Capítulo X
— ¿Aceptaste la ayuda de Devon?
— ¿En verdad quieres saberlo o es simplemente una excusa para saber algo más de él?
—Bueno, puede que sean ambas cosas. ¿Vas a contármelo?
—Creí que querías que te contara mi historia, no sobre lo que hubo entre Devon y yo.
— ¡Entonces sí hubo algo entre ustedes! ¡Lo sabía!
—Maldita sea…
Una semana pasó desde el día en el que conocí a Devon. Durante esa semana, ninguno de nosotros se acercó al otro para nada que no fueran los ejercicios de Número Tres que implicaban lanzar un balón de futbol americano entre nosotros. Era mi actividad favorita, a decir verdad. Número Tres decía que los lanzamientos nos ayudaban a tener mucha más fuerza en los brazos a la hora de lanzar una Pokebola.
Número Tres y yo no tuvimos conflictos durante esos días. Me avergüenza admitirlo, pero Número Tres pronto dejó de prestarme atención y se concentró más en los Roosevelt. Ellos dos formaban parte de su ranking de los dos mejores alumnos de la clase. Devon Paltrow estaba en el cuarto lugar, prácticamente les pisaba los talones a Jacqueline y a su hermano. Y yo, bueno… Encabezaba la lista de los diez peores. Era lo mejor de entre lo peor, tal y como decía Maximillian a mis espaldas.
Una mañana, Número Tres nos citó en la pista de atletismo donde solía entrenarnos diariamente, pero nos pidió que fuéramos con un único requisito especial: debíamos ir usando una pañoleta roja.
Al principio creí que era una manera de prepararnos para una actividad divertida, como es juego infantil en el que un niño se pone una pañoleta en la parte trasera de los pantalones y otros niños deben correr para arrebatársela. Así que cuando llegué, sumamente emocionada, me llevé la que pudo haber sido la peor sorpresa de la vida.
O, al menos, en ese momento lo fue.
La pista estaba llena de casi ciento ochenta de nuestros compañeros de otros cursos, especialmente los cursos superiores. Y ahí, al centro, se encontraba el Alto Mando. Entre los chicos mayores se empezó a escuchar el rumor de que toda la algarabía de esa mañana se debía a que Número Uno y Número Tres habían hecho una apuesta por ver quién estaba entrenando mejor a sus estudiantes. Esos rumores pudieron comprobarse cuando Número Tres avanzó hacia nosotros y nos dijo:
—Hoy lucharán contra los discípulos de Número Uno.
Mi mandíbula casi cayó al suelo, especialmente cuando vi a los Roosevelt aplaudir animados, totalmente listos para enfrentar cualquier cosa. Incluso Devon Paltrow estaba más que dispuesto a patear unos cuantos traseros. Pero yo… Yo sólo temblaba sin control.
Nuestros contrincantes se diferenciaban con una pañoleta de color azul que llevaban atada al cuello. Una de ellas no me quitaba la mirada de encima. Era casi diez centímetros más alta que yo, con un cuerpo que le hacía demostrar que incluso a los doce años podías tener una figura bien definida. Tenía toda la fachada de ser una bravucona.
Devon pasó detrás de mí y me dio una palmada en la espalda para darme ánimos, aunque eso sólo logró hacer que me sintiera más nerviosa.
— ¡Firmes, derechos y hombros atrás! —exclamó Número Tres y nosotros formamos una hilera para que ella pudiera evaluarnos. Se paseó frente a nosotros y pronto comenzó a señalarnos con el dedo índice—. Tú —dijo y señaló a Maximillian Roosevelt—. Tú. —Jacqueline Roosevelt—. Tú. —Devon Paltrow—. Y tú. Un paso al frente. El resto, vaya a las gradas con los demás.
Sentí que mis piernas temblaban como si fueran de gelatina cuando tuve que avanzar hacia el frente. Estaba al borde de un ataque de pánico, mis manos sudaban y de pronto sentí la boca demasiado seca.
Quería escapar.
Número Tres no dijo absolutamente nada. Fue Número Cinco quien explicó lo que teníamos que hacer.
Número Cinco era un hombre que estaba pasando por los cincuenta, aunque tenía la condición física y la complexión de un hombre de veinticinco años.
— ¡Atención! —Dijo—. A continuación, los discípulos de Número Uno se enfrentarán a los discípulos de Número Tres. Cada uno de los contrincantes tendrá sólo tres oportunidades para atacar a su enemigo. Se evaluará la habilidad del Pokemon que elijan para luchar, así como sus propias habilidades para el combate cuerpo a cuerpo.
Mi mundo se derrumbó por un instante al darme cuenta de que sin duda terminaría en la enfermería. Mis conocimientos acerca del combate cuerpo a cuerpo eran mínimos, pues mi madre se ocupó únicamente de ayudarme a entrenar a Bulbasaur.
Estaba perdida.
Devon fue el primero en participar, en compañía de su inicial: un Eevee que poseía la agilidad de un felino. Se enfrentó contra un mastodonte que bien podría haber pesado una tonelada, un chico que tenía problemas de acné y que tenía el aspecto de un luchador de sumo. Eevee contra Torchic. Devon contra un gigante. El primer ataque fue lanzado por Eevee, quien embistió a Torchic con fuerza y lo dejó tendido en el suelo. Mientras tanto, el mastodonte logró asestar un puñetazo en el rostro de Devon, dejándole el ojo morado. Devon, por supuesto, se defendió y pronto consiguió dominarlo. La agilidad venció a la fuerza bruta. Eevee bloqueó los ataques de Torchic con un par de fuertes mordidas en el cuello.
— ¡Tiempo! —Exclamó Número Cinco—. ¡El ganador es Devon Paltrow, de la clase de Número Tres!
Número Tres esbozó media sonrisa de suficiencia, Número Uno le devolvió el gesto.
Nosotros estábamos matándonos y ellos se divertían.
El siguiente enfrentamiento fue por parte de Maximillian Roosevelt y Koffing, contra una chica menuda e insignificante que iba acompañada por un Chansey.
—Espera un momento. ¿Un Chansey? ¿Y una chica menuda e insignificante? ¿Qué acaso no era que los alumnos de Número Uno eran lo mejor de lo mejor?
—Más adelante sabrás las razones por las que esa chica fue seleccionada por Número Uno. ¿Puedo continuar?
— ¡Sí!
No hizo falta que se contaran los turnos de esa chica, pues Koffing dejó a Chansey fuera de combate tras el primer golpe. Lamentablemente para ella, Número Cinco no quiso detener la pelea en ese momento. La masacre continuó durante un par de minutos más, hasta que la pobre chica terminó semiinconsciente en el suelo, con la sien derecha ensangrentada, la nariz rota y un par de costillas fracturadas.
—Max era un monstruo.
—Y déjame que te cuente lo que hizo su hermana.
— ¡Tiempo! —Exclamó Número Cinco—. ¡El ganador es Max Roosevelt, de la clase de Número Tres!
El tercer enfrentamiento fue por parte de Jacqueline y Meowth contra un chico que le doblaba a ella la estatura y estaba acompañado por un Totodile que parecía estar contagiado de rabia. Lo que sucedió fue impresionante para todos, y me parece que en ese momento Número Tres hizo una elección premeditada. Jacqueline y Meowth no tenían rivales a la hora de luchar en ninguno de los aspectos. Meowth consiguió dominar a Totodile en un abrir y cerrar de ojos, así como Jacqueline pudo asestar un fuerte golpe en la entre pierna de su contrincante. Él se rindió y cuando retiró un poco sus manos de encima de sus partes nobles, pudimos ver que tenía una gran mancha de sangre en donde debía estar su…
— ¡Basta! ¡Demasiada información!
La conmoción causó que la actividad se detuviera durante un par de minutos mientras el pobre chico era trasladado a la enfermería. Mientras tanto, Número Tres se acercó a mí y, sin mirarme, susurró:
—Tres victorias al hilo. No lo eches a perder, inútil.
Asentí con torpeza y avancé para enfrentar a mi contrincante, la misma chica que me miraba con la misma actitud de un depredador. Ella me sorprendió cuando llamó a Victreebell perfectamente entrenado que incluso parecía una bestia asesina. Miré de soslayo a Devon y él asintió para darme ánimos. Llamé, en voz alta, a Bulbasaur. Los abucheos me hicieron sentir tremendamente desmotivada. Vi por el rabillo del ojo que Número Tres estaba negando con la cabeza. Intercambió un par de palabras con Jacqueline y Devon, sentí que me estaban juzgando o que se burlaban de mí.
Me sentí estúpida, además, cuando Bulbasaur retrocedió aterrado al escuchar lo gruñidos de Victreebell. Los abucheos me hicieron enfurecer tanto que avancé hacia esa bravucona e intenté golpearla. Pero entonces ella me tomó por el brazo y lo dobló hacia atrás con tal fuerza que sentí perfectamente cómo se quebró. Sentí también ese golpe en mi nuca y caí al suelo con la visión nublada, escuchando sólo los chillidos de Bulbasaur y viendo la forma difusa de Número Tres alejándose de la pista de atletismo. Caí inconsciente y no supe más nada de ese momento.
—Desperté un par de horas después y lo primero que pude ver era que Devon me miraba con esa sonrisa tan agradable y tan suya.
—Espera… ¿Esa chica te quebró el brazo…?
—Así es.
— ¿Y no la enviaron a detención?
—Nuestro colegio aplicaba con mano firme la ley de la supervivencia del más fuerte.
—Qué infierno.
—No tienes idea.
Desperté un par de horas después y lo primero que pude ver era que Devon me miraba con esa sonrisa tan agradable y tan suya. Tenía el brazo escayolado y mi nuca dolía a horrores, alguien había colocado mi cabeza sobre una almohada de plástico llena de hielos que ayudaban un poco a menguar el dolor. Estaba en la enfermería, Devon era el único que me acompañaba.
— ¿Cómo te sientes, debilucha? —me preguntó—. ¿Estás bien?
No pude responderle, sólo desvié la mirada.
Sin embargo, las palabras escaparon de mi boca.
—Perdí la batalla, ¿cierto?
—Sí.
— ¿Número Tres está decepcionada?
—Lo superará. En estos momentos está discutiendo contra todo el Alto Mando, ha dicho que la chica contra quien tú peleaste pudo haberte matado. Luego de que te desmayaste, ella te golpeó un par de veces más en la cabeza.
— ¿Qué? ¿Número Tres está defendiéndome?
No podía creerlo, no quería creerlo.
¿Por qué ella habría de defenderme a mí?
—Sí. Está furiosa con Número Uno y exige que la familia de ese monstruo se encargue de compensarte económicamente. Ya sabes, en caso de que los golpes sean más graves de lo que parecen.
Seguía sin poder creerlo.
— ¿Dónde está Bulbasaur?
—Tu hermana ha venido a recogerlo, lo ha llevado a tomar un poco de agua. Él está bien, sólo tiene un par de rasguños.
— ¿Cuánto tiempo tendré que quedarme aquí?
—Tu madre ya viene en camino, podrás irte en cuanto ella firme una carta responsiva en las oficinas del Alto Mando.
En cuanto escuché eso, supe que estaría en problemas. Mi madre no aceptaría nunca que hubiera perdido una batalla, sin importar que eso hubiera dado como resultado la amputación de mis dos piernas. Así que, desesperada, recurrí a mi única esperanza.
—Devon… ¿Aún está en pie la propuesta que hiciste sobre ayudarme a entrenar?
Y él asintió.
—Comenzaremos cuando te hayas recuperado —me dijo y me dedicó un guiño—. Ahora deberías dormir, estás muy mal.
Besó mi mejilla y se retiró.
— ¡¡Qué lindo!! ¡¡Y qué romántico!!
—Estaba en la enfermería con un brazo escayolado y posible daño craneal, ¿y tú piensas que eso fue lindo?
—Te has escuchado igual que Sheryl durante un momento.
—Te golpearé tal y como ella lo hacía si es que sigues diciendo esas cosas sobre Devon y yo. Sólo éramos amigos.
—Sí, claro… Como tú digas…
—Te lo juro, quisiera estrangularte.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top