Capítulo XXXVIII
—Supimos que era cierto que R no estaba en la mansión de los Roosevelt cuando llegamos y vimos que los autos no estaban en la cochera...
—Sí, sí. Vamos a lo importante: ¿Devon usaba bañador?
—Sabía que tu inocencia no era más que una fachada.
— ¡Entonces sí usaba bañador!
Supimos que era cierto que R no estaba en la mansión de los Roosevelt cuando llegamos y vimos que los autos no estaban en la cochera. Esperanza, la sirvienta, nos recibió cuando entramos al recibidor. En aquella ocasión iba acompañada por un Wigglytuff que estaba vestido de la misma manera que ella. Max se separó de nosotros, mirándonos a Devon y a mí con desaprobación.
— ¿Quiere que lleve la merienda a su habitación, señorita Jacqueline? —preguntó Esperanza una vez que Jackie echó a caminar hacia las escaleras.
—No —respondió Jackie con hostilidad—. Lleva todo afuera, estaremos en la piscina.
Subimos las escaleras al paso veloz de Jackie. Yo me sentía demasiado nerviosa, pues lo único en lo que podía pensar era en el castigo que se avecinaba. Si mi madre llegaba a enterarse de que había mentido para pasar la tarde con mis amigos... No quería siquiera pensar en cuántas partes ella cortaría mi cuerpo en un arranque de ira.
Entramos a la habitación de Jackie. Ella lanzó sus cosas a su cama y corrió, emocionada, al gigantesco armario. La vimos perderse durante un momento, escuchando sólo los sonidos que ella producía al remover su guardarropa frenéticamente. Finalmente, la vimos salir acarreando un montón de prendas que abrazaba contra su pecho. Miró a Devon con desaprobación, lo señaló con un dedo acusador y dijo:
—Tú. Sal de aquí.
Devon levantó las manos en son de paz y salió de la habitación, entendiendo a la perfección que Jackie no estaba dispuesta a desnudarse en presencia de él. Meowth se encargó de asegurar la puerta, sólo en caso de que Devon quisiera espiarnos. Jackie entonces dispuso todas las prendas sobre la cama, mostrándome así un surtido de bañadores coloridos.
—Puedes usar el que más te guste —me dijo sonriente.
Yo tomé uno de los bañadores, que era de dos piezas y de un oscuro tono de color púrpura. Ella me miró con las cejas arqueadas y rió al darse cuenta de que yo me había sonrojado.
—Creí que elegirías uno de color rosa —me dijo.
—No me gustan tanto los colores claros —le respondí un tanto avergonzada.
— ¿Qué te ocurre?
Agaché la mirada y respondí.
—Me apena un poco todo esto. Jamás he estado tan descubierta como en este momento, además de que nunca me he desnudado enfrente de nadie.
—No estarás desnuda, estúpida. Tendrás puesto ese bañador.
—Sabes de qué hablo. Debo quitarme la ropa para ponérmelo.
Cuando la miré, me di cuenta de que ella ya se había sacado la parte inferior del uniforme del colegio y estaba desabotonando su camisa de botones. Retrocedí, sintiéndome aún más apenada. No entendía cómo era que a ella no le importaba en lo más mínimo el hecho de estar en ropa interior frente a otra persona.
—Vaya...
— ¿Qué?
—En ese sentido eres distinta a Sheryl.
—Ella solía ser un poco más desinhibida en ese sentido, lo sé.
—Nunca creí que tú te sintieras apenada a la hora de desnudarte frente a una amiga. ¡Incluso yo lo he hecho!
—Créeme, eso no me hace sentir mejor.
Ella se quedó en ropa interior mientras decidía qué bañador utilizar. Yo me había girado para poder desabotonar mi camisa, pues creía que mostrar mi espalda no era tan malo como estar de frente a ella y dejarle la vista libre a mi sostén de color negro. Cuando finalmente tuve puesto el bañador, me giré y vi que ella ya estaba más que lista. Me lanzó entonces un par de sandalias y una camiseta larga, semitransparente y fresca, del mismo color que mi bañador. Ella, tan desinhibida como siempre, sólo usaba un pareo que cubría la parte inferior de su bañador. Estando ambas en esa posición, vestidas de esa manera, sólo me hizo desear tener un cuerpo tan lindo como el de ella. Bulbasaur y Meowth salieron con nosotras de la habitación, sólo para ver que Devon se había sentado con la espalda recargada en el muro que tenía detrás.
—En realidad no puedo creer que te sintieras apenada por estar en bañador enfrente de Jackie. Es decir, ni siquiera estabas desnuda.
—Oh, cállate.
Salimos a la piscina luego de que Jackie le indicara a Devon dónde podía conseguir un bañador. Nosotras nos recostamos en esas camas para tomar el sol, Jackie me proporcionó un par de gafas de sol. Eevee, Meowth y Bulbasaur retozaban en el césped mientras nosotras bebíamos un delicioso té helado. Max no estaba con nosotras, pero a Jackie parecía no importarle. Después de todo, parecía ser que Devon y yo éramos más amigos de Jackie que de Max.
Pronto vimos salir a Devon de la mansión, usando ya su bañador. Al parecer Max se lo había proporcionado, yo no encontraba ninguna otra explicación lógica. Sólo sé que me impresionó un poco lo que vi en ese momento.
El bañador que él utilizaba era común y corriente. No demasiado holgado, pero tampoco demasiado ajustado. De color negro, que servía para resaltar el tono de su piel. Sus brazos, sus piernas, su torso, todo su cuerpo comenzaba a mostrar los frutos del entrenamiento. Era un tanto similar a Max aunque en menor escala. Jamás en mi vida creí ver nada tan atractivo. Al menos, hasta ese momento era lo que yo pensaba.
Devon nos saludó con un guiño y, sin decir más, corrió hacia mí y me tomó por ambas manos para obligarme a levantarme. Yo no pude oponer resistencia, no pude reaccionar, pues en un parpadeo ya me encontraba debajo del agua de la piscina. Salí y tomé una bocanada de aire, sólo para descubrir que él estaba aún en el borde, totalmente seco, y que Jackie reía a carcajadas. Nadé hasta el borde de la piscina y tomé a Devon por el tobillo derecho para obligarlo a entrar a la piscina. Él se fue al fondo y emergió casi al instante, echando sus largos cabellos hacia atrás con ayuda de sus manos. Me lanzó un poco de agua a la cara y yo devolví el ataque. Nunca habíamos reído tanto en tan poco tiempo.
Jackie entró con nosotros al agua, muy a su manera por supuesto. Ella simplemente se unió a nosotros mediante la escalerilla. Me pareció un tanto ridículo que quisiera mantener la elegancia en ese momento, pues no existe nada mejor que lanzarte al agua. Para tener un poco más de libertad en mis movimientos, maniobré para sacarme la camiseta semitransparente y la lancé lejos. Estando únicamente vestida con el bañador, me sentí un poco más cómoda.
Fue divertido jugar en el agua, especialmente luego de un día de entrenamiento tan brutal como ya era costumbre. Refrescante, un cambio en la rutina que a todos nos cayó muy bien. Creo que lo que más me gustó de todo lo que hicimos esa tarde, fue ver la forma en la que Jackie sonreía. Ella estaba tan feliz, tan animada... Era extraño verla así, claro, pero igualmente era satisfactorio poder hacer algo para verla tan contenta. Especialmente cuando el fantasma de aquellas lágrimas y aquél abrazo en los servicios aún estaba presente en mi memoria.
Tuvimos que salir del agua cuando Esperanza nos llevó un ligero almuerzo. Jackie de nuevo salió mediante la escalerilla, pero Devon y yo competimos por ver quién podía salir antes mediante el impulso de nuestros brazos con el borde de la piscina en el mismo punto que el otro quería utilizar. Tardamos casi dos minutos en terminar de salir, pues uno de nosotros siempre hundía al otro cuando éste tenía el torso ya fuera del agua. Al final, fui yo quien salió primero.
Y sé que mueres por escuchar esto.
Cuando salí de la piscina, busqué a tientas una de las toallas para encargarme del exceso de agua que cubría mi cuerpo. Me giré para ver si Devon ya había salido también, pero todo lo que me encontré fue que él me miraba como si en mí hubiera encontrado los secretos de la vida misma. Me sonrojé al punto y dirigí la mirada hacia abajo, sólo para caer en la cuenta de que estaba usando un bañador totalmente empapado y estaba vulnerable ante mi mejor amigo. Él pestañeó un par de veces y yo me giré, totalmente avergonzada, cubriendo mi cuerpo con la suave toalla que despedía un dulce aroma a lavanda.
Me giré de nuevo al escuchar que él estaba saliendo de la piscina. Su torso húmedo y la forma en la que el bañador se ajustaba a su cuerpo luego de haber estado bajo el agua fueron las dos razones por las que me sentí de la misma manera que él debió haberse sentido. Nos miramos fijamente durante un instante, como si nada más existiese alrededor de nosotros. Él pasó una mano por sus cabellos para retirarlos de su rostro, mis ojos entonces viajaron hacia su abdomen en el que sus músculos recién comenzaban a notarse. Miré entonces el bañador y agaché por completo la mirada cuando supe que todo se estaba saliendo de control. Nos miramos de nuevo al cabo de un par de segundos y compartimos una risita nerviosa. Nuestro momento llegó a su fin cuando Jackie lanzó una toalla a Devon y él fue a dar al agua de nuevo a causa de la sorpresa y la fuerza del impacto.
—Oh, por Dios... Devon en bañador... Su torso desnudo... Me muero...
— ¿Te das cuenta de que en ese momento él era menor que tú?
—Me muero...
—Maldita sea...
Nuestros Pokemon encontraron divertida la idea de jugar con una pelota de playa tan grande que duplicaba el tamaño de Eevee. Corrían, golpeaban la pelota y hacían pases entre ellos intentando que la pelota no cayera a la piscina. Mientras tanto, nosotros nos habíamos sentado sobre una manta de color rojo que Esperanza nos había proporcionado para tomar el almuerzo. Mi sentido del pudor me obligó a vestirme nuevamente con la camiseta semitransparente, aunque a pesar de que esa tela me cubría podía sentir las miradas que Devon me dedicaba cada poco, especialmente en los puntos de mi cuerpo que no estaban cubiertos por mi bañador. Yo debía evitar hacer contacto visual con Devon, pues no podía evitar pensar que quería colocar mis manos sobre su torso.
El almuerzo consistió en emparedados de jalea con mantequilla de maní y un tazón de cerezas para compartir, junto con una fuente de chocolate para Jackie. El chocolate era como la kriptonita para ella.
Fue mientras comíamos cuando nuestro momento divertido dio pie a un momento revelador para todos nosotros.
Jackie había tomado el control de la fuente de chocolate, así que Devon intentó robarla. Su plan consistía en arrebatarla del alcance de Jackie cuando ella no se diera cuenta. Pero cuando intentó hacerlo, se detuvo en seco y su sonrisa traviesa se borró por un momento. Jackie lo miró con desaprobación y frunció el entrecejo, pero quedó totalmente desarmada cuando él dijo en voz baja:
—Jackie, ¿qué es eso?
Eso llamó mi atención, haciéndome bajar el emparedado que aún estaba comiendo.
Devon miraba hacia las entrepiernas de Jackie, que en ese momento estaban ligeramente separadas y cubiertas por el pareo que aún llevaba puesto. Lo que Devon señalaba con su mirada era una pequeña mancha de oscuro color rojo, la evidente marca de un golpe o de algo que había estado presionando con fuerza la piel de Jackie. Obedeciendo a un impulso, Devon tomó el pareo de Jackie y lo retiró un poco, aunque no lo suficiente para respetar su intimidad. Ella, aún así, se preparó para abofetearlo y exclamó:
— ¡No me toques, pervertido!
Yo sujeté el brazo de Jackie antes de que ella lo golpeara, pues mi atención se centró en lo que Devon había descubierto al retirar la tela del pareo.
Era la marca de una mano.
Una mano grande, de un hombre a juzgar por su forma, que había sujetado a Jackie con tal fuerza que sus dedos se habían quedado remarcados en su piel. La marca estaba acompañada por un par de rasguños que alguien le había hecho con las uñas. El daño había sido causado a una distancia peligrosamente cerca de ciertas partes de su cuerpo que nadie, a la tierna edad de trece años, debía haber intentado tocar siquiera.
— ¿Quién te ha hecho esto? —exigió saber Devon.
Él no sonreía.
Por el contrario, fruncía el entrecejo de la misma manera que hacía conmigo cada vez que me reñía por cualquier razón.
— ¿Qué más da? —devolvió Jackie con hostilidad y cubrió de nuevo la marca con ayuda del pareo.
—Por esto es que has estado comportándote de esa manera tan extraña —continuó Devon.
—No es nada —dijo Jackie con firmeza—. Ha sido un accidente solamente.
—Por todos los cielos, Jackie, ¡alguien te ha lastimado allí! —intervine yo, levantando la voz y haciendo uso de una actitud poco usual en mí—. ¡Tienes que decirnos lo que está pasando! Sea quien sea, pudo haberte hecho daño en otras partes.
— ¿Qué vas a saber tú? —me espetó ella—. Él dice que todo esto es necesario.
— ¿El? —Inquirió Devon—. ¿Quién es Él?
Y ella soltó un triste suspiro. Agachó la mirada, mordió un poco su labio inferior y respondió, al mismo tiempo que una lágrima solitaria corría por su mejilla.
—Mi padre.
—No puede ser...
—Parece que ya lo has entendido.
—Claro que lo entendí... Pero, ¿por qué? ¡Jackie sólo era una niña!
—Esa misma impotencia que tú sientes ahora, fue lo que yo sentí cuando ella nos relató la historia.
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