Capítulo 10: Mawile

Greninja examinaba minuciosamente una Baya Zidra. Aunque no resultaba sencillo encontrar aquella clase de frutos en la Ruta 16 de Kalos, su escasa disponibilidad no impedía que fuese extremadamente selectivo a la hora de decidir cuáles de aquellas bayas utilizaría y cuales descartaría. Se encontraba sentado en la hierba del suelo, frente a un tocón de árbol que empleaba a modo de mesa. Él mismo había cortado aquel árbol unas cuantas semanas atrás y había convertido en leña la mayor parte de su tronco. Tras considerar que aquella fruta tenía el tamaño y color apropiados, la situó sobre una improvisada venda tejida a base de fibras vegetales. A continuación, con ayuda de una pequeña roca, comenzó a molerla para preparar una cataplasma.

Hacía ya casi un año que había vuelto a Kalos, y aún no había recibido noticias de Maestro. Estaba seguro de que había dispuesto todo de forma que su entrenador pudiese volver a caminar entre los vivos, pero no tenía forma de saber cuánto tiempo podría llevarle al alma de Maestro regresar a Pueblo Vánitas y encontrar su nuevo cuerpo. Aunque las primeras semanas Greninja se mostraba bastante optimista al respecto y aguardaba con gran expectación a contemplar los resultados de aquella práctica nigromántica, el paso del tiempo y la ausencia de su entrenador había comenzado a hacerle dudar. Incluso aunque él hubiese cumplido con su parte, si su compañera Gardevoir no cumplía también con la suya, todo habría sido en vano. A menudo se había sentido tentado de volver a Pueblo Vánitas para asegurarse de que Gardevoir aún seguía en su puesto, pero en aquel momento no se encontraba en disposición para abandonar la Ruta 16. Solo podía contar con que tras todos aquellos años, Gardevoir aún confiase en su palabra y no se hubiese metido en problemas.

Tras unos minutos de trabajo, Greninja dio por finalizado su trabajo en aquella cataplasma y se apresuró a cogerla cuidadosamente mientras se ponía en pie. Antes de ir a ninguna parte, dirigió una mirada inquieta a su alrededor. Acababa de amanecer y el sol brillaba sobre Kalos. Se encontraba en una verde y frondosa arboleda en la orilla más alejada del lago, a varios kilómetros de las carreteras y del Club de Pesca. Aunque Greninja agradecía mantener una cierta distancia con la civilización en aquel momento, debía admitir que no tenía demasiados motivos para quejarse. Los pescadores solían merodear por la zona casi a diario, manteniendo alejados de la costa a la mayoría de Pokémon salvajes que habitaban el lago. Aunque aquello implicaba toparse ocasionalmente con alguno de aquellos hombres, casi todos los que llegaban a verle optaban por no enfrentarse a él. Al fin y al cabo, no habían ido hasta el lago cargando con todo el equipo de pesca para buscar problemas con la última etapa evolutiva de un Pokémon Inicial en estado salvaje. Aquel podría haber sido un buen lugar para vivir su retiro temporal, de no ser por el hecho de que había empezado a odiarlo.

Greninja dejó escapar un leve suspiro y comenzó a caminar hacia una pequeña formación rocosa a la orilla del lago. Llevaba consigo aquel burdo remedio curativo que había preparado, con la intención de tratar de retrasar lo inevitable durante un día más. Sobre una gran roca gris, junto al agua, Clawitzer descansaba con la mirada perdida en el agua del lago. Se encontraba exactamente en la misma postura en la que Greninja le había visto cuando una hora atrás se despidió de él para ir a buscar aquellas bayas. Clawitzer nunca había sido muy enérgico, pero en las últimas semanas había llegado a pasar largas horas tumbado sobre aquellas rocas; totalmente inmóvil. Junto a aquella roca gris, unos trozos de leña se convertían lentamente en cenizas a medida que la llama de una pequeña hoguera los consumía. La temperatura era algo más cálida alrededor de aquel débil fuego, pero a pesar de todo Greninja pudo observar como su compañero temblaba ocasionalmente. Cada día que pasaba, Clawitzer tenía peor aspecto.

- Te he traído algo para el dolor- Dijo Greninja.

Clawitzer se movió levemente para mirar a su compañero, pero no respondió. Greninja dirigió una mirada nerviosa a la hoguera. Desde que el estado de salud de Clawitzer había empeorado, el agua del lago resultaba demasiado fría para él, y Greninja había hecho lo posible por mantenerlo caliente para evitar que temblase de aquella manera. Él no era médico, ni tampoco era capaz de sanar heridas como lo hacía Gardevoir. Lo único que se le ocurría hacer para aliviar el sufrimiento de su compañero era evitar que pasase frío, cazar algún Poliwag o Basculin para él y buscar aquellas Bayas Zidra para aliviar su dolor. Sin embargo, hacía ya dos días que Clawitzer no probaba bocado y su caparazón hacía que las cataplasmas fuesen poco eficaces. En aquellas circunstancias, Greninja ya no sabía qué más hacer para mantener a Clawitzer con vida hasta que llegasen Maestro y Gardevoir.

- Déjalo- Murmuró Clawitzer, con un tono de voz muy débil- Ya no vale la pena.

En los últimos días, Clawitzer no le había puesto las cosas fáciles a su compañero. Aunque Greninja había intentado que comiese algo, no había logrado que su enfermizo compañero se llevase nada a la boca. Cuando volvió a Kalos y se dirigió a aquel lago, su compañera Milotic le advirtió que Clawitzer no había vuelto a ser el mismo desde que murió Maestro. Tras dos años y medio viviendo en aquel lago y cuidando de su compañero lisiado, Milotic se despidió de Greninja y se marchó del lago advirtiéndole que a Clawitzer no le quedaba mucho tiempo. Desde aquel día, Greninja había mantenido una ardua lucha contra el decadente estado de salud de su compañero. Una lucha que había perdido ya todo sentido posible; estaba claro que aunque volviese Maestro, Clawitzer no se encontraba en condiciones de volver a luchar. Incluso aunque asumiese que su compañero se había vuelto una carga para todos y pese a ello no le importase cuidar de él, era poco probable que lograse salir vivo de esa. Sin embargo, a pesar de la futilidad de aquellas acciones, Greninja seguía intentando día tras día aliviar su dolor y alargar su sufrida existencia.

- No soy estúpido, Greninja- Continuó Clawitzer- Sé en qué me he convertido...

- Ya hemos hablado de esto- Interrumpió Greninja- No pienso abandonarte.

- ¿Abandonarme?- Preguntó Clawitzer, alzando levemente su tono.

Clawitzer emitió un agonizante sonido que Greninja solo pudo interpretar como un fallido intento de reírse con sarcasmo. Su tono de voz moribundo hacía que a Greninja le resultase difícil entender lo que decía, pero la rutina y la costumbre habían hecho que poco a poco la voz marchita de su compañero le pareciese algo normal. En aquel momento, cuando Clawitzer trató de reírse y no fue capaz de hacerlo, Greninja pasó a ser consciente de lo mucho que le costaba a su compañero articular palabra. El simple hecho de respirar parecía suponerle un gran esfuerzo.

- Abandonarme...- Repitió Clawitzer- Tiene gracia.

- Admito que el sentido del humor no es mi fuerte, pero no se la veo- Le reprochó Greninja, molesto por su actitud.

- Pues la tiene- Respondió Clawitzer, elevando de nuevo su tono de voz con cierta dificultad- Es gracioso porque he tenido una buena vida. Y eso es más de lo que yo podía aspirar.

Un leve grito de dolor acompañó al sonido del caparazón de Clawitzer arrastrándose lentamente por la roca sobre la que se encontraba. La enorme pinza de aquel Pokémon apuntó a Greninja, quien al instante se sobresaltó; no por el hecho de que le estuviesen apuntando con un arma capaz de perforar un vehículo blindado, sino por el hecho de que Clawitzer hubiera hecho aquel sobreesfuerzo para mover aquella masiva extremidad suya. En cualquier caso, incluso aunque Clawitzer hubiese querido darle alguna clase de escarmiento a Greninja, no se encontraba en condiciones de disparar nada.

- Nací con esta deformidad- Dijo Clawitzer, volviendo a bajar su tono de voz debido al esfuerzo que le suponía hablar alto- No podía valerme por mí mismo. He visto como es el mundo. Quien es débil y diferente, se convierte en carne de cañón. Abandonarme era algo lógico y sensato.

- Pero Maestro no lo hizo- Intervino Greninja.

- Maestro no lo hizo- Repitió Clawitzer- Ninguno lo hicisteis. Me ayudasteis a vivir una vida que yo no era capaz de ganarme...

Clawitzer guardó silencio durante un momento y trató de recuperar el aliento. Aquella era la conversación más larga que había mantenido en las últimas semanas. Hablar de aquella forma le causaba asfixia. Sin embargo, sabía el esfuerzo que su compañero estaba haciendo para tratar de ayudarle, como también sabía que era un esfuerzo inútil y que no le quedaba mucho tiempo. En aquella situación, irse de aquel mundo sin aclarar las cosas con su compañero le parecía una forma demasiado mezquina de morir. Si era por aliviar la carga de Greninja, merecía la pena hablar hasta asfixiarse.

- Abandonarme dices...- Volvió a murmurar Clawitzer- He podido vivir gracias a que no lo hicisteis. Pero esta vida ha dejado de ser una bendición. Ahora todo es una existencia vacía y sin sentido.

- Vale la pena seguir adelante- Le animó Greninja- En todos estos años, fuese cual fuese la adversidad, nunca hemos visto a Maestro rendirse ¿Qué pensaría él si te oyese decir eso?

- La única dirección posible para avanzar es hacia delante... Le encantaba repetir eso una y otra vez- Recordó Clawitzer- Pero ya ninguno de los dos avanzamos hacia ninguna parte.

Las palabras de Clawitzer provocaron que Greninja se estremeciera. Por supuesto, en todo el tiempo que había pasado con su compañero en el lago, no le había hablado sobre la resurrección de Maestro. Clawitzer siempre había tenido una salud frágil, incluso en sus mejores años. El dolor había sido para él un compañero de viaje constante durante toda su vida. Sin embargo, una criatura tan destinada a una muerte prematura y dolorosa como él se había aferrado con fuerza a la vida durante todos aquellos años. Había sido feliz junto a Maestro y a sus compañeros de equipo. Había logrado reunir la fuerza de voluntad necesaria para vencer a aquel dolor y sobrevivir contra todo pronóstico. Pero la muerte de Maestro y Machamp en la Cueva Celeste había arrebatado a Clawitzer a sus dos mejores amigos. De hecho, la dispersión del grupo a raíz de la muerte de su entrenador había arrebatado a aquel Pokémon absolutamente cualquier motivo que pudiese tener para aferrarse a la vida y luchar contra aquel dolor.

Aunque sabía que aquella era una lucha sin sentido que solo atormentaba cada día más a Clawitzer, Greninja había seguido día tras día tratando de mantenerlo vivo y de convencerle de que aquello era lo correcto. Sabía que Clawitzer no sería capaz de seguir luchando junto a Maestro como antaño, pero a pesar de ello, seguía obligándolo a vivir. Maestro siempre les había hablado de la importancia de mantener al grupo unido y no abandonar nunca a nadie. Por ello había hecho todo lo posible por mantener a su compañero con vida hasta que su entrenador volviese con ellos. Quería demostrar a Maestro que se había mantenido firme en los peores momentos y que no había olvidado sus enseñanzas. No quería que cuando Maestro se reuniese de nuevo con ellos, tuviese que mostrarle la tumba de Clawitzer. Para ello había hecho todo lo que había podido para tratar de alargar la existencia de su compañero, aliviando lo mejor que sabía el dolor de su cuerpo; tratando de ignorar que éste era insignificante en comparación con el dolor de su espíritu.

No le había hablado de su espera. Al igual que no reveló sus verdaderas intenciones a Gardevoir, tampoco le había dicho a Clawitzer que Maestro volvería con ellos. Sin duda aquellas palabras podrían haber sido una considerable inyección de moral para su compañero, pero no podía hacer algo así. Habría sido demasiado egoísta e imprudente por su parte revelar sus intenciones. Aquellas palabras podían resultar reconfortantes, pero también tenían el potencial de hacer mucho daño a sus compañeros. Las cosas aún podían empeorar mucho.

- Deja que esto termine- Pidió Clawitzer, con una voz que reflejaba la absoluta derrota- La lucha de Maestro ya ha terminado. Deja que también termine la mía. Déjame morir en paz.

- Si hiciera eso, estaría traicionando a Maestro- Respondió Greninja.

- ¡Maestro está muerto!- Se esforzó por gritar Clawitzer- ¡Tú no le debes...!

Clawitzer dejó de hablar repentinamente cuando el esfuerzo que aquellos gritos le habían supuesto le provocó un ataque de tos y asfixia. Le faltaba el aire. Su respiración se aceleró mientras su organismo trataba involuntariamente de reponerse. El cuerpo le temblaba alarmantemente. Aquellos eran unos síntomas que, una vez más, Greninja desconocía y no tenía forma alguna de identificar o relacionar con nada.

Rápidamente, Greninja dejó caer la cataplasma que sostenía y se acercó a su compañero, sin tener muy claro qué debía hacer. Trató de tomarle el pulso a su tembloroso cuerpo, pero una vez más su caparazón dificultaba el acceso a cualquier tejido blando donde pudiese medir sus pulsaciones o aplicar cualquier clase de remedio. Sus conocimientos de primeros auxilios eran muy básicos, y aunque sabía cómo actuar en caso de que un humano o un Pokémon con una biología parecida a la humana presentase síntomas como aquellos, él no tenía los medios ni la preparación para ayudar a una criatura como Clawitzer. A lo largo de los años, los malestares de su compañero siempre habían sido atendidos por profesionales en los Centros Pokémon; o si aquella no era una opción viable en aquel momento, los poderes psíquicos de Gardevoir normalmente eran capaces de hacer un remiendo temporal. Pero él no era ni médico ni psíquico. En aquel nefasto momento, mientras su compañero sufría lo que Greninja supuso que era un ataque al corazón, lo único que él podía hacer era mirar y maldecir su suerte en voz baja.

Mawile continuaba tirada en suelo, tumbada boca arriba. Se encontraba dolorida y era incapaz de moverse, pero aquella no era la mayor de sus aflicciones en aquel momento. A pesar de que los rayos del sol la deslumbraban por el brusco cambio de iluminación, sus ojos estaban abiertos de par en par; y sus córneas de acero habían empezado a enrojecerse debido a que Mawile no había pestañeado una sola vez desde que el techo sobre su cabeza se había esfumado. Había estado mirando con expresión atónita el cielo sobre ella. La Casa Tétrica, junto con todo lo que contenía, había sido destruida por Mewtwo; y por alguna razón que no lograba comprender completamente, a Mawile le estaba resultando más difícil de lo que esperaba asumir la realidad. Aquel edificio se había ido para siempre y todo lo que aquella vieja casa había significado para ella, en aquel momento ya no significaba absolutamente nada de nada.

Una sombra se cernió sobre ella y ocultó parcialmente el sol al que Mawile miraba fijamente. Si sus ojos no hubiesen estado hechos de metal, aquella exposición directa a los rayos del sol seguramente habría sido suficiente para quemar sus retinas y dejarla permanentemente ciega; pero un par de rápidos pestañeos fue suficiente para que Mawile aliviase el leve picor que sentía y volviese a ser consciente de la realidad que tenía a su alrededor. Mewtwo se alzaba junto a ella. Viéndola desde un punto de visión tan bajo, aquel engendro antinatural resultaba una criatura realmente terrorífica e imponente, pero aquello ya no sorprendía ni impresionaba a Mawile. Sus ojos enrojecidos estaban clavados en los de Mewtwo, a quien miraba ya con cierta apatía e indiferencia. Mawile nunca había presumido de ser demasiado inteligente, pero incluso ella era capaz de entender en qué situación se encontraba. No había nada que pudiese hacer para defenderse de Mewtwo de ninguna forma. Su enemiga podría hacer lo que quisiese con ella y no tenía ninguna forma de impedírselo. En aquel momento su propia mente había dejado de ser propiedad suya. Mewtwo podría extraer de ella los secretos que llevaba guardando recelosamente durante toda una vida. Una enemiga a la que odiaba con toda su alma sabría cosas sobre ella que ni siquiera Maestro conocía, y no tenía forma alguna de impedirlo.

- Lo que vas a ver aquí dentro...- Advirtió Mawile, hablando con dificultad, pero esforzándose para que su voz pudiese ser escuchada- No te va a gustar.

- No hay nada en todo este asunto que me guste, Mawile- Respondió Mewtwo, dejando escapar un suspiro- Acabemos con esto de una vez.

Cuando Mewtwo comenzó a invadir la mente de Mawile, lo primero que esta sintió fue una extrema sensación de sentirse observada. La mirada de Mewtwo se clavaba en la suya, y podía sentir como atravesaba su cuerpo metálico para adentrarse en los entresijos de su mente retorcida. Comenzó a invadirla una sensación de mareo, seguida por una aguda jaqueca. Apretó los dientes ante el dolor, e instintivamente trató de resistirse a aquella invasión mental. Al principio trató de poner su mente en blanco y mantener al mínimo su actividad mental para dificultar la lectura a Mewtwo, pero el torrente de sensaciones que la invadía en un momento como aquel le imposibilitó aquella tarea. A continuación, trató de concentrarse en pensar algo desagradable con lo que tratar de espantar a aquella presencia que se abría paso hacia su interior. Se concentró en recordar algunos de los enfrentamientos más cruentos que había llegado a vivir años atrás; tratando de evocar las imágenes más nítidas y vívidas posibles. Recordó el sabor de la sangre, el sonido de los huesos al romperse, y el tacto de la carne al desgarrarse y triturarse entre sus descomunales mandíbulas metálicas. Sus ojos permanecían abiertos mientras evocaba antiguas carnicerías, y podía observar como Mewtwo fruncía el ceño en una mueca de desagrado.

- Te advertí que no te resistieras- Amenazó Mewtwo- Tú lo has querido.

El dolor de cabeza que Mawile sentía se intensificó repentinamente. Mawile dejó escapar un grito de dolor mientras aquellos sanguinarios recuerdos se desvanecían de su mente. En aquel momento podía sentir como perdía las riendas de su propia consciencia. Comenzó a verse invadida por un intenso e irresistible sopor; una sensación contra la que sentía que era incapaz de luchar. Aunque su capacidad para pensar y razonar en aquellas circunstancias se veía muy limitada, se dio cuenta de lo que Mewtwo estaba tratando de hacerle. Pretendía dejarla inconsciente para que no fuese capaz de resistirse a su influencia. Cuando lograse despojarla de su vigilia, entonces su mente no sería más que un libro viviente; completamente indefensa e incapaz de impedir que alguien se apoderase del conocimiento que contiene. Sus irritados ojos comenzaron a cerrarse involuntariamente. Mawile habría deseado ser capaz de defenderse mejor en aquellas circunstancias, pero ella carecía del más mínimo ápice de poder psíquico y no tenía forma alguna de contrarrestar la influencia que Mewtwo ejercía sobre su mente. En aquel momento era inútil resistirse. Mewtwo había ganado, y tratar de negarle su victoria solo le traería más dolor. Mawile cerró voluntariamente los ojos y dejó de luchar. Dejó que Mewtwo le privase de su libre albedrío. Se rindió ante su enemiga y le permitió adentrarse en el interior de su mente. Aquella lucha había perdido ya todo el sentido para ella. No podía ganar, hiciese lo que hiciese. Dejó de oponer resistencia, y sintió como el dolor de sus jaquecas se atenuaba a medida que dejaba de ser consciente de lo que tenía a su alrededor. En aquella circunstancia, Mawile no tardó en dejar de forcejear y quedarse completamente inmóvil.

Cuando confirmó que Mawile se había quedado completamente inconsciente, Mewtwo trató de relajarse durante un momento. Una arcada le subió la bilis a la garganta, y unos segundos más tarde se encontró a sí misma vomitando sobre el polvoriento suelo de madera que la Casa Tétrica había dejado tras de sí al desaparecer. La boca le sabía a sangre y a carne cruda. No lograba quitarse de la cabeza el sonido de los huesos crujiendo y la carne siendo masticada por aquellas masivas fauces de acero. Aquellos recuerdos y sensaciones no le pertenecían. No eran más que recuerdos de Mawile que aquella pequeña y retorcida criatura le había obligado a experimentar. Sin embargo, aquellas sensaciones que había recibido eran completamente reales. Podía incluso sentir aquella cornamenta de acero en forma de boca como un miembro fantasma de su cuerpo, a pesar de que era una protuberancia que ella nunca había tenido. Mientras trataba de depurar su mente y separar los recuerdos y sensaciones que había obtenido de Mawile de los suyos, Mewtwo no podía evitar estremecerse al pensar en lo que tenía que hacer a continuación. Ahora tendría que crear un nexo de unión entre ambas que le permitiese adentrarse completamente en la mente de Mawile y acceder a todos sus recuerdos. Nunca antes se había sentido tan angustiada a la hora de leer una mente. Mawile le había advertido que no le gustaría lo que iba a ver, pero Mewtwo supuso que se trataba de un desesperado intento de disuadirla para que no le leyese la mente. Sin embargo, en aquel momento, Mewtwo estaba segura de que Mawile hablaba completamente en serio. Lo que vería en el interior de la mente de Mawile sería algo que no olvidaría fácilmente. Sin embargo, a pesar del terrible lugar al que estaba a punto de adentrarse, ya no había vuelta atrás. No había llegado hasta allí para acobardarse ante una pequeña Mawile moribunda. Dejando escapar un suspiro de resignación, Mewtwo cerró sus propios ojos y se concentró en la actividad cerebral de Mawile. Y entonces introdujo su propia consciencia en su mente.

El mundo alrededor de Mewtwo se desvaneció como una humareda que era arrastrada por un fuerte viento, y todo a su alrededor se convirtió en la más negra y absoluta oscuridad. Aquellas tinieblas la envolvieron completamente, de manera asfixiante. Sin embargo, aquella oscuridad no preocupaba a Mewtwo. Mawile estaba inconsciente, y su actividad mental en aquel momento era mínima. Lo que la oscuridad le mostrase en aquellas circunstancias dependería de las imágenes que la mente de Mawile decidiese proyectar; las cuales podrían ser recuerdos reveladores, o simples sueños carentes de sentido. Dado que Mewtwo no quería ver un sueño de aquella Mawile por nada del mundo, se apresuró a manipular la mente que estaba invadiendo. Necesitaba que Mawile se encontrase en un estado de inconsciencia parcial, en el que fuese capaz de comunicarse con ella sin otorgarle el control completo de su cuerpo ni su mente. Pronto la oscuridad que envolvía a Mewtwo comenzó a iluminarse lentamente.

Una habitación bien iluminada comenzó a materializarse a su alrededor. Se trataba de un despacho de gran tamaño, con suelo de parquet y una gran alfombra cuadrada de color verde en el centro. Situada estratégicamente en el centro de la habitación, se podía apreciar un amplio y elegante escritorio de madera repleto de papeleo. Había grandes estanterías de madera repletas de centenares de libros, y unos grandes archivadores metálicos de aspecto pulcro y ordenado. Sentado en un cómodo sillón de oficina, un hombre trajeado de aspecto tranquilo parecía revisar con calma todos aquellos documentos que había esparcidos sobre su escritorio. A su lado, una Gothitelle de aspecto serio sostenía un portapapeles, en el cual parecía estar escribiendo algo con un bolígrafo. Ambos permanecían totalmente inmóviles como estatuas; como si el tiempo se hubiese detenido completamente en aquella habitación. Tras ellos, ocupando la mayor parte de la pared que había a su espalda, un enorme cuadro con el logotipo de la organización Rey Arceus pintado con óleo decoraba aquel lujoso despacho. Mewtwo se sentía ligeramente familiar con aquel entorno. Ya había estado en el pasado en despachos como aquel, cuando su trato con Rey Arceus era más habitual.

Antes de que Mewtwo tuviese tiempo de examinar más a fondo aquel lugar, el entorno a su alrededor comenzó a cambiar fugazmente. Los cuerpos sin vida de dos hombres con uniformes de guardias de seguridad, una mujer con traje de oficina y un Scizor se materializaron en varios puntos del suelo de la habitación. Aquellos cuerpos se encontraban en un lamentable estado; algunas de sus extremidades estaban tiradas por el suelo cerca de ellos o dobladas en ángulos imposibles, y el suelo estaba lleno de salpicaduras de sangre y esquirlas de metal. Junto a una de las grandes estanterías repletas de libros que se alzaban en aquel despacho, un descomunal Machamp parecía estar dando una paliza de muerte a un Ampharos, el cual tenía el rostro ensangrentado y parecía a punto de perder la consciencia. Los archivadores estaban abiertos y volcados, con la mayor parte de sus documentos esparcidos por la alfombra. En el opulento sillón de oficina que presidía aquella sala, una Gardevoir variocolor se encontraba sentada con las piernas apoyadas desconsideradamente sobre el escritorio mientras leía sin mucho interés unos documentos. Junto a ella, un Greninja de aspecto serio mantenía a una asustada Gothitelle inmovilizada contra la pared; con una cuchilla de sombras presionada contra su cuello abriendo una herida poco profunda.

En mitad de aquel caos completamente detenido, una figura de aspecto siniestro destacaba entre todas las demás. Se trataba de un hombre adulto de cabello corto y oscuro y expresión facial iracunda. Vestía una larga gabardina negra completamente abrochada, de cuyo interior solo sobresalían unas pesadas botas militares por la parte de abajo. Mewtwo no tardó en reconocer a aquel hombre, a pesar de que solo lo había visto una única vez hacía tres años, en un momento en el cual se encontraba muy desmejorado en comparación con la figura que tenía delante. Maestro sostenía por el cuello de la camisa con su mano izquierda al administrativo de Rey Arceus, mientras un Clawitzer situado en su hombro derecho apuntaba a la cara a aquel hombre con el Megadisparador de su gran pinza. Mewtwo no tenía ni idea de qué era lo que Maestro había dicho al empleado de Rey Arceus para amenazarle, pero la expresión de terror del administrativo hablaba por sí misma.

La única figura que parecía ser capaz de moverse en medio de aquella cruenta escena era una pequeña Mawile que observaba todo a su alrededor con desconcierto. Pese a que ella había formado parte de aquel momento, parecía que no era capaz de situarse a sí misma en él. Paseó precavidamente entre sus compañeros, tratando de no tocar nada, y se detuvo a mirar durante un momento a su entrenador. A continuación, dirigió toda su atención hacia Mewtwo.

- He de reconocer que lo pasé bien este día... El tipo ese del traje no sabía nada sobre ti y Maestro se enfadó muchísimo- Dijo Mawile, en tono divertido- La cosa se puso muy fea para él y su compañera.

- Esto es sencillamente atroz- Le reprochó Mewtwo- ¿Cómo podéis haber llegado tan lejos solo para dar conmigo?

- Maestro realmente te odiaba- Respondió Mawile, restándole importancia a aquella carnicería que la rodeaba- Se ponía hecho una auténtica furia cuando hacían daño a alguno de sus Pokémon. Y tú mataste a uno.

Mewtwo frunció el ceño y dibujó en su rostro una expresión molesta, aunque optó por guardar silencio al respecto. No tenía sentido una vez llegados a aquel punto que insistiera a Mawile en que ella no había asesinado a aquel Furfrou. Al fin y al cabo, ella misma no estaba realmente segura de si realmente Maestro tenía razón en aquel asunto. Tiberius le había dejado demasiadas preguntas sin respuestas; y a pesar de sus siniestras implicaciones, esperaba que al menos todo lo que la rodeaba en aquel momento tuviese al menos una mínima razón de ser. Maestro había traído mucho sufrimiento a aquel mundo; pero a pesar de ello Mewtwo sospechaba que Maestro no era el verdadero culpable de aquella locura. Sus investigaciones le habían aportado suficientes motivos para pensar que Maestro era un buen hombre que se había visto a sí mismo arrastrado por aquella marea carmesí. En aquellas circunstancias, el verdadero problema a ojos de Mewtwo era que si realmente los actos de Maestro podían llegar a tener alguna clase de justificación, entonces ella debía de ser realmente el monstruo que aquel hombre creía que era.

Mewtwo guardó silencio durante unos instantes, inmersa en sus reflexiones. Miraba fijamente a la figura inmóvil de Maestro que presidía aquel recuerdo. Aquel hombre realmente parecía desquiciado, pero también estaba indudablemente lleno de una gran determinación a la hora de derramar toda aquella sangre. Mewtwo se preguntaba si realmente aquel hombre habría sido capaz de hacer tanto daño a tanta gente si no tuviese una buena razón para ello. Se preguntaba si aquella determinación con la que Maestro le había perseguido durante tantos años estaba respaldada por un buen motivo para ello. Sin embargo, sus reflexiones no tardaron en verse interrumpidas por su involuntaria anfitriona.

- ¿Por qué estamos aquí?- Preguntó Mawile, con un tono de voz aparentemente aburrido- ¿Y por qué está todo tan... quieto?

- Tu mente se encontraba completamente apagada, y estoy restableciendo parcialmente algunas de tus funciones cerebrales- Explicó Mewtwo, sin tener muy claro si realmente valía la pena explicarle aquello a Mawile- Este es un recuerdo con el que tu mente se siente cómoda, y ha sido evocado sin mi intervención directa. Pero está todo parado porque no tengo interés en verlo.

- ¿Y qué es lo que tienes interés en ver entonces?- Volvió a preguntar Mawile, exteriorizando una cierta molestia al respecto.

Aquella era realmente una buena pregunta. Cuando decidió leer la mente a Mawile, Mewtwo había pensado que las cosas serían mucho más sencillas y evidentes. Pero en aquel momento acababa de descubrir un pequeño inconveniente en su plan. Si rebuscaba en la memoria de Mawile, podría ver cómo el grupo de Maestro dejaba un rastro de muerte y destrucción a su paso durante muchos años. Sin embargo, aquello no la aceraría realmente a la verdad. Tenía que lograr encontrar algún recuerdo capaz de confirmarle quién mató realmente al Pokémon que Maestro había tratado de vengar.

- La verdad- Respondió Mewtwo- Algo que me demuestre si tengo o no razón.

- He pasado doce años de mi vida buscándote junto a Maestro- Le recordó Mawile- ¿No te parece que tienes que haber hecho algo bastante serio para lograr que alguien se obsesione tanto contigo?

Mewtwo sintió un escalofrío al escuchar aquellas palabras. Mawile acababa de recordarle exactamente lo que más le preocupaba de todo aquel asunto. Maestro se había embarcado en una persecución que le había llevado la mayor parte de su vida y le había hecho derramar muchísima sangre. No era algo que nadie fuese a hacer a la ligera sin una buena razón.

- Pero si no me crees, no hay problema- Dijo Mawile en tono sarcástico- Ponte cómoda y profana los recuerdos de toda mi vida... ¿No has venido para eso al fin y al cabo?

- No... eso no será necesario- Respondió Mewtwo, tratando de recuperar un poco la compostura- La mayoría de recuerdos van asociados a sensaciones que quedan registradas en la memoria. Sensaciones que, una vez dentro de tu mente, soy capaz de rastrear.

- ¿Qué coño significa eso?- Preguntó Mawile, molesta y confusa.

- Que puedo filtrar y encontrar dentro de tu memoria los momentos que más te han marcado a lo largo de tu vida- Explicó Mewtwo- Si los encuentro, hay altas probabilidades de toparme con la información que busco.

Mawile apartó la mirada de Mewtwo. Su rostro exteriorizaba una gran incomodidad al respecto. Sin embargo, Mawile ya había asimilado la realidad de la situación hacía un buen rato. No tenía sentido tratar de impedir a Mewtwo que hiciese aquello, ni tampoco le serviría de nada quejarse. Ignoraba si Mewtwo la dejaría vivir o si tenía intenciones de matarla cuando terminase de leer su mente. Realmente ya no le importaba que su enemiga la asesinase; de todas formas su vida había demostrado ser una interminable sucesión de fracasos. Lo único que en aquel momento podía importarle remotamente era que Mewtwo dejase de invadir sus recuerdos cuanto antes.

- Tú misma...- Se desentendió Mawile- Haz lo que has venido a hacer y lárgate de una maldita vez.

Mewtwo supuso que aquellas despectivas palabras serían lo más parecido a cualquier signo de cooperación o aceptación que recibiría de Mawile. Aunque su consentimiento era irrelevante llegados a ese punto, Mewtwo no pudo evitar sentirse levemente aliviada al asumir que Mawile finalmente dejaría de oponer resistencia, de un modo u otro. Antes de que su anfitriona involuntaria tuviese ocasión de volver a replicar, Mewtwo apartó aquel recuerdo, forzando a Mawile a mantener la mente en blanco. La habitación a su alrededor, junto con todos sus ocupantes, se desvaneció y dejó paso a la nada más absoluta. En aquel momento, Mewtwo se encontraba sola rodeada de la más absoluta oscuridad en todas las direcciones. Aquello no tenía significado alguno, ya que se trataba de un emplazamiento metafísico y no de un lugar real; aquel oscuro vacío no era más que la ausencia de algo que proyectar a su alrededor.

En medio de aquellas tinieblas, Mewtwo comenzó a sondear la mente de Mawile, en busca de momentos cruciales en su vida. Para su sorpresa, la mayor parte de la vida de Mawile estaba cargada de recuerdos felices; pero bastaba con un breve vistazo por encima a aquellos recuerdos para darse cuenta de que aquella felicidad era fruto de la demencia. Actos de extrema violencia y crueldad habían sido asociados a diversión, regocijo e incluso placer. A lo largo de la mayor parte de su vida, Mawile había disfrutado haciendo daño a los demás. Tan solo en los años más recientes esa felicidad se había desvanecido para dar paso a una gran aflicción que persistía en el presente.

Los primeros recuerdos de Mawile, de la época más próxima a su nacimiento, parecían ser felices también; pero aquella felicidad parecía ser mucho más sincera que la de los años posteriores. Se podían percibir un gran número de sentimientos positivos asociados a una mujer humana y a un hogar. Un inmenso cúmulo de sensaciones negativas establecía un punto crítico de separación entre aquella sana felicidad y los años de pura locura que la siguieron. Era difícil tratar de fechar aquel acontecimiento, ya que Mawile parecía haber perdido la noción del tiempo durante la mayor parte de su vida. Posiblemente aquel suceso fuese demasiado antiguo como para guardar relación con los acontecimientos que llevaron a Maestro a iniciar su plan de venganza; pero los sentimientos asociados a aquel recuerdo coincidían en demasiados aspectos con lo que debió de sentir aquel hombre cuando su Pokémon fue asesinado. Aquel momento estaba asociado a una dolorosa sensación de pérdida, y marcó el inicio de una nueva etapa en la vida de Mawile. Una realmente desquiciada.

No sin albergar grandes dudas al respecto, Mewtwo se concentró en rastrear ese recuerdo en la mente de Mawile y procedió a proyectarlo a su alrededor. Un gran jardín comenzó a materializarse a su alrededor. Las plantas estaban muy cuidadas, y habían sido meticulosamente distribuidas siguiendo una armoniosa composición de colores y tamaños. Aquello era un trabajo realizado por un gran profesional para alguien capaz de costear sus servicios. Alrededor de todo el jardín, un imponente muro de ladrillos rodeaba el recinto y lo separaba de lo que parecía ser un frondoso bosque. Dentro de aquel perímetro, al otro lado de aquel elegante jardín, se alzaba una gran casa de dos plantas. Aquel edificio le resultaba demasiado familiar a Mewtwo.

Las piezas no tardaron en encajar, y en seguida Mewtwo reconoció aquella construcción. Se trataba de la Casa Tétrica, antes de que se convirtiese en una casa en ruinas habitada por fantasmas. La simple visión de aquel edificio en los recuerdos de Mawile ponía muchas cosas en orden en su mente y respondía a muchas incógnitas que se había planteado Mewtwo. Estaba claro que Mawile tenía alguna clase de conexión o control sobre aquellos espectros, pero Mewtwo no había detectado ningún flujo o intercambio de ninguna clase de energía durante aquel enfrentamiento. La única explicación posible era que los espectros acudieron a socorrer a Mawile por voluntad e iniciativa propias. De alguna forma, era posible que Mawile hubiese llegado a tener algún tipo de vínculo familiar con aquellos fantasmas. Sin embargo, quedaba una incógnita que Mewtwo no lograba comprender en aquel asunto. No había un fantasma con garras arrancando la carne a los vivos por cada humano que moría en el mundo. Debió suceder algo realmente atroz en aquel lugar para que los espíritus de aquellos humanos no pudiesen descansar en paz.

Al lado de un grande y elegante rosal de aquel jardín, tres figuras comenzaron a tomar forma. Se trataban de un Crawdaunt, un hombre adulto y Mawile. El Crawdaunt parecía estar absorto en su trabajo, podando aquel enorme rosal, y no prestaba atención alguna a sus dos acompañantes. El humano, vestido con un mandil y ataviado con un sombrero de apicultura usado para protegerse de las picaduras de los Combee, se encontraba atando con una goma elástica algunas de las rosas que su ayudante acababa de cortar. Unos gruesos guantes de podar protegían sus manos de las espinas de aquella planta.

Mawile resultaba realmente difícil de reconocer en aquel recuerdo. Aquella época pertenecía a sus recuerdos más antiguos, y aquella pequeña psicópata aún no había crecido hasta su etapa adulta. A juzgar por su aspecto, no debía de tener más de dos o tres años en aquel momento. El jardinero le entregó el ramo de rosas que había estado atando y Mawile se apresuró a recogerlo sin precaución alguna. Las espinas entraron en contacto con su piel, pero no fueron capaces de causar daño alguno a aquella pequeña criatura de acero. Sujetando con ambas manos aquel ramo de flores casi tan grande como ella misma, Mawile comenzó a correr hacia la casa. Su actitud alegre e inocente distaba mucho de la Mawile que Mewtwo había conocido.

Mewtwo había leído ya muchas mentes a lo largo de su vida y había rebuscado información entre cientos de recuerdos. A lo largo de aquel tiempo, había desarrollado un cierto instinto a la hora de indagar recuerdos útiles; y aquel instinto empezaba a decirle que aquel recuerdo le estaba desviando de su camino. Estaba claro que Mawile aún no se había convertido en la máquina de matar que Maestro reclutó para su equipo, y todo apuntaba a que las cosas no tardarían en torcerse en aquel recuerdo. Vivir las experiencias más dolorosas de las personas a las que leía la mente también resultaba doloroso para Mewtwo. Lo más inteligente en aquel momento habría sido descartar aquellos recuerdos y continuar buscando en una época posterior. Sin embargo, a su manera aquel recuerdo también contenía información útil. Mewtwo no podía evitar sentir una cierta intriga acerca de los espectros que la habían atacado. Lo que sea que convirtió a los humanos de aquella casa en aquellas criaturas, estaba probablemente a punto de suceder. Vencida finalmente por la curiosidad, Mewtwo se apresuró a seguir a Mawile mientras se dirigía a la puerta principal.

Por aquel entonces, el interior de la Casa Tétrica no hacía honor a su nombre. El lugar estaba limpio y bien iluminado. Las paredes estaban pintadas de un inmaculado color blanco y la mayor parte del suelo de madera estaba cubierta por coloridas alfombras. El mobiliario era todo lo refinado y ostentoso que podría esperarse de una mansión de Kalos. Mewtwo no tardó en reconocer el armario en el que Mawile había tratado de esconderse en aquel amplio vestíbulo. Se encontraba abierto, y junto a él un hombre muy alto vestido con un uniforme de mayordomo colocaba un pesado abrigo de pelaje de Zigzagoon en una percha. Cuando terminó de guardar aquella prenda en el interior del mueble, el mayordomo fijó la vista en otro hombre que cruzaba el vestíbulo, al cual hizo una señal para que se detuviese. Aquel segundo hombre, mucho más bajito y gordo que el primero, vestía un uniforme blanco de cocinero. Ambos comenzaron a hablar, pero Mawile no recordaba de qué habían hablado aquellos hombres, por lo que Mewtwo era incapaz de entender nada de lo que decían; de sus labios tan solo salía una verborrea absolutamente incomprensible. Ignorándolos completamente, Mawile los pasó de largo y comenzó a correr escaleras arriba.

El piso superior de la Casa Tétrica no era muy diferente de la planta baja. La iluminación seguía siendo abundante, la decoración era igual de ostentosa y el servicio de limpieza también parecía hacer un gran trabajo allí arriba. La única diferencia real era que el amplio vestíbulo que había justo debajo había dado paso a estrechos y largos pasillos que parecían conducir a las dependencias del personal. Mawile se dirigía con entusiasmo hacia gran puerta de madera de doble hoja que se encontraba justo al final del pasillo más corto accesible desde el rellano de la escalera. Mawile era demasiado baja como para que le hubiese resultado posible llegar al picaporte de cualquiera de aquellas puertas, pero por suerte para ella, parecía que alguien había dejado una de las hojas entreabierta. Haciendo grandes esfuerzos para que no se le cayera al suelo el ramo que sostenía, Mawile empujó la puerta con su mano derecha hasta que se abrió lo suficiente para poder acceder al interior.

La habitación a la que había entrado Mawile era un despacho grande y elegante. La mayor parte de la pared opuesta a la entrada estaba ocupada por un gran ventanal desde el que entraba una gran cantidad de luz natural y desde el cual podía divisarse todo el jardín. Las paredes estaban repletas de lo que parecían ser retratos familiares enmarcados en unos grandes y ostentosos cuadros. El suelo de madera estaba en su mayor parte cubierto por una gran alfombra roja con bordes dorados. Unas estanterías repletas de gruesos libros y una serie de pedestales que alzaban elegantes piezas de cerámica y pequeñas estatuas decoraban aquella enorme habitación. Sin embargo, aunque la vista se perdía fácilmente observando todos y cada uno de los detalles de aquella estancia, Mawile se dirigió sin vacilar hacia un gran escritorio de madera que presidía aquella lujosa habitación.

Sobre aquel escritorio de madera oscura, una gran cantidad de papeleo se encontraba cuidadosamente ordenada en dos pilas de folios. Junto a ellos, una lámpara de metal dorado y reluciente cristal permanecía encendida a pesar de la abundante luz natural que entraba en aquel despacho. Un globo terráqueo de madera, un jarrón vacío de porcelana y lo que parecía ser una estatuilla metálica que representaba vagamente la forma de un Florges. Sentada en un sillón, al otro lado del escritorio, una mujer de aspecto envejecido revisaba con cierta inquietud aquellos papeles. Aquella anciana tenía el cabello completamente blanco, el cual contrataba con el largo vestido negro que llevaba puesto. Unas gafas de cristal grueso en su rostro casi no dejaban ver sus ojos grisáceos, que se encontraban perdidos en el papel que sus manos sujetaban.

Al ver a Mawile irrumpir en la habitación, aquella mujer apartó la mirada del papel que había estado acaparando su atención y pronunció unas palabras. Mewtwo intuyó que se trataba de alguna clase de saludo, pero Mawile no recordaba con exactitud qué le había dicho aquella anciana, y todo lo que pudo oír Mewtwo eran una serie de palabras incomprensibles sin ninguna clase de sentido. Aquello era algo bastante común cuando se leía una mente en busca de recuerdos muy antiguos, pero el caso de Mawile parecía ser bastante grave; incluso en un recuerdo tan importante para ella como aquel, había olvidado conversaciones posiblemente trascendentales. Sin embargo, aquello no necesariamente significaba que Mawile tuviese mala memoria o que no prestase atención cuando se le hablaba. Aquel recuerdo había precedido a la destrucción de su cordura durante años; era muy posible que su propia mente hubiese reprimido aquella parte de su memoria y hubiese destruido parte de la información.

Aquella anciana se apresuró a levantarse de su sillón y aliviar su carga a Mawile, cogiendo las rosas que llevaba y colocando el ramo en aquel jarrón de porcelana que había sobre el escritorio. A continuación, se volvió hacia Mawile y se agachó con esfuerzo frente a ella. Unas palabras amables y unas caricias de aquellas frágiles manos en su piel de acero inundaron a Mawile en regocijo y felicidad. A juzgar por los sentimientos que Mawile tenía hacia ella, Mewtwo intuía que aquella mujer debía de ser su actual entrenadora; aunque aquella anciana definitivamente no cumplía con el perfil habitual de un entrenador Pokémon. Haciendo otro gran esfuerzo, volvió a levantarse y ayudó a Mawile a sentarse sobre el escritorio. A continuación volvió a sentarse en su sillón y continuó revisando aquel papeleo.

Mawile permaneció sentada completamente inmóvil sobre aquel escritorio durante largos minutos. Parecía que el simple hecho de estar allí sentada haciendo compañía a aquella mujer la hacía lo suficientemente feliz. Mewtwo era incapaz de determinar cuánto tiempo había pasado Mawile allí sentada, ya que el tiempo en el interior de una mente ajena era algo subjetivo y carente de sentido. Sin embargo, era posible que hubiese pasado horas allí sentada antes de que algo interrumpiese bruscamente aquel momento de paz y felicidad del que estaba disfrutando.

El sonido del disparo de un arma de fuego sobresaltó a Mewtwo. También Mawile y aquella mujer se alertaron repentinamente. Una serie de ráfagas cortas de disparos precedió al estridente grito de dolor de una gran criatura que fue silenciado con brusquedad. Mewtwo reconoció aquel sonido. El Crawdaunt que trabajaba en el jardín acababa de exhalar su último aliento, y probablemente también lo había hecho su compañero humano. A continuación se hizo el más absoluto silencio durante un instante, solo para ser rápidamente interrumpido por unos pasos que recorrían el pasillo apresuradamente en dirección a aquel despacho. A juzgar por el sonido característico que hacía al andar, quien corría calzaba zapatos de tacón.

Una mujer ataviada con un uniforme de doncella de color negro abrió bruscamente la puerta del despacho y se apresuró a acceder al interior. Tras ella, un pequeño Solosis irrumpió también en la habitación. Ambos parecían ser presas del pánico. La doncella gritó unas palabras incomprensibles que exteriorizaban la más absoluta desesperación. El Solosis usó torpemente su débil Telequinesis para cerrar la puerta por la que ambos habían entrado.

La entrenadora de Mawile adoptó una expresión seria y pensativa. Aunque mirando por el ventanal que había a su espalda seguramente podría haberse hecho una idea de lo que le esperaba, se limitó a echar un breve vistazo a su alrededor y luego mirar fijamente a Mawile. Al instante, unas lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Con una mano temblorosa, abrió un cajón del escritorio y extrajo de su interior un objeto esférico de color negro que Mewtwo identificó como una Lujo Ball. A continuación pronunció unas palabras que, para sorpresa de Mewtwo, Mawile recordaba perfectamente.

- Pase lo que pase...- Dijo la anciana- Oigas lo que oigas. Ni se te ocurra salir.

La esfera emitió un haz de luz rojo que introdujo a Mawile en su interior y rápidamente aquella mujer se apresuró a esconder aquella Pokéball en uno de los cajones del escritorio. En el momento en el que el cajón se cerró, todo alrededor de Mewtwo se desvaneció, sumiéndola en la más absoluta oscuridad. Tan solo la Lujo Ball que contenía a Mawile era a duras penas visible en aquellas tinieblas. Mawile no entendía lo que sucedía en aquel momento, y el miedo se había apoderado de ella. A pesar de todo, obedeció a su entrenadora y permaneció en el interior de aquella esfera, a salvo de lo que sucediese en el exterior.

Aunque no pudiese ver nada a su alrededor, Mewtwo aún podía oír lo que sucedía allí fuera. Podía oír cómo la puerta de la habitación era derribada de un único golpe. Los gritos y los disparos llegaron a continuación. Al menos era capaz de oír dos voces humanas, ambas masculinas, que gritaban con violencia. En medio de aquel caos distinguió el sonido característico del rugido de un Garchomp y segundos después una poderosa Cuchillada partió el escritorio en dos. El cajón que en el que se escondía Mawile, por suerte, permaneció intacto a pesar de aquel ataque; pero el mueble se vino abajo y Mawile pudo sentir como la Pokéball que la contenía recibía algunos golpes. El miedo que sentía se intensificó. En aquel momento, aunque su entrenadora no le hubiese ordenado que no saliera de allí, habría sido incapaz de reunir el valor suficiente para hacerlo. Todo lo que podía hacer era permanecer allí escondida en silencio, escuchando como asesinaban a todos allí fuera.

Mewtwo se estremeció ante lo que estaba presenciando. Detuvo la proyección de aquel recuerdo y se apresuró a apartarlo. Era evidente que Mawile no había sido descubierta, o de lo contrario no habría vivido para que pudiera leer su mente. También era evidente que en algún momento debió acabar por salir de su escondite, y Mewtwo no quería ver el resultado de aquella repentina explosión de violencia. Ignoraba qué había motivado aquella carnicería, pero no le resultaba difícil imaginárselo. La vieja y polvorienta Casa Tétrica que ella misma había destruido hacía un momento no estaba repleta de lujos y obras de arte como la que había visto en aquel recuerdo. Casi con total seguridad, se trataba de un robo con violencia, o quizás algún tipo de ajuste de cuentas. Aquello no era algo que le interesase ni quisiese saber. Lamentaba con la más absoluta sinceridad que Mawile hubiese tenido que pasar por eso, pero profundizar en aquel recuerdo no le aportaría absolutamente nada sobre lo que pretendía indagar. Todo aquello había sido una dolorosa y desagradable pérdida de tiempo.

Maestro nunca se había considerado un amante del lujo y la opulencia. Su éxito como entrenador Pokémon, junto con los beneficios de algunas de sus actividades de escasa legalidad, le habían permitido mantener siempre la cartera llena; pero a pesar de disponer de dinero en abundancia, siempre había vivido de una forma sumamente modesta. Sin embargo, ocasionalmente había sentido una cierta curiosidad acerca del atractivo de los lugares como aquel en el que se encontraba. Se preguntaba qué tenía de especial la suite real del Gran Hotel Ricachilton para que el precio por alojarse allí fuese tan absurdamente elevado. En las pocas horas que había pasado en aquella habitación, descubrió que nada en absoluto.

Malva aún no había llegado al hotel, pero había dejado instrucciones en la recepción para que les permitiesen el acceso a la suite en su ausencia. Cuando Maestro y Gardevoir llegaron a la habitación, la puerta ya estaba abierta y en el interior les esperaba el Talonflame de Malva, quien se había quedado allí para mantener vigilados a los huéspedes de su entrenadora. Aquel enorme ave flamígera había pasado las últimas horas apoyado sobre un poste para aves mirando fijamente a Maestro. En otras circunstancias, a Maestro le habría hecho sentir incómodo que alguien le mirase así, pero con el paso de las horas había acabado optando por ignorar completamente a aquel Pokémon. Tenía cosas más importantes en las que pensar en aquel momento.

Gardevoir había acumulado mucho más cansancio del que admitía, y se había desplomado sobre la enorme cama con dosel del dormitorio de aquella suite nada más llegar. Eso había dejado a Maestro completamente solo con su molesto y plumífero acompañante. A lo largo de la mañana, Maestro había estado tentado de encender el televisor para ver las noticias; no solo por el hecho de que la masacre de la noche anterior ya debería haber sido descubierta por la policía de Ciudad Luminalia, sino también para intentar ponerse al día con el mundo; al fin y al cabo, había pasado los últimos tres años muerto y se había perdido muchas cosas. Por desgracia, no tardó en recordar que Malva seguía siendo la presentadora del programa de noticias de Kalos. Maestro no deseaba tener que ver a Malva más de lo estrictamente necesario, por lo que mantuvo la televisión apagada, evitó mirar al Talonflame y se quedó a solas con sus pensamientos.

No había dispuesto de muchos momentos tranquilos desde que había vuelto de entre los muertos. Desde que se alzó de su tumba, no había parado de intercambiar dolor con todos los que se cruzaban en su camino. Incluso su propia Gardevoir le había propinado algunas palizas antes de abandonar Pueblo Vánitas; y aquello había sido lo más parecido a tomarse un descanso que había hecho. Estar obligado a permanecer en aquella habitación durante horas sin poder hacer absolutamente nada para acelerar el transcurso de los acontecimientos dio a Maestro mucho tiempo para pensar. Se preguntaba qué estarían haciendo Greninja, Clawitzer y Mawile en aquel momento. También trató lo mejor que pudo de asimilar la idea de que Machamp había muerto y dio rienda suelta a su preocupación respecto a la situación de Mismagius. Aunque ya no podía hacer nada por Machamp más que lamentar su pérdida, Mismagius aún seguía siendo su Pokémon; seguía siendo su responsabilidad. Que aquella pequeña, temerosa y débil fantasma merodease por las calles de Ciudad Luminalia nutriéndose del miedo de sus habitantes era algo que Maestro no estaba dispuesto a consentir. Sin embargo, Mismagius había sido capaz de sobrevivir todos aquellos años en aquella ciudad. Aunque tenía que lograr encontrarle una solución apropiada a aquel problema, Maestro supuso que dicha solución tendría que esperar un poco más. Mismagius no corría verdadero peligro en aquellas calles, y había demostrado ser capaz de cuidar de sí misma. Trataría de encontrar una solución para que Mismagius no tuviese que seguir haciendo eso, pero en aquel momento tenía algunos problemas de solución mucho más urgente que ese. Mismagius no era la única miembro de su equipo que estaba sola ahí fuera, sin un entrenador en el que confiar.

Dadas las circunstancias, Maestro consideraba que tenía mucha suerte de tener bien localizado a su equipo a pesar del tiempo que había pasado ausente. No obstante, aunque sabía que podía confiar en Greninja y que no debía preocuparse por él, sí que estaba también preocupado por Clawitzer y Mawile. Clawitzer siempre había tenido serios problemas de salud, y Maestro no tenía ni idea de cómo habrían evolucionado aquellos problemas a lo largo de los años; aunque no era muy optimista al respecto. Por otra parte, Mawile tenía una forma de pensar y actuar muy problemática. Aunque Gardevoir le había dicho que había vuelto a aquel pantano, Maestro no podía quedarse tranquilo solo con eso. Conocía a Mawile, y sabía que no tardaría en buscarse problemas de un modo u otro.

La puerta del dormitorio se abrió y Gardevoir entró en la sala donde se encontraban Maestro y Talonflame. A pesar de que solo había dormido unas pocas horas, parecía estar mucho más descansada de lo que cabría esperar. No obstante, su cabello desordenado, sus ojos entreabiertos y su mueca de desagrado delataban que acababa de despertarse; y había sido en contra de su voluntad.

- Alguien se acerca...- Murmuró Gardevoir, de mala gana- O Malva ha vuelto, o es el servicio de habitaciones... Ojalá que sea lo segundo.

El Talonflame de Malva dirigió una inquisitoria mirada de desaprobación hacia Gardevoir, quién había empezado a alisarse el cabello utilizando su propia Telequinesis. Aquella mirada de hostilidad no pasó inadvertida para ella. Con el ceño fruncido y el pelo aún parcialmente enmarañado, Gardevoir se encaró con aquel ave.

- ¿Qué coño pasa contigo?- Preguntó Gardevoir en tono irritado- ¿Tienes algún problema?

Talonflame sostuvo la mirada a Gardevoir durante unos segundos, pero finalmente optó por dejar escapar un suspiro, interrumpir el contacto visual y girarse en su poste; ignorándola completamente. Maestro sintió un gran alivio de que aquel Pokémon no hubiese caído en la provocación de su compañera. Si se peleaban, tendría que ponerse de parte de Gardevoir aunque hubiese empezado ella, y se trataba de un Pokémon que formaba parte del equipo de un miembro del Alto Mando de Kalos. Aquella habría sido una batalla dura. Además, en caso de que lograsen derrotarlo, habría sido incómodo explicarle a Malva que le habían dado una paliza al Pokémon que dejó para vigilarlos.

En medio del silencio producido por aquel momento incómodo, Maestro alcanzó a oír unos pasos que se acercaban desde el pasillo, fuera de la suite real. Su número era difícil de determinar. Apenas unos segundos más tarde, la puerta principal de la suite se abrió de un portazo y Malva irrumpió bruscamente en aquella habitación; seguida de cerca por su Pyroar y un Houndoom que Maestro nunca antes había visto. Aquel Houndoom llevaba puesto un peculiar collar de pinchos en el que Maestro alcanzó a distinguir una Megapiedra engarzada. Aquel detalle, junto con la expresión irritada de Malva, puso a Maestro en guardia, quien se encaró con ellos y se mantuvo alerta ante posibles ataques.

- Eres un imbécil- Le reprochó Malva, sin contenerse.

- Se dice "Gracias"- Corrigió Maestro.

- ¿Cómo se te ocurre dejar una pintada con el símbolo del Team Flare?- Preguntó Malva con indignación- Llevo intentando limpiar la imagen del Team Flare desde que Lysson no está ¡Y ahora todos vuelven a temernos!

- Eso incluye al Team Rocket- Le recordó Maestro- Es mejor ser temido que amado si no puedes ser ambas cosas.

Malva guardó silencio durante un instante, mientras apretaba los dientes y cerraba el puño tratando de contener su rabia. Sabía lo que pensaba Maestro en aquel momento, y aunque le doliese admitirlo, tenía razón. Ser una organización criminal temida y respetada en los bajos fondos y mantener una buena imagen pública en los negocios legales eran cosas totalmente incompatibles para el Team Flare. Sus errores en el pasado le habían creado una fama terrible entre los habitantes de Kalos. Había tratado de mostrar una cara amigable y expresar el arrepentimiento del Team Flare con el fin de volver a convertirlo en la respetada organización que un día fue. Pero subir la cotización en bolsa de los Laboratorios Lysson había tenido un precio excesivo. Se había mostrado débil. Y el Team Rocket casi aprovecha aquel momento de debilidad para despojarles de aquello que les pertenecía. Era posible que aquel gesto por parte de Maestro hubiese salvado la presencia del Team Flare en los bajos fondos de Kalos. Probablemente pasarían años antes de que Giovanni tratase de volver a invadir su territorio.

- Está bien...- Refunfuñó Malva- Supongo que tendrá que valer.

- Por si se te ha olvidado, tenemos un trato- Dijo Maestro, quien había empezado a sufrir heridas en su paciencia- Estoy esperando a que cumplas tu parte.

Malva dejó escapar un leve suspiro y dio la espalda a Maestro mientras se dirigía hacia un pequeño armario archivador discretamente situado junto a la lujosa chimenea que ocupaba la mayor parte de una de las paredes de aquella sala. Se agachó frente a él y comenzó a rebuscar en uno de sus cajones.

- No pensé que fuese a tener que cumplir mi palabra en este asunto- Admitió Malva, hablando en tono divertido- Se suponía que tenías que morir.

- ¿Cómo dices?- Preguntó Maestro.

- Digo que se suponía que el Team Rocket te mataría- Continuó Malva- Pero ellos no son tan estúpidos como para matar también a tu Gardevoir. Cuando me dijiste dónde se encontraba el Team Rocket te envié allí para que te matasen a ti y la capturasen a ella. Luego nosotros terminaríamos el trabajo.

- ¿Así te libras del Team Rocket y de mí, y te quedas con Gardevoir?- Preguntó Maestro, a pesar de que conocía de antemano la respuesta.

- Así es- Respondió Malva, con una sonrisa.

Tras dar con el documento que buscaba, Malva extrajo una carpeta de color rojo de aquel archivador. La carpeta tenía pegada una etiqueta con las palabras Rey Arceus escritas en ella. Se volvió hacia Maestro y le mostró desde lejos la carpeta mientras se acercaba hacia él. Aquel fantasma permanecía totalmente inexpresivo ante la información que le había revelado, pero la Gardevoir que le acompañaba parecía estar a punto de estallar de pura furia.

- No necesitabas un caro trabajo de investigación, ¿verdad?- Preguntó Maestro, tratando de mantener la calma- Esos documentos llevan aquí desde mucho antes de que yo volviese a la ciudad. Podrías habérmelos dado sin más.

- Rey Arceus tiene mucha información sobre Pokémon inusuales- Le informó Malva, manteniendo su burlona sonrisa- Los mantenemos vigilados.

Maestro guardó silencio durante casi un minuto entero, mirando fijamente a Malva con su único ojo de acero. Malva no estaba preocupada por como Maestro pudiese reaccionar ante aquellas palabras; precisamente por esa razón había llevado allí a Houndoom. La ira que exteriorizaba el Gardevoir de Maestro comenzó a desaparecer drásticamente, y en cuestión de un instante comenzó a reírse. Era la primera vez que Malva veía reírse a aquel Pokémon, y no lograba entender qué era lo que le hacía gracia. Segundos más tarde, Maestro dejó escapar un desagradable sonido que Malva intuyó que se trataba de una leve risa. Entonces Malva entendió lo que sucedía; a pesar de todo lo sucedido, Maestro encontraba divertida aquella situación. Y aquella diversión había sido transmitida a su Gardevoir a través de la Sincronía de aquel Pokémon.

- ¿Te han dicho alguna vez que eres una zorra?- Preguntó Maestro, recuperando su habitual inexpresividad.

- ¿No estás enfadado porque te haya utilizado de esta forma?- Preguntó Malva, intentando no parecer sorprendida.

- No- Respondió Maestro- No ha sido una completa pérdida de tiempo. Gardevoir y yo lo hemos pasado bien esta noche. Ha sido como uno de esos seminarios de convivencia... Hemos estrechado lazos y todo eso.

- No ha estado mal hacer algo de ejercicio después de tanto tiempo- Añadió Gardevoir, contagiada de los sentimientos de su entrenador respecto a aquella situación- Hacía mucho que no mataba a nadie.

- Estáis de la olla- Les reprochó Malva.

Malva ofreció la carpeta a Maestro, quien miró con incomodidad aquel fino envoltorio de plástico y sus flácidas manos de tela. Gardevoir se apresuró a interponerse entre aquellos documentos y su entrenador, arrebatando de las manos a Malva aquella carpeta de plástico roja y apresurándose a abrirla allí mismo.

- Revísalo bien- Le indicó Maestro- No me fío de Malva.

- Tranquilo- Respondió Gardevoir- Voy a analizarlo y memorizarlo.

Gardevoir extrajo del interior de la carpeta un documento encuadernado de al menos un centenar de folios. Dejó caer la carpeta vacía al suelo con total desconsideración e hizo levitar el documento que había en su interior en el aire frente a su cara. Acto seguido, las páginas del documento comenzaron a pasarse a gran velocidad mientras Gardevoir recorría cada hoja con la mirada rápidamente. Cuando en poco más de un minuto Gardevoir pasó la última página del documento, lo dejó caer también al suelo sin más.

- ¿Todo en orden?- Preguntó Maestro.

- Parece información fiable, pero no hay nada que podamos aprovechar en esos papeles- Le informó Gardevoir- No hay ni una sola mención sobre Mewtwo.

- Queríais saber lo que había estado haciendo Rey Arceus- Les recordó Malva, a la defensiva- Pues eso es lo que han hecho en los últimos años. No quiero quejas, no es mi culpa que no os guste lo que habéis visto.

- Rey Arceus tiene una nueva sede en Ciudad Fractal...- Dijo Gardevoir, dejando escapar un suspiro- No es que me haga mucha gracia la idea de ir allí, pero podrían tener un punto de conexión segura con sus archivos maestros. Es la única forma que se me ocurre de dar con Mewtwo.

- Está bien- Respondió Maestro, conforme con la idea de Gardevoir- Vámonos de aquí de una maldita vez.

Sin volver a mediar palabra, Maestro y Gardevoir se dirigieron hacia la puerta para abandonar la suite real. Malva siguió a ambos con la mirada mientras se disponían a salir. La muerte no había cambiado mucho a Maestro. Seguía demasiado concentrado en sus objetivos como para ser consciente del mundo que lo rodeaba. Por un instante pensó en interrumpir su apresurada partida para despedirse de él, pero desistió de aquella idea al saber que había demasiadas probabilidades de que Maestro sencillamente le ignorase y saliese por aquella puerta sin más.

Maestro abrió la puerta y la sostuvo para que Gardevoir pudiese pasar delante de él. A continuación permaneció inmóvil durante unos segundos, antes de decidirse finalmente a pronunciar unas palabras.

- Malva- La llamó Maestro.

- ¿Qué quieres ahora?- Preguntó Malva, forzando un tono de molestia en su voz.

- Las noticias sobre lo de esta noche... ¿Solo se han emitido a nivel nacional o han salido de Kalos?- Preguntó Maestro.

- A nivel internacional- Respondió Malva con una sonrisa- Habéis liado una buena.

- Bien...- Respondió Maestro- Me pregunto cómo se tomará ver esa firma vuestra que he dejado junto a los cuerpos de sus secuaces.

- No me asusta la reacción de Giovanni- Dijo Malva, segura de sí misma- No cometeré dos veces el mismo error.

- No es Giovanni quien me preocuparía si fuese tú...

Malva no entendió en un principio qué quería decir Maestro con aquellas palabras, pero en seguida comprendió a qué persona se refería. Las cosas aún tenían potencial para ponerse muy feas para el Team Flare. Si aquella noticia llegaba a conocimiento de cierta simpatizante del Team Rocket en Ciudad Azafrán, las consecuencias para ella podrían ser devastadoras.

- Hijo de puta...- Murmuró Malva.

- Yo también te quiero- Se despidió Maestro.

Tras pronunciar aquellas palabras, Maestro salió de la suite real y cerró la puerta tras él con delicadeza. Malva había demostrado ser tan vil y ruin como la recordaba, pero al menos había cumplido con su cometido. Ahora disponía de un punto de partida sólido para reanudar su búsqueda de Mewtwo. Tan solo tenía que llegar hasta aquel archivo en Ciudad Fractal y averiguar dónde había reubicado Rey Arceus a Mewtwo. El momento de hacer pagar a ese monstruo por lo que le había hecho estaba cada vez más próximo.

En el pasillo exterior de la suite real, Gardevoir volvía a encontrarse exactamente donde se detuvo la última vez que salieron de aquella habitación; contemplando con la mirada perdida el paisaje de Ciudad Luminalia a través de aquel ventanal. Cuando Maestro cerró la puerta, Gardevoir se volvió hacia él. A diferencia de la vez anterior, en aquella ocasión Gardevoir tenía dibujada en su pálido rostro una siniestra sonrisa.

- Quería lanzarla por este ventanal- Recordó Gardevoir, de buen humor.

- No vale la pena que te ensucies las manos con Malva- Respondió Maestro- De todas formas está jodida. Es solo cuestión de unas horas que todos los comandantes del Team Rocket se enteren de lo sucedido esta noche.

- ¿No te preocupa que te delate?- Preguntó Gardevoir- No parece que sea muy profesional para estas cosas.

- ¿Delatarme?- Preguntó Maestro en tono sarcástico- ¡Pero si estoy muerto y enterrado! ¿Desde cuándo los muertos trabajan en el crimen organizado?

Gardevoir dejó escapar una breve carcajada ante la respuesta de Maestro. Aunque no le parecía apropiado que Maestro bromease respecto a su propia muerte, debía admitir que le alegraba que aquel asunto tan truculento no le afectase en absoluto. Aún seguía sintiéndose culpable por lo sucedido en la Cueva Celeste, pero saber que Maestro no estaba enfadado por ello y que seguía confiando en ella a pesar de todo hacía su carga mucho más llevadera.

- ¿Entonces ahora...?- Preguntó Gardevoir.

- Sí, ahora sí- Respondió Maestro sin dejarla terminar la pregunta- Vamos a reunirnos con Greninja.


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