Capítulo XXXIX

La canción que les dejé en Multimedia es la que deben reproducir durante todo el capítulo. Si no pueden ver el video, la canción es In a second de Aly & AJ por si gustan buscarla aparte. El viernes comenzamos ya con lo intenso, así que váyanse preparando. ¡Disfruten el capítulo!


     —Jackie estaba dispuesta a decirnos todo lo que estaba ocurriendo con ella, pero también reflejaba un inmenso temor en su mirada. Fue algo impresionante de ver: la mezcla de la inocencia, el miedo y los deseos de ser libre...

     —Ese sujeto nunca merecerá tener una hija tan especial como lo es Jackie.

     —Lo sé, yo pienso lo mismo que tú.

 

     Jackie estaba dispuesta a decirnos todo lo que estaba ocurriendo con ella, pero también reflejaba un inmenso temor en su mirada. Fue algo impresionante de ver: la mezcla de la inocencia, el miedo y los deseos de ser libre. Abrazó sus rodillas antes de comenzar con su relato, hablando en voz baja y sin dignarse a mirarnos directamente a los ojos. Era más que evidente que se sentía avergonzada y, quizá, asqueada con ella misma.

     —Antes de que lo sepan, tengo que pedirles algo —nos dijo—. Deben jurar que nunca hablarán acerca de esto con nadie. Ni siquiera con Max.

     —De acuerdo —dijimos nosotros a la vez.

     Ella asintió y abrazó sus rodillas con un poco más de fuerza.

     —Sucedió durante el verano —dijo—. Cuando las vacaciones recién habían comenzado... Durante la cena, una tarde, él dijo que al día siguiente tendríamos mucho trabajo que hacer. Dijo que era necesario retomar el entrenamiento para poder volver al siguiente curso escolar con un nivel mucho más alto que los demás. Yo acepté, emocionada, pensando que sería divertido... Así que al día siguiente, desperté con los primeros rayos del sol y me dirigí inmediatamente hacia el gimnasio, ese mismo que está en el sótano. Pero cuando iba bajando las escaleras, él me detuvo y dijo que nuestro entrenamiento tendría que ser al aire libre. Salimos al jardín, entrenamos... Y ese día... Ese día...

     — ¿Ocurrió ese día? —le preguntó Devon.

     Jackie negó con la cabeza.

     —Ese día, él dijo que era hora de entrenar con algo distinto a las máquinas. Me mostró entonces a un Raticate que iba siendo arrastrado por uno de sus hombres. Llevaban al pobre Pokemon encadenado, con un grillete demasiado ajustado en el cuello. Mi padre no me miró siquiera cuando me ordenó que lo asesinara.

     — ¿Qué? —dije horrorizada y enfurecida—. ¿Asesinar a un Pokemon? ¡Maldito asesino!

     — ¿Te negaste? —inquirió Devon arqueando una ceja.

     Jackie lo miró con ira.

     — ¡Pues claro que lo hice! —Le respondió levantando la voz—. ¿Por qué tipo de bestia me tomas? ¡Yo jamás lastimaría a un Pokemon!

     — ¿Qué fue lo que dijo tu padre, entonces? —le pregunté.

     Ella suspiró con pesadez.

     —Me tomó por el cuello —me explicó—, me dio un fuerte empujón y me ordenó que llamara a Meowth para que él se encargara del asunto. Me explicó entonces que ese Raticate era amigo de un Iniciado. Ya saben, los nuevos reclutas de la Elite. Me contó una historia increíble acerca sobre cómo ese simple Raticate había intentado ayudar al Iniciado a escapar de la Sede. Si se lo están preguntando, el Iniciado murió.

     — ¿Murió? —repitió Devon consternado—. ¿Pero...? ¿Cómo...?

     Yo permanecí en silencio, sólo recordando a mi compañero de clases que durante la Búsqueda del Tesoro fue asesinado.

     —Eso no es importante —dijo Jackie—. Volví a negarme a lastimar a ese Raticate, y mi padre llamó a Max. Él y Koffing se encargaron de asesinar a ese pobre Pokemon, que quedó tendido en el suelo sin vida cuando Koffing lanzó el primer, y único, ataque. Yo, horrorizada, sólo retrocedí. No quería presenciar eso, pero mi padre nos obligó a ambos a hacerlo una, y otra, y otra vez... Nuestro entrenamiento pronto se transformó, dio un giro de ciento ochenta grados cuando mi padre nos entregó, a cada uno de nosotros, un arma de fuego con la que debíamos aprender a ejecutar a los Pokemon. Cada vez que yo me negaba a hacerlo, él le pedía a Max que me demostrara lo que él sabía hacer.

     Devon y yo sólo intercambiamos miradas. Ambos estábamos completamente aterrados, perturbados. Supongo que cualquier persona habría reaccionado de esa manera al saber que el padre de tu mejor amiga se estaba empeñando en entrenarla para ser una asesina. Yo no podía imaginar a Jackie sosteniendo un arma, mucho menos hiriendo a ningún ser vivo. Irónico, lo sé. Ella tenía la apariencia de ser una persona con un carácter de cuidado. Pero también podías saber, tan sólo al conocerla, que ella pensaría dos o tres veces antes de realmente tirar a matar.

     —Pues yo no puedo imaginar a Jackie actuando de esa manera. Ya sabes, siendo tan buena persona. Es decir, sé que lo es. Pero... No puedo imaginarla de la manera en que tú dices.

     —Lo sé. Después de todo lo que pasó con ambas, incluso para mí es extraño recordar que ella alguna vez fue así.

 

     —Nuestras sesiones de entrenamiento de combate fueron también más brutales —continuó Jackie y descubrió un poco la piel de su espalda que era cubierta por su cabello, para mostrarnos una pequeña cicatriz vertical de casi cinco centímetros de largo—. Comenzamos a utilizar todo tipo de cosas, no sólo nuestros puños.

     — ¿Quién te hizo esto? —Exigió saber Devon al mismo tiempo que acariciaba la cicatriz con las puntas de sus dedos—. ¿Quién pudo ser tan salvaje?

     Ella se encogió de hombros.

     —Fue un error de cálculo —dijo, a la defensiva—. Max y yo debíamos lanzar cuchillos y...

     —No puedo seguir escuchando esto —intervine entonces y miré a Jackie con toda la firmeza que fui capaz de reunir—. ¡Escucha lo que estás diciendo! ¡Excusas a tu hermano para no darle la parte de culpa que él tiene! ¿Cómo pudo lastimarte de esa manera?

     Jackie suspiró de nuevo y decidió continuar con su relato, ignorando olímpicamente mis quejas.

     —Mi padre siempre dijo que todo esto era necesario, que Max y yo debíamos ser fuertes para resistir cualquier cosa. Nos convenció de que era necesario obedecer todas y cada una de sus órdenes, que sólo de esa manera podríamos ser parte de la Elite algún día... Y yo decidí obedecerlo ciegamente. Quería ser parte de la Elite, quiero ser parte de su Elite y ser la mejor Entrenadora Pokemon —nos dijo con firmeza y desesperación—. Pero... Una tarde... —Abrazó con más fuerza sus rodillas y ambos, Devon y yo, vimos claramente que ella intentaba presionar sus muslos, como si con eso pudiese proteger las partes privadas de su cuerpo. Me sentí destrozada al verla actuar de esa manera, especialmente cuando las lágrimas cubrieron sus ojos—. Él me llevó al gimnasio del sótano y me dijo que debíamos trabajar en la tensión que aparecía en mi cuerpo cada vez que debía hacer algo sádico. Dijo que él se había dado cuenta de cómo mi cuerpo se endurecía cada vez que él me pedía que intentara estrangular a Max como mero entrenamiento. Y así, sin decir más explicaciones, me pidió que... Que me desnudara...

     Devon agachó entonces la mirada y yo, obedeciendo a mis impulsos, me acerqué a Jackie y rodee sus hombros con mis brazos, pidiéndole que recargara su cabeza sobre mi hombro y así pudiese ahogar sus lágrimas.

     Ella no se detuvo, ya era tarde para guardar sus reservas.

     —No quise hacerlo pues no entendí la razón por la que tenía que quitarme la ropa... Así que él tuvo que encargarse de eso. Me arrancó la ropa, dejándola echa girones, y sólo dejando sobre mí mi ropa interior. Me tomó por el cuello y me obligó a recostarme sobre un colchón de aire. Se colocó a horcajadas sobre mí y... —Hizo una pausa para llevar una mano al lado izquierdo de su cuello, acariciándolo como si algún dolor estuviera molestándola—. Sus manos... Sus manos recorrían todo mi cuerpo... Terminó de arrancar mi ropa interior y... Él...  Él me...

     Rompió en llanto entonces y no pudo decir más.

     Devon la tomó con fuerza de la mano para demostrarle su apoyo y yo la abracé con más fuerza. Sin que ella dijera más palabras, yo sólo podía imaginar el dolor que pudo haber sentido en ese momento. En mi mente, veía a Jackie llorando y gritando sin parar mientras ese hombre la embestía con fiereza. Veía la sangre corriendo por las piernas de Jackie, escuchaba suspirar a ese hombre siendo víctima de su propio éxtasis sin importarle estar destruyendo la intimidad de su propia hija.

     Jamás odié a alguien como en ese momento.

     Jackie finalmente encontró su autocontrol y pudo continuar.

     —Al terminar, él se separó de mí y volvió a vestirse, en silencio. Salió del gimnasio y dijo que debía limpiar antes de salir de ahí, además de que no podía decirle a nadie lo que estaba ocurriendo... Pero de alguna manera, Max lo supo. Cuando salí del gimnasio, quizá por mi forma de caminar pues las punzadas de dolor eran demasiado intensas, él me abrazó velozmente y me dijo al oído: No te preocupes, él sabe lo que hace.

     —Maldito infeliz...

     Para ambas fue extraño ver a Devon reaccionar de esa manera. Él estaba furioso, total y completamente enfurecido.

     Jackie decidió continuar con su relato, en lugar de detener el torrente de pensamientos negativos de Devon. Su historia, claro, no se tornó para nada tranquilizadora.

     —Eso se repitió durante varias noches —dijo ella—. Y cada vez era peor... No era sólo el daño que me causaba ahí. Él se empeñaba en dejarme marcas... Decía que eran castigos, que debía recordar el dolor cada vez que me negara a obedecer...

     Nosotros nos quedamos sin habla, sólo consolando a Jackie que pronto volvió a romper en llanto.

     Comenzaba a anochecer cuando Devon y yo decidimos volver a casa. Nos despedimos de Jackie con fuertes abrazos, ella aplicó demasiada fuerza cuando fue el turno de abrazarme a mí. Nos agradeció por haber ido a su casa y nos pidió, de nuevo, que no dijéramos nada a nadie. Devon y yo echamos a caminar, negándonos rotundamente a aceptar que Jackie nos proporcionara un auto que nos llevara a casa.

     Eso fue para que, al salir de la propiedad de los Roosevelt, Devon y yo pudiésemos decir todo lo que hasta ese momento nos habíamos guardado.

     —No vamos a quedarnos en silencio —dije yo con firmeza—. Ese sujeto tiene que detenerse, no puede seguir destrozando a Jackie de esa manera.

     —Por supuesto que no dejaremos esto así —dijo él decidido—. Pero, ¿qué podemos hacer? ¿Cómo podemos ayudarla?

     —Tenemos que ir con la policía.

     —No funcionará. El líder de la Elite no tendrá miedo de un puñado de leyes, es el hombre más poderoso en todo el mundo. Es posible que la única razón por la que hace esto es... ¡Es que ni siquiera puedo creer que se atreviera a tocar a su propia hija!

     Se detuvo para darle un puñetazo al muro que tenía más cerca.

     Yo acaricié su espalda para intentar tranquilizarlo, diciendo:

     —No arreglarás nada reaccionando de esta manera. Podemos ayudar a Jackie, sólo necesitamos pensar... Necesitamos decírselo a alguien, pero... ¿A quién?

     Y al instante, como si nuestros pensamientos estuviesen conectados, nos miramos y supimos que ambos habíamos tenido la misma idea.

     Había una persona que podría ayudarnos.

     Una persona que, según yo vi al inicio del curso, estaba más que consciente de lo que el padre de Jackie era capaz de hacer.

     — ¡Estoy tan molesta! ¡Quiero golpear a ese hombre! ¡Ahora no puedo dejar de pensar en Jackie! ¡Quisiera abrazarla!

     —Sí... Te comprendo.

     — ¿Pudieron ayudar a Jackie de alguna manera?

     —Tristemente, no. Hay cosas que un humano no puede remediar, mucho menos pueden hacerlo un par de chiquillos de trece años. Pero recibimos otro tipo de ayuda. Ayuda que, quizá, hizo que nuestras vidas tomaran un rumbo diferente.

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