Capítulo 14: Trevenant

Aquella criatura se movía de forma torpe y errática. Las llamas que la envolvían eran unas intrusas que no eran parte de su forma física. Maestro analizó rápidamente la información que su ojo metálico le proporcionaba. Aún no lograba distinguir qué era aquella gigantesca llamarada que se acercaba a ellos, pero había algo que podía saber con claridad tan solo con mirar a aquel afligido ser; estaba sufriendo. Aún desde su ignorancia al respecto, Maestro lamentaba tener que ver a aquel ser en aquella horrible circunstancia; pero no podía perdonar la amenaza que representaba para su grupo. Su desplazamiento era impreciso, arbitrario incluso, pero tanto él como sus compañeros serían de un modo u otro arrollados por aquella mole ardiente si no hacía algo para impedirlo. Maestro era consciente de que lo último que necesitaba una criatura que sufría de ese modo era nuevos enemigos; pero no le dejaba otra opción. Sin importar cuales fuesen las circunstancias, debía proteger a su equipo.

Con un cierto pesar, Maestro proyectó su Escudo Real y se interpuso entre sus compañeros y aquel gigantesco ser; bloqueando su camino. Era consciente de que el contacto con aquella barrera le produciría un serio debilitamiento físico, y que su sufrimiento aumentaría; pero no podía permitir que semejante pira se abalanzase sobre Greninja y Gardevoir.

Aquella criatura era realmente enorme. Maestro no era capaz de determinar su tamaño exacto en aquel momento; pero era casi tan grande como los viejos sauces que les rodeaban. Aunque el tamaño de la barrera parecía insignificante en comparación con su cuerpo, la criatura se detuvo bruscamente al colisionar contra ella. Un sonido de madera crujiendo y unas cuantas ascuas desprendiéndose de su forma acompañaron al estruendo producido por el golpe. El contacto se prolongó durante unos segundos; mientras aquella criatura trataba en vano de empujar el Escudo Real de Maestro para seguir avanzando. Acto seguido, el efecto debilitador de aquella barrera comenzó a actuar sobre su forma física y el esfuerzo que hacía para desplazar aquel escudo infranqueable comenzó a apagarse hasta desfallecer.

Maestro aprovechó cada segundo mientras frenaba el avance de aquella criatura para recopilar toda la información posible sobre ella. Observo y analizó cada detalle de su forma tratando de descifrar su auténtica naturaleza. Las llamas que consumían su cuerpo le cegaban y deslumbraban a aquella distancia; y su enorme tamaño complicaba la distinción de su forma. Sin embargo, una visión fugaz de lo que parecía ser un enorme ojo rojo brillante estremeció a Maestro. En aquellas circunstancias, no había mucho margen de error. Se trataba de un encuentro improbable, pero era técnicamente posible. No sabía cómo un Pokémon como él había llegado a un lugar como ese, pero no era el momento de hacerse aquellas preguntas. Sin su ayuda, moriría en breve.

- ¡Apagadlo!- Ordenó Maestro a sus compañeros.

Greninja miró con nerviosismo al gigantesco Pokémon en llamas que Maestro trataba de contener frente a ellos. A cada segundo que pasaba en contacto con el Escudo Real, sus movimientos se volvían cada vez más lentos y débiles. Su cuerpo de madera se desprendía en brillantes ascuas a medida que el fuego consumía su forma. Fuera quien fuera aquel Pokémon, en aquel momento estaba extremadamente débil. Greninja nunca antes había manipulado el agua de una forma no destructiva. Si utilizaba sus Shurikens de Agua sobre aquel Pokémon, causaría más daños de los que prevendría; y el impacto de una Hidrobomba sobre un cuerpo de madera que se caía a trozos podría terminar de romper en pedazos a quien trataba de socorrer. Greninja llevaba años esforzándose por hacer que sus ataques fuesen cada vez más dañinos y devastadores. No veía la forma de extinguir aquellas llamas sin hacer daño a aquella atormentada criatura.

Sin saber cómo reaccionar a aquella situación, Greninja se quedó completamente inmóvil; incapaz de actuar. Sabía que sus compañeros contaban con él; pero no se le ocurría como abordar la situación. No sabía cómo cumplir aquella orden de Maestro. Tras unos segundos de inmovilidad, Greninja oyó como su compañera dejaba escapar un largo suspiro. Actuando por simples reflejos, Greninja se giró hacia Gardevoir. Sabía lo que estaba pensando su compañera. No quería ayudar a aquel Pokémon. No lo conocía de nada, pero le deseaba que ardiera y se consumiera hasta que solo quedase de él un puñado de cenizas sobre el fango. Sin embargo, pese a su cruel e insensible forma de ver el mundo, Gardevoir no iría en contra de la voluntad de Maestro.

- Hazlo caer- Indicó Gardevoir mirando a Greninja- Ya hago yo tu trabajo.

No había tiempo para pensar. Greninja se limitó a reaccionar a las palabras de Gardevoir sin molestarse en responder a aquel pequeño reproche. Rápidamente, Greninja analizó la anatomía de aquel Pokémon y estudió las posibilidades de hacerlo caer con un golpe preciso. Sin embargo, aquello parecía sencillamente imposible. Aquella criatura tenía un gran número de patas y era demasiado grande como para hacerla perder el equilibrio con un golpe. Considerando otras alternativas, Greninja miró a su alrededor en busca de recursos que emplear para aquella tarea.

Tan rápido como sus ágiles piernas le permitieron, Greninja corrió sobre la superficie del agua y trepó el tronco de uno de aquellos sauces que los rodeaban. Empleando toda su capacidad perceptiva y agilidad mental, localizó el extremo de una gruesa enredadera que crecía enroscándose alrededor de aquel enorme tronco. Aquella planta tenía un tallo lo suficientemente grueso y resistente para soportar la carga a la que pensaba someterla; y aquella fibra vegetal era lo bastante fresca para soportar las llamas el tiempo suficiente. Greninja descendió de aquel árbol recorriendo su tronco trazando una espiral con la que desenrollar aquella enredadera. Se desplazaba tan rápido que apenas era un borrón azul iluminado tan solo por las llamas que consumían al Pokémon que trataba de salvar. Sin prestar atención a lo que estaba haciendo Gardevoir, y esperando tan solo que pudiese cumplir con su parte en aquel plan, Greninja atravesó a toda velocidad el escaso hueco que pudo encontrar entre la barrera de Maestro y aquella enorme conflagración viviente. Por un momento pudo sentir el dañino calor de aquellas llamas; pero el contacto fue demasiado fugaz como para que su húmeda piel llegase a sufrir quemaduras a causa de aquella maniobra.

La enredadera de la que tiraba también atravesaba a gran velocidad aquellas llamas; pero tal y como Greninja había supuesto, aquel tejido vegetal estaba lo suficientemente hidratado como para que no se incendiase al primer contacto con las llamas. Consciente de que su tiempo antes de que aquella planta se secase y empezase a arder y consumirse era muy limitado, Greninja se apresuró a tirar de la enredadera con todas sus fuerzas. Se trataba de un Pokémon de gran tamaño; pero utilizando su Hierba Lazo para hacer palanca y haciendo uso de toda su fuerza física, Greninja esperaba ser capaz de tumbarlo tal y como le había indicado Gardevoir.

El tiempo era oro en aquel momento; y el esfuerzo debía estar a su altura. Greninja era consciente de que pronto aquella enredadera se quemaría y aquel lazo improvisado se partiría. Solo tenía una oportunidad para tirar con todas sus fuerzas. Podía sentir como la adrenalina fluía por su cuerpo y cómo su corazón latía aceleradamente. En aquel momento, en realidad, entendía a Gardevoir. No tenía por qué hacer aquello. No tenía ninguna razón para hacer aquel esfuerzo por salvar a un Pokémon que no conocía. Sin embargo, aquella era la voluntad de su entrenador. Maestro siempre había sido excéntrico en ese sentido. No parecía haber una razón concreta por la que decidiese ayudar a alguien o herir a alguien. Sin embargo, Greninja siempre había respetado la sabiduría que había tras sus decisiones. Si no confiaba en Maestro, entonces no le quedaba nada en lo que creer en el mundo. Agarrando con firmeza el extremo de aquella liana y enroscándola en sus antebrazos, Greninja tiró con todas sus fuerzas e ignoró el dolor muscular que sentía ante aquel esfuerzo. Su mayor virtud siempre había sido su abrumadora velocidad, no su potencia muscular. Sin embargo, su plan parecía estar dando resultado. A medida que tiraba de aquella enredadera, la criatura que empujaba de forma agonizante el Escudo Real de Maestro comenzaba a inclinarse en su dirección. Segundos más tarde, su doloroso esfuerzo se vio recompensado y aquel Pokémon se desplomó ruidosamente sobre la charca que había bajo él.

Greninja creía entender las intenciones de Gardevoir hasta ese punto. Aquel Pokémon era demasiado grande como para poder extinguir sus llamas en aquella masa de agua enfangada. Sus múltiples patas caminaban pisando el fondo de aquel estanque, y sobresalían ampliamente sobre su superficie; eso sin contar el resto de su gigantesco cuerpo. Sin embargo, aunque Greninja había seguido el plan de su compañera y había confiado en ella, bastaba con un rápido vistazo a la criatura en llamas que se encontraba tumbada sobre el agua para saber que aquello no funcionaría. Incluso habiéndose derrumbado, la mayor parte de su cuerpo sobresalía por encima del agua y seguía ardiendo. Aquella charca sencillamente no era lo bastante profunda para algo de su tamaño. Greninja cayó de espaldas sobre el barro cuando la enredadera de la que aún seguía tirando se quemó y se volvió quebradiza. Una vez en el suelo, Greninja no se levantó. Se encontraba exhausto por aquel repentino estallido de fuerza y velocidad después de un día tan extenuante como el que había tenido. No había nada más que pudiera hacer para ayudar a aquel Pokémon. Tan solo le quedaba incorporarse y mirar cómo las llamas lo consumían.

Un pequeño detalle llamó la atención de Greninja. Aunque el suelo de aquel pantano era húmedo, no se trataba de un fango tan blando como el que había detenido su caída. Palpó momentáneamente el terreno sobre el que se había sentado y notó una irregularidad en su composición. Aunque se encontraba en la orilla de aquel estanque, el suelo estaba literalmente anegado; como si la marea acabase de bajar repentinamente. Sin embargo, aquello era impensable tratándose de un volumen de agua completamente aislado como aquel estanque. Una iluminación extraña comenzó a distinguirse a su alrededor. Se trataba de una inusual gama de reflejos cuya fuente Greninja no llegó a distinguir a primera vista. Cuando dirigió la mirada hacia la fuente de aquellos reflejos, Greninja se apresuró a ponerse en pie y saltar hacia el tronco de árbol más cercano, apartándose de la zona de peligro en la que se encontraba. Acababa de encontrar el agua que había desaparecido de aquella charca.

Una vez a salvo, Greninja observó la escena que había frente a él. Los rayos de luz de luna y el brillo de las llamas atravesaban el agua y daban lugar a un llamativo patrón de reflejos. Había podido considerar bella la escena, de no ser por lo siniestra de contemplar que resultaba. Gardevoir levitaba con las manos alzadas y los ojos totalmente cerrados; haciendo sus propios esfuerzos por concentrar todo su potencial psíquico. Sobre ella, un gran volumen de agua de color marrón levitaba formando una deforme y maloliente esfera. El rostro de Gardevoir exteriorizaba el esfuerzo que le estaba suponiendo utilizar su Telequinesis para alzar aquellos miles de litros de agua. Lentamente, Gardevoir comenzó a mover aquella esfera hacia el Pokémon que Greninja había hecho caer sobre la charca. Aquel era un ejercicio de gran precisión. Todo aquel volumen de agua debía de pesar varias toneladas; si Gardevoir la dejaba caer sin más, el efecto sería similar a una bola de demolición. Cualquier movimiento de aquella esfera debía ser extremadamente cuidadoso y calculado para no resultar destructivo.

Lentamente, el agua sucia de aquella esfera comenzó a envolver el cuerpo en llamas de aquel Pokémon; mojando también a Maestro en el proceso. Una vez que aquella criatura se encontró totalmente engullida por aquella masa de agua y el fuego había sido completamente extinguido, Gardevoir dejó caer el agua que envolvía el cuerpo de aquel Pokémon. Incluso a pesar de la poca altura a la que había sido dejada caer, aquel agua salpicó violentamente y provocó un pequeño oleaje en aquella charca; agitándola con violencia. Gardevoir volvió a abrir los ojos y dejó escapar un suspiro de alivio mientras se giraba encarándose con Maestro.

- Vaya...- Dijo Gardevoir, en tono jadeante- Creía que a ti no te gustaban los Trevenant.

Maestro dejó de proyectar su Escudo Real y se alejó levemente del enorme Trevenant que había desplomado en aquella charca. Ahora que Gardevoir había devuelto el agua a su lugar, el estanque cubría casi la mitad del cuerpo de aquel Pokémon. Las llamas habían desaparecido por completo, y tanto él como Maestro estaban completamente empapados por aquella desagradable agua.

- Y no me gustan- Respondió Maestro- Pero ese es problema mío.

Intentando que no resultase demasiado obvio, Maestro continuó retrocediendo muy despacio para alejarse del Trevenant. El miedo era algo que Maestro había dejado atrás hacía tiempo; especialmente ahora, que estaba muerto y no había muchas cosas que pudiesen empeorar su situación. Sin embargo, desde que vio uno de aquellos Pokémon por primera vez a muy temprana edad, aquella criatura le había perseguido en pesadillas durante toda su infancia. El miedo era un lujo que no podía permitirse si pretendía enfrentarse a alguien tan poderoso como Mewtwo. Sin embargo, aunque hacía tiempo que había logrado deshacerse del terror que sentía hacia aquel Pokémon; Maestro no podía evitar sentirse incómodo frente a un miembro de su especie.

Aquellos demonios personales no significaban nada en realidad. Maestro llevaba años sin ver un Trevenant, y se alegraba por ello. Sin embargo, había visto uno de nuevo, y se encontraba en serios problemas. Quizás Maestro se hubiese ganado fama de cruel y violento por su trato hacia quienes consideraba sus enemigos; pero incluso alguien como él se habría marchado de allí con mala conciencia si no hacía algo por socorrer a aquel Pokémon. Sin importar lo que nadie pensase de él, Maestro no se consideraba a sí mismo el monstruo que todos esperaban que fuera. Aún se aferraba al hecho de que todas las cosas horribles que había tenido que hacer, las había hecho porque no tenía otra opción. No estaba dispuesto a dejar que aquellos actos le definieran. Incluso aunque aquello significase casi tocar a un Trevenant.

Gardevoir se acercó levitando al Pokémon que acababa de salvar. No había sido una acción que considerase gratificante, pero debía reconocer que había sido un desafío interesante para sus facultades. Desde que Maestro les ordenó que apagasen aquel fuego, Gardevoir había sido consciente de que Greninja no era un bombero; no sería capaz de modular la potencia de sus ataques para extinguir aquellas llamas sin matar en el proceso a aquel Trevenant. Aquella sería una tarea de la que ella misma tendría que encargarse. Mover aquel volumen de agua con su mente había resultado un esfuerzo tan extenuante y doloroso como el que había tenido que hacer Greninja para hacer caer aquella mole de madera ardiente con tan solo una enredadera y sus propios músculos. Sin embargo, Gardevoir se alegraba de haberlo hecho. No se sentía particularmente feliz de haber logrado apagar aquellas llamas y salvar a aquel Pokémon; sino que se alegraba del hecho de haber sido capaz de demostrarse a sí misma que aún era capaz de hacer algo así. Aquel Trevenant que aún se movía débilmente en medio de aquella charca, libre de las llamas, era una simbólica recompensa para ella. Una recompensa que simbolizaba su triunfo sobre su propia debilidad.

Tras concederse a sí misma unos instantes para recuperar el aliento, Gardevoir examinó a aquel Pokémon de cerca. Su cuerpo de madera había sido remojado a conciencia, y hasta el más mínimo ascua había sido completamente extinguido. Sin embargo, aunque las llamas habían desaparecido y aquella dolorida criatura aún seguía con vida, su cuerpo había recibido graves daños y su energía se encontraba muy agitada. La madera que formaba el tronco que servía de cuerpo a aquel Trevenant había adoptado un color muy oscuro; pareciéndose más al carbón que a la corteza de un árbol. Incluso en un entorno tan húmedo como aquel, el efecto de las llamas había sido devastador en su forma física. En aquel momento, de habérselo propuesto, Gardevoir estaba segura de que habría sido capaz de aliviar gran parte de su dolor mediante su Pulso Curativo; pero no tenía intención de hacerlo por iniciativa propia. Se encontraba exhausta por los esfuerzos que había tenido que llevar a cabo a lo largo del día, y Maestro no le había dado ninguna orden al respecto. Ya había hecho más que suficiente por aquel Pokémon al que no conocía de nada y por el que no sentía la más mínima empatía ni compasión.

- Está en las últimas- Informó Gardevoir, después de echar su vistazo- Un poco más y esta antorcha viviente no lo cuenta...

Gardevoir se calló instantáneamente cuando distinguió un débil sonido proveniente de aquel Trevenant. Se trataba de un débil hilo de voz espectral que apenas era capaz de hacerse oír en aquel estado. Guardando silencio, Gardevoir trató de escuchar lo que trataba de decir. A continuación, cuando distinguió las primeras palabras, se estremeció ante lo que acababa de escuchar. Rápidamente, hizo una señal con la mano a Maestro para que se acercara a ellos, sin atreverse a emitir el más mínimo sonido para no dejar de escuchar a Trevenant.

Maestro se acercó a regañadientes a Gardevoir y Trevenant. Aunque le producía una sensación de desagrado estar cerca de aquel Pokémon; la situación parecía ser mucho más importante que sus manías personales. A medida que se acercaba a Trevenant, Maestro comenzó a percibir también aquel débil hilo de voz que Gardevoir había estado escuchando y que la había sobresaltado. Cuando se encontró a pocos centímetros del Trevenant, Maestro comenzó a distinguir con claridad las palabras que estaba pronunciando aquel derrotado y dolorido Pokémon.

- Tiene a... Mawile- Repetía continuamente Trevenant haciendo uso de todas las fuerzas que le quedaban- Por favor... Tenéis que salvarla...

Con cierta incomodidad, Gardevoir miró hacia Maestro. Permanecía completamente inmóvil escuchando como aquel moribundo fantasma balbuceaba aquellas palabras; como si esperase que dijera algo más. De nuevo, Gardevoir dejó escapar un impotente suspiro. Había cumplido con su parte y había salvado la vida de aquel Pokémon; pero estaba claro que aquello no sería suficiente por su parte. No había mucho margen de error en aquella situación. A pesar de todo, habían tenido suerte con aquel encuentro. Estaba claro que aquel Pokémon conocía a Mawile; y que su compañera de alguna forma se encontraba en problemas en aquel momento. Gardevoir estaba segura de que Trevenant sabía más de lo que sus moribundas palabras eran capaces de expresar. Sin embargo, aquel Pokémon parecía concentrar casi todas sus fuerzas en mantener su propia existencia y no dejar que su vida se extinguiese completamente.

Murmurando para sí misma algunos improperios, Gardevoir apuntó con su mano derecha a Trevenant e hizo un esfuerzo más por canalizar hacia él un Pulso Curativo. Incluso en un cuerpo de madera como el suyo, aquella energía benigna inundó su forma y comenzó a reparar los daños que el fuego le había causado. A medida que su cuerpo sanaba, los movimientos de Trevenant se volvían ligeramente más enérgicos y su voz se hacía cada vez más clara y audible. Aunque aquel remedio estaba surtiendo efecto, Gardevoir no fue muy generosa compartiendo su energía curativa con aquella afligida criatura; y tan pronto como observó que su voz y movimientos parecían más estables, interrumpió el flujo de energía bruscamente. Había invertido años de su vida en dominar aquel ataque para poder sanarse a sí misma y a sus compañeros de equipo; no para desperdiciar su talento curando a Pokémon salvajes. Aquella acción había resultado necesaria, pero iba absolutamente en contra de sus principios.

- Gracias...- Dijo Trevenant mientras trataba de alzarse de nuevo sobre sus numerosas patas- Me has...

- ¡Eh, de "gracias" nada!- Interrumpió Gardevoir gritándole de una forma muy desconsiderada- ¿Qué le pasa a Mawile?

Una de las patas de Trevenant se quebró a causa del esfuerzo de intentar ponerse en pie y su tronco volvió a hundirse en el estanque del que había intentado salir, quedando en posición vertical. Consciente de que aunque hubiese sido sanado, su cuerpo aún estaba demasiado débil como para moverse, Trevenant optó por permanecer inmóvil. Estaba claro que se había acabado para él por aquella noche. Sería capaz de sanarse a sí mismo, pero le llevaría muchas horas lograrlo. Para entonces, Mawile podría haber sido torturada hasta la muerte por aquella mujer. Su única esperanza de lograr salvarla era delegar en aquellos Pokémon que ya le habían salvado a él.

Trevenant nunca antes había visto a aquellos Pokémon por el pantano. Sin embargo, a pesar de ello, parecía que aquel lugar no era completamente extraño para ellos; o al menos no siempre lo había sido. El hecho de que hubiese captado su atención al instante de aquella forma al pronunciar el nombre de Mawile le había dado a entender que, de alguna forma, sabían a quién se refería. Por improbable que resultase, aquellos Pokémon parecían conocer ya a Mawile.

- ¿Conocéis a Mawile?- Preguntó Trevenant con escepticismo.

- Sí- Se apresuró a responder Maestro antes de que Gardevoir acabase tomando las riendas de la conversación- Y si está en problemas, tengo que saberlo. Habla.

- En este pantano vive una bruja humana llamada Sarah que se alimenta del dolor y el sufrimiento de los humanos y Pokémon que caen en su poder- Explicó rápidamente Trevenant- Ha capturado a Mawile...

Gardevoir observó con inquietud cómo las palabras de Trevenant provocaban que Maestro comenzase a emitir aquel desagradable humo espectral por toda su forma física. La idea de imaginarse a alguien haciendo daño a Mawile había provocado una respuesta emocional instantánea en él. Segundos más tarde, la propia Gardevoir comenzó a recibir aquellas emociones por parte de su entrenador y a sentirse completamente furiosa.

- ¿Dónde están?- Se limitó a preguntar Maestro.

- Maestro, no creo que sea difícil encontrarlas- Intervino Gardevoir, hablando con un tono de voz ansioso- Siento una presencia inquietante en aquella dirección. Deberíamos darnos prisa.

Maestro observó cómo su compañera señalaba en la dirección por la que había llegado hacia ellos Trevenant. Había un pequeño rastro de destrucción causado por las colisiones que aquel Pokémon había tenido con otros árboles mientras se movía en llamas por el pantano, chocando con todo. Poco a poco, las pequeñas llamas que iluminaban aquel camino iban siendo extinguidas por la propia humedad del pantano o por algunos Pokémon salvajes que no tenían el menor interés en ver cómo su hogar se incendiaba aquella noche. Aunque solo sabía lo que había considerado suficiente de aquella situación, Maestro confiaba lo suficiente en el criterio de Gardevoir como para confiar en sus indicaciones.

- En marcha- Indicó Maestro.

Trevenant había estado guardando silencio con su único ojo rojo totalmente fijado en Maestro y en aquel humo espectral que salía de su cuerpo. En un principio había sentido una sensación extraña en presencia de aquel Aegislash; pero ahora le había quedado claro que aquel ser no era un Pokémon.

- Espera... Una Gardevoir de pelo azul y... Tú...- Murmuró Trevenant, sin apartar la mirada de aquel extraño Aegislash- ¿Tú eres Maestro? ¿Sois esos compañeros de los que hablaba Mawile?

Maestro se detuvo un instante para mirar fijamente a Trevenant. Ignoraba de qué conocía aquel Pokémon a Mawile, pero estaba claro que sabía mucho sobre ella. Mawile debía de haber confiado en él lo suficiente como para contarle aquello y hablarle sobre sus compañeros. También resultaba obvio que Trevenant había sido herido de aquella forma tratando de salvar a Mawile de aquel peligro que se cernía sobre ella. Maestro nunca había tenido una buena relación con los Trevenant; pero de alguna forma sentía que tenía mucho que agradecerle a aquel Pokémon. Sin embargo, aquella no era la clase de situación que a él se le diese bien. Lo único que se le ocurría para corresponder el esfuerzo que había hecho Trevenant y agradecerle por todo era apresurarse a salvar a Mawile.

- Gracias por todo- Respondió Maestro- Deja el resto en nuestras manos.

Dando la espalda a Trevenant, Maestro se apresuró a ponerse en movimiento en la dirección que su compañera le había indicado. Un rápido vistazo a sus alrededores le reveló que Greninja había vuelto a desvanecerse entre las sombras. Aunque había sido un día duro para todos, Greninja era perfectamente consciente de cómo de importante era localizar a Mawile cuanto antes. Incluso Gardevoir se abstuvo de quejarse y comenzó a seguir a Maestro en el mismo instante en que comenzó a moverse.

- Esta mocosa y sus fantasmas...- Murmuró Trevenant, mientras Maestro y Gardevoir se alejaban de él.

Sin volver la vista hacia ellos, Trevenant comenzó a hundir sus raíces en el asqueroso fango de aquel maloliente pantano. Cuando aquel Pokémon le incendió de aquella forma, había llegado a aceptar que era su fin. Ardería, se consumiría y moriría. Aunque luchaba con todas sus fuerzas por apagar las llamas, sabía que en el fondo era en vano. Sin embargo, contra todo pronóstico, aún seguía con vida. Había tenido la suerte de estar en el momento y lugar adecuados. De no haberse topado con aquellos compañeros de Mawile, su defunción habría sido solo cuestión de tiempo.

Pero no importaba que las llamas hubiesen desaparecido. Tampoco importaba que aquella Gardevoir hubiese sanado parte de aquellas quemaduras. La lucha había terminado para él aquella noche. En combate solo resultaría una carga con su maltrecho cuerpo; pero estaba claro que incluso estando en su mejor momento, aquella era una batalla que le quedaba grande. Mawile no había exagerado cuando le contaba lo fuerte que era su equipo y le hablaba sobre todo lo que habían hecho. Trevenant no estaba seguro de si aquellos Pokémon y aquel espectro serían capaces de vencer a Sarah; pero estaba claro que su ayuda no sería un factor determinante en aquella victoria. Había hecho lo que había podido, y aunque había fracasado, al menos se alegraba de que su fracaso no hubiese sido completamente inútil. Gracias a aquel encuentro, quizás Mawile realmente fuese rescatada de las garras de un destino tan truculento como el que le aguardaba. En aquel momento, lo único que Trevenant era capaz de hacer era hundir aquellas raíces en la tierra y prepararse para descansar.

- ¿En serio?- Preguntó Mawile, con escepticismo.

- Te lo juro- Respondió Sarah- Nunca encontré el resto del cuerpo.

Mawile se encontraba sentada a la mesa en la sala principal de aquella casa de madera. Frente a ella, un plato vacío había contenido hacía un momento la primera comida caliente que había probado en varios años. Estaba claro que no iban a contratar a Sarah en la cocina del Hotel Ricachilton, pero esa sopa de aleta de Quagsire que aquella siniestra mujer le había preparado había superado enormemente sus expectativas.

- Te lo estás inventando- Acusó Mawile frunciendo el ceño.

- Pues claro- Confesó Sarah, dibujando en sus labios una de aquellas desquiciadas sonrisas- ¿En qué clase de mundo iba a pasar algo así?

A aquella humana no se le daba nada bien mentir. Mawile había estado escuchando algunas de sus historias a lo largo de la tarde, pero resultaba demasiado fácil saber cuándo decía la verdad y cuándo intentaba impresionarla. Aunque se tratasen de una serie de relatos truculentos narrados por su fantasmagórica secuestradora, aquello había sido lo más parecido a una conversación que había tenido en mucho tiempo. Mawile no era una pieza que encajase bien en el ecosistema local, y un depredador invasivo como ella no tenía muchas posibilidades a la hora de socializar con sus vecinos. En los últimos años, había acabado llevándose bien con aquel Trevenant con el que empezó luchando por territorio y acabó organizando enfrentamientos amistosos; pero aparte de aquel huraño árbol fantasma, no tenía a nadie más en aquel pantano a quien se hubiese atrevido a considerar amigo.

Después de aquella tarde, en realidad, a Mawile no le habría desagradado la idea de pasar tiempo con Sarah. Era excéntrica, hablaba demasiado, su cara daba miedo y había dicho que pensaba alimentarse de su sufrimiento; pero a pesar de ello, seguía siendo mejor que vivir sola contemplando día tras día lo que tuvo y perdió. Sin embargo, Mawile intentaba no perder de vista la realidad en aquel momento. Sarah no le había puesto una mano encima. No le había hecho daño y encima le había preparado una cena bastante comestible; pero le había dejado claro que ella era una donante de dolor. Cuándo llegaría la horrible tortura que aquella excéntrica humana le reservaba era algo que Mawile desconocía, pero que no tenía interés en saber. Tan pronto como su cuerpo se recuperase un poco más del dolor que aún sentía de su enfrentamiento con Mewtwo, buscaría una oportunidad para escapar de allí. Mientras tanto, no le hacía daño jugar al mismo juego que Sarah. Especialmente si aquello demoraba un poco más la tortura.

- Pero ya vale de hablar de mí...- Se restó importancia Sarah- Seguro que tú tienes algo interesante que contar... ¿Qué era esa cosa? ¿Por qué iba a por ti?

Mawile abrió los ojos como platos momentáneamente y comenzó a toser cuando se atragantó brevemente con su propia saliva. Sarah se encontraba sentada frente a ella en la mesa, apoyando los codos y sujetándose la cabeza con las manos mientras la miraba fijamente con aquel vacío negro que tenía por ojos. Aquel rostro por sí solo ya daba más miedo que todas aquellas historias medio inventadas que le había contado.

- ¿Cosa?- Preguntó Mawile, aunque sabía perfectamente a qué se refería Sarah.

- El Pokémon de antes- Concretó Sarah- Nunca había visto a un psíquico como él en toda mi vida.

- Se llama Mewtwo- Respondió Mawile, abordando ese tema de conversación a regañadientes- Se suponía que teníamos que matarla, pero era demasiado fuerte. Entonces mató a Maestro y a partir de ahí mi vida ha tocado fondo.

Sarah se irguió en una postura más adecuada y borró aquella sonrisa de su cara. Su actitud había cambiado drásticamente. En aquel momento, parecía ser presa de un repentino ataque de seriedad. Seguía mirando fijamente a Mawile con aquellos ojos negros, aunque su rostro resultaba mucho menos inquietante sin aquella sonrisa. Mawile tragó salida mientras trataba de aguantarle la mirada a Sarah. No estaba segura de si aquel rostro y actitud serios eran mejores o peores que su alocada actitud habitual.

- Y luego yo soy la que se ha vuelto loca...- Murmuró Sarah entre dientes- ¿En serio intentasteis matar algo tan poderoso?

Mawile asintió lentamente, dudando sobre cuál sería la reacción de Sarah.

- ¿Cómo lograste sobrevivir?- Preguntó Sarah.

- No hice nada en particular- Respondió Mawile, con la mirada fija en el suelo, evitando el contacto visual- Me habría matado si hubiese querido, pero solo mató a Maestro y... Creo que a Machamp, aunque ya no estoy segura de nada.

Cuando terminó de pronunciar aquellas palabras, Mawile guardó silencio durante un instante. Hablar sobre aquello la hacía sentir mal. Le recordaba cosas y le hacía pensar en cosas. No era algo que quisiera hacer en aquel momento. Cuando logró apartar aquellos pensamientos de su cabeza, alzó la mirada para encarar de nuevo a Sarah. Aquella mujer había vuelto a deshacerse de aquella actitud seria y había recuperado su macabra sonrisa otra vez.

- Entonces queríais matarla y a pesar de ello os perdonó a casi todos... Eso por ahora os convierte a vosotros en los malos de esta historia, ¿no te parece?- Le reprochó Sarah- Dime... ¿Por qué queríais matarla? ¿Qué era eso que hacía que enfrentarse a un Pokémon tan poderoso mereciera la pena?

- Maestro lo quería así- Respondió Mawile con firmeza- Para mí eso era más que suficiente. Yo solo quería hacerle sentir tan feliz como él me hizo sentir a mí. Sus motivos no me importaban.

Tras decir aquello, lo inevitable sucedió. Los recuerdos comenzaron a asaltar de nuevo a Mawile. Recordaba momentos felices en compañía de Maestro y los demás, y recordaba una y otra vez cómo todo había sido arruinado por su debilidad. Maestro le consiguió aquella Megapiedra que aún llevaba colgada del cuello y confió en ella para matar a Mewtwo. Maestro puso su propia vida en sus manos al enfrentarse a Mewtwo llevándola en su equipo. Y ella ni siquiera logró tocar a aquella abominación. Con todo aquel poder que había conseguido gracias a la energía que Maestro le había enviado mediante la Megaevolución, debería haber sido capaz de partir a Mewtwo en dos de un solo golpe; debería haber sido capaz de masticarla entre sus fauces de acero hasta que no quedase más que una masa de carne irreconocible. Pero ni siquiera logró ponerle una mano encima a aquella monstruosidad psíquica.

Lentamente, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos y descender atravesando su rostro a medida que un sentimiento de culpabilidad e impotencia se apoderaba completamente de ella. Mawile comenzó a temblar y estremecerse levemente durante unos segundos sentada en aquella silla. Rápidamente, Mawile se secó las lágrimas y trató de recuperar la compostura.

- Perdona- Se disculpó Mawile- Recordar todo esto me hace sentir mal...

- Por mí no te cortes, tu dolor es mi placer...- Le recordó Sarah- Pero sinceramente... ¿No crees que ya te has atormentado suficiente?

- Tiene gracia que tú digas eso...- Dijo Mawile, intentando desplazar aquellas lágrimas y adoptar una actitud sarcástica- ¿Acaso no...?

Mawile guardó silencio repentinamente cuando observó que una fuente de luz parecía estar acercándose a la ventana que había justo detrás de Sarah. En pocos segundos, la luminosa figura de Chandelure irrumpió en la habitación a través de ella. Aquella era la primera vez que Mawile veía a aquel Pokémon desde que Sarah se enfrentó a Mewtwo en la Casa Tétrica. Ignoraba de dónde venía o qué había estado haciendo, pero parecía bastante alterado. Era imposible que Sarah no hubiese notado el cambio de iluminación en la sala ni el calor que irradiaban las llamas azules de aquel Pokémon; pero a pesar de que evidentemente sabía que se encontraba detrás de ella, no se movió lo más mínimo. Tan solo se limitó a ignorarlo y seguir con su atención puesta en Mawile.

- Alguien viene hacia aquí- Avisó Chandelure con nerviosismo.

Chandelure no obtuvo respuesta. Sarah volvió a recostarse sobre la mesa y a sujetarse la cabeza con las manos en una actitud perezosa, haciendo caso omiso de sus palabras.

- Sarah...- Insistió Chandelure- Tenemos intrusos.

- ¿No puedes encargarte tú?- Preguntó Sarah, en tono despreocupado, sin ni siquiera volverse hacia Chandelure.

- Hay una presencia extraña moviéndose ahí fuera- Respondió Chandelure- Ni de coña me acerco a ellos solo.

Sarah dejó escapar un apático suspiro y demoró su respuesta unos segundos.

- Dile a Drapion que si se escaquea de nuevo, mañana lo cocino a él- Dijo Sarah, manteniendo su tono apático- Id preparándoos para el combate, yo ahora voy. Necesito un momento a solas con nuestra invitada.

Consciente de que aquello era todo lo que obtendría, Chandelure se apresuró a obedecer a Sarah y abandonó de nuevo la habitación a través de la misma ventana; marchándose para buscar a Drapion en los alrededores de aquella cabaña de madera.

Sarah se puso en pie y se acercó lentamente a Mawile. Su actitud risueña se había vuelto a desvanecer. Su siniestro rostro había adoptado una expresión apática, casi frustrada. Mawile no sabía cómo interpretar lo que veía. A lo largo del día había visto a Sarah fluctuar a través de muchos estados de ánimo, pero no la había visto en una actitud como la que parecía haber adoptado en aquel momento. Cuando aquella mujer se acercó a ella y se agachó junto a su silla para estar a su misma altura, Mawile se limitó a permanecer inmóvil y guardar silencio ante sus palabras.

- No soy estúpida, sé que a pesar de todo me tienes miedo y que ahora intentarás escapar- Le dijo Sarah, hablando con franqueza- Me lo he pasado bien; pero es hora de dejar un par de cosas claras entre nosotras.

Maestro se detuvo momentáneamente al observar una pequeña llama azul a lo lejos, apenas distinguible entre la espesa vegetación del pantano. A su lado, Gardevoir también se detuvo con la mirada fija en aquella llama. Su compañera sostenía un orbe luminoso que había utilizado para ayudarse a ver en la oscuridad, pero se apresuró a apagarlo cuando vio aquella otra fuente de luz. En medio de aquella oscuridad, iluminados por tan solo la luz de la luna, ellos dos no eran más que dos siluetas oscuras emergiendo de entre las sombras.

- Enciéndelo de nuevo- Dijo Maestro.

- Nos verán llegar- Le advirtió Gardevoir.

- No tengo intención de disimular mis intenciones- Insistió Maestro- Vamos.

La ira de Maestro fluía a través de la Sincronía entre ambos. Aunque aún no había perdido por completo el sentido común, Gardevoir también estaba sedienta de sangre en aquel momento. Cuando Maestro se lo indicó, Gardevoir volvió a encender con mucho gusto aquel orbe. La luz que irradiaba aquella esfera iluminó el cuerpo de acero de Maestro; el cual no había parado en ningún momento de emitir aquel inquietante humo negro, apenas perceptible en la oscuridad de aquella noche. Sin dudar un segundo, Maestro continuó avanzando hacia la llama que habían vislumbrado a lo lejos. Ansiosa también por encontrarse cara a cara con quien había capturado a Mawile, Gardevoir se apresuró a seguir a su entrenador. Si no había sido capaz de encontrar a Greninja a plena luz del día en la Senda Melancolía, Gardevoir se negaba a intentar localizar a su compañero de equipo en aquel momento y lugar. Sin embargo, aunque no lo veía ni podía sentir su ira como sentía la de Maestro, Gardevoir sabía que estaba allí con ellos, igual de ansioso por derramar sangre.

El terreno bajo ellos era fangoso y estaba repleto de charcas y raíces de árboles. En otras circunstancias, había sido una superficie difícil de recorrer y habría llevado tiempo sortear cualquier mínima distancia. Sin embargo, ninguno de los tres estaba en contacto con el suelo, y la distancia que los separaba del lugar al que se dirigían era rápidamente recortada. Maestro estaba acostumbrado a sentir con mucha intensidad aquellos periodos de calma antes de una tormenta, pero en aquella ocasión no tenía miedo ni estaba nervioso ante el inminente enfrentamiento. En aquel momento estaba furioso y solo era capaz de sentir impaciencia. Aquellos cientos de metros que aún les separaban de aquella llama que habían avistado se esfumaban con celeridad a medida que tanto él como su compañera los recorrían levitando.

- Puedo sentir algo realmente ominoso ahí delante- Informó Gardevoir- Se parece un poco a ti.

Maestro ignoró el comentario de su compañera. En otras circunstancias, aquella habría sido una buena oportunidad para responder con algo ingenioso; pero en aquel momento no estaba de humor. Mawile estaba en manos insidiosas y necesitaba su ayuda. No había ninguna otra cosa que le importase en aquel momento.

La distancia que les separaba de su destino se desvaneció en cuestión de segundos. Maestro disminuyó ligeramente su velocidad de desplazamiento cuando pasó a ser capaz de distinguir las figuras que iluminaba aquella llama que habían estado siguiendo. Aquel fuego azul pertenecía a la forma física de un Chandelure; el cual iluminaba también a un Drapion y a una mujer humana que habían junto a él. Tras ellos, una especie de cabaña de madera seriamente deteriorada se alzaba. No había ni rastro de Mawile en aquel truculento escenario; pero no había mucho margen de error. Su pequeña tenía que andar por allí cerca.

Gardevoir se mantuvo prudentemente detrás de Maestro, manteniendo aún encendido aquel orbe luminoso; revelándose a sí misma y a su entrenador frente a aquellos nuevos enemigos. Aquellos dos Pokémon no le parecían gran cosa, pero la humana que había con ellos le transmitía muy malas vibraciones. Era innegable que disponía de un gran poder psíquico, pero aquello no era lo más peligroso que había en ella. Aquella mujer dio unos pasos hacia delante y se acercó lo suficiente para que el orbe luminoso de Gardevoir la iluminase también a ella. Su aspecto era cadavérico y sus ojos parecían dos simples pedazos de oscuridad incrustados en medio de su rostro. Su humanidad era más que cuestionable.

- Hoy parece ser mi día de suerte- Dijo Sarah, rompiendo el silencio- Más almas afligidas llaman a mi puerta...

Maestro examinó rápidamente el aspecto de Sarah, intentando en vano llegar a alguna clase de explicación lógica. En otras circunstancias, aquella mujer le habría provocado escalofríos. Su aspecto, junto con aquella umbría presencia que la rodeaba le conferían un aspecto aterrador; aquello era innegable incluso para un fantasma como él. Aunque Maestro había pasado toda su vida repitiéndose que tener miedo era un lujo que él no se podía permitir y había afrontado las circunstancias más terribles ignorando aquella horrible sensación, su experiencia a lo largo de los años le había demostrado que había momentos en los que un ataque de pánico era algo más que razonable. Sin embargo, aunque Maestro estaba seguro de que no querría por nada del mundo encontrarse a aquella mujer en un callejón oscuro, no sentía el más mínimo temor. En aquel momento, aunque hubiese querido dar rienda suelta a su debilidad, le habría resultado sencillamente imposible asustarse de aquella fantasmagórica mujer. Después de lo que le había contado Trevenant, no había lugar para el terror en la mente de Maestro. Todo el espacio disponible ya había sido llenado con ira.

- Entrégame a Mawile- Ordenó Maestro en tono autoritario.

Sarah dio un paso adelante en dirección al Aegislash que había frente a ella. Examinó de manera fugaz al variopinto grupo que tenía delante. Aquel rápido vistazo fue más que suficiente para saber que no se trataba de la misma morralla de siempre. Una psíquica, un muerto y un asesino que acechaba entre las sombras, convencido de que no había sido descubierto. Todos ellos formaban una formidable unidad de combate, y todos ellos parecían compartir unos sentimientos de aflicción en común. Una iniciativa realmente admirable; pero completamente inútil frente a ella.

- ¿Por qué crees que debería?- Preguntó Sarah, mirando fijamente a Maestro- Su dolor es delicioso, no se me ocurre un motivo para renunciar a ella.

- No lo diré más veces- Amenazó Maestro- Me iré de aquí con Mawile. Estás en mi camino. Apártate.

Las palabras de Maestro provocaron que aquella siniestra mujer dejase escapar una ruidosa carcajada burlona. Maestro no dio importancia a aquel menosprecio. Ya se habían burlado y reído de él antes. Había una larga lista de humanos y Pokémon que le habían menospreciado y se habían reído de sus amenazas; y sus nombres estaban ahora cincelados en lápidas. A Maestro no le importaba que Sarah fuese una abominación sobrenatural que se dedicase a alimentarse del dolor ajeno; no la juzgaba por ello. Sin embargo, si retenía a Mawile en aquel lugar y encima le había hecho daño, aquella mujer estaba a punto de convertirse en otro cadáver más que dejaría a su paso.

- Fíjate... Hablas del momento de irte... Y yo creo que eso no sucederá- Declaró Sarah, manteniendo aquella actitud jovial- Me parece que voy a darme un festín con todos vosotros.

- ¡Ya he tenido suficiente de esta mierda!- Intervino Gardevoir.

Sucumbiendo a la ira que le llegaba a través de la Sincronía con su entrenador, Gardevoir estalló y dio rienda suelta a la rabia que sentía. Sin dudarlo un segundo, comenzó a elevar un gran número de rocas de gran tamaño que se encontraban a su alrededor. Ya había empleado las rocas de aquel pantano antes para sus Psicocargas, y habían demostrado ser unos excelentes proyectiles. Aunque pesasen varias toneladas cada una, resultaban fáciles de manipular mediante su Telequinesis; y el efecto que podían causar en sus enemigos cuando comenzaba a golpearlos con ellas era sencillamente devastador. Ignorando la fatiga mental que sentía y el esfuerzo que le estaba suponiendo mover todas aquellas toneladas de peso muerto con su mente, Gardevoir lanzó sin miramientos todos aquellos gigantescos proyectiles pétreos contra el grupo de Sarah. Estaba dispuesta a acabar con todos ellos de un único ataque, llevándose la cabaña por delante si era necesario. No le preocupaba sepultar a Mawile bajo toneladas de roca con su ataque. Era más que consciente de la formidable durabilidad de su compañera. Ya había sobrevivido a ataques como aquel antes. Aunque la enterrase bajo aquellas rocas, su cuerpo de acero podría resistirlo.

Sarah contempló cómo aquella Gardevoir terraformaba sin consideración alguna los alrededores de su casa levantando todas aquellas rocas con su poder psíquico. El paisaje cambió drásticamente cuando aquellas grandes rocas cubiertas de musgo que habían descansado durante años junto a aquellos viejos árboles eran arrancadas de cuajo del suelo por el poder de aquella Pokémon. Cuando Gardevoir lanzó sobre ellos una docena de rocas, algunas de ellas tan grandes como vehículos, Sarah pudo notar cómo sus compañeros retrocedían aterrorizados antes aquel ataque.

Mientras aquellos devastadores proyectiles se dirigían hacia ella, Sarah dejó escapar una leve risa. Aquella Gardevoir era prácticamente un monstruo. Había logrado desarrollar de forma admirable sus poderes psíquicos; su nivel de dominio se encontraba muy por encima de lo que habría esperado de otro miembro de su especie. Sin embargo, aunque era lo bastante poderosa como para levantar todas aquellas toneladas de roca y lanzarlas de forma precisa y sincronizada, resultaba demasiado obvio que no tenía ni idea de qué estaba haciendo. Sarah ignoraba si aquella Pokémon se había entrenado para luchar o para demoler edificios; pero sabía perfectamente que un ataque así no tenía futuro alguno en un enfrentamiento real. Ningún psíquico viviría mucho tiempo si su principal estrategia de combate consistía en desatar su poder de forma descontrolada. A no ser que se hubiese pasado la vida aplastando a enemigos mucho más débiles que ella o que estuviese acostumbrada a ser protegida constantemente por todo su equipo, Sarah no encontraba forma alguna de justificar un estilo de combate tan temerario. Luchando de aquella forma se ponía en peligro a sí misma y a todo su equipo.

Sin mover un solo músculo, Sarah actuó con su propia Telequinesis sobre los proyectiles de la Psicocarga de Gardevoir. Cuando golpeó aquellas rocas con una oleada de su propio poder psíquico, todas y cada una de ellas se convirtieron en polvo y gravilla. Los miles de fragmentos de roca resultantes fueron entonces rápidamente desviados por una sencilla Barrera psíquica que Sarah se apresuró a proyectar alrededor de su grupo y su casa. El iracundo ataque de Gardevoir fue completamente neutralizado por aquel sencillo despliegue de fuerza telequinética.

- Eso... ¿Iba en serio?- Preguntó Sarah, fingiendo que bostezaba.

Gardevoir sonrió ante la mofa de Sarah. Por supuesto que no iba en serio. Era cierto que en su situación resultaba fácil dejarse llevar por la ira y perder el control. Maestro parecía a punto de estallar en cualquier momento, y aquello repercutía mucho en su propio estado de ánimo. Sin embargo, Gardevoir había pasado muchos años luchando junto a su entrenador. Siempre había sido un hombre irascible. Si Gardevoir se hubiese simplemente dejado llevar por las emociones de Maestro cada vez que su entrenador se enfadaba, tanto ella como su equipo ya habrían muerto hace años en una explosión descontrolada de poder psíquico. Aunque Maestro le enviase toda aquella ira y Gardevoir acogiese aquellas emociones como propias, gran parte de su entrenamiento siempre había consistido en mantener siempre separadas sus propias emociones de las de su entrenador. Su poderosa mente era capaz de realizar múltiples tareas al mismo tiempo; y aquello incluía manejar simultáneamente varios estados de ánimo. La capacidad de mantener la mente fría y racional mientras aprovechaba la ira de Maestro para hacer fluir la adrenalina por su cuerpo siempre había sido una de sus mayores virtudes en un enfrentamiento a muerte.

Un rápido vistazo a Sarah había sido más que suficiente para que la analítica mente de Gardevoir obtuviese mucha información sobre aquella perturbadora mujer. Aquella humana no era simplemente un tétrico contenedor de energía umbría. También era una psíquica muy poderosa; demasiado para lo que Gardevoir habría estimado de una mente humana. Estaba claro que tras sondearse mutuamente, ambas habían llegado a la misma conclusión. Sarah era más poderosa que Gardevoir. En una situación como aquella, no había nada de malo en admitirlo; en un enfrentamiento psíquico directo, Gardevoir era plenamente consciente de que no podría ganar. Su única opción de victoria sería ser más inteligente que su enemiga.

Pese a su demacrado aspecto, Gardevoir estaba segura de que aquella humana era en realidad bastante joven. Era cierto que tenía un gran poder, pero carecía de la experiencia en combate que ella poseía. Saber que era más poderosa que su enemiga había hecho que Sarah se confiase. Sin embargo, su confianza no estaba ni mucho menos justificada. Gardevoir sabía que era muy probable que aquella fuese la primera vez que Sarah se enfrentaba personalmente a un Pokémon de su especie. El desconocimiento de su capacidad para gestionar múltiples estados de ánimo al mismo tiempo había supuesto su perdición. Cuando Gardevoir exteriorizó la ira que Maestro le enviaba a través de su Sincronía, parecía que hubiese perdido el control. Parecía que quisiese arrasarlo todo con aquellas rocas y que estuviese dispuesta a llevarse a sus compañeros por delante si se interponían. Nada más lejos de la realidad.

Aunque a Gardevoir le habría encantado aplastar con aquellas rocas a Sarah y sus dos compañeros, era consciente de que una psíquica como ella no tendría dificultades para repeler el ataque. En aquel momento, ella no era más que un aparatoso cebo para distraer la atención de Sarah y evitar que se percatase del verdadero ataque.

- Vaya...- Murmuró Sarah, con voz dolorida- No está... nada mal...

Greninja se encontraba detrás de Sarah, espalda contra espalda. Mantenía vigilados a Drapion y Chandelure, quienes le dirigían una mirada de terror. En su mano derecha, Greninja sujetaba firmemente una cuchilla de sombras, con la que había atravesado la espalda de Sarah. La punta de aquel sombrío filo sobresalía ampliamente por el vientre de aquella mujer. Greninja no había pasado por alto la estrategia que había desarrollado Gardevoir en aquel enfrentamiento. Si Sarah no hubiese detenido aquella descomunal Psicocarga, probablemente el ataque de su compañera le habría hecho pedazos junto a sus enemigos. Confiar en que su enemiga le salvase de aquella manera como parte de una estrategia no era algo que agradase a Greninja; pero en última instancia, todo aquello había formado parte de un plan urdido por Gardevoir. Aunque fuese una estrategia temeraria, podía seguir confiando en su compañera.

Con aquella espada atravesando su cuerpo, Sarah volvió a sonreír. Había subestimado a aquellos intrusos. Habían conseguido engañarla, y aunque sabía desde el principio que aquel Greninja estaba esperando una oportunidad para atacar, aquella Gardevoir la había hecho bajar la guardia durante apenas unos segundos. Suficiente para un golpe letal como aquel. Una herida como aquella significaba el final para cualquier criatura viva. Sin embargo, técnicamente ella no estaba viva del todo.

Greninja se estremeció. Algo no iba bien en aquella estrategia. A lo largo de los años, había llevado a cabo muchos asesinatos; más de los que le habría gustado admitir. Era cierto que no había apuñalado a Sarah directamente en un órgano vital, pero no era necesario contra una enemiga como ella. Cuando se enfrentaba a psíquicos, no era tan importante el lugar donde apuñalase como la cantidad de energía que su Tajo Umbrío fuese capaz de descargar sobre su enemigo. A la gravedad de aquella herida en el vientre se había sumado la siniestra energía con la que su mente había sido bombardeada. Aquello debería haber sido una muerte casi instantánea para Sarah. Sin embargo, ambos permanecían allí en pie, en medio de los cuatro Pokémon que tenían la mirada fija en ambos. Sarah no se desplomaba.

Actuando tan rápido cómo su cansado y dolorido cuerpo le permitía, Greninja se apresuró a apartarse de Sarah tan pronto como notó que había comenzado a moverse. Una descarga de energía electroquinética proveniente de la mano derecha de Sarah trazó un arco en el aire justo donde Greninja se había encontrado hacía apenas un segundo. Un ágil salto permitió a Greninja aterrizar en el tejado de aquella casa de madera, lejos del alcance del Puño Trueno de Sarah. Aquella descarga eléctrica no era como la que Gardevoir le había propinado aquella mañana. De haber sido golpeado por semejante voltaje, podría haber muerto en el acto.

Sarah se giró para mirarle desde abajo. Su vestido negro se encontraba rasgado por el vientre, donde su cuchilla de sombras la había atravesado. Sin embargo, la ausencia de manchas alrededor de aquel desgarro en la tela revelaba que la herida que le había abierto no sangraba. La respiración de Greninja comenzó a acelerarse mientras contemplaba aterrorizado desde allí arriba el alegre rostro de la humana que le miraba desde el suelo. Aquella herida en su carne no había funcionado; y tampoco parecía afectada por el daño que su mente debería haber recibido. Por primera vez en su vida, Greninja se había encontrado con algo que no sabía cómo matar.

- Lo siento...- Dijo Sarah entre risas- Me temo que vais a tener que esforzaros un poco más que esto.

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