Capítulo LXXVI

     —Resultó ser que no éramos los únicos con vida...

— ¡Qué bien! ¡Sobrevivieron!

—Así es.

—Eso me alegra... ¿Y qué pasó con Devon?

—Creí que nunca lo preguntarías.

Resultó ser que no éramos los únicos con vida. Nueve compañeros más estuvieron ocultos en los túneles más profundos de la montaña, donde los aerodeslizadores no podían encontrarlos. Tres de ellos fueron inteligentes y sacaron el chip localizador de sus cuerpos, acarreando una fuerte anemia causada por la pérdida de sangre. Rayquaza escapó, afortunadamente.

Todos nosotros fuimos trasladados en un helicóptero de rescate hasta un retiro vacacional situado a una buena cantidad de millas de la montaña. Nos llevaron inmediatamente con un equipo de paramédicos especiales, contratados por la Elite, para que nuestros malestares pudiesen ser atendidos. Jackie tuvo que someterse a una pequeña sesión de curaciones para poder deshacerse de la herida de bala en su hombro. Yo, por otra parte, pasé un día entero en la enfermería pues las suturas en el corte de mi brazo tomaron su tiempo. Nuestros Pokemon recibieron también la atención necesaria, pues algunos estaban debilitados y muy malheridos. Lugia fue uno de los afortunados que sólo requirió un buen vendaje y un par de curaciones especialmente grandes. La enfermera que lo atendió, una encantadora mujer joven que llevaba el cabello teñido de un excéntrico color rosa, fue quien se encargó de él.

—Este pequeñín estará como nuevo en un par de semanas —nos dijo sonriente mientras acariciaba la cabeza de Lugia.

Eevee logró sobrevivir a la cirugía que reparó los daños del disparo que recibió, aunque tuvo que usar un collarín durante las siguientes tres semanas. Otros Pokemon no tuvieron tanta suerte. Un Seaking, un Chansey, un Voltorb, un Tauros y un Pinsir, de nuestros otros compañeros, tuvieron que ser sacrificados pues no había nada que se pudiera hacer para salvarlos de sus heridas o sus enfermedades.

Jamás supimos qué se hizo con los cadáveres de nuestros compañeros muertos. Lo único que sí llegó a saberse, y que incluso hoy me causa una gran indignación, fue la versión oficial de los hechos ocurridos con Número Cinco y Número Ocho. Número Uno esparció el rumor de que ambos habían renunciado y que no volverían a impartir clases en el Instituto. Yo preferí guardar silencio, así como hice todo lo posible para enmendar la culpa. Quise guardar para siempre el secreto, pues no quería volver a pensar en las consecuencias que me acarreó el hecho de ser tan estúpidamente torpe.

Las condecoraciones se entregaron una vez que las curaciones terminaron. Se nos entregaron medallas, similares a las que los militares llevan prendidas de sus uniformes. Todas ellas premiaban cosas relacionadas con el valor, la audacia, la inteligencia... Max recibió un ejemplar de cada una de las medallas, así como Devon. Ambos compartían la gloria por haber conseguido la medalla por Instinto de Supervivencia. Jackie recibió la medalla por Fortaleza, así como fue premiada por su talento y osadía. Yo, por mi parte, recibí la misma cantidad de medallas que ellos, más otras tres que me dejaron boquiabierta. La medalla por Valores Morales, por Humanidad y, mí favorita, por Evolución. Y esa última le fue entregada también a Bulbasaur en la forma de un lindo collar. Eevee recibió una medalla por Fortaleza, pues su grave herida no logró derrotarlo. Persian recibió la medalla de Lealtad, pues Jackie se encargó de relatar la manera en que su Pokemon había enfrentado a Lilly. Weezing recibió la medalla por Audacia, pues nos enteramos que él dejó trampas venenosas a su paso para impedir que nuestros compañeros pudiesen seguir los pasos de Max. Y Ninetales, quien volvió a mis manos luego de que Devon estuviese en condiciones para devolverlo, recibió la medalla por Compañerismo pues él mantuvo vivo a Devon mientras Max lo encontraba. El marcador dejó a Jackie, Max y Devon con quince medallas. Yo obtuve dieciocho.

Recibimos también un reconocimiento especial que nos condecoraba como graduados de los tres Años de Prueba. Era un collar de oro sólido con un dije que tenía la forma del escudo de la Elite. El padre de Jackie, en persona, se encargó de colocar los collares en nuestros cuellos. Sentir sus manos sobre mi cuerpo, aunque fuese de esa manera tan inocente, me hizo querer arrancarme la piel.

El último día que pasamos en el retiro fue cuando recibimos esa agradable visita que fue la cura para todos los males.

Yo me encontraba sentada sobre una banca de madera situada debajo de algunas plantas ornamentales que daban la impresión de estar cubiertas de nieve. Aunque hacía un frío de los mil diablos, yo sólo llevaba encima una chaqueta de color negro que cubría el resto de mi atuendo que tampoco era especialmente cálido. Estando ligeramente inclinada hacia adelante y con las manos cruzadas en mi regazo, miraba en la distancia a Devon que intentaba escapar de la jeringa que la enfermera del cabello rosado intentaba insertar en su brazo derecho. Devon podía ser valiente, fuerte y encantador, pero los medicamentos inyectados eran su Kriptonita.

Ivysaur, sentado a mis pies, devoraba ávidamente un tazón de botanas que yo me negué a consumir. El único pensamiento que ocupaba todo el espacio de mi mente era el que me decía, con voz especialmente fuerte, que nada había terminado en realidad.

—Skyler.

Me giré, un tanto sobresaltada, para toparme con que Diamond estaba oculto entre las hojas ornamentales y me llamaba con voz susurrante. Yo le sonreí.

— ¿Qué haces ahí? —le pregunté en voz baja.

— ¡Apuesto a que lucía adorable oculto allí!

—Silencio.

Sus bigotes se sacudieron un poco. Sus dos colas danzaban alegremente.

—He venido a buscarte —respondió Diamond—. A ti y a esa otra humana.

— ¿Pasa algo?

Él negó con la cabeza.

—Sólo quiero agradecerles —dijo Diamond tras haber mirado a los alrededores y asegurarse de que nadie más nos escuchaba.

— ¿Agradecernos?

—Yo no quiero que Lugia esté dentro de una Pokebola. Le tengo mucho cariño. Pero... Cosas extrañas siguen pasando en la montaña. No sé por qué hay tantos humanos haciendo excavaciones. Y yo... Creo que Lugia estará mejor con ustedes. Cuidarán a Lugia, ¿cierto?

Yo asentí.

—Jackie lo cuidará bien —le aseguré—. Vendremos a visitarte cuando Lugia se haya recuperado por completo, ¿qué te parece?

—No es como si quisiera volver a verte —me espetó con una mezcla de ira y nerviosismo, su pelaje se erizó—. No me importa si nunca vuelven aquí. Yo estaré esperándolas al pie de la montaña todos los días, ¡pero lo hago solamente por Lugia!

Yo sólo pude reír.

—A Lugia también le gustará verte de nuevo —le dije.

Él esbozó algo similar a una sonrisa y escapó a toda velocidad. De inmediato supe la razón, pues Jackie, Max y sus Pokemon hicieron acto de presencia. Persian se sentó, con elegancia, sobre la nieve. Weezing permaneció un poco rezagado para evitar incomodarnos con su hedor. Max, indiferente, metió sus manos a sus bolsillos y permaneció de pie. Jackie, por otro lado, se sentó a mi lado y se colocó en la posición de loto. Llevaba una mano a su hombro herido cada pocos segundos. Los tres teníamos en común el hecho de que habíamos decidido vestir lo menos abrigados posible... Quizá para hacer resaltar el siniestro collar que todos llevábamos al cuello. De pronto sentí una punzada de dolor en las suturas de mi brazo, mismas que decidí ignorar.

—Vaya aventura, ¿eh? —Dijo Jackie para romper el silencio—. Nunca nos pasa nada interesante.

—Nuestras vidas son patéticamente aburridas —le respondí sonriente—. ¿Cómo va tu hombro?

Ella se encogió de hombros.

— ¿Cómo va tu brazo? —me devolvió y yo imité su respuesta.

—Será un largo verano —comentó Jackie—. Entraremos finalmente a las ligas mayores cuando se reanuden las clases.

—Extrañaré ser alumna de Número Tres —confesé.

—Todos —dijo Jackie—. Pero siempre podemos pedirle que siga entrenándonos. ¿Quién sabe? Quizá podamos pagar el entrenamiento cuidando a su hijo. Apuesto a que será divertido.

No me dio tiempo de responder, así como hizo callar a Max que recién comenzaba a formular una frase. Jackie sacó una Pokebola de debajo de su chaqueta. La colocó en mi regazo y yo la tomé en silencio. Ivysaur se levantó y subió a la banca para mirar la Pokebola.

—Quiero que tú tengas a Lugia —dijo Jackie—. Es demasiada responsabilidad para mí.

—Pero tú fuiste quien lo atrapó —le respondí.

—Ambas lo hicimos. Y sé que tú lo cuidarás mucho mejor que yo.

Accedí de inmediato, pues de esa manera podría asegurarme de cumplir la promesa que le había hecho a Diamond.

—Gracias, Jackie —le dije y guardé la Pokebola debajo de mi chaqueta.

Ella me dedicó un guiño.

Devon se unió a nosotros entonces, cubriendo con una mano el sitio donde la enfermera lo había inyectado. Lucía abatido, adolorido... Y adorable. Tan adorable como Eevee, quien retozaba a su lado sin importarle el collarín.

— ¿Cómo te ha ido? —le pregunté.

Él subió a la banca, recostó su cabeza sobre mis piernas y dijo sin dejar de mirarme con sus intensos ojos azules:

—Necesito un poco de amor para recuperarme.

Su voz se escuchaba un poco ronca.

¡Oh, lo olvidé!

Devon tuvo que seguir bajo tratamiento médico durante cinco semanas. La hipotermia y las hemorragias, aunque no fueron tan fuertes como para matarlo, sí que lo dejaron un poco enfermo.

Compartimos una sonrisa y yo me incliné para plantar un delicado beso en sus labios.

—Vaya, vaya... —se burló Jackie con crueldad.

— ¿Ese beso significa que al fin están juntos? —preguntó Max.

Devon y yo asentimos.

—Pues ya era hora —siguió burlándose Jackie y le dio un tirón de cabello a Devon para añadir amenazadora—: Y será mejor que trates bien a Skyler. Si te atreves a lastimarla, al menos una vez, te las verás conmigo.

Riendo a carcajadas, Devon se incorporó y se acercó a Jackie para responder:

—No necesitas ocultar tus celos, Jackie. Pero no te preocupes, que tengo mucho amor para ti también.

Y besó la mejilla de Jackie para rematar su frase. Ella respondió con un puñetazo que hizo que Devon cayera sobre la nieve. Todos estallamos en una sonora carcajada.

Ivysaur saltó de la banca entonces y comenzó a soltar esos sonidos suyos para decirnos algo. Eevee olfateó en la dirección hacia donde Ivysaur miraba. Persian se irguió un poco y a Weezing no le importó.

— ¿Qué pasa, Ivysaur? —le pregunté.

Pero la respuesta llegó por sí misma. Y lo cierto es que a todos nos sacó una gran sonrisa.

El señor Williams, en compañía de Arcanine, caminaba hacia nosotros. Eevee e Ivysaur corrieron hacia Arcanine para saludarlo efusivamente. Persian se acercó con un poco más de clase y sólo intercambió un par de miradas con Arcanine. Cuando esos saludos terminaron, Arcanine caminó hacia nosotros. Devon estrechó su pata derecha, Jackie acarició su cabeza y yo lo envolví en un fuerte abrazo. Max y Weezing nos miraban con gélida indiferencia.

Vaya, lucen mejor de lo que esperaba —dijo el señor Williams con ese acento latino tan suyo, siempre entremezclando alguna palabra en su idioma natal—. Creo que he perdido la apuesta. Leona aseguró que ustedes estarían bien.

Era extraño escuchar al señor Williams llamar a Número Tres por su nombre de pila, así como era extraño que ella no estuviese ahí con él.

— ¿Usted ha apostado a que nosotros perderíamos una pierna, acaso? —se quejó Jackie—. ¡Maldito!

El señor Williams rió.

— ¿Dónde está Número Tres, señor Williams? —pregunté.

En casa —respondió—. Se ha quedado a descansar. Está muy exhausta. Pasó nueve horas en labor de parto.

— ¿Ha nacido ya? —le pregunté ilusionada.

Él asintió y sonrió de nuevo, como si hubiese sido el hombre más feliz del mundo. Sacó su móvil del bolsillo para mostrarnos la fotografía. En ella aparecía Número Tres, recostada en una cama de hospital y vestida con una bata blanca que hacía parecer que había palidecido. En sus brazos había un diminuto y regordete bebé de piel ligeramente rosada, envuelto en una manta de color rosa pastel. Número Tres lucía radiante.

—Es una niña —dijo el señor Williams—. Lynda.

—Es encantadora —le dije cuando devolvimos el móvil a sus manos.

—A Leona le habría encantado venir a verlos —dijo el señor Williams tras haber guardado el teléfono en su bolsillo—. Pero me ha pedido que les entregue algo. Un obsequio.

Sacó de su otro bolsillo tres pequeñas bolsas de terciopelo de color rojo, tan pesadas como si hubiesen estado llenas de semillas. Una era para Devon. La segunda era para Jackie. Y la última era para mí. Tiramos juntos del cordel de color dorado que mantenía cerradas las bolsas, revelando así el contenido. Eran brazaletes de oro sólido. El de Jackie y el mío constaban de una fina cadena de la que colgaban diecinueve dijes con la forma de Pokebolas. El de Devon era un poco más masculino. Era grueso, aunque no demasiado, y no llevaba ningún dije sino que la Pokebola formaba parte de un todo. Junto con los brazaletes había una nota cuyas palabras, al menos a mí, me hicieron sentir como si todo hubiese sido una misión cumplida.

Y, a la vez, me hizo sentir un poco de temor.

Estoy muy orgullosa de ustedes —leyó Jackie en voz alta—. Están listos.

— ¿A qué se refiere con eso? —preguntó Devon.

—Quizá deberíamos visitar a Número Tres para averiguarlo —dije yo, aunque sabía bien de lo que se trataba... Y no quería corroborarlo.

—Sea lo que sea, podemos enfrentarlo si estamos juntos —dijo Jackie—. Seamos optimistas.

Yo asentí, sintiéndome repentinamente confiada. Teniendo a Jackie, a Devon y a Número Tres de mi lado, me sentía invencible.

—Seguiremos siendo amigos después de esto, ¿no es así? —pregunté.

Devon y Jackie asintieron a la par.

—Es un pacto —dijo Devon entrelazando sus dedos con los míos—. Por siempre.

—Por siempre —secundó Jackie tomando mi mano y la mano de Devon.

—Por siempre —dije yo.

Dejé de temer en ese momento, pues comprendí que no estaba sola. Y lo único que quedaba por hacer era dejarme llevar. Estaba convencida de que podía conseguir cualquier cosa.

—Volví a casa transformada en una Skyler totalmente distinta y totalmente dispuesta a tomar toda clase de riesgos. Eso fue lo que tomé de las tres pruebas. Me volví más fuerte.

—Eso es maravilloso.

—Sí, lo es.

— ¿Y qué pasó entonces?

—Bueno, resultó ser que mis sospechas acerca de las palabras de Número Tres eran ciertas. Max fue el primero en abrir la carta.

—Creí que su madre les había prohibido hacerlo.

—Así fue. Pero, ¿crees que la Elite lo habría dejado como caso perdido? La carta de Max debía ser abierta por él algún día. Y es ahora cuando esta historia se centra en él.

— ¿En Max?

—En Max. En Jackie. En Devon. En el Alto Mando. En Número Tres. En Theo. En mi padre. En mí... En la Iniciación.

���G��'�7

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top