella criatura en solitario, su fracaso estaba más que garantizado; no importaba si Mewtwo acababa descubriendo alguna forma de destruirle definitivamente o si simplemente decidía huir, de un modo u otro fracasaría. La única forma en la que podría destruir a Mewtwo y salir victorioso sería con la ayuda de su equipo.

Maestro evitó pensar en el fracaso y trató de centrar su capacidad de pensamiento en cómo resultar de ayuda para su equipo durante el inminente combate. Mientras trataba de urdir una estrategia, perdiéndose en medio de una tormenta de ideas y dejando de ser consciente de sus alrededores, su cuerpo físico acabó chocando con algo. Aquel repentino obstáculo era la espalda de Octavia, quien finalmente había dejado de caminar. Maestro se apresuró a retroceder, y la agente de Rey Arceus se dio la vuelta para dirigirse hacia el grupo que la acompañaba.

- A partir de este punto, es casi imposible perderse- Indicó Octavia- Un par de kilómetros sin desviarse del sendero hacia el sur, y llegaréis a la entrada de un recinto vallado. No he traído la llave, pero viendo lo que hicisteis en Ciudad Fractal, estoy segura de que una verja no os detendrá.

- Entiendo- Respondió Maestro en tono distraído, como si acabase de ser bruscamente despertado de un trance- Supongo que con esto quieres decir que te marchas, ¿verdad?

Octavia se tomó un momento para pensar bien su respuesta, para a continuación asentir lentamente.

- Sí...- Respondió Octavia, algo dubitativa.

- No pareces muy segura de ello- Intervino Greninja- La muerte de Mewtwo beneficiaría tanto a Rey Arceus como a nosotros y tú eres bastante competente, ¿seguro que no quieres quedarte a luchar?

La agente dirigió la mirada hacia aquel Pokémon, que se encontraba un par de metros por detrás del Aegislash. Aquel Greninja irradiaba determinación; como si estuviera seguro de que se dirigía hacia una aplastante victoria. Octavia, en cambio, no compartía la misma opinión que aquel Pokémon respecto a la situación actual.

- Siendo sincera, no sé exactamente qué ha visto Tiberius en vuestro grupo, pero yo no creo que las tengáis todas con vosotros- Dijo Octavia, de forma clara y directa- Se me ocurren mil razones para no participar en esto, pero me quedo con la más simple de todas. No quiero morir.

Tras pronunciar aquellas palabras, la llama que ardía en la mano derecha de Octavia se apagó. Al consumirse aquel fuego, Maestro alcanzó a ver en su piel un pequeño grupo de puntos rojos, similares a los que un Cyndaquil tenía en su espalda. Aquello explicaba cómo había logrado generar aquel fuego con aquel cuerpo sin utilizar ninguna clase de manipulación energética. Rápidamente, el cuerpo de Octavia se deformó de manera grotesca y comenzó a moldearse a sí mismo, hasta alcanzar en apenas un par de segundos la forma de un magnífico Pidgeot. Bajo aquella nueva forma, Octavia permaneció apoyada en el suelo sobre sus patas, observando una última vez a aquel peculiar grupo.

- No sé qué pasará a partir de ahora- Admitió Octavia- En el hipotético caso de que ganéis, quizás la Organización Rey Arceus aún tenga futuro. Si no, supongo que adoptaré otra forma y me crearé una nueva identidad.

Octavia guardó silencio durante unos segundos, insegura de si continuar hablando o marcharse sin más. Pese a lo incómoda que se sentía en aquella situación, decidió dedicarles unas últimas palabras.

- La verdad, he invertido bastante tiempo y esfuerzo en ser la Agente Octavia de Rey Arceus- Continuó- Así que... Supongo que espero que ganéis.

Con aquellas lúgubres palabras como despedida, Octavia extendió sus recién formadas alas y se apresuró a impulsarse con ellas hacia arriba. Aunque se encontraban en la zona más espesa del bosque y un gran número de ramas se interponían en su camino, el cuerpo de un Pidgeot era lo suficientemente fuerte para abrirse paso a través de ellas, y en apenas unos segundos, la agente de Rey Arceus desapareció en el oscuro cielo que había sobre ellos.

Maestro permaneció inmóvil durante un instante, mirando el lugar en el que segundos atrás se había encontrado aquel excéntrico Pokémon. Aunque él no había llegado a enfrentarse a Octavia, le había bastado con ver el grado de precaución que tenía su grupo al tratar con ella para deducir que era fuerte. Si Greninja había tratado de persuadirla para que se quedase a luchar, Maestro no dudaba que quizás Octavia habría podido ser una buena aliada en aquel combate. Sin embargo, ahora que se había ido, Maestro en lugar de lamentar su ausencia, sentía un cierto alivio. Pese a la gran desventaja en la que se encontraban, aquella era su lucha. No se trataba solo de matar a Mewtwo; se trataba de una catarsis personal, una retribución contra su mayor enemigo. Aquella era una guerra contra la criatura que le atormentaba en sus recuerdos; una guerra para vengar a un compañero asesinado y para dar sentido a todos los sacrificios que habían llevado a cabo por el camino. La idea de compartir aquella lucha con un miembro de la organización que tanto había saboteado sus esfuerzos durante tantos años le hacía sentirse sucio. Maestro era consciente de que en aquel momento no era más que otra pieza más en el plan de Tiberius para salvar su propio pellejo, pero no por ello estaba dispuesto a aceptar sin más su rol como marioneta y permitir que alguien más moviese sus hilos. Lo que sucediese aquella noche en Bosque Verde, lo asumirían con todo el alcance que pudieran tener sus consecuencias. No compartirían el crédito con Tiberius y sus lacayos.

Lentamente, Maestro giró sobre sí mismo y se encaró una última vez con sus compañeros. A pesar de las desalentadoras palabras de Octavia, ver a Greninja, Gardevoir y Mawile reforzó su determinación. Aunque las circunstancias habían sido adversas y el camino había resultado tortuoso, aquellos tres Pokémon le habían seguido hasta el final sin dudarlo. Sin importar si aquella noche salían victoriosos o eran aniquilados, Maestro estaba orgulloso de sus compañeros y de que todos hubiesen acabado llegando hasta allí, y no importaba cuándo le menospreciase Sabrina o qué pensase de ellos Octavia. Aquella noche no habían ido allí para demostrarle nada a nadie. Habían ido en busca de su propia redención. Un último combate que daría sentido a todos los demás; uno que haría que el camino recorrido y los sacrificios realizados merecieran la pena.

- Esta noche terminará todo, de un modo u otro- Anunció Maestro- Si alguien tiene alguna idea para que no se repita lo de la última vez, estoy abierto a sugerencias.

Mewtwo mantenía la mirada clavada en el suelo y paseaba de forma errática mientras reflexionaba sobre la situación en la que se encontraba. Los agentes de Tiberius la habían escoltado hasta aquel refugio en lo más profundo de Bosque Verde y le habían pedido que se mantuviese allí y esperase a ser contactada de nuevo por ellos. El refugio era una acogedora cabaña de madera en pleno bosque, mucho mejor que algunos de los lugares en los que se había escondido a lo largo de los años. La estructura era amplia, y le recordaba vagamente a aquel refugio de montaña que tenía Froslass, aunque resultaba evidente a simple vista que aquella cabaña no se había diseñado pensando en un clima tan frío. La caseta consistía en una única habitación con una elegante lumbre en el centro de una de sus paredes, la cual Mewtwo había encendido para no estar a oscuras. En el centro de la estancia había una amplia mesa cuadrada, con cuatro sillas de madera a su alrededor, y en el lado opuesto a donde se encontraba la lumbre había un grupo de cuatro literas. Lo más llamativo de aquella cabaña era el hecho de que no tenía ventanas, ya que parecía haber sido construida con la máxima confidencialidad y discreción en mente. Para compensar la ausencia de ventanas y permitir la entrada de luz natural desde el exterior, el inclinado techo de la cabaña tenía un grupo de tragaluces distribuidos a lo largo de la estructura.

Tras unos minutos caminando sin rumbo, Mewtwo dirigió la mirada a una de las sillas que había en torno a la mesa. Ya se había sentado unas cuantas veces, pero no aguantaba demasiado tiempo allí quieta y no lograba relajarse por más que se esforzaba en despejar su mente. Sin embargo, a pesar de que sabía que no permanecería sentada durante mucho rato, se obligó a sí misma a sentarse y tratar de mantener la calma. Los agentes de Rey Arceus le habían dicho que probablemente pasarían algunos días antes de que pudiesen contactar con ella, y que aunque aquella cabaña se encontrase en el interior de un recinto cerrado y la zona fuese hipotéticamente segura, no debía arriesgarse a salir al exterior si no era estrictamente necesario. Mewtwo entendía por qué lo decían. Aunque la mayoría de humanos y Pokémon no fuesen a adentrarse en aquella parte del bosque, la casa se encontraba en mitad de un pequeño claro, y era posible que algún Pokémon volador pudiese avistarla y delatar su posición. Sin embargo, aunque comprendía la gravedad de la situación, Mewtwo no sabía cómo iba a soportar aquel aislamiento sin enloquecer. Apenas llevaba una tarde allí dentro, y la inquietud la estaba matando. Ahora que se había metido en tantos problemas, le aterrorizaba la idea de permanecer allí quieta, sin hacer nada personalmente para resolverlos, confiando tan solo en Tiberius y sus agentes.

Aquel intento de tranquilizarse no duró mucho, y en seguida Mewtwo volvió a divagar acerca de los problemas en los que se había metido. Durante las últimas horas, no había dejado de sentirse culpable por todo lo sucedido. Nunca fue su intención que las cosas sucedieran así en Ciudad Azafrán, pero lo cierto era que nada de aquello habría sucedido sin su intervención. Tiberius le había advertido que su pasado estaba lleno de horribles secretos que era preferible dejar morir en el olvido, pero a pesar de todo, ella no se había detenido en su búsqueda de respuestas. Y aquella búsqueda le había acabado conduciendo a lugares horribles. Aún le costaba olvidar lo que le había hecho a Mawile, cómo había abusado de su poder para despojar a una Pokémon indefensa de sus recuerdos más íntimos; recuerdos que ahora formaban también parte de ella y que la atormentarían durante el resto de su vida como si ella misma los hubiese vivido. También recordaba los reproches de Sabrina, y cómo sus malas decisiones le habían costado la vida a su amigo Alakazam; un amigo que lo sacrificó todo con tal de salvarla del Team Rocket. También estaba, por supuesto, la catástrofe que había tenido lugar en Ciudad Azafrán y los incontables inocentes que habían muerto a manos de Sabrina. Quizás la oficial del Team Rocket hubiese sido la artífice de aquella atrocidad, pero Mewtwo sabía que aquella masacre no era más que un medio para un fin; destruirla a ella. No era la primera vez que alguien llegaba tan lejos. Ya vio a alguien cometer una horrible masacre de inocentes hace tres años, también con el objetivo de asesinarla a ella. Cuando se trataba de intentar despojarla de su vida, era como si los humanos carecieran de cualquier clase de límite o de autocontrol. Todo sacrificio parecía ser poco para ellos.

Mewtwo no era capaz de comprender qué había hecho para merecer semejante odio por parte del mundo, pero había algo que sí que era capaz de entender. A su alrededor, todos sufrían por su culpa. Ya fueran los Pokémon que la acogieron en la Cueva Celeste, hacía ya tres años, o los pobres infelices que habían osado vivir en Ciudad Azafrán la noche anterior, la muerte y la destrucción parecían dispuestas a seguirla y arrasar con cualquier ser vivo que hubiese a su alrededor. Por más que Mewtwo se repitiese a sí misma que su propia existencia no podía ser intrínsecamente un crimen, en el fondo le costaba creer que realmente el mundo fuese capaz de odiar de forma tan ferviente a un único ser sin una buena razón. Debía de haber algo que aún se le escapaba en todo aquel asunto; sin embargo, tras todo lo que había sucedido, Mewtwo tenía miedo de seguir indagando. Desobedecer a Tiberius y continuar su investigación había tenido unas consecuencias horribles. Aunque era perfectamente consciente de que Tiberius en aquel momento tan solo trataba de salvarse a sí mismo y a su organización, Mewtwo tenía miedo de actuar de nuevo por su cuenta y empeorar más aún las cosas; si es que aquello aún era siquiera posible teniendo en cuenta la situación en que se encontraba.

Mientras permanecía sumida en sus pensamientos, Mewtwo sintió un repentino escalofrío. Podía sentir unas confusas lecturas energéticas en el ambiente. Eran de naturaleza indudablemente psiónica, pero era incapaz de identificarlas. Resultaba evidente que no pertenecían a ningún humano, pero tampoco parecían pertenecer a ningún Pokémon que ella fuese capaz de identificar. Mewtwo permaneció en silencio y completamente inmóvil, tratando de concentrarse en aquellas lecturas energéticas. Fuera lo que fuese, se trataba de una mente rota; una criatura completamente desquiciada. Y fuera lo que fuese, se acercaba hacia ella a gran velocidad. La fuente de aquella inestable energía psiónica continuó acercándose, y segundos después, Mewtwo se sobresaltó al escuchar cómo alguien golpeaba varias veces la puerta de aquella cabaña en la que se encontraba.

Mewtwo clavó la mirada en la puerta de madera de aquella cabaña. No estaba cerrada con llave, pero aunque lo hubiese estado, los agentes de Rey Arceus debían de tener una copia de aquella llave. Aun así, era prácticamente imposible pensar que quien fuera que estuviese allí fuera hubiera sido enviado por Tiberius. Por un lado, le habían avisado de que tardarían varios días en contactarla, y por otro estaba aquella horrible lectura energética que era capaz de percibir al otro lado de aquella puerta de madera. Era una fuente de energía psiónica como ninguna otra que Mewtwo jamás hubiese visto en toda su vida. Resultaba muy difícil de describir, y más aún de saber si resultaría hostil o no. Sin embargo, había algo de lo que Mewtwo no tenía duda alguna. Lo que fuera que hubiera allí fuera era poderoso. Más poderoso que la misteriosa mujer del pantano, más poderoso que Sabrina y más poderoso que cualquier cosa que Mewtwo hubiese visto en toda su vida. Quizás incluso más poderoso que ella misma.

Presa de la incertidumbre, pero con miedo de irritar a lo que aguardase al otro lado de la puerta, Mewtwo rompió horas de silencio con unas sencillas palabras.

- Pasa- Dijo Mewtwo- Está abierto.

El picaporte giró lentamente, y la puerta comenzó a abrirse mientras las viejas bisagras se quejaban ruidosamente. Cuando Mewtwo alcanzó a ver con claridad a su siniestro visitante, se levantó sobresaltada de la silla y dejó escapar un pequeño grito de sorpresa al mismo tiempo que se ponía instantáneamente a la defensiva. Se trataba de otro Mewtwo como ella. Aquello era imposible; se suponía que ella era única. Nunca antes le habían hablado de algo así. Tiberius no le había dicho nada. Sabrina no le había dicho nada. Nadie le había dicho nada.

- No ha sido fácil encontrarte, Beta- Dijo Alfa, mientras irrumpía en la habitación y cerraba la puerta tras de sí- Haces un buen trabajo ocultando tu huella psíquica.

Aquel otro Mewtwo tenía el cuerpo cubierto de cicatrices de viejas heridas. Mewtwo no se imaginaba qué habría sido capaz de causar semejantes heridas a un espécimen como aquel, que desde su punto de vista parecía tan grande y poderoso. Tampoco entendía por qué tenía cicatrices, si ella misma era capaz de regenerar su propio cuerpo hasta hacerlas desaparecer. Sin embargo, las horribles cicatrices de su cuerpo no eran lo que más impactó a Mewtwo. Lo más impactante eran las cicatrices de su mente. No era necesario entablar una batalla mental con aquella criatura para saber que su mente estaba seriamente dañada. Aquello puso en guardia a Mewtwo más de lo que cualquier obvia hostilidad por parte de su visitante lo hubiera hecho. Las criaturas con la mente así de dañada resultaban realmente imprevisibles, y podía resultar difícil razonar con ellas incluso al nivel más básico y simple. Los aspectos más evidentes de la realidad podían mostrarse dañados o distorsionados para alguien cuya percepción no funcionase correctamente, y su forma de discurrir o reaccionar podía ser errónea y dar lugar a situaciones peligrosas incluso en ausencia de malicia.

Mewtwo no sabía cómo reaccionar. Tenía cientos, quizás miles, de preguntas que deseaba hacer a aquella criatura que había irrumpido en su refugio. Sin embargo, al tratarse de una mente tan dañada, tenía miedo de lo que sus preguntas pudiesen desencadenar en su interlocutor. Sin embargo, no podía estirar aquel silencio incómodo eternamente, y aunque su búsqueda de respuestas ya había desencadenado una serie de horribles consecuencias, las respuestas que buscaba quizás nunca habían estado tan cerca de su alcance. No podía dejar pasar aquella oportunidad. Tenía que preguntar.

- ¿Qué... quién eres?- Preguntó Mewtwo.

Alfa dibujó una siniestra sonrisa en su demacrado rostro al tiempo que extendía ambos brazos, como si esperase un cálido abrazo por parte de su semejante.

- Soy Alfa, tu hermano; o al menos lo más parecido a un hermano genético que tienes, Beta- Respondió Alfa- Yo también soy otro experimento fallido, otro intento de los humanos de crear a su esclavo perfecto al que no pudieron controlar. Otra arma viviente, otro "Mewtwo".

- No... No sabía que había más...- Dijo Beta, estupefacta- ¿Cuántos más hay?

Al darse cuenta de que Beta estaba aún en guardia y no iba a darle un abrazo, Alfa volvió a llevar ambos brazos a una posición de reposo al mismo tiempo que se encogía de hombros ante aquella pregunta.

- No creo que haya más- Respondió Alfa con cierto deleite en su tono de voz- No pueden controlarnos, lo saben de sobra. Ni siquiera limitando tu poder de esa forma y dándote esa personalidad femenina e insufriblemente pacifista han podido contenerte a ti.

Cada frase que Alfa pronunciaba le enviaba a Beta un auténtico bombardeo de información. Cuanto más le decía aquella criatura, aunque aquella información fuese vaga y un poco confusa, más y más piezas de su rompecabezas comenzaban a encajar. Beta recordaba los laboratorios del Team Rocket, a Sabrina y aquellos experimentos. Trataban de doblegarla, de volverla dócil, pero tenían miedo de volverla demasiado débil para sus propósitos. En aquel momento, no era capaz de distinguir qué parte de ella era auténtica y qué parte había sido insertada por la fuerza por Sabrina en su mente, cuando apenas era un embrión en un tanque de clonación.

Sin embargo, había algo que Beta tenía claro, incluso con aquellos fragmentos de información recibidos a medias de aquella fuente tan poco fiable. Lo que había frente a ella era un intento de clonación de Mew sin ningún tipo de medida de seguridad ni limitador. La maltrecha criatura que tenía delante era todo lo que el Team Rocket tenía miedo de que ella fuera. En aquel momento, Beta comenzó a comprender el alcance de las implicaciones que tenían las advertencias de Tiberius. Aquella criatura era aquella verdad que el presidente de Rey Arceus deseaba que permaneciese enterrada.

- En todos estos años no he sabido nada de ti...- Murmuró Beta, con voz temblorosa- ¿Por qué no te habías puesto en contacto conmigo?

Alfa dejó escapar una risa condescendiente.

- ¿Para qué? No me servías de nada. Eras tan débil y tan inofensiva...- Respondió Alfa, en tono de burla- Pero hoy me has demostrado que me equivocaba. Ha llegado a mis oídos lo que has hecho en Ciudad Azafrán. Ha sido magnífico.

- ¿Cómo dices?- Preguntó Beta, horrorizada.

- Quizás te he juzgado mal. Aunque seas débil, en el fondo tienes agallas- Elogió Alfa- Y, a pesar de todo, se nota que eres otro Mewtwo. Entre los dos, quizás podríamos lograr algo interesante.

Beta guardó silencio mientras sentía cómo se le encogía el estómago y su corazón se aceleraba. Acababa de descubrir que no era única, que no estaba sola en el mundo. Aquello debería haber sido una buena noticia. Sin embargo, en aquel momento, habría deseado ser la criatura más miserable y solitaria del mundo con tal de no tener que encontrarse frente a Alfa. Aquella horrible criatura no mostraba signos de hostilidad hacia ella por el momento, y sin embargo, Beta estaba comenzando a sentirse aterrorizada por sus palabras. No solo sentía pavor al ir comprendiendo más y más acerca de su propio pasado y de las implicaciones de su existencia. En aquel momento, el pasado casi no le importaba. El pasado no podía volver para herirla; al menos no más de lo que ya era habitual en ella. Sin embargo, se encontraba viviendo un funesto presente con mucho potencial para resultar doloroso. Tenía miedo de a dónde pretendía llevarla su supuesto hermano.

- ¿No crees que este mundo podría llegar a ser genial si no estuviesen los humanos ni sus esclavos?- Preguntó Alfa, explicándose con tranquilidad- Tan solo imagina. Los humanos y los Pokémon que simpatizan con ellos desaparecen. No más experimentos, no más servidumbre. Un paraíso Pokémon, donde somos libres de hacer lo que nos plazca sin miedo a las consecuencias.

Las palabras de Alfa hicieron que a Beta se le subiese una arcada a la garganta y tuviese que hacer grandes esfuerzos por no vomitar. No podía creer lo que aquel Pokémon le estaba insinuando.

- Durante años he permanecido en la sombra, permitiendo que me olvidasen; esperando mi momento. Estando solo, esa gran meta era una visión demasiado ambiciosa, incluso para mí- Continuó Alfa- Pero juntos podríamos lograrlo. Tu ataque a Ciudad Azafrán me ha abierto los ojos. Si nos aliamos, no serán capaces de detenernos. Caerá una ciudad tras otra, hasta que los borremos de este mundo y por fin seamos verdaderamente libres.

- No- Se negó Beta al instante- Es horrible, ¿cómo puedes pensar en algo así?

Alfa guardó silencio y le dedicó una mirada severa a Beta. Pese a lo intimidada que se sentía, Beta tragó saliva y se esforzó por mantener la compostura.

- ¿Qué pasa? ¿Acaso te vas a echar atrás ahora?- Preguntó Alfa, en tono amenazante- Tú has empezado con esto. Deberías estar agradecida de que haya venido a ayudarte.

- Lo de Ciudad Azafrán no fue mi intención, yo nunca haría algo así- Se apresuró a explicar Beta, consciente de que quizás sus palabras en aquella conversación fuesen limitadas- Escucha, he visto tanto humanos como Pokémon horribles en este mundo, la maldad no es inherente a ninguna especie. No puedes tomar semejante decisión en base a una mala experiencia con el Team Rocket. Ellos son criminales; parias incluso entre los propios humanos...

El cuerpo de Alfa comenzó a temblar a medida que se tensaban sus hombros, cerraba los puños y apretaba los dientes. Su frente se arrugó, deformando las facciones de su cara y dando un aspecto aún más grotesco a la cicatriz en forma de X que tenía en el rostro. Aquella era una auténtica expresión de furia e inquina.

- ¿¡Quién te ha metido esas ideas de mierda en la cabeza!?- Preguntó Alfa a gritos, visiblemente furioso- ¿Ha sido ese cabrón de Giovanni? ¿La puta de Sabrina? ¿El traidor de Tiberius?

- N... no...- Tartamudeó Beta mientras retrocedía lentamente- Yo...

Antes de que Beta tuviese oportunidad de explicarse, Alfa se elevó unos centímetros levitando sobre el suelo y se lanzó hacia ella. Rápidamente, la agarró por el cuello y la levantó por la fuerza. Beta agarró el brazo de Alfa con ambas manos y trató de resistirse al estrangulamiento, pero era inútil. Aquel Pokémon tenía una fuerza física impresionante; mucho mayor de lo que Beta se habría atrevido a pensar. Sus capacidades psiónicas también eran muy superiores a las suyas, y aplicar fuerzas telequinéticas sobre él o tratar de cubrirse con una barrera psíquica era inútil. Por más que trataba de liberarse, Beta era incapaz de sentir el más mínimo alivio en la presión que hacía la mano que sostenía su cuello.

En aquel momento, mientras era inmovilizada sin esfuerzo con una sola mano y tratada como si fuese la escoria más débil del mundo, Beta comenzó a sentir lo que más miedo le daba. Incluso aunque sus defensas mentales eran prodigiosas y ella estaba consciente, podía sentir cómo la mente de Alfa se adentraba en la suya propia sin que pudiese detenerla. El roce entre ambas mentes le resultaba repugnante. La destrozada mente de Alfa irradiaba locura y le hacía daño a medida que se adentraba en sus recuerdos más recientes, en busca de una información que no existía, pero distorsionando y asimilando todo lo que encontraba allí durante su búsqueda. Beta pudo sentir cómo todo lo vivido en los últimos días pasaba de nuevo por su mente. En apenas unos segundos, volvió a revivir la conversación con Tiberius, el combate contra Sabrina, su enfrentamiento contra Sarah e incluso los recuerdos de Mawile. Alfa siguió asimilando sus recuerdos de forma errática, devorando la información a medias, interpretando a su retorcida manera conversaciones y situaciones que no comprendía.

La unión parasitaria entre ambas mentes se prolongó durante casi un minuto; hasta que, finalmente, Alfa soltó a Beta y la dejó caer al suelo como un peso muerto al tiempo que comenzaba a reír como un desquiciado. Desde el suelo, apoyada sobre sus codos y con la espalda contra la silla donde antes había estado sentada, Beta observó el enloquecido rostro de aquel monstruo. Había adoptado una expresión sádica, casi juguetona. Ya no había ni rastro del aparente enfado que tenía hacía un instante. Algo que había encontrado en sus recuerdos había provocado un repentino cambio de actitud en aquella mente llena de cicatrices.

- Así que... Maestro... ¿eh?- Preguntó Alfa entre risas- Ese mocoso de Bosque Errantes sobrevivió y me ha confundido contigo...

Beta recordó al hombre que trató de asesinarla tres años atrás, acusándola de haber matado a su Pokémon en aquel bosque de Kalos. Ahora todo cobraba sentido. Ninguno de los dos había estado equivocado. Ella era inocente, y la ira que sentía aquel hombre estaba más que justificada; Mewtwo realmente había asesinado a su compañero. Todo había sido un horrible malentendido que había acabado pagándose con sangre.

- Pueblo Vánitas, ¿verdad?- Murmuró Alfa, para sí mismo- Qué monada. Una familia de granjeros y asesinos. Creo que iré a hacerles una visita, a terminar lo que empecé.

- ¡No, espera...!- Gritó Beta mientras se apresuraba a ponerse en pie.

Pese a que en aquel momento Beta pensaba que habría estado dispuesta a cualquier cosa con tal de que aquel Pokémon se alejase de ella, la forma en la que los recuerdos que le había robado habían impactado en la mente de Alfa hizo que se sintiera horrorizada ante la idea de dejarlo ir. De alguna forma, no se había quedado con la parte importante de la información; no sabía que Maestro estaba muerto. Aunque parecía haber olvidado sin más su grandilocuente plan para exterminar a los humanos, ahora pretendía visitar un pueblo lleno de humanos y Pokémon inocentes en busca de un hombre muerto. Si lo dejaba ir, lo sucedido en Ciudad Azafrán se repetiría de nuevo en Kalos.

Beta trató de agarrar a Alfa para retenerlo, pero cuando se acercó a él, su supuesto hermano reaccionó deteniéndola con la ayuda de su Telequinesis y proyectando sobre ella una fuerza descendente que la hizo estamparse violentamente contra el suelo. Aquella fuerza no había sido un simple empujón de advertencia; Beta sintió cómo sus costillas crujían levemente. Una criatura más débil que ella habría muerto en el acto ante aquel sencillo gesto.

Antes de que Beta pudiese ponerse de nuevo en pie e intentar detener de nuevo a aquel psicópata, Alfa se elevó más en el aire y se impulsó a través de uno de los tragaluces del techo, atravesando el cristal como un proyectil y desapareciendo bruscamente en el cielo nocturno, ante la impotente mirada de su hermana. Beta permaneció de pie, inmóvil, mirando al cristal roto del techo con la mente en blanco. Sentía una fuerte migraña a causa de la invasiva interacción que su mente había sufrido, y no lograba aún digerir todo lo que acababa de sucederle. Por un momento, pensó en rastrear las lecturas energéticas de Alfa y seguirlo, pero aunque sabía que las consecuencias de dejarlo ir serían terribles, no lograba convencerse a sí misma de intentar detenerlo. Le había bastado aquel leve roce entre sus cuerpos y mentes para ser consciente de la realidad. Había un abismo entre ambos clones. Ella no era rival para Alfa, e intentar interponerse en su camino sería tentar a la suerte. Una mente tan volátil e inestable, que había recurrido a la violencia de aquella forma tan solo porque ella se había negado a ser partícipe de un genocidio, no podía ser analizada desde el punto de vista del sentido común. No podía confiar en que aquel vínculo de hermandad cogido con pinzas que ambos compartían significase lo suficiente para aquel Pokémon como para asumir que no la mataría sin más si trataba de enfrentarse a él.

Beta perdió la noción del tiempo mientras continuaba con la mirada fija en el tragaluz, mientras un cúmulo de sensaciones negativas asediaba su dolorida mente. Con un horrible sentimiento de angustia e impotencia, Beta dirigió una fugaz mirada hacia la silla y, tras confirmar que seguía allí, se sentó en ella. Sus movimientos eran lentos y erráticos, como si su cuerpo de hubiese vuelto mucho más pesado. Aquella sensación no tenía un origen físico, sino que era más bien la consecuencia de lo que sentía. Todo el peso del mundo parecía habérsele vuelto encima. Por primera vez en toda su vida, se había topado con un Pokémon más poderoso que ella; y había resultado ser un auténtico psicópata. Era tan desquiciado que incluso la Mawile a la que había interrogado dos días atrás parecía ser una criatura sensata y razonable en comparación. Y, en aquel momento, aquella criatura tan poderosa a la que no había sido capaz de detener se dirigía nuevamente a sembrar el caos, en base a una información que había arrancado de su mente. Lo que fuera que sucediese, lo que causase aquel Pokémon, también sería probablemente culpa suya. Ella había sido quien había guiado a Alfa hacia aquel lugar, aunque no hubiese sido su voluntad. Nuevamente, su mera existencia actuaba como reclamo para la muerte y la destrucción. Aquello ya le resultaba tan absurdamente cruel que ni siquiera sabía cómo encajarlo. Pese a que las consecuencias de aquello serían graves y terribles, le costaba tomarse en serio lo que estaba sucediendo. Parecía como el mundo entero le estuviese gastando una broma de mal gusto.

Inmóvil como una estatua, Beta permaneció en aquella silla, reflexionando sobre lo que había descubierto. Era demasiada información para digerirla de golpe, y aunque probablemente nadie esperaba nada de ella en aquel momento, tenía la molesta sensación de que hacía mal en permanecer allí, sin hacer nada. Tiberius le había pedido que permaneciese allí, pero la voluntad de aquel hombre ya no significaba nada para ella. El presidente de Rey Arceus le había ocultado aquello, y su horrible secreto se había dejado caer por allí para hacerle una desagradable visita. Lo que fuera que Tiberius tenía planeado, no funcionaría; al menos no cuando Alfa diese rienda suelta a su locura en aquel pueblo de Kalos al que se dirigía. Y cuando aquel monstruo terminase de desatar el caos, lo más probable era que volviese a recordar su atroz plan de exterminio y volviese a recurrir a ella. Beta no sabía qué hacer al respecto. Obviamente, no deseaba participar en aquel genocidio, pero también tenía miedo de lo que Alfa pudiese hacerle si se negaba. A pesar de lo breve que había sido su existencia, ya había sufrido mucho. En aquel momento, ante aquella truculenta situación, se preguntaba cuánto más tenía que sufrir. Cuánto más tenía que hacerse daño a ella misma para proteger a un mundo que parecía estar tan obsesionado con torturarla. Quizás, después de todo, Alfa tuviese razón. Quizás aquellas cicatrices en su carne y en su cuerpo eran lo que el mundo le había hecho a lo largo de los años, y quizás con el tiempo ella también tendría las mismas cicatrices. Si el mundo estaba tan obsesionado con hacerles daño, quizás era justo que se defendiesen hasta que ganase el más fuerte. Al fin y al cabo, aquella no era una lucha que ella hubiese empezado.

Tras perder nuevamente la noción del tiempo y evadirse demasiado del mundo real, Beta escuchó de nuevo un sonido que atrajo su atención. En aquel momento, ni siquiera se sobresaltó. Cuando escuchó de nuevo el quejido de las bisagras de la puerta de la cabaña, se limitó a dirigir la mirada hacia allí y preguntarse qué nueva tortura le tenía preparada el mundo. En aquella ocasión, quien fuera que estuviese invadiendo su refugio, no se había molestado en llamar a la puerta. Aunque lo primero que Beta pensó era que Alfa había vuelto, descartó aquella idea antes siquiera de que la puerta se abriese por completo. Si Alfa hubiera vuelto, habría vuelto a percibir aquella retorcida energía que irradiaba antes de que se acercase. En aquella ocasión, podía percibir una fuente de potencial psiónico en el exterior, pero no resultaba tan ominosa ni tan intensa como la de Alfa. Era tan insignificante en comparación, que la había incluso pasado por alto mientras se dejaba llevar por sus pensamientos.

Cuando la puerta se abrió por completo, Beta comenzó a cuestionarse seriamente su salud mental. Se preguntó si quizás el contacto con la mente de Alfa había causado algún tipo de daño en sus capacidades perceptivas. Sin embargo, no parecía ser el caso. Sus sentidos funcionaban correctamente. Mawile, la misma Mawile a la que se había enfrentado en el pantano, al sur de Ciudad Romantis, acababa de irrumpir por aquella puerta como si el lugar le perteneciera. Sin duda, el mundo tenía un sentido del humor realmente macabro. La pequeña criatura le dedicó una mirada pícara y una amplia sonrisa, como si a pesar de lo que había sucedido en su último encuentro, se alegrase de volver a verla.

- Hola, Mewtwo- Saludó Mawile, con naturalidad- Te dije que te encontraría, ¿recuerdas?

Beta mantuvo la mirada fija en aquella pequeña criatura, manteniendo una expresión impasible y apática en su rostro. Ignoraba cómo había logrado aquella Pokémon recorrer tanta distancia y dar con ella en otro país en tan solo dos días, pero sabía a ciencia cierta que aquel no era un buen momento. Después de lo que había pasado, no estaba de humor para tener que lidiar con ella. En realidad, ni siquiera estaba completamente segura de que aquella situación fuese real y no se tratase de una desagradable alucinación.

- Y yo te dije que volvería a derrotarte- Le recordó Beta, en un tono de voz aburrido, exteriorizando su apatía.

Mawile dejó escapar una jovial risa. Aquello casi convenció a Beta de que se trataba de una alucinación. La criatura con la que se había encontrado en el pantano era un alma rota y miserable. Lo único que había hecho durante todo su encuentro era gritar y llorar. Estaba tan emocionalmente rota como para exigir su propia muerte. Aquella aparente alegría estaba fuera de lugar en ella.

- Veamos si puedes...- Le retó Mawile- Esta vez soy yo quien te va a dar una sorpresa.

Beta detectó una perturbación energética en el exterior de la cabaña y se apresuró a ponerse en pie y protegerse a sí misma con una Pantalla de Luz. En apenas un instante, sin previo aviso, una descomunal fuerza telequinética arremetió contra la estructura, arrasándola por completo en el acto. La madera crujió, los cristales se rompieron y la ardiente leña de aquella lumbre salió lanzada en todas direcciones, esparciendo las llamas. En apenas un segundo, el refugio se convirtió en una ruina, y todo lo que quedó de él fue el suelo y sus cimientos, junto con un gran número de pedazos de madera y cristales rotos esparcidos por aquel claro en el bosque. Algunos pequeños incendios habían comenzado a provocarse por los alrededores, a causa de las brasas ardientes que habían sido esparcidas por aquel ataque; aunque, por el momento, las llamas se encontraban en el claro y no parecía haber peligro de que el bosque entero ardiese.

Pese a las apariencias, aquello no había sido un arrebato destructivo descontrolado, sino un ataque muy milimétricamente calculado. La proyección telequinética había tenido lugar a una altura que le había permitido borrar del mapa la cabaña sin afectar a Mawile, que permanecía en pie frente a Beta, con aquella maliciosa sonrisa dibujada en su coqueto rostro. Incluso a pesar del inminente peligro y la urgencia con la que debía actuar, Beta reconoció la ironía de aquella situación; entendía por qué aquella pequeña criatura parecía tan feliz. Ella destruyó su refugio en el pantano, y ahora Mawile le había pagado con la misma moneda.

Aquel ataque, obviamente, no podía ser obra de aquella Pokémon. Con las paredes a su alrededor completamente arrancadas de su posición original, Beta alcanzó a ver los alrededores de la cabaña y no tardó en descubrir la fuente de aquel ataque psíquico. Aparte de Mawile, había otras dos figuras justo detrás de ella, junto a lo que quedaba de la cabaña. Una de ellas era un Aegislash. La otra era una Mega Gardevoir variocolor, a la que Beta no tardó en reconocer. La había visto tres años atrás en la Cueva Celeste, y había tenido también la ocasión de verla cientos de veces en los recuerdos de Mawile. En aquel momento, Beta entendió la situación. Aquella debía de ser la razón por la que Mawile había logrado localizarla tan rápidamente y por la que actuaba de manera tan confiada. Después de lo que le había sucedido en el pantano, debía haber contactado con algunos antiguos compañeros de su equipo.

Sin embargo, aunque entendía la presencia de aquella Gardevoir, el Aegislash que había junto a ella no entraba en sus cálculos. Nunca antes lo había visto ni en los documentos que tenía Rey Arceus acerca de Maestro y su equipo, ni en los recuerdos de Mawile. Además, aquel espectro en forma de espada tenía un Mega Aro activo en su empuñadura, y si se concentraba en él, Beta alcanzaba a percibir unas lecturas energéticas muy anómalas. No se parecía a ningún otro Pokémon de tipo Fantasma que hubiese visto antes. Ni siquiera parecía un Pokémon.

El Aegislash comenzó a levitar hacia ella. A medida que se desplazaba, dejaba atrás un sutil rastro de humo espectral, tan oscuro que apenas era perceptible en plena noche. El espectro temblaba de forma espasmódica al levitar, como si a duras penas fuese capaz de contener y manipular su propia energía. Beta estaba acostumbrada a que algunos humanos y Pokémon se asustasen o pusieran nerviosos en su presencia y temblasen, pero aquellos temblores no parecían provocados por el miedo. Si trataba de interpretar las emociones de aquel Aegislash, lo que parecía sentir era ansia. Parecía tener dificultades para controlarse y estar a punto de lanzarse al ataque en cualquier momento, como un depredador rabioso.

- Por fin te encuentro, Mewtwo- Dijo Maestro, con una voz que no lograba ocultar las ansias de violencia que sentía- ¿Te acuerdas de mí?

Beta estudió aquellas palabras de forma analítica. Cuando se dio cuenta de la realidad de aquella situación, su primer instinto fue retroceder horrorizada. Aquel espectro, que acompañaba a Gardevoir, portaba un Mega Aro activo que enviaba energía a la Gardevoirita de aquella Pokémon. Una transmisión de energía como la que estaba teniendo lugar entre ambos Pokémon no era algo casual, sino que tenía una serie de implicaciones. Aquello no podía hacerse sin más; era importante un fuerte vínculo personal entre ambas partes para que la transmisión de energía fuese estable y la Megaevolución fuese posible. Por lo que sabía de aquella Gardevoir, solo había una persona en todo el mundo con quien aquella Pokémon compartiese semejante vínculo. Una sola persona capaz de hacerla adoptar aquella hermosa y letal forma.

- No puede ser...- Negó Beta, con incredulidad- ¿Maestro?

- Sí- Afirmó Maestro, mientras continuaba acercándose lentamente a Beta- He vuelto a por ti.

Con un movimiento errático y poco fluido, Maestro adoptó su Forma Filo y aceleró su avance hacia Beta. No podía esperar ni un segundo más a hundir su acero en la carne de aquella criatura. Beta continuó retrocediendo a medida que él se acercaba, eludiendo fútilmente la confrontación.

- Lo... Lo siento- Se apresuró a disculparse Beta.

- Ya lo creo que lo vas a sentir- Respondió Maestro.

- ¡No, espera!- Exclamó Beta- Escucha, siento lo que pasó entre nosotros aquel día en la Cueva Celeste. Matarte fue un error, y me arrepiento de ello cada día que ha pasado desde entonces. Pero tienes que escucharme. Nos han mentido a todos.

Aquellas palabras por parte de Beta causaron que Maestro se detuviera por un momento, dudando si debía preguntarle a aquella Pokémon de qué hablaba. Sin embargo, Maestro no tardo en reanudar su avance mientras su filo se estremecía de emoción ante el inminente combate. Ante aquella insistencia en las hostilidades por parte del espectro, Beta dejó de retroceder y se mantuvo firme mientras proyectaba una Barrera psiónica frente a ella que se interpuso en el avance de Maestro, frenándolo en seco de forma brusca. El espectro volvió a sufrir un violento espasmo cuando su avance se detuvo. A duras penas era capaz de mantenerse estable levitando.

- Hay más como yo- Explicó Beta- He conocido al Mewtwo que buscabas. Al que mató a tu Pokémon en Bosque Errantes.

Aunque aquellas palabras no significaban mucho para Maestro, viniendo de quién venían, fueron lo bastante convincentes para hacer que su sed de violencia se calmase momentáneamente. Su único ojo de metal permanecía clavado en el rostro de Beta, quien aún mantenía una expresión de sorpresa congelada en sus facciones, incapaz de asimilar aún la situación en que se encontraba. Cuando pensaba que haber conocido a Alfa sería lo peor que le pasaría aquella noche, se había equivocado por mucho. Aún le tocaba reencontrarse con el pecado que llevaba tres años atormentándola.

- Mientes- Acusó Maestro casi al instante.

Beta interpretó aquello como una buena señal. Al menos se había detenido y se había tomado la molestia de responderle. Pese a que lo negase, aquello probablemente suponía que en realidad no le parecía demasiado descabellado y quizás estuviese dispuesto a creer sus palabras.

- Era la cosa más horrible que jamás he visto. Una criatura violenta, demente y desquiciada- Describió Beta- Era un espécimen masculino y tenía la mente hecha pedazos y el cuerpo lleno de heridas. Había una cicatriz enorme en forma de X en su cara... ¿No recuerdas nada de eso?

Maestro dejó de temblar y permaneció completamente inmóvil e impasible ante las palabras de Beta. Había rememorado aquellos recuerdos una infinidad de veces dentro aquel Spiritomb. Aquella experiencia que vivió con trece años fue extremadamente traumática, y sus recuerdos eran confusos. Nunca había sabido realmente si las cosas que el Spiritomb le obligó a recordar eran recuerdos intactos o si estaban dañados a causa del trauma. Recordaba las pocas palabras que aquel Mewtwo le dedicó y el corte que su Beedrill le hizo en la cara. Lo que aquella Pokémon que tenía delante le decía coincidía con sus confusos recuerdos sobre lo sucedido. Aquella Mewtwo tenía razón.

Lentamente, Maestro giró sobre sí mismo y se encaró con Gardevoir. Su compañera, que había permanecido atrás realizando unos ejercicios de Paz Mental con los que preparar su mente para el inminente enfrentamiento, había perdido por completo la concentración, y su rostro había adoptado una expresión de horror. No necesitaba preguntarle para saber que ella también pensaba que Mewtwo les había dicho la verdad. Ella también recordó con todo lujo de detalles lo sucedido en Bosque Errantes, veinte años atrás; y también le pareció que la descripción que Mewtwo les había dado coincidía con el horror que encontraron allí.

- Imposible...- Murmuró Gardevoir- Todos estos años... Hemos estado...

Tras recibir aquella confirmación por parte de su compañera, Maestro dejó escapar un ruidoso alarido espectral que resonó a cientos de metros de distancia. Aunque Gardevoir estaba demasiado perpleja para reaccionar, tanto Mawile como Beta retrocedieron sobresaltadas ante aquel grito. A su alrededor, por el bosque, se pudo escuchar cómo el silencio de la noche era roto por cientos de Pokémon que se alejaban apresuradamente del claro en el que se encontraban, asustados por aquel desgarrador sonido de ultratumba. La forma física de Maestro comenzó a expulsar cada vez más y más de aquel humo espectral. En aquel momento, sentía un cúmulo de sensaciones horribles. Todos aquellos años, tanto esfuerzo y tanta sangre derramada, y la terrible verdad había permanecido oculta ante ellos todo el tiempo. Tiberius había utilizado a aquella Mewtwo como un señuelo, desviando su atención del verdadero culpable de la muerte de Furfrou y de las cientos de muertes que tuvieron lugar en la Villa Pokémon. Ni siquiera Sabrina, alguien en quien Maestro creía haber podido confiar, le había dicho la verdad sobre aquello. Todos le habían mentido y manipulado, haciéndole perseguir humo, moviéndole como una marioneta de un lado para otro.

Aquello tenía implicaciones horribles. A lo largo de los años, Maestro había dejado a su paso un rastro de cadáveres sin ningún remordimiento. Le resultaba fácil, cuando culpaba a sus víctimas de ocultarle aquella información que tanto codiciaba para proteger a aquel monstruo que había asesinado a su compañero y probablemente a cientos o miles de inocentes más. Sin embargo, en aquel momento, Maestro se preguntaba cuántos de aquellos empleados de Rey Arceus conocían aquella verdad. Cuántos habían muerto realmente defendiendo a un monstruo, y cuántos habían sido sacrificados por Tiberius para encubrir la verdad mientras él perseguía a un enemigo imaginario. Cuántos de aquellos humanos y Pokémon habrían muerto enfrentando a un sociópata obsesionado con asesinar a una criatura que no le había hecho nada. No había justicia alguna en sus actos; aquello no era una retribución, era una matanza sin sentido. No había forma de justificar todos los sacrificios hechos. No podía hacer de ninguna manera que aquella sangre derramada valiese la pena.

Inevitablemente, aquella reflexión condujo a Maestro al momento más lamentable de su lucha personal; la mayor mentira a la que fue conducido por quienes movían sus hilos. A la noche en la que finalmente cometió su crimen más atroz y se deshumanizó por completo. La noche en la que entró por la fuerza en aquella cueva y él y su equipo masacraron a más de un centenar de Pokémon inocentes. Aunque le hubiera gustado eximirse de responsabilidad y culpar a Sabrina y Tiberius, que le hicieron seguir aquellas pistas falsas y llegar hasta allí, en el fondo sabía que aquella era una culpa con la que él mismo tendría que cargar. No fueron Sabrina ni Tiberius quienes dieron la orden a sus Pokémon de asesinar de forma indiscriminada; no fueron ellos quienes derramaron la sangre. Maestro había ido hasta allí voluntariamente, convencido de estar siguiendo su propio camino; haciendo todo lo que hizo por voluntad y responsabilidad propias. No había forma de delegar la culpa en nadie más. Eran sus manos las que estaban manchadas de sangre. Había sido él quien se las había ensuciado. Rápidamente, Maestro volvió a girarse de nuevo hacia Beta.

- Aquella noche cometí un error terrible. Siento lo que hice. Jamás podré redimirme por lo que les hice a aquellos Pokémon- Se disculpó Maestro, hablando en un tono de voz sorprendentemente calmado- Quiero que sepas que no te guardo ningún rencor por mi muerte.

Beta respiró hondo y relajó los hombros al tiempo que dejaba de proyectar su Barrera. Le costaba creer que las cosas realmente hubieran acabado sucediendo así. Apenas había tenido tiempo para lidiar con la realidad. Aquella noche, todo estaba sucediendo terriblemente rápido, y no lograba asimilar toda la información que recibía en tiempo real. Tras haber complicado tanto la situación por culpa de aquel encuentro con Alfa, al menos había logrado hacérselo entender a Maestro. Era todo un alivio para ella haber sido capaz de apagar aquellas ansias de violencia del espectro y llegar a una tregua. Aún no estaba segura de cómo resolver el problema con Alfa, si es que realmente había una solución. Sin embargo, después de todo, quizás la situación no fuese tan terrible. No en vano, se encontraba ante alguien que había dedicado su vida a perseguir a Mewtwo. Si alguien estaba capacitado para saber qué hacer en tan nefasta situación, quizás era el retorcido espectro obsesionado con la venganza que había frente a ella.

- ¡Mawile, Megaevolución!- Exclamó Maestro.

Un nuevo flujo de energía se estableció, conectando la Piedra Activadora que portaba Maestro con la Mawilita que su compañera llevaba colgada del cuello. Rápidamente, el cuerpo de Mawile comenzó a cambiar hasta adoptar su forma de Mega Mawile. La pequeña Pokémon comenzó a reír entre dientes mientras le dedicaba una maliciosa mirada a Beta.

- Espera, ¿qué significa esto?- Preguntó Beta mientras volvía a alzar sus defensas psíquicas y se ponía en guardia.

Maestro guardó silencio durante un instante, mientras miraba a Beta; a aquella atormentada criatura, a la que había atacado aquella fatídica noche hacía ya tres años, sin previa provocación. Por alguna razón, aún no lograba dejar de odiarla. Había pasado demasiados años persiguiéndola, y había derramado demasiada sangre por el camino. Después de todos los sacrificios realizados, no podía abandonar su lucha sin más. Quizás le tocase ser el villano de aquella historia. Quizás debiera ser recordado como un asesino. Pero tras todo el camino recorrido, no podía permitir que lo que había hecho fuera en vano. Tenía que conseguir que lo que había hecho valiese la pena, de un modo o de otro. Ya no le importaba tener razón o no. Por encima de todo, indiferentemente de si era correcto o no, había algo que mantenía vivo su odio hacia aquella criatura. Algo que no podía perdonarle, y algo de lo que ella jamás podría redimirse a sus ojos sin importar lo que hiciera. Algo que, en realidad, le dolía mucho más que una experiencia traumática vivida hacía ya veinte años, cuando no era más que un niño. Un dolor reciente que no podía olvidar.

- Que vas a morir- Se limitó a responder Maestro.

- ¡Yo no soy tu enemiga, estúpido!- Vociferó Beta- Alfa va a...

- ¿Crees que estamos en paz porque te haya perdonado por matarme?- Le interrumpió Maestro, elevando el tono de voz y hablando de forma muy acelerada- ¡Tú le has hecho daño a Mawile! Me estremezco tan solo de pensar cuánto ha debido de sufrir mi pequeña por tu culpa. Nadie le pone la mano encima a uno de mis Pokémon y vive para contarlo.

Gardevoir comenzó a caminar a paso ligero hacia donde se encontraban Maestro y Mawile. Por todo su cuerpo, la Piel Feérica que le confería su Megaevolución resplandecía con su energía, y con cada paso que daba se producía un pequeño estruendo, fruto de una liberación involuntaria de un poder tan inmenso que a duras penas lo podía contener con una mente tan emocionalmente inestable. Su ceño estaba fruncido y sus dientes apretados, exteriorizando la rabia que sentía. Unas pequeñas lágrimas estaban comenzando a formarse bajo sus ojos rojos. Pese a su iracunda fachada, los amargos recuerdos que la conversación le había hecho rememorar le habían abierto unas viejas heridas emocionales que no lograba ocultar.

- ¡Me da igual lo que diga Maestro!- Gritó Gardevoir a pleno pulmón- ¡Yo no te perdono lo que le hiciste! Voy a hacerte pedazos.

- Estáis todos locos- Respondió Beta en tono de reproche- No habéis cambiado nada desde aquella noche.

- Ahí te equivocas. Sí que han cambiado cosas...- Le contradijo Maestro.

Antes de que Maestro continuase hablando o que su enemiga decidiera responderle, Beta sintió brevemente una presencia hostil a su espalda. Rápidamente, se apresuró a proyectar una nueva Barrera con la que protegerse, justo a tiempo de sentir como una descarga de energía impía arremetía contra sus defensas psíquicas. Como salido de la nada, tras ella, Greninja sostenía una cuchilla de sombras que presionaba contra aquella protección psíquica. Aquel Pokémon le dedicaba a su presa una intensa mirada de odio. Su hostilidad se derramaba fuera de su mente de una forma que le costaba controlar. Aquello era inapropiado para un asesino; no en vano, detectar aquella hostilidad le había regalado a Beta un valioso tiempo de reacción que podría haberle salvado la vida. Sin embargo, Greninja no podía mantener la calma. Aquel no era un asesinato más; aquello era algo muy personal. Tres años atrás, había visto cómo aquella Pokémon le rompía el cuello a su entrenador delante de él, sin que pudiera hacer nada para impedirlo. No podía mantener la calma, pensar fríamente y ocultar su energía cuando estaba tan sediento de sangre; cuando deseaba con tantas fuerzas hundir sus cuchillas de sombra en aquella criatura y comenzar a trocear su cuerpo y su mente.

- Ahora tenemos mucho menos que perder- Completó Greninja- Ya no hay un final feliz para nosotros cuando todo esto termine. Ya no hay razón para contenerse. Ahora podemos luchar hasta el final sabiendo que no hay nada más tras este combate.

La energía del tipo Siniestro que irradiaba el Tajo Umbrío de aquel Pokémon comenzó a corromper la energía psíquica que formaba la barrera contra la que Greninja presionaba con fuerza. Cuando pudo sentir cómo aquel filo comenzaba a atravesar la Barrera y aquel demenciado asesino parecía estar a punto de abrirse paso a través de sus defensas y rajarla, Beta se apresuró a retroceder levitando y alzarse unos metros en el aire, alejándose de todos ellos.

- No, de ninguna manera. No pienso volver a entrar en vuestro juego- Se negó Beta- No pienso volver a luchar con vosotros. Me largo de aquí.

Maestro se sobresaltó ante aquellas palabras. Había pasado las últimas horas pensando en cómo enfrentarse a Mewtwo; había recordado los ataques que la vio hacer en la Cueva Celeste, cómo había reaccionado a los ataques de sus compañeros y qué estrategias habían sido inefectivas contra ella. Tenía un gran esquema mental sobre cómo causarle daño y cómo evitar que hiriese a su equipo. Sin embargo, había algo terriblemente evidente en lo que no había pensado. Mewtwo era capaz de viajar de un país a otro en pocas horas tan solo gracias a la increíble velocidad a la que podía levitar. Aquella Pokémon no tenía ninguna necesidad de luchar contra ellos si no quería. Podía marcharse en cualquier momento, y ni Gardevoir ni él serían capaces de levitar lo bastante rápido como para perseguirla.

Mientras el resto de sus compañeros entraban en pánico al ver elevarse en el aire a Beta, Mawile comenzó a reír ruidosamente mientras le dedicaba una mirada condescendiente. Aquella risa hizo que Maestro se girase momentáneamente para mirarla y que Beta se detuviese con cierta inseguridad a unos diez metros de altura. Había visto en qué circunstancias reía de aquella forma aquella Pokémon, y estaba segura de que aquello no le auguraba nada bueno.

- Sabía que intentarías eso- Dijo Mawile en tono de burla- Por eso tengo preparado un plan B. Márchate si quieres. Aunque te vayas, no voy a quedarme sin comer esta noche.

- ¿Cómo dices?- Preguntó Beta, exteriorizando por primera vez cierta hostilidad en su tono de voz; no le gustaba a dónde señalaban las palabras de aquella Pokémon.

- ¿Te acuerdas de Sarah? Al final resultó ser un encanto de persona- Respondió Mawile- Para asegurarme de que no tuvieses la tentación de largarte sin más, le pedí que me hablase de aquellos Pokémon a los que no te gustaría que nadie les hiciera daño por tu culpa... Creo que incluso estamos de suerte. Algunos ni siquiera viven demasiado lejos de aquí, ¿verdad?

Beta apretó los dientes mientras le dedicaba una mirada fulminante a Mawile. Se había esforzado por mantener la calma frente a ella; pero a pesar de sus esfuerzos, había acabado odiando a aquella Pokémon. Le había hecho vivir algunos de los momentos más horribles de su vida, y todo lo que había visto en sus recuerdos le había hecho contemplar un horror que jamás lograría olvidar. En aquel momento, Mewtwo recordó su última visita al refugio en la montaña de Froslass, y cómo aquella hospitalaria Pokémon la había acogido allí. Se imaginó a Mawile y su grupo encontrando aquel lugar, en las montañas de Sinnoh, y siendo recibidos con la misma hospitalidad, tan solo para entregarle a cambio a su anfitriona una dolorosa muerte.

Aunque dudaba que aquella Pokémon y el grupo de sociópatas que la acompañaban estuviesen dispuestos a viajar hasta Sinnoh y pasar semanas en las montañas buscando a aquella Pokémon en concreto, lo cierto era que Mawile tenía razón al decir que algunos de sus amigos no estaban demasiado lejos de allí. Tras el colapso de la Cueva Celeste, algunos de los Pokémon que lograron escapar sanos y salvos se establecieron en los alrededores de Ciudad Celeste y Ciudad Plateada. No sabía realmente cuánta información había logrado extraer aquella humana de su mente mientras era vulnerable, pero aquello que le decía Mawile no parecía ningún farol. Realmente había amenazado a los pocos amigos que aún le quedaban, y parecía estar a su alcance herirlos.

- Esta vez tendrás que matarme- Declaró Mawile con una sonrisa- Es o ellos o yo. Alguien morirá esta noche. Tú decides quién.

- Puta enferma...- Murmuró Beta, enfadada.

En aquel momento, Beta recordó la actitud desquiciada de Alfa. Se preguntó cuántas Mawiles y cuántos Maestros habían pasado por su vida. Cuántos serían necesarios para transformar a alguien como ella en alguien como él. Quizás aquella transformación en realidad ni siquiera fuese posible en su caso. Según había interpretado, ni siquiera su propia personalidad le pertenecía. Su actitud calmada y su obsesión con no herir a los demás parecían ser un comportamiento programado en ella. Quizás el Team Rocket la diseñó realmente para sufrir; para ser una máquina de recibir golpes que nunca se defendiese. Quizás nunca tuvieron la intención de que fuese un arma; tal vez su única utilidad era ser herida una y otra vez con la esperanza de aprender en sus carnes cómo matar a Alfa. Sin embargo, incluso alguien como ella tenía un límite. Por mucho que le repugnase la idea, no estaba dispuesta a vivir su vida escondiéndose de aquellos brutales perseguidores. Tampoco estaba dispuesta a permitir que nadie más sufriese por su culpa. Recordó cómo Alakazam murió defendiéndola, y cómo Sabrina le reprochó que se hubiese limitado a verlo morir, sin usar su inmenso poder para salvarle. Odiaba tener que darle la razón a aquella mujer, pero ella estaba en lo cierto; aquel era otro error más que la atormentaba. Un error que ni siquiera ella estaba dispuesta a repetir, aunque tuviese que hacer algo que le repugnase; aunque tuviese que ir en contra de su propia naturaleza y vivir atormentada el resto de sus días por lo que estaba a punto de hacer.

- Está bien... Lo haremos a vuestra manera- Sentenció Beta- No voy a disfrutar con esto, pero os aseguro que vosotros tampoco.

La maligna sonrisa de Mawile desapareció al instante cuando observó cómo Beta comenzaba a formar una Esfera Aural en cada mano. Aquellas bolas de energía cinética concentradas no eran como las que le había visto usar en la Casa Tétrica. Ya no quería noquearla para robar sus recuerdos. Aquel no era un ataque para debilitarla, sino para matarla en el acto. El tamaño de cada Esfera Aural era más del doble de lo que la había visto utilizar en su anterior encuentro.

Beta realizó un sencillo movimiento de arqueo con ambos brazos y lanzó las dos esferas contra ella. Consciente de que probablemente no sería capaz de moverse lo bastante rápido para escapar del área de efecto de aquel ataque, Mawile se apresuró a cubrirse con sus dos enormes fauces de acero. No estaba segura de cuánta potencia tendría aquel ataque, pero en aquel momento, en su mente, no paraba de recordar la devastación que había visto en Ciudad Azafrán. No sabía si su cuerpo de acero sería capaz de resistirlo o si acabaría reventando en pedazos como aquellos edificios. Sin embargo, pese al instintivo miedo al dolor que la invadió cuando vio a su enemiga lanzar aquellas esferas, Mawile se mantuvo firme cubriéndose lo mejor que pudo. No tenía miedo a morir; no había llegado hasta allí para temer por su propia supervivencia. Hasta hacía un par de días, estaba convencida de que sobrevivir a la noche en la que murió Maestro había sido lo peor que le había pasado en la vida. Ahora que el destino le había brindado una nueva oportunidad, no cometería dos veces el mismo error.

Antes de que aquellas esferas lograsen impactar en Mawile, Maestro se apresuró a interponerse en la trayectoria del ataque, justo frente a ella. Mientras se impulsaba hacia su compañera levitando, Maestro realizó un movimiento oscilante en el aire y volvió a adoptar su Forma Escudo. Tan pronto como terminó el Cambio Táctico, Maestro comenzó a proyectar la barrera infranqueable de su Escudo Real. Ambas esferas impactaron de lleno contra aquella barrera y provocaron una ruidosa y descomunal explosión. Aunque Maestro se mantuvo firme en su defensa y no retrocedió un centímetro, el terreno frente a su Escudo Real reaccionó como si allí hubiese caído una bomba. Un pequeño cráter en forma de media luna se formó en torno a Maestro y Mawile, y un gran volumen de tierra y rocas salieron disparados a causa de la detonación y se elevaron en el aire. Aquello confirmó a Mawile algo que llevaba temiéndose durante mucho tiempo. Hasta aquel momento, no había visto nunca a Mewtwo luchar realmente en serio.

Tras detener aquel ataque con su Escudo Real, Maestro volvió a adoptar su Forma Filo. Su cuerpo no paraba de emitir aquel humo, exteriorizando la inmensa ira que sentía en aquel momento.

- Delante de mí, no te será tan fácil- Declaró Maestro.

El escudo de Maestro comenzó a resplandecer con la energía que comenzó a acumular en él. A pesar de la ira que sentía y lo tentador que resultaba darle rienda suelta a ese sentimiento con aquel ataque, Maestro ya había aprendido aquella lección en Ciudad Fractal. Conocía cuál era el límite de aquel acero, y sabía que no podía permitirse excederlo. Aunque él fuese un espectro capaz de regenerar sus daños con mera fuerza de voluntad, necesitaba aquel escudo para poder defender a sus compañeros; perder aquella parte de su cuerpo, aunque fuese momentáneamente, podría costarle la vida a uno de sus compañeros. Sin darle tiempo a contraatacar a su enemiga, Maestro apuntó a Beta con su escudo y disparó su Foco Resplandor con toda la potencia que podía permitirse sin poner en riesgo la integridad del escudo.

Beta vio venir el ataque y se apresuró a proyectar una Pantalla de Luz frente a ella, bloqueando por completo aquella proyección de energía. El láser del Foco Resplandor de aquel espectro asediaba sus defensas psíquicas de manera tan insistente como fútil, mientras una gran cantidad de metal fundido salpicaba por los alrededores, incendiando la hierba y algunos trozos de madera de aquella cabaña que habían en el suelo, varios metros por debajo de ella. La proyección energética era incesante, y Maestro no parecía dispuesto a detenerla. El incandescente metal residual que dejaba a su paso aquel ataque era extremadamente resplandeciente en la oscuridad de la noche, y Beta podía notar cómo sus ojos se resentían a causa de la intensa luz, de forma similar a la molestia que provocaba mirar un soldador.

Consciente de que Maestro no iba a detener el ataque a menos que lo obligase, Beta comenzó a formar en su mano derecha una enorme Bola Sombra. No estaba segura de si el fantasma de un humano muerto compartía las debilidades de un Pokémon de tipo Fantasma, pero estaba segura de que aquel ataque sería más que suficiente para desestabilizar su energía.

Mientras la Bola Sombra comenzaba a formarse en torno a la mano derecha de Beta, Greninja aprovechó la ventana de oportunidad que Maestro y Mawile le habían creado para atacar. Aumentando su afinidad al tipo Volador mediante su Mutatipo para facilitarse a sí mismo el combate aéreo, Greninja se impulsó de un potente salto hacia donde se encontraba Beta. Su cuerpo se sentía más ligero, y la fuerza de la gravedad no le parecía un impedimento tan terrible para luchar contra una enemiga capaz de levitar. Antes de que Beta fuese capaz de volver a reaccionar a su presencia, Greninja formó en su mano derecha una cuchilla de aire, extremadamente liviana y afilada, y lanzó un firme y preciso Golpe Aéreo contra el brazo con el que Beta estaba manipulando aquella energía para formar la Bola Sombra.

La cuchilla se hundió en su carne hasta topar con el hueso, donde logró causar una muesca, pero sin lograr atravesarlo. La sangre comenzó a brotar de la herida. Tan solo la excepcional resistencia del cuerpo de aquella Pokémon la había salvado de perder la extremidad. Beta dejó escapar un pequeño grito de dolor al tiempo que se apresuraba a retroceder ante Greninja, quien trató de acosarla e impedirle recuperarse dirigiendo hacia ella un aluvión de cortes que trataban de conectar con su carne, los cuales Beta a duras penas lograba evitar desplazándose hacia atrás para alejarse de él. Aquella distracción causó que dejase de proyectar la Pantalla de Luz, y el láser del Foco Resplandor de Maestro pasó a escaso centímetros de la piel de Beta, salpicándole algunas gotas de metal fundido que le provocaron varias quemaduras en la piel. Por miedo a herir a su compañero por accidente, Maestro detuvo finalmente la proyección del Foco Resplandor.

Beta dirigió un potente empujón telequinético hacia Greninja para librarse de él; un ataque rudimentario, pero fácil de realizar y muy efectivo contra un luchador cuerpo a cuerpo. A pesar de ello, los increíblemente agudizados reflejos de aquel Pokémon y su larga experiencia en combate contra psíquicos le permitieron anticiparse al ataque. La cuchilla de aire de su mano derecha desapareció y fue reemplazada por su habitual cuchilla de sombras al mismo tiempo que volvía a recuperar su afinidad al tipo Siniestro mediante su Mutatipo. La proyección telequinética impactó contra él sin efecto alguno, debido a su inmunidad natural a aquella clase de fuerzas. Sin embargo, la pérdida de su afinidad al tipo Volador causó que volviese a caer con normalidad, y Greninja se precipitó de nuevo hacia el suelo. El aterrizaje desde casi diez metros de altura no supondría un problema para un Pokémon como él, pero aquello significaba la pérdida de su iniciativa en aquel combate.

Una nueva perturbación energética alertó a Beta de una inminente amenaza. Un gran número de fuerzas telequinéticas estaban actuando en los alrededores. Aunque su reacción más natural hubiera sido protegerse de ellas con una Pantalla de Luz, sus ojos aún parcialmente cegados por la luz del Foco Resplandor alcanzaron a ver una amenaza de origen físico que la hicieron levantar en su lugar una Barrera psíquica que bloquease la materia. Alrededor de Gardevoir, un gran número de masivas rocas estaban levitando varios metros por encima de ella. Cada una de aquellas rocas debía de pesar varias toneladas. Algunas de ellas provenían del pequeño cráter que la explosión de sus Esferas Aurales había creado, y otras eran simplemente enormes pedazos del terreno que Gardevoir había arrancado con su mente.

A pesar de lo obvio que resultaba su ataque, Gardevoir comenzó a lanzar una a una aquellas enormes rocas en rápida sucesión. Los proyectiles de su brutal Psicocarga se fragmentaban a causa del impacto contra la Barrera de Beta y se reducían a gravilla. Gardevoir no tenía ni idea de cómo aquella Pokémon creaba las defensas psíquicas que utilizaba. Ella misma estaba acostumbrada a proyectar barreras de Reflejo para defenderse de amenazas físicas, pero las Barreras que Beta creaba parecían ser de otra naturaleza; alguna especie de manipulación energética aún más eficiente cuyo funcionamiento desconocía. Sin embargo, aunque Gardevoir desconociera cómo funcionaban sus Barreras, sabía perfectamente cómo desestabilizar una proyección energética de naturaleza psíquica. Mientras continuaba asediando a Beta con su Psicocarga, y asegurándose de que sus enormes proyectiles bloqueaban su visión, Gardevoir se apresuró a concentrar su energía en una Bola Sombra y lanzarla justo antes de su última roca.

Aquella Bola Sombra lanzada a traición por Gardevoir impactó de lleno en Beta, invadiendo su mente con aquella maligna y dolorosa energía. Incluso tratándose de una mente tan poderosa como la suya, recibir aquel ataque sin ningún tipo de protección tenía un doloroso resultado. Una intensa migraña comenzó a afectarle, como un golpe directo a su propia mente. En aquel momento, fue incapaz de seguir manteniendo su barrera, y una enorme roca lanzada por la psíquica enemiga le impactó de lleno. El golpe hizo crujir sus resistentes huesos y abrió un gran número de magulladuras en su grisácea piel. El dolor no tardó en llegar, y eclipsó por completo la migraña que le había hecho sentir aquella invasión energética. En aquel momento, afectada por aquella impía energía y aquel dolor físico, Beta fue incapaz de concentrarse en su propia levitación y cayó al suelo como un peso muerto mientras dejaba escapar un angustiado y retumbante grito de dolor.

Mawile contempló con entusiasmo cómo Beta caía hacia el suelo. Hasta el momento, el combate había sido demasiado inaccesible para ella, que no era capaz de levitar como Gardevoir o saltar como Greninja ni tampoco era capaz de atacar a distancia como ellos. Sin embargo, tan pronto como vio a su enemiga descender y situarse de nuevo a su alcance, Mawile supo que había llegado su turno. Aquella situación no duraría mucho, sabía perfectamente que Beta se sentía más cómoda con el combate aéreo y que tan pronto como pudiese volvería a elevarse en el aire, de modo que sus oportunidades de demostrar a Maestro lo que valía serían limitadas. La idea de que sus compañeros lograsen derrotar a su archienemiga sin su ayuda y que volviese a pasar todo el combate siendo lanzada de un lado para otro sin lograr tocarla le resultaba casi más terrorífica que morir despedazada por aquellas poderosas Esferas Aurales.

Sin pensar demasiado, Mawile apartó de su camino a Maestro de un empujón y comenzó a correr hacia el punto donde Beta había caído. Le estaba muy agradecida a Maestro por haberla protegido de aquel ataque, pero aunque su cuerpo se había salvado, su orgullo había terminado magullado. No podía permitir que su entrenador tuviese que estar protegiéndola constantemente durante aquel enfrentamiento; tenía que demostrarle de lo que era capaz. Tenía que demostrar que era digna de aquella segunda oportunidad que había recibido.

Maestro hizo ademán de sujetar a Mawile con la mano que tenía libre cuando pasó a su lado y le empujó. Aunque logró agarrar momentáneamente a Mawile, su mano de tela no tenía fuerza para retenerla y su compañera se zafó del agarre casi sin darse cuenta siquiera de que había intentado detenerla. Presa del pánico, Maestro se apresuró a perseguir a Mawile tan rápido como podía desplazarse levitando.

- ¡Espera, Mawile!- Exclamó Maestro- No...

Las palabras de Maestro se vieron bruscamente interrumpidas. Cuando apenas unos últimos cinco metros separaban a Mawile de la carne que tanto ansiaba masticar, una descomunal fuerza telequinética le impidió alcanzar su ansiado premio. Una poderosa Onda Mental se propagó en todas las direcciones tomando a Beta como epicentro, como una devastadora nova psiónica. Aquella descarga telequinética radial avanzó rápidamente, lanzando sin contemplaciones por los aires cualquier cosa que encontrase en su camino. Tanto Mawile como Maestro se vieron golpeados sin previo aviso por aquella fuerza, siendo lanzados con fuerza por los aires. Maestro pudo sentir cómo su acero se agrietaba levemente ante aquel embate mientras levitaba sin control arrastrado por aquella Onda Mental, mientras que Mawile voló una docena de metros por el aire hasta caer al suelo como una muñeca de trapo y ser violentamente arrastrada por la tierra a causa de la inercia. Miles de fragmentos de madera, cristal y rocas salieron disparados en todas las direcciones como metralla. Gardevoir había logrado detectar a tiempo la perturbación energética causada por la Onda Mental y se apresuró a protegerse con una Pantalla de Luz que soportó el ataque psíquico a duras penas, pero varias astillas de madera y fragmentos de cristal lanzados por el ataque encontraron su frágil cuerpo en su trayectoria y le causaron algunas heridas superficiales en la piel de su vestido y sus brazos. Greninja, inmune por naturaleza a las fuerzas telequinéticas, recibió la Onda Mental sin consecuencias, pero a pesar de su increíble agilidad y reflejos, parte de la metralla residual que había arrastrado el ataque logró causarle también algunos rasguños y golpes en su piel.

Beta volvió a ponerse en pie mientras su cuerpo sanaba todas sus heridas mediante su prodigiosa Recuperación. Aquel ataque, aunque había sido una proyección de energía lanzada como un simple acto reflejo ante aquella situación de peligro, había sido prodigiosamente efectivo. Sus cuatro enemigos parecían haber sido temporalmente incapacitados a causa de la Onda Mental, y sus alrededores habían cambiado drásticamente. Gran parte de la hierba y los matorrales del suelo habían sido arrancados por la fuerza telequinética que había proyectado, ya no había una sola roca a la vista y todos los restos de la cabaña que había esparcidos a sus alrededores habían desaparecido, probablemente dispersados a lo largo de kilómetros por todo Bosque Verde. Incluso algunos de los árboles más cercanos al claro en el que luchaban se habían visto arrastrados por la Onda Mental y habían sido partidos en dos o sencillamente arrancados de sus raíces y arrastrados por aquella fuerza.

Con sus heridas físicas y mentales completamente sanadas y observando de forma condescendiente cómo cada uno de sus enemigos se esforzaba por recuperarse de aquel ataque y volver a centrar su atención en ella, Beta comenzó de nuevo a levitar y elevarse ligeramente en el aire. Cuando se encontró a un par de metros de altura, concentró todo su potencial psiónico en una nueva descarga telequinética. Había llegado el momento de demostrarles a aquellos insolentes el verdadero abismo de poder que les separaba de ella; el momento de recordarles ante quién se encontraban y la amabilidad con la que les había tratado en su último encuentro, cuando no deseaba realmente hacerles daño. Sin darles tiempo a reagruparse, Beta proyectó toda la fuerza telequinética que pudo concentrar hacia el suelo bajo sus pies.

El suelo comenzó a moverse y temblar ruidosamente. Mawile, Gardevoir y Greninja notaron cómo todo se agitaba y tambaleaba con violencia a medida que aquel Terremoto psiónico destrozaba el campo de batalla. Gardevoir se apresuró a separarse del suelo y comenzar a levitar justo a tiempo de evitar que una enorme grieta que comenzó a abrirse bajo ella se la tragase. A su alrededor, la tierra comenzaba a fragmentarse y agrietarse en cientos de metros a la redonda. Los fragmentos de terreno que se formaban entre las grietas se movían con violencia, se empujaban unos a otros y creaban desniveles. Las grietas se formaban y los enormes peñascos que quedaban como resultado se golpeaban unos a otros, garantizando que cualquier cosa que cayera en una de las grietas quedase completamente aplastada y sepultada por aquella fuerza tectónica. Gardevoir, a salvo de aquel infierno rocoso, se apresuró a buscar a sus compañeros en medio de aquel caos. Greninja parecía estar evitando los peligros del entorno sin dificultad, mientras trataba de evitar que aquel ataque lo alejase aún más de su enemiga. No había ni rastro de Maestro, que parecía haber sido lanzado bastante lejos mientras levitaba sin control a causa de la Onda Mental, frenado en su inercia tan solo por la resistencia que oponía el aire y su propio esfuerzo por estabilizarse. Mawile, por su parte, permanecía aferrada a un enorme peñasco en movimiento, sufriendo serias dificultades para mantenerse en pie, lejos de aquellas letales grietas.

Rápidamente, Gardevoir se apresuró a proteger su propio cuerpo con una pantalla de Reflejo que impidiese que alguna de aquellas rocas pudiese golpearla y herirla si salía disparada a causa de una colisión entre fragmentos y se dirigió levitando a gran velocidad hacia donde se encontraba Mawile. Tan pronto como la tuvo a un alcance donde pudiese actuar sobre ella con su mente de forma precisa, se apresuró a hacerla levitar y rescatarla de aquella mortífera superficie. Cuando la elevó en el aire y la situó a su lado, de forma que la pantalla de Reflejo también la protegiese a ella, Gardevoir alcanzó a ver varios rasguños superficiales en su piel de acero que no habían llegado a provocarle una hemorragia, pero que habían llegado a dejar marca en su blindada epidermis. Gardevoir se estremeció al pensar que ella misma hubiese tardado un poco más en comenzar a levitar y hubiese sufrido aquellos daños. Una criatura más frágil que Mawile probablemente habría terminado hecha pedazos.

- ¿Estás bien?- Preguntó Gardevoir.

- He estado mejor- Respondió Mawile, mientras forzaba una sonrisa que no lograba esconder por completo el dolor que sentía- Gracias, es la primera vez que me alegro de que alguien me haga levitar.

Gardevoir se esforzó por esbozar también una sonrisa en su rostro, a pesar de que no sentía que tuviese motivos para reír en absoluto. Cuando comprobó que Mawile parecía estar bien, se apresuró a mirar a su alrededor en busca de sus otros compañeros. No había ni rastro de Maestro ni de Greninja. Perder de vista a Greninja no era algo que le preocupase. Aquel caos le proporcionaba a un asesino como él una oportunidad perfecta de retornar a las sombras y esconderse para preparar un nuevo ataque sorpresa. El caso de Maestro, en cambio, le preocupaba más. Aunque su entrenador no fuese a morirse aunque aquellas rocas hicieran pedazos su cuerpo, a Gardevoir le preocupaba que Maestro hubiese acabado enterrado bajo miles de toneladas de roca sólida por culpa de todos aquellos movimientos del terreno. Aún percibía las emociones de su entrenador mediante su Sincronía. Maestro sentía una gran ira y sed de violencia, al mismo tiempo que estaba preocupado por sus compañeros. Aquello realmente no le decía nada a Gardevoir; Maestro llevaba días sintiéndose así. Sin embargo, que las emociones de su entrenador no hubiesen cambiado, parecía una buena señal. Si hubiera terminado enterrado por culpa de aquel Terremoto, Gardevoir estaba segura de que Maestro habría sentido algo al respecto. Por otra parte, el hecho de que ni Mawile ni ella hubiesen recuperado su forma original probablemente implicaba que Maestro no se encontraba demasiado lejos, aunque en realidad nunca se habían molestado en comprobar el verdadero alcance de la Piedra Activadora.

Ambas Pokémon se sobresaltaron cuando el terreno sobre el que levitaban comenzó a crujir de forma aún más ruidosa y la forma en la que se movía cambió drásticamente. Aunque lo primero que pensó Mawile era que Gardevoir la había soltado y estaba cayendo, no tardó en darse cuenta de que la realidad era al revés. Ellas no estaban cayendo; era el suelo bajo sus pies lo que estaba ascendiendo. Gardevoir se esforzó por maniobrar en el aire y mantenerse a sí misma y a Mawile a salvo del peligro mientras gigantescos fragmentos de roca, grandes como pequeñas islas, comenzaban a levitar y elevarse en el aire. Un gigantesco cráter comenzaba a formarse bajo ellas, a medida que toda la tierra y roca que el Terremoto había fracturado comenzaba a elevarse en el aire como si se tratase de un cataclismo. Gardevoir alcanzó a ver momentáneamente a Beta en el epicentro de aquella devastación, justo antes de que una colosal roca volviese a ocultarla de la vista.

Aquella Pokémon levitaba a unos treinta metros de altura, mientras canalizaba todo su poder con los brazos extendidos y los dientes apretados en una mueca de rabia. Desde el punto de vista de Gardevoir, aquella era una visión terrorífica que le recordaba la abrumadora diferencia que había entre su poder psiónico y el de aquella horripilante criatura. Incluso a pesar de encontrarse en su forma megaevolucionada, Gardevoir no estaba segura de que ella hubiese podido elevar mediante su telequinesis ni siquiera uno solo de aquellos fragmentos, que debían de pesar miles o incluso millones de toneladas cada uno. Algunas de aquellas rocas eran tan gigantescas que incluso aún tenían pequeños bosques en ellas, con algunos grandes árboles que se aferraban a ellas con sus profundas raíces. Aquella era la Psicocarga más grande que Gardevoir había visto en toda su vida, y algo que le habría encantado no tener que ver jamás.

Tal y como Gardevoir se temía que pasaría, Beta hizo que aquellos islotes voladores comenzaran a girar como un remolino en torno a ella, moviéndose bruscamente y golpeándose entre ellos. Millones de toneladas de rocas comenzaron a colisionar entre sí, fragmentándose y creando una lluvia de cascotes por toda la zona. Gardevoir notó cómo su Reflejo recibía impactos a medida que repelía aquellas rocas y las mantenía a las dos a salvo de aquel infierno. Aunque la mayoría de aquellos fragmentos eran demasiado pequeños para poner en compromiso su defensa, algún impacto ocasional de una roca de varias toneladas hacía que Gardevoir sintiese dolor en su cabeza al tener que hacer esfuerzo para mantener su Reflejo. Gardevoir se desplazaba levitando y mantenía a Mawile junto a ella mientras trataba de evitar las rocas más grandes y peligrosas, pero en aquella circunstancia era prácticamente imposible evitarlas todas.

- ¡Gardevoir, suéltame!- Le pidió Mawile.

Gardevoir no estaba segura de haber entendido bien a su compañera por culpa de todo el ruido que había a su alrededor. Aquella petición parecía completamente suicida, y optó por ignorarla mientras trataba de alejarlas a ambas del epicentro de aquella devastadora vorágine. Aunque lo ideal habría sido lograr acercarse a Beta, en aquel momento le parecía imposible. Sin embargo, Mawile volvió a insistir en su petición y Gardevoir alcanzó a distinguir un sonido agudo de chirrido metálico y un desagradable olor a metal quemado, como en una soldadura. Fue entonces cuando se percató de que el cuerpo de Mawile estaba echando chispas por la zona de sus articulaciones y humeaba ligeramente. El rostro de su compañera exteriorizaba un intenso dolor.

- ¿Qué haces?- Preguntó Gardevoir, mirando con horror a su compañera.

- Lo de siempre- Respondió Mawile, apretando los dientes- Lo que sea necesario. Suéltame, yo detendré esto.

Aunque el primer impulso de Gardevoir ante aquella petición fue negarse, la mirada de determinación de su compañera puso a prueba su sentido común. Aquella no era una petición que Mawile le hubiera hecho sin pensar. Mientras aplicaba aquel doloroso Pulimento a su incompatible cuerpo, su compañera estaba realmente segura de lo que hacía. Ni aquella dolorosa técnica que su cuerpo no estaba preparado para soportar ni aquella tormenta de rocas eran rivales para la determinación de alguien que había decidido que aquel lugar fuese su tumba. Alguien que abrazaría la muerte antes que aceptar de nuevo el fracaso. En el fondo no podía culparla. Ella se sentía igual.

- Espero que sepas lo que haces- Respondió Gardevoir, mientras dejaba escapar un suspiro- Te ayudaré a acercarte.

Gardevoir realizó cientos de cálculos con su prodigiosa mente en apenas unos segundos, analizando los movimientos de las rocas suspendidas a su alrededor y buscando una oportunidad para su compañera. Cuando detectó un hueco en los movimientos de aquella Psicocarga, Gardevoir lanzó a Mawile como un proyectil contra uno de los islotes más grandes, confiando en que su compañera lograse aferrarse a él.

Mawile aterrizó con una sorprendente agilidad sobre aquella gran roca y se mantuvo en pie sobre ella con dificultad. El islote se movía en una órbita alrededor de Beta al mismo tiempo que giraba violentamente sobre sí mismo, y resultaba extremadamente fácil desorientarse en aquel lugar. Sin embargo, Mawile sabía en qué dirección se encontraba su enemiga, y se esforzó en no perder de vista la dirección en la que tenía que avanzar. Aunque todo su cuerpo le dolía a causa del Pulimento, podía sentir cómo sus articulaciones se movían con flexibilidad. Su cuerpo se sentía más ligero y aprovechaba mucho mejor su potencia muscular. Aquella había sido la primera vez, y probablemente sería la única, que utilizaba el Pulimento y la Megaevolución al mismo tiempo. Sabiendo que cada segundo contaba, Mawile comenzó a correr por aquella roca en dirección hacia Beta, tratando de no desorientarse.

Cuando se quedó sin suelo bajo sus pies, Mawile trató de no pensar demasiado en las consecuencias que tendría cometer un error de cálculo en aquel momento y saltó con la esperanza de no caer al vacío. Mientras permanecía en el aire, varios fragmentos de roca arrastrados por la vorágine telequinética golpearon su dolorido cuerpo y la hicieron gritar de dolor y furia, pero Mawile no se detuvo. Continuó concentrándose en la dirección en la que tenía que avanzar, aprovechando las escasas oportunidades que tenía para ver a Beta en medio de aquella tormenta para reorientarse y avanzar hacia ella. Saltó de islote a islote, de roca a roca, se aferró a cuánto podía para no caer al vacío y continuó avanzando poniendo al límite sus capacidades físicas, hasta que finalmente logró ver de cerca a su enemiga.

Beta alcanzó a ver de reojo a Mawile y se encaró con ella. Aunque Mawile ya había utilizado aquel incremento de velocidad que le otorgaba su Pulimento contra ella cuando se enfrentaron en el pantano, en aquel momento se encontraba en su forma de Mega Mawile. La potencia muscular de la que disponía en aquel momento no tenía nada que ver con la de la última vez. Aunque no fuese tan precisa tan ni ágil en sus movimientos como lo era Greninja, Mawile era rápida como un proyectil cuando cargaba en una dirección. Beta trató de protegerse de nuevo con su Barrera, pero justo en aquel momento recibió una repentina descarga de energía impía. Entre aquellas rocas en movimiento, alcanzó a ver fugazmente una ensombrecida figura que le acechaba. Aquel repentino Pulso Umbrío desestabilizó su concentración y redujo el nivel de control que tenía sobre aquellos gigantescos proyectiles de su Psicocarga, haciendo que varios de los que se encontraban en la periferia de su zona de ataque escapasen de la corriente telequinética y salieran disparados a varios kilómetros de distancia. En aquel momento, aprovechando aquel momento de debilidad, aquella oportunidad que le había creado Greninja, Mawile atacó.

Aquella depredadora de acero se lanzó a pecho descubierto contra Beta, con sus fauces por delante. Beta trató de esquivar su trayectoria, pero Mawile era rápida como una bala de cañón, y su enemiga no logró apartarse completamente a tiempo. Las fauces de su cornamenta se cerraron, y Mawile pudo sentir cómo la carne y el hueso crujían en su mandíbula derecha. Un alarido de dolor se hizo oír, y entonces una nueva Onda Mental impactó contra Mawile. La pequeña hada de acero mantuvo sus fauces cerradas con toda su fuerza, y pudo sentir cómo aquel bocado arrancaba algo cuando salió despedida, arrastrada por la nueva fuerza telequinética radial.

Millones de toneladas de rocas salieron despedidas en todas las direcciones a causa de aquella nueva Onda Mental, impactando como meteoritos a lo largo de todo Bosque Verde, en un radio de varios kilómetros alrededor de la zona de combate. El paisaje de aquel lugar cambió drásticamente, con miles de árboles siendo arrastrados por aquella fuerza psiónica descontrolada y un gran número de cicatrices marrones abriéndose por todo el bosque a medida que las rocas en movimiento arrasaban todo a su paso. Mawile fue lanzada a al menos un centenar de metros del epicentro de aquel ataque, recibiendo de lleno el golpe de aquella fuerza telequinética en su dolorido cuerpo y siendo golpeada varias veces por algunas de las miles de rocas que el ataque había desplazado. A pesar del inmenso dolor que sentía y los desgarradores gritos que se le escapaban, la pequeña Pokémon mantenía cerradas con todas sus fuerzas sus fauces, asegurándose de conservar el pedazo de carne arrancado como si fuese su mayor tesoro.

Cuando Mawile cayó al suelo como si de una roca más se tratase, pudo sentir un intenso dolor en sus articulaciones. Sus piernas fueron duramente castigadas por aquel impacto, y su brazo izquierdo se dobló en un ángulo imposible, con su articulación rota. Mawile apretó los dientes con fuerza a medida que el dolor se apoderaba de ella. Además de lo dolorosas que resultaban de por sí aquellas lesiones, el Pulimento que había aplicado a su cuerpo hacía que todo resultase mucho más insufrible. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos; era incapaz de contenerlas. Sin embargo, a pesar del horrible dolor que sentía, Mawile se esforzó en incorporarse apoyándose sobre su brazo derecho y movió su cornamenta de forma que pudiese revisar el contenido de sus fauces. Cuando abrió ambas mandíbulas y comprobó por fin el contenido de su mandíbula derecha, a pesar del dolor que sentía, Mawile dibujó en su dolorido rostro una sincera sonrisa al mismo tiempo que se dejaba caer de espaldas. No podía moverse más; había llegado a su límite. Sin embargo, a pesar de todo el dolor que sentía, se sentía extremadamente feliz. No podía esperar a ver la reacción de Maestro cuando viese lo que finalmente había logrado. Su enemiga por fin había probado un ataque suyo en sus carnes; aquel era el daño que ella podía hacer, y se sentía siniestramente orgullosa por ello.

Tumbada boca arriba en medio de aquella devastación, Mawile pondría sentir cómo la consciencia se le escapaba. En realidad, se preguntaba si viviría lo suficiente como para poder ver de nuevo a Maestro. No tenía ni idea de qué había pasado con su entrenador. Los ataques de Beta habían resultado ser mucho más devastadores de lo que habían calculado. Se preguntaba hasta dónde podrían haber mandado aquellas Ondas Mentales a Maestro; quizás lo hubiesen arrastrado hasta fuera de Bosque Verde. Mawile estaba casi segura de que no sucumbiría sin más a aquellas heridas; pero tampoco podía moverse y seguir luchando mucho más en aquellas condiciones. Si su enemiga se dirigía hacia allí con la intención de rematarla, lo único que podría hacer al respecto sería burlarse una última vez de ella antes de morir.

Una psíquica la encontró, pero afortunadamente para Mawile, no era Beta. Gardevoir se acercó levitando hacia ella, y Mawile movió con gran esfuerzo la cabeza para alcanzar a ver a su compañera. Gardevoir tenía sus ojos rojos inyectados en sangre, un gran número de heridas sangrantes por toda su piel, y jadeaba en exceso. Parecía estar exhausta y dolorida, aunque sin duda no tanto como ella. Su compañera dejó de levitar y se tambaleó torpemente cuando volvió a entrar en contacto con el suelo. Con esfuerzo, recorrió los últimos metros caminando, hasta situarse frente a ella.

- No estabas de coña, ¿eh?- Elogió Gardevoir, entre jadeos.

A pesar de la situación en la que se encontraba, Mawile dejó escapar una leve risa mientras movía ligeramente su mandíbula derecha para que atrajese la atención de su compañera.

- Mira lo que he conseguido- Dijo Mawile con orgullo.

Gardevoir dibujó una risa forzada en sus labios al comprobar el grotesco trofeo al que Mawile se aferraba con tanta ilusión. Aquello, sin duda, le iba a dejar marca a su enemiga; pero el combate estaba lejos de terminar. Sin embargo, Beta no era la única que había salido malherida de aquel encuentro. Un breve vistazo al cuerpo de Mawile le bastó a Gardevoir para saber que no iba a levantarse sin más. Su brazo estaba roto, y su piel chorreaba aquel líquido plateado que tenía por sangre en varias heridas abiertas. Si no hacía algo por ella, el próximo ataque que recibiese resultaría mortal, o incluso podría llegar a desangrarse allí mismo si le daba el suficiente tiempo.

- No te muevas- Pidió Gardevoir- Voy a intentar remendarte.

A pesar de que ella misma también estaba herida, la gravedad de las heridas de Mawile era incomparable con las suyas. Gardevoir decidió priorizar a su compañera y comenzó a canalizar un Pulso Curativo hacia ella. Su cuerpo de acero era poco receptivo a sus habilidades sanadoras y resultaba muy difícil curarla, pero no podía dejarla allí sin más. Tenía que intentarlo al menos, a pesar del riesgo que ambas corrían permaneciendo en aquel lugar. No sabía si, quizás, Greninja estuviese igual de herido que Mawile o incluso peor, pero no había ni rastro de su compañero; y tratándose de Greninja, podría ser casi imposible dar con él en mitad de aquel caos. Tan solo podía confiar en que tanto él como Maestro estuviesen bien y concentrar sus esfuerzos más inmediatos en salvar la vida de Mawile.

Un desgarrador grito de furia y dolor a su espalda reveló a Gardevoir que el peligro se abalanzaba sobre ella mucho antes de lo que se había atrevido a asumir. A pesar de que no quería desatender las heridas de su compañera, Gardevoir dejó durante un instante de canalizar el Pulso Curativo hacia ella y se giró en dirección a la fuente del sonido. Beta se encontraba allí, a apenas veinte o treinta metros de ellas, caminando de forma torpe y dolorida hacia ambas. Su Recuperación había sanado la mayoría de las heridas que había sufrido a causa del uso descontrolado de su propio poder, golpeándose a sí misma con algunos de los proyectiles de su propia Psicocarga. Gardevoir no pudo evitar que se apoderase de ella un sentimiento de superioridad; lo que a aquella Pokémon le sobraba de poder, le faltaba de entrenamiento y experiencia. Sin embargo, aunque su Recuperación la había estabilizado y la había librado de la mayor parte de sus heridas, había un daño muy evidente del que no había logrado reponerse. A Beta le faltaba su brazo derecho entero y un buen trozo de su hombro. Sus habilidades regenerativas habían detenido las hemorragias y creado tejido nuevo, formando un desagradable muñón y dejándole una desagradable cicatriz en el costado derecho, donde el Mordisco de Mawile también parecía haber arrancado algo de carne.

Aquella visión aportó algo de consuelo a Gardevoir. Aunque la situación fuese más adversa que nunca en aquel momento, al menos acababa de confirmar que su enemiga no era invencible. Hasta aquel momento, Beta se había recuperado al instante casi sin esfuerzo de todas las heridas que le habían infligido. Aquel ataque por parte de Mawile les había mostrado a todos cual era el límite de aquella criatura. Les había demostrado que sus esfuerzos no eran en vano; que podían llegar a herirla o incluso matarla.

Beta también jadeaba, dolorida y exhausta por el esfuerzo realizado. Mientras caminaba tambaleándose y recortaba la distancia con sus enemigas, miró momentáneamente a su alrededor. Aquel último ataque que había desatado en un intento desesperado de zafarse a Mawile mientras le mordía había causado una gran devastación involuntaria. Aunque al principio no había tenido demasiado miedo de que sus ataques causasen algo de destrucción a su alrededor porque estaba segura de que la mayoría de Pokémon que vivían por la zona ya habían sido ahuyentados, en aquel momento estaba segura de que cientos o miles de Pokémon inocentes por todo Bosque Verde habían sido heridos o matados por su Psicocarga descontrolada. Una vez más, a su alrededor, solo había muerte y destrucción. Sin embargo, en aquella ocasión, Beta no se lamentó por ello. No fue su deseo causar toda aquella devastación. Le habían obligado a ello. El mundo le exigía aquello, y ella no podía denegar sus exigencias por más tiempo.

Para su propia sorpresa, Beta dejó escapar una desquiciada risa, casi sin darse cuenta de que lo hacía. En aquel momento, empatizó con Alfa mucho más de lo que hacía apenas unos minutos se habría atrevido a pensar que fuera posible.

- ¡Mirad lo que me habéis hecho hacer!- Exclamó Beta, señalando a su alrededor con el brazo que le quedaba- ¿Queríais luchar contra un monstruo? Pues muy bien... ¡Aquí lo tenéis!

Gardevoir observó cómo Beta abría la boca completamente y un destello brillante comenzaba a formarse en su interior. Reconocía aquel patrón de ataque; no era la primera vez que lo veía. Rápidamente, Gardevoir extendió ambos brazos y se apresuró a proyectar una Pantalla de Luz con la que protegerse a sí misma y a Mawile. Estaba casi segura de que su barrera no lograría detener por completo un Hiperrayo de un Pokémon tan poderoso como su enemiga, pero tenía que intentarlo. No podía esquivar el ataque sin más y dejar allí sola a Mawile, y si la movía bruscamente en el estado tan malherido en que se encontraba, se arriesgaba a matarla. Mientras se concentraba con toda su fuerza mental en aquella Pantalla de Luz y sentía cómo Beta acumulaba cada vez más y más energía, para disparar, Gardevoir agachó la cabeza y cerró los ojos. Si no ponía hasta la última gota de su poder en aquella barrera, sería su final. Necesitaba concentrarse con hasta el último ápice de su capacidad mental.

La energía dejó de acumularse, y Gardevoir alcanzó a oír y percibir aquella brutal descarga de poder. Sin embargo, aunque podía sentir el Hiperrayo, el devastador ataque no arremetió contra sus defensas. Su Pantalla de Luz permanecía intacta. Rápidamente, Gardevoir abrió los ojos y miró al frente. La boca de Beta estaba entreabierta, mientras pequeños hilos de humo gris emanaban de ella. Entre ellas, se encontraba Maestro, proyectando la barrera de su Escudo Real. Frente a él, el terreno al otro lado de su barrera había sido sometido a tal temperatura que la tierra y la roca se habían fundido, formando una pequeña superficie de magma que se había enfriado y solidificado rápidamente. Maestro permanecía impasible aquel devastador ataque, que podría haberlas aniquilado a Mawile y a ella hasta que no quedase ni rastro de sus cuerpos. El Escudo Real había permanecido invicto ante aquel fulminante Hiperrayo.

- Ayuda a Mawile- Le indicó Maestro, con firmeza- Nosotros ganaremos tiempo.

- ¿Vosotros...?- Preguntó Gardevoir.

Una ráfaga de Shurikens de Agua se materializó de la nada e impactó directamente en el cuerpo desprotegido de Beta. Las cuchillas de agua se hundieron en su carne, abriendo nuevas heridas al mismo tiempo que la derribaban y la desplazaban varios metros. Mientras aquella Pokémon volvía a dejar escapar un grito de dolor y furia, Greninja se dejó ver junto a Maestro. En sus manos, sostenía un par de cuchillas de sombras. A pesar de haberse visto atrapado en la gigantesca Psicocarga, aquel Pokémon no parecía estar más herido de lo que lo había estado antes de que comenzase el ataque. Su inmunidad al poder psiónico y su gran agilidad le habían permitido eludir cualquier daño que aquel pequeño apocalipsis pudiese haberle causado. En aquel momento, se alzaba orgulloso y fresco para el combate, interponiéndose entre sus compañeras heridas y su enemiga.

- Déjalo en nuestras manos- Dijo Greninja, sin mirar atrás.

Greninja y Maestro observaron cómo Beta volvía a ponerse en pie tras haber recibido aquel ataque a traición. Los profundos cortes que le habían causado los Shurikens de Agua ya habían desaparecido. Greninja analizó la situación. Hasta el momento, tan solo la monstruosa herida que le había causado el Mordisco de Mawile había logrado hacerle un daño real a aquella Pokémon. Cualquier daño que no resultase en una pérdida importante de tejidos o una mutilación, parecía regenerarse por completo en apenas unos segundos. Quizás la Espada Santa de Maestro fuese capaz de cortar a través de aquellos resistentes huesos, pero Greninja sabía que sus filos no podrían atravesarlos. Aquello limitaba considerablemente su capacidad para herir a aquella criatura. Sin embargo, aún había un as en la manga con el que él contaba. Su ventaja de tipo frente a Beta le confería inmunidad a la mayoría de sus ataques, al mismo tiempo que le permitía utilizar sus cuchillas de sombra para interferir con sus poderes psíquicos. Si Greninja había entendido bien el funcionamiento de aquella Recuperación, deducía que se trataba de una habilidad de origen psiónico. Si le atacaba con su propia energía de tipo Siniestro, podría interferir con aquella molesta habilidad suya. Quizás no podría cortarla en pedazos con sus Tajos Umbríos, pero sin duda cualquier herida que le infligiera con ellos afectaría a su mente y sería mucho más difícil de regenerar.

No era necesario detenerse a trazar una estrategia de ataque con Maestro; ambos estaban tan perfectamente coordinados como lo había estado siempre. Greninja se lanzó hacia un ataque frontal mientras Maestro comenzaba a oscilar sobre sí mismo para ganar inercia con una Danza Espada. Beta se elevó unos metros en el aire y se rodeó nuevamente de una Barrera que la protegiese del daño físico. Greninja se acercaba a ella a una increíble velocidad, y Maestro había comenzado a desplazarse mientras la espada que formaba su cuerpo acumulaba una gran cantidad de fuerza centrífuga. Aquella era una situación complicada; sus dos enemigos eran muy diferentes entre sí, y los ataques que podían afectar a uno no tenían casi efecto en el otro.

Consciente de que Greninja era la amenaza más inmediata, Beta comenzó a crear una Esfera Aural en torno a su mano izquierda. A pesar de que su poder provenía de su mente y no de sus brazos, ahora que había perdido una extremidad, le resultaba mucho más difícil concentrarse para realizar dos ataques al mismo tiempo. Aunque su poder fuera inmenso, Beta sabía que le faltaba entrenamiento; algo que en realidad nunca antes se había planeado siquiera necesitar. Debido a la inestabilidad mental y emocional que se había apropiado de ella, le costaba concentrarse en dar forma a su Esfera Aural, y su enemigo estaba cada vez más y más cerca, amenazando con cercenarla con aquellas cuchillas de sombra. Aunque su Barrera estuviese activa, la siniestra energía de aquellas espadas no tardaría mucho en abrirse paso a través de ella; aquel ataque era una amenaza que no podía subestimar. Sabiendo que no le daría tiempo a formar una Esfera Aural completa antes de que Greninja la alcanzase, Beta lanzó la esfera contra su enemigo a media carga.

Greninja observó aquel proyectil de energía avanzando hacia él. Aunque aquella esfera no fuese tan grande y poderosa como las que le había lanzado a Mawile al principio del combate, él no tenía un cuerpo de acero ni estaba protegido por el Escudo Real de Maestro. Si aquel ataque le daba de lleno, lo haría volar en pedazos. Rápidamente, Greninja dispersó sus dos espadas de sombras y volvió a recurrir a su Mutatipo para aumentar su afinidad con el tipo Fantasma, adquiriendo momentáneamente un tono de piel ligeramente más oscuro y un aspecto etéreo, como si su cuerpo físico estuviese formado por humo. La Esfera Aural de Beta continuó avanzando en su trayectoria hasta llegar a él, pero cuando se produjo el choque entre ambos, la bola de energía le atravesó sin más, sin tener efecto alguno en él. En aquel momento, aprovechando su cambio de tipo, Greninja se agazapó en el suelo a apenas cinco metros de donde Beta se encontraba levitando. Sus manos entraron en contacto con su propia sombra, y ésta comenzó a deformarse y alargarse.

La Sombra Vil de Greninja se movió sigilosamente por la oscuridad de la noche hasta alcanzar la de Beta, quien trataba de elevarse levitando para alejarse de sus enemigos. Rápidamente, la sombra de Greninja atrapó la de su enemiga y comenzó a tirar de ella. Beta sintió cómo tiraban de forma violenta e implacable de ella hacia abajo, con tanta fuerza que ni siquiera su poderosa capacidad de levitación podía mantenerla en el aire. Aquel brusco tirón la obligó a aterrizar de golpe, y pudo sentir cómo sus piernas estaban completamente inmovilizadas. Por más que lo intentase no podía desplazarse de allí. Frente a ella, podía observar la silueta de un etéreo y ensombrecido Greninja, sosteniéndose sobre sus cuatro extremidades mientras manipulaba aquella Sombra Vil que la aprisionaba. En aquel momento, su enemigo era en realidad mucho más vulnerable de lo que pensaba.

Rápidamente, Beta se esforzó por crear una Bola Sombra con la mano que le quedaba y se preparó para lanzarla contra Greninja tan pronto como lograse acumular una buena cantidad de energía oscura. Quizás se hubiese librado de su Esfera Aural, pero aquella nueva afinidad con el tipo Fantasma sería su perdición. Sin embargo, Beta no logró crear a tiempo aquel proyectil con el que librarse de sus ataduras. Antes de que fuese capaz de contraatacar, un oscilante objeto metálico se propulsó por el aire, lanzado contra ella tan rápido como su capacidad de levitación y la inercia acumulada se lo habían permitido. La Cabeza de Hierro de Maestro impactó contra Beta en pleno centro de masa de su maltrecho cuerpo. Los huesos crujieron y se fracturaron a causa del monstruoso impacto, y Beta fue arrancada por la fuerza de su sujeción y lanzada violentamente por los aires. La sangre encapaba a borbotones por su boca y por nuevas heridas abiertas en su piel a causa del impacto. El golpe había sido lo bastante fuerte para hundir levemente su caja torácica y causar daño catastrófico a varios de sus órganos internos. El dolor era indescriptible; mayor incluso que cuando Mawile le había arrancado aquel brazo. En una criatura que no poseyera su excepcional resistencia física y su capacidad de Recuperación, la muerte habría tardado pocos segundos en llegar y reclamar su premio.

Greninja se sobresaltó al sentir cómo su enemiga era arrancada de aquel aprisionamiento que había realizado con su Sombra Vil. No creía que aquello fuese posible. Sin embargo, aquel Pokémon alcanzó a ver unos pequeños jirones de carne ensangrentados en el suelo, donde apenas un segundo antes mantenía atrapada a su enemiga mediante la unión entre sus sombras. La sujeción no había fallado, aquellas tiras de carne permanecían perfectamente sujetas; el impacto había sido lo bastante fuerte como para arrancarla de allí, descarnando parcialmente sus pies en el proceso. Greninja se sorprendió al oír cómo Beta continuaba gritando de dolor, a pesar de los masivos daños que su cuerpo había sufrido. Ante un golpe como aquel, lo lógico habría sido sufrir una muerte instantánea. Sin embargo, la resistencia de aquella Pokémon era digna de elogio. Parecía ser capaz de aguantarlo todo.

Sabiendo de sobra que en aquel estado era vulnerable a una manipulación energética tan básica como una Bola Sombra, Greninja recuperó su afinidad elemental habitual con los tipos Agua y Siniestro y volvió a formar una cuchilla de sombras en su mano derecha. Pese a la espectacularidad de aquel ataque, en realidad no habían logrado demasiado. Aquello era simple daño físico, dudaba que a su enemiga le resultase demasiado difícil recuperarse de nuevo. Sus sospechas se confirmaron cuando vio cómo Beta se estabilizaba levitando en medio del aire, a unos quince metros de altura. Sus heridas se cerraban a gran velocidad, deteniendo las hemorragias y regenerando sus huesos y órganos machacados; devolviendo su aspecto habitual a su caja torácica. El resultado de aquel ataque no le parecía muy alentador. En aquel momento, lamentaba que Maestro hubiese golpeado con su Cabeza de Hierro en lugar de cortar con su Espada Santa, pero Greninja sabía perfectamente que a su entrenador no le resultaba tan fácil como a él atacar con precisión a semejante velocidad. Si hubiese fallado el corte, él habría recibido la Bola Sombra de Beta, y quizás no hubiese vivido para contarlo. Maestro había priorizado interrumpir su ataque sobre causarle un daño irreversible, dejándose a si mismo el mínimo margen de error.

Beta volvió a manipular fuerzas telequinéticas y Greninja nuevamente sintió cómo el suelo crujía y se estremecía bajo sus pies. Aunque su agilidad y sus reflejos le permitían esquivar casi cualquier ataque dirigido contra él, en aquella ocasión Greninja supo al instante que no lograría escapar a tiempo. El ataque no iba dirigido contra él de forma quirúrgica, sino contra el área general donde estaba. En un amplio radio alrededor de donde se encontraban Maestro y Greninja, incontables grietas comenzaron a abrirse de nuevo en el terreno, para que a continuación comenzasen a brotar violentamente de ellas cientos de enormes púas rocosas de varios metros de altura. Aunque Greninja logró esquivar las primeras que emergieron, en seguida una Roca Afilada logró golpearle de refilón, lanzándole por los aires y desgarrando su piel al mismo tiempo que fracturaba su brazo derecho. Greninja fue lanzado violentamente por los aires a causa del impacto. El subidón de adrenalina que tenía en aquel momento le impidió darse cuenta de la gravedad de sus lesiones, y el Pokémon se aferró a la enorme estaca rocosa que lo había golpeado para permanecer a salvo mientras veía cómo a su alrededor más y más de aquellas rocas emergían formando un dantesco paisaje. A pocos metros de él, Maestro fue golpeado también por una de las Rocas Afiladas y varios trozos de metal se desprendieron de su cuerpo.

Mientras continuaba aplicando aquella energía curativa a su compañera herida, Gardevoir alcanzó a ver cómo Maestro y Greninja eran duramente castigados por aquel monstruoso ataque. Mawile había empezado a reponerse lentamente de aquellos daños; la articulación de su brazo había vuelto a su posición original, y aunque su piel metálica tenía aún varias marcas de magulladuras, sus heridas habían dejado de sangrar. Ya no sentía casi los efectos del Pulimento, aunque aún seguía dolorida y cansada por haberlo usado. Sin embargo, pese a que aún no se había recuperado del todo, la Pokémon se había esforzado por sentarse para poder contemplar la escena frente a ella, y en aquel momento observaba con horror cómo sus compañeros casi eran ensartados por aquellas rocas. Maestro probablemente recompondría sus pedazos rotos en pocos segundos, pero Greninja parecía haber sufrido daños serios. Por mucho que aquel Pokémon se esforzase en ocultarlo, aún no se había recuperado completamente de su combate en Ciudad Fractal, y aquel enfrentamiento se estaba volviendo demasiado cuesta arriba para él. Que hubiera sido golpeado de aquella forma por un ataque tan errático como aquel era una evidente prueba de ello. Mawile nunca había visto a Greninja dejarse golpear así. El dolor y el cansancio también le habían hecho mella, y se acumulaban cada vez más.

Sin dudarlo un segundo, Mawile volvió a ponerse en pie. Aún le dolían sus articulaciones, y se sentía exhausta, pero al menos ya era capaz de moverse. No podía quedarse allí sentada sin más mientras todos sus compañeros luchaban por protegerla. Ella no era ninguna inútil, y aún no estaba acabada. Había sido ella quien habría logrado causarle daños significativos a Beta. Tan solo tenía que conseguir, de alguna forma, hacerlo una vez más, y aquella pesadilla por fin terminaría.

- ¡No! ¡No te muevas!- Le gritó Gardevoir- Aún estás...

Mawile se giró momentáneamente hacia su compañera mientras señalaba con su brazo sanado a duras penas hacia donde se encontraba Greninja. Gardevoir dirigió una mirada nerviosa a su compañero herido. Probablemente, él también necesitaba ayuda, pero si continuaban así, llegaría un momento en el que sus compañeros sufrirían heridas a mayor ritmo del que ella podía sanarlas. Era una cuestión de tiempo que alguno acabase por recibir un golpe letal.

- No puedo quedarme aquí sentada viendo eso- Le reprochó Mawile- Tengo que hacer algo, aunque sea a costa de mi cuerpo. No me da miedo el dolor. Pero no estoy dispuesta a perder a nadie más.

Gardevoir dirigió una mirada nerviosa al cielo. En aquel claro en el bosque, a pesar de la nube de polvo que semejante devastación había levantado, aún se podía apreciar la brillante luna sobre sus cabezas. Fue en aquel momento, cuando Gardevoir se preguntó cómo había podido pasar por alto un detalle tan importante. Había recorrido aquel bosque con un techo de ramas y hojas sobre su cabeza, ocultándole el cielo nocturno; y, cuando llegaron al claro, casi no había apartado la mirada de la devastación que estaba teniendo lugar a su alrededor. Y sin embargo, como burlándose de ella, una brillante luna llena resplandecía en el cielo nocturno. Aquella era la oportunidad que había querido tres años atrás y que no había tenido.

- Atrae su atención y... No dejes que te mate- Le pidió Gardevoir, con la mirada perdida en el cielo estrellado sobre sus cabezas- Terminaré con esto; de una vez por todas.

Mawile miró hacia donde miraba su compañera y reparó también en la presencia de aquella luna llena. Aunque ella no tenía la capacidad de manipulación energética que tenía su compañera y no podía aprovechar de la misma forma el inmenso poder de aquel astro, Mawile también era un hada; la luz lunar también tenía un efecto vigorizante en ella. Tras observar cómo su distraída compañera comenzaba a levitar y elevarse lentamente en el aire mientras miraba fijamente a la luna con sus ojos rojos abiertos de par en par, Mawile se giró hacia sus compañeros a tiempo de ver una violenta explosión en mitad de aquel pequeño infierno de agujas rocosas.

Maestro proyectaba de nuevo su Foco Resplandor, tratando de asediar las defensas psíquicas de Beta, quien se protegía sin mucho esfuerzo con una Pantalla de Luz mientras lanzaba Esferas Aurales a medio formar frenéticamente, tratando de alcanzar a Greninja. Cada lanzamiento de aquellas bolas de energía cinética hacía explotar y colapsarse varias de aquellas agujas, mientras que un cansado, herido y dolorido Greninja se esforzaba para lograr esquivarlas a duras penas. Era solo cuestión de tiempo que acabase por acertarle; y cuando lo hiciese, no sería necesario un segundo disparo para acabar con él.

La petición que le había hecho Gardevoir parecía sencilla, pero resultaba mucho más sencillo pedirlo que hacerlo. Su enemiga levitaba muy lejos de su alcance, al otro lado de un campo de enormes astillas de roca, mientras parecía ser presa de algún tipo de demencia que la hacía atacar de forma casi indiscriminada a cualquier lugar donde creyera haber visto a Greninja. Maestro trataba de forma incesante de proyectar energía hacia ella y tratar de golpearla con ataques físicos para detener aquel bombardeo, pero ninguno de sus persistentes ataques lograba atravesar sus defensas psíquicas y alcanzarla. La triste realidad era que, a efectos prácticos, él era poco más que una pequeña molestia para una Pokémon tan poderosa. Ser virtualmente indestructible era su única virtud, y no le estaba resultando demasiado útil en aquel enfrentamiento.

Aunque gritase cualquier improperio que se le ocurriese desde allí, Mawile estaba segura de que Beta probablemente no la oiría o quizás incluso la ignoraría. En aquel momento, solo había una forma que se le ocurriese de atraer la atención de su enemiga, crearle a Gardevoir la oportunidad para atacar que le había pedido y salvar a su compañero herido. Tenía que convertirse a sí misma en una amenaza lo bastante seria como para obligar a Beta a que le prestase atención. Desde la posición en la que se encontraba, a Mawile tan solo se le ocurría una forma de lograr algo así.

Tal y como le había dicho a Gardevoir, no temía al dolor. No le importaba si moría o si terminaba lisiada tras aquel combate. Si aquella fuese su última batalla, Mawile no tendría queja alguna. Aquello era por lo que vivía; y si tenía que morir, prefería hacerlo allí que en cualquier otro lugar. Armándose de toda la determinación de la que pudo hacer acopio y apretando los dientes con fuerza, Mawile comenzó de nuevo a aplicar Pulimento a sus ya castigadas articulaciones. A pesar de apretar los dientes y tener la boca cerrada con fuerza, un desgarrador grito de dolor emergió de sus pulmones. Mientras sus hombros, sus codos, su cadera y sus rodillas comenzaban a chirriar y emitir chispas, podía sentir como si una fuerza ajena a ella tratase de arrancarle de golpe todas sus extremidades. Le dolía tanto que no sabía cómo iba a arreglárselas para moverse en aquel estado. Estaba recibiendo heridas sobre heridas, podía sentir cómo cada célula de su cuerpo metálico se quejaba de sus actos. Sin embargo, aquel era el precio a pagar para conseguir marcar la diferencia.

Sintiendo un intenso dolor a cada paso que daba, Mawile comenzó a correr hacia delante a gran velocidad. Cada vez que sus pies se apoyaban en el suelo, un insufrible dolor le subía por los tobillos hasta el abdomen, y con cada movimiento de sus brazos podía notar cómo sus hombros se resentían y su espalda parecía estar a punto de partirse en dos. Sin embargo, haciendo uso de todo el fanatismo que sentía hacia sus compañeros y la causa por la que luchaban, Mawile ignoró aquel dolor y continuó corriendo, sin saber tras cada paso si sería capaz de dar el siguiente; consciente de que cada movimiento podría ser el último. Cuando llegó hasta aquellas enormes espinas de roca, Mawile exprimió al máximo la potencia de su maltratada musculatura y se elevó varios metros en el aire de un salto, aterrizando torpemente sobre la parte superior de una de ellas. Manteniendo el ritmo con un esfuerzo que ella misma no creía ser capaz de hacer, continuó saltando de roca en roca mientras trataba de ganar altura y recortar la distancia que la separaba de Beta mientras no paraba de gritar. Mawile no trató de reprimir sus propios gritos; con suerte le ayudarían a que su enemiga se fijase más fácilmente en ella.

Beta alcanzó a ver y oír a Mawile. La pequeña Pokémon que tanto daño le había hecho corría hacia ella a gran velocidad, rebotando con gran torpeza por todo el campo de batalla y manteniéndose aferrada a duras penas a aquellas rocas. Beta dedicó una mirada indiferente a la Esfera Aural que acababa de formar junto a su mano izquierda. A continuación, calculó la trayectoria de su enemiga y apuntó el disparo.

- Desaparece, escoria- Murmuró Beta entre dientes.

Un movimiento del brazo izquierdo de Beta lanzó la esfera contra Mawile. Maestro observó la situación y volvió a realizar un Cambio Táctico a su Forma Escudo para tratar de interceptar el ataque, pero Beta lo apartó de un empujón telequinético y lo lanzó docenas de metros hacia su derecha. Mawile vio venir el proyectil y se movió bruscamente para esquivarlo. Logró apartarse de la trayectoria y evitar que le impactase de lleno, pero no lo fue capaz de alejarse lo suficiente de la zona de explosión. La Esfera Aural detonó contra una de las astillas de roca, haciéndola reventar y haciendo caer a Mawile con su onda expansiva, junto a varias toneladas de rocas. Mawile se precipitó al vacío desde algo más de diez metros de altura mientras recibía un golpe tras otro de aquellas rocas, para acabar cayendo violentamente al suelo junto a cientos de fragmentos rocosos.

Beta siguió con la mirada a Mawile mientras caía. La única indicación que tenía de que aquella Pokémon seguía con vida era lo mucho que gritaba de dolor. Cuando finalmente aterrizó sobre aquel rígido colchón de rocas, la pequeña criatura se retorció violentamente. Sus sentidos estaban tan saturados de aquel insufrible dolor que apenas tenía el control de su propio cuerpo. En aquel momento, pese a que jamás se habría imaginado a sí misma haciendo algo así, Beta sintió un sádico placer mientras reducía la altura de su levitación y se acercaba lentamente a ella. Su corazón latía a ritmo acelerado y la sangre le hervía en sus venas. No se reconocía a sí misma. Ansiaba con toda su alma extinguir finalmente la vida de aquella miserable criatura, a la que finalmente había logrado odiar.

- ¿Te diviertes ahora, estúpida?- Preguntó Beta tras detenerse levitando a apenas un par de metros por encima de su enemiga.

Mawile dedicó una mirada desafiante a Beta al mismo tiempo que apretaba los dientes y se obligaba a sí misma a dejar de gritar. Haciendo uso de unas últimas fuerzas que ni siquiera sabía que tenía, volvió a ponerse en pie. Su postura era encorvada, y las mandíbulas de acero de su cornamenta parecían haberse vuelto muchísimo más pesadas. Se había logrado poner en pie, pero no podía moverse mucho más. En otras circunstancias, aquel gesto tan solo le habría servido para poder permitirse el lujo de morir de pie. Sin embargo, para Mawile no era una cuestión de orgullo ni dignidad. Aquellos asuntos tan banales no significaban nada para alguien como ella. Su testarudo desafío hacia aquella criatura era sincero. Tenía una fe absoluta en sus compañeros, y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por ellos. Incluso sacrificarse a sí misma si era necesario para salvarles.

- Claro que sí- Respondió Mawile, dibujando con esfuerzo una sonrisa en sus metálicos labios- Hoy está siendo la mejor noche de toda mi vida.

- Ya veo- Refunfuñó Beta entre dientes, visiblemente malhumorada- Me alegra entonces que hayas la mejor para el final.

Beta apuntó a Mawile con su mano derecha y comenzó a acumular energía para crear una nueva Esfera Aural. A aquella distancia y contra una enemiga tan malherida, no había margen de fallo. La haría pagar por todo el daño que le había hecho. Mawile le había arrancado el brazo. Ahora ella la haría pedazos delante de sus compañeros y les mostraría a todos que desafiarla de aquella forma había sido un fatídico error. Nunca deberían haberla obligado a dar rienda suelta al monstruo que era.

A pesar de sentirse tan ofuscada ante el inminente asesinato, Beta alcanzó a percibir una masiva perturbación energética a casi un centenar de metros de donde se encontraba. Se trataba de un flujo de energía inmenso y terriblemente inestable que se concentraba en un único foco. Aunque al principio pensó en ignorarlo y concentrarse en ejecutar a Mawile para que dejase de ser un problema para ella, apenas un segundo después de que notase aquella acumulación de energía, un desgarrador y retumbante grito de agonía se hizo oír. Aquella potente voz parecía capaz de alcanzar cientos de metros a la redonda, y cada onda sonora irradiaba alguna clase de energía. El terreno alrededor de Beta comenzó a estremecerse como si un nuevo Terremoto estuviese a punto de comenzar. A causa de aquellas ondas sonoras, las grietas que ella misma había abierto en la roca del suelo comenzaron a agrandarse, y las cientos de astillas rocosas de su último ataque a gran escala comenzaron a partirse y fracturarse, incapaz de soportar aquella proyección de energía. Insegura de qué estaba sucediendo, Beta apartó la mirada de Mawile y la dirigió hacia el foco de aquella inmensa manipulación energética.

Gardevoir se encontraba levitando a un centenar de su enemiga, manteniéndose a unos treinta metros de altura. Un flujo energético proveniente de la luna llena descendía hacia su cuerpo, el cual había comenzado a resplandecer por cada centímetro de su piel y adoptar aquel característico color rosado de la energía feérica. En aquella ocasión, no sería como cuando luchó contra Aurelius. En aquel momento se encontraba en su forma de Mega Gardevoir, y estaba librando una batalla crucial. No se contendría; pensaba erradicar a su enemiga con aquel aunque le costase la vida. La energía feérica se acumulaba en su cuerpo más allá de los límites seguros y le producía un inmenso dolor. Gardevoir sentía como si todo el cuerpo le ardiese. Parecía como si su propio poder fuese a desintegrar su carne en cualquier momento. Gritaba de dolor mientras continuaba acumulando energía, y las ondas sonoras de su voz habían comenzado a devastar indiscriminadamente sus alrededores con descargas de poder descontroladas. Aquello le preocupaba; su voz podía herir a Beta, pero también podría causar daños a Mawile o Greninja, que ya de por sí estaban gravemente heridos. Aunque su cuerpo quizás pudiese aguantar un poco más, aquella acumulación comenzaba a poner también en peligro a su equipo. Si ella cruzaba la línea y acababa por estallar, se habría convertido en una pequeña arma nuclear feérica, y probablemente acabaría por obliterar a todo ser vivo en kilómetros al a redonda; incluyendo a sus compañeros.

No podía contenerlo más. Gardevoir abrió los ojos, localizó a Beta y extendió los brazos hacia ella. A continuación, mientras su garganta profería un desgarrador alarido de dolor que emitía de forma involuntaria aquellas destructivas ondas sonoras, Gardevoir comenzó a canalizar su Corriente Feérica hacia Beta. El grueso haz de energía de color rosado recorrió rápidamente la distancia que había entre ambas Pokémon y se detuvo al encontrarse con la Pantalla de Luz que Beta se apresuró a proyectar.

Beta apretó los dientes de dolor. Aquella proyección de energía feérica era mucho más intensa de lo que pensaba y resultaba muy dolorosa de bloquear. Podía sentir cómo una fuerte migraña comenzaba a brotar en su cabeza. El rayo de energía que se trataba de abrir paso a través de sus defensas, a apenas un metro de ella, irradiaba mucho calor, y estaba logrando producirle pequeñas quemaduras en su piel gris incluso a través de la Pantalla de Luz. Beta se preguntaba cómo era posible que Gardevoir, que parecía tan débil en comparación con ella, fuera capaz de majear semejante poder. De forma similar al Foco Resplandor que utilizaba Maestro, aquel era un ataque incesante, pero la cantidad de energía proyectada era ridículamente superior. Aquello explicaba por qué aquella Pokémon no paraba de gritar. Canalizar aquella energía era algo impensable para un cuerpo como el suyo, y resultaba extremadamente doloroso para ella. Consciente de que Gardevoir no podía continuar proyectando aquella energía para siempre, Beta se concentró en mantener la Pantalla de Luz a pesar del dolor que le producía hacerlo. No perdería en poder contra aquella Pokémon.

Gardevoir apretaba los dientes y se esforzaba en continuar canalizando su Corriente Feérica. El potencial energético de aquel ataque era inmenso, sencillamente incontenible. Las defensas psíquicas de Beta eran formidables, pero no podían resistir su asedio eternamente. Gardevoir sabía que estaba causando daños a su cuerpo y a su mente canalizando aquel ataque, pero no le importaba. Tan solo necesitaba asegurarse de no morir hasta haber atravesado aquella Pantalla de Luz. Si lograba evitar que su vida se extinguiese como la llama de una cerilla antes de lograr atravesar aquella barrera, el combate habría terminado. Podría salvar a sus compañeros heridos y vengar la muerte de su entrenador a manos de aquel monstruo. Beta permanecía allí quieta, proyectando la barrera, esperando a que su ataque cesase. Gardevoir sabía perfectamente que no era ni remotamente lo bastante poderosa como para vencerla en un duelo de poder directo. Sin embargo, aunque Beta creyese llevar la ventaja en un choque entre poderes, Gardevoir sabía que aquello no era una cuestión de poder. Si se trataba simplemente de energía para proyectar, ella tenía toda la energía de la luna a su disposición; no se quedaría sin poder. Pero aquel no era un duelo de poder, sino de voluntad; algo en lo que Gardevoir no estaba dispuesta a perder. Si se trataba de ver quién aguantaría más, ella atacando o Beta defendiéndose, su disciplina y su perseverancia estaban a años luz de las de aquella abominación.

Con un esfuerzo titánico, y consciente del riesgo que asumía, Gardevoir intensificó la energía de su Corriente Feérica. La energía le quemaba los brazos, hasta el punto que parecía que se convertirían en cenizas de un momento a otro. Sus desgarradores gritos de dolor se convirtieron en un intenso gruñido de esfuerzo. Apretó los dientes hasta que le sangraron las encías, y se concentró en que no se desperdiciase ni la más mínima parte de su poder.

Beta dejó escapar un angustiado grito de dolor cuando su migraña se intensificó más allá del límite que podía tolerar. Su propio poder psíquico se volvía difícil de controlar. Su piel le ardía y se llenaba de quemaduras. Sus propias lágrimas parecían evaporarse casi al instante cuando brotaban de sus ojos. No podía contenerlo más. Su Pantalla de Luz cedió, y el haz de energía de la Corriente Feérica impactó en ella. La inmensa descarga de energía llegó hasta su carne y destruyó cuánto tejido orgánico encontró en su camino. Casi toda la mitad izquierda de su cuerpo desapareció, prácticamente desintegrada por aquella energía. El brazo que le quedaba, junto con su pierna izquierda y gran parte de su costado izquierdo se convirtieron en una única y enorme herida cauterizada. Su cuerpo se encontraba en carne viva, con casi toda su piel completamente quemada por aquella energía. Para cuando la Corriente Feérica se detuvo, todo lo que quedaba de Beta sobre aquel suelo de rocas era una masa de carne completamente mutilada y desollada que convulsionaba violentamente mientras gritaba. No había forma de que su Recuperación la salvase de aquellos daños catastróficos. La única extremidad que aún conservaba era su pierna derecha, completamente inútil por sí misma, y la mayoría de sus órganos internos habían recibido daños catastróficos a causa de la masiva pérdida de tejidos y la temperatura de aquella energía.

Gardevoir dejó escapar un largo suspiro mientras disipaba el exceso de energía feérica de su cuerpo. Lo había logrado. Estaba exhausta, dolorida y empapada en sudor, pero lo había conseguido. Había asestado un golpe mortal a la criatura que más odiaba en todo el mundo. De entre todas las veces a lo largo de su vida que había herido a los demás, aquella había sido sin duda la vez que mejor se había sentido al respecto. Su alma sentía tal grado de regocijo que apenas sentía leves vestigios del dolor que le había causado manipular aquella masiva descarga de energía. Rápidamente, Gardevoir se apresuró a levitar hacia donde se encontraban Mawile y Beta. Su compañera permanecía aún en pie, mirando fijamente a la agonizante criatura que había a frente a ella; disfrutando del momento. Disfrutando de aquella victoria que tanto dolor les había costado.

Cuando aterrizó junto a Mawile, Gardevoir observó a Beta con satisfacción. Aquella criatura le dedicaba una mirada de pánico mientras trataba de moverse, en vano. El cuerpo tan antinatural que tenía se negaba a morir sin más. Su capacidad de Recuperación había comenzado a sanar su piel quemada y a aliviar su dolor, pero no había forma de que recuperase todos los tejidos corporales que había perdido. Ni siquiera era probable pudiese sobrevivir aunque cerrase todas sus heridas. Sus órganos internos habían sido abrasados por aquel ataque, y Gardevoir estaba segura de que algunos de ellos ya no estaban enteros dentro de su cavidad corporal.

Mientras se regodeaba contemplando su éxito, Gardevoir alcanzó a escuchar un sonido de pasos y pequeños fragmentos de rocas desplazándose. Frente a ellas, al otro lado de donde agonizaba Beta, Maestro y Greninja aparecieron entre las rocas. Greninja caminaba con dificultad, apoyándose en Maestro, que levitaba a su derecha. Estaba visiblemente herido, pero no parecía que su supervivencia estuviese en peligro. Tanto Maestro como Greninja no tardaron en reparar en la angustiada criatura que se retorcía a los pies de Mawile y Gardevoir. Cuando la vieron, Greninja se esforzó en acelerar el paso y ambos se acercaron más.

- Increíble...- Elogió Greninja, dejando escapar un exhausto suspiro.

- Por fin- Dijo Maestro, con su único ojo clavado en Beta.

El desagradable bulto de carne que había en el suelo frente a ellos dejó escapar un furioso grito al mismo tiempo que doblaba la espalda violentamente, tratando en vano de alzarse.

- ¡Necios!- Les gritó Beta, más indignada que dolorida- ¡Ahora nadie podrá detener a Alfa! ¡Ese estúpido pueblucho vuestro va a ser borrado del...!

Beta no logró terminar su frase. Obteniendo fuerzas del sádico regocijo que sentía, Mawile dirigió una precisa dentellada contra su cabeza con su mandíbula derecha, decapitando y ejecutando finalmente a Beta; silenciando aquella molesta voz para siempre. Odiaba escuchar aquella voz; odiaba a aquella criatura. No sabía a qué estaban esperando sus compañeros para acabar con aquella cosa, pero ella ya había tenido más que suficiente. Ni siquiera estaba de humor para hacerla sufrir, tan solo quería acabar con ella de una vez por todas, antes de que de alguna forma lograse recuperarse. Mawile acababa de cumplir finalmente con la amenaza que profirió en aquel pútrido y maloliente pantano. Su venganza personal se había consumado.

- Cállate de una vez- Dijo Mawile, con desprecio- No me tomaste en serio cuando dije que te encontraría... ¿Verdad?

Mientras Mawile acercaba la mandíbula con la que había decapitado a Beta a sus manos y la abría para contemplar su ansiado trofeo, Greninja se dejó caer hacia atrás de forma que terminó sentado en aquel incómodo suelo de rocas. Aquella superficie resultaba desagradable, pero nunca se había sentido más cómodo y en paz en toda su vida. La batalla había sido larga, y mucho más desagradable de lo que se había atrevido a estimar. Se encontraba cansado y dolorido, pero al menos podía consolarse sabiendo que habían ganado. Su lucha aún no había terminado. Otro más de aquellos monstruos salidos de una probeta aún andaba suelto. Sin embargo, aquello no restaba mérito a aquella victoria que acababan de obtener. Habían logrado lo impensable; algo que nadie había creído que pudiesen hacer. Finalmente habían matado a Mewtwo. Tiberius, Octavia, Malva, Sabrina y una larga de lista de capullos podían irse al infierno. Contra todo pronóstico, lo habían conseguido.

Greninja alzó momentáneamente la mirada para ver en qué estado se encontraban sus compañeros. Mawile parecía estar bastante herida, pero no parecía que fuese a morirse; probablemente volvería a encontrarse como nueva después de un Pulso Curativo y un par de días de descanso. Gardevoir había tenido algo más de suerte, y sus heridas físicas parecían limitarse a algunos rasguños en su piel. Sin embargo, aquella Pokémon permanecía completamente catatónica con la mirada fija en Maestro. Su entrenador también permanecía inmóvil, devolviendo aquella siniestra mirada a su compañera. A pesar del regocijo de aquella situación, Greninja sabía que algo no iba bien.

- ¿Ha dicho...? ¿Nuestro pueblo?- Preguntó Maestro, con un pequeño hilo de voz que emitía a duras penas- Ese... Alfa... ¿Va hacia Pueblo Vánitas?

- No... No puede ser- Murmuró Gardevoir, hablando para sí misma- No lo detendremos a tiempo... No podemos...

Mawile apartó momentáneamente la mirada de la cabeza cortada que sostenía en sus manos y miró simultáneamente a Maestro y a Gardevoir.

- El otro Mewtwo... ¿Va hacia Pueblo Vánitas?- Preguntó Mawile, no muy segura de haber entendido bien la situación.

Greninja dejó escapar un pequeño gruñido y refunfuñó brevemente para sí mismo. A continuación, se esforzó por volver a ponerse en pie.

- Es una pena, pero hay un número limitado de vidas por las que puedo llegar a preocuparme- Declaró Greninja, con cierta amargura en su tono de voz- Hemos salido todos con vida de esta. Perder nuestro hogar, después de lo que hemos vivido, casi no me importa. Deberíamos recuperarnos de esta y averiguar cómo dar con ese tal Alfa.

Gardevoir se volvió hacia Greninja con un movimiento de cabeza siniestramente lento y le dedicó una mirada angustiada con sus llorosos ojos rojos. En aquel momento, su rostro exteriorizaba más miedo y dolor del que había exteriorizado durante todo el combate contra Beta.

- No lo entiendes...- Le dijo Gardevoir- ¡Mismagius está en Pueblo Vánitas!

Greninja permaneció completamente inmóvil ante la noticia y sintió cómo su corazón se aceleraba rápidamente al recibir aquella información. Hacía ya tres años y medio que no veía a Mismagius; desde que Maestro murió y cada uno de sus Pokémon fueron liberados y siguieron su propio camino. Aquella Pokémon era tan parte de su familia como lo eran Maestro, Gardevoir o Mawile. La idea de que aquel otro Mewtwo pudiese encontrarla en Pueblo Vánitas hizo que el estómago se le encogiera. Mawile dejó caer su trofeo al suelo al recibir la noticia, mientras su rostro se congelaba en una expresión de horror. Mismagius era ridículamente débil y tenía un instinto de supervivencia completamente atrofiado. Mawile había probado en sus carnes el horror que suponía enfrentarse a un Mewtwo. Mismagius no tenía absolutamente ninguna posibilidad de sobrevivir frente a aquella criatura.

Lo primero que inevitablemente pensó Mawile era que no sabía cómo haría para enfrentarse de nuevo a otro Mewtwo. Su cuerpo había salido realmente mal parado de aquel enfrentamiento. Aunque al final ni había muerto ni parecía haberse quedado lisiada, no sería capaz de luchar de la misma forma en varios días. Su cuerpo de acero era formidable, pero no daba para más. Por otra parte, estaba el hecho de que le había parecido entender que Beta tenía miedo del poder que había demostrado el tal Alfa. Si una criatura tan poderosa como Beta, a la que habían derrotado a duras penas, era más débil que el otro Mewtwo, entonces Mawile no tenía ni idea de cómo podrían esperar ser capaces de derrotarlo. Todo aquello sin contar con el hecho de que no tenían ninguna forma de llegar rápidamente a Pueblo Vánitas. Se encontraban heridos en el medio de la nada, en pleno Bosque Verde, a cientos de kilómetros de la estación de tren más próxima, en un país que había sido azotado por una catástrofe. En el mejor de los casos, podía esperar volver a Kalos en una o dos semanas, pero si lo que había dicho Beta era cierto, quizás incluso ya fuese demasiado tarde.

- ¿Qué vamos a hacer?- Preguntó Mawile con voz temblorosa- ¿Realmente no podemos hacer nada para salvarla?

Gardevoir examinó detenidamente sus propias manos. Todavía conservaba aquel tono de piel oscuro que le confería su Megaevolución. Sus brazos emitían aún unos pequeños hilos de humo a causa de la energía residual que todavía no había terminado de disiparse. El dolor que sintió al canalizar su Corriente Feérica aún era un recuerdo cercano. Sin embargo, en aquel momento, alguien debía ser sacrificado. Si ella no hacía nada, Mismagius moriría. Quizás en el pasado hubiese mantenido una pequeña rivalidad con aquella Pokémon, y quizás a menudo le hubiese reprochado su actitud, pero quería a aquella pequeña fantasma como a una hermana. Sin embargo, si hacía lo que estaba en su mano para intentar salvarla, volvería a atravesar de nuevo un infierno personal.

Lentamente, Gardevoir paseó la mirada por sus compañeros. A lo largo de la última hora, cada vez que los había mirado, no había podido evitar pensar que quizás aquella podría haber sido la última vez que los viese. Cuando Beta finalmente se desplomó, derrotada por su Corriente Feérica, Gardevoir alejó ese molesto sentimiento de su mente. Sus compañeros seguían vivos, y ella misma había logrado sobrevivir a aquel combate. Sin embargo, una vez más, aquella maligna sensación se apoderaba de ella. En aquel momento miraba a sus compañeros nuevamente sabiendo que quizás fuese la última vez que los viese en su vida. Alguien debía ser sacrificado. O se sacrificaba a sí misma para intentar salvar a Mismagius, o permitía a aquel monstruo asesinar a su compañera para no tener que hacer lo que estaba a punto de hacer. Obviamente, la decisión por su parte ya estaba más que tomada. Quizás Maestro no hubiese sido un entrenador ejemplar, pero Gardevoir no le habría cambiado por ningún otro y estaba orgullosa de ser su Pokémon y haber recibido sus enseñanzas. Y, entre aquellas enseñanzas, no se encontraba abandonar a una compañera en peligro.

- Creo que... Hay algo que puedo hacer- Dijo Gardevoir, clavando la mirada en el suelo y evitando mirar a sus compañeros a la cara.

El silencio fue lo único que obtuvo como respuesta. Sus compañeros tenían la mirada clavada en ella. Gardevoir podía sentir la presión del momento. Era plenamente consciente de las implicaciones que tenía lo que estaba a punto de decir. Sabía perfectamente que a sus compañeros no les gustaría; pero era la única manera. De haber alguna alternativa, no habría propuesto recurrir a eso.

- Si exprimo hasta la última gota de mi poder, quizás pueda teletransportarnos a Maestro y a mí a Pueblo Vánitas, o al menos a Kalos- Explicó Gardevoir, hablando en un tono de voz que no lograba ocultar lo terrorífica que le resultaba aquella idea- Maestro es el único que aún podría seguir luchando y... No parece que sea capaz de morir. Es la única forma que se me ocurre de salvar a Mismagius.

- ¡Eso es una locura!- Respondió Maestro, hablando a gritos- ¡Es demasiado peligroso! ¡Podrías morir del esfuerzo o por el contacto con el acero!

- ¡Es la única forma!- Le gritó Gardevoir- ¡Si no lo hacemos, Mismagius morirá!

Maestro guardó silencio mientras una nueva oleada de humo negro abandonaba su forma física. Su cuerpo de acero temblaba, incapaz de levitar de forma estable. Sabía que Gardevoir tenía razón, pero también sabía que él tenía razón. Aquella maniobra era demasiado peligrosa, su compañera podría morir intentándolo. Quería salvar a Mismagius, pero no quería perder a Gardevoir. Si ella moría, Maestro no sabía qué haría. No era siquiera capaz de pensar en ello con claridad. Sin embargo, una cosa sí que tenía clara. No pensaba sacrificar a una compañera para salvar a otra. Aquella no era su forma de hacer las cosas. No se dedicaba a recortar pérdidas como un desalmado. Si no podía salvar a Mismagius, tendría que aprender a vivir con otro fracaso más; pero no podía permitir que Gardevoir hiciera eso y arriesgarse a acabar perdiéndolas a las dos. No era lo bastante fuerte para hacer algo así. Su voluntad no era tan férrea.

- ¡No!- Insistió Maestro- No puedo dejar que te suicides de esa forma.

- ¡No me moriré, lo prometo!- Rogó Gardevoir a gritos- ¡He resistido todo lo que el mundo ha lanzado contra mí! ¡Resistiré esto también! Pero no puedo aguantar la idea de dejarla morir sin hacer nada... ¡Acompáñame o lo haré yo sola! ¡Te lo exijo! ¡Tú la mandaste allí! Asume tu responsabilidad.

Maestro guardó silencio ante los reproches de su compañera. Su forma física temblaba cada vez más, y su cuerpo metálico estaba comenzando a agrietarse por sí mismo. Aquella situación era más de lo que él podía soportar. No habían luchado durante todo el camino hasta llegar allí, no se habían esforzado y sacrificado tanto, para ahora ver morir a Gardevoir de aquella forma. Aquella no era la razón por la que había hecho todo lo que había hecho. Por supuesto que a lo largo del camino había tenido que asumir sacrificios. Llevaba años cargando con ello en su conciencia y haciendo su mejor esfuerzo para asegurarse de que todos los sacrificios realizados merecieran la pena. Sin embargo, aquel le parecía a Maestro un sacrificio injustificable. Ignoraba cómo iba a ser capaz de justificar algo así; no al mundo, sino a sí mismo.

Lo cierto era que, después de todo, y por mucho que Gardevoir le gritase, él era el entrenador; él era el líder de aquel grupo. Su palabra era la más importante. Él era la voz de autoridad que daba las órdenes. Podía negarse sin más. Quizás Gardevoir le odiase eternamente por hacerlo, pero Maestro prefería soportar su odio a su pérdida. Maestro dedicó un fugaz vistazo a Mawile y Greninja. Sus angustiados rostros tenían la mirada clavada en él, mientras esperaban a su decisión. A lo largo de todos aquellos años, siempre se habían vuelto hacia él y habían esperado su decisión cuando las cosas se torcían. Aquellas ilusas criaturas lo habían considerado un buen líder. Sin embargo, aquello acababa de exponerle; no ante sus compañeros, sino ante sí mismo. Le habían contado tantas veces aquella mentira que había terminado por creérsela. No era un buen líder. Gardevoir era más inteligente que él, Greninja era más metódico y Mawile tenía una voluntad mucho más fuerte que la suya. Él no era más que un farsante cuya única virtud había sido ser humano; su único papel en aquel grupo había sido ser un nexo de unión entre Pokémon que en circunstancias normales se hubieran cazado y devorado entre sí. Una mera formalidad para la convivencia. Un falso guía al que en aquel momento exigían unas respuestas que no tenía. Un falso titán al que pedían que cargase con el peso del mundo cuando a duras penas se mantenía a sí mismo en pie.

Maestro sabía que podría negarse, y comprendía perfectamente que hacerlo sería el fin de aquel grupo. Aquello era también algo que creía poder soportar. Si todos sus Pokémon le daban la espalda y se marchaban, al menos se salvarían de tener que vivir aquella pesadilla en la que él había convertido sus vidas. En retrospectiva, casi lamentaba que no lo hubiesen hecho veinte años atrás. Sin embargo, había algo a lo que a Maestro le costaba renunciar. Incluso a pesar de haberles guiado de aquella forma a la perdición, aquellos Pokémon aún conservaban aquella fe ciega en él. Aquello era algo que sabía que no merecía, pero a lo que a pesar de todo deseaba aferrarse en sus últimos momentos. No podía traicionar sin más aquella fe. Quizás no había podido ser el entrenador que aquellos Pokémon merecían; pero quizás pudiese convertirse en el entrenador que querían. El comportamiento y la conducta de todos ellos era fruto de lo que les había inculcado. Él era el culpable de que todos ellos parecieran tener tanta prisa por morir. Después de todos aquellos años, no podía negarles sin más aquella voluntad. No podía pedirles que desaprendieran todo lo aprendido. Gardevoir tenía razón. Tenía que ser consecuente con lo que había hecho y asumir la responsabilidad. Aquello era lo que debía hacer un líder. Quizás aquella fuese su última oportunidad de redimirse; de perdonarse a sí mismo.

- Júrame que no te esforzarás hasta morir- Pidió Maestro, mirando a los ojos a Gardevoir y hablando con firmeza- Júrame que no harás que todo esto haya sido en vano.

- Lo juro- Se apresuró a responder Gardevoir.

Maestro sabía que su compañera le mentía. En aquel momento, Gardevoir le diría cualquier cosa con tal de que se prestase para aquella locura. Sin embargo, aquella era su voluntad. Negársela habría sido demasiado ruin y egoísta por su parte. No tenía ningún derecho a hacerlo.

- Está bien- Respondió Maestro con pesar- Más te vale cumplirlo.

- No te muevas- Le pidió Gardevoir.

La actitud de su compañera era brusca y severa. Maestro sabía que se había enfadado con él por haberse negado. No la culpaba por ello, pero le habría gustado que Gardevoir pudiese entender un poco mejor su punto de vista de aquella situación. Aunque ambos estaban conectados mediante su Sincronía, Gardevoir estaba ahogando todo el miedo y la angustia que él sentía con sus propias emociones negativas. Estaba tan llena de su propio dolor que no podía compartir el de nadie más. Aquello a Maestro le parecía justo, pero extremadamente inconveniente en un momento tan crucial.

Gardevoir se situó justo detrás de Maestro, con tan solo unos centímetros de separación entre su piel y el nocivo acero del cuerpo de aquel fantasma, y cerró los ojos mientras se concentraba. La percepción espacial de su entorno lo era todo en aquel momento. Al tratarse de un Teletransporte a tanta distancia, lograr una precisión absoluta era prácticamente imposible, pero tenía que lograr acercarles todo lo que pudiese a Pueblo Vánitas si querían aprovechar la mínima posibilidad que aún tenían de llegar a tiempo. De haber ido ella sola, las cosas hubieran sido más sencillas. Podría haber hecho el viaje a lo largo de varios Teletransportes, de algunos cientos de kilómetros cada uno. Sin embargo, ella no tenía ninguna posibilidad de vencer a Alfa. Su única opción de victoria era lograr llevar a Maestro, y Gardevoir sabía que terminaría seriamente herida en el proceso. No podía arriesgarse a necesitar más de un Teletransporte; no sabía si su maltratado cuerpo y su exhausta mente serían capaces de hacerlo una segunda vez. Tenía que recorrer los miles de kilómetros que la separaban de Pueblo Vánitas de un solo viaje. Gardevoir recordó los mapas del mundo que había estudiado a lo largo de su vida, estimó las distancias y realizó cientos de cálculos en apenas un instante.

Cuando finalmente creyó visualizar con relativa precisión la posición de su hogar, Gardevoir extendió ambos brazos y se abrazó a Maestro con todas sus fuerzas al mismo tiempo que comenzaba a acumular energía para realizar aquel desplazamiento. El contacto del acero con una buena porción de su piel comenzó a quemarla de forma horriblemente dolorosa, pero Gardevoir no gritó. Si lo hacía, la voluntad de Maestro podría volver a ser puesta a prueba, y podría echarse atrás. Tenía que mantenerse firme, y demostrarle que era mucho más fuerte de lo que él creía. Gardevoir mantuvo la concentración en aquel punto concreto en el espacio que había vislumbrado y continuó acumulando energía mientras su cuerpo se estremecía levemente.

Greninja y Mawile observaron con horror cómo Gardevoir ponía su poder al límite mientras se aferraba con fuerza a Maestro, quemándose cada vez más en el proceso. El cuerpo de Gardevoir había comenzado a emitir humo y olía a carne quemada. Aquel contacto emitía el mismo sonido que un pedazo de carne en una plancha caliente. Sin embargo, Gardevoir se mantuvo agarrada con firmeza, hasta que de repente ambos desaparecieron sin más en medio de un pequeño estallido de energía.

El cuerpo de Mawile comenzó a cambiar cuando su entrenador desapareció y el flujo de energía entre su Mawilita y la Piedra Activadora se interrumpió, y aquella pequeña Pokémon comenzó a recuperar su estatura, su tono de piel y su anatomía habitual. Greninja observó cómo su compañera recuperaba aquel aspecto, y finalmente se dejó caer de espaldas y se quedó tumbada boca arriba sobre aquel maltrecho suelo de rocas. Pese a que él no tenía un cuerpo de acero y el contacto con aquella superficie era desagradable, Greninja imitó aquel movimiento y se tumbó junto a ella, dejando que su mirada se perdiera en aquel cielo estrellado presidido por la luna llena que les había ayudado a obtener aquella victoria. En aquel momento, Greninja ya no podía hacer nada por ayudar ni tampoco sabía nada de lo que estaba pasando. No tenía forma de saber si Gardevoir había sobrevivido a aquel Teletransporte, o si habían logrado llegar a Pueblo Vánitas. Tampoco tendría forma de saber, al menos en uno o dos días, si habrían logrado derrotar a Alfa o salvar a Mismagius. Aquella era una incertidumbre que le consumiría por dentro a lo largo de las próximas horas.

- No pongas esa cara- Le reprochó Mawile, mirando hacia él- Parece que no conocieras a esos dos. No van a perder.

Greninja le devolvió la mirada y se esforzó por hacer salir de su garganta una incómoda risa. No sabía si Mawile trataba de reconfortarle a él o lo hacía por sí misma. No estaba seguro de si aquella fe era sincera. Tratándose de Mawile, probablemente lo era. En aquel momento, Greninja se sintió culpable por no creer en sus compañeros de la forma que ella lo hacía. Habían logrado llegar hasta allí, y habían conseguido lo imposible. Sin embargo, aquel nuevo obstáculo a superar parecía tan inmenso que Greninja podía sentir cómo todo lo que habían logrado se empequeñecía. En aquel momento, envidiaba la extrema devoción que Mawile tenía hacia ellos; incluso si implicaba un cierto grado de desconexión con la realidad.

- Claro que no- Se obligó a responder Greninja.

Mawile volvió a fijar su mirada en la luna llena. En aquel momento, se sentía libre y en paz. Mucho más de lo que se había sentido nunca. Después de todos aquellos años, por fin se sentía capaz de pasar página. Por fin estaba en paz consigo misma. Ya no tenía una debilidad interna que ocultar. Por fin se había convertido en la clase de Pokémon que siempre había querido ser.

- Oye, Greninja...- Dijo Mawile, sin apartar la mirada del cielo.

- Dime- Respondió Greninja.

- ¿Te he contado alguna vez que Maestro no es mi primer entrenador?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top