Capítulo XLVII

     —Ese día inició con nerviosismo, expectación... No pude siquiera tocar mi desayuno.

     —Pero, ¿por qué era tan importante? ¿Fue una prueba similar a la anterior?

     —No... Fue algo totalmente distinto, ¿sabes? No sólo fue una actividad distinta, sino que nosotros tuvimos que tomar otro tipo de elecciones. Ya lo verás, te lo explicaré lo mejor que pueda.

     — ¡Genial!

 

     Ese día inició con nerviosismo, expectación... No pude siquiera tocar mi desayuno.

     Estaba sentada en la mesa de la cocina, sólo removiendo la ensalada de frutas que mi madre había preparado. Sentía nudos en mi estómago, tenía nauseas y mi cuerpo temblaba de pies a cabeza. Bulbasaur estaba tan tranquilo como siempre, devorando su desayuno como si no hubiera estado por ocurrir nada importante. Ojalá yo me hubiera podido sentir así.

     —No juegues con la comida, Skyler.

     Mi madre ya estaba terminando de desayunar, sólo esperaba pacientemente a que sus Pokemon terminaran de ingerir sus alimentos para poder ir a hacer su rutina de entrenamientos matutina.

     —No tengo hambre —le dije y aparté el plato para evitar sentirme más asqueada.

     —Pero, no has probado siquiera un bocado —me respondió—. ¿Estás enferma, Skyler?

     —Sólo estoy un poco nerviosa —le respondí—. Pensar en lo que podría pasar hoy me quita el apetito.

     —No tienes de qué preocuparte —sonrió mi madre—. Estoy segura de que serás la mejor en la competencia. No hay nadie que se compare a ti en cuanto a fuerza y habilidades.

     Pude ver perfectamente que Sheryl puso los ojos en blanco al escuchar aquellos halagos.

     —Estarán en las gradas apoyándome, ¿cierto? —pregunté esperanzada.

     Mi madre sonrió de oreja a oreja.

     —Pues claro que sí, Skyler —me dijo—. Iré a apoyarte para que todos tus compañeros de clase sepan que eres la mejor.

     Eso me hizo sentir sólo un poco más de confianza.

     — ¿Qué hay de ti, Sheryl? —Le pregunté a mi hermana—. ¿Irás a ver la competencia?

     Y esa pequeña de tan solo diez años de edad sólo me miró, esbozó una falsa sonrisa y dijo con tono hiriente:

     —Preferiría quedarme en casa y arrancar mis pestañas con un par de pinzas oxidadas.

     Se levantó de la mesa y su Pokemon, que durante el invierno había evolucionado en un Wartortle, la siguió como si fuera su propia sombra.

     — ¡Sheryl! —Exclamó mi madre con severidad—. ¡Vuelve aquí y discúlpate con tu hermana!

     —Ella me detesta —me quejé en voz alta—. Aunque no me sorprenda que quiera evitar ir a la competencia. En el Instituto, ella no me dirige siquiera la mirada.

     —Tu hermana sólo está celosa de que tú eres la mejor Entrenadora de la familia, mi cielo —dijo mi madre—. Algún día tendrá que madurar y darse cuenta de eso.

     —Eso no es verdad. Sus Pokemon evolucionan uno detrás del otro. En cambio, yo ni siquiera puedo hacer que Bulbasaur deje de atragantarse con la comida.

     Y Bulbasaur, como si hubiera querido darle credibilidad a mis palabras, se dejó caer en el suelo cuando su estómago estuvo completamente lleno.

     —Todos los Pokemon evolucionan a su tiempo, Skyler —dijo mi madre y se levantó de la mesa para comenzar a recoger los platos sucios—. Deberías dejar de compararte con tu hermana, ella no tiene todas las buenas cualidades que tienes tú.

     — ¿Y cuáles son esas buenas cualidades?

     —Tu talento, Skyler. Tu talento y tu fortaleza.

     Suspiré, intentando dejar el tema en el aire.

     Me levanté de la mesa y me eché el bolso del colegio al hombro, para luego mirar a mi madre y decir con tono suplicante:

     —Estarás ahí, ¿lo prometes?

     Ella asintió.

     —En primera fila —me dijo y besó mi frente para despedirme.

     Sonreí y me alejé, tras haberle deseado que tuviera un buen día.

     Bulbasaur me siguió, con esos andares torpes que siempre usaba luego de haber comido una gran cantidad de comida... O una cantidad muy pequeña, de cualquier manera parecía que esos andares ayudaban a su digestión.

     Al salir al pórtico, aproveché para abrir el bolso y asegurarme que el arma que Número Tres me había dado estuviese guardada en su sitio. Sabía bien que no era una buena idea llevarla en mi bolso, pero era el único sitio que sabía que mi madre no descubriría. El arma brillaba como si fuese radioactiva, como si fuese uno de esos botones rojos que quieres presionar aunque sabes que no debes hacerlo.

     Levanté entonces la mirada y vi que Sheryl se encontraba allí, sentada en el pórtico, repartiendo algunos caramelos entre ella y sus Pokemon. Le prestaba especial atención a ese Vaporeon que tendía a acurrucarse en el regazo de mi hermana todo el tiempo. De pronto envidié la relación que Sheryl tenía con sus Pokemon. Yo no tenía siquiera una relación más o menos aceptable con ninguno que no fuera Bulbasaur. En esa ocasión no me detuve a hablar con mi hermana. Tan sólo me aseguré de cerrar mi bolso y eché a caminar hacia la parada del autobús.

     La primavera comenzaba a aparecer, aunque muchas de las casas del vecindario aún no retiraban los adornos navideños de sus jardines a pesar de que ya habíamos entrado en el mes de marzo. Nuestra casa era la única que no caía en esas ridiculeces de querer adornar el jardín, pues lo único que hacíamos era colocar un gran y hermoso árbol de Navidad en el salón. Por lo demás, todo el vecindario creía que los Crown éramos demasiado presuntuosos como para celebrar cualquier festividad en familia.

     A decir verdad, era una creencia un poco acertada.

     Subí al autobús y me dirigí de inmediato hacia los últimos asientos. Eché la cabeza hacia atrás y esperé a que Devon apareciera. Él no tardó en subir, cuando el autobús se detuvo frente a la casa de los Paltrow. Saludó a algunos de nuestros compañeros y, al verme al fondo del autobús, me señaló con ambos dedos índices y exclamó:

     — ¡Ahí está! ¡La gran Skyler Crown! ¡Recuerden cómo luce ella en este preciso momento, amigos míos! ¡Les apuesto mi mesada de los próximos siete años a que nuestra querida Skyler pasará tres semanas en la enfermería luego de la competencia de hoy!

     El autobús entero estalló en risas, yo sólo pude sentirme un poco abochornada.

     Esperé a que él hubiera ocupado su asiento a un lado de mí para propinarle un puñetazo en el brazo derecho y decir:

     —Eres un idiota, ¿lo sabías?

     —Ah, me lo has dicho tantas veces que incluso comienzo a creérmelo.

     Y me dedicó un guiño que me arrancó una sonrisa.

     —Me hacía falta un poco de buen humor —le dije—. Al menos, esta vez lo has hecho bien.

     —Estás nerviosa, ¿cierto? —Yo asentí—. No hay razones para estarlo. Hemos entrenado tanto que seguramente podremos barrer el suelo con quien sea que se nos ponga enfrente.

     — ¿Tienes idea de qué será la prueba? —le pregunté.

     Él se encogió de hombros.

     —Sólo sé lo mismo que todos nosotros —me dijo—, que teníamos que invitar a nuestros padres y que la prueba tendrá lugar en el campus Instituto.

     —Eso deja muy pocas posibilidades —me quejé—. Sólo espero que no sea nada demasiado peligroso.

     — ¿Te preocupa que tu madre te vea en acción?

     —Me preocupa que mi madre se dé cuenta de que tengo tanta coordinación como una roca.

     Y ambos reímos nuevamente.

     Devon sabía cómo hacerme sentir mejor, bastaba con que me dedicara su cálida sonrisa para que yo pudiese sentirme invencible.

     — ¡Hey!

     Ambos levantamos la mirada cuando escuchamos la voz de aquella chica que pronto se colocó de rodillas en el asiento que estaba frente a nosotros para poder mirarnos. Ella era la prueba fehaciente de que el brutal entrenamiento de Número Tres podía rendir sus frutos. Imagina que esa chica había entrado al primer curso con veinte kilos de más en su cuerpo, y poco antes de terminar el segundo curso ya había perdido casi quince de aquellos veinte kilos. Lucía encantadora, a decir verdad, aunque siempre me pareció que su rostro regordete y adorable era mucho más lindo que sus facciones que comenzaban a remarcarse.

     Ya sabes, un sonrojo nunca luce más lindo que cuando está en unas mejillas redondas.

     Su nombre era Lilly, Lilly Lawler.

     Harías bien en recordar ese nombre, ya que más adelante volveré a hablarte de ella.

     Lilly era una chica pelirroja, de ese tipo de pelirrojos que tienen el cabello de color zanahoria. Era la única chica, además de mí, que utilizaba gafas. Al menos, dentro del grupo de estudiantes que tomábamos clases con Número Tres. Sus dientes estaban astillados, pero tenía la sonrisa más hermosa que yo jamás había visto. En una chica, al menos. El premio para la mejor sonrisa masculina siempre fue para mi mejor amigo.

     — ¿Qué pasa, Lilly? —le preguntó Devon.

     — ¿Se han enterado ya de lo que se dice acerca de Número Tres? —nos dijo.

     — ¿Qué cosa se dice acerca de ella? —le pregunté.

     Otro chico, que era alumno de Número Cinco, respondía al nombre de Rotneyy era de raza negra, ocupó el lugar que estaba junto a Lilly y respondió a mi pregunta en representación de ella.

     —Se dice que está embarazada.

     Para Devon y para mí no fue ninguna sorpresa.

     —Terry, alumna de Número Uno, ha visto a Número Tres en los vestidores —continuó Lilly—. Ella dice que a Número Tres está comenzando a crecerle la barriga de embarazo, lo ha visto sólo un par de veces.

     —Y Zach, de la clase de Número Ocho, me ha dicho que escuchó a Número Tres diciéndole precisamente eso a Número Seis —continuó Rotney.

     — ¿Por qué una noticia como esa causa tanto revuelo? —me atreví a preguntar.

     —Sí —secundó Devon—. Deberíamos estar felices por ella, Número Tres también debería estarlo.

     Lilly bajó un poco la voz para decir lo siguiente.

     — ¿Es que ninguno de ustedes conoce la historia sobre Theo Williams?

     Devon y yo nos miramos, confundidos.

     — ¿Theo Williams? —repetí—. ¿Quién es ese sujeto?

     — ¿En verdad no lo sabes? —Dijo Lilly—. ¿Es que nunca sentiste curiosidad por saber por qué razón Número Tres usa esa sortija de matrimonio, pero nadie jamás ha visto a su esposo?

     Recuerdo que Devon frunció un poco el entrecejo, comenzando a atacar cabos. Me miró, impactado, cuando ambos lo desciframos. Por supuesto, Lilly había dado en el clavo equivocado. Devon y yo, sin haberlo hablado nunca con Número Tres, lo sabíamos a la perfección.

     Un matrimonio en calidad de misterio, la habitación de un niño en un apartamento donde sólo habitaba una pareja de adultos. Y una fotografía en la oficina de Número Tres, donde aparecía ella con un niño pequeño.

     Derrotada ante nuestra evidente ignorancia, Lilly se giró y prefirió seguir conversando con Rotney solamente. Devon y yo, sin embargo, nos miramos de nuevo. Él dibujó una leve expresión de tristeza. Y yo, al sentir un poco de empatía hacia la situación de Número Tres, sólo pude sentir que el nudo aparecía en mi garganta.


     Llegamos al instituto y el autobús, sin detenerse, nos trasladó hacia la entrada a un pequeño estadio con cupo para diez mil personas. Era la primera vez que lo visitábamos, a decir verdad, pues era el sitio donde las Ligas Mayores tenían sus entrenamientos privados. Pasamos por las puertas traseras, mismas que conducían a los vestidores. Fue ahí, al llegar a un ancho pasillo, cuando nos encontramos con el Alto Mando. Todos ellos iban vestidos con las ropas más elegantes que jamás los habíamos visto usar. Mi atuendo favorito fue el de Número Tres, por supuesto. Era un vestido de color negro, cuya tela suelta le ayudaba a disimular su condición. Su cabello rizado lucía de maravilla, así como el maquillaje de sus párpados hacía resaltar sus ojos.

     Ella era una gran mujer a la que yo le tenía muchísimo aprecio, ¿qué más puedo decir?

     —Bienvenidos —nos saludó Número Uno—. A continuación, pasarán a los vestidores con sus profesores para recibir las últimas instrucciones. En tres horas dará inicio la Segunda Prueba. Cada uno de los ocho grupos tendrá la oportunidad de entrenar durante quince minutos en el campo, aunque esto último no será obligatorio para ninguno de ustedes.

     —Una vez que hayan terminado las sesiones de entrenamiento, cada grupo saldrá al campo y ocupará su lugar en las gradas especiales que hemos construido para ustedes —secundó Número Seis.

     —Los espectadores estarán conformados por el cuerpo estudiantil del Instituto, sus padres o tutores, el resto de directivos que conforman el cuerpo docente y un juez que decidirá quiénes de ustedes pasarán al siguiente curso —dijo Número Tres.

     Los nudos en mi estómago volvieron a aparecer. Devon tuvo que sujetar mi mano con fuerza para infundirme valor.

     —Pasarán ahora a sus respectivos vestidores —anunció Número Cinco—. Cualquier estudiante que esté fuera de ese lugar sin autorización será expulsado.

     El nerviosismo me hizo respirar con dificultad cuando seguimos a Número Tres hacia nuestro propio vestidor. Entramos y Devon tiró de mí para conducirme a uno de los rincones. Me hizo recargar mi espalda en el muro, me tomó por los hombros y dijo, angustiado:

     —Respira, Sky. Es sólo una prueba, estaremos bien. Debes calmarte. Pasarás el curso, has entrenado para enfrentar esto y cualquier otra cosa.

     Asentí y recuperé el aliento, poco a poco.

     Yo estaba hecha un desastre.

     —No veo a Jackie o a Max por ningún lado —le dije, intentando centrar nuestra atención en otra cosa que no fuera mi repentino ataque de nervios.

     —Apuesto a que llegarán pronto —dijo Max y me tomó por ambas mejillas para añadir—: ¿Te encuentras mejor?

     Yo asentí con torpeza.

     — ¡Eh, ustedes! ¡Par de tortolos! —Exclamó Número Tres al darse cuenta de lo que nosotros hacíamos en aquel rincón—. ¡Acérquense al grupo! ¡Ya después tendrán tiempo para los besuqueos!

     Supongo que ya conoces lo crueles que pueden ser los compañeros de clases. Al escuchar las quejas de Número Tres, todos ellos corearon la canción Devon y Skyler sentados en un árbol. Yo me sentí totalmente avergonzada, con deseos de ocultarme dentro de uno de los casilleros del vestidor. Devon, por otra parte, dijo en voz alta:

     — ¡Ojalá fuera así! ¡Ella sigue rechazándome!

     Hubo risas, Número Tres no se unió a la tertulia.

     Yo hice callar a Devon mediante un puñetazo.

     — ¡Silencio! —llamó Número Tres con severidad, haciendo que su voz rebotara contra las paredes del vestidor.

     Ella estaba por hablar, pero tuvo que interrumpirse cuando la puerta del sitio se abrió para dejar entrar a Jackie y Max. Ambos iban corriendo a toda velocidad. Número Tres los miró con severidad y se cruzó de brazos. Cuando Jackie y Max ocuparon sus asientos, junto a Devon y junto a mí, nos saludaron con cálidas sonrisas. Yo me sentí más contenta que nunca, pues fue aquella la primera vez que veía aparecer a Jackie sin nuevas marcas o heridas en su cuerpo.

     — ¿Dónde estabas? —le pregunté a Jackie en susurros cuando Número Tres nos dio la espalda para encender el proyector que usaría para darnos su explicación acerca de la prueba.

     —Tuvimos que correr desde el estacionamiento hasta aquí —explicó Jackie también en susurros—. ¿De qué nos hemos perdido?

     —Número Tres ha descubierto que Skyler y yo estamos esperando a un hijo —dijo Devon—. Fue terrible, por poco nos asesina.

     —Devon, el chiste de nuestra supuesta relación comienza a hacerse viejo —le espeté.

     Él tiró de la piel de mis mejillas, causando que los cuatro comenzáramos a reír.

     A decir verdad, era un poco extraño ver que Max estaba interactuando con nosotros. Nuestra amistad con Jackie era mucho más común que ver sonreír a Max.

     — ¡Silencio! —exclamó Número Tres exasperada, su voz nos hizo callar inmediatamente.

     Esperó un minuto entero, mirándonos con severidad, antes de comenzar con su letanía.

     —Dentro de tres horas podremos ir al campo, donde tendrá lugar la Segunda Prueba. Lo que tienen que saber con respecto a este evento es que se trata de una competencia. Sus nombres y expedientes escolares se encuentran en este momento en una base de datos especial que hemos programado exclusivamente para este encuentro. Cuando haya iniciado el evento, todos los miembros del Alto Mando utilizaremos esa base de datos para seleccionar parejas que tendrán que enfrentarse en una batalla frente a todos nuestros espectadores. La base de datos no arrojará resultados al azar, así que será mejor que comiencen a intentar averiguar cómo vencer a sus posibles contrincantes. Ellos serán estudiantes de este mismo curso que tienen fuerzas similares a las de ustedes.

     —Eso es para hacer un encuentro equitativo, ¿no es así? —preguntó uno de nuestros compañeros, menudo y de baja estatura.

     —Así es —respondió Número Tres—. Las batallas que sostendrán en ese campo tendrán que durar, como máximo, veinte minutos. Podrán utilizar solamente a cinco Pokemon, los cuyos nombres tendrán que decirme en el tiempo que estaremos aquí para poder hacer los últimos cambios en la base de datos. Además de eso, tendrán que saber utilizar todos los objetos que encontrarán en el campo. Todo está permitido, incluidos los golpes bajos. La pelea terminará cuando el tiempo límite haya llegado a su fin, o cuando uno de los contrincantes haya sido derrotado. Podrán vencer al otro contendiente de dos maneras: abatiendo a todos sus Pokemon, o sometiéndolo para que él, o ella, permanezca en el suelo durante noventa segundos sin levantarse. Al finalizar los encuentros, podrán llevar a sus Pokemon a la enfermería donde también encontrarán atención para las heridas que ustedes puedan cosechar. —Presionó un botón en un control remoto para que el proyector nos mostrara las imágenes de todo lo que nos esperaba en el campo de batalla. Era un sitio que había sido ambientado para sacarle el mayor provecho a todos los tipos de Pokemon existentes. Inmediatamente llamó mi atención aquella zona que parecía haber sido diseñada para los Pokemon de Tipo Planta—. Al finalizar todos los encuentros, el juez que ha venido a evaluarlos pronunciará los nombres de todos y cada uno de ustedes. Al escuchar su nombre, cada uno tendrá que levantarse y pasar al centro del campo para esperar el veredicto. El juez accionará una de dos señales que tendrá a su disposición. Escucharán una campanilla aguda si es que ustedes han sido aprobados por el juez. Pero si lo que escuchan es el sonido de una campanilla grave, significará que no han podido aprobar la prueba.

     — ¿Tomaremos el entrenamiento de quince minutos, entonces? —Preguntó Devon tras haber recibido la señal de que podía externar sus dudas—. Si vamos a pelear contra nuestros compañeros, deberíamos prepararnos.

     Ella negó con la cabeza.

     —Confío en las habilidades que todos ustedes han cosechado durante este curso —nos dijo—. No les daremos a los demás la oportunidad de aprovecharse de las habilidades que ustedes tienen. Los tomaremos por sorpresa y venceremos, ¿de acuerdo?

     — ¡Sí, Número Tres! —respondimos.

     —Por último, debo entregarles ropas especiales para salir al campo —dijo ella—. Tendrán que vestirse con esos atuendos, que les servirán para moverse con mayor agilidad y han sido diseñados para proteger sus cuerpos de todos los peligros naturales que encontrarán afuera. Los llamaré, a cada uno, para entregarles la muda de ropa.

     — ¡Sí, Número Tres!

     Y la escuchamos llamarnos por orden alfabético.

     Devon, al darse cuenta de que mi respiración se había agitado de nuevo, me tomó con fuerza de la mano.

     Tengo que admitirlo, en ese momento tuve muchísimo miedo de fracasar.


     —Vaya... Y pensar que en mi colegio está prohibido todo lo relacionado con los Pokemon... Tu colegio era algo similar al paraíso...

     —Oh, vamos. No es para tanto.

     —Quiero que me lo cuentes todo sobre esa prueba.

     —Bien... Esperé durante casi dos horas hasta que al fin mencionaron mí...

     —No, no quiero escuchar solamente lo que hiciste tú.

     — ¿Qué quieres saber, entonces?

     —Quiero saber cómo fue la pelea de Jackie, de Max, de Devon, de Lilly...

     — ¿Qué tiene que ver Lilly?

     — ¡Quiero saberlo todo!

     —Bien, bien... Te lo contaré...

     — ¡¡Genial!!

     —Al pasar las tres horas, finalmente pudimos salir de los vestidores para dirigirnos a las gradas... Tengo que admitir que jamás, nunca en mi vida, me sentí tan temerosa que incluso creí que mojaría mis pantalones...

     — ¡¡Skyler, eso es asqueroso!!

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