Capítulo XXXIV

La canción que les dejo en Multimedia es la que deben reproducir cuando Skyler conversa con su madre. En caso de que no puedan ver el video, los invito a buscar la canción por fuera como siempre. La canción es Dear Mom, de Girls Generation. Quizá, si han reproducido todas las canciones que les he puesto desde la saga original, recuerden esa canción pues es la misma que puse para la muerte de la madre de Perla (esto no es relevante, sólo quería recordárselos xD). Otra cosa antes de comenzar: el especial de Devon Responde lo tendrán el lunes, así que aún pueden ir al especial de Skyler Responde a dejar sus preguntas. Mientras más random, mejor. Eso es todo, ¡disfruten el capítulo!


     —Volví a casa y lo primero que hice fue buscar a mi madre...

     — ¿Y qué ocurrió con Devon?

     — ¿Qué tiene que ver Devon?

     —Bueno, dijiste que él te siguió.

     —Lo ignoré y volví a casa.

     —Creo que te habría hecho bien hablar con él antes de confrontar a tu madre.

     —Sí... Quizá tienes razón...

 

     Volví a casa y lo primero que hice fue buscar a mi madre.

     En el salón solamente estaba uno de sus Pokemon más queridos, un Swanna que solía permanecer siempre cerca de la ventana para poder mirar hacia el jardín. Recuerdo que tropecé cuando una de las viejas muñecas de Sheryl se cruzó en mi camino. La levanté, enfurecida, y me di cuenta de que la muñeca tenía las marcas de la mordida de su Omanyte. Tengo que admitir que en ese momento me enfurecí tremendamente con ella, pues esa misma muñeca había sido un obsequio de mi padre para Sheryl. La rescaté del peligro, llevándola conmigo a mi habitación. Al salir de nuevo, bajé las escaleras y corrí a la cocina.

     — ¡¡Mamá!! —exclamaba, con la respiración agitada por la ira y la voz entrecortada por el llanto.

     En la cocina solamente estaba un Poliwhirl que con sus puños se encargaba de amasar un poco de masa para pan. Él me miró durante un instante y volvió a lo suyo. Miré a través de la ventana, sólo para percatarme de que ella tampoco estaba allí afuera. Subí las escaleras e inspeccioné las habitaciones, sin encontrarla. Lo único que vi fue a Sheryl, quien estaba dentro de su habitación y leía un libro en silencio, en compañía de sus Pokemon. Al verme entrar tan de golpe a su habitación, ella bajó el libro y me fulminó con la mirada.

     — ¿Nunca te han enseñado a llamar a la puerta? —me preguntó ella.

     — ¿Dónde está mamá? —le devolví.

     Ella retomó su lectura.

     —En el gimnasio. Está entrenando. Pero te sugiero que no te acerques a ella por ahora.

     —Hay algo que debo decirle.

     — ¿Has visto, al menos, la hora que es? Tú tendrías que estar aún en el Instituto.

     —He tenido que volver antes.

     — ¿Escapaste de tu entrenamiento? Eso no le gustará nada a mamá...

     —No escapé del entrenamiento.

     —Entonces, ¿qué haces aquí?

     —Eso no es de tu incumbencia.

     —Tienes razón. No me importa.

     Y guardó silencio.

     Derrotada, y algo enfadada, salí de la habitación de mi hermana y me dirigí a toda velocidad al gimnasio. Entré por las puertas principales y me dejé embargar por el olor del cloro de las piscinas. Mi madre estaba al fondo de la primera sección, vestida con un conjunto deportivo de color blanco. Tenía los brazos cruzados y no dejaba de presionar a su Seaking, que estaba en el fondo de una de las piscinas, para que hiciera recorridos a mayor velocidad. No se fijó en mí cuando me coloqué a un lado de ella y tampoco se percató de que yo había vuelto bastantes horas antes de lo previsto, así que tuve que llamar su atención. Me armé de valor y dije, con la voz más firme que fui capaz de utilizar:

     —Mamá, necesito hablar contigo.

     Ella no me miró siquiera.

     —Mamá.

     Silencio.

     El único sonido que se escuchaba, además de nuestras respiraciones, era el de los chapoteos de Seaking.

     —Mamá, tenemos que hablar.

     Ella, sin mirarme, finalmente dio señales de estar escuchándome.

     —Sabes que no me gusta ser interrumpida mientras entreno, Skyler.

     Asentí e insistí, totalmente dispuesta a aclarar todas mis dudas.

     —Mamá, es importante.

     —Bien, habla.

     Tomé un profundo respiro y obedecí.

     —Necesito que me digas por qué fue que papá murió.

     Sentí que las lágrimas intentaban brotar de nuevo de mis ojos. Tuve que utilizar todo mi autocontrol para evitar llorar enfrente de ella. Mi madre, haciéndome sentir quizá un poco más tranquila de lo que estaba, me miró con la infinita tristeza reflejándose en sus ojos. Pestañeó un par de veces y cubrió su boca con una mano. El torrente de recuerdos que la embargó seguramente fue demasiado intenso. De pronto me tomó por las manos, con suavidad, y se colocó en cuclillas frente a mí para mirarme desde abajo.

     — ¿Por qué preguntas eso, mi cielo?

     Ver a mi madre tan destrozada me hizo sentir mucho más herida.

     —Esa mujer es una... Una...

     —Una mujer que perdió a su amado esposo de una forma trágica y...

     —Es una mala madre.

     —De acuerdo, es evidente que ella no te agrada.

     — ¡Pues claro que no!

     —Bien, bien. ¿Puedo continuar?

     —Sí. Sólo quería establecer que ella no me agrada en lo más mínimo.

 

     —Necesito saberlo —le dije suplicante—. Mamá, por favor, dímelo.

     —Skyler, no puedo decírtelo ahora. Eres muy pequeña para saberlo.

     —Mamá...

     Ella me silenció con su sonrisa, una sonrisa triste que intentaba infundirme fortaleza.

     —Skyler —me dijo y acarició mis manos con toda la ternura que una madre es capaz de transmitir—, extrañas a tu padre. ¿No es cierto?

     —Sí. Pero yo...

     —Pero él está contigo, hija —me interrumpió ella y señaló mi corazón con una de sus manos, diciendo—: Aquí. Está contigo, conmigo, con todos nosotros. Él no te ha abandonado, querida. Él te amaba muchísimo.

     —Mamá, necesito saber...

     —Tu padre no está con nosotros físicamente, Skyler. Pero nuestros seres amados siempre permanecen con nosotros. Él, desde arriba, está cuidando de ti. Es tu ángel guardián. Tu padre estaba muy orgulloso de ti, hija. Nunca te dejará desamparada.

     Sus palabras quebraron mi recién creada fortaleza, pronto estaba llorando desconsoladamente de nuevo. Las palabras de mi madre me daban una tranquilidad distinta a la que yo buscaba. Necesitaba respuestas aún, pero no quería forzar a mi madre. No a sabiendas de que ese tema tocaba fibras demasiado sensibles en su corazón.

     —Lo lamento —le dije—. No quería hacerte recordarlo...

     Ella volvió a esbozar su sonrisa triste. Acarició me mejilla y respondió.

     —Siempre lo recuerdo, Skyler. En ti.

     — ¿En mí?

     —Sí. La forma de tus ojos, el color de tu cabello, la forma en la que te mueves, tu manera de hablar... Es como si tu padre aún estuviera con nosotras.

     — ¿En realidad soy tan parecida a él?

     Ella asintió.

     —También eres tan talentosa como él lo fue.

     —Mamá, yo no soy...

     —Claro que lo eres Skyler... No tienes idea de lo orgullosa que me siento de ti, de lo contenta que estoy al ver que eres tú quien heredó el talento innato de tu padre. Él siempre soñó con formar parte de la Elite, ¿sabes?

     Mi mundo, entonces, comenzó a moverse en otra dirección.

     — ¿En verdad?

     —Así es. Él tenía todo lo necesario para formar parte de ellos.

     — ¿Y lo consiguió?

     Ella negó con la cabeza.

     —Cuando llegó su momento, hija, tu padre eligió quedarse en casa con nosotras dos. Con su familia.

     —Pero, entonces, ¿por qué Chloe me contó que la tía Chelsea dijo que papá tenía problemas con...?

     —Esas son cosas de adultos, Skyler —dijo ella con severidad.

     Supe entonces que no hablaría tan fácilmente.

     —Mamá, necesito...

     —Lo único que debe preocuparte, Skyler, es continuar con tu entrenamiento. Vas por muy buen camino. Estoy segura que dentro de poco comenzarás a brillar con tu propia luz, comenzarás a superar a todos tus compañeros de clase y serás la mejor.

     —Pero... Yo no puedo...

     —Claro que puedes hacerlo, mi cielo. Entre tú y tu hermana, eres tú quien heredó el talento y la capacidad para ser la mejor Entrenadora Pokemon. Yo tengo confianza en que tú podrás pertenecer a la Elite, Skyler. Tengo fe en que serás tú quien pueda cumplir en anhelo más grande de tu padre.

     —Mamá...

     —Creo que he estado presionándote demasiado. ¿Qué dices si hoy, ambas nos olvidamos del Entrenamiento? Podemos comprar algunas botanas y ver la televisión hasta tarde. Sólo tú y yo. ¿Qué dices? ¿Eso te gustaría?

     — ¿Sólo tú y yo? ¿Qué hay de Sheryl?

     Ella enjugó mis lágrimas y sonrió de nuevo.

     —Ella no es importante, Skyler. Tú sí lo eres. Muy importante. Lo más importante para mí.

     Y me envolvió en un fuerte abrazo que yo devolví, soltando un fuerte sollozo que quedó ahogado en su hombro derecho. Besó mi cabeza y me hizo sentir amada, protegida... Pero a la vez, estaba demasiado confundida. Si mi padre había muerto por causa de R, y R era el jefe y fundador de ese selecto grupo de entrenadores... ¿Por qué mi madre quería que yo formara parte de la Elite? ¿Por qué ella quería que yo me relacionara con los Entrenadores que causaron la muerte del hombre que me dio la vida?

     — ¡La odio! ¡No soporto que ella hable así de Sheryl!

     —Eso sucedió hace muchos años.

     —Lo sé. ¡Pero ella nunca cambió!

     —Creo que estás sobreactuando.

     — ¡Es molesto! ¡Sheryl también era una Entrenadora talentosa!

     —Lo sé. ¿Puedo continuar?

     —Sí. ¿Qué pasó luego de esa noche?

     —Bueno... Esa noche, mientras mi madre dormía... Rayos, no sé cómo decir esto sin causar emoción en ti...

     — ¡Oh, por Dios! ¡Tiene que ver con Devon! ¿No es así? ¡Claro que es así!

     —Maldita sea... ¿Cómo haces para cambiar tan rápido de emociones?

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