Capítulo XLII

     —Mi madre no aceptó que yo quisiera dormir en casa de Jackie...

     — ¿Por qué no?

     —Creí que ya lo había dicho antes. Mi madre consideraba que entrenar era lo único importante, lo único que valía la pena. Pero... Bastó con que le dijera quién era el padre de Jackie para que ella cambiara de parecer. Muy drásticamente, a decir verdad.

 

     Mi madre no aceptó que yo quisiera dormir en casa de Jackie. Ella era la única que estaba en contra de ese plan, pues Jackie lo aceptó y se mostró muy entusiasmada cuando la llamé para proponerle que hiciéramos una fiesta de pijamas.

     Devon no estaba invitado, por supuesto. Y eso era algo que me ponía demasiado nerviosa. Estar junto a él me daba valor, me daba confianza. Saber que él estaría lejos me hacía pensar que en algún momento tendría un ataque de timidez.

     Tuve que perseguir a mi madre a través de todo el gimnasio de Crown Corners, diciendo con tono suplicante:

     —Por favor, mamá. Quiero que todos dejen de pensar que soy demasiado engreída como para salir con ellos.

     —He dicho que no, Skyler —decía ella—. Ya tendrás tiempo para ver a tus compañeros cuando hayan reiniciado las clases.

     —Es sólo una fiesta de pijamas —insistí—. Estaré aquí mañana por la mañana, lo prometo.

     —Estarías perdiendo valioso tiempo que deberías usar para entrenar. ¿Crees que tus habilidades mejorarán si vas y te trasnochas con un grupo de niñas que solamente hablarán de muchachos?

     —Por favor —supliqué—. Jamás me has permitido ir a ningún lado con nadie más que no seas tú.

     —No discutas más, Skyler. Ve a entrenar, es eso lo que debes hacer.

     —Estaré en casa de Jackie Roosevelt —dije como último recurso—. Es mi mejor amiga y ella me ha invitado personalmente —mentí.

     Mi madre se detuvo en seco y me miró con el entrecejo fruncido.

     — ¿Roosevelt? —Dijo, yo asentí—. ¿En realidad eres amiga de una Roosevelt?

     —Sí.

     —Skyler, ¿tienes idea de quiénes son esas personas?

     Jackie es hija del asesino que le quitó la vida a mi padre, pensé.

     —Lo sé —le respondí—. Jackie y Max son los hijos del líder de la Elite, pero...

     — ¡Skyler! —exclamó—. ¿Por qué no lo dijiste antes? ¿Tienes idea de las oportunidades que esa amistad podría traer para ti?

     —Mamá, no intento sacarle ese tipo de provecho a la amistad de Jackie.

     — ¡Pues deberías hacerlo! —Exclamó y me tomó por ambas manos para enfatizar sus siguientes palabras—. ¡Sólo imagínalo, Skyler! Podrías entrar a la Elite antes de lo previsto.

     —Quizá yo no quiero ser parte de la Elite.

     —Oh, no tienes idea de lo que estás diciendo.

     —Sé lo que digo. Mi profesora, Número Tres, ha dicho que...

     Ahogué mis palabras al recordar lo que mi profesora había dicho en su apartamento, eso acerca de que podía meterme en problemas gracias a escuchar y ver cosas y asuntos que no debían ser vistos o escuchados.

     Mi madre no se fijó en mi silencio, por suerte.

     —Está bien —me dijo—. Puedes ir, pero debes prometer que mañana entrenarás el doble. ¿Tenemos un trato?

     Asentí, sin saber si realmente había ganado esa discusión.

     —En verdad que no soporto a tu madre.

     —Sólo necesita un poco de comprensión.

     — ¿Cómo puedes defenderla? Ella quería usar a Jackie solamente.

     —Sí, pero no me enfurece en absoluto ya que yo no utilicé a Jackie de la manera que ella quería.

 

     Esa noche me presenté en el apartamento de Número Tres, tal y como ella me había pedido previamente, para que pudiese recibir las últimas instrucciones. Me proporcionó un teléfono celular en cuya agenda telefónica estaban los números de Número Tres, Devon y el señor Williams. Número Tres dijo que Devon estaría esperándome en un auto enviado por ella, que se encontraría aparcado a cinco calles de distancia de la mansión Roosevelt en caso de que necesitara escapar. Número Tres estaría en constante contacto conmigo mediante mensajes de texto, así como podía recurrir a la ayuda del señor Williams en caso de que Devon o mi profesora no pudieran leer mis mensajes a tiempo.

     No hace falta decir que en esos momentos yo era un manojo de nervios.

     Jackie me recibió tremendamente emocionada. Me envolvió en un fuerte abrazo y luego rodeó mis hombros con un brazo para conducirme al interior de la mansión.

     —Estaba emocionada —confesó—. Es la primera fiesta de pijamas que tengo, ¿sabes?

     —Será divertido —le aseguré intentando parecer convencida de lo que decía—. ¿Tu padre estará en casa?

     — ¿A quién le importa eso? —reclamó—. Tú y yo vamos a divertirnos, sin importar si él está aquí o en su oficina. Además, pasará la noche entrenando en el gimnasio.

     La primera hora que pasé en la mansión Roosevelt fue de lo más divertida. Resultó ser que Max y la madre de ambos, la señora Roosevelt, habían ido a un entrenamiento nocturno a uno de los gimnasios temáticos que tenía la Elite esparcidos por todo el país. Así que seríamos solamente Jackie y yo.

     Y su padre.

     Esperanza, la sirvienta, nos sirvió tantas botanas que creí que explotaría. Bulbasaur comió la mayor parte, por supuesto. Vimos películas, jugamos karaoke... Recuerdo que Jackie comentó que se me daba demasiado bien el canto. Yo no me lo creí, por supuesto. Igual que todo adolescente, tendía a subestimarme sin razón aparente.

     No es necesario que cuente todo lo que hicimos esa noche, ya que lo importante de esta anécdota es lo que ocurrió después.

     Ambas estábamos poco acostumbradas a trasnochar. Parte del entrenamiento al que ambas estábamos sometidas consistía en dormir, al menos, nueve horas consecutivas diariamente para reponer todas las energías gastadas durante los entrenamientos que realizábamos a lo largo del día. Fue por esa razón que al dar la una de la mañana, Jackie ya se encontraba profundamente dormida entre las mantas que dispusimos en el suelo. Meowth estaba acurrucado a un lado de ella, Bulbasaur los acompañaba también. La única que permanecía alerta era yo, aunque me costaba demasiado no cerrar los ojos.

     Al escuchar la respiración acompasada de Jackie, envié un mensaje de texto a mis tres cómplices diciendo:

SE HA QUEDADO DORMIDA

 

     Devon respondió algo acerca de colocar la mano de Jackie en un vaso de agua para hacer que se orinara encima, cosa que rechacé inmediatamente pues apreciaba demasiado mi vida como para pensar en hacerla ser el hazmerreír de la mansión. El señor Williams no respondió nada, sólo lo hizo Número Tres. El mensaje de ella ponía:

AHORA SÓLO DEBEMOS ESPERAR.

     Una hora pasó.

     Una hora en la que tuve que luchar contra mis párpados para mantenerme alerta. El tiempo parecía ser eterno y todo lo que podía hacer era mirar a Jackie con toda la angustia que mi mirada podía transmitir. Ella estaba durmiendo plácidamente, pero de vez en vez brotaban lágrimas de sus ojos. Supe al instante que sufría de constantes pesadillas que involucraban a un degenerado pervertido.

     Me sobresaltó la alerta de un mensaje de texto.

     Al verlo, mi energía se recargó.

     Era de parte de Devon.

ESTAMOS LISTOS PARA COMENZAR

VE A LA PUERTA PRINCIPAL Y TECLEA LOS NÚMEROS 405-001-780 PARA DEJARNOS ENTRAR

     Tragándome el miedo, eso hice. Desperté a Bulbasaur, lo cual me tomó casi quince minutos pues él tenía el sueño muy pesado, y ambos salimos de la habitación de Jackie. El pasillo lucía tan oscuro, tan inmenso, que me hacía sentir pequeña e indefensa. Como una intrusa, a decir verdad. Hice todo lo posible por no llamar la atención, por comportarme de la misma forma que habría hecho un ninja, siendo tan silenciosa como podía. Llegué sin problemas a la puerta principal y encendí el tablero táctil que servía para activar o desactivar el sistema de seguridad. Tecleé los números y esperé, hasta que recibí el siguiente mensaje de texto.

     Era de parte de Devon.

ESTAMOS DENTRO

AGUARDA

     Hubiera preferido hacer todo aquello desde la habitación de Jackie, o desde un armario donde pudiese sentirme segura. Estando en el recibidor sólo podía sentir que había mil ojos observándome.

     Y esa posibilidad, conociendo a la familia Roosevelt, era más que realista.

     En mi desesperación, comencé a buscar cámaras de seguridad que pudiesen estar vigilándome en ese preciso momento.

     Fue gracias a eso que descubrí que Bulbasaur había escapado.

     —Mierda... —dije en voz baja.

     Me dirigí al salón para buscar a mi Pokemon, dándome cuenta de que él iba bajando por las escaleras que conducían hacia el gimnasio de los Roosevelt, en el sótano. Me armé de valor para seguirlo, pero en ese momento sentí esa mano grande y áspera posándose sobre mi nuca.

     — ¡Ahh!

     — ¿Qué ocurre contigo?

     —Nada, sólo sigue.

     Me giré velozmente y pude ver que quien me había sujetado era el padre de Jackie.

     Su cuerpo imponente y fornido estaba oculto parcialmente gracias a la oscuridad nocturna, pero de alguna manera podía ver perfectamente el brillo de sus ojos.

     Un brillo siniestro, asesino.

     Muy intimidante.

     — ¿Qué haces aquí? —Me preguntó—. ¿Cómo has entrado?

     Perdí mi voz, el miedo me impedía responderle.

     Retrocedí un poco y él extendió una de sus manos para intentar sujetarme de nuevo.

     Aterrada, yo solté un grito agudo y eso le dio la señal a Bulbasaur para atacar y golpear al hombre con sus lianas. Echamos a correr juntos hacia la puerta principal, pero estaba cerrada a cal y canto. La golpeé en más de una ocasión y, en mi desesperación, quise romper los cristales de un puñetazo. Lo único que pude hacer fue colectar algunas heridas en mis manos, pues no estaba acostumbrada a utilizar tanta fuerza. Echamos a correr de nuevo cuando escuchamos a ese hombre llamar a un Malamar. Subimos las escaleras, saltando para esquivar los ataques de ese Pokemon enemigo, él intentaba atraparme mediante todos los medios posibles.

     El padre de Jackie nos pisaba los talones, jamás me había sentido tan... Aterrada.

     Llegamos sin problemas al segundo piso y, al darme cuenta de que ese sujeto no me daría tregua, me oculté dentro de un inmenso cuarto de baño. Aseguré la puerta, mantuve las luces apagadas y retrocedí, intentando hacer una llamada a pesar de mis manos temblorosas. Devon fue quien llegó primero al desesperado llamado de mi mente, así que seleccioné su número y pulsé la tecla para llamar.

     Él respondió de inmediato.

     — ¿Sky? —Dijo acalorado, por un momento me dio la impresión de que él también podía sentir mi temor—. ¿Qué ocurre? ¿Está todo bien?

     —Me ha descubierto —le expliqué apresuradamente—. Está persiguiéndome, creo que quiere hacerme daño.

     Yo sollozaba sin control, añorando la seguridad que me daba el simple hecho de estar en casa.

     No pude escuchar la respuesta de Devon, pues la puerta salió de sus goznes cuando el hombre le propinó un par de patadas. Intenté defenderme lanzándole una barra de jabón y eché a correr cuando Bulbasaur atacó con una ráfaga de hojas afiladas. Él entonces me sujetó por el cuello e intentó someterme. Aferré el teléfono con fuerza, sólo escuchando a Devon exclamar mi nombre con desesperación.

     Bulbasaur logró hacer que el hombre retrocediera cuando lo sujetó con sus lianas y lo lanzó contra un muro. Agitada, intenté bajar el bloque de escaleras para ir a la puerta principal de nuevo, pero tropecé y fui a dar al suelo. Sentí entonces esas delicadas manos que se posaban sobre mi espalda, así como la voz de mi mejor amiga que se hizo escuchar.

     —Sky... ¡Sky, levántate!

     Lo hice, sintiendo que todo a mí alrededor daba vueltas.

     Jackie estaba ahí, mirándome completamente aterrada.

     Lo siguiente que ocurrió fue demasiado confuso, tanto que incluso me cuesta recordarlo con exactitud. Jackie no pudo decir nada más, pues sentí esas manos que me tomaban por los cabellos y me arrastraban de esa manera para alejarme de mi mejor amiga. Jackie exclamaba con la voz entrecortada por el llanto:

     — ¡Padre, detente! ¡Estás lastimándola!

     Él me lanzó al suelo y pateó mis costillas. Escuché que Bulbasaur chillaba, quizá al haber sido sometido por Malamar. Una segunda patada se hizo presente, yo me doblé de dolor y sollocé con más fuerza. Jackie lloraba como si la hubiera golpeado a ella, como si ella hubiera podido sentir mi dolor. El hombre me tomó entonces por los cabellos nuevamente y su Malamar se encargó de paralizarme, sujetándome por las piernas para evitar que me moviera siquiera un poco. Sentí que ese sujeto estrellaba dos veces mi cabeza contra el suelo. El impacto fue doloroso y logró aturdirme, pronto la voz de Jackie comenzó a escucharse lejana, como si yo ya no estuviera allí.

     — ¡Padre, ya basta!

     Sentí el tercer golpe.

     La sangre brotó de mi cabeza.

     Y lo último que escuché antes de desmayarme fue el rugido de Arcanine, acompañado por el sonido de la puerta principal siendo destruida y la voz de Devon que llamaba a gritos mi nombre.

     —No puede ser... ¡¡Ese maldito!!

     —Me apiadaría del ladrón que quisiera entrar a robar en la mansión Roosevelt. Apuesto a que no viviría para contarlo.

     — ¡¡Lo detesto!!

     —También yo.

     — ¿Pudiste recuperarte?

     —Sí... Pero Jackie no. El plan falló... Y todo fue por culpa mía.

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