Capítulo XIX

     — ¿Dices que te convertiste en una persona agresiva? Pero pareces tan tranquila, tan dulce… Un poco indiferente, sí, pero eres una buena persona.

     —Todos, en algún momento de nuestras vidas, pasamos por una crisis de identidad en la que no sabemos cómo identificarnos. En ocasiones, la mejor manera de superar la crisis es adoptando un poco de la personalidad de las personas que te rodean.

     —No lo entiendo.

     —Quiero decir que fue por culpa de la influencia de Jackie.

     —Entonces, ¿dices que ella fue una mala influencia para ti?

     —Por supuesto que no. En realidad, su amistad fue lo más valioso que pude tener alguna vez.

 

     Tal y como ella lo decidió, permanecimos dentro de la cabaña durante toda la noche.

     Esperamos sólo durante un par de minutos antes de que ella saliera del escondite para mirar por la ventana. Tenía que levantarse sobre las puntas de sus pies, pues la ventana quedaba a casi cinco centímetros por encima de nuestras cabezas. Al cabo de un par de minutos, se alejó de la ventana y echó la cabeza hacia atrás, mostrándose aliviada.

     —Todo en orden —dijo—. No hay moros en la costa.

     Salí del escondite y avancé hacia la ventana para comprobarlo por mi propia cuenta.

     Efectivamente, el Alto Mando no se encontraba a la vista.

     Al girarme, me di cuenta de que Jacqueline se había dejado caer sobre un viejo sofá cuyos resortes rechinaban ante el más mínimo sonido. Tenía una barra de cereal de chocolate en las manos, su lenguaje corporal me dio la señal de que ella estaba más que cómoda dentro de esa cabaña. Sacó la barra de cereal del envoltorio, la partió en dos partes y me lanzó la mitad. Le agradecí con una sonrisa nerviosa y me dejé caer en el suelo, con la espalda recargada en un muro. Era agradable poder tomar un respiro.

     — ¿Y bien? —Urgió ella—. ¿Qué te trae por aquí? Creí que estabas haciendo una alianza con Paltrow.

     Me encogí de hombros, incómoda ante la mención de Devon.

     —Vaya… Increíble —dijo ella ahogando una risa—. Déjame adivinar. ¿Hay problemas en el paraíso?

     La miré con el entrecejo fruncido, ella me miraba con las cejas arqueadas.

     — ¿De qué estás hablando? —pregunté disgustada.

     —Paltrow y tú. Se lo pasan juntos, ¿vas a decirme que no hay nada entre ustedes?

     —Sí, ¿no había nada entre ustedes?

     — ¿Quieres, por favor, dejar de interrumpir?

     — ¡Lo lamento! ¡Sigue!

 

     Ella rió de nuevo, supe que me había sonrojado.

     —Sólo somos amigos —le respondí—. Ambos decidimos ir por nuestra cuenta.

     — ¿Por qué?

     — ¿Eso importa?

     —Tendrás que ser honesta conmigo si no quieres que te dispare un par de dardos.

     Por alguna razón, fue en ese momento en el que entendí que no podías andar con Jacqueline Roosevelt con rodeos. Le gustaban las cosas claras, directas. Era una desventaja para mí, pues yo prefería guardar silencio. Con todo, le respondí.

     —Encontré una Pokebola de Oro —le dije—. Supongo que la paranoia y mis deseos de triunfar en la prueba me llevaron a pedirle a Devon que nos separáramos.

     —Quiero verla.

     — ¿Qué?

     —La Pokebola.

     —No.

     —Muéstramela.

     —No lo haré.

     —Hazlo ya.

     Ella era autoritaria e intimidante, así que no tuve más opción que sacar la Pokebola de entre mis ropas para mostrársela. Con nerviosismo, mantuve mi mano lo más cerca posible de mi cuerpo, sólo en caso de que fuera necesario volver a ocultarla si ella se acercaba demasiado. Por suerte, y para mi sorpresa, sólo asintió y se levantó del sofá para buscar una mochila. Abrió la cremallera, introdujo la mano y me lanzó entonces una redecilla que contenía tres pesados objetos de color dorado. Sentí que me quedaba sin aliento. ¡Tenía en su poder tres Pokebolas de Oro!

     — ¿Cómo las conseguiste? —le pregunté aún impresionada.

     —Dos de ellas las encontré ocultas bajo las rocas en una cueva —explicó ella—. La otra cayó sobre mi cabeza cuando mi hermano y yo estábamos lanzando rocas para poder bajar una de esas bolsas que cuelgan de los árboles. Ya sabes, donde el Alto Mando deja la comida.

     —Yo encontré la mía bajo tierra, durante la inundación. ¿Dónde está tu hermano?

     —No lo sé. Nos separamos.

     — ¿Por qué?

     —Perseguíamos a un Gastly salvaje que intentó atacarnos cuando entramos a una cueva buscando refugio. Entramos a la cueva, pero eso desató el ataque de un Golbat agresivo que intentó defenderse. Corrimos y nos separamos durante el escape.

     — ¿Has intentado reunirte de nuevo con él?

     —Intenté hacerlo. Pero en mi búsqueda, me topé con un Machoke salvaje que intentó estrangularme.

     El fantasma de la voz de Número Tres resonó en mi cabeza. Tuve que hacer un gran esfuerzo para olvidarlo.

     —Así que es por eso que tu cuello quedó marcado, ¿no es cierto?

     Se encogió de hombros y sacó otra barra de cereal de su bolsillo.

     —Y, dime, ¿estabas escapando de algo o por qué fue que llegaste aquí tan de golpe?

     Decidí mentir, no quería que ella supiera lo que yo había escuchado. No confiaba del todo en ella.

     —Tenía que llegar aquí cuanto antes para evitar llamar la atención. Pero no te angusties, mañana a primera hora seguiré mi camino.

     —No hace falta. En realidad, tener una aliada me haría sentir un poco mejor. Es decir, Max y yo éramos aliados, pero…

     — ¿Quieres ser mi aliada?

     —Sí. ¿Por qué no?

     —No lo sé. Quizá porque tú y yo no tenemos una buena relación. Tu hermano y tú me detestan.

     Ella rió.

     —El hecho de que te deteste no quiere decir que sea incapaz de admitir que formando alianzas hay una posibilidad más grande de superar la prueba.

     — ¿Cómo sé que esto no es una trampa?

     —Si quisiera hacerte daño, ya lo habría hecho.

     Me sonrió y remató su frase dándole un mordisco a una tercera barra de cereal.

     Bulbasaur se acercó a mí y se sentó sobre mi regazo, compartí con él el trozo de barra de cereal que yo aún no había comido y terminé por obedecer a mis impulsos.

     —De acuerdo —le dije—. Pero debes prometer que no harás nada en contra mía.

     Rió de nuevo.

     —Es un trato —me dijo—. Y para comenzar con nuestra alianza, tengo que pedirte un favor.

     — ¿Qué favor?

     —Necesito entrar al centro de comando para buscar a mi hermano mediante el sistema de vigilancia.

     Me atraganté y el miedo se apoderó de mi corazón.

     — ¿Infiltrarnos en una de las torres de vigilancia? —Exclamé aterrada—. ¿Has enloquecido?

     — ¿Te asusta?

     Ella sonreía amigablemente, pero algo en sus palabras me hacía sentir que estaba burlándose de mí. Así que me dejé llevar, quizá porque había algo que quería demostrarme a mí misma.

     —No me asusta.

     —Entonces iremos.

     —Bien.

     Rió de nuevo, se levantó del sofá y se acercó a mí para tender una de sus manos e invitarme a estrecharla. Lo hice. Ella apretaba con fuerza y tenía unas manos muy suaves.

     —Por cierto, creo que no nos hemos presentado correctamente —dijo ella cuando soltamos nuestras manos—. ¿Cuál es tu nombre?

     — ¿Es una broma?

     —Una presentación correcta es cuando dos personas se dicen sus nombres cara a cara.

     Ella era una persona interesante. Cada vez que hablaba, me hacía sentir que ocultaba demasiadas cosas dentro. Quizá por eso fue que me atraía un poco su forma de ser, llamaba mucho mi atención.

     —Skyler —le dije—. Skyler Crown. Pero puedes llamarme Sky, es más corto que Skyler.

     Ella asintió.

     —Jacqueline Maurine Roosevelt —se presentó ella—. Pero puedes llamarme Jackie.

     Intercambiamos una sonrisa.

     Ninguna de nosotras se esperaba que ese fuera el inicio de la que, sin duda, fue la mejor amistad que pude tener jamás.

     — ¡Eso es tan tierno!

     —Ese adjetivo no va para nada con Jackie.

     —Claro que sí. Es evidente que ella siempre estuvo preocupada por ti, por eso te pidió que formaran esa alianza.

     — ¿En verdad crees eso?

     —Pues claro. Aunque no lo entiendo, ¿qué clase de amiga te obliga a irrumpir en el centro de comando del Alto Mando?

     —Una amiga del tipo que es capaz de dar cualquier cosa con tal de mantener unida a su familia.

     — ¿Qué?

     — ¿Te sorprende? A mí también me sorprendió en su momento.

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