Capítulo LXXVII
¡Hey, hola! Antes de pasar con el capítulo de hoy, anunciaré a las tres personas que ganaron los cinco puntos de la primera pregunta del sádico, digo, divertido concurso. Les recuerdo que el criterio para elegir a los ganadores fue escoger las tres teorías más creativas, no necesariamente apegadas a la razón verdadera.
La actividad fue: Hacer una teoría sobre cómo se conocieron Número Tres y el señor Williams.
Y nuestros tres afortunados ganadores son:
@Adry19ana
El sr. Williams era un prestigioso cientifico e investigador latinoamericano que fue llamado por la Elite para investigar acerca de los efectos de ciertas sustancias sobre los pokémon. Él aceptó, ya que le abonarían una generosa cantidad. Por aquel entonces Leona, aun no era nadie importante. Ella solo trabajaba en la base de la Elite, llevando papeles de un lado para otro y transmitiendo ordenes de R. Cuando el Sr. Williams llegó a la base para investigar, Leona fue la encargada de guiarle por las instalaciones. Aunque parezca mentira, Leona se enamoró primero de él. Se hicieron buenos amigos, pero él no sentía nada más por ella. Mientras su relación avanzaba, las investigaciones daban unos resultados increibles. Algunas sustancias eran increiblemente dañinas para Pokemon y personas. El Sr. Williams se enteró de los planes de la Elite y decidió abandonar la Elite, pero no era tan sencillo. Leona le advirtió que si abandonaba la Elite lo matarían. Entonces juntos trazaron un plan. Las proximas pruebas para llegar a ser parte de los 8 lideres eran dentro de unas semanas. El Sr. Williams y Leona entrarían en esas pruebas y en un momento dado, Leona lo "asesinaría". Realmente le dispararía un dardo con un derivado de ese extraño liquido que dejaba muerto a alguien durante 5 minutos. Este dejaba muerto durante 3 horas.
Y así fue. Leona lo "mató". Después de que se llevasen su "cadaver", Leona fue a llevarselo, pero otro miembro de la elite vió como el Sr. Williams revivia y Leona tuvo que matarlo. El Sr. Williams logró escapar, pero mantuvo el contacto con Leona, que se había ganado el titulo de Número 3. Después de un año, él volvió y empezó a salir con Número 3, que le acababa de decrarar sus sentimientos. Y ... lo demás no importa.
@Kiriatheblackpanther
Hace muchos años...
-Siento que tratas a número tres de vieja...
Shhh
Como decía:
Hace años, en una de las pruebas para entrar a la elite, se podían distinguir una chica y un chico rebosantes de determinación y confianza en sí mismos.
Tenían que sobrevivir durante una semana en una montaña seca, donde, para conseguir agua, sólo había un riachuelo.
Cuarenta personas entraban.
Veinte personas salían.
Para no quedar descalificado debías acabar con cinco personas.
Si te derrotan tres veces,o bien si no logras sobrevivir, quedarás fuera.
Leona fue una de los pocos estudiantes que se quedó cerca del agua. Allí tenía agua, arbustos con frutas y los demás se acercarían, oportunidad que ella tendría para combatir contra los demás.
Mientras quedaba atenta a los ruidos y veía todo lo que podía junto a su Growlithe, un muchacho se le acercó y la retó.
Fue la única vez que la chica perdió.
Ambos pudieron ver el potencial del otro,y formaron una bonita amistad.
Con el paso de los años, su amistad fue creciendo, convirtiéndose en cariño,y posteriormente en amor.
En otra prueba, ellos dos formaron equipo de nuevo.
Por primera vez, el chico tuvo el valor de demostrarle todo lo que sentía hacia ella. Leona recibió todo el amor que el chico le dio,y ella dio todo el amor que era capaz de almacenar en su corazón.
Pero el muchacho nunca abrió la carta,y nunca entró en la elite.
Aún así, todo lo que pasaron, tanto momentos felices como tristes, los afrontaron juntos.
FIN
@Sue167
Etto... Después de horas por fin tengo la idea (mi imaginacion anda mal últimamente ¿ok? :'c): Creo que Número Tres y el señor Williams se conocieron en la época de Universidad. Una vez, para volver a casa, Ray se pasó por un pabellón donde vio a Leona (me hace ilusión usar su nombre *^*), la única bailarina de la clase que se había quedado después para ensayar un poco más. Le fascinó la manera en la que se movía, y sobretodo su mirada fría pero al mismo tiempo alegre. Le sorprendió la destreza de sus movimientos y desde entonces la observaba unos minutos todos los días antes de volver a casa. En una ocasión Leona le sorprendió observandola y le dijo que dejase de espiarla con su típica indiferencia. Obviamente, no lo hizo, de hecho esto le incitó más a conocerla y averiguar por qué era tan reacia a relacionarse con la gente, puesto que siempre la veía sola. Ray intentó relacionarse, hablar y saber más de ella, a lo que ella siempre le rechazaba. Pronto, Leona empezó a darse por vencida ante su insistencia y comenzó a hablar con él poco a poco. Se extrañaba de su amabilidad y cabezonería, puesto que nadie quería hablarle porque todos sabían en qué estaba metida. Intentó hacer que Ray se alejase de ella contandole algunos de sus problemas y que se olvidase de confraternizar con alguien que solo puede conseguir que le maten. Pero Ray no se dio por derrotado, le prometió que no la dejaría sola. Cada vez más empezó a enfadarle que sea tan insistente. Un día, después de ensayar, Ray fue a recogerla y acompañarla a casa, como ya era habitual, pues hacía unas semanas le había dado por recogerla y no quería discutir sobre eso también. Mientras Leona se cambiaba Ray esperaba tras la puerta. Pensó que tardaba mucho y decidió entrar, pero para su sorpresa lo hizo con demasiada brusquedad. Leona se había quedado viendo las zonas marcadas de su cuerpo que habían dejado las depravadas manos del cerdo que era el Jefe de La Élite que no se había dado cuenta de que había dejado a Ray fuera mucho tiempo esperando. Se sorprendió al verlo entrar de golpe y descubrirla en ropa interior. En un principio ambos se ruborizaron, él intentaba disculparse y ella estuvo a punto de gritarle para que saliese de allí cuanto antes, pero antes de que lo hiciera pudo ver como los ojos de Ray se contraían y supo que ya había visto las zonas rojas y algunos de los moratones. A pesar de ello intentó cubrirse empezando a cambiarse y aguantando las ganas de llorar que de pronto sentía al recordar lo que sucedió. En un rápido movimiento tuvo a Ray examinando las heridas y preguntando qué le había pasado además de otras cosas que no pudo justificar si quiera con mentiras pues las preguntas se formulaban con mucha rapidez y sentía que su fuerza se iba por momentos. Todo su cuerpo temblaba y las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos. Ray solamente sintió el impulso de abrazarla, y ella tuvo que contarle todo lo sucedido, desde que empezó todo hasta el reciente incidente que le había dejado crueles secuelas marcadas en rojo. Esta vez Ray se prometió que cuidaría de ella, para que nada malo le pasase. Ahi está mi cosita -w- (?)
.:: MARCADOR ::.
@Adry19ana: 5 PUNTOS
@Kiriatheblackpanther: 5 PUNTOS
@Sue167: 5 PUNTOS
Ahora les dejo la segunda pregunta.
Se darán CUATRO PUNTOS a las cinco personas que en la sección de comentarios respondan más extensa y acertadamente a la pregunta:
.:: ¿Por qué razones las hermanas Crown están tan celosas la una de la otra? ::.
Se aceptarán todas las respuestas que lleguen antes de las 00:00 horas del día 2 de septiembre (hora de México). Recuerden que pueden participar aunque no hayan respondido a la primera pregunta. ¡Mucha suerte a todos!
Sin más que decirles, los dejo con el capítulo. ¡Que lo disfruten!
—Todo comenzó cuando quedaban sólo un par de semanas para empezar de nuevo el curso escolar...
—Espera un momento.
— ¿Ahora qué estupidez vas a preguntar?
—Sólo quiero saber cualquier cosa sobre Devon.
—A eso iba. ¿Vas a dejarme continuar?
— ¡Sí! Espera un momento... ¿Insinúas que sólo digo estupideces?
Todo comenzó cuando quedaban sólo un par de semanas para empezar de nuevo el curso escolar. El verano parecía ser eterno, pues no había muchas maneras de hacerlo más corto en vista de que nos esperaba una etapa escolar totalmente diferente. Pero pasar el tiempo en el apartamento de Número Tres era una gran manera de matar el tiempo al mismo tiempo que continuaba con el entrenamiento.
Ese día llegué un poco más tarde de lo normal, pues había tenido que atender unas cuantas diligencias que mi madre me encomendó. Subí al ascensor del complejo de apartamentos cuando finalmente estuve allí y me enfilé a toda velocidad por el pasillo hasta llegar al apartamento de la familia Williams. Entré con mi propia llave, que se me había otorgado durante los primeros días del verano. Ni bien estuve dentro, y tras volver a echarle llave a la puerta principal, liberé a Ivysaur y me encaminé hacia el sofá del salón donde el señor Williams intentaba hacer que una linda bebé regordeta conciliara el sueño al mismo tiempo que se encargaba de continuar con su trabajo.
—Hola, señor Williams —lo saludé cuando me senté en el sofá que estaba libre.
—Hola, Skyler —respondió él en voz baja para evitar despertar a la bebé que dormitaba en la pequeña cuna portátil que yacía a un lado de él.
— ¿Dónde está Número Tres? —le pregunté.
—Duchándose —me respondió él—. Vendrá en un momento. Hoy llegaste un poco más tarde de lo normal.
—He tenido que hacer algunas compras. Parece que Lynda está exhausta. ¿Ha pasado mal la noche?
—Tuve que quedarme despierto hasta tarde y ella decidió hacerme compañía. Eso ha sido una buena idea, así Leona ha podido dormir un poco más. Pero nuestros horarios comienzan a normalizarse a pesar de todo. Lynda está comenzando a dormir a sus horas.
—Es encantadora. Creo que cada día es más linda, valga la redundancia.
Él sonrió.
—Extrañará a su madre cuando las actividades del colegio se reanuden —dijo el señor Williams tras haberse asegurado de que Lynda, ese pequeño bulto envuelto en una manta de color rojo, se hubiese quedado dormida ya—. Le fascina estar con ella. Son muy unidas. Me ha costado hacer que ella se quedase dormida. Hasta hace un rato, ella lloró desconsoladamente para que su madre la tomara en brazos.
—Ustedes son muy afortunados.
—Somos afortunados de tenerte aquí para ayudarnos a cuidar a este pequeño demonio.
Me dedicó un guiño y se levantó de su asiento para dirigirse a la cocina. Ivysaur lo siguió con esos andares torpes que parecían haber llegado con él desde su nacimiento.
— ¿Quieres beber algo, Skyler? —me preguntó el señor Williams cuando abrió la nevera.
—Por supuesto que no quiere hacerlo. Le espera un duro entrenamiento y no quiero que termine volviendo el estómago por haber bebido algo sin autorización.
Supe que sería un día difícil cuando Número Tres, ya vestida con sus ropas de entrenamiento, salió de la puerta que conducía a su habitación. Iba atando su cabello en una coleta, pero algunos rizos rebeldes caían sobre su rostro pues eran indomables. Ella, actuando como esa madre cariñosa que yo aún no me acostumbraba a ver, se acercó a la pequeña Lynda y besó su mejilla para luego asegurarse de que ella estuviese perfectamente cubierta con la manta.
Número Tres seguía siendo esa mujer hermosa y atlética que yo había conocido. El parto y los nueve meses de embarazo no habían servido para arruinar su figura perfecta. Eso era gracioso, pues yo recordaba bien que mi madre solía decir que dos años fueron necesarios para recuperar su condición física luego de haber dado a luz a mi hermana. Pero Número Tres no podía quejarse. Tenía una hija maravillosa y un esposo perfecto. De haber corrido con su suerte, tener un poco de piel flácida no me habría incomodado en absoluto.
—Andando, Crown —urgió Número Tres con impaciencia—. Hoy tenemos mucho trabajo que hacer.
Asentí y la seguí hacia el pequeño gimnasio que había en su apartamento, dándole un par de segundos para que pudiese plantar un cálido beso en los labios de su esposo. Yo sonreí embelesada y deseé poder capturar ese momento para siempre.
En el pequeño gimnasio ya estaba esperándome aquella máquina reluciente que parecía haber sido recientemente ensamblada. Era similar a un pequeño androide de cuyo cuerpo sobresalían cinco cañones del tamaño de un balón de soccer. Número Tres me situó frente a la máquina y buscó entre sus ropas un pequeño control remoto.
— ¿Vamos a calentar antes? —le pregunté esperanzada.
Ella negó con la cabeza.
—El día de hoy vamos a hacer algo distinto, Skyler —anunció ella—. Durante toda tu vida tendrás que enfrentarte a situaciones en las que no podrás prepararte antes de luchar. Es necesario que sepas entrar en acción sin necesidad de tomarte quince minutos para calentar. La máquina que tienes frente a ti recreará las técnicas especiales de cinco Pokemon distintos. Tu trabajo será esquivar las cinco técnicas. Cada vez que falles, tendrás que hacer cien flexiones como castigo. ¿Entiendes?
—Pero, ¿cómo se supone que voy a...?
—Comienza.
El primer cañón disparó entonces una ráfaga de agua que fue lo suficientemente fuerte como para hacerme perder el equilibrio. Maldije por lo bajo y volví a situarme en mi lugar, sólo para ser golpeada por una lluvia de dolorosas esporas que me dieron la impresión de ser pequeñas rocas circulares que salieron del segundo cañón. Ni bien me recuperé del aturdimiento, el tercer cañón disparó una ráfaga de apestoso veneno que me hizo sentir asqueada y levemente enferma. El cuarto cañón atacó entonces, disparando una ráfaga de cristales de hielo que se derritieron al instante, gracias a la llamarada que liberó el quinto cañón.
La risa burlona de Número Tres me hizo sentir estúpida.
—Aquí.
Me entregó una pequeña jeringa que contenía el medicamento necesario para deshacerme de los efectos del veneno. Inyecté aquella sustancia de color verde en mi torrente sanguíneo y me recargué un momento en la pared.
—No estaba lista —me excusé—. ¿Puedo intentar de nuevo?
—Tendrás que esperar —me dijo ella—. Es una máquina experimental. Necesita quince minutos para recargar la energía de su batería.
— ¿De dónde la ha sacado?
—Ray la diseñó. Decidí utilizarla contigo antes de que entreguemos el prototipo a la Elite.
— ¿Soy su conejillo de indias?
—Si fueras un conejillo de indias, no te habría permitido descansar. Ahora deja de lloriquear y comienza con las flexiones.
La felicidad por haberse convertido en madre por segunda vez no le había quitado esa actitud tan intimidante y autoritaria. Así que yo simplemente me resigné y comencé con mi castigo.
Volví a casa cuando comenzaba a atardecer. El cielo ya se había tornado de esos hermosos colores rojizos. Ivysaur y yo atravesamos la verja de la entrada y él inmediatamente echó a correr por el césped. Me habría encantado seguirlo, pero mi espalda y mis brazos dolían lo suficiente a causa de las flexiones como para que yo quisiese hacer cualquier esfuerzo físico innecesario. Al final tuve que hacer poco más de seiscientas flexiones, además de haber tenido que pasar ochenta largos minutos haciendo calistenia como castigo por haberme quejado de la cantidad de flexiones. Así que simplemente entré a casa y me dirigí hacia la cocina para abrir la nevera. Tomé un poco de agua fría y la terminé de un trago.
Me dirigí entonces hacia la sala de estar y me desplomé sobre uno de los sofás. Me quejé en voz alta del dolor muscular y eché la cabeza hacia atrás, sintiendo la mirada asesina que me dirigió mi hermana. La miré de vuelta y fruncí un poco el entrecejo.
— ¿Por qué me miras así? —le espeté.
Ella bajó la revista que leía, con temática sobre los Pokemon acuáticos, y se estiró un poco para acariciar la cabeza de su recién evolucionado Dewgong. Me dirigió una mirada retadora y habló con esa voz endemoniadamente baja.
—No importa cuánto tiempo entrenes. Todas las horas que pasas ejercitándote no harán que tus Pokemon evolucionen.
— ¿Qué vas a saber tú? —le respondí con desdén.
Como respuesta, ella liberó a su imponente Blastoise sin pronunciar la más mínima palabra. Yo puse los ojos en blanco.
—Presumida —dije entre dientes—. Pero de igual manera habrá que esperar a ver cómo patean tu trasero durante los Años de Prueba. No resistirás a la Búsqueda del Tesoro.
Enfurecida, ella se levantó de su asiento y llamó a Dewgong y Blastoise para devolverlos a sus Pokebolas. La perdí de vista durante un par de segundos, hasta que el peso de la correspondencia cayó sobre mi regazo.
—Te ha llegado eso por correo —me dijo Sheryl y subió las escaleras para retirarse.
Mi hermana, con sus trece años ya cumplidos, seguía siendo un dolor de cabeza para mí.
Miré la correspondencia y mis ánimos se reavivaron durante un instante. Lo primero que tuve en mis manos fue un paquete que abrí sin importarme el destino del envoltorio. La caja contenía un pequeño Oddish de felpa y una postal que Devon me envió desde los Alpes Franceses. Aún recuerdo lo que la postal decía.
Los colores del amanecer en los Alpes son casi tan hermosos como el azul de tus ojos.
PD: Ellen fue quien propuso esa frase.
El texto adjuntaba un par de caras sonrientes, además de las palabras Hola, Skyler escritas con la caligrafía de Ellen. Por alguna razón decidí inspeccionar el Oddish de felpa, descubriendo que despedía el aroma de la colonia de Devon. Recuerdo que sonreí como si aquel obsequio tan pequeño hubiese sido lo más grande.
La siguiente carta que abrí iba por parte del Instituto. Era una lista de material escolar que mi nuevo profesor, o profesora, quería que nosotros llevásemos desde el primer día. En la carta no estaba escrito el nombre del profesor que estaría al mando, tan sólo podían verse las iniciales L.M.
El anonimato de la Elite ya no me causaba sorpresa.
La última carta, sin embargo, sí que logró dejarme sin aliento.
Era un sobre de color negro, sin remitente y con el escudo de la Elite al reverso.
Sintiendo un escalofrío, opté por tomar mis cosas y subir a mi habitación. Me sentí levemente ensordecida cuando pasé frente a la puerta del dormitorio de Sheryl y escuché que ella había encendido su selección de música a todo volumen.
El género favorito de mi hermana era Power Metal.
Ruidoso e insoportable Power Metal.
Entré a mi habitación y cerré la puerta, amortiguando un poco ese sonido infernal.
Dejé el Oddish de felpa sobre mi cama, junto con el resto de muñecos que Devon había estado enviándome a lo largo del verano. Oddish encontró su sitio entre un Staryu que cabía en la palma de mi mano y un Zorua de tamaño real. Dejé la postal en el cajón de la mesa de noche y aproveché para tomar la carta misteriosa que previamente había ocultado ahí. Tenerla en mis manos me hizo pensar que estaba tocando algo extremadamente tóxico y radioactivo. Dispuse ambos sobres sobre el cubrecama y los miré en silencio durante un minuto entero. Eran idénticos. Recuerdo haberme preguntado: ¿por qué razón la Elite había decidido enviar una segunda carta? ¿Era que acaso sabían que la primera se había quedado oculta en la oscuridad de un cajón? ¿Tan impacientes eran que no podían esperar a que yo me sintiese lo suficientemente preparada para abrirla?
Tomé la segunda carta en mis manos y mis dedos se dirigieron a abrir el sobre, pero logré detenerme a tiempo. Una de las esquinas del sobre se había arrugado un poco, pero la carta permanecía cerrada.
La curiosidad mató al gato, pensé.
Opté por ocultar ambas cartas y pensé por un instante que quizá debía visitar la gran casa de los Paltrow para asegurarme de que ninguna carta misteriosa hubiese llegado para perseguir a Devon. Me recosté sobre la cama y cubrí mis ojos durante un instante con ambas manos. El estrés llegó a mí de golpe.
—Debí dejar a Jackie ganar la segunda prueba —dije para mí misma—. Así no estaría pasando todo esto.
Busqué mi teléfono en mis bolsillos para llamar a Devon, hasta que recordé que él estaba fuera del país.
Y la infernal música de Sheryl no dejaba de sonar.
Repentinamente, y hecha una furia, salí de mi habitación casi al trote y golpeé con violencia la puerta del dormitorio de mi hermana.
— ¡Apaga esa mierda de una maldita vez! —Exclamé como si el espíritu de mi mejor amiga hubiese entrado momentáneamente en mi cuerpo—. ¡Usa tus estúpidos auriculares!
— ¡Lárgate! —exclamó Sheryl por encima del estruendo.
— ¡Baja el maldito volumen!
— ¡Y tú ve a suicidarte de nuevo! ¡Quizá hoy realmente tengas suerte!
Aporreé de nuevo la puerta, sintiéndome herida y ofendida. Volví derrotada a mi propia habitación y di un portazo que hizo vibrar a los cristales de las ventanas. Solté una especie de gruñido en voz alta y comencé a mordisquear un poco las uñas de mi mano derecha.
—No quiero esas cartas... —Musité nerviosa—. No quiero abrir esas malditas cartas...
Simplemente no puedo describir la desesperación que sentí en ese momento.
El miedo.
La inquietud.
El tremendo deseo de llorar desconsoladamente y suplicar por un poco de apoyo moral.
Por un poco de cariño.
Por un abrazo que me transmitiera que todo estaría bien.
La alerta de un nuevo mensaje de texto me sobresaltó, causando que mordiera una de mis uñas con fuerza excesiva. La punzada de dolor precedió a la sangre que comenzó a emanar de la herida.
—Mierda...
Me levanté con torpeza y busqué entre mis cosas una bandita con la que cubrí mi dedo herido, luego de haberlo metido a mi boca para eliminar el exceso de sangre. Y para calmar un poco el dolor, aunque aún no entiendo cómo es que eso funciona.
Tomé el móvil y abrí el mensaje recibido.
Era de parte de Jackie.
Un escalofrío recorrió mi espalda en cuanto leí la primera línea.
TE NECESITO.
¿Puedes venir al parque?
—Jackie...
Inmediatamente pensé que ese maldito cerdo pervertido había vuelto a lastimarla. Así que respondí afirmativamente y bajé las escaleras a toda velocidad.
Mi madre se interpuso en mi camino cuando empecé a dirigirme hacia la puerta principal.
— ¿Se puede saber a dónde demonios crees que vas? —me preguntó colocándose frente a mí.
—Al parque —le respondí.
—Está anocheciendo —dijo ella con firmeza—. No puedes salir cuando anochece.
—Entonces piensa que estaré entrenando en el jardín —le dije con insolencia—. Necesito ir, así que sal de mi camino.
—No te permito que me faltes el respeto de esta manera, Skyler.
—Y yo no te he pedido que lo hagas.
No me preguntes de dónde es que salió tanta rebeldía. Lo único que sé es que salí de casa sin importarme que mi madre estuviera llamándome a gritos. Lo cierto es que no estaba pensando en nada en ese momento. Nada que no fuera Jackie, al menos.
— ¡Ven, Ivysaur!
Él dejó de jugar con el agua de los rociadores para seguirme.
Nos enfilamos a paso veloz a lo largo de la calle, haciendo ese mismo recorrido que dábamos por las mañanas para ir a trotar un poco. Llegamos al parque en pocos minutos. Todas las luces estaban encendidas y las parejas de enamorados entraban y salían tomados de las manos. Y vi la primera cosa que me hizo sentir inquieta. El auto de los Roosevelt estaba aparcado frente a la entrada del parque, con el motor encendido y un indiferente chofer que tamborileaba con los dedos sobre el volante.
No supe la razón por la que tragué saliva.
Quizá fue por aquellos dos sujetos ataviados con ropas oscuras. Ambos vigilaban la entrada al parque y estaban acompañados por un par de imponentes Nidoking. Levanté a Ivysaur del suelo para llevarlo en brazos, pues algo en esa situación me daba mala espina. Pasamos entre los dos sujetos sin mayor problema, pero más y más de ellos siguieron apareciendo en el interior del parque.
Me sentí inquieta. Vigilada.
Temerosa.
No tardé mucho en encontrar a quien buscaba, pues Max apareció en mi campo de visión. Supe que había pasado algo terrible cuando vi que Max llevaba a un séquito de ocho hombres de la Elite que cuidaban sus espaldas. Me detuve y me oculté detrás del tronco de un árbol para poder escuchar lo que Max decía. No era nada tranquilizador.
—Estarás bien —decía Max—. Papá estará demasiado ocupado entrenándome como para fijarse en ti.
—Qué fácil es para ti decirlo —respondió Jackie enfurecida y herida—. No eres tú quien no puede siquiera mantenerse en pie.
—Pudo haber sido peor.
— ¿De qué manera?
—Hay cosas peores que eso.
—Pues yo preferiría haber muerto.
—Jackie...
—Sólo lárgate de aquí. No quiero volver a verte.
Mi corazón se aceleró cuando los sujetos de la Elite comenzaron a retirarse. Vi pasar a Max y recuerdo que me impresionó un poco el hecho de que él estuviese utilizando también un ceñido abrigo de color negro que lo hacía parecer mucho más siniestro.
Salí de mi escondite y al ver las condiciones en las que Jackie se encontraba, me di cuenta de que todo era más grave de lo que imaginaba.
Las ropas de Jackie estaban desgarradas. Su nariz sangraba y las marcas de distintas manos se habían quedado dibujadas en su cuello y en sus brazos. En sus muñecas y tobillos había marcas de color rojo que destilaban un poco de sangre.
—Jackie...
Ella corrió hacia mí para envolverme en un fuerte y desesperado abrazo.
—Skyler... —dijo ella y rompió en llanto sobre mi hombro.
Jamás pensé que ella, Jackie Roosevelt, pudiese lucir tan indefensa.
— ¿¡Qué fue lo que le hicieron!? ¡¡Los odio!! ¡¡En verdad los odio!!
—Bueno, tengo que decirlo. Es imposible describir esa situación si no la vives tú misma. Existen dos tipos de Iniciación. Una para las mujeres y otra para los hombres. Ambas son igual de crueles.
— ¿Hirieron a Jackie para iniciar a Max?
—... Sí.
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