Capítulo 12: Agentes
Los recuerdos de Mawile resultaban difíciles de diferenciar entre sí. La mayor parte de los momentos que habían tenido un mínimo de significado para ella eran combates o tiempo a solas con su entrenador. Pero Maestro nunca discutía asuntos relevantes con Mawile. Mewtwo estaba segura de que Maestro jamás le había contado a fondo la razón por la que se habían embarcado en aquella cacería. En cierto modo, no podía culpar a aquel hombre por ello. Mawile apenas le prestaba atención a aquellos asuntos. Lo único que le importaba era ganarse unas palabras de aprobación de su entrenador. No le interesaba las razones por las que debía hacer daño a los demás; tan solo quería que Maestro le diese una palmadita en la espalda y le dijera lo bien que lo había hecho.
Mewtwo continuó explorando los recuerdos de Mawile, cada vez con menores expectativas. Aunque a Mawile no le importasen las razones de Maestro para derramar toda aquella sangre, era sencillamente imposible que a lo largo de tantos años no hubiese llegado alguna clase de información útil a sus oídos. Había convivido con Maestro y con su equipo, y se había enfrentado tanto a miembros de organizaciones criminales como a empleados de la organización Rey Arceus. Aunque fuese por casualidad, en algún momento tendría que haber escuchado algún nombre o visitado algún lugar que pudiese aportar alguna pista. Sin embargo, la triste realidad era que, incluso cuando el grupo de Maestro interrogaba a alguien, los interrogatorios solían ser trabajo de Gardevoir. Aquello implicaba que, si bien Maestro obtenía la información que necesitaba, ésta era directamente leída de una mente ajena por Gardevoir y enviada mediante Telepatía a Maestro; de modo que dicha información nunca era pronunciada en voz alta. Tan solo en las escasas ocasiones que Gardevoir no había podido encargarse de aquella truculenta tarea, Maestro se había encargado personalmente de extraer la información que deseaba; algo que a pesar de carecer de poderes psíquicos, se le daba bastante bien. Sin embargo, en aquellas ocasiones Mawile estaba simplemente absorta observado con deleite cómo Maestro torturaba a otro humano hasta arrancarle aquellas confesiones. Lo único que Mawile recordaba eran súplicas de piedad y gritos de dolor, pero nada que Mewtwo pudiese aprovechar.
En aquel momento, tirar la toalla y declarar a Mawile un caso perdido parecía ser la mejor opción. Sin embargo, durante la proyección fugaz de un conjunto de recuerdos, Mewtwo sintió un escalofrío y su estómago se encogió ante un estímulo que había recibido. Durante un segundo, le pareció ver un rostro familiar en uno de los recuerdos de Mawile. Aquel desagradable estímulo se correspondía con un fuerte sentimiento de envidia, rabia y celos por parte de Mawile. Consciente de que lo que estaba a punto de ver no iba a gustarle, Mewtwo se apresuró a rastrear aquel recuerdo. Incluso aunque le provocase cualquier clase de sentimiento negativo hacia Mawile o hacia sí misma, aquella era probablemente la última oportunidad que tenía de encontrar alguna pista para encaminar su investigación.
Mawile se encontraba en una habitación amplia y bien iluminada. La mayor parte de una de las paredes estaba formada por un gran ventanal de cristal, el cual dejaba entrar la luz del sol y obsequiaba con una excelente vista de lo que Mewtwo reconoció como Ciudad Azafrán. Parecían encontrarse a gran altura. Probablemente estaba en el ático de un edificio muy alto; aunque los grandes rascacielos de aquella ciudad sobresalían muy por encima de aquel bloque de apartamentos de lujo. A diferencia de la mayoría de lugares opulentos en los que Mawile había estado, aquella habitación no se encontraba decorada con un estilo recargado y ostentoso. Si bien un breve vistazo alrededor bastaba para comprender que todo lo que la rodeaba era caro, aquel apartamento estaba decorado con un estilo moderno algo difícil de comprender. El suelo estaba formado por un elegante parquet de color gris claro que brillaba de forma impecable. Las paredes blancas estaban decoradas con unos excéntricos cuadros que Mewtwo no se habría atrevido a clasificar como "arte". El mobiliario hacía gala de formas extravagantes y poco convencionales que hacían cuestionar su practicidad. Sin embargo, pese a lo alejado que se encontraba aquel estilo de las lujosas suites y palacetes de Kalos, aquello parecía encontrarse muy fuera del alcance del bolsillo de Maestro. Pero como siempre que aquel hombre visitaba algún lugar así, Maestro se encontraba allí como invitado.
Todos los compañeros de Mawile se encontraban también allí. Greninja y Gardevoir parecían estar ocupados mirando con escepticismo una extraña estatua abstracta con una forma sencillamente incomprensible. Clawitzer se había acomodado sobre un sillón de aspecto poco práctico y tenía la mirada perdida en el ventanal de la pared. Su mirada expresaba fascinación ante aquella magnífica vista de la ciudad. Machamp se encontraba de pie, cerca de Maestro, con sus cuatro brazos cruzados entre sí y la espalda recta. Mantenía una actitud marcial, y no parecía sentirse cómodo allí.
Sin embargo a Mawile le resultaba completamente indiferente lo que estuviesen haciendo allí sus compañeros. Ella se encontraba sentada en un sillón similar al que tenía Clawitzer; acomodada a duras penas por culpa del tamaño de su cornamenta y la forma peculiar de aquel sillón. Maestro se encontraba a pocos metros de ella, sentado en un extraño sofá mientras sostenía en sus manos lo que parecía ser una taza de té. No se encontraba solo. Su acompañante era una mujer joven de aspecto oriental. Era realmente hermosa. Su pelo era de color plateado, y sus ojos eran rojos como rubíes; un color muy poco habitual en humanos. Llevaba puesto un vestido de estilo asiático de un intenso color carmesí. Junto a ella, una taza de té levitaba en el aire.
Maestro parecía estar pasando por serias dificultades en aquel momento. Estaba algo sonrojado, y parecía estar actuando de forma poco natural. Mawile le dedicaba una mirada envidiosa a aquella mujer. Llevaba horas acaparando la atención de su entrenador y hacía que se comportase de forma extraña. Incluso para ella, la realidad era evidente. Maestro decía que aquella mujer podía ayudarles a encontrar a Mewtwo, pero estaba claro que él se sentía atraído por ella. Greninja le había dicho en un par de ocasiones que no debía interponerse entre su entrenador y aquella humana; que era bueno que Maestro se relacionase de vez en cuando con alguien de su misma especie. Por otro lado, Gardevoir le decía que no debía preocuparse, que aquella mujer estaba muy fuera de las posibilidades de Maestro. Fuera como fuese, Mawile sentía una gran impotencia viendo a su entrenador con ella.
Mewtwo no podía apartar la mirada del rostro de aquella mujer. La conocía bien. A lo largo de sus años de vida, Mewtwo había descubierto que era más poderosa que los demás. Era mucho más poderosa que los humanos y Pokémon con los que se había cruzado. En circunstancias normales, aquel poder le habría permitido poder vivir su vida sin tener que conocer el miedo. Sin embargo, a pesar de su gran poder, el miedo era una sensación conocida para ella. Y la culpable de ello era la mujer que se encontraba sentada en aquel sofá, tomando té junto al hombre que había tratado de asesinarla.
Maestro realmente tenía buenas razones para actuar como si fuese un idiota. La mujer con la que compartía aquel extraño sofá estaba considerada como la mujer más hermosa de todo Kanto. Su nombre era Sabrina, y además de ser una belleza, también era probablemente el ser humano más peligroso de todo el mundo. No resultaba demasiado extraño ver a humanos desarrollar poderes psíquicos; pero Mewtwo jamás había visto a ninguno tan poderoso como ella. Muchos humanos eran capaces de hacer levitar una taza de té, pero Sabrina habría sido capaz de hacer levitar todo el edificio en el que se encontraban de haberlo deseado. Sin embargo, Mewtwo sospechaba que lo que hacía actuar de aquella forma a Maestro no era el temor hacia el poder de Sabrina; sino que más bien se sentía intimidado por el atractivo de aquella mujer.
Resultaba innegable que, finalmente, había acabado por encontrar información útil en la mente de Mawile. Poder relacionar a Maestro con Sabrina era una buena forma de encaminar su investigación. Era probable que ella supiese algo más sobre todo aquel asunto. Sin embargo, Mewtwo se sentía muy incómoda a la hora de marcar a Sabrina como su próximo objetivo. Había elegido buscar e interrogar a Mawile en lugar de a Gardevoir para evitar tener que leerle la mente a otro psíquico. Y ahora su camino parecía tener que cruzarse con el de uno de los psíquicos más poderosos del mundo.
Mewtwo ya se había encontrado en el pasado con aquella mujer. Aunque el mundo la conocía por su carrera como actriz en Teselia y por haber sido la Líder de Gimnasio de Ciudad Azafrán; Mewtwo la conocía por ser una comandante del Team Rocket. Recordaba los dos años que había pasado en los laboratorios de aquella organización. Tanto su cuerpo como su mente habían sido sometidos a toda clase de dolorosos experimentos. Muchos psíquicos humanos habían intentado manipular su poderosa mente, pero solo una humana había demostrado tener poder suficiente para vencerla en un enfrentamiento psíquico. Aunque con el paso del tiempo Mewtwo había logrado desarrollar sus poderes y superar a Sabrina, el recuerdo del dolor que le había hecho sentir había quedado grabado a fuego en su memoria. Lo único que Mewtwo lograba sentir al contemplar el bello rostro de Sabrina era un irracional miedo.
Aurelius caminaba nerviosamente por la sala de espera, carente de rumbo alguno. Había leído el informe que su compañero Lucius guardaba en aquella carpeta. A lo largo de los dos últimos días, una anciana había encontrado muerto a su Golurk en el cementerio de Pueblo Vánitas, un empleado de una cafetería de Ciudad Luminalia había sido brutalmente agredido y un camarero de un famoso restaurante de aquella ciudad había sido asesinado. Según el informe y las fotografías adjuntas, el Aegislash y la Gardevoir podían ser situados en las escenas de aquellos tres crímenes. El agente que Lucius había enviado a vigilar a Gardevoir alegaba no haber visto nunca antes a aquel Aegislash por el pueblo. Tan solo decía que Gardevoir abandonó apresuradamente una taberna y salió corriendo en dirección al cementerio. Cuando logró alcanzarla, el Aegislash ya estaba con ella. A la mañana siguiente, ambos abandonaron el pueblo y se vio forzado a seguirlos hacia la capital.
Su compañero Lucius se había mostrado escéptico ante su afirmación de que aquel Aegislash no era realmente un Pokémon, sino el fantasma de Maestro. No podía culparlo. En realidad era más razonable dudar de su palabra que creer en lo que decía. Sin embargo, Aurelius conocía la desagradable verdad sobre aquel asunto. No todos los humanos que fallecían lograban descansar en paz. Ignoraba qué circunstancias habían hecho que Maestro lograse alzarse bajo la forma de un espectro, pero aquello no resultaba tan difícil de creer para Aurelius. Él nunca había visto un fantasma de verdad; al menos no de una forma tan obvia. Sin embargo, como psíquico, era capaz de sentir cosas que otras criaturas carentes del sentido de la percepción extrasensorial eran incapaces de percibir. Cuando en el pasado había tenido que visitar lugares donde se habían perdido vidas humanas en adversas circunstancias, había podido captar restos de una extraña energía cuyo origen no podía determinar de forma fiable. Siempre se repetía a sí mismo que aquello no era real, que no eran más que el eco de aquellas mentes que acababan de apagarse para siempre produciendo falsos positivos en su percepción. Sin embargo, él mismo sabía que aquello no tenía sentido; sabía que tan solo se mentía a sí mismo para evitar pensar en la terrible verdad. Los muertos no tienen mente. No son más que cuerpos inertes; masas de carne esperando consumirse. Es imposible que un cadáver pueda enviar cualquier clase de señal a la mente de un psíquico. Sin embargo, lo que había percibido en aquellos lugares, rodeado por la muerte, era mucho más real de lo que le habría gustado admitir.
- Eh, ¿estás bien?
Deteniéndose bruscamente, Aurelius dirigió la mirada hacia Lucius. Seguía sentado en aquel sofá, mirándole fijamente con una expresión preocupada en su rostro. Aunque Aurelius era consciente de que resultaría difícil explicarle a un compañero incapaz de percibir el mundo metafísico las razones por las que estaba seguro de que aquel espectro era real, sabía que Lucius confiaba en él y en su criterio. Pese a lo absurdas que podían haber sonado sus palabras, Lucius parecía habérselas tomado en serio.
- Estoy preocupado- Respondió Aurelius- Ese cabrón ya nos dio muchos problemas cuando estaba vivo. No quiero ni pensar lo que hará ahora que está muerto.
- ¿Realmente es un fantasma?- Preguntó Lucius, exteriorizando aún un cierto escepticismo- ¿Es eso... posible?
Aurelius guardó silencio durante un momento, examinando a su compañero. Lucius le observaba con una mirada atenta. Aquel hombre asumiría cada palabra que su Telepatía proyectase hacia su mente como una verdad absoluta. Por desgracia, Aurelius no sabía tanto sobre el mundo de lo paranormal como le habría gustado en aquel momento. Aquellas disciplinas esotéricas le asustaban. Cuanto más sabía sobre aquellas presencias que podía sentir cuando la sangre y los cuerpos le rodeaban, más miedo tenía de ellas. Sin embargo, ya no podía ignorar las evidencias para vivir en la feliz ignorancia. Si Maestro había vuelto a las andadas, entonces muchos humanos y Pokémon corrían peligro. No podía sencillamente mirar hacia otra parte y dejar que sucediera.
- Sé que te resultará difícil de creer pero... Los fantasmas están ahí fuera, en lugares que no te imaginarías- Explicó Aurelius- Solo que normalmente no son tan... evidentes.
- Si realmente es así...- Cuestionó Lucius- ¿Por qué no es algo más habitual? Si hay... esas cosas... ahí fuera... ¿Por qué no sabemos más sobre esos fantasmas?
- Porque los que podemos sentirlos preferimos mirar hacia otro lado- Respondió Aurelius- Y cuando alguien decide contar lo que percibe, nadie quiere creerle. No sabemos más sobre ellos, porque el mundo prefiere no saberlo.
Lucius escuchó atentamente las palabras de Aurelius. Había oído que los psíquicos eran muy sensibles ante determinadas clases de energía y que podían ver cosas que nadie más podía. Sin embargo, siempre había dado por hecho que aquello no eran más que mitos y leyendas urbanas; cuentos para no dormir venidos a más. Siempre había asumido que las historias sobre fantasmas y espíritus no eran más que el resultado de las desagradables travesuras de algún Pokémon de tipo Fantasma demasiado bromista. Sin embargo, era capaz de encontrar un cierto sentido a las palabras de su compañero. Cuando le había dicho que aquel Aegislash era Maestro, lo primero que había hecho había sido negarlo con indignación. Realmente, no quería que aquel Aegislash fuese Maestro. No quería considerar siquiera la posibilidad de que un muerto pudiese volver a caminar entre los vivos de aquella forma.
En aquel momento, Lucius se imaginaba lo frustrante que debería ser la situación para Aurelius y cualquier psíquico capaz de percibir lo que el resto no podía ver. Lo primero que a él mismo se le venía a la cabeza cuando pensaba en fantasmas era que deseaba no encontrarse jamás con uno. Sin embargo, quienes poseían aquella percepción extrasensorial vivían entre dos mundos; ellos caminaban por el de los vivos mientras miraban hacia el de los muertos. No tenían elección; no podían elegir no sentir su presencia. Se encontraban solos ante un mundo de horrores inimaginables.
- ¿Cómo es que puedo verle e incluso tengo fotos suyas?- Preguntó Lucius- ¿No debería ser una presencia invisible o algo así?
- No lo sé- Admitió Aurelius- Llevo toda mi vida deseando no necesitar saberlo...
Aurelius silenció su Telepatía durante un instante y se estremeció al captar una presencia ominosa cercana. Se encontraba extremadamente cerca de ellos. Aquella sensación duró apenas unos segundos y se apresuró a desaparecer rápidamente. Lentamente, Aurelius se giró hacia la puerta de madera que había tras el escritorio donde se encontraba Sableye.
- ¿Sucede algo?- Preguntó Lucius, mientras se ponía en pie con inquietud.
Durante un instante, Aurelius guardó silencio. No estaba seguro de si lo que había sentido había sido real. Provenía del despacho de Tiberius, pero se había desvanecido sin más extremadamente rápido. Se esforzó por amplificar todo lo posible sus capacidades perceptivas, tratando de volver a sentir aquella presencia. Sin embargo, no podía detectar nada. Allí arriba no había nada extraño.
- No... Nada- Mintió Aurelius- Creo que me estoy volviendo paranoico.
Sin embargo, era consciente de que su paranoia estaba más que justificada. Estaba seguro de haber sentido algo en el interior de aquella habitación. No se trataba de aquella extraña energía que podía percibir en presencia de un espíritu. Aquella no era la misma sensación que sentía cuando visitaba un cementerio o el escenario de un crimen. Lo que había sentido era una gran acumulación de energía umbría. Ignoraba de dónde provenía y por qué había desaparecido tan bruscamente; pero estaba seguro de que era real y que se encontraba en el despacho de Tiberius.
Sableye introdujo completamente en su boca lo que le quedaba de aquella gema verde y la masticó rápidamente hasta triturarla por completo. Cuando aquel mineral se deslizó a través de su garganta, dirigió la mirada a los dos empleados que aguardaban en aquella sala de espera. A continuación, arañó sin miramientos el caro escritorio de madera sobre el que descansaba con una de las garras de su mano derecha; produciendo un desagradable sonido que sobresaltó a ambos agentes y llamó su atención.
- Podéis pasar- Indicó Sableye, rechinando los dientes mientras señalaba al Agente Aurelius- Tú que puedes, házselo saber también al humano.
Aurelius dedicó una mirada de desagrado a aquel Pokémon antes de volverse hacia Lucius. Su compañero tenía el pulso y la respiración acelerados; su cara se había vuelto pálida. Escuchar aquel desagradable chirrido que había producido Sableye mientras pensaba en fantasmas le había dado un buen susto. Lucius era un aguerrido agente con muchos años de servicio. No era fácil asustarlo. Sin embargo, el Sableye de Tiberius siempre se las arreglaba para hacerle pasar un mal rato a la menor oportunidad.
- Lo ha hecho a propósito...- Murmuró Lucius- Es un capullo.
- Dice que podemos pasar- Le informó Aurelius- No le hagas caso. Vamos a contarle todo esto a Tiberius.
Tras dejar escapar un largo suspiro, Lucius comenzó a caminar hacia las puertas del despacho de Tiberius. Aurelius comenzó a seguirle a regañadientes, caminando muy despacio tras él. No lograba apartar de su cabeza el recuerdo de lo que había percibido en aquella habitación hacía apenas un minuto. Aunque no quería admitirlo y se esforzaba por no exteriorizarlo, sentía miedo de lo que podría encontrar en el interior de aquel despacho.
Mientras caminaban hacia la puerta, Aurelius sentía un escalofrío. Pero la causa de aquel escalofrío no era la ominosa presencia que había sentido en aquel lugar. Sableye le estaba siguiendo con la mirada a medida que se acercaban hacia él. Cuando pasó junto al escritorio, aquel siniestro Pokémon se puso en pie sobre él; quedando su cabeza casi a la misma altura que la de Aurelius. A continuación, le hizo una señal con la mano para que se detuviese. El Agente Aurelius detuvo su marcha, pero Lucius no se percató de lo que había hecho Sableye y siguió adelante sin su compañero; abriendo la puerta y adentrándose solo en el despacho de Tiberius.
Sableye miraba a Aurelius con severidad a través de aquellas gemas relucientes que tenía por ojos. Su mirada era autoritaria y severa. Algo muy poco habitual en un Pokémon como él. Aurelius tragó saliva y procuró mantener la compostura frente a Sableye. Aquel Pokémon le parecía mucho peor que cualquier fantasma real.
- No toleraré tu actitud insolente- Dijo Sableye, en todo molesto- Taparse así es de mala educación. Descubre tu rostro antes de presentarte ante tu jefe.
- Señor... Yo...- Trató de excusarse Aurelius.
- Descubre. Tu. Rostro- Repitió Sableye, hablando muy despacio mientras volvía a rechinar los dientes.
Al oír aquellas palabras, Aurelius comenzó a temblar incontrolablemente. No quería quitarse aquella capucha. No quería que los demás viesen su aspecto. En aquel momento, estuvo tentado de dar media vuelta, coger de nuevo aquel ascensor, y marcharse de allí. Y lo habría hecho sin dudar en cualquier otro momento. Sin embargo, la situación era crítica. Había vidas en juego. Había humanos y Pokémon que iban a morir si no actuaba de forma responsable. Aquella exigencia de Sableye era estúpida e irracional, pero aquel Pokémon tenía un puesto más alto que él en la jerarquía de la empresa. No le quedaba más remedio que ceder ante sus exigencias, por estúpidas que fueran. Si la única forma de acceder al despacho de Tiberius era destapar su cara, entonces no le quedaba más remedio que hacerlo.
Lentamente, Aurelius se llevó las manos a la capucha, sin llegar a sacarlas del interior de sus mangas. Le temblaba el pulso. Aquella era una situación realmente angustiosa para él. Sin embargo, si no lo hacía, las consecuencias a largo plazo serían terribles. No podía anteponer sus fobias personales a las vidas de sus compañeros. Lentamente, comenzó a agarrar la tela de su capucha a través de las mangas.
- ¡Eh! ¿En serio vas a hacerlo?- Preguntó Sableye, cambiando aquel tono de voz autoritario por el tono burlón que era característico de él- Era una broma.
Aurelius permaneció inmóvil, con su capucha agarrada con ambas manos aún cubriendo su ensombrecido rostro. Su cuerpo dejó de temblar, pero podía sentir como su corazón latía aún a ritmo acelerado. Aún respiraba a un ritmo más rápido de lo normal.
- Vamos, ¿a qué esperas?- Insistió Sableye, señalando la puerta del despacho con sus garras- Tus complejos físicos y tú podéis pasar.
- Eres un capullo- Murmuró Aurelius, sin atreverse a decirlo demasiado alto.
Antes de que a Sableye le diese tiempo de empezar a reírse de él, Aurelius se apresuró a soltar su capucha y a caminar a paso ligero hacia el interior del despacho de Tiberius. A pesar de todo, a su espalda, podía oír el desagradable sonido que Sableye emitía al rechinar sus afilados dientes mezclado con su siniestra risa. En aquel momento, mientras sentía como unas lágrimas se deslizaban por la piel de su rostro, Aurelius se alegraba inmensamente de no haber tenido que quitarse aquel embozo. Había comenzado a llorar de pura angustia ante la idea de descubrir su aspecto. Si Sableye le hubiese visto llorando así, le habría hecho vivir posiblemente el momento más humillante de toda su vida.
Tratando de olvidar la angustia que Sableye le había hecho sentir, Aurelius cruzó aquella puerta que aquella desagradable criatura custodiaba y se adentró en el despacho de Tiberius. Para bien o para mal, aquel incidente le había hecho olvidar la aterradora presencia que había sido capaz de captar en el interior de aquella habitación hacía apenas unos minutos. En realidad, Aurelius no se consideraba a sí mismo un cobarde. Aunque no le gustaba toparse con seres que, sin duda alguna, no deberían estar ahí, nunca se había dejado intimidar por aquellas presencias espectrales. Aurelius nunca se había sentido aterrorizado; al menos no de la misma forma que se habían sentido otros a su alrededor. Lo único a lo que Aurelius tenía miedo era a mostrar lo que había bajo aquella pesada túnica. Su verdadera naturaleza no era ningún secreto para Lucius, Tiberius o cualquiera de sus compañeros de trabajo más cercanos. Sin embargo, aunque sabía que contaba con la aceptación de aquellos hombres a pesar de su condición, mostrar aquel cuerpo del que tanto se avergonzaba era para él la más aterradora de las pesadillas. Ni siquiera Maestro podía compararse con algo así.
El despacho de Tiberius se encontraba inquietantemente oscuro. La única fuente de luz en aquella habitación era una pequeña lámpara de mesa situada sobre el escritorio que presidía la habitación, el cual proyectaba su luminosidad a muy pocos metros de distancia. En aquella penumbra, Aurelius podía distinguir dos figuras humanas. Lucius permanecía en pie frente al escritorio, apoyado en él con una mano mientras con la otra señalaba algo sobre él. Aunque era difícil vislumbrar qué había sobre aquel escritorio, Aurelius intuyó que su compañero se había adelantado mientras él perdía el tiempo con Sableye y había empezado a mostrar el material que tenía a su jefe. Tiberius permanecía sentado en su lujoso sillón de oficina, tras aquel mueble. En lugar de mirar hacia las fotografías y documentos que Lucius se esmeraba en señalar, Tiberius estaba mirando a su empleado directamente mientras le hablaba. No parecía estar muy interesado en lo que el Agente Lucius le estaba contando.
Consciente de que ya llegaba tarde, Aurelius se apresuró a acercarse a ellos, ocupando un lugar a la derecha de Lucius. Aquel ambiente lúgubre, junto con el hecho de encontrarse ante el presidente de la Organización Rey Arceus, hizo que olvidase completamente la broma pesada que le había gastado Sableye. Ante todo, Aurelius siempre se esforzaba por demostrar la mayor profesionalidad posible frente a Tiberius. No había muchos Pokémon que hubiesen logrado llegar a un cargo tan alto como el suyo en aquella empresa. Era su deber dar ejemplo y ser un pionero. No podía permitir que un incidente como el que había vivido frente a la puerta de aquel despacho hiciese mella en él. De ninguna manera podía ser menos que un agente humano. Le debía aquel esfuerzo a todos los Pokémon que trabajaban para Rey Arceus y luchaban por ascender en la jerarquía de la empresa.
- Ah... Buenos días, Agente Aurelius- Saludó Tiberius en tono formal- Me alegra verle por aquí.
- Señor- Devolvió el saludo Aurelius, haciendo una breve reverencia.
Lucius se volvió hacia él. Parecía haberse percatado en aquel preciso instante de que Aurelius no había estado junto a él en todo momento. Sin embargo, aquella breve distracción solo le interrumpió durante unos pocos segundos antes de que devolviese su atención a aquellos papeles que había extendido sobre el escritorio de Tiberius. En seguida volvió a hablar, retomando su monólogo por donde lo había dejado.
- Cómo le decía, señor...- Continuó Lucius- A continuación podemos situar a ambos Pokémon en...
- Tranquilo, Agente Lucius- Interrumpió Tiberius- Ya lo capto ¿Cree que esos dos Pokémon podrían llegar a suponer una amenaza?
Una expresión de inseguridad se dibujó en el rostro de Lucius. Estaba claro lo que quería decirle a Tiberius en aquel momento, pero no parecía reunir el suficiente valor para decírselo. Nerviosamente, comenzó a mirar a Aurelius, esperando que interviniese en aquella conversación. Aurelius era consciente de que Tiberius podría tomarle por loco si le decía lo que opinaba sobre aquel asunto, pero no tenía elección. Si resultaba estar equivocado, lo cual en el fondo deseaba con todas sus fuerzas, su imagen como agente podría resultar dañada; pero si estaba en lo cierto, las vidas de algunos empleados podrían depender de una actuación a tiempo.
- Tenemos razones para pensar que el Aegislash podría no ser un Pokémon, sino un fantasma real- Le informó Aurelius, intentando no parecer inseguro- Sé que parece una locura pero...
- No lo es- Sentenció Tiberius con absoluta seriedad- Ahórrese la parte en la que intenta venderme algo. Dígame lo que cree saber.
Aurelius guardó silencio durante un instante. No esperaba que Tiberius fuese a aceptar tan fácilmente el hecho de que estaban preocupados por culpa de un fantasma. Era consciente de que Tiberius era un individuo realmente misterioso a su manera. Tenía tratos con humanos y Pokémon muy inusuales, y pese a ser solo un hombre, siempre parecía ir un paso por delante de seres mucho más poderosos que él. En aquel momento, Aurelius no pudo evitar sentirse estúpido por pensar que alguien como Tiberius no sería lo bastante abierto de mente como para creerle. Seguramente su jefe podría contarle historias mucho más difíciles de creer que lo que él le estaba contando.
- Creemos que ese espectro podría ser Maestro- Continuó explicando Aurelius- Y si ha vuelto de entre los muertos para seguir cazando a Mewtwo, entonces nuestra organización debe de encontrarse en su punto de mira.
- Si quiere seguir los movimientos de Mewtwo, seguramente tratará de acceder a nuestros archivos- Intervino Lucius- De ser así, y sabiendo que se le ha visto en Ciudad Luminalia, yo diría que su próximo movimiento será irrumpir en nuestra sede en Ciudad Fractal. Sería la forma más rápida de averiguar dónde podríamos haber reubicado a Mewtwo tras lo sucedido en Ciudad Celeste.
Tiberius escuchó atentamente a sus dos empleados mientras le explicaban aquella retorcida teoría. Acceder a los archivos de Rey Arceus no revelaría a Maestro información alguna sobre el paradero de Mewtwo. Después de haber sido atacada tres años atrás por culpa de una filtración en su base de datos, Mewtwo no había vuelto a confiarles su ubicación. Aunque Maestro lograse acceder a su servidor y revisase toda la información de la que disponían sobre Pokémon legendarios, aquello no le situaría más cerca de Mewtwo. Sin embargo, aquello no cambiaba nada en realidad. Si realmente aquel Aegislash era Maestro, entonces no pediría amablemente que le dejasen acceder a aquellas bases de datos; ni tampoco iba a detenerse cuando se le denegase el permiso. Aquel hombre, si es que se le podía seguir llamando así, iba a entrar por la fuerza, iba a coger lo que quería e iba a dejar un rastro de sangre a su paso. Incluso aunque no dispusieran de la información que Maestro quería arrebatarles, aquello no serviría para prevenir su ataque.
- Gracias por todo- Agradeció Tiberius, manteniendo la serenidad- Nuestro personal en Ciudad Fractal corre peligro entonces. Me haré cargo de la situación.
- ¿Qué medidas tomaremos?- Preguntó Aurelius.
- No estarán allí cuando Maestro llegue- Respondió Tiberius- Voy a mandar a los empleados a casa hasta que pase el peligro.
- No lo dice en serio, ¿verdad?- Preguntó Lucius, indignado.
- Si hace eso, entonces Maestro se hará con todos nuestros registros- Le recordó Aurelius- Incluso si no encuentra la información que busca sobre el paradero de Mewtwo, otros Pokémon podrían verse comprometidos.
Ambos agentes estallaron en una explosión de histeria ante las palabras de Tiberius. Se negaban a aceptar que Maestro ganase aquella batalla sin ninguna oposición por parte de la Organización Rey Arceus. Podía entender su ira. Maestro se había cobrado las vidas de algunos de sus compañeros en el pasado. Guardaban mucho rencor hacia aquel sociópata obsesionado con Mewtwo. También se excusaban en el hecho de que Maestro no debía acceder a los archivos y descubrir la ubicación de otros Pokémon legendarios. Aquello era algo que, sin embargo, no preocupaba en absoluto a Tiberius. A lo largo de todos los años que Maestro había causado problemas a la organización, habría sido capaz de comprometer el refugio de varios Pokémon legendarios a los que protegían. Sin embargo, jamás había demostrado el más mínimo interés por ellos.
Podría impedir a Maestro acceder a aquella información retirando los documentos escritos y el material informático de aquel edificio cuando lo evacuasen, pero en realidad la organización no ganaría absolutamente ningún beneficio con ello. Si negaban a Maestro el acceso a aquella base de datos, él simplemente buscaría otro punto de acceso. En aquel momento, sabían que su objetivo más probable era el servidor de Ciudad Fractal, pero si le impedían acceder a él, simplemente buscaría otro punto de acceso; y en aquella ocasión sería difícil determinar qué sucursal de Rey Arceus sería atacada. Por amargo que resultase, y por mucho que sus agentes se quejasen, Tiberius seguía considerando que dejar ganar a Maestro era la mejor forma de ganar la batalla.
- Es la mejor opción que tenemos- Zanjó Tiberius- ¿Qué podríamos hacer si no?
- Creo que es bastante evidente- Respondió Lucius- Hay que matar a Maestro y a lo que quede de su equipo.
- No fuisteis capaces de acabar con su equipo hace algunos años- Le recordó Tiberius- ¿Y cómo piensas matarlo ahora que ya está muerto?
Lucius guardó silencio ante aquel reproche. Por desgracia, Tiberius tenía razón. Maestro les había puesto en jaque hace años, cuando aún era solo un hombre capaz de morir en cualquier combate que se escapase a su control. Y ahora era un fantasma con un cuerpo hecho de acero. No parecía algo que fuese a morir por mucho que le disparase o que algún Pokémon le atacara.
- Yo lo mataré- Anunció Aurelius.
Tanto Lucius como Tiberius dedicaron una mirada inquisidora a Aurelius. Incluso para alguien como él, aquella proeza parecía escapársele de las manos.
- Bueno, no puedo matarlo- Aclaró Aurelius- Pero creo que seré capaz de desterrarlo y enviarlo al lugar del que no debió salir.
- ¿Realmente puedes hacerlo?- Preguntó Tiberius.
Aurelius pensó antes de responder. Aunque tenía unos cuantos conocimientos teóricos sobre ocultismo, nunca antes se había enfrentado a un fantasma de verdad. No sabía si sería capaz de desterrar a Maestro, pero si le hacía saber a Tiberius que tenía dudas al respecto, jamás le permitiría enfrentarse a él. Entendía que la propuesta del presidente era la opción más razonable, pero no soportaba la idea de dejar pasar aquella oportunidad. Maestro y su equipo habían hecho volver a algunos de sus compañeros de departamento en bolsas para cadáveres. Era consciente de que no podría vencer a Maestro y su equipo en solitario, necesitaría que el personal de seguridad de la empresa arriesgase sus vidas luchando junto a él; y realmente deseaba ser capaz de salvarlos a todos, pero sencillamente no podía dejar pasar aquella oportunidad. Sabían cuál era el objetivo de Maestro. Podían tenderle una trampa. Podían deshacerse de él ahora antes de que se convirtiese en un problema mayor. A diferencia de Tiberius, Aurelius no confiaba en que combinar la obsesión de Maestro con encontrar a Mewtwo con la frustración de no lograrlo fuese la mejor forma de proteger a la organización.
- Déjeme ir a Ciudad Fractal- Pidió Aurelius- Puedo librarnos de Maestro de una vez por todas.
Tiberius dejó escapar un suspiro mientras apartaba la mirada momentáneamente del agente Aurelius.
- Está bien- Accedió Tiberius, a regañadientes- Tienes permiso para desplazarte a Ciudad Fractal y disponerlo todo para enfrentarte a Maestro.
- Gracias- Respondió Aurelius, tratando de aparentar más firmeza de la que en realidad sentía en aquel momento- Saldré inmediatamente hacia Kalos.
- Si le parece apropiado, iré con el Agente Aurelius- Se apresuró a intervenir Lucius- No creo que esta sea misión para un solo agente...
Aurelius dirigió la mirada hacia Lucius. Por alguna razón, había dado por sentada desde el principio su ayuda en aquella misión, a pesar de que se trataba de una locura en la que podría y habría sido razonable negarse a participar. Sin embargo, confirmar que Lucius estaría a su lado en Ciudad Fractal suponía todo un alivio para él. Necesitaría a alguien competente en quien poder confiar cuando se enfrentase a Maestro.
- ¿Está seguro, Agente Lucius?- Preguntó Tiberius frunciendo el ceño- No tiene usted mucha pinta de exorcista, la verdad.
- Quizás no- Admitió Lucius- Pero creo que se me da bien hacer que los vivos dejen de estarlo.
- De acuerdo- Se resignó Tiberius- Entonces puede acompañarle.
- Gracias señor- Respondió Lucius.
Ambos agentes dedicaron una formal reverencia al presidente a modo de despedida y comenzaron a alejarse en dirección a la puerta del despacho. Tiberius permaneció sentado en su sillón de oficina siguiéndoles con la mirada mientras abandonaban su despacho. El corazón le latía a un ritmo acelerado. Había tratado de frenarles en su iniciativa; de hacerles desistir de aquella misión. Sin embargo, las heridas que Maestro había abierto en su departamento estaban aún más abiertas de lo que él pensaba. Realmente le habría gustado impedirles partir; utilizar su autoridad como presidente de Rey Arceus para ordenarles que no se enfrentasen a Maestro. Pero en aquellas circunstancias, no podía permitírselo. Ya habían llevado aquella investigación por cuenta propia, sin su autorización. Si no era capaz de hacerles desistir por las buenas, entonces aquellos dos agentes se habían convertido en una amenaza para los secretos que llevaba años tratando de ocultar.
Tiberius había recogido el testigo de la presidencia de la Organización Rey Arceus, y se enorgullecía de la labor que su empresa llevaba a cabo. Podía presumir de que sus acciones eran innegablemente bienintencionadas. Sin embargo, nada en el mundo era perfecto. Tiberius había pasado años ocultando algunas verdades capaces de comprometer la imagen de su empresa y causarle daños irreparables. El futuro de la organización dependía de que aquellos secretos permaneciesen enterrados. Y si había sido capaz de defender esos secretos de la mismísima Mewtwo, aquellos dos agentes jamás se acercarían a la verdad.
Frente a él, en el borde entre la luz que proyectaba su pequeña lámpara y la densa oscuridad de aquel despacho, una sombra comenzó a materializarse. Su forma, en principio, resultaba difícil de determinar. Sin embargo, a medida que fue definiéndose más, sus facciones se volvían más apreciables. Los ojos de aquella criatura brillaban de un intenso color celeste, y su cabello blanco ondeaba a pesar de la ausencia de viento. Sus brazos comenzaron a hacerse distinguibles del resto del cuerpo, pero en lugar de desarrollar unas piernas, la criatura permanecía suspendida en el aire, levitando.
Cuando terminó de materializarse completamente en medio de aquella oscuridad, Darkrai se acercó a Tiberius; adentrándose sin reparo alguno en la zona iluminada por la lámpara. Mientras lo hacía, dedicaba al presidente una mirada de desaprobación. Tiberius detectó aquella desaprobación y se limitó a evitar el contacto visual con aquel Pokémon. No necesitaba sus reproches en aquel momento.
- ¿No te das cuenta de que los has enviado a morir?- Preguntó Darkrai, con una imponente voz que retumbó en aquella oscura habitación.
- Lo sé- Admitió Tiberius, con cierta tranquilidad- Esos dos no saben dónde se están metiendo.
Darkrai examinó de arriba abajo a Tiberius. Hacía unos instantes se encontraba muy tenso, pero había empezado a tranquilizarse. Antes de que aquellos dos agentes llegasen, Tiberius ya había averiguado por sus propios medios casi todo lo que le habían contado. Aquel hombre le había llamado para pedirle que se encargase de su seguridad personal durante un tiempo. Mewtwo había irrumpido en su propia residencia para tratar de interrogarle, y ahora el fantasma de un viejo enemigo había abandonado su tumba para saciar su sed de venganza. Tiberius realmente tenía motivos para estar preocupado por su seguridad en aquel momento.
Aunque había accedido de buena gana a la petición que le había hecho Tiberius, Darkrai no era uno de sus empleados. Él no era como aquellos agentes a los que había enviado a una lucha de la que volverían en bolsas de plástico. Hacía aquello como un favor personal hacia el hombre que había hecho lo posible por facilitarle su convivencia con el mundo. Sin embargo, no estaba de acuerdo con nada de lo que había hecho Tiberius en aquel momento. La forma en la que había enviado a Lucius y Aurelius hacia una muerte segura era algo deplorable; y permitir a Maestro campar a sus anchas tampoco le parecía la mejor forma de solucionar aquel problema. Mientras aquel espectro caminase entre los vivos, seguiría dejando un río de sangre a su paso. Alguien debía detenerle, y estaba claro que no serían aquellos agentes que Tiberius había enviado.
- Iré con ellos- Declaró Darkrai.
- ¡Ni se te ocurra!- Se negó Tiberius- Te necesito aquí.
- No respondo ante ti- Sentenció Darkrai.
Darkrai dejó de levitar y se precipitó hacia el suelo. Al entrar en contacto con aquella superficie sólida, su cuerpo comenzó a fundirse con ella, convirtiéndose en una simple sombra que definía el contorno de su cuerpo. A continuación, se dispersó rápidamente, desvaneciéndose por completo.
- Mierda...- Murmuró Tiberius entre dientes.
Tiberius confiaba plenamente en su compañero Sableye, pero después de haberse encontrado con Mewtwo en su propio despacho, había creído necesario reforzar su seguridad personal; especialmente contra psíquicos como ella. Aunque su compañero era competente, y era capaz de Megaevolucionar, Tiberius consideró necesario disponer de un peso pesado como Darkrai para ayudarle a proteger los secretos de la organización. Sin embargo, no contaba con que Darkrai se armase de furia justiciera y se lanzase a enfrentarse a Maestro.
Le había salido el tiro por la culata. No le preocupaba el hecho de que su nuevo guardaespaldas hubiese dejado de protegerle, sino el hecho de que Darkrai pudiese ser lo suficientemente poderoso como para destruir a un espectro. El hecho de que Maestro hubiese vuelto de entre los muertos suponía una gran oportunidad para él. Las cosas estaban empezando a precipitarse a su alrededor y todo parecía empezar a escaparse a su control. Mewtwo había empezado a moverse, y él no tenía forma de detenerla. De ninguna manera lograría imponer su voluntad sobre aquella Pokémon, y tampoco veía la forma de vencerla en combate si surgía la necesidad. Pero había alguien que se había pasado toda su vida preparándose para un combate como aquel. Había un equipo que había entrenado para ser capaz de enfrentarse a un ser de semejante poder. Si la situación empeoraba, necesitaría que Maestro se convirtiese en su solución final.
Mawile abrió de nuevo los ojos. Aún se encontraba tirada en el suelo, donde Mewtwo la había derrotado y donde su mente y sus recuerdos habían dejado de ser suyos. A todo el dolor de su maltratado cuerpo, se unía además en aquel momento una fuerte migraña. Nunca antes habían invadido su mente de aquella forma, por lo que Mawile no sabía realmente si aquello era algo normal. En cualquier caso, todo parecía haber terminado. Mewtwo le había devuelto el control total de su cuerpo a su dolorida mente. Lo único que en aquel momento impedía a Mawile ponerse en pie era el simple dolor físico que arrastraba desde que se enfrentó a Mewtwo, cuando aquel lugar aún era el edificio al que un día consideró su hogar.
- Tú...- Dijo una voz conocida desde un ángulo que no podía ver- Estás definitivamente loca.
Con un gran esfuerzo, y teniendo que soportar un inmenso dolor para ello, Mawile se giró en el suelo para encararse con su enemiga. Mewtwo estaba cubierta de sudor y parecía tener la respiración acelerada. Se palpaba la cabeza con su mano derecha mientras expresaba un gesto de dolor en su rostro. Mawile había perdido la noción del tiempo, y no sabía si habían pasado minutos, horas o incluso días desde que Mewtwo le privó del control de su propia mente. La única referencia que tenía para saber que debía haber pasado muy poco tiempo era el maltrecho aspecto de Mewtwo. Aunque estaba claro que profundizar tanto en su mente también le había provocado migrañas a ella, también parecía conservar aún parte del dolor físico que había sufrido durante su enfrentamiento contra aquellos espectros. Sin embargo, al menos Mewtwo era aún capaz de mantenerse en pie; lo cual era mucho más de lo que Mawile podía decir de sí misma en aquel momento.
Mawile no respondió a las palabras de Mewtwo; no deseaba conversar con ella después de todo lo que le había hecho. En otras circunstancias, aquella habría sido una buena oportunidad para tratar de tenderle una trampa a su enemiga y atacar por sorpresa en su momento más vulnerable. Sin embargo, Mawile había luchado tan desesperadamente para proteger sus recuerdos de Mewtwo, que ahora no era capaz de moverse lo suficiente como para poder aprovechar aquella oportunidad. Consciente de que no tenía nada que hacer contra su enemiga, Mawile se abstuvo de tratar de hacerse la víctima y de preparar alguna artimaña; limitándose simplemente a dedicar una mirada fría e inexpresiva a Mewtwo, mientras mantenía un incómodo silencio.
A pesar de las circunstancias, Mewtwo no parecía estar segura de que Mawile estuviese tan completamente derrotada como en realidad estaba. Había visto luchar a aquella Pokémon en cientos de batallas; sabía que jamás había luchado limpio en toda su vida. Sentir piedad por ella había enviado a muchos humanos y Pokémon a la tumba. Sin dejar de vigilarla, Mewtwo dedicó un momento a estabilizar el flujo de energía de su propia mente para librarse de aquella migraña. Un gran poder psíquico como el suyo, implicaba también una mente muy sensible. El bombardeo de sensaciones al que se había visto sometida en el interior de la mente de Mawile había desestabilizado su energía. Todas aquellas sensaciones que no le pertenecían se mezclaban con las suyas propias, y el dolor que Mawile había sentido a lo largo de los recuerdos que Mewtwo había vivido hacía eco en su propia mente.
Cuando logró depurar satisfactoriamente aquel torrente de emociones que no le pertenecían, Mewtwo retiró la mano de su cabeza. El dolor de su mente por fin había desaparecido. Lentamente, Mewtwo comenzó a acercarse a Mawile, con mucha precaución. Se mantenía alerta ante cualquier clase de movimiento brusco que aquella pequeña tramposa se atreviera a hacer. Sin embargo, Mawile permanecía allí tirada como una muñeca de metal inservible, limitándose tan solo a seguir a Mewtwo con la mirada a medida que se acercaba a ella. Su rostro denotaba una absoluta indiferencia.
Mewtwo se detuvo frente a Mawile. Era consciente de que se encontraba dentro de su radio de ataque, pero aquella pequeña criatura tumbada boca abajo apenas lograba alzar la mirada lo suficiente como para mantenerle el contacto visual. Incluso aunque tratase de atacar en ese momento, fallaría estrepitosamente. En aquel momento, Mawile ya no representaba ninguna amenaza para ella. Tampoco tenía ningún asunto pendiente más que tratar con aquella Pokémon; su utilidad para su investigación ya había sido agotada. Sin embargo, había una última cosa que a Mewtwo le intrigaba sobre Mawile. Algo que no podía leer en sus recuerdos; sino que necesitaría oírlo de sus metálicos labios.
- Tú yo nunca nos habíamos visto antes de aquella noche en la Cueva Celeste. Yo nunca te había hecho nada- Dijo Mewtwo - Pero sin embargo estabas más que dispuesta a matarme... ¿Por qué?
Mawile interrumpió el contacto visual con Mewtwo. Le suponía demasiado esfuerzo mantenerse firme en aquella postura, y la visión de su enemiga no era una imagen agradable por la que mereciese la pena soportar aquel dolor. Por un momento pensó en simplemente ignorar a Mewtwo y no responder a su pregunta. Sin embargo, tenía miedo de que volviera a meterse en su cabeza para buscar la respuesta. Dadas las circunstancias, no le importaba demasiado saber que en cualquier momento recibir el golpe de gracia de parte de Mewtwo; pero incluso la muerte parecía una opción más apetecible que volver a tener a su enemiga dentro de su cabeza.
- ¿Por qué no?- Preguntó Mawile, hablando con desdén a pesar de lo difícil que le resultaba articular palabra- Maestro te quería muerta.
- Después de lo que he visto, te conozco mejor de lo que piensas- Le recordó Mewtwo- Ni siquiera tú te enfrentarías a mí sin alguna clase de motivo.
- Está bien...- Refunfuñó Mawile.
Volviendo a invertir un gran esfuerzo en retractarse de una mala decisión que había tomado hacía apenas un minuto, Mawile volvió a girarse para quedar tumbada boca arriba. Podía sentir el suelo de madera bajo su espalda, y sus ojos podían ver el cielo desde allí. Era una combinación demasiado antinatural para ella como para que se sintiese cómoda, pero era mejor que contemplar los pies de Mewtwo frente a ella.
- Yo nunca llegué a conocer a aquel Furfrou al que Maestro pretendía vengar matándote- Admitió Mawile- Sinceramente, todo esto de la venganza me era indiferente.
- Entonces...- Insistió Mewtwo- ¿Por qué ibas a hacer algo así?
- Porque he vivido unos años muy infelices, hasta que Maestro le puso fin a esa dolorosa etapa de mi vida- Explicó Mawile- Pero Maestro, el hombre que me devolvió la felicidad, no era alguien feliz. Él vivía atormentado por el odio que sentía hacia ti. Estaba completamente obsesionado con aquella venganza...
Mawile guardó silencio durante unos segundos. Le dolía cuando hablaba, y le resultaba difícil recuperar el aliento. No estaba segura de si realmente valía la pena contarle todo aquello a Mewtwo; especialmente cuando nunca antes había expresado su opinión al respecto ni a Maestro ni a ningún otro miembro de su equipo. Sin embargo, aquella ya era una oportunidad perdida. Si realmente quería dejarlo salir, tendría que ser en aquel momento y con aquella compañía. De todas formas, Mewtwo ya sabía más sobre ella que cualquiera de sus compañeros de equipo.
- Quería devolverle el favor- Dijo Mawile- Si lograba matarte, le haría feliz. Aquel era todo el motivo que necesitaba.
Mewtwo escuchó con atención las palabras de Mawile. No aprobaba sus actos ni pretendía justificarlos en absoluto, pero no podía negar que entendía como se había sentido aquella pequeña criatura. Después de tantos años vagando por aquella oscuridad, se había aferrado con todas sus fuerzas a la única luz que había encontrado. Una luz que utilizaba sangre como combustible y que continuamente amenazaba con apagarse si no era alimentada. Para cuando conoció a Maestro, matar ya había dejado de suponer un dilema para Mawile; pero después de volver a encontrar un lugar en el mundo, Mawile no dudaba en derramar toda la sangre que fuese necesaria para mantener aquella llama carmesí encendida. La idea de volver a la oscuridad la aterraba demasiado, y el precio que pagaba a cambio le parecía insignificante en comparación.
- Si has terminado de preguntar gilipolleces...- Dijo Mawile, hablando con desprecio- Mátame de una puta vez.
Sobresaltada por aquellas palabras, Mewtwo se acercó un poco más a Mawile y recuperó el contacto visual como sus metálicos ojos rojos. Estaba fuera de toda duda que Mawile había hecho cosas terribles y que seguramente se lo merecía. Sin embargo, Mewtwo ya cargaba con suficientes cargos de conciencia tras la muerte de Maestro. No estaba dispuesta a quitarle también la vida a Mawile, por mucho que se lo mereciera.
- No, de ninguna manera- Se negó Mewtwo- No pienso matarte.
- ¡Escúchame, maldita abominación!- Se esforzó por gritar Mawile- ¡Me has arrebatado a Maestro! ¡Me has arrebatado a estos fantasmas! ¡Me has quitado todo por lo que me merecía la pena...!
Mawile perdió el aliento mientras gritaba y se vio obligada a callarse para tomar aire de nuevo. Le dolía al gritar, pero sabía que cuanto más gritase, era más probable que el dolor acabase pronto. Solo tenía que convencer a Mewtwo de que acabase de una vez con su dolorosa e inútil existencia.
- Termina lo que has empezado, pedazo de mierda- Exigió Mawile- ¡Mátame como le mataste a él!
- No voy a hacerlo- Repitió Mewtwo- La muerte de Maestro me ha atormentado cada día durante todos estos años. No pienso manchar mis manos con más sangre. No importa lo mucho que grites o me insultes.
- ¿Sabes lo que pasará si me dejas con vida?- Preguntó Mawile, cada vez más enfadada- Pienso perseguirte como lo hizo Maestro. Algún día te encontraré y...
- Y te derrotaré de nuevo- Interrumpió Mewtwo- Y volveré a negarme a matarte. Todas las veces que sea necesario.
Desde arriba, Mewtwo observó el rostro de Mawile. Unas lágrimas de pura frustración habían comenzado a escapar de sus ojos, y a pesar del dolor que le suponía hacer el más mínimo esfuerzo, estaba apretando los dientes. Era la primera vez que Mewtwo veía a alguien enfadarse de semejante manera por no lograr que lo ejecutasen.
- Ahora entiendo por qué Maestro te odiaba tanto- Dijo Mawile.
El sonido de un aplauso lento y pausado sobresaltó a Mewtwo. Por un momento, le resultó difícil creer que aquel sonido no fuese su imaginación; pero tenía un origen cercano. Rápidamente, Mewtwo se alzó unos metros por encima del suelo con su levitación y escrutó sus alrededores en busca de cualquier posible amenaza.
Muy cerca de ella, se alzaban tres oscuras figuras. Por un instante, Mewtwo se temió lo peor al recordar el lugar en el que se encontraba y los espectros a los que había tenido que enfrentarse. Sin embargo, no se trataba de un grupo de figuras espectrales ni de sombras moviéndose por la oscuridad. Aquellas tres figuras se encontraban a plena luz del día, y estaban indudablemente vivas. Mewtwo ya se había encontrado con ellas antes; hacía apenas unas horas. Se trataban de la humana, el Drapion y el Chandelure con los que se había cruzado en el pantano.
- Qué espectáculo tan lamentable- Dijo aquella mujer de aspecto siniestro mientras aplaudía con sarcasmo.
Mewtwo reconocía a la humana que se encontraba en el centro de aquella tétrica formación. Era aquella mujer joven con la que se había cruzado en el pantano hacía apenas unas horas. Aún llevaba puesto aquel deteriorado vestido negro; y en aquel momento, contemplándola a plena luz del día, Mewtwo pudo observar lo poco humano que resultaba en realidad su aspecto.
Aquel oscuro vestido, desgarrado y maltratado por aquel pantano, confería a su propietaria un aspecto lúgubre; casi fantasmagórico. Su piel antinaturalmente pálida y su complexión delgada le otorgaban más la apariencia de un cadáver que la de un ser vivo. Su cabello, de un color negro intenso, era largo y liso; podría haber llegado a ser hermoso de no ser por su aspecto sucio, descuidado y enmarañado. Sus ojos parecían un oscuro vacío carente de vida. Aquella mujer de dudosa humanidad les dedicaba una sonrisa maliciosa; su rostro exteriorizaba un sentimiento de deseo, casi lujurioso, hacia algo. En aquel momento, observándola más detenidamente que la primera vez que la vio, Mewtwo reparó en el tétrico aspecto que tenía. Ni siquiera los espectros con los que había tenido que enfrentarse aquel día resultaban tan escalofriantes como aquella humana. Sin embargo, a pesar de su siniestra apariencia, no era su aspecto lo que preocupaba a Mewtwo.
En el interior de aquella joven, Mewtwo era capaz de detectar una gran cantidad de poder psíquico; muy superior al de la mayoría de psíquicos humanos con los que se había encontrado. Ignoraba cómo había logrado ocultar a sus lecturas aquel poder la primera vez que se encontraron, pero fuera como fuese aquella cantidad de poder no era suficiente para representarle una amenaza; ni siquiera después del desgaste que había sufrido durante su anterior batalla. Sin embargo, Mewtwo se mantuvo alerta y extremó las precauciones mientras reducía la altura de su levitación y se encaraba con aquella mujer. El último humano de aspecto siniestro que salió de la nada y se acercó tanto a ella intentó asesinarla.
- Esos fantasmas ya estaban aquí desde antes de que llegásemos cualquiera de las dos, ¿sabes?- Dijo aquella mujer, sin ocultar el regocijo que sentía en aquel momento- Ha sido muy desconsiderado por tu parte desterrarlos de esa forma. Pero supongo que debería estarte agradecida...
Mewtwo guardó silencio, manteniéndose a la defensiva. Aquella mujer había comenzado a caminar relajadamente hacia Mawile y ella. Los dos Pokémon que la acompañaban se mantuvieron dónde estaban, incapaces de reunir el suficiente valor para acercarse a un Pokémon como Mewtwo con unas intenciones tan evidentemente hostiles. Viendo como aquella joven cada vez se acercaba más sin consideración alguna, Mewtwo había comenzado a ponerse nerviosa. Hizo un gesto con la mano para indicarle que se detuviese. La humana detuvo su avance a apenas un par de metros de Mewtwo y miró fijamente a su rostro. A Mewtwo le había parecido que los ojos de aquella mujer tenían un aspecto extraño; sin embargo, observándolos más de cerca, pudo comprobar que eran literalmente dos vacíos de color negro en su rostro. Cada vez parecía más razonable pensar que se trataba de otro espectro y no de una mujer viva.
- ¿Quién eres?- Preguntó Mewtwo, hablando con su propia voz- ¿Qué has venido a hacer aquí?
Aquella siniestra mujer dejó escapar una leve risa. Tal y como Mewtwo había supuesto, no necesitaba enviarle un mensaje telepático para hacerse entender. Cualquier psíquico humano era capaz de interpretar lo que le dijera un Pokémon si se tomaba la molestia de aprender a hacerlo. Aunque aquella humana era muy joven como para haber tenido ocasión de profundizar en su entrenamiento psíquico, Mewtwo había percibido un poder inusualmente elevado en ella. Era razonable asumir que debía de tener cierto talento; al menos el suficiente para haber aprendido ya algo tan fundamental como la capacidad de entender a los Pokémon.
- Me llamo Sarah- Respondió- He venido a por Mawile.
- No. Definitivamente no- Se negó Mawile, aún tirada en el suelo- Largo de aquí.
- ¿Qué quieres decir con "a por Mawile"?- Volvió a preguntar Mewtwo, exteriorizando cierta hostilidad- ¿Qué pretendes?
Sarah dejó escapar una leve carcajada. Los dos Pokémon que la acompañaban retrocedieron con cobardía ante aquella señal de desafío de la humana hacia Mewtwo. Ignorando completamente la presencia de Mewtwo, Sarah dio un par de pasos hacia Mawile; lo suficiente para poder examinar mejor su estado. Por un segundo, Mewtwo habría jurado que la había visto relamerse los labios al contemplar el lamentable estado de aquella pequeña criatura. A continuación, volvió a dirigir la mirada hacia Mewtwo. Su siniestra sonrisa rebosante de confianza no había desaparecido.
- ¿A ti qué más te da? Ya tienes lo que querías, ¿no? Ya has exprimido su indefensa mente como si fuese una baya madura- Le reprochó Sarah- Yo solo soy lo suficientemente humilde como para conformarme con los restos.
- Aléjate de ella- Exigió Mewtwo en tono autoritario.
Mawile observaba la escena desde el suelo. Hacía mucho tiempo que no veía a Sarah. Aquella mujer llevaba deambulando por el pantano desde que ella misma volvió a aquel lugar tras la muerte de Maestro. A pesar de las apariencias, aquella joven era un depredador más en aquel fangoso ecosistema. Mawile la había evitado en la medida de lo posible, y sospechaba que Sarah solo se mantenía también alejada de ella por culpa de los espectros que la protegían. En aquel momento, Mawile había confirmado sus temores en el momento más inoportuno posible. Sarah tenía sus intereses puestos en ella. Probablemente había sido así desde hacía mucho tiempo. Ahora que los espectros de la Casa Tétrica habían sido desterrados al destruirse su nexo de unión con el mundo de los vivos, Sarah no había tardado ni un solo día en ir a por ella.
En aquel momento, las tornas habían cambiado. Mawile había estado dispuesta a morir hacía solo unos minutos; un cruel destino que gustosamente habría aceptado dada la sucesión sin fin de fracasos en la que se había convertido su vida. Sin embargo, Mewtwo había dejado claro que estaba dispuesta a destrozar su cuerpo y su mente, pero que no reuniría las agallas necesarias para terminar el trabajo. Eso significaba que, descartando la posibilidad de morir y poner fin al dolor de su cuerpo y de su alma, Mewtwo era lo único que se interponía entre ella y Sarah. Había escuchado por el pantano muchas historias truculentas sobre aquella mujer; era alguien a quien todos los habitantes de aquella ciénaga temían. Ignoraba qué pretendía hacer con ella, pero estaba segura de que nada de lo que Mewtwo pudiera hacerle sería peor que lo que aquella mujer le tuviese reservado. Por desgracia, Mewtwo la había dejado para el arrastre y era incapaz de ponerse en pie y defenderse por sí misma. En aquel momento, dependía de que su odiada enemiga decidiese agarrarse a sus estúpidos principios morales defenderla a pesar de todo el daño que ya le había hecho.
Mawile había visto luchar a Mewtwo. Había sufrido en su propio cuerpo el poder de sus ataques. Sabía que no había forma de que Sarah pudiese vencer a una enemiga como ella. Sin embargo, incluso aunque una psíquica como Sarah debería ser consciente de la diferencia de poder entre ambas, aquella mujer no retrocedía. No parecía tener el más mínimo miedo de Mewtwo.
- ¿Alejarme de ella?- Preguntó Sarah, manteniendo su tono relajado- ¿Y si no lo hago? ¿Qué me harás?
Sarah dio unos pasos al frente, avanzando hacia Mewtwo. Se acercó lo suficiente para invadir su espacio personal y hacerla sentir incómoda. Sus caras estaban a escasos centímetros de distancia. Los oscuros orbes que Sarah tenía por globos oculares acaparaban toda la atención de Mewtwo, quien no lograba apartar la vista de su vacía y penetrante mirada. A aquella distancia, sus aciagos ojos negros eran una visión desagradable e inquietante; pero de alguna forma resultaba hipnótica.
- Dime, ¿si no me alejo de ella vas a matarme?- Preguntó Sarah, divirtiéndose con cada palabra que pronunciaba.
Sin dudarlo un segundo, Sarah puso su mano derecha sobre el hombro izquierdo de Mewtwo y se acercó aún más para susurrarle al oído. Mewtwo parecía completamente entumecida; rígida como una estatua. La mano blanca que le tocaba el hombro era gélida como el hielo.
- ¿Cuándo es más vulnerable un psíquico?- Preguntó Sarah- Lo sé todo sobre ti. No estás dispuesta a ponerme una mano encima para defenderla a ella, ¿verdad?
Mewtwo comprendió con horror a qué se refería Sarah. Aunque había visualizado múltiples recuerdos de Mawile que duraban horas o incluso días completos, el tiempo no funcionaba igual en la mente de alguien que en el mundo real. Aunque Mewtwo era capaz de proyectar y asimilar recuerdos a mucha velocidad, la cantidad de información que había recibido era inmensa, y le había llevado al menos un par de horas visualizarla. Durante todo ese tiempo, su cuerpo había permanecido allí junto al de Mawile, en medio de las ruinas de la Casa Tétrica; completamente indefenso. Lo mismo se había aplicado para su mente. Incluso la mayor fortaleza del mundo podría ser tomada por un solo soldado si se dejaba con las puertas abiertas y sin guarnición.
Mientras un escalofrío recorría su espalda, Mewtwo dio un pequeño empujón telequinético a Sarah, haciéndola retroceder unos metros. A pesar de la fuerza y lo repentino del empujón, aquella joven logró mantener el equilibrio y no caer al suelo. La sonrisa maliciosa de su cadavérico rostro no desapareció ni por un solo segundo a pesar de aquel ataque. Antes de que volviese a acercarse, Mewtwo volvió a levitar a varios metros sobre el suelo, suficientes para que aquella humana no lograse volver a establecer contacto físico con ella. También hizo levitar a Mawile a la misma altura, poniéndola fuera de su alcance.
- No, no te mataré, tienes razón- Respondió Mewtwo, tratando de recuperar el control de la situación- No sé qué pretender hacerle a Mawile, pero no dejaré que le pongas la mano encima. Me marcho y me la llevo conmigo.
- ¿Estás segura de lo que haces?- Preguntó Sarah- ¿Has olvidado que lo sé todo sobre ti?
Aunque había estado a punto de marcharse de allí sin más llevando a Mawile consigo, Mewtwo no pudo evitar detenerse al oír aquellas palabras. De haberse tratado de una amenaza vacía y sin significado alguno, sencillamente la habría ignorado. Sin embargo, Sarah había comenzado su amenaza con buen pie. Le había recordado que, de alguna forma, tenía un cierto poder sobre ella. Aquello no era algo que sencillamente pudiese ignorar sin más.
- Si me arrebatas algo que quiero, yo también te arrebataré entonces algo que quieres- Amenazó Sarah, hablando con seriedad por primera vez- Hay unos cuantos Pokémon a los que aprecias, ¿verdad? ¿Les sacrificarías para protegerla a ella después de todo lo que ha hecho?
Aquella amenaza enfureció a Mewtwo. En aquel momento, de buena gana habría atacado con todo su poder a aquella humana hasta reducirla a polvo. Sin embargo, no quería volver a cometer el error que había cometido con Maestro. Además, tampoco había matado a Mawile, quien había intentado asesinarla y se había empapado con la sangre de Pokémon a los que consideraba sus amigos. No podía simplemente asesinar a Sarah por haberse atrevido a pronunciar unas palabras. Aquel era otro paso más para convertirse en el monstruo al que Maestro había estado dando caza.
Sin embargo, aunque no tomase medidas drásticas, estaba claro que la cosa no podía quedar así. No podía permitir que Sarah pusiese en peligro a los Pokémon que la habían aceptado a pesar de lo que era y la habían acogido como a una de los suyos. No podía tolerar que Pokémon como Froslass tuviesen que pagar las consecuencias de sus actos. Lentamente, Mewtwo disminuyó su altura y se acercó a Sarah. Cuando Mewtwo volvió al suelo y se encaró son Sarah, adoptando una expresión de enfado en su rostro, Drapion dedicó una mirada nerviosa al Chandelure que se mantenía en la retaguardia junto a él.
- Esto se va a poner feo- Murmuró Drapion, intimidado- Lo va a hacer...
- Yo me largo de aquí- Sentenció Chandelure con determinación.
Como si estuviese esperando a aquella confirmación por parte de su compañero, Drapion dio media vuelta y se apresuró a alejarse corriendo, tan rápido cómo sus cortas patas le permitían. Al mismo tiempo, Chandelure se alejaba levitando a toda velocidad, dejando un pequeño rastro llameante en el aire a su paso. Chandelure no dudó un solo segundo en dejar atrás a sus compañeros, y no volvió la vista hacia ellos ni un solo segundo mientras huía apresuradamente. Tampoco Drapion volvió la vista atrás para comprobar si Sarah aún se encontraba bien. Por su parte, Sarah se limitó a dedicarles una mirada de apatía antes de volver a prestar atención a Mewtwo.
- Vaya par de cobardes- Murmuró Sarah- No aguantan un poco de tensión.
- Tú deberías hacer lo mismo- Advirtió Mewtwo- Que no vaya a matarte no significa que no esté dispuesta a destrozar tu mente. Dame un solo motivo por el que no debería...
- ¡Silencio! No es a ti a quién temen- Interrumpió Sarah, hablando en aquella ocasión con una retumbante voz espectral- No lo volveré a repetir. Entrégame a Mawile o asume las consecuencias.
Mewtwo retrocedió. El aire parecía haberse vuelto más denso y gélido. El cuerpo de Sarah emanaba alguna clase de energía umbría que Mewtwo era incapaz de explicar. No se trataba de una oleada de poder psíquico; más bien le recordaba a la oscura energía que emitían los espectros a los que se había enfrentado. Aquella fuerza paranormal hizo que se estremeciera. La simple exposición a aquella energía estaba volviendo a desordenar su mente. Las sensaciones que había arrastrado desde la mente de Mawile hasta la suya propia, las cuales ya habían sido depuradas y separadas de sus propias emociones, volvían a mezclarse con el resto. Volvía a sentir dolor, rabia, miedo e impotencia. Con un gran esfuerzo, Mewtwo trató de concentrarse en mantener el orden en su mente. Sin embargo, era una tarea imposible; como tratar de alzar un castillo de naipes en mitad de un vendaval.
El pálido rostro de Sarah se encontraba ensombrecido. Apenas resultaba posible diferenciar sus facciones. A su alrededor, la luz parecía debilitarse a medida que su cuerpo emanaba una especie de humo espectral de un color negro intento; una sustancia inquietantemente parecida a la que componía el cuerpo de aquellos fantasmas. La energía que emanaba cada vez era más densa y se extendía más y más alrededor de ambas. Mewtwo podía sentir como aquella oscuridad penetraba cada vez más en su interior, provocándole fuertes migrañas y una desagradable sensación de mareo. Su estómago se retorcía a cada segundo que pasaba; haciendo que la bilis se le subiese de nuevo a la garganta. Si no hacía algo al respecto, aquella repugnante energía podría causar daños irreparables a su mente.
Con gran esfuerzo, Mewtwo trató de concentrarse lo suficiente como para enviar una oleada de poder psíquico con la que atacar a Sarah. El dolor de cabeza que sentía le hacía difícil manipular una fuerza cinética. Haciendo todo lo posible por ignorar el dolor y resistir la influencia de aquella energía que su enemiga desprendía, Mewtwo envió una onda de choque psíquica hacia Sarah; suficiente para hacerla volar algunos metros y, quizás, romperle algunos huesos. Sin embargo, Sarah vio venir el ataque y estaba preparada para recibirlo. Aquella mujer se concentró en el movimiento de su propia mano y sincronizó el movimiento de la misma con su propio poder telequinético; permitiéndole reconducir aquella oleada cinética y dispersar su energía antes de que lograse impactar contra ella.
Mewtwo clavó la rodilla en el suelo. Aquel ataque que tanto esfuerzo le había costado llevar a cabo no había logrado causar efecto alguno en Sarah. Un fracaso de aquella categoría supuso un duro golpe para su moral. Aquella humana no era más fuerte que ella. Su poder psíquico era mediocre en comparación; no había forma alguna de que pudiese desviar ni bloquear un ataque suyo con semejante facilidad. Sin embargo, aquella energía que irradiaba cada vez debilitaba más su poderosa mente; hasta el punto de que incluso el potencial psíquico de un humano era suficiente para superarla de aquella forma. Si hubiese atacado con todas sus fuerzas en el primer empujón psíquico que le había propinado a aquella mujer, en aquel momento no se encontraría en aquel estado de vulnerabilidad. Sin embargo, había subestimado a su oponente, y en aquel momento a cada segundo que pasaba, su dolor era más intenso y su mente se debilitaba más y más. Incapaz de seguir concentrada en el uso de su poder, Mewtwo hizo bajar lentamente a Mawile hacia el suelo, intentando con todas sus fuerzas no dejar caer como un peso muerto su maltratado cuerpo. En aquel momento, era incapaz de seguir manteniéndola lejos del alcance de Sarah.
Mewtwo se desplomó de rodillas en el suelo, incapaz de seguir oponiendo resistencia al dolor. Ya ni siquiera tenía sentido intentar un segundo ataque; ni siquiera lograría igualar la fuerza del anterior, y Sarah se desharía de él sin dificultad. Dejó escapar un grito de dolor, furia e impotencia. Aquello ni siquiera había sido un enfrentamiento real. Sarah le había negado completamente cualquier mínima oportunidad de defenderse. Tan solo se había limitado a proyectar aquella impía energía y dejar que la oscuridad nublase y atormentase su mente. Primero los fantasmas habían sido capaces de herirla sin que ella pudiese dañarlos en un enfrentamiento directo; y ahora aquella humana había ofuscado su mente y le había arrebatado cualquier clase de oportunidad de enfrentarse a ella. Aquel lugar estaba repleto de fuerzas que Mewtwo no era capaz de comprender; y ninguna de ellas parecía dispuesta a ofrecerle un enfrentamiento justo.
Mawile se encontraba aún tirada en el suelo a su lado, completamente inmóvil. Parecía completamente ajena a aquella fuerza oscura que inundaba los alrededores. No exteriorizaba de ninguna forma el efecto de aquella energía sobre su cuerpo o su mente. Aquello no sorprendía a Mewtwo. Las criaturas de naturaleza feérica como Mawile eran muy resistentes a la influencia de aquella clase de fuerzas umbrías. Sin embargo, como psíquica, ella no podía decir lo mismo. El dolor cada vez era más agudo. Su pulso estaba extremadamente acelerado, y notaba una desagradable sensación de sequedad en su boca. No necesitaba un espejo para saber que sus ojos estaban enrojecidos y sus venas habían comenzado a marcarse por su rostro. Lo mejor que podía pasarle en aquel momento era perder el conocimiento; aquello podría hacer que Sarah considerase aquello como una victoria y dejase de emitir aquella energía. De lo contrario, si seguía expuesta a aquella oscura proyección, su cuerpo y su mente seguirían recibiendo daños. Probablemente todo terminaría cuando sufriese múltiples aneurismas cerebrales y muriese mientras su sangre se le escapaba a través de todos los orificios de su cabeza.
Mewtwo apartó la mirada de Mawile. No quería que aquella pequeña bastarda fuese posiblemente lo último que viera. Aquella Pokémon no se merecía que la protegiese después de todo lo que había hecho. Sin embargo, el hecho de haber sido ella quien la había dejado en aquel estado le había causado mala conciencia. No quería abandonarla en aquellas circunstancias, indefensa ante una enemiga tan terrible. No obstante, había una cosa que Mewtwo tenía claro. No le deseaba mal alguno a aquella metálica criatura, pero no estaba dispuesta a sacrificarse por ella. Era mejor tener que lidiar con su mala conciencia que con su propia muerte. Sarah había dejado muy claras sus condiciones. Aunque tuviese que admitir la derrota y suplicar clemencia, todo valdría la pena si lograba abandonar aquel lugar con vida.
- Está... bien- Murmuró Mewtwo, hablando con dificultad- Tú... ganas.
- ¡Menuda inútil!- Le reprochó Mawile- Cuando me estabas machacando a mí no eras tan patética, ¿verdad?
Sarah recuperó su maliciosa sonrisa; abandonando la expresión hostil que se había adueñado de su rostro. La cantidad de energía que desprendía su cuerpo comenzó a descender paulatinamente. Mewtwo comenzó a sentir cierto nivel de alivio en su dolor. No se encontraba en circunstancias de luchar ni mucho menos, pero su mente comenzaba a ser capaz de ordenar sus recuerdos y emociones y volver a pensar con claridad. En cualquier caso, aunque lograse reunir suficientes fuerzas para lanzar nuevamente un ataque psíquico contra Sarah, por nada del mundo se habría atrevido a hacerlo. Aquella mujer manipulaba fuerzas que Mewtwo no lograba comprender; pero que parecían ser perfectas para hacer descender hacia la miseria a alguien como ella. Era posible que hubiese muchas criaturas en aquel mundo capaces de resistir aquel poder, pero estaba claro que ella no era una de ellas.
Con ciertas dificultades para mantener el equilibrio, Mewtwo volvió a ponerse en pie. Evitó alzar la mirada hacia Sarah y se abstuvo de hablar más de lo necesario. No quería actuar de ninguna forma que aquella mujer pudiese considerar hostil y la hiciera emitir de nuevo aquella energía. No quería tener que volver a experimentar una sensación así nunca más.
- Márchate y no mires atrás- Indicó Sarah, volviendo a hablar con una voz humana- No quiero volver a verte por aquí.
Mientras Sarah la seguía con la mirada, Mewtwo comenzó a levitar de forma inestable. Poco a poco, a medida que se alejaba de ella y abandonaba la zona que había irradiado con aquella energía oscura, su levitación comenzaba a volverse más rápida y firme. Sin detenerse un solo segundo a reconsiderar sus posibilidades, Mewtwo ganó velocidad y desapareció rápidamente. El frondoso bosque de aquel pantano no tardó en ocultar su figura en el aire mientras se alejaba levitando.
Sarah dejó escapar una risa y un suspiro, para a continuación desplomarse sobre sus rodillas, con la mirada fija en el suelo de madera que había bajo ella. Sus piernas le temblaban, y su pulso estaba acelerado. La criatura a la que había logrado ahuyentar tenía el mayor poder psíquico que había visto en toda su vida. Estaba segura de que Mewtwo había sentido verdadero pánico mientras la inundaba con toda aquella energía oscura; pero lo que quizás su enemiga no había sido capaz de percibir, era que aquel miedo era mutuo. Había leído su mente mientras era vulnerable. Sabía lo que había vivido y lo que era capaz de hacer.
- Maldita sea...- Murmuró Sarah, hablando para sí misma- Ha estado cerca.
Tras dejar pasar unos instantes para recuperar la compostura, Sarah volvió a alzar la mirada. Frente a ella, Mawile hacía esfuerzos por volver a levantarse, pero su dolorido cuerpo no se lo permitía. Consciente de que estaba siendo observada, Mawile fijó su vista en Sarah. No era dolor ni miedo lo que exteriorizaba el rostro de aquella criatura. Más bien se trataba de una mezcla entre apatía y resignación.
- Tú y yo tenemos mucho por hacer...- Le dijo Sarah, recuperando aquella siniestra sonrisa en su mortecino rostro.
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