Capítulo XCVI
¡Hey, hola! Hoy tenía pensado que comenzara el derramamiento de sangre, pero no pudo ser. Como sabrán, la semana pasada les dije a los semifinalistas que escribieran un one-shot acerca de cómo fue que la madre de Perla se enteró de las desventuras de su hija. Pero de las seis personas que pasaron a la semifinal, únicamente uno escribió el one-shot. Y si alguien más lo hizo y no me lo pasó en las formas que dije (dejando el link en los comentarios o dedicándome la historia), entonces no pudo ser tomado en cuenta por la misma razón. Por un momento pensé en dejar una semana más para cumplir el reto, pero eso sería injusto para la persona que lo escribió. Y al ser solamente uno, la votación no tiene ningún sentido. Por lo tanto, decidí entregar un premio de SEIS PUNTOS (uno por cada semifinalista) a la persona que escribió el one-shot:
Pueden entrar a su perfil para leerlo, y también está disponible en la lista de lectura "Saga Pokemon" en mi perfil. El premio, la portada diseñada por mí, será entregado esta misma semana y lo mismo sucederá con su aparición en la descripción de mi perfil, como un usuario recomendado. ¡Felicidades! Así que la puntuación, queda de la siguiente manera:
SEMIFINALISTAS
@Sue167: 100 PUNTOS
@sheylavigneperegrin: 100 PUNTOS
@AndreaNoSeraph: 87 PUNTOS
@Kiriatheblackpanther: 54 PUNTOS
@Lucario37: 50 PUNTOS
@Sannti1: 48 PUNTOS
¡Y eso es todo! Así que vamos a pasar al segundo de los tres retos de la semifinal. No se preocupen quienes se están quedando atrás. En caso de que no puedan seguir el paso con los retos, veremos una manera de que surjan nuestros tres ganadores.
Esta vez hablaremos de algunos personajes muy queridos que hemos dejado abandonados por concentrarnos en cosas como el Skylevon. La Elite. Esa sádica organización a la que todos amamos con todo nuestro corazón. Y tenemos que recordar que nuestra querida Perla soñaba con formar parte de ella. Pero luego de todo lo que hemos visto acerca de la Iniciación y demás, creo que ya sabemos lo que habría sido de ella.
Recordemos, antes que nada, cómo funciona la Iniciación: Está dividida en cuatro fases. La primera, la más difícil de todas, consiste en aceptar la invitación para ser parte de la Elite. La segunda, la que nadie toma en cuenta, consiste en demostrar que eres un verdadero genio mediante una serie de desafíos y acertijos que deben ser resueltos únicamente con astucia e inteligencia. La tercera, la más sádica, consiste en permitir que te conviertan quirurgicamente en una máquina asesina para luego demostrar tus habilidades en una batalla de la que debes salir victorioso sin importar si tu rival es asesinado. Y la última fase, la que consiste en despojarte de toda tu humanidad presenciando los peores horrores de la vida sin inmutarte ante lo que ves.
¿Todos listos? El reto consiste en:
.:: Explicar en la sección de comentarios: ¿Qué habría sucedido con Perla durante cada una de las fases de la Iniciación de la Elite? ¿Cómo la habría persuadido el Jefe para aceptar unirse a él? ¿Cuál habría sido su resultado en la prueba de inteligencia? ¿Qué clase de cirugías habría tenido que afrontar y cuáles habrían sido sus resultados en las batallas? ¿Cuál atrocidad el Jefe le habría obligado hacer o presenciar durante la última fase? ::.
No quiero herir la sensibilidad de ninguno, así que no es necesario que me describan una escena de abuso sexual para la última fase. Recuerden que el Jefe es un pervertido sádico, así que no se fijen sólo en la pedofília :D
El límite para responder es el día lunes 21 de diciembre ANTES de las 12:00 del medio día (hora de México). ¡Mucha suerte a todos y disfruten el capítulo!
—Quizá estarás pensando que ser parte de los Ocho Líderes fue un premio por haber ido a alguna misión especial, o que tuve que entrar en otra competencia...
—Pues en realidad lo único que pienso justo ahora es que me parece extraño e inmaduro que Jackie y tú hayan terminado su amistad de esa manera.
—Hay que ver quién habla de madurez...
—Sí, tienes razón. Es posible que yo tampoco sea muy madura. Pero sí puedo darme cuenta de que ambas pelearon por algo que pudo haberse resuelto si sólo hubieran hablado para resolver sus diferencias.
—Te equivocas. Nuestra amistad estaba destinada a perecer mientras ambas estuviéramos dentro de la Elite. Y estar allí era como una mafia. La única manera de salir era renunciando a nuestras propias vidas. Y una vez que nos separamos, todo lo que una hacía terminaba por afectar a la otra de cualquier manera.
Quizá estarás pensando que ser parte de los Ocho Líderes fue un premio por haber ido a alguna misión especial, o que tuve que entrar en otra competencia. Lo cierto es que no fue así, sino que mi puesto fue reservado desde el momento en el que R se fijó en mis habilidades y en mi manera de afrontar ciertas situaciones. El Jefe siempre estuvo consciente de todo lo que ocurrió entre Jackie y yo, pues en nuestra guarida había cámaras de seguridad que vigilaban incluso los cubículos de los baños. Siempre tuve la impresión de que él se vengaría, de querría obligarme a respetar a su hija por el simple hecho de llevar el apellido Roosevelt. Pero cuando me detenía a pensarlo con claridad, me daba cuenta de que un sujeto que abusaba de su propia hija sería incapaz de defenderla.
El apartamento se sentía frío, desolado. Ivysaur tuvo problemas para asimilar que ya no podría jugar todos los días con Persian, aún cuando a Persian lo había golpeado la madurez para convertirlo en el tipo de Pokemon que se sube a su nube de ego y cree a los demás Pokemon indignos de su compañía. Me di cuenta de que estaba siendo injusta con Ivysaur, arrebatando a sus únicos amigos además de mí.
Una tarde, luego de ir a nuestra sesión vespertina de entrenamiento, decidí volver a casa para tomar un largo baño y dedicarme a pasar el resto de la tarde con mi Pokemon. Salí de la ducha como todos los días, me puse el pijama y me dirigí a la cocina para poner un poco de pan en la tostadora. Abrí la nevera y tomé un cartón de leche, diciendo a mi Pokemon:
—El menú de hoy consiste en pan tostado untado con mantequilla y un batido de chocolate. Exquisito, ¿no te parece?
Él asintió.
Si Ivysaur no hubiese estado ahí conmigo, seguramente me habría vuelto loca.
Terminamos de cenar e Ivysaur se quedó dormido. Lo cubrí con una manta y apagué las luces para no molestarlo. Tomé mi teléfono para lidiar con mi propia soledad y caminé casi mecánicamente hasta llegar a los enormes ventanales. Abrí uno de ellos y me senté en el alfeizar, para luego buscar el número de mi hermana en la lista de contactos. Pulsé la tecla pata llamar. Ella no respondió. Recuerdo que cuando dejé el teléfono a un lado, sentí que la estancia del apartamento era exageradamente grande. Casi como si yo hubiese sido una miserable hormiga en comparación. Suspiré pesadamente y eché la cabeza hacia atrás. El nudo se apoderó de mi garganta. Mi orgullo era demasiado grande como para admitir que extrañaba a Jackie con todo mí ser. Sin ella, me sentía perdida. Invisible. Inexistente.
Necesitaba a mi mejor amiga urgentemente.
Esa noche, me fui a dormir tres horas antes de lo habitual. Y mi propia depresión me hizo perderme en mi mundo de ensueño durante tres días consecutivos.
Desperté luego de lo que me pareció ser una eternidad, gracias a que mi teléfono no dejaba de timbrar. Lo busqué a tientas, cayendo de la cama al perder la noción del espacio y la distancia. Encontré mi teléfono en el suelo, oculto debajo de un cojín. Respondí al instante en cuanto vi el nombre que aparecía en la pantalla.
Era el Jefe.
—La próxima vez que te llame, quiero que respondas inmediatamente —me dijo.
—Lo lamento —dije yo—. Me he quedado dormida.
—No quiero tus disculpas. Si atender una llamada es difícil para ti, quizá deba cortarte la lengua.
El Jefe de la Elite, tan galante como siempre.
— ¿Pasa algo? —le pregunté para desviar su atención hacia otros asuntos.
—Quiero que vengas aquí en veinte minutos.
Y la llamada terminó. Supe al instante que estaba en problemas. Así que aún cuando me sentía bajo los efectos de cinco resacas juntas, me levanté y me duché para luego salir en compañía de Ivysaur. Ni siquiera me importó que mi Pokemon hubiese hecho un desastre buscando su comida durante los días que estuve fuera de combate. Lo único que lo compensaba fue el recibimiento tan efusivo que obtuve de su parte cuando me vio salir de mi habitación.
Para ahorrar tiempo, nos desplazamos sobre el lomo de Lugia. Él también se alegró de verme en una sola pieza luego de mi desaparición. Los Pokemon siempre saben animarte, aún en los momentos más grises. Llegamos al centro de comando de la Elite quince minutos después del plazo indicado. Entré a la sala de conferencias, recibiendo las miradas de desaprobación de todos los presentes. Me llevé una gran sorpresa al ver a tantos rostros conocidos entre las cincuentas personas allí reunidas. Lawrence Mawson y su hermana Liz, Número Tres y el señor Williams, los hermanos Roosevelt... Cuando Jackie me vio llegar, decidió ignorarme olímpicamente. Yo hice otro tanto, ocupando un asiento entre Lawrence y Numero Tres. Mi sádica mentora me dirigió una intensa mirada que no supe descifrar. Negó con la cabeza, quizá comprendiendo que las cosas entre Jackie y yo no estaban bien.
Abochornada, me hundí en mi asiento. Jackie puso los ojos en blanco.
El Jefe apareció entonces, llegando a través de una puerta secreta. Iba en compañía de aquella niña desquiciada. Jay Jason. Ocuparon ambos sus asientos, al frente de todos nosotros. Él accionó un control remoto para cerrar las puertas y ventanas, dándole a la sala de conferencias ese aire confidencial que en ocasiones podía ser abrumador. Se inclinó ligeramente hacia atrás, sintiéndose ebrio de poder, y finalmente habló.
—Tenemos problemas. La Organización Scotland Trainers ha intentado entrar a nuestro sistema. Conocen los datos del Alto Mando y pretenden utilizarlos en nuestra contra.
— ¿Scotland Trainers? —preguntó Lawrence.
—Son una organización de Entrenadores —explicó Número Tres—. Sus ideas, sin embargo, son mucho más radicales que las nuestras. Operan en distintos puntos de Asia y Europa, mientras que nosotros estamos arraigados en América. Los rumores dicen que sus integrantes han sido entrenados en alguna parte de Corea del Norte.
— ¿Son una amenaza? —preguntó Liz.
—Visto desde distintos puntos, sí —respondió el Jefe—. Ellos pretenden extenderse hasta nuestros territorios. Necesitamos deshacernos de ellos antes de que sea demasiado tarde.
— ¿Y eso qué tiene que ver con nosotros? —Preguntó Lawrence—. El Alto Mando es quien debería encargarse de resolverlo.
—Y así será —asintió el Jefe—. Pero ya que esta es una misión peligrosa, no puedo arriesgarme a dejar vacíos los puestos del Alto Mando.
—Espere un momento —reclamé yo indignada—. No puede enviar a Número Tres a una misión peligrosa. Ella y el señor Williams tienen una hija a la que deben cuidar. Tiene que haber otra manera de...
—Estamos listos para partir en cuanto recibamos la orden —me interrumpió Número Tres con firmeza.
Me mordí la lengua y guardé silencio, sintiendo sólo la mirada de desaprobación que me lanzaba ella en conjunto con R. Debí imaginar, aunque fuese sólo por un instante, que ella jamás renunciaría a su trabajo por ningún motivo. Después de todo, negarse a hacer lo que R ordenaba era más peligroso que cualquier misión por sí misma.
—Leona, tú liderarás el ataque a la base de operaciones de esa organización del infierno —ordenó R—. Llevarás a doscientos Entrenadores contigo. ¿Está claro?
—Sí, señor —dijo ella sin mudar su expresión de indiferencia.
—En cuanto a los demás —continuó R—, es hora de que hablemos acerca de sus destinos. Como he dicho ya, no puedo dejar vacíos los puestos del Alto Mando.
—Podría pensar positivamente para convencerse de que el Alto Mando sobrevivirá —comenté ofendida—. Los está dando por muertos cuando ni siquiera han partido.
Él me miró de nuevo con desaprobación.
—Te hacen falta unos buenos azotes para que aprendas a guardar silencio —me espetó—. Esa insolencia te causará más problemas de los que crees.
—Dejando a un lado el hecho de que Crown no sabe mantener la boca cerrada —comentó Liz—, ¿está insinuando que quiere que nosotros nos convirtamos en los directivos de la Academia Roosevelt?
Él negó con la cabeza.
—Elegiré a un grupo de ustedes para convertirlos en la segunda fuerza al mando de la Elite —explicó R—. No hace falta decir que tendrán tareas más importantes que educar a un grupo de asquerosos y despreciables inexpertos. Serán mi círculo más allegado y tendrán la misma autoridad que yo sobre los demás, pero siempre estando por debajo de mí. Necesito que alguien se encargue de todas las cosas que yo no puedo hacer, como vigilar nuestras distintas bases y tomar decisiones poco importantes. Serán conocidos como los Ocho Líderes.
—No somos solamente ocho —dijo Max—. ¿Cómo lo decidirás? ¿Cuál será tu criterio?
—Basándome en mis observaciones, he encontrado a quienes pueden desempeñar mejor esos roles —continuó su padre—. Necesito Entrenadores fuertes, que hayan demostrado ser capaces de hacer cualquier cosa. Asesinos a sangre fría que no teman tomar medidas drásticas. Luchadores, no simples Entrenadores de pacotilla.
Lo vi abrir su maletín de cuero para tomar una hoja de papel en la que, supuse correctamente, estaban escritos los nombres de los seleccionados. Vi a Jackie respirar agitada y disimuladamente, para mantener una apariencia tranquila que no hiciera demasiado evidente que estaba hecha un manojo de nervios. R comenzó a recitar nuestros nombres, sin dar explicación alguna de la razón por la que cada quien aparecía en la lista.
—Max Roosevelt.
Al no escucharlo decir el nombre completo de Max, supe que las barreras entre ambos seguramente habían desaparecido. Max no demostró poseer ninguna emoción. Tan sólo permaneció sentado en su sitio, esperando a que su padre terminara de hablar.
—Jay Jason.
La niña se mostró igualmente indiferente. Era increíble que alguien que no pasaba de los quince años pudiese tener semejante cargo en sus manos. A ella parecía no importarle.
Yo permanecí tranquila, creyendo que sólo era cuestión de tiempo para que él nos diera alguna instrucción absurda antes de dejarnos ir. Pero entonces, cuando estaba comenzando a confiarme, mi nombre apareció en la lista.
—Skyler Crown.
Aún recuerdo que Jackie me dirigió una mirada de auténtica sorpresa, que se mezclaba con una ligera pizca de resentimiento. Dejé de prestarle atención al cabo de un momento, pues todas mis ideas se organizaron a gran velocidad para ayudarme a entender que estaba involucrada en algo mucho más grande de lo que yo pensaba. Cuando R terminó de recitar la lista de nombres, nos ordenó que nos retiráramos. Jackie se quedó paralizada. Ella no formaba parte de la lista.
Mi huída estratégica consistía en irme sin llamar la atención, aunque no tuve mucho éxito. Jackie me miró en cuando pasé frente a ella, demostrándome que no estaba contenta con la idea de haber sido excluida. Pero se mantuvo en silencio, quizá para evitar entrar en controversias. Yo salí de la sala de conferencias sintiendo que la jaqueca aparecería pronto. Recargué mi espalda en un muro y eché la cabeza hacia atrás durante un par de segundos, antes de escuchar la voz de Número Tres que decía:
—Skyler, debemos hablar.
Pensé en obedecer a lo que ella decía, pero R me detuvo. Cuando su mano se posó sobre mi hombro derecho, sentí un escalofrío antinatural recorriendo todo mi cuerpo. Era como si él hubiese sido capaz de transmitir toda su maldad mediante algo tan simple como su tacto. Número Tres retrocedió, resignada, y terminó por alejarse lo suficiente para evitar discutir. Yo me giré y miré al Jefe, quien habló en voz baja pero con la firmeza suficiente para que yo no pudiese negarme.
—Ven conmigo —me dijo—. Tú y yo no hemos terminado.
Algo ocurrió entonces.
Antes de que yo pudiese seguir a R, Número Tres lo tomó del brazo para llamar su atención. Ella miraba al Jefe con auténtico odio. Yo no entendía lo que estaba pasando.
—No te atrevas —dijo Número Tres amenazadoramente—. Con ella no. Su familia ya ha sufrido demasiado.
—Apártate, Leona —advirtió él.
—Te lo pido —insistió ella—. Yo haré ese trabajo, pero deja a Skyler fuera de esto.
—Dije que te apartes.
Y le propinó un fuerte empujón para sacársela de encima. Ella perdió el equilibrio y tuvo que sujetarse del muro. Yo no pude ayudarla, pues de pronto me sentí muy asustada. Sólo pude mirar la forma en la que el señor Williams se llevó a su esposa para sacarla del peligro y yo tuve que ir con R bajo la amenaza de que sería peor si me negaba a hacerlo. Creí que se trataba de otra sesión en la que tenía que permitirle satisfacer sus oscuros deseos con mi cuerpo, pero... En realidad, la razón por la que me quería era totalmente distinta.
—Maldito... ¿Cómo puede alguien ser tan agresivo?
—Existen personas que simplemente son crueles sin necesitar una verdadera razón.
—Pues no tendría que ser así... ¡Lo detesto!
—No eres la única.
— ¿Para qué quería llevarte con él?
—Bueno... Es aquí durante nuestras historias se cruzan.
— ¿Qué?
—Así es. R quería que yo me hiciera del proyecto S-001.
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