Capítulo XCVII
—Nunca creí que llegaría el día en el que me aterraría saber que el Jefe quería estar a solas conmigo sin que eso pudiese tomar un enfermizo rumbo sexual...
— ¡Skyler, eso es asqueroso!
—Lo sé. Y es peor haberlo hecho que sólo decirlo, créeme
—Cada vez detesto más a ese hombre.
—Pues, en ese momento... Yo deseé que demostrara su faceta pervertida en lugar de... En lugar de sacar de nuevo ese lado suyo, peligroso y letal.
Nunca creí que llegaría el día en el que me aterraría saber que el Jefe quería estar a solas conmigo sin que eso pudiese tomar un enfermizo rumbo sexual. Me condujo a su oficina, a ese mismo lugar en el que años atrás recibí una golpiza como incentivo para convencerme de unirme a él. Cerró las puertas y dijo a sus hombres, mediante un intercomunicador, que no quería ser molestado. Cerró las persianas mediante esos controladores táctiles que brotaban de su escritorio y me indicó que tomara asiento. Cuando lo hice, deslizó hacia mí un expediente de color negro. El rótulo ponía:
S-001
—Ábrelo.
Eso hice. Y mi sangre se congeló en cuanto vi la primera hoja. Los planos y diseños del señor Williams encabezaban el expediente, así como algunas notas hechas con la inconfundible caligrafía de Lawrence Mawson. Se trataba del esquema detallado de cinco Pokebolas totalmente extrañas. Y las notas marcaban todas las habilidades extrañas que poseían. La primera, que parecía estar albergando un trueno en su interior, podía disparar electricidad estática que, literalmente, fulminaba a quien se atreviera a tocarla. La segunda, que parecía encerrar fuego en su interior, disparaba cinco potentes y destructivas llamaradas. La tercera, que encerraba una violenta ola en su interior, podía deshacerse y convertirse en agua siempre que alguien intentaba sujetarla hasta que se sentía fuera de peligro y podía retomar su verdadera forma. La cuarta, que parecía albergar el cosmos en su interior, era capaz de enviar impulsos a la mente de quien se atreviera a tocarla para orillarlo a tomar su propia vida. Y la quinta, que parecía albergar en su interior el negro de la noche con algunas estrellas, tenía la capacidad de hacer que quien se atreviese a tocarla experimentara el verdadero miedo en persona. Pasé la página y encontré lo siguiente que me heló la sangre, mucho más que la imagen de las Pokebolas. Era un dibujo de Diamond, de mi amigo Diamond, hecho a escala y con el mejor detalle posible. Adjuntaban también fotografías tomadas de frente y de ambos perfiles del gato azul de las dos colas. Aparecían también demasiados datos con respecto a sus habilidades y su nombre.
Su verdadero nombre.
Katzenner.
Pasé la página y vi al siguiente Pokemon, cuya información era similar. Flareon. Le seguía Lucario, un pobre Pokemon que parecía salido de alguno de nuestros laboratorios. El siguiente era Mewtwo, cuyas imágenes habían sido generadas por computadora. Lo mismo sucedía con el último. Umbreon. Tanta información me hizo sentir que la jaqueca llegaría pronto.
La siguiente sección era un tanto más extensa. Contenía mapas, coordenadas, ubicaciones exactas y más datos. Y al final, la separación que me hizo sentir que mi pulso se aceleraba.
SUJETOS
Pasé la página, encontrándome con un expediente que incluso hoy recuerdo como si pudiese verlo ahora mismo. Lo primero que llamó mi atención fue la fotografía, evidentemente tomada sin autorización de la persona, donde se retrataba a una niña no mayor de dieciséis años. Castaña, de expresión soñadora, vestida con un uniforme de colegiala y sentada bajo la sombra de un árbol. El expediente, rezaba así:
Nombre: Perla Cobby
Edad: 16 años
Ubicación: Middlesex, New Jersey
Estatura: 1,59cm
Peso: 50kg
Nivel escolar: Toma clases avanzadas de onceavo grado
Habilidades físicas: Gimnasta y deportista enérgica
Familiares conocidos: Helen Cobby, 47 años, ama de casa (madre). Robert Cobby, 50 años, vendedor de bienes raíces (padre). David Cole Cobby, 19 años, universitario y cajero de medio tiempo en Dunkin' Donuts (hermano mayor)
Alergias: Ninguna conocida
Enfermedades crónicas: Se cree que su sistema respiratorio ha quedado dañado tras haberse quedado atrapada en un incendio
Enfermedades hereditarias: Ninguna conocida
Familiares en la Elite: Ninguno
Amigos en la Elite: Jay Jason
Nivel socioeconómico: Clase media
Prospecto de universidad: Desconocido
Aquel expediente contenía también fotografías de los familiares de esa chica. De su madre, de su padre, de su hermano mayor, de todos los ángulos posibles en los que podría verse su casa, del colegio al que asistía, fotografías tomadas por un hábil paparazzi en las que ella aparecía realizando tareas tan simples como sacar la basura, tomar el autobús y cepillarse los dientes.
—S-Skyler...
— ¿Qué pasa?
—Yo... N-no, no es nada... Olvídalo...
— ¿Te encuentras bien?
—S-sí... Sigue, por favor...
Pasé la página y me topé con lo que logró hacerme sentir que moriría allí mismo.
El expediente de mi hermana, encabezado por una fotografía en la que ella aparecía mirando hacia la cámara en la parada del autobús. Era como si ella, de alguna manera, hubiese sabido que alguien estaba mirándola. Su expediente ponía:
Nombre: Sheryl Crown
Edad: 18 años
Ubicación: McAllen, Texas
Estatura: 1,79cm
Peso: 60kg
Nivel escolar: Bachillerato concluido
Habilidades físicas: Gimnasta, deportista y experta en defensa personal
Familiares conocidos: Jessica Crown, 39 años, ama de casa y líder de gimnasio (madre). Skyler Crown, 21 años, miembro de la Elite (hermana mayor). Frank Johann McMartin, 38 años, jefe de una firma de abogados y líder de gimnasio (padrastro)
Alergias: Pimienta, huevos de codorniz, zumo de cerezas, pelaje de perro, piel ultrasensible a los cambios de temperatura
Enfermedades crónicas: Ninguna conocida
Enfermedades hereditarias: Ninguna conocida
Familiares en la Elite: Skyler Crown
Amigos en la Elite: Ninguno
Nivel socioeconómico: Clase alta
Prospecto de universidad: Ninguno
Aparté ese expediente infernal de mí y me recliné en la silla, sintiendo que mi corazón se aceleraba a tal punto que creí que se detendría. Miré al Jefe con desesperación y él, pretendiendo que nada ocurría, comenzó a explicar:
—Cincuenta de mis mejores Entrenadores se han hecho cargo de este proyecto sin lograr tener éxito. Cada uno de ellos ha liderado a un grupo de inexpertos para utilizarlos como nuestros conejillos de indias, pero no hay manera de que todos consigan llegar vivos hasta el final. En ese expediente notarás que esas cinco Pokebolas inusuales poseen poderes que van más allá de nuestra comprensión. Lo mismo sucede con los Pokemon que son albergados en ellas. Son conocidos como los Dioses Legendarios. Bestias míticas que poseen el poder suficiente para destruirnos a todos. Tenemos a su líder, Katzenner, en nuestro poder. El Dios Legendario del Trueno. Teniéndolo a él de nuestro lado, manipular a los demás no debería ser difícil. El problema es que sólo pueden ser capturados si son vencidos en una batalla y no hay ningún Entrenador que sea capaz de enfrentarlos y salir con vida. Es por eso que no podemos seguir utilizando a los nuestros. Ya hemos perdido a muchos compañeros.
El recuerdo de los ojos de Devon brilló fugazmente en mi memoria. Reprimí un acceso de ira y decidí seguir escuchando en silencio.
—He pedido que cuatro de mis más confiables allegados me hagan llegar los datos de al menos un amigo o un familiar que sea capaz de emprender esta aventura sin hacer demasiadas preguntas. Por ambición o afán de superación, eso es lo menos importante. Tu misión consiste en vigilar a nuestros cuatro sujetos para que lleven a cabo esta misión con éxito y traigan ante mí las cinco Pokebolas Legendarias. Y serás tú quien tomará el mando de toda la operación, de principio a fin. Lee el expediente esta noche. Ahí encontrarás toda la información que necesitas. Y si tienes alguna duda, no temas preguntar.
— ¿Qué hace la información de mi hermana aquí? —reclamé.
No pude disimular mi furia.
—Si sigues leyendo, descubrirás que tu información también aparece —respondió él despreocupadamente—. Para saber que harás un buen trabajo, necesito que tomes una decisión. Tu hermana irá a esa misión o tú tomarás su lugar.
— ¿Por qué?
—Pensé en utilizar a tu madre, pero ya es demasiado vieja para encargarse de estos asuntos.
—Mi hermana no tiene nada que ver con nosotros.
—Esto pudo ser más fácil si tuvieras a más familiares con vida o si hubieras hecho amigos capaces de sobrevivir a nuestras pruebas. Pero no ha sido así y es tu hermana lo único que queda.
—No voy a permitirlo. Tú no vas a lastimarla.
—Te estoy ofreciendo un trabajo que debería hacerte sentir honrada. Algo tenías que darme a cambio.
—La vida de mi hermana vale más que una misión como esta.
— ¿Quieres dinero? Pon un precio y lo tendrás.
—No quiero tu asqueroso dinero.
—Una casa, una mansión, una remodelación para tu apartamento, un auto... ¿Quieres unas vacaciones? Elije el destino y el tiempo que quieras irte. Todo será tuyo.
—No me refiero a eso.
—Puedes pedirme cualquier cosa a cambio de que hagas lo que estoy pidiéndote.
— ¡¡No voy a sacrificar a mi hermana por ti!!
Recuerdo que le di un buen manotazo a la mesa para imponerme. Mi respiración agitada no ayudaba en absoluto. El Jefe sólo esperó a que yo hubiese tomado un poco de aire, para luego decirme:
—No estoy preguntándote si quieres hacerlo.
—Eres un monstruo.
—Tus insultos no son la respuesta que espero.
—Pues no obtendrás lo que quieres. Sheryl es mi hermana menor. Es la razón por la que estoy atrapada en este maldito infierno. No voy a ponerla en peligro.
—Escucha, Skyler. Puedes elegir enviar a tu hermana a la misión y permanecer tú aquí, moviendo los hijos. Podrás fingir en cualquier momento que te hemos secuestrado, todo lo que sea necesario para hacer que tu hermana cumpla con lo que le toca.
— ¿Y si no quiero hacerlo?
—Entonces, iré hoy mismo por tu hermana y la traeré aquí. Se quedará en mis manos mientras tú vas a visitar las cuatro guaridas y me consigues esas Pokebolas. Lo que ocurra con tu hermana, bueno... todo puede pasar durante un secuestro. Tu hermana es una belleza andante, ¿sabes?
—Maldito cerdo... ¡No vuelvas a hablar de mi hermana de esa manera!
—Tú has querido saber lo que pasará en ambas situaciones. Pero ya que te muestras tan reacia a aceptar mis condiciones, establezcamos una tercera opción. Te mataré a ti, mataré a tu hermana y enviaré a otro sujeto. Lynda Williams. Es pequeña, pero apuesto a que ha heredado las habilidades de Leona.
—Lynda es sólo una niña.
—Aunque... También podría enviarte a ti a esa misión y hacer que tu hermana y yo gocemos a Lynda Williams. Sería divertido.
—No tienes idea de cuánto desearía poder arrancarte esa maldita sonrisa de tu inmundo rostro...
—Esto es más sencillo de lo que piensas, Skyler. Sólo tienes que decidir.
—Decida lo que decida, el único que obtiene algún beneficio eres tú. —Él sonrió—. Si decidiera hacerlo, tú no me darías nada de lo que estás prometiéndome. Tampoco asegurarías la seguridad de mi hermana.
—Eso quiere decir que estás considerándolo.
—Por supuesto que no. Sé que Sheryl podría ir a esa misión y volver en tiempo record, con mínimos rasguños y un éxito rotundo. Y sé que ella no se dejaría corromper por ti.
—Entonces no tienes nada que perder.
—Excepto la inocencia o la vida de mi hermana.
—Te estás contradiciendo.
—Estoy negándome.
—Escucha con atención, Skyler. Y más te vale que no te atrevas a interrumpirme y que pienses bien lo que dirás. No aceptaré nada que no sea una respuesta concreta.
Dicho aquello, usó uno de sus controles holográficos para hacer aparecer una pantalla flotante en la que pude ver a mi hermana. Sheryl entrenaba en el parque cercano a nuestra casa, en compañía de sus Pokemon y llamando la atención de algunos mirones que sonreían cada vez que Vaporeon golpeaba la pelota de playa con fuerza sólo para que Blastoise la devolviera en un intento pokemonizado de jugar volleyball. Mi mundo se derrumbó a mis pies. De alguna manera sabía que esa imagen era en tiempo real.
—Ahora mismo, quince de mis hombres están siguiendo a tu hermana. Si te niegas a ser parte de este proyecto, en cualquiera de las formas que te mencioné, ellos recibirán la orden y dispararan una bala directamente a su cabeza. Así que tienes que decidir. Enviarás a tu hermana y tú te quedarás aquí para persuadirla, o irás en su lugar y ella se quedará aquí mientras tú haces lo que debes hacer. Decide, Skyler.
Y así lo hizo. Sin necesidad de golpearme, sin necesidad de apuntarme con un arma, sin necesidad de sujetar mi cuello con sus sucias manos para convencerme mediante la amenaza de muerte por asfixia. Lo único en lo que podía pensar en ese momento era en la sonrisa que esbozaba mi hermana mientras lanzaba la pelota de playa hacia sus Pokemon y luego les daba un pequeño caramelo si hacían correctamente el truco de golpear la pelota hacia sus compañeros. No quería que la llama de la vida de mi hermana se extinguiera. Ella tenía un deslumbrante futuro por delante, mientras que yo sólo podía ver oscuridad en el mío. Su inocencia brillaba en sus ojos azules. Ese era un brillo que yo no quería eliminar. Pero, decidiera lo que decidiera, ella saldría perjudicada... Y aún así, fui capaz de discernir entre lo malo y lo peor. Yo... estaba convencida de que Sheryl era capaz de sobrevivir si era ella quien se encargaba de la misión. Luego de todo lo que yo viví antes, sobrevivir a un secuestro de la Elite habría sido pan comido. Pero para ella...
—Envíala —dije al fin sin detenerme siquiera un segundo más—. Yo me quedaré. Me haré cargo del proyecto.
El Jefe sólo sonrió y yo salí de su oficina, llevando el expediente del proyecto S-001 entre mis brazos. Estando en el pasillo, sólo me desplomé en el suelo y me abracé a mí misma, sintiéndome como la persona más detestable en toda la faz del universo.
—Skyler...
—No importa cuántas cosas hayan pasado... Nunca me perdonaré haber tomado esa decisión...
—Pero... Sheryl...
—Debí buscar alguna manera en la que mi hermana no tuviese que salir perjudicada. Me equivoqué terriblemente y... ¿Por qué estás abrazándome?
—No quiero volver a verte llorar.
—Y-yo...
—Tú no tuviste la culpa. ¡Fue ese maldito! Sheryl y tú son las personas más maravillosas que conozco. Quien sea que quiera dañarlas es porque no tiene corazón. Y yo no te culpo. Sé que sólo querías protegerla.
—E-eso... Yo...
—No llores, por favor.
—Es algo que no puedo evitar... No tienes idea de cuánto me odio a mí misma por todos los errores que cometí... y que seguí cometiendo hasta... hasta que yo misma decidí alejarme de la única persona que me quedaba en el mundo.
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