Capítulo XLI

 —El cuerpo de Número Seis fue retirado en ese preciso momento y los miembros restantes del Alto Mando decidieron continuar con las labores tal y como estaba programado...

—Cuánta insensibilidad.

—Lo sé.

—Pero, ¿qué fue lo que pasó con Número Seis?

—A eso voy.

El cuerpo de Número Seis fue retirado en ese preciso momento y los miembros restantes del Alto Mando decidieron continuar con las labores tal y como estaba programado. Nos enviaron a nuestras aulas y nos ordenaron que no saliéramos a los pasillos mientras no se avisara que todo podía volver a la normalidad.

Cuando Devon y yo subíamos las escaleras, nos detuvimos al sentir que alguien tiraba de nuestras manos para llamar nuestra atención. Nos giramos y vimos que Jackie y Max se encontraban detrás de nosotros. Ambos estaban devastados, aterrados. Eso me dio un poco de tranquilidad, a decir verdad. Parecía ser que los hermanos Roosevelt aún conservaban un poco de humanidad.

Y, aún así, no pude evitar preguntarle a Jackie:

— ¿Qué fue lo que pasó?

Como respuesta, los hermanos Roosevelt nos llevaron al sitio que parecía haberse convertido en nuestro cuartel general dentro de las instalaciones del instituto.

Los servicios.

Max se sintió un tanto incómodo al estar entre todos los cubículos que debían ser utilizados únicamente por las chicas. A Devon no le importó ese detalle en lo más mínimo y se limitó a sentarse sobre el borde de los lavamanos. Jackie cerró la puerta a cal y canto y apagó las luces, para asegurarse de que nadie nos descubriría. Acto seguido, pasó una mano por su rostro y nos miró a Devon y a mí con un dejo de culpa que me hizo sentir un gran escalofrío.

—Hay graves problemas —fue lo que nos dijo—. Mi padre estaba furioso con Número Seis. Pasó varios días intentando encontrar una solución un poco menos drástica, pero...

—Déjate de rodeos —le urgí—. Dilo ya. ¿Qué está pasando?

Ella tomó una gran bocanada de aire.

Número Seis y Número Tres, en secreto, han estado intentando encontrar una manera de que el bebé de Número Tres pueda nacer sin levantar ninguna clase de revuelo en la Elite —nos explicó—. Lo que a Número Seis se le ocurrió fue conseguirle un boleto de avión a Número Tres para trasladarla fuera del país. Un doctor sueco la recibiría durante su último mes de embarazo. Y cuando eso hubiese ocurrido, Número Seis se encargaría de crear una pista falsa. Diría que Número Tres había tenido un accidente automovilístico que la mantendría en cama el tiempo suficiente para que pudiese recuperarse durante su incapacidad por maternidad. Pero mi padre lo descubrió todo y decidió tomar el asunto en sus propias manos.

—Al principio, mi padre sólo pensó en presentarse en el hospital y tomar al bebé de Número Tres —continuó Max—. Nos lo dijo. Y quería que nosotros le ayudáramos a llevar a cabo su plan.

—Yo me negué —lo remplazó Jackie y descubrió su antebrazo izquierdo para mostrarnos una serie de cicatrices que revelaban las quemaduras hechas con un cigarrillo—. Y esto fue lo que obtuve por haberlo hecho. Eso, y ganar un poco de tiempo.

—Mi padre creyó que Jackie lo delataría y decidió cambiar su plan —dijo Max—. A Jackie no puede hacerle ningún daño. Nada irreparable, al menos. —Y recuerdo que cuando él dijo la palabra irreparable, pensé de nuevo en aquella escena donde ese cerdo depravado jadeaba sin control en el oído de Jackie mientras la sangre corría por entre las piernas de mi mejor amiga—. Nos dijo una noche, durante la cena, que no podía culpar a Número Tres pues ella no estaba intentando ocultarle su embarazo. De haber sido así, ella habría huido del país desde un principio.

—Fue Número Seis quien cometió el error más grande —dijo Jackie acalorada—. Mi padre decidió tomar represalias contra la familia de Número Seis y se encargó de que nada de eso apareciera en la prensa roja. Los asesinó a todos, excepto a ella... Mi padre... Mi padre los ejecutó en nuestra propia casa y la obligó a presenciarlo todo.

Instintivamente, yo retrocedí y cubrí mi boca con ambas manos.

Devon soltó un juramento en voz baja.

—Llegaron dos miembros de la Elite, algunos de los guardaespaldas de mi padre —continuó Max al ver que Jackie no podía seguir hablando—. Tomaron a Número Seis por la fuerza y la sacaron de nuestra casa. Esa fue la última vez que la vimos con vida.

—Nosotros... Nosotros tuvimos que... Que llevarnos los cadáveres... —dijo Jackie al borde del desesperado llanto—. Número Seis tenía un hijo pequeño, ¿saben? Un niño precioso de dos años. Y él fue el primero en morir.

—Ese maldito...

Devon bajó del lavamanos y, con la respiración agitada, comenzó a pasearse por los servicios. Él parecía estar al borde de un ataque de ira. Y lo cierto es que nadie podía culparlo, pues todos compartíamos las mismas emociones.

—Es el único ser humano que conozco que puede hacer toda una película de terror con el acontecimiento más hermoso para cualquier persona... —siguió quejándose Devon indignado—. ¡El bebé de Número Tres no sufrirá el mismo destino! ¡Nosotros cuatro tenemos que hacer algo para ayudarla!

Número Tres y el señor Williams pueden ser los siguientes en la lista —intervine—. Devon tiene razón. No podemos permitirlo. Ellos han hecho mucho por nosotros y es hora de devolverles el favor.

—No hay nada que nosotros podamos hacer —dijo Jackie—. Sky, mi padre sabe que nosotros también estamos involucrados. Todo el que sepa algo sobre ese embarazo está en riesgo.

— ¿Por qué? —urgí—. ¿Por qué tu padre quiere evitar que Número Tres se convierta en madre?

Y Jackie, mirándome con impotencia, respondió en voz baja:

—Porque es el castigo de Número Tres.

Recuerdo bien que la incertidumbre se apoderó de mí durante cada segundo después de que decidimos salir de los servicios para escabullirnos hacia nuestro salón de clases. Mil dudas se arremolinaron en mi mente, haciéndome sentir incluso estúpida. Y muy enfurecida. No pude mirar a Número Tres a los ojos cuando ella, intentando ocultar su tristeza detrás de su fachada de mujer ruda, entró al aula y cerró la puerta detrás de ella. Se sentó en la orilla de su escritorio y, mirándonos con una intensidad que a todos nos hizo sentir incómodos, dijo en voz baja:

—Muchachos, quiero que todos ustedes se pongan de pie y que guardemos juntos un minuto de silencio en honor a Número Seis.

Eso hicimos. Un par de mis compañeras de clase rompieron en un silencioso llanto. Un chico temblaba de pies a cabeza a causa de la ansiedad. Todos nosotros estábamos destrozados.

Al pasar un eterno minuto, todos volvimos a sentarnos. El silencio que reinaba en el aula era aplastante y completamente distinto al silencio habitual. Todo era distinto. Todo era oscuro y deprimente.

Demasiado real.

—Tienen que saber que lo que hoy ocurrió con Número Seis es parte del ciclo de la vida —comenzó a explicarnos nuestra sádica, y entristecida, profesora—. La muerte es algo natural, algo que no podemos combatir. Algo que debemos aceptar y respetar.

— ¿Qué fue lo que pasó con ella? —preguntó uno de nuestros compañeros.

—Se ha quitado la vida —respondió Número Tres con calma.

Jackie, Max, Devon y yo supimos de inmediato que ella estaba intentando decir todo lo contrario.

—A Número Seis le habría gustado que todos siguiéramos con nuestras vidas, pero sería una falta de respeto a su memoria si decidiéramos ignorar lo que ha ocurrido el día de hoy —continuó hablando Número Tres—. Así que, por mi parte, no los obligaré a estar aquí hoy. Pueden irse.

Y ella simplemente salió del aula. Ni bien atravesó el umbral, todos nos dimos cuenta de que las lágrimas finalmente habían brotado de sus ojos.

Supe al instante que la culpa era demasiado grande.

Ninguno de nosotros salió del aula. Quizá por empatía hacia la pérdida, o quizá por temor a que el resto de los miembros del Alto Mando quisiese obligarnos a permanecer en nuestra aula durante el día entero. En realidad, Jackie fue la única que quiso levantarse de su asiento. Se acercó a Devon y a mí a toda prisa. Se inclinó frente a nosotros y dijo con voz susurrante:

—Lo mejor para nosotros cuatro será mantenernos totalmente lejos de este asunto.

De inmediato, yo me negué.

—Si pudiera hacerlo, iría a ver a tu padre para volar su cabeza en mil pedazos —le espeté.

Sky...

—No intentes justificarlo —le reclamé—. Él es el único culpable en este asunto. Tu padre es un asesino.

Me levanté de mi asiento y salí del aula, sin fijarme en el hecho de que Jackie me miraba con impaciencia y un poco de ira. Jamás logré entender la razón por la que ella se empeñaba tanto en defender a ese hombre, aún a pesar de todo el daño que él le hacía. Y de pronto dejé de pensar en Jackie, pues las últimas palabras que pronuncié frente a ella me hicieron recordar aquel fantasma de mi pasado que me atormentó durante el resto de mi vida.

Mi padre.

Fui a ocultarme a los servicios pues sentí que debía refrescarme antes de que la jaqueca apareciera. Pero al mirarme en el espejo, sólo pude ver fantasmas. Me vi a mí misma, a la Skyler de mi infancia, que acudió aquella noche al gimnasio de mi familia sólo para presenciar aquella cosa tan confusa que le arrebató la vida a mi padre. La imagen se distorsionó entonces y sólo pude escuchar la voz de mi madre.

—... Era tu trabajo asegurarte de cuidar las espaldas de mi esposo. ¿Ya lo has olvidado? Tenías que protegerlo, tenías que decir que él se había ido del país. Y lo único que hiciste fue traicionarnos. Cantaste igual que un canario, revelaste que todo lo que nosotros habíamos dicho era una mentira. ¿Y por qué lo hiciste? ¿¡Acaso te parece que la vida de mi esposo valía menos que lo que ellos usaron para comprar tu información!? El único consuelo que me queda es que se hizo justicia. Es una fortuna que Theo no haya vivido lo suficiente para darse cuenta de que su madre es una traicionera cobarde.

Todo era cada vez más confuso...

Si alguien hubiese podido ver lo que mi mente maquinaba en ese momento, quizá habría pensado que yo estaba enloqueciendo. Y puede que haya sido verdad... La incertidumbre, la ignorancia... El miedo. Todo eso me hacía sentir que estaba perdiendo la cabeza. La única forma en la que pude desahogarme fue cayendo de rodillas en el suelo de los servicios y comenzar a llorar. No lo hice por Número Seis. Lo hice por mí. Lo hice por querer que todo encontrase una solución. Por mi gran deseo de obtener respuestas. Por el anhelo de volver a sentirme segura. Las palabras de Jackie comenzaron a taladrar con fuerza en mi mente. Todos corríamos peligro. ¿Y por qué? ¿Por saber que nuestra profesora había quedado embarazada? ¿Por qué eso causaba tanta polémica? ¿Y por qué no podía darle un poco de orden a mis pensamientos? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Sky...

De pronto estuve entre los brazos de Devon y fue ese el único lugar en el que me sentí como si nada hubiese podido hacerme daño. Oculté mi rostro en su pecho y él me dedicó un delicado beso en mi cabeza. Me aferraba a él con fuerza y él me aferraba con fuerza a mí. Y aunque su presencia me infundía valor, en ese momento no pude dejar de llorar.

— ¿Por qué, Devon...? —dije con voz quebradiza—. ¿Por qué...?

Él se tomó su tiempo para responder.

—No dejaré que ese sujeto te haga daño, Sky.

—Lo dices como si fuera tan sencillo —le espeté y lo miré enfurecida—. ¡Ese hombre asesinó a mi padre! Ahora ha asesinado a Número Seis. ¡Y sólo él sabe a cuántos más habrá matado!

—Pues con nosotros será distinto —dijo él con firmeza.

—Para él será sencillo deshacerse de nosotros.

—No es el momento de que seas pesimista.

—Estoy siendo realista.

—No. Estás pensando en el momento equivocado. Estás aterrada, alterada y confundida.

— ¿Y qué se supone que tengo que hacer?

—Tomar un respiro. Sky, eres la única que puede ayudarnos a encontrar una solución.

— ¿Cómo?

—Llenando todos los espacios vacíos.

— ¿De qué mierda estás hablando?

—Eres la única que tiene la cercanía suficiente con Número Tres como para conseguir que ella te dé la información que todos necesitamos. ¡Usa eso a tu favor! Si no lo haces, puede ser que en realidad no tengamos salvación.

—Devon... Estoy muy asustada —confesé con cierta desesperación—. No quiero tener que pasar por todo esto. ¡Quiero tener una vida normal!

— ¿De qué hablas?

— ¡Hablo de que no quiero ser Skyler Crown! —Y estallé. Incluso a sabiendas de que la situación no se trataba de mí en absoluto—. ¡Quiero ser una chica normal de catorce años que hace lo que las chicas normales de catorce años suelen hacer! ¡Detesto este maldito colegio! ¡Detesto todo lo que tiene que ver con este maldito mundo que sólo me ha traído problemas! ¡Detesto sentir tanto miedo! ¡Detesto a la Skyler en la que me estoy convirtiendo! ¡Detesto la forma en la que me criaron! ¡Detesto que mi padre no esté conmigo! ¡Detesto saber que todo lo que hago sólo repercute de forma negativa en mi futuro! No tienes idea de cuánto daría con tal de poder... De poder...

El dolor punzante en mi mejilla me hizo callar. Llevé una mano hacia el punto donde sentía ese dolor y miré a Devon. Sólo entonces me di cuenta de que había perdido totalmente el control sobre mí misma.

—Lo lamento —me dijo él angustiado—, pero tenía que hacerlo. Sky, no tienes idea de cuánto lo siento. No quería golpearte, pero...

—No... No te disculpes... —Le respondí, la calma me invadió de pronto—. Te lo agradezco.

Aliviado, Devon decidió dejar ese tema en el aire.

Y, sinceramente, a mí no me importó que él lo hubiese hecho. Después de todo, estaba plenamente consciente de que él había intentado hacerme reaccionar solamente.

Sky, por favor, nunca vuelvas a decir esas cosas —me dijo él con especial firmeza—. Sé que tu vida no es fácil. Pero no todo es malo, ¿sabes? Estamos juntos. Y eso no hubiese pasado si tú no fueras tú, ¿entiendes?

Asentí.

—Quiero que entiendas que somos un equipo —insistió él tomándome por las manos—. Tú y yo. Nada puede pasarnos mientras estemos juntos, ¿de acuerdo?

—Sí... Tienes razón...

—Hace un rato estabas muy decidida a ayudar a Número Tres, ¿recuerdas?

—Aún lo estoy.

—En ese caso, tienes que hacerlo ya. Antes de que pase más tiempo.

—No sé qué puedo hacer, Devon.

—Jackie dijo que todo esto es parte de un castigo para Número Tres. Y tú me contaste que tu madre culpó a Número Tres por la muerte de tu padre. Creo que ese es un buen punto de partida.

—Sí... Pero... ¿Antes podrías abrazarme de nuevo?

—Siempre.

Y lo hizo, dándome de nuevo esa calidez que me hizo sentir invencible. La luz del optimismo me iluminó de nuevo, devolviéndome la actitud decidida e intensa que había tenido antes con Jackie. Devon era lo único que me hacía sentir que todo podría ser mejor. Y quizá por la intensidad del momento que ambos habíamos vivido, y demostrándome a mí misma una vez más que no estábamos dentro de una historia de amor, musité:

—Sí quiero ser tu novia.

Él se separó de mí entonces y rió con calidez, para luego decir sin borrar su sonrisa:

—No, Sky. No quiero que sea así. Pero te daré un par de puntos por haberlo intentado.

Me dedicó un guiño y yo sólo pude sonreír.

— ¡¡Pero qué lindo es Devon!! En serio, te juro que me enamoraría de él si lo conociera.

—Basta.

— ¿Qué? ¿Te has puesto celosa?

—Sólo éramos amigos... Espera. ¿Por qué no te ha emocionado que le di el sí?

—Pues porque Devon tenía razón. No era el momento. Además, es claro que sólo lo dijiste por haber explotado.

—Vaya, no eres tan inmadura como yo pensaba...

— ¿Qué quieres decir con eso?

—Nada... Pero bueno, creo que es hora de que hablemos de otros temas... Aunque...

— ¿Aunque...?

—Bueno... No estoy segura de si estás lista para escuchar la historia de Theo Williams.

— ¿La historia de quién?

—Maldita sea, ¿es que no has puesto atención a mi historia?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top