Capítulo 20: Aurelius
Maestro observó cómo el exorcista se acercaba lenta pero decididamente hacia él. Si de algo se había enorgullecido Maestro durante todos aquellos años persiguiendo a Mewtwo y poniendo en jaque a organizaciones criminales, era de su capacidad para mantener la calma y actuar de forma fría y calculadora incluso en los momentos más extremos. Sin embargo, aquella situación no podía compararse con nada de lo que había vivido anteriormente. Nunca había tenido miedo a morir; pero en aquel momento, sabía perfectamente lo que le esperaba al otro lado si aquel agente de Rey Arceus realmente lograba desterrarle del mundo de los vivos. Después de tantos años, finalmente había llegado el día en el que Maestro entró en pánico. No podía permitirlo. Era sencillamente inadmisible. No podía permitir que aquel encapuchado le enviase de vuelta a aquel tormento; no podía permitirle que realizase aquel ritual. Tenía que matarlo antes de que una sola palabra más saliese del oscuro interior de aquella siniestra capucha.
Sin pensar en las consecuencias, Maestro concentró toda la energía que fue capaz de reunir en su escudo, y proyectó hacia Aurelius el Foco Resplandor más potente y descontrolado que había disparado desde que adoptó aquella forma. Aquel ardiente láser plateado era el doble de grueso que los que había usado anteriormente, y su resplandor argenta iluminaba completamente aquella oficina como un foco industrial. Maestro podía sentir cómo su existencia metafísica se estremecía al liberar semejante cantidad de energía de golpe. Sentía dolor, tanto físico como espiritual; y podía sentir cómo su escudo de acero incrementaba su temperatura hasta ponerse al rojo vivo.
Aurelius apuntó hacia Maestro con tan solo su mano derecha y proyectó una Pantalla de Luz frente a él con la que detener aquel desesperado ataque. Cuando el Foco Resplandor de Maestro impactó contra aquella barrera, Aurelius se sintió cegado por aquel brillo, y podía sentir el abrasador calor que traía consigo aquella masiva proyección de energía. Sin embargo, pese a la potencia de aquel ataque, su Pantalla de Luz resistía. Aquel espectro estaba proyectando la energía de su Foco Resplandor de forma iracunda y descontrolada; no había armonía ni disciplina alguna en la ejecución de aquella proyección energética. Quizás fuese devastador contra un objetivo desprotegido, pero un ataque tan disperso y poco concentrado jamás lograría atravesar una barrera como la suya; que era fruto de energías estables y perfectamente controladas.
Maestro dejó escapar un iracundo alarido espectral que hizo que Aurelius se estremeciera brevemente, aunque no logró romper su concentración. Mientras canalizaba aquel frenético ataque, Maestro sentía cómo la ira y el dolor fluían constantemente por toda su forma. Ansiaba salir de aquella prisión, y aunque sentía cada vez más dolor mientras disparaba aquel Foco Resplandor, su ataque no se detenía por nada. Sin embargo, no estaba siendo suficiente para acabar con aquel agente. Necesitaba más energía; necesitaba más potencia para atravesar aquella barrera y carbonizar a aquel enemigo.
Dejando escapar un continuo grito de dolor, Maestro hizo acopio de hasta el último resquicio de sus fuerzas y proyectó aún más energía en el ataque. El láser del Foco Resplandor pareció volverse ligeramente más grueso durante un instante, para finalmente desaparecer por completo y devolver la habitación a las tinieblas a las que pertenecía. Maestro se agitó violentamente, en un arrebato de confusión. No había dejado en ningún momento de emitir aquella energía; aún podía sentirla rebosando en su interior, ansiosa por salir. Sin embargo, el Foco Resplandor se había detenido, y Maestro no entendía por qué.
Un breve vistazo a su mano derecha reveló a Maestro la razón por la que su ataque se había detenido. El escudo de acero que utilizaba como canalizador para aquel ataque había sido puesto al límite desde el principio; pero cuando intentó aumentar la intensidad del Foco Resplandor por segunda vez, la temperatura generada por aquel ataque superó con creces lo que aquel acero podía resistir. En aquel momento, la tela del brazo derecho de Maestro estaba en llamas; y su Escudo Real no era más que un resplandeciente charco de metal fundido en el suelo; a pocos centímetros de él.
Al bajar la mirada hacia el suelo para contemplar con horror lo que había sido de su escudo, Maestro se percató de unas inscripciones grabadas en el suelo de mármol de aquel edificio. Se trataba de una serie de confusos glifos que parecían haber sido cincelados en el mármol mediante Telequinesis. Aquellos extraños grabados describían un círculo alrededor de su posición; coincidiendo con los límites de aquella prisión infranqueable en la que había sido atrapado. De haberlos descubierto antes de perder su escudo de aquella forma, quizás podría haber intentado usar su Foco Resplandor para sabotearlos en lugar de atacar a Aurelius; sin embargo, su único medio para proyectar energía había quedado inservible. No importaba que fuese un espectro y dispusiese de energía ilimitada con la que atacar; su cuerpo no era más que un Aegislash. Cualquier ataque que su forma física no fuese capaz de soportar acabaría con un resultado parecido si intentaba pedirle lo imposible a su cuerpo. Incluso el acero tenía un límite.
Maestro giró sobre sí mismo para orientar su empuñadura hacia el suelo y trató de golpear violentamente aquellas inscripciones en el mármol. Sin embargo, aquello también era inútil. Aquellos glifos eran el origen de la barrera que lo rodeaba; y al intentar golpearlos con su acero, su Cabeza de Hierro inevitablemente acababa chocando con la propia barrera y rebotando contra ella sin causarle daño alguno a aquellas inscripciones. Tras un par de intentos fallidos, Maestro volvió a apuntar su hoja hacia el suelo y orientar su ojo hacia Aurelius. No podría salir de aquella prisión con tan solo la fuerza bruta. Para poder intentarlo, necesitaría regenerar su escudo y ser capaz de utilizar de nuevo su Foco Resplandor. Sin embargo, necesitaba calma, serenidad y determinación para poder regenerar los daños en su cuerpo de acero; algo que no sería posible mientras aquel exorcista estuviese allí.
- Veo que ya te has fijado en los glifos- Dijo Aurelius, sintiendo un gran alivio al comprobar de primera mano que aquellas inscripciones funcionaban- Un poco tarde, la verdad. Ya no vas a salir de ahí; ni siquiera aunque abandones tu recipiente.
- ¡Entonces vendrás conmigo!- Gritó Maestro.
Con un rápido movimiento, Maestro descendió bruscamente y hundió su hoja de acero en el mármol. A continuación, tocó su propia sombra con la única mano que aún conservaba. Su Sombra Vil avanzó rápidamente hacia Aurelius como un depredador hambriento e insidioso; recortando rápidamente la distancia que la separaba de la sombra del agente. Si lograba tirar de él y atraerlo hacia el círculo, entonces todos sus problemas se solucionarían de golpe. Podría hacerlo pedazos con su Espada Santa, para a continuación recuperar la estabilidad, regenerar su escudo y destruir aquella prisión.
Aurelius reaccionó rápidamente ante los movimientos de Maestro. Tan pronto como aquella espada se clavó en el suelo, Aurelius se apresuró a levitar y separarse de él. A continuación, creó de nuevo un orbe luminoso, situado en aquella ocasión directamente debajo de él. Su resplandeciente luz hizo desaparecer del suelo su propia sombra. Cuando la Sombra Vil de Maestro llegó hasta él, lo único que encontró fue un radiante Destello que le impedía seguir acercándose, y ninguna sombra a la que atacar.
- Lo siento, pero no es mi primera pelea ni mucho menos- Se disculpó sarcásticamente Aurelius- Si soy agente es precisamente porque no me pillan con cualquier truco barato.
- Te voy a...- Amenazó Maestro.
- ¡Silencio!- Le interrumpió Aurelius- Es mejor que dejes que hable yo. En serio, terminaremos mucho antes.
Aurelius invirtió unos últimos segundos en repasar una vez más el ritual que estaba a punto de realizar. A continuación, comenzó a recitar de memoria unas palabras en una lengua absolutamente incomprensible. No era ningún idioma humano que Maestro reconociera, y estaba claro que tampoco era la fonética de ningún Pokémon. Sin embargo, aunque Maestro no era capaz de comprender nada de lo que Aurelius decía, podía sentir cómo su propia energía reaccionaba ante aquellos tétricos versos. A cada sílaba que aquel exorcista pronunciaba, Maestro sentía cómo su forma metafísica era atacada; era como si tratase de arrancarle sin más de su propio cuerpo. Y a cada segundo que pasaba, parecía estar más cerca de lograrlo.
Maestro se estremeció y volvió a dejar escapar un grito de dolor. No estaba seguro de si había sido real, o una simple alucinación; pero durante un instante habría jurado que había visto su propio cuerpo desde fuera de él. Estaba comenzando a sentir algo parecido a lo que experimentó en el pantano, cuando Sarah le arrancó de su forma física y le obligó a mostrarse como la abominación espectral que realmente era. Sin embargo, Sarah había cometido el error de obligarle a manifestar aquella terrible forma sin tomar precauciones; subestimando lo poderoso y retorcido que podía llegar a ser. Aurelius, en cambio, había contenido adecuadamente a Maestro antes de intentar despojarle de su recipiente y exponer al espectro. Si la situación era tal como Maestro suponía, en el momento en el que Aurelius le arrancase del cuerpo de aquel Aegislash, perdería completamente todos sus medios para intentar escapar de aquella prisión. Entonces el agente podría contenerle allí todo el tiempo que considerase necesario hasta que lograse desterrarle completamente y enviarle de nuevo a aquella vorágine de tormento de la que seguramente no debería haber podido salir.
Haciendo uso de toda su fuerza de voluntad, Maestro trató de resistirse a la influencia de aquel ritual. Trató de aferrarse a su propia existencia, y oponerse a ser obliterado de aquella forma. Comenzó a sentir un nuevo tipo de dolor; el dolor que se estaba causando a sí mismo al nadar contra la corriente de aquella forma. Cuando el dolor que le provocaba sentir su energía siendo despojada de su recipiente por aquellos versos y el que su propia resistencia le hacía sentir colisionaron, Maestro pudo visualizar durante un instante aquellas desproporcionadas garras espectrales; tratando de arañar las paredes de su esotérica prisión. No estaba seguro de si había salido de su cuerpo y vuelto a entrar, si había sido una simple alucinación, o si su subconsciente estaba empezando a anticiparse a su macabro futuro. En cualquier caso, al menos por el momento, su alma aún seguía contenida dentro de aquel dañado amasijo de acero. Aunque no parecía que fuese a seguir así por mucho tiempo más.
Pese a que la mayor parte del ruido que inundaba aquella habitación lo provocaban sus propios gritos, Maestro alcanzó a escuchar un grito ajeno por debajo de su propia angustia. Aquel lamento supuso un alto en el camino para su propio sufrimiento. La voz de Aurelius se silenció; y tan pronto como aquellos versos se detuvieron, Maestro sintió un rápido alivio en los daños que había recibido su forma metafísica. La estabilidad de aquel binomio formado por su alma y aquel trozo de acero se reponía a cada segundo que pasaba. El ritual había sido interrumpido.
- ¿Qué crees que estás haciendo?- Preguntó una voz familiar; aparentemente iracunda.
Maestro volvió a levitar, arrancando con esfuerzo su hoja del suelo en el que aún seguía firmemente clavada. Una vez libre, se apresuró a mirar a su alrededor para analizar la situación y averiguar qué había pasado mientras sus sentidos habían sido nublados por aquel ritual. Aurelius ya no levitaba; en aquel momento se encontraba tirado en el suelo, de espaldas contra el mármol. Al girar levemente a su derecha, Maestro se percató de la presencia de Gardevoir; quien se encontraba allí junto a él; a apenas un par de pasos del círculo que lo contenía.
- Estás hecho una mierda, Maestro- Le dijo Gardevoir- Te falta medio cuerpo.
- No es nada- Respondió Maestro- Solo sácame de aquí.
Maestro señaló apresuradamente con su mano izquierda hacia el círculo de glifos que había grabados en el mármol. Gardevoir dirigió una mirada apática a aquellas inscripciones. A continuación, sin hacerse de esperar, utilizó su Telequinesis para arrancar pedazos de aquel mármol y lanzarlos descuidadamente a su alrededor hasta despedazar completamente el círculo. Aquella Psicocarga sin propósito ni control causó daños a varios puestos de trabajo a su alrededor, dañando el mobiliario y destruyendo parte del equipo informático. Sin embargo, pese a su aparente futilidad, fue más que suficiente para liberar a Maestro de aquella prisión paranormal.
- ¡Tú...!- Gritó Aurelius, reconociendo al instante a la intrusa que había arruinado su ritual de exorcismo.
Gardevoir dirigió la mirada hacia el agente encapuchado. Lo había derribado de un empujón telequinético mientras estaba concentrado recitando aquellos incomprensibles versos; pero, en aquel momento, había vuelto a ponerse en pie. Las tornas de la situación parecían haber dado un giro muy brusco. Hasta hacía unos segundos, había podido percibir unas sensaciones horribles a través de la Sincronía con Maestro. Su entrenador había sentido un dolor y una desesperación inmensos. Sin embargo, en aquel momento era el agente de Rey Arceus quien era consciente de que tenía problemas. Podía sentir como la máscara de confianza y seguridad que aquel Pokémon había tratado de construir se habían derrumbado cuando ella había destruido aquellos glifos; y en aquel momento el miedo y la rabia se estaban empezando a apoderar de él.
- Yo...- Se limitó a responder Gardevoir, en tono de mofa.
- No te haces una idea de cuánto voy a disfrutar de esto- Dijo Maestro, mientras se encaraba con Aurelius y comenzaba a avanzar lentamente.
Aurelius retrocedió ante el Aegislash que avanzaba hacia él. A lo largo de su carrera como agente, Aurelius se había visto a sí mismo en situaciones peligrosas, y ni la superioridad del enemigo ni las amenazas le habían amedrentado. Sin embargo, el medio Aegislash que levitaba hacia él había comenzado a regenerarse de manera completamente antinatural, y contenía al espíritu vengativo del mayor enemigo de la organización. Eso sin tener en cuenta que la Gardevoir variocolor que se encontraba junto a él también era una de las criminales más peligrosas que conocía. Aurelius no era cobarde, pero tampoco era estúpido. Sabía que no tenía oportunidad contra esos dos.
- No lo harás- Negó Gardevoir- Este es mío.
Maestro se detuvo al instante al escuchar las palabras de su compañera. Por alguna extraña razón, no le sorprendían. Cuando aún estaba vivo y era un entrenador Pokémon de verdad, Gardevoir también acostumbraba a dar órdenes de aquella forma como si fuese la líder del equipo. Sin embargo, ya era tarde para preguntarse cuándo había adquirido su compañera semejante grado de autoridad. Al fin y al cabo, las decisiones de Gardevoir no solían ser mucho más irracionales de lo que lo eran las suyas, y ella podía procesar mucha más información que él. Era una buena segunda al mando.
- ¿Por qué? ¿Cuál es tu excusa esta vez?- Preguntó Maestro- Estoy muy cabreado con él, ¿sabes?
- Puedo sentir una energía ominosa que no soy capaz de explicar. Hay una criatura terrible en este edificio- Respondió Gardevoir- No sé qué es, pero sé que es más poderosa que yo. Probablemente sea más poderosa que todos nosotros juntos.
Aurelius escuchó atentamente las palabras de aquella criminal. Él también podía sentir a Darkrai acechando entre las tinieblas de aquel edificio, esperando su momento para hacer lo que él no quería que hiciera. La interrupción de aquel ritual no solo iba a tener nefastas consecuencias para él; si Darkrai finalmente intervenía, cientos o incluso miles de ciudadanos de Ciudad Fractal sufrirían las consecuencias. Sin embargo, aunque aquella Gardevoir tenía razón en lo que decía, la decisión que había tomado parecía ser completamente caprichosa y arbitraria. No había una razón lógica para que no le atacasen entre los dos y lo matasen antes de enfrentarse a Darkrai.
- Si tú no puedes acabar con esa cosa, entonces probablemente nada de esto tiene sentido- Continuó Gardevoir, hablando de forma impasible- Moriremos aquí.
- Entiendo- Respondió Maestro- Déjalo en mis manos.
- Yo me encargo de este intento de exorcista- Declaró Gardevoir- No entiendo cómo funciona nada de lo que hace; así que no podemos arriesgarnos a que seas tú quien se enfrente a él. Tú hazme el favor y encargarte de esa cosa antes de que tenga que averiguar qué es.
Maestro guardó silencio durante un instante, intentando recordar en qué momento su compañera había aprendido a mantener la mente fría y se había convertido en mejor líder que él mismo. Aquellas palabras tenían sentido; ninguno de ellos tenía los suficientes conocimientos de ocultismo para saber qué era lo que hacían funcionar aquellos glifos, aquellos mantras o cualquier otra estrategia a la que pudiese recurrir aquel exorcista. Sin embargo, él no había dudado un segundo en lanzarse al ataque contra su enemigo tan pronto como se había liberado de aquella prisión; asumiendo temerariamente que Aurelius no tendría ningún otro plan de contingencia por si aquellos glifos fallaban. Incluso si se trataba de un enfrentamiento rápido y fugaz, resultaba peligroso para un fantasma como él acercarse a aquel exorcista; al menos sin saber qué era capaz de hacer. Lo más sensato era hacer caso de la propuesta de su compañera y dejar ese enfrentamiento en manos de los vivos.
Era un plan razonable, y Maestro estaba más que dispuesto a dejar a Aurelius en manos de Gardevoir; sabía que su compañera no sería precisamente compasiva con él después de lo que había hecho. Sin embargo, aunque Gardevoir le había hecho sonar todo aquello muy evidente, Maestro conocía a su compañera desde hacía ya muchos años; y no podía evitar tener la sensación de que aquella Pokémon quería enfrentarse al exorcista por algún motivo personal. No había razones lógicas para que él no pudiese mantener las distancias y darle apoyo durante el combate. Sin embargo, Maestro reconocía aquella actitud impasible, así como la sed de sangre contenida que ocultaba. Gardevoir no quería aparentar que le importase, pero estaba claro que quería enfrentarse a su rival en solitario y en privado; más allá de todo lo razonable, deseaba con toda su alma hacerle cosas horribles a aquel Pokémon. Después de tantos años concediéndole aquella clase de caprichos a su compañera, aquel no era el momento de apelar a la voz de la razón y negarle su combate. Al fin y al cabo, acababa de salvarle de ser exorcizado; si quería sangre a cambio de ese gran favor, aquella era una petición que Maestro estaba más que dispuesto a concederle.
- ¿Quieres megaevolucionar antes de que me vaya?- Preguntó Maestro.
- ¿Megaevolucionar para matar a este despojo?- Preguntó Gardevoir, en tono sarcástico- No, gracias. Reserva tu energía para esa pequeña psicópata; seguramente la necesite más que yo.
Tras escuchar aquellas palabras de su compañera, Maestro se limitó a oscilar levemente hacia delante tratando de realizar un movimiento parecido a un asentimiento y, a continuación, darle la espalda a su compañera mientras comenzaba a alejarse en dirección a las escaleras. Al igual que le había pasado con Mawile, no se quedaba tranquilo sabiendo que Gardevoir se quedaría allí, luchando a muerte contra Aurelius. Aunque tratase de ser frío y de mantenerse firme delante de sus compañeros, Maestro nunca había sido capaz de sentirse de otra forma cuando sus Pokémon luchaban a muerte. Ya había perdido a demasiados compañeros. Lo que más le aterrorizaba en el mundo no era que un exorcista arrancase su alma de aquel amasijo de acero y la lanzase de nuevo hacia aquel vórtice; lo que realmente le atemorizaba más que nada era volver a perder a otro de sus Pokémon. Sin embargo, Maestro sabía que no habría llegado hasta allí sin ellos y sin el esfuerzo y los sacrificios que habían hecho por él. Si no era capaz de confiar en la voluntad de Gardevoir, tampoco era digno de preocuparse por ella.
Maestro se detuvo durante un instante frente a la escalera y prestó atención al primer peldaño. Aurelius había tallado en el mármol una línea de inscripciones similares a las que le habían mantenido dentro de aquella prisión. Un breve movimiento del brazo derecho de Maestro le permitió comprobar que volvía a sentir el peso de aquel escudo de acero unido a él. No sabía en qué momento había regenerado aquella parte de su forma; ni siquiera sabía si el montón de acero fundido que había en el suelo había vuelto a solidificarse y unirse a él, o si ese nuevo escudo había surgido de la nada. En cualquier caso, su cuerpo volvía a estar completo; podía usar su Foco Resplandor de nuevo para destruir aquellas siniestras inscripciones del suelo.
Mientras concentraba de nuevo una cantidad moderada de energía en su escudo y se preparaba para abrirse camino por aquella escalera, Maestro repasó las palabras que había pronunciado su compañera. Si realmente había alguna clase de fuerza paranormal apoyando a Rey Arceus, la mejor forma de enfrentarse a ella sería remontar esa escalera. Si pretendían detenerle, el margen de actuación para aquella presencia que había sentido Gardevoir era muy reducido en aquel momento. Si Maestro lograba llegar al último piso sin que nadie lo detuviera, podría acceder a los archivos. Eso significaba que su enemigo ni siquiera tendría margen de tiempo para atacar a sus compañeros; debía concentrarse en él y detenerle a toda costa. Sus Pokémon podían morir tarde o temprano, pero él era un espectro que no podía ser destruido sin más por métodos convencionales. Si permitían que un fantasma se hiciera con la información, aquel sería el fracaso definitivo para Rey Arceus. Ya no tendrían forma de despojarle de aquellos secretos que tanto habían sacrificado por proteger.
Aurelius observó con impotencia como el Aegislash canalizaba de nuevo aquel Foco Resplandor y destrozaba el primer peldaño de la escalera; destruyendo en el proceso su barrera de glifos. Ya solo Darkrai se interponía entre Maestro y el archivo. Era demasiado tarde para intentar impedirlo. Sin embargo, aunque aquello supusiese una auténtica calamidad cerniéndose sobre Ciudad Fractal, aquello también suponía que aún podría sobrevivir a aquella noche. Maestro era peligroso, pero Darkrai era un auténtico torrente de energía impía; su forma metafísica no sería capaz de resistir ante un poder tan abrumador como el del Pokémon legendario. En aquel momento, su única enemiga era la Gardevoir que se había quedado allí a luchar contra él. Era consciente de que aquella Pokémon tenía una merecida reputación; pero él no sería menos. Prácticamente toda la organización conocía a aquella Gardevoir; y ser quien la matase convertiría a Aurelius en alguien muy respetado dentro de su departamento. Ahora tendría la oportunidad de demostrar a Tiberius de qué estaba hecho y poner fin a para siempre a las atrocidades del grupo de Maestro.
Sin embargo, antes de acabar con aquella terrible criatura, había algo que Aurelius no podía dejar de cuestionarse. Había oído hablar de aquella Pokémon y de sus horribles crímenes. Aurelius había estado antes frente a enemigos de la organización y criminales peligrosos; pero nunca antes se había encontrado con alguien tan retorcido como aquella Gardevoir. Aunque no había descartado en ningún momento que aquella Pokémon estuviese sencillamente loca y sus acciones careciesen de lógica, Gardevoir había demostrado un comportamiento muy racional al poner a Maestro al corriente de la presencia de Darkrai, y extremadamente irracional al rechazar su ayuda en aquel enfrentamiento. Incluso en un momento como aquel, Aurelius no era capaz de dejar de preguntarse el porqué de aquellos actos.
- Ha sido una necedad por tu parte echar de aquí a ese fantasma y rechazar esa megaevolución- Le reprochó Aurelius, intentando parecer de mejor humor de lo que en realidad estaba- Dime la verdad, ¿por qué lo has hecho?
Gardevoir examinó a su oponente y se concentró por un momento en sus propias emociones respecto al inminente enfrentamiento. Se sentía furiosa por muchos motivos, y no podía evitar sentirse excitada ante la idea de hacerle daño a aquel Pokémon. Maestro no parecía haberse dado cuenta de a qué se enfrentaba; pero esos burdos ropajes no la engañarían a ella. Gardevoir sabía perfectamente que su presa favorita se encontraba debajo de aquella siniestra túnica. Maestro podría haber quebrantado a aquel Pokémon en un instante, o podría haberle cedido su energía mediante la Piedra Activadora para que lo hubiese hecho ella misma; habría sido muy fácil matarle sin más. Sin embargo, ni su entrenador ni ninguno de sus compañeros tenía derecho a intervenir en aquel combate. Aquel enemigo era suyo; era su propiedad.
- Quítate esa túnica- Ordenó Gardevoir en tono autoritario- Quiero verte.
Aurelius se estremeció al escuchar aquella frase. No era la primera vez que alguien le exigía de aquella forma que se quitase su embozado; pero era la primera vez que se lo pedía un enemigo en un momento como aquel. No parecía una situación en la que pudiera eludir un momento tan incómodo con tan solo negarse. Y encima, de entre todas las criaturas del mundo que exigían ver su aspecto, había tenido precisamente que ser una Gardevoir. Incluso en un momento como aquel, Aurelius sentía una gran sensación de rubor ante la idea de que le viesen sin aquella túnica.
- Esto no tiene nada que ver con nuestro combate- Se negó Aurelius- Métete en tus propios asuntos.
- Quítatela o mi primer ataque será para hacerla pedazos- Amenazó Gardevoir con firmeza- ¿Prefieres que te vea yo o que te vea todo el mundo?
Aunque le doliese admitirlo, Aurelius sabía que su enemiga tenía razón. Si realmente iba a matar a aquella Gardevoir, entonces no importaba que viese su aspecto antes de morir; y si él moría en aquella oscura oficina, tampoco tendría ya que preocuparse por ello. Sin embargo, si lograba vencer, pero aquella Pokémon destrozaba su túnica, tendría que hacer todo el viaje de vuelta a Ciudad Azafrán sin ella. Aquello era algo mil veces más terrorífico para él que cualquier combate a muerte.
- Está bien... Tú ganas- Accedió Aurelius- De todas formas vas a morir. Qué importa que me veas...
Lentamente, con los brazos temblorosos ante la idea de abandonar su refugio, Aurelius se llevó ambas manos a la capucha de su indumentaria y tiró de ella hacia atrás, dejando su pálido rostro al descubierto. A continuación, comenzó a desabrochar el resto de la túnica para retirarla completamente.
Gardevoir contempló impasiblemente a Aurelius mientras se desnudaba y dejaba su pesada túnica a un lado sin dejar de temblar a causa de su propia fobia social. Tenía una figura esbelta, una piel blanca en forma de vestido, unos ojos rojos como rubíes y un envidiable cabello de color verde. Su instinto no le había fallado; y la huella psiónica de su propia especie le resultaba inconfundible. Aurelius también era un Gardevoir; uno macho, con todos los estigmas sociales que ello implicaba.
- ¿Con... contenta?- Preguntó Aurelius, con voz temblorosa.
- ¿Quieres saber la verdad? ¿Por qué he rechazado toda la ayuda?- Preguntó Gardevoir, sin inmutarse ante el aspecto de Aurelius.
- ¿Por qué?- Preguntó Aurelius.
Gardevoir era incapaz de apartar la mirada del pelo y los brazos de Aurelius. Aquel tono verdoso era la respuesta correcta a su existencia. Si su pigmentación no hubiera generado aquel tono azul y en su lugar hubiese tenido aquel tono de verde, su vida habría sido mucho más sencilla. No habría tenido que sufrir de aquella forma cuando era un Ralts, y no habría vivido toda su vida en el punto de mira de la sociedad humana. Ver como Aurelius ocultaba aquel cuerpo bajo aquella túnica la llenaba de rabia. Aunque Aurelius fuese macho, tenía el aspecto con el que Gardevoir siempre había fantaseado. Tan solo con verlo, Gardevoir sentía una atroz envidia.
Además, a la terrible envidia que sentía al ver esos colores, Gardevoir añadía a la mezcla el profundo rencor que sentía por su propia especie. Maestro le había explicado que el ser humano podía llegar a ser realmente despreciable, pero en realidad, todo lo malo que le habían hecho los humanos era porque la codiciaban debido al valor que le atribuían; al final, aquello se trataba de una retorcida forma de aprecio. Sin embargo, cuando se trataba de su propia especie, no habían pecado de amarla demasiado precisamente. Cuando era una Ralts salvaje, su pigmentación anómala era un camuflaje nefasto, y su especie era demasiado débil para enfrentarse a los depredadores. Durante su época más temprana, Gardevoir había sido rechazada violentamente en todas las comunidades en las que había tratado de integrarse. Habían estado a punto de ensañarse con ella hasta matarla, y lo habrían hecho sin más de no ser por la intervención a tiempo de Maestro aquel día. Habían logrado que perdiese la ilusión por vivir, y le habían abierto heridas que ni siquiera veinte años con Maestro habían sido capaces de sanar.
- Porque no pienso compartir tu sufrimiento con nadie- Le respondió Gardevoir, sin molestarse en disimular la rabia que sentía al verle- Te odio. Te odio de todas las formas posibles. A ti y a todos los que son como tú. Voy a disfrutar con tu agonía, y pienso disfrutarla yo sola. Tus últimos momentos me pertenecen.
Aurelius frunció el ceño ante la exagerada imprecación de Gardevoir. Era perfectamente consciente de lo que era; y de que dentro de la sociedad humana, su condición le implicaba vivir con un estigma del que no podría librarse. Nadie quería un Gardevoir macho. A lo largo de su vida había sido a menudo objeto de desprecio y mofa hasta que decidió esconderse debajo de aquella túnica y no salir nunca de su interior. Sin embargo, de todas las reacciones que había experimentado cuando alguien se enteraba de que era un Gardevoir macho, aquella podría ser con diferencia la más exagerada; sobre todo teniendo en cuenta que ella ni siquiera era humana.
- Oye... Tú tampoco eres precisamente un espécimen ejemplar- Respondió Aurelius, intentando no sonar estúpido- ¿Has visto ese pelo azul que tienes? Por si no te habías dado cuenta, los Gardevoir no son azules. Tú eres una aberración antinatural; aún peor que yo.
Aurelius no podía creerse que hubiera pronunciado aquellas palabras. Se había sentido ofendido y había querido responder; pero sin su túnica y delante de aquella Pokémon, se encontraba demasiado tenso. Aquello era lo único que se le había ocurrido decir, por patético que sonase. La Gardevoir de Maestro podía ser una criatura desquiciada, sádica, cruel y objetivamente malvada; pero nada de aquello quitaba el hecho de que, aunque por dentro fuese un monstruo, por fuera era bella como un ángel. Aquel cabello azul transmitía una sensación extraña; su anomalía era demasiado evidente. Pero a pesar de ello, resultaba hipnótico contemplarla. Aquella era la primera vez que Aurelius tenía la ocasión de ver en carne y hueso a una Gardevoir variocolor; y podía afirmar que las fotografías no le hacían honor a su aspecto en vivo. No en vano, era una criatura por la que los humanos no dudaban en mover dinero y derramar sangre. Socialmente hablando, aquella Pokémon jugaba en una liga completamente diferente a la suya.
Gardevoir estalló en una sonora carcajada al oír las palabras de Aurelius. El agente se ruborizó al instante, maldiciéndose a sí mismo por lo que había dicho. Era impensable que una criatura como ella no fuese plenamente consciente de su propia majestuosidad de la misma forma que él era consciente de que era un paria. Compararse con ella de aquella forma había sido un error que solo podía dejarle en ridículo.
- ¿Perdona? ¿Sabes cuánto dinero le han ofrecido a Maestro por esta "aberración"? ¿Te haces siquiera una vaga idea de cuánta gente ha derramado su sangre por mí?- Se regodeó Gardevoir- ¿Y tú qué? ¿Te abandonaron por no poder conseguir una puta Piedra Alba? Ahí tienes lo que vales.
Las palabras de Gardevoir hicieron desaparecer el rubor del rostro de Aurelius y le devolvieron su aspecto pálido habitual. Aquella Pokémon acababa de cruzar la línea. Aurelius había sido consciente en todo momento de que se encontraba ante una enemiga, pero no había podido evitar que su cuerpo le distrajera. Sin embargo, no importaba lo hermosa que pudiera ser. Aquella Gardevoir era una criatura horrible que había dejado un rastro de cadáveres y mentes rotas a sus espaldas durante muchos años; y no dudaría en hacerle daño de todas las formas posibles si le daba la oportunidad. Solo con palabras, ya había logrado que volviesen a dolerse algunas viejas heridas. Aquello tenía que terminar.
- Estás muerta- Murmuró Aurelius, recuperando finalmente la serenidad.
- Algo así dijeron todos los que llegaron antes que tú- Respondió Gardevoir, ignorando la creciente hostilidad de Aurelius- Por cierto, te veo tenso... ¿alguno de ellos era amigo tuyo o algo?
Aurelius ignoró las palabras de provocación de Gardevoir y se esforzó en mantener la estabilidad emocional y la concentración. Sí, algunos de los agentes que el grupo de Maestro había hecho volver a casa en bolsas de plástico habían sido amigos suyos. Aquello era un motivo más para odiar a aquella Pokémon. Sin embargo, no podía permitirse odiarla por nada de lo que hiciera ni hubiera hecho. Al igual que aquella maldita criatura, él también era un psíquico. Su eficacia en combate dependía de su concentración y su estabilidad mental. Si se dejaba llevar por la ira y el odio, su rendimiento en combate bajaría y él mismo estaría cavando su propia tumba. En aquel momento, lo mejor que podía hacer era concentrarse e ignorar sus palabras.
- Es demasiada casualidad que justamente tú hayas venido desde tan lejos y vayas a enfrentarte a mí- Le reprochó Gardevoir en tono de burla- Lo has arreglado todo para que esto pase, ¿verdad? ¿Querías conocerme, pervertido? Sabías que esto iba a pasar, ¿verdad?
Un rápido movimiento de la mano derecha de Aurelius trazó un arco en el aire, y una onda cortante de energía psíquica salió lanzada rápidamente contra su enemiga. A pesar de estar ocupada tratando de derrumbar emocionalmente a su oponente, Gardevoir se había mantenido alerta ante cualquier movimiento brusco o lectura energética anómala, y se apresuró a desplazarse unos metros a su izquierda evitando el ataque. El Psicocorte de Aurelius recorrió completamente la habitación hasta el final, segando con un corte limpio todo lo que cruzaba en su camino y dejando a su paso un rastro de mobiliario hecho pedazos. Cuando aquella cuchilla llegó hasta la pared de ladrillo, impactó contra ella con un sonido estruendoso, levantando una pequeña nube de polvo y dejando una profunda marca en forma de corte horizontal en ella.
- ¿Estás de coña?- Preguntó Gardevoir, sin molestarse en disimular que, en efecto, estaba sorprendida- ¿De verdad te crees un Gallade?
- Cierra el pico de una vez- Se limitó a responder Aurelius.
Antes de que Gardevoir tuviese tiempo de anticiparse a su ataque, Aurelius se teletransportó junto a ella y le propinó un fuerte golpe a bocajarro en la mandíbula con su mano derecha. Aquel puñetazo desconcertó a Gardevoir y la hizo retroceder tambaleándose. El dolor era intenso; demasiado para ser un golpe propinado por otro Gardevoir. Le pitaban los oídos y la boca le sabía a sangre; la cabeza le daba vueltas. Sin perder la iniciativa, Aurelius dirigió una hábil Patada Baja a las tambaleantes piernas de Gardevoir, derribándola sin permitirle que se recuperase.
Mientras se encontraba tirada en el suelo de rodillas, Gardevoir se llevó ambas manos a la boca y notó cómo su respiración se aceleraba. No estaba segura de si aquel golpe podría haberle roto la mandíbula, pero a juzgar por el dolor que sentía, parecía posible. En ningún momento se le había pasado por la cabeza que Aurelius pudiese tener semejante fuerza física; era algo que no tenía sentido alguno. Un psíquico como él no tenía necesidad alguna de establecer contacto físico con alguien para herirle o matarle. Sin embargo, aquel Pokémon demostraba una cierta predilección por las técnicas que infligían heridas físicas y el combate cuerpo a cuerpo. Lentamente, Gardevoir retiró ambas manos de su boca y observó el resultado. Aunque estaba casi segura de que su mandíbula no se había roto, tenía las manos empapadas con su propia sangre. Su cuerpo era frágil; no resistiría muchos golpes como aquel. Si Aurelius era capaz de golpear con aquella fuerza, no podía descartar la posibilidad de que cada golpe que le diera fuese el último que recibiría en su vida.
- Dime, ¿te arrepientes ahora de haber rechazado esa megaevolución?- Se mofó Aurelius, hablando con la calma y serenidad que le caracterizaban.
Gardevoir dejó escapar una risa forzada antes de escupir algo de sangre en el suelo y ponerse en pie lentamente. Mientras se levantaba, no apartó la mirada de la mano derecha de Aurelius; manchada también con su sangre. No podía mostrarse débil ante aquel pedazo de escoria. Aquel golpe no había sido nada comparado con los que daba aquella Lopunny. Sería la vergüenza de su equipo si clavaba la rodilla ante un ataque tan insignificante como aquel.
- Si era una broma, no ha tenido gracia- Respondió Gardevoir, con una voz firme, aunque dolorida- Esto no es ningún juego. No todavía.
Consciente de que necesitaba tomar la iniciativa en aquel combate, Gardevoir se apresuró a observar de qué disponía a su alrededor. Salvo que destrozase el edificio a su alrededor, los únicos proyectiles de los que disponía para emplear en una Psicocarga era todo el mobiliario de oficina que les rodeaba. Arrancar trozos de aquel suelo de mármol no suponía una gran dificultad para una Telequinesis como la suya, pero podría poner en compromiso la estabilidad del edificio si empezaba a dañarlo. Si uno de sus ataques afectaba a los archivos, todo lo que estaban haciendo y todo el riesgo que estaban corriendo habría sido en vano. Por desgracia para ella, en aquel combate tendría que contenerse y evitar causar una destrucción innecesaria. No obstante, aunque aquellos muebles de madera y aquellos ordenadores no fuesen unos proyectiles muy mortíferos, Aurelius era otro Gardevoir. No importaba lo fuerte que fuese capaz de pegar con aquellos puños; su cuerpo también era frágil. Aurelius resultaría gravemente herido o incluso moriría si alguno de aquellos enormes escritorios le embestía a gran velocidad. Tan solo tenía que lograr acertarle una vez, y la victoria sería suya.
Rápidamente, Gardevoir actuó sobre varios cubículos de oficina a ambos lados de Aurelius e hizo que todo el mobiliario saliese despedido contra su enemigo, creando una mortífera descarga de proyectiles desde los dos flancos. Era un ataque prácticamente a quemarropa. Los muebles no tardaron ni un segundo en chocar entre sí, haciendo retumbar la sala con el estruendo que crearon al colisionar y haciendo saltar trozos de madera en todas las direcciones. Sin embargo, pese a la velocidad y agresividad de aquella Psicocarga, Gardevoir observó con horror como aquel ataque no encontraba nada vivo en su camino y sus proyectiles se convertían en un simple montón de madera astillada carente de forma. Aurelius se había desvanecido en el mismo instante en el que ella había usado su Telequinesis sobre todo aquel mobiliario.
Gardevoir se dio media vuelta y se apresuró a retroceder justo a tiempo de evitar un nuevo golpe de Aurelius. El agente había impregnado su puño con una alta concentración de energía electroquinética, y Gardevoir fue capaz de ver claramente como saltaban chispas de su Puño Trueno a medida que se movía frente a ella. Tan solo sus afinados reflejos y unos pocos centímetros de separación la habían salvado de aquella descarga eléctrica. Aquel ataque no era ninguna broma. Si Aurelius lograba paralizarla con una descarga eléctrica como aquella, el combate habría terminado.
- ¿Y a qué esperas entonces?- Preguntó Aurelius con desprecio.
Aurelius continuó la ofensiva, tratando de golpear nuevamente a Gardevoir con su Puño Trueno. Su enemiga estaba visiblemente afectada por el golpe que había recibido hacía escasos segundos, y parecía tener problemas para asimilar la situación en la que se encontraba. Estaba visiblemente asustada de aquellos puños eléctricos. Sin embargo, aunque todo lo que parecía hacer era limitarse a retroceder ante sus ataques y apartarse de ellos en un acto reflejo, lograba eludir todos y cada uno de aquellos ataques mientras mantenía aquella expresión dolorida y asustada en su rostro. Bastaron unos pocos segundos para que Aurelius se diese cuenta de la triste realidad; Gardevoir era más rápida que él. Aunque se limitase a retroceder presa del pánico ante sus ataques, todos sus movimientos eran ágiles y fluidos, a pesar de ser casi involuntarios. Por más que lo intentaba, no lograba alcanzarla.
Resultaba difícil imaginar qué clase de entrenamiento habría recibido aquella Pokémon para llegar a aquel nivel. Sin embargo, Aurelius no tardó en recordar la meta que perseguía el grupo de Maestro. Llevaban dos décadas entrenando para matar a Mewtwo. Estaba claro que ningún miembro de aquel equipo era normal; no si realmente pretendían enfrentarse a un ser tan poderoso. Aunque su dominio del Teletransporte le había dado una gran ventaja al principio de aquel combate, aquella era una ventaja que desaparecería rápidamente cuando Gardevoir se diese también cuenta de su superioridad respecto a su oponente. Pese a ser también un psíquico, Aurelius era principalmente un especialista en combate cuerpo a cuerpo; su forma de luchar había sorprendido a su enemiga, pero no tardaría en convertirse en una desventaja conforme se alargase aquel enfrentamiento. Tenía que lograr matar o incapacitar a aquella Pokémon antes de que lograse recuperar la calma y luchar a pleno rendimiento.
Gardevoir continuó retrocediendo para evitar aquellos golpes hasta que chocó contra algo y sintió un dolor punzante en su espalda. Acababa de acorralarse a sí misma entre Aurelius y aquel montón de madera astillada que su Psicocarga había dejado tras de sí. Tan rápido como su concentración le permitió, Gardevoir se apresuró a levantar una barrera psíquica frente a ella que la protegiese del inminente ataque. El Puño Trueno de Aurelius se detuvo al impactar contra su Reflejo. Sin embargo, el agente no retrocedió cuando su ataque se topó con aquella barrera. Aurelius continuó irradiando energía electroquinética a través de su mano y concentró todo el poder de su mente en el punto donde su puño seguía ejerciendo presión sobre el Reflejo. Lentamente, su mano comenzó a hundirse en aquella protección y atravesar aquella barrera. Cuando logró hundir su mano lo suficiente en aquel campo psiónico, trazó un brusco movimiento con todo el brazo y logró fracturar el Reflejo de Gardevoir en mil pedazos, haciendo que la barrera se desvaneciera.
Tras observar con horror como Aurelius atravesaba de aquella forma sus defensas, Gardevoir se apresuró a impulsarse levitando hacia su derecha; apartándose justo a tiempo de evitar una patada dirigida a su vientre. La patada de Aurelius impactó contra una gruesa tabla de madera de contrachapado y la atravesó sin más. Rápidamente, Aurelius retrocedió y sacó su pierna del agujero que había abierto en la madera. Se trataba de un orificio de entrada limpio y quirúrgico, que había atravesado como si nada varias capas de madera sólida. Gardevoir dudaba seriamente que su propio cuerpo fuese más robusto de lo que lo eran aquellos muebles. Con la fuerza física de Aurelius y la forma puntiaguda de aquellas extremidades, recibir una patada como aquella sería equivalente a ser ensartada con una lanza. Si lograba acertarle, sería un golpe letal.
- Tan solo imagina si hubieses dedicado todo ese tiempo a algo productivo- Se burló Gardevoir, a pesar de lo terrorífico que le había parecido aquel golpe.
- ¿Cómo qué?- Preguntó Aurelius- ¿Concursos de belleza? ¿Ser un hada?
- Podrías ser una hada monísima si no fueras tan bruto- Respondió Gardevoir.
Aurelius concentró su energía mientras realizaba unos rápidos movimientos en forma de arco con ambos brazos y proyectó una larga ráfaga de Psicocortes en dirección a Gardevoir. No muy segura de si una nueva barrera de Reflejo sería capaz de detener esos ataques o si acabaría hecha pedazos al intentar bloquearlos, Gardevoir comenzó a desplazarse a gran velocidad, trazando un amplio círculo alrededor de Aurelius mientras levitaba. Podía notar como al agente le costaba seguirla, y muchas de aquellas cuchillas psiónicas acabaron siendo disparadas en direcciones casi aleatorias, con la esperanza de acabar acertándole. Sin embargo, lo único que Aurelius estaba consiguiendo con aquel estallido repentino de violencia era causar daños colaterales al mobiliario y las paredes de aquella habitación.
Gardevoir aceleró y Aurelius fue incapaz de mantenerla en su campo visual mientras continuaba su ataque. En aquel momento, su enemiga no era más que una estela borrosa que agitaba violentamente el aire a su alrededor y hacía que se moviese todo lo que no estaba anclado al suelo. Sin embargo, solo porque lograse evadir de aquella forma todos sus ataques, aquella situación no le daba ventaja a Gardevoir. Levitar a aquella velocidad en un espacio cerrado era peligroso, y cuanto más tiempo pasase haciéndolo más peligroso sería para ella. Intuyendo que aquella situación no podía durar, Aurelius se preparó para recibir un ataque desde cualquier dirección. Apenas podía ver a su enemiga, por lo que anticiparse a la clase de ataque que utilizaría no era una opción viable. En lugar de eso, se limitó a proyectar una Pantalla de Luz a su alrededor y afinó su oído, concentrándose en escuchar cualquier sonido anómalo que pudiese diferenciarse entre el ruido que hacía su enemiga al desplazarse a tanta velocidad. Si percibía cualquier indicio de que se avecinase otra Psicocarga, tan solo tenía que volver a teletransportarse para evitarla.
Un estruendo sacudió toda la habitación y Aurelius pudo sentir como su Pantalla de Luz resistía ante un torrente de energía psiónica que inundó por un momento la sala. Aunque apenas duró un segundo, los efectos a su alrededor no tardaron en hacerse visibles. Fuera de su barrera, la mayor parte del mobiliario de la sala se vio violentamente arrastrado por una ola de fuerza telequinética que lo arrasó todo a su paso. Todo lo que no estaba firmemente anclado al suelo fue lanzado en dirección hacia una de las paredes y se hizo pedazos al impactar contra ella. Docenas de cubículos de oficina enteros volaron por los aires y se redujeron a la nada estrellándose contra el muro o salieron despedidos fuera del edificio a través de las ventanas. Todo aquel laberinto que era aquella sala se desvaneció en un instante y se convirtió en un yermo completamente vacío y despejado. Aurelius dedicó una mirada horrorizada a la devastación que había sucedido a su alrededor. Si hubiese tardado un par de segundos más en cubrirse con aquella Pantalla de Luz, él también habría sido arrastrado por aquel ataque y habría acabado muerto y enterrado en una tumba hecha de astillas.
- Vamos... ¿Tanto te costaba morirte?- Se quejó Gardevoir a sus espaldas.
Aurelius se giró rápidamente y se encaró de nuevo con su enemiga. Aún seguía levitando, pero en aquella ocasión estaba parada en el aire, tambaleándose levemente. Se encontraba visiblemente mareada por todas aquellas vueltas que había dado para evitar la lluvia de Psicocortes y lograr desconcertarle. Aurelius sintió un escalofrío al contemplar a aquella Pokémon. Como psíquico que era, él también era capaz de usar su Telequinesis para empujar cosas, pero no a aquella escala. Era cierto que había pasado la mayor parte de su vida entrenando para luchar cuerpo a cuerpo, pero no por ello había descuidado sus otras capacidades. Sin embargo, en aquel momento acababa de comprender el abismo que le separaba de su enemiga. Desde el inicio del combate, sabía que su fuerza física sería su mejor baza para alzarse con la victoria, pero no se había imaginado que estuviese en tanta desventaja en un enfrentamiento psíquico directo.
Tratando de aprovechar el aturdimiento que parecía estar experimentando su enemiga, Aurelius volvió a teletransportarse junto a ella y se dispuso a golpearla con todas sus fuerzas con una mano envuelta en una llama piroquinética. Sin embargo, cuando dirigió su puño al rostro de Gardevoir, intentando noquearla de un único golpe, lo único que su mano encontró en su recorrido fue aire. Gardevoir se había desvanecido sin más justo antes de ser golpeada.
Aurelius permaneció inmóvil durante unos segundos, con su llama piroquinética aún resplandeciendo en su mano. Incluso para una mente tan fría como la suya, resultaba difícil asimilar que estaba empezando a quedarse sin opciones. Podía escuchar la respiración de Gardevoir a su espalda. Estaba cerca; demasiado cerca. Sintió como las manos de su enemiga se posaban gentilmente sobre sus tensos hombros y notó el cálido aliento de aquella Pokémon en el cuello mientras se acercaba para susurrarle al oído. Su pulso y respiración se aceleraron bruscamente al sentir aquella invasiva presencia.
- Sabes... Yo también sé teletransportarme- Le dijo Gardevoir, en tono jovial.
Sin dudarlo un segundo, Aurelius se apresuró a girar bruscamente sobre sí mismo y trató de golpear a Gardevoir con su Puño Fuego. Nuevamente, su enemiga se desvaneció y su ataque no encontró nada en su camino a lo que golpear. En aquella ocasión, Gardevoir no desapareció de la vista de Aurelius, sino que se teletransportó apenas unos metros detrás de donde se encontraba; alejándose lo suficiente para que el ataque de Aurelius no pudiese alcanzarla.
Contemplar a su enemiga, permaneciendo quieta frente a él con una insidiosa sonrisa dibujada en su pálido rostro hizo que un escalofrío le recorriese la espalda a Aurelius. Las condiciones de aquel enfrentamiento acababan de cambiar bruscamente. Si la Gardevoir de Maestro también dominaba de aquella forma el Teletransporte, entonces su única posibilidad de contrarrestar su velocidad acababa de desaparecer. En aquel momento, toda su estrategia para aquel enfrentamiento necesitaba ser replanteada desde cero. Su enemiga había demostrado ser superior a él en muchos aspectos; no tenía prácticamente ninguna oportunidad de derrotarla en un enfrentamiento directo. Sin embargo, aún estaba por ver si aquella Gardevoir sería también más inteligente que él. Al fin y al cabo, aquella Pokémon se había labrado una mala fama por su comportamiento sádico y había demostrado un odio realmente irracional hacia él. Quizás fuese un factor que aún pudiese aprovechar; su sed de sangre podría ser una debilidad pendiente de ser explotada.
Aurelius permaneció inmóvil con la mirada clavada en Gardevoir mientras se esforzaba por respirar hondo y tratar de recuperar la calma. No tenía sentido intentar retomar la iniciativa en aquel combate. Aunque se teletransportase y tratase de atacar de nuevo, Gardevoir simplemente esquivaría sus golpes o se teletransportaría otra vez. Sin embargo, si permanecía allí sin más fulminando con la mirada a su enemiga, tarde o temprano tendría que decir algo o atacarle. Aunque cederle la iniciativa a Gardevoir podía parecer una mala decisión, hasta el momento Aurelius había tenido éxito esquivando y bloqueando sus ataques. No en vano, él aún no había sido herido, mientras que su enemiga aún tenía la boca ensangrentada por el golpe que recibió y había recibido algunas magulladuras al chocarse con aquella montaña de astillas de madera. Técnicamente, podría decirse que él aún iba ganando.
Gardevoir observó la inactividad de Aurelius y no pasó por alto aquella mirada firme y desafiante que le dedicaba. Sabía perfectamente que su enemigo se había dado cuenta de que no podía ganar. Hasta hacía un instante, sus precipitados ataques exteriorizaban la desesperación que había comenzado a sentir, y su respiración se había acelerado hasta casi hiperventilar. Cuando tocó sus hombros, puto notar como su cuerpo entero estaba en tensión. Sin embargo, Aurelius trataba de exteriorizar aquella sensación de firmeza y robustez. Intentaba exteriorizar una fuerza que ambos sabían que no tenía. Ante aquel absurdo gesto de desafío, Gardevoir dejó escapar una traviesa risa. Ya había quebrantado a otros como él antes.
- Dime una cosa, ¿realmente crees que nunca he aplastado a alguien como a un insecto?- Preguntó Gardevoir, hablando con seriedad.
- ¿Cómo dices?- Preguntó Aurelius, confuso.
Gardevoir redujo la altura de su levitación lentamente hasta tocar el suelo y comenzó a caminar lentamente alrededor de Aurelius, dejando un margen de distancia para poder prever y eludir a tiempo un ataque cuerpo a cuerpo.
- He entrenado y luchado durante años, ¿sabes? Soy perfectamente consciente de mi poder- Respondió Gardevoir- Y a menudo, hay quien ha aprendido por las malas con quién se está enfrentando. Imagino que sabes perfectamente de qué hablo, ¿verdad?
Aurelius analizó detenidamente las palabras de Gardevoir. Sí, aquello era cierto; él sabía perfectamente a qué se refería. A lo largo de los años que había pasado trabajando como agente de Rey Arceus, a menudo se había enfrentado a rivales que no estaban preparados para luchar de igual a igual contra alguien de su nivel. Había eliminado a muchos enemigos de la organización que, en realidad, no estaban a su altura. Una situación que, en aquel momento, estaba viviendo a la inversa.
- La gente y los Pokémon se comportan de formas muy variopintas cuando están a punto de morir- Continuó Gardevoir- Y con todos los muertos que llevo a mis espaldas... ¿De verdad crees que nadie lo ha intentado antes?
Las palabras de Gardevoir destruyeron la falsa sensación de seguridad que Aurelius había intentado crearse. Desde que empezó el combate, Aurelius se había asegurado de mantener su mente protegida contra cualquier clase de intrusión. Había temido seriamente que su enemiga fuese capaz de leer su estrategia o manipularle. Sin embargo, Gardevoir no había intentado atacar su mente en ningún momento durante aquel enfrentamiento; algo que no parecía una gran decisión táctica viniendo de un psíquico más poderoso que él. Pero en aquel momento, Aurelius se dio cuenta de por qué Gardevoir no había tratado de leer su mente; sencillamente no lo necesitaba. Aquella Pokémon llevaba años enfrentándose a agentes de su organización. A pesar de todo, aquel combate no suponía nada nuevo ni excepcional para ella.
- Todos dicen que es una sádica, seguramente querrá torturarme. Resistiré lo que me haga y buscaré una oportunidad para fulminarla de un golpe- Dijo Gardevoir, intentando imitar el tono de voz de Aurelius de forma burlona- ¿Cuántas veces crees que lo he vivido ya?
Aurelius escuchó las palabras de Gardevoir de manera impasible. Aunque su enemiga sin duda trataba de hacerle sucumbir ante la desesperación, aquellas palabras habían causado un efecto realmente opuesto a lo que pretendía. Por alguna extraña razón, Aurelius las encontró reconfortantes. Como agente de Rey Arceus, la muerte siempre había sido una compañera de trabajo más; y sabía que solo era cuestión de tiempo que también le reclamase a él. Cuando se había ofrecido para aquella misión, sabía perfectamente que aquella podría fácilmente ser su última batalla. Siempre había pensado que, a pesar de todo lo que había vivido, cuando el momento llegase no estaría preparado para ello. Siempre había supuesto que reaccionaría como alguno de aquellos objetivos a los que había eliminado; aferrándose desesperadamente a la supervivencia y dispuesto a renunciar a cuanto fuese necesario para seguir con vida.
Sin embargo, la realidad no era así. Aurelius sabía que se encontraba ante una enemiga más que dispuesta a matarle, y que no vencería en aquella batalla. Aquella noche ya se había derramado mucha sangre entre aquellos muros. Su muerte no supondría una gran diferencia en aquella montaña de cadáveres. Sin embargo, aunque la situación había escapado completamente a su control, en realidad aún tenía un cierto número de opciones a su disposición. Podía seguir luchando a pesar de tenerlo todo en contra, aunque sabía perfectamente cuál sería su destino si decidía hacerlo. También podría rendirse, pero dudaba seriamente que hacerlo fuese a suponer una gran diferencia; su enemiga no parecía tener demasiados problemas en matar a alguien indefenso y sin voluntad de luchar.
Sin embargo, la opción realmente tentadora era huir de aquel enfrentamiento. Era cierto que aquella Gardevoir había demostrado ser más rápida que él y que, si se lo proponía, podría darle caza fácilmente. Sin embargo, lo que el grupo de Maestro buscaba se encontraba en aquel edificio; y ni a Rey Arceus ni a aquellos criminales realmente les convenía que aquella cruenta batalla se trasladase al exterior. Si se teletransportaba fuera del edificio, Aurelius estaba seguro de que Gardevoir no se molestaría en seguirle. Tan solo se limitaría a lamerse las heridas y seguir masacrando al resto de empleados de la organización, hasta que el edificio se convirtiese en un silencioso cementerio.
No, aquello no era algo que Aurelius pudiese permitirse. Cuando fue desechado por su entrenador, Aurelius pasó toda su vida intentando convertirse en algo de valor para alguien. No soportaba la idea de aceptar sin más su destino; no soportaba vivir como un paria sin propósito ni valor alguno. Y tras tantos años de esfuerzo, había logrado darle a su vida un significado. Había logrado convertirse en agente de Rey Arceus; había logrado convertirse en un empleado valioso para para organización. Tan importante y valioso que Tiberius le había confiado las vidas de todos aquellos empleados durante aquella operación. Si les abandonaba ahora y se marchaba, no solo estaría cometiendo el acto más vil y ruin de toda su vida; sino que también estaría renunciando a su puesto como agente de la organización. Estaría renunciando al significado que había conseguido darle a su vida.
Gardevoir dejó escapar un largo suspiro mientras observaba cómo Aurelius se relajaba completamente. Resultaba difícil saber qué se le estaría pasando por la cabeza a aquel Pokémon. Podría invadir su mente para averiguar qué estaba tramando, pero en realidad no le interesaba la lucha interna que estaba viviendo su enemigo. Al final, todo acababa reduciéndose a una única pregunta.
- ¿Y bien?- Preguntó Gardevoir- ¿Vas a querer una muerte rápida, o seguimos luchando y te quebranto poco a poco?
Aurelius dibujó una sonrisa en su rostro. Al final, su antiguo entrenador se había equivocado. No era un error; no era un pedazo de basura carente de valor. Había conseguido grandes cosas a lo largo de su vida. Cosas por las que merecía la pena luchar y morir en lugar de huir y dejarlas atrás; algo cuyo valor y significado superaban a los de su propia existencia. Una razón para luchar hasta el final.
- Tengo un plan mejor- Sugirió Aurelius con un tono relajado y sereno.
- ¿Ah, sí?- Preguntó Gardevoir, con un sarcástico escepticismo.
- Sí, verás... El caso es que, después de todo, tengo un as en la manga- Respondió Aurelius- Y si resisto aquí, te mantengo ocupada y me mantengo vivo el tiempo suficiente, al final seré yo quien gane.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top